Carta de Colon a los Reyes Catolicos comunicando el descubrimiento del Nuevo Mundo 1493

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1493 - Carta de Colón a los Reyes Catolicos comunicando el descubrimiento del Nuevo Mundo

Este documento fue impreso en abril del mismo 1493, por los impresores barceloneses Pere Posa y Pere Bru, posteriormente el impresor italiano Giuliano Dati, la imprimió el 15 de junio siguiente, ésta si lleva la fecha impresa y por eso se sabe hasta el día, pero en la española no se puso, aunque se sabe que los Reyes la dieron a la imprenta casi nada más leerla, pues la noticia era de suma importancia y el pueblo debía conocerla. Posteriormente se conoce una segunda edición impresa en Valladolid, por don Pedro Giraldi y Miguel de Planes fechada en 1497, ésta se tiro en 4º menor, a diferencia de la primera por ser de mayor tamaño siendo conocida como la ‹Ambrosiana›, pues formaba parte de la biblioteca del barón Pietro Custodi y a su muerte pasó a la Biblioteca Ambrosiana de Milán.

Todo este prefacio es para llegar al punto de valoración del documento, porque el librero de París, J. Maisonneuve puso a la venta una edición Príncipe en 1889, siendo el número 53 de su catálogo por un precio de 65.000 francos. Para comparar esta cantidad hay que mencionar que en el mismo catálogo figura la Biblia de Gutenberg, 1450-55, la llamada de las 42 líneas, de dos volúmenes con más de trescientos folios cada uno, por el importe de salida de 2.500 francos; eso teniendo en cuenta que la carta de Colón solo tiene cuatro páginas en dos hojas en 4º mayor. Si transportamos las cifras a 1947, la Carta de Colón tendría un valor de quinientos millones de pesetas y conociendo el coste de la vida en ese año en España, actualizándolo a 2010, el documento podría estar valorado en algo más de mil millones de €uros, cifra astronómica por cuatro pagina de papel. De aquí y aparte del gran valor del documento por su lectura, es razón suficiente para transcribirlo a continuación íntegramente.

«Señor, porque sé que habreis placer de la grand victoria que Nuestro Señor me ha dado en mi viaje, vos escribo esta, por la cual sabreis como en 33 días pasé a las Indias, con la armada que los Ilustrísimos Rey y Reina nuestros señores me dieron donde yo fallé muy muchas Islas pobladas con gente sin número, y dellas todas he tomado posesión por sus altezas con pregón y bandera real extendida, y no me fue contradicho. A la primera que yo fallé puse nombre San Salvador, a conmemoración de Su Alta Magestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado: los Indios la llaman Guanahani. A la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción: a la tercera Fernandina: a la cuarta la Isabela: a la quinta la isla Juana é asi a cada una nombre nuevo.

Cuando yo llegué a la Juana (Cuba) seguí yo la costa della al poniente, y la fallé tan grande que pensé que sería tierra firme, la provincia de Catayo; y como no fallé asi villas y lugares en la costa de la mar, salvo pequeñas poblaciones, con la gente de las cuales no podía haber fabla, porque luego fuian todos, andaba yo adelante por el dicho camino, pensando de no errar grandes Ciudades o villas; y al cabo de muchas leguas, visto que no había innovación, y que la costa me llevaba al septentrión, de adonde mi voluntad era contraria, porque el invierno era ya encarnado, y yo tenía propósito de hacer dél al austro, y también el viento me dio adelante, determiné de no aguardar otro tiempo, y volví atras hasta un señalado puerto, de adonde envié dos hombres por la tierra, para saber si había Rey o grandes Ciudades. Andovieron tres jornadas y hallaron infinitas poblaciones pequeñas y gente sin número, mas no cosa de regimiento, por lo cual se volvieron.

