Muros Combate Naval 25/VII 1543

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Combate Naval de Muros 25 / VII / 1543


Este enfrentamiento naval, tuvo lugar en las aguas de esta población gallega, de ahí su nombre, produciéndose el 25 de julio de 1543, en el que se encontraron una escuadra francesa, al mando de Jean de Clamorgan y como segundo, el corsario Hallebarde de alias Alabarda, contra una española, al mando de don Álvaro de Bazán y Manuel, al que los historiadores, para distinguirlo de su hijo y algo más famoso, con el mismo nombre y apellido, pero primer marqués de Santa Cruz, se le denomina como «El Viejo»

La situación era, que el rey francés Francisco I, se encontraba en guerra con España e Inglaterra, ello provocó el tener que alistar una gran escuadra, que más bien fueron dos, pues pretendía atacar a los dos países al mismo tiempo.

Él mismo se puso al frente de la dirección de la escuadra, que se estaba organizando en el puerto de El Havre, para impedir el posible ataque de la escuadra y desembarco de tropas inglesas, siendo una poderosa armada la que estaba dispuesta a combatirlos.

Mientras tanto, se le encomendó al vicealmirante De Burye, se pusiera en servicio una escuadra más pequeña, pero no despreciable para atacar a España, siendo alistada en los puertos de Bayona, Burdeos y San Juan, ya que en estos momentos las fuerzas navales españolas en aquellas aguas era muy pequeña.

El 1 de marzo de 1543 el Rey le expidió una Real Provisión nombrándolo en desagravio (ya que los secretarios habían investigado el caso y nada habían encontrado) a don Álvaro de Bazán, como jefe de una escuadra que debía él mismo de aprestar, teniendo como guarda del mar de Poniente y de sus mismas villas, y ciudades costeras extraer los vasos, de Guipúzcoa, Vizcaya y las cuatro Villas, designando don Álvaro a Laredo como base principal de ella, con la orden del Monarca de transportar a Brujas al maestre de campo don Pedro de Guzmán, que con sus dos mil hombres debía de llegar a los Países Bajos, al mismo tiempo dar protección al tráfico marítimo, el cual siempre estaba siendo molestado por los franceses. Mientras un tiempo después don Carlos I viajaba a Flandes.

Casi no le hizo falta ni moverse, solo envío emisarios y en unas semanas su escuadra alcanzó los cuarenta buques, teniendo todos ellos entre las doscientas y quinientas toneladas, de los cuales escogió a quince, zarpando con rumbo a Brujas y dando escolta al convoy trasladó al Tercio sin ninguna incidencia. Al regresar por el mes de junio del mismo año, como era lo normal debía de llevar tropas en sus bajeles, para ello eligió al Tercio del maestre de Campo don Diego García de Paredes, (no el de la conquista del virreinato de Nueva España, porque ya había fallecido) formado por otros dos mil hombres, que embarcaron en sus naves.

El 8 de julio de 1543 le llegó un correo de don Sancho de Leyva, que era Gobernador de Fuenterrabía, porque sus vigías situados en las alturas de Jaizkibel habían visto pasar no lejos de la costa, una escuadra francesa con treinta velas, que se había hecho a la mar desde el puerto de Bayona con rumbo al Oeste, reforzada con quinientos cincuenta arcabuceros escogidos de la «legión», que llevaban a remolque a dos naos vizcaínas apresadas.

Por la rapidez de los acontecimientos, Paredes no había podido reunir a toda la tropa y solo contaba con mil hombres de nueva recluta, por lo tanto inexpertos. Don Álvaro envío un mensajero a Leyva para que le reforzara de tropas y éste envío a los arcabuceros al mando del capitán don Pedro de Urbina, que sumaban quinientos hombres.

La escuadra francesa, aunque alistada por el vicealmirante De Burye, estaba al mando del que se consideraba en aquellos momentos el mejor marino francés, Jean de Clamorgan.

