Mar del Sur filibusteros 1679-1688

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1679 — 1688 Filibusteros en el Mar del Sur



En 1679 fue la primera vez que los filibusteros cruzaron por el Darién al Pacífico, abriendo una nueva ruta para realizar sus depredaciones, sucediéndose varios ataques a poblaciones y ciudades de las costas del océano, pero en 1683 dos piratas holandeses Cook y Cowley viajando desde Virginia a las islas de Cabo Verde, capturaron un navío del porte 36 cañones holandés, con éste pasaron a Brasil, donde se les unió Juan Eaton con su buque del porte de 16, puestos de acuerdo atravesaron el estrecho de Magallanes.

Comenzando su trabajo, atacando todo el tráfico marítimo costero entre el Estrecho y las costas de Chile llegando al golfo de Nicoya, pero aquí como en Cabo Blanco, bahía de la Caldera y Realejo, fueron rechazados por estar prevenidos todos los alcaldes, quienes en unión de los mismos pobladores se enfrentaron y los devolvieron al mar, con pérdidas muy altas de hombres, así como varias embarcaciones pequeñas que eran en sí los botes de desembarco, estas desgracias consiguieron que ambos jefes se enfrentaran, llegando a dispararse entre ambos buques cayendo muerto Cook, siendo elegido para sustituirle un flamenco llamado Eduardo Davis.

En 1684 recibieron refuerzos los filibusteros de sus amigos ingleses y franceses, llegando a formar dos escuadrilla, una con diez naves, incorporándose a las dos anteriores, más ocho presas que no llevaban artillería, en total unos mil cien hombres bien armados, la segunda escuadrilla, era de veintidós lanchas y piraguas con quinientos hombres. Realizando la rapiña desde California a Chile, aprovechando como resguardo las islas del Rey ó Perlas cercanas a Panamá, las Galápagos sobre el Ecuador y en las de Lobos, Gorgona y cualquier otra que les permitiera tomarse un respiro. Como buenos depredadores aprovechaban la noche para sus ataques, haciendo verdadero mal en los de Saña, Sata, Casma, Huaura, Paraca y Pisco de dónde sacaron un buen botín.

Sabedor de todo esto el Virrey buscó la ocasión para que la escuadra del Mar del Sur se pudiera dedicar exclusivamente a buscar a los dañinos visitantes, pues en realidad no era su trabajo, sino el de la custodia y guardia de los transportes Reales, de hecho para que nadie le pudiera contradecir, le dio licencia a don Pedro Pontejos, Capitán General de la escuadra del Mar del Sur y nombró como Capitán General a su cuñado don Tomás Palavicino Gobernador del Callao, así ni la escuadra estaba en su misión ordinaria y en ambos casos llevaban como Almirante a don Antonio Vea, por ser el verdadero conocedor de la zona.

Ordenó formar una escuadrilla de buques para buscar a los piratas, quedando formada por la Capitana, de 40 cañones, la Almiranta, de 40, el navío San Lorenzo, de 26, el patache Pópulo, de 14 y dos mercantes convertidos en brulotes, a los pocos días se divisaron las dos fuerzas, los piratas confiando en su mayor número no hicieron caso de ver a buques muy superiores en artillería, a pesar de ser efectivamente más rápidos que los de la escuadra, pero pretendían hacerse al menos con uno de los mayores para poder cargar en él todo el botín y cruzar el Estrecho de Magallanes, por ello llegaron a tiro de cañón y comenzó el combate, pronto se dieron cuenta los piratas que no eran tan fáciles de vencer, ya que se fue al fondo uno de sus buques grandes, otros dos estaban en muy mal estado, decidiendo dispersarse para no ser cazados todos por ser mayor número, con este acto la escuadra se quedó dueña de la mar.

Por ello regresó a fondear en Payta, sin que nadie haya podido averiguar la razón, de pronto sin verse humo ni fuego la Capitana saltó por los aires, muriendo casi toda la dotación compuesta por cuatrocientos hombres, salvándose solo el hijo del general Pontejos por encontrase en el Tercio de mediana, siendo despedido por la deflagración cayendo al mar.

Con esta acción se consiguió que casi desapareciera la piratería, aunque permaneció pero fraccionada y no por escuadras como había llegado a estar compuesta, siguieron haciendo daño pero en menor medida, sobre todo en las poblaciones de Realejo, Esparza, Nicoya, León Tehuantepec, Granada y Guayaquil, de todas ellas sacaron doscientos mil pesos, pero en contra hubieron encuentros parciales de uno a uno, donde casi siempre se imponían los españoles.

De las diferentes divisiones que se produjeron de los pitaras una fue a parar a las islas de Juan Fernández, estaban al mando del capitán Wilnet, allí se repartieron el botín saliendo cada uno a ocho mil pesos, embarcando y dirigiéndose al Estrecho de Magallanes, pero no todos estaban en condiciones de poderlo pasar, razón por la que embarrancaron y perdieron el buque, muy decididos fueron arrancando tablones del casi hundido y construyeron una barca, continuando viaje los supervivientes, pero un grupo se quedó en las islas de Juan Fernández y curiosamente se había enviado a don Antonio Vea para realizar unas cartas náutica de ellas a mediados de 1688, siendo vistos y eliminados dejando limpias por fin las aguas de los Mares del Sur de piratas, y con ello se pudo recuperar un pequeño botín.

Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1851.

VV. AA.: Colección de Diarios y Relaciones para la Historia de los viajes y Descubrimientos. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1943 a 1975. 7 Tomos.

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