Yo entendía harto de otros Indios, que ya tenía tomados, como continuamente esta tierra era isla: é así seguí la costa della al oriente ciento y siete leguas fasta donde facia fin; del cual cabo vi otra Isla al oriente distante desta diez é ocho leguas, á la cual luego puse nombre la Española: y fui allí: y seguí la parte del septentrión, así como de la Juana, al oriente ciento é ochenta y ocho grandes leguas, por línea recta, la cual y todas las otras son fertilísimas en demasiado grado, y ésta en extremo: en ella hay muchos puertos en la costa de la mar sin comparación de otros que yo sepa en cristianos, y fartos ríos y buenos y grandes que es maravilla: las tierras della son altas y en ella muy muchas sierras y montañas altísimas, sin comparación de la isla de Teneryfe, todas fermosísimas, de mil fechuras, y todas andables y llenas de árboles de mil maneras y altas, y parecen que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la foja, segun lo pude comprender, que ví tan verdes y tan hermosos como son por mayo en España. Y dellos estaban floridos, dellos frutos, y dellos en otro término, según es su calidad; y cantaba el ruiseñor y otros pajaricos de mil maneras en el mes de noviembre, por allí donde yo andaba. Hay palmas de seis o de ocho maneras, que es admiración verlas, por la diformidad fermosa dellas, mas así como los otros árboles y frutos é yerbas: en ella hay pinares á maravilla, é hay campiñas grandísimas, é hay miel, y de muchas maneras de aves y frutas muy diversas. En las tierras hay muchas minas de metales é hay gente in estimable número.

La Española es maravilla; las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas, y las tierras tan fermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares. Los puertos de la mar, aquí no habría creencia sin vista, y de los ríos muchos y grandes y buenas aguas; los mas de los cuales traen oro. En los árboles y frutos y yerbas hay grandes diferencias de aquellos de la Juana: en esta hay muchas especierias, y grandes minas de oro y de otros metales.

La gente desta isla y de todas las otras que he fallado y habido noticia andan todos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres los paren; aunque algunas mujeres se cobrian un solo lugar con una foja de yerba ó una cosa de algodón que para ello hacen. Ellos no tienen fierro ni acero ni armas ni son para ello; no porque non sea, gente bien dispuesta y de fermosa estatura, salvo que son muy temerosos a maravilla. No tienen otras armas salvo las armas de las cañas cuando están con la simiente, a la cual ponen al cabo un palillo agudo, e no osan usar aquellas: que muchas veces acaeció enviar a tierra dos o tres hombres, á alguna villa, para haber fabla, y salir a dellos sin número y después que los veían llegar fuian a no aguardar padre a hijo; y esto no porque a ninguno se le haya hecho mal, antes, a todo cabo adonde yo haya estado y podido haber fabla, les he dado de todo lo que tenía, asi paño como cosas muchas, sin recibir por ello cosa alguna; mas son así temerosos sin remedio. Verdad es que, despues que se aseguran y pierden este miedo, ellos son tanto sin engaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creeria sino el que los viese. Ellos de cosa que tengan, pidiéndosela, jamas dicen que no; antes, convidan la persona con ello y muestran tanto amor que darían los corazones, y quier sea cosa de valor, quier sea de poco precio, luego por cualquiera cosica de cualquiera manera que sea que se les dé, por ello son contentos.

Yo defendí que no se les diesen cosas tan viles como pedazos de escudillas rotas y pedazos de vidrio roto y cabos de agujetas; aunque cuando ellos esto lo podían llevar los parecía haber la mejor joya del mundo; que se acertó haber un marinero, por una agujeta, de oro peso de dos castellanos y medio; y otros, de otras cosas, que muy menos valían, mucho mas. Ya por blancas nuevas daban por ellas todo cuanto tenían, aunque fuesen dos ni tres castellanos de oro, ó una arroba ó dos de algodon filado. Fasta los pedazos de los arcos rotos de las pipas tomaban, y daban lo que tenían como bestias: asi que me pareció mal é yo lo defendí. Y daba yo graciosas mil cosas buenas que yo llevaba porque tomen amor; y allende desto se faran cristianos, que se inclinan al amor y servicio de sus altezas y de toda nación castellana; é procuran de ayuntar é nos dar de las cosas que tienen en abundancia que nos son necesarias. Y no conocían ninguna secta ni idolatria, salvo que todos creen que las fuerzas y el bien es en el cielo; y creian muy firme que yo con estos navíos y gente venia del cielo; y en tal acatamiento me recibían en todo cabo, después de haber perdido el miedo. Y esto no procede porque sean ignorantes, salvo de muy sotil ingenio, y hombres que navegan todas aquellas mares, que es maravilla la buena cuenta quellos dan de todo, salvo, porque nunca vieron gente vestida, ni semejantes navíos.