La escuadra enemiga, continuó su navegar pasando el día diez frente a Laredo, cuando don Álvaro todavía no había recibido el apoyo pedido, por lo que no pudo intervenir y los dejó pasar. Pero los franceses tampoco se dieron cuenta de que allí estaba la armada española, si se hubieran fijado y visto, la podían haber atacado y quizás destruido, pero este despiste favoreció a don Álvaro y no les traería buenas consecuencias a los franceses. (Y es que en la guerra, no se pueden cometer fallos. Nunca perdonan)

(Segundo error, nada desdeñable, pero siempre la historia juzga a tiempo pasado, por lo que las preguntas se suceden sin respuestas, lo que inevitablemente nos lleva a no enjuiciar bien los hechos, ya que nos parecen errores de tal magnitud, que perfectamente podían haber cambiado el resultado de este encuentro naval.)

Continuaba a la espera de los refuerzos, cuando por correos seguidos se enteró del ataque y saqueo de las Villas de Laja, Corcubión y Finisterre. A lo que se sumaba que en la costa no habían tropas para defenderlas, ya que el Gobernador conde de Castro, por no tener suficientes hombres había decidido internarse hasta Santiago, para proteger el tesoro de su catedral. Al llegarle este último mensaje el 18 de julio, lo hicieron los hombres de don Pedro de Urbina, que embarcaron sin descansar y se hizo a la vela inmediatamente, sacando los vasos uno a uno con las lanchas.

Pero a estar fuera de puntas y doblado el cabo Mayor el viento era en parte favorable, por lo que se fueron largando todas las velas, se iba reconociendo todos los lugares posibles para que se escondiera la escuadra enemiga, pero no la hallaron, arribando al cabo de Peñas, para arrumbar a la Estaca de Bares donde se recaló, zarpando lo antes posible alcanzando el cabo de Ortegal, aprovechando los vientos llegó a Toriñana, continuando hasta divisar los picos de Curote y Fanequeira, siendo en este momento cuando una nave a remo de Noya se acercó a la capitana, informándole de lo que estaba ocurriendo en Muros.

Ya informado dio la orden de navegar rumbo a Muros, ya era el 25 de julio (festividad del patrón de España, fecha en la cual España no había perdido nunca un combate, lo que llevó a don Álvaro a gritarlo a las dotaciones y que corrieran la voz, éstas se enardecieron por la segura victoria) no era fácil entrar en la ría a la velocidad que iban, pero los pilotos eran de la zona, conocedores por tanto de sus problemas y marcaron unos rumbos muy adecuados, ya que pronto quedaron atrás los Bruyos y Meixidos, un poco más tarde Ximiela por una banda y por la otra Basoñas, encarando al monte Louro, de donde pusieron ya rumbo directo a Muros.

Pronto divisando a la escuadra francesa sobre Muros, tratando de un rescate para no ser destruirla la Villa. Luego se supo que las conversaciones las alargaron todo lo posible en espera de la escuadra de don Álvaro y que ya estaban llegando al trato final por doce mil ducados, cuando apareció la deseada escuadra.

La francesa casi toda estaba fondeada, por lo que al ver aparecer a la española a todo trapo, picaron los cables e intentaron entrar en combate lo mejor posible, pero la estrechez de la ría no les permitió conseguirlo. Pero don Álvaro se fue directo a pasar por ojo a la capitana francesa al mando de Clamorgan, lo que consiguió al abordarla con su proa por el centro del costado de la enemiga, pero el golpe fue tan fuerte que la proa de la española también salió dañada, en el combate que siguió al abordaje murieron cien españoles, pero de los franceses quedaron muy pocos.

Una nao francesa la del mando de Hallerbarde intentó prestar ayuda a su capitana, pero fue aferrada por la de don Álvaro, sobre la cual saltaron las tropas españolas y la rindieron en muy poco tiempo. Mientras habían ido entrando en combate el resto de buques, generalizándose la refriega.

