Alcega y de Alquiza, Juan de Biografia

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Juan de Alcega y de Alquiza Biografía


Capitán de Mar y Guerra a caballo de los siglos XVI y XVII.

Orígenes

Vino al mundo en la ciudad de Fuenterrabía por 1571, en el hogar que fundó su padre don Juan de Alcega y su madre doña Catalina de Alquiza, siendo al parecer el más pequeño de los hermanos.

Hoja de Servicios

Se tienen muy pocas noticias de él, pues se comienza a saber algo a partir del año de 1581, aunque es de suponer que con los buques que ya contaba la familia, hiciera sus primeras navegaciones en ellos e incluso mantuvo sus primeros combates. Era la forma acostumbrada de la época para conseguir ser un buen marino.

En el año citado se encontraba ya en las islas Filipinas, a las órdenes del capitán don Hernán Gutiérrez de Céspedes, como alférez de una de las compañías de infantería, las cuales habían sido transportadas en sus propios buques, ya que siguió la tradición y al igual que su padre, no quiso nunca cobrar nada, para defender su honra ante el Rey.

Al arribar a las islas el nuevo gobernador don Francisco Tello, lo nombró general de la escuadra del archipiélago, con la que mantuvo frecuentes combates contra los piratas y corsarios, sobre todo con los piratas de la isla de Cebú, que estaban siendo apoyados por buques ingleses, a los que descubrió, a partir de aquí los combates se multiplicaron, pero siempre consiguió que los enemigos o bien fueran hundidos o apresados, lo que le granjeó una gran fama que al propalarse los enemigos decidieron abandonar sus intentos, quedando así las islas libres por un tiempo permaneciendo en estas misiones hasta el año de 1600.

Permaneció en las islas, hasta que llegaron noticias al Gobernador de un intento de levantamiento de los sangleyes (chinos que vivían ya en las islas y tenían programado tomarlas para ampliar sus territorios), estos a su vez supieron que el Gobernador ya lo sabía y temiendo ser aplastados por las superioridad de las armas españolas, en la noche del día tres de octubre del año de 1603, en número de unos dos mil se presentaron de improviso, comenzando por dedicarse a robar y pegar fuego a los arrabales de Manila.

Don Luís Das Mariñas y el almirante don Juan de Alcega, pudieron juntar rápidamente a ciento cincuenta arcabuceros, poniéndose en camino al lugar, al llegar vieron que los chinos cada uno iba por un sitio o en pequeños grupos, por esto a su vez dividieron sus fuerzas para cubrir más territorio, al tronar de los arcabuces iban muchos cayendo, al mismo tiempo que huían y los españoles les perseguían, para alejarlos lo más posible de la ciudad.

Pero esto fue un astucia más de la guerra, en la que inocentemente cayeron los españoles, pues llegó el momento que estos estaban cansados y además se les había casi terminado la pólvora, por lo que decidieron regresar, momento que aprovecharon los sangleyes para lanzarse a traición en trompa, en proporción de diez a uno provocando la muerte de todos los españoles menos cuatro que muy graves se dejaron caer y tuvieron la suerte de no ser rematados con los machetes.

El Gobernador redactó un documento relatando los hechos de don Juan de Alcega en el Archipiélago para ser entregado a S. M., en el cual explicaba al Rey todo lo que había realizado, ya que nunca había aceptado un maravedí de la Hacienda del Estado en su ayuda y servicio a S. M., lo que debía ser agradecido a sus descendientes, pues siempre cumplió lo mejor que pudo las misiones o comisiones encomendadas y en la última perdió la vida.

Don Felipe III ordenó que se entregara el mencionado documento y fuera comunicado a la Cámara del Consejo de Indias que se encontraba en la ciudad de Valladolid para su estudio y dictamen; en la sentencia se le hacía entrega de solo seis mil pesos, porque había perdido a dos familiares y él mismo en las islas, así que el pago no era por la utilización de sus buques, sino como reparo de la pérdida de tres vidas.

El Consejo de Indias elevó un memorial al Rey por el que se le debían de pagar, éste documento está fechado en Valladolid el día dieciséis de julio del año de 1604. El original se conserva en el Archivo de Sevilla y una copia en el Depósito Hidrográfico en el tomo 18 de manuscritos.

Pero queda demostrado que el servicio a los Reyes no era un gran beneficio, al menos para algunos, aunque como siempre fueron los grandes sacrificados por defender a España, dejándose en el camino hacienda y vida en multitud de ocasiones. Así se forjó el mal llamado Imperio Español. Siempre a costa del pueblo.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 4. 1909, páginas, 266.

Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Madrid. Imprenta de la Viuda de Calero. 1851.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.

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