Y luego que llegué a las Indias, en la primera isla que hallé, tomé por fuerza algunos dellos para que deprendiesen y me diesen noticia de lo que había en aquellas partes; é asi fue luego entendieron y nos a ellos, cuando por lengua o señas; y estos han aprovechado mucho; hoy en dia los traigo que siempre están de propósito que vengo del cielo, por mucha conversación que hayan habido conmigo. Y estos eran los primeros a pronunciarlo adonde yo llegaba, y los otros andaban corriendo de casa en casa, y a las villas cercanas con voces altas: ‹Venid; venid a ver la gente del cielo› Asi todos, hombres como mujeres, después de haber el corazón seguro de nos, venian que non quedaba grande ni pequeño, y todos traian algo de comer y de beber, que daba con un amor maravilloso.

Ellos tienen en todas las islas muy muchas canoas, a manera de fustas de remo; dellas mayores, dellas menores; y algunas y muchas son mayores que una fusta de diez y ocho bancos; no son tan anchas, porque son de un solo madero; mas una fusta no terná con ellas al remo, porque van que no es cosa de creer; y con estas navegan todas aquellas islas, que son innumerables, y traen sus mercaderías. Algunas destas canoas he visto con setenta y ochenta hombres en ella, y cada uno con su remo.

En todas estas islas non vide mucha diversidad de la fechura de la gente, ni en las costumbres, ni en la lengua, salvo que todos se entienden, que es cosa muy singular; para lo que espero qué determinarán sus altezas para la conversación dellos de nuestra santa fe, a la cual son muy dispuestos.

Ya dije como yo habia andado ciento siete leguas por la costa de la mar, por la derecha línea de occidente a oriente, por la Isla Juana; segun el cual camino puedo decir que esta isla es mayor que Inglaterra y Escocia juntas: porque allende destas ciento siete leguas me quedaban, de la parte de poniente, dos provincias que yo no he andado, la una de las cuales llaman auau, adonde nace la gente con cola: las cuales provincias non pueden tener en longura menos de cincuenta o sesenta leguas; segun pude entender destos Indios que yo tengo, los cuales saben todos las islas.

Esta otra Española en cerco tiene más que la España toda desde Colibre (zona cercana a Perpiñán) por costa de mar, hasta Fuente Rabia, en Vizcaya; pues en una cuadra anduve ciento ochenta y ocho (aquí es el equivalente a veintiuna leguas) por línea de occidente a oriente. Esta es para desear é vista es para nunca dejar; en la cual puesto que de todas tengo tomada posesión por sus altezas, y todas sean mas abastadas de lo que yo sé y puedo decir, y todas las tengo por de sus altezas, cual de ellas pueden disponer como y tan cumplidamente como de los Reinos de Castilla. En esta Española, en el lugar más conveniente y mejor comarca para las minas del oro y de todo trato, asi de la tierra firme de acá, como de aquella de allá del Gran Can adonde habrá gran trato e ganancia, he tomado posesión de una villa grande, a la cual puse nombre de Villa de Navidad; y en ella he fecho fuerza y fortaleza, que ya a estas horas estará del todo acabada, y he dejado en ella gente que basta para semejante fecho, con armas é artillería é vituallas para mas de un año, y fusta y maestros de la mar en todas artes para facer otras; y grande amistad con el Rey de aquella tierra, en tanto grado que se preciaba de me llamar y tener por hermano: é aunque le mudase la voluntad a ofender esta gente, el ni los suyos non saben que sean armas, y andan desnudos; como ya he dicho, son los mas temerosos que hay en el mundo. Así que solamente la gente que allá queda es para destroir toda aquella tierra; y es isla sin peligro de sus personas sabiéndose regir.

En todas estas islas me parece que todos los hombres sean contentos con una mujer, y a su mayoral o Rey dan fasta veinte. Las mujeres me parece que trabajan mas que los hombres: ni he podido entender si tienen bienes propios, que me pareció ver aquello que uno tenia todos hacían parte, en especial de las cosas comederas.