Tuvo una duración de dos largas horas, en la que ambos contendiente se batieron con valor, pero la fuerza de los españoles se fue imponiendo y al terminar el fuego, los franceses habían perdió el galeón capitana hundido, veintitrés capitularon y solo uno pudo zafarse, muriendo unos tres mil hombres y en la española, murieron trescientos y fueron heridos otros quinientos sin pérdida de buque alguno.

En este combate por primera vez participó como ayudante de su padre, el futuro marqués de Santa Cruz que en estos momentos contaba con quince años y ocho meses de edad, pero se batió como el primero demostrando ya sus buenas formas, manchando por primera vez su espada de sangre enemiga.

Esto puede dar una idea de lo encarnizado del enfrentamiento, ya que en menos de dos horas, hubieron por ambas partes casi cuatro mil heridos o muertos, lo que no deja ninguna duda de la dureza con la que se combatió.

Los buques capturados fueron llevados al puerto de Coruña, se desembarcó todo lo que llevaban y se clasificó, así los dueños que había sido robados por los franceses pudieron reconocer sus pertenencias y se les entregó, luego ya vino el reparto del resto. Mientras don Álvaro envió a don García de Paredes a comunicar al Rey la gran victoria y el capitán Navarrete, hizo lo propio con el Príncipe de Asturias, futuro don Felipe II. A su vez el Rey ordenó a su Secretario don Gonzalo Pérez a escribir con los datos de la victoria, al embajador de España en la República de Venecia don Diego Hurtado de Mendoza, para que lo pusiera al corriente de lo ocurrido.

La carta se encuentra en la colección Muñoz en la Academia de la Historia y dice: «Estando escribiendo esta, ha llegado un capitan enviado por Don Álvaro de Bazan, capitán general del armada que anda en el mar de poniente, con el cual nos escribió que habiendo tenido nuevas como cierta armada del rey de Francia había saqueado un lugar que se dice Lancha, y a Finisterre y otros casales y iglesias, y hecho mucho daño y muerto muchas mujeres e hijos, y rescatado otros, y que estaban en concierto con un lugar que se dice Muros, que les daba dos mil ducados porque no lo saqueasen, sacó gente de cinco navíos pequeños y metiola en los diez y seis mejores, y el día de Santiago por la mañana se topó con ellos en una cala del cabo de Finisterre, donde conforme al tiempo le pareció que debían estar, y peleo con ellos de manera que los rompió y les tomo diez y seis navios que traian de batalla, y en ellos dos compañias de infantería del Rey de Francia que estaban en Bayona, en que habia  quinientos cincuenta arcabuceros, sin la otra gente de pelea que venia en el armada, en la que tomo mucha artillería y liberto mucha gente que llevaba presa. Ha sido buena nueva.»

Don Álvaro quiso acercarse a Santiago para dar las gracias al Santo por la victoria, dejando a su joven hijo al mando de la escuadra en la Coruña. Fue recibido en la Catedral con todo el ceremonial que un capitán general se merecía a parte de haber llevado la paz a la zona con su victoria, en cuyo agradecimiento estuvo desde el Gobernador conde de Castro, todo el cabildo y todo el pueblo. Ya que para dar las gracias llevó parte de sus pertenecías del botín conseguido, que fue repartido entre todos y sobre todo para el Santo Patrón de España.

Bibliografía:

Altolaguirre y Duvale, Ángel de.: Don Álvaro de Bazán. Primer marqués de Santa Cruz de Múdela. Tipografía de los Huérfanos. Madrid, 1888.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por Ángel Dotor.

Fernández Duro, Cesáreo. La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid. 1973.

Fernández Duro, Cesáreo.: Disquisiciones Náuticas. Madrid, 1996.

P. Cambra, Fernando.: Don Álvaro de Bazán. Almirante de España. Editora nacional. Madrid, 1943.

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