En estas islas fasta aqui no he hallado hombres monstruosos como muchos pensaban; mas antes es toda gente de muy lindo acatamiento: ni son negros como en Guinea, salvo con sus cabellos correndios, y no se crian a donde hay impeto demasiado de los rayos solares; es verdad que el sol tiene allí gran fuerza, puesto ques distante de la línea equinocial veinte é seis grados; en estas islas adonde hay montañas grandes ahi tenia fuerza el frio este invierno; mas ellos lo sufren por la costumbre con la ayuda de las viandas; comen con especias muchas y muy calientes en demasia: asi que monstruos no he hallado, ni noticia, salvo de una isla de Quarives la segunda a la entrada de la Yndias, que es poblada de una gente que tienen en todas las islas por muy feroces, los cuales comen carne humana. Estos tienen muchas canoas, con las cuales corren todas las islas de India y roban y toman cuanto pueden. Ellos no son mas diformes que otros; salvo que tienen en costumbre de traer los cabellos largos como mujeres, y usan arcos y flechas de las mismas armas de cañas, con un palillo al cabo por defecto de fierro que non tienen. Son feroces entre estos otros pueblos que son en demasiado grado cobardes; mas yo no los tengo en nada mas que a los otros. Estos son aquellos que tratan con las mujeres de Matinino que es la primera isla, partiendo de España para las Indias, que se falla, en la cual non hay hombre ninguno. Ellas no usan ejercicio femenil, salvo arcos y flechas, como los sobredichos de cañas, y se arman y cobijan con planchas de cobre de que tienen mucho.

Otra isla me aseguran mayor que la Española, en que las personas non tienen ningún cabello. En esta hay oro sin cuento, y destas y de las otras traigo conmigo Indios para testimonio.

En conclusión, a fablar desto solamente que se ha fecho este viage que fue asi de corrida, que pueden ver Sus altezas que yo les daré oro cuanto hobieren menester, con muy poquita ayuda que sus altezas me darán: agora especería y algodon cuanto sus altezas mandaren cargar, y almastiga cuanto mandaran cargar; é de las cual fasta hoy no se ha fallado salvo en Grecia y en la isla de Xio, y el Señorío la vende como quiere, y lignaloe cuanto mandaran cargar, y esclavos cuantos mandaran cargar, é serán de los idólatras; y creo haber fallado ruibardo y canela, é otras mil cosas de sustancia fallaré, que habrán fallado la gente que allá dejo; porque yo no me he detenido ningun cabo, en cuanto el viento me haya dado lugar de navegar; solamente en la Villa de Navidad, en cuanto dejé asegurado e bien asentado. E a la verdad mucho mas ficiera si los navios me sirvieran como razón demandaba.

Esto es harto, y eterno Dios nuestro Señor, el cual dá a todos aquellos que andan su camino victoria de cosas que parecen imposibles: y esta señaladamente fuera la una; porque aunque destas tierras hayan fablado o escrito, todo va por conjetura, sin allegar de vista; salvo comprendiendo a tanto que los oyentes, los mas, escuchaban, y juzgaban mas por fabla que por poca cosa dello. Asi que pues nuestro Redentor dio esta victoria a nuestras Ilustrisimos rey reina é a sus reinos famosos de tan alta cosa, adonde toda la cristiandad debe tomar alegría y facer grandes fiestas, y dar gracias solemnes a la Santa Trinidad, con muchas oraciones solemnes por el tanto ensalzamiento que habran, entornándose tantos pueblos a nuestra Santa Fé, y después por los bienes temporales que no solamente a la España, mas a todos los cristianos ternan aquí refrigerio y ganancia. Esto segun el fecho asi en breve. Fecha en la carabela, sobre la Isla de Canaria a XV de Febrero Año Mil CCCCLXXXXIII.

Fará lo que mandareys,

El Almirante.

Anima [1] que venia dentro de la Carta.»

«Despues d’esta escripto, y estando en mar de Castilla, salió tanto viento conmigo sul y sueste que me ha fecho descargar los navios. Pero corri aquí en el puerto de Lisboa hoy, que fue la mayor maravilla del mundo, adonde acorde escribir á sus altezas. En todas las Yndias he siempre hallado los temporales como en mayo; adonde yo fui en XXXIII días, y volvi en XXVIII salvo que estas tormentas me han detenido XIIII días corriendo por esta mar. Dicen acá todos los hombres de la mar que jamás hubo tan mal invierno ni tantas perdidas de naves.

Fecha á IIII días de marzo. Esta Carta envió Colón al Escribano de Ración

De las Islas Halladas en las Indias: Contenida A

Otra de Sus Altezas.»

Notas

  1. Esta palabra de Anima, no se sabe muy bien porque la puso, pues no tiene nada que ver con el documento, aunque según investigaciones posteriores, lo que indica es: Nema, Sello o Prostcriptum.

Bibliografía:

Colón, Cristóbal.: La Carta de Colón anunciando el descubrimiento del Nuevo Mundo. 15 febrero- 14 marzo 1493. Graficas Yagües, S. L. Madrid, 1961. Traducida y estudiada por Carlos Sanz.

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