Aubarede y Perez de Oteiro, Guillermo de Biografia

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Biografía de don Guillermo de Aubarede y Pérez de Oteiro

Brigadier de la Real Armada Española.
II Conde de Aubarede.
Caballero profeso de la Orden Religiosa y Militar de Santiago.

Orígenes

Vino al mundo en la población de San Roque, no se sabe la fecha exacta, pero sí que fue bautizado el día 25 de abril del año de 1787, por lo que habrá que suponer que a costumbre de la época debió nacer dos o tres días antes. Siendo sus padres, don Guillermo Claudio de Albarede, conde del mismo apellido de Becerel, barón de Desbruyeres y capitán de Dragones de Pavía, y de su esposa, doña Raimunda Pérez de Oteiro, su padre don Pedro Pérez de Oteiro Quiñones, caballero de la Orden de Santiago.

Hoja de Servicios

Tan cerca del mar y con familiares cercanos en la Armada, no le fue difícil el obtener la Carta orden de ingreso en la Corporación, sentando plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz el día 14 de julio del año de 1800, contando con tan solo catorce años de edad. Expediente. N.º 2.155.

Demuestra que iba muy preparado a pesar de su juventud, porque ya al producirse una de las paces con el Reino Unido en el año de 1802, embarcó en la fragata Rufina, la cual llevó la noticia a los mares de Sur, haciendo escala en Puerto Soledad, Valparaíso y el Callao. Al llegar a este último puerto se le comisionó por sus conocimientos a proseguir en el levantamiento de las cartas náuticas de aquellas costas, que por esta época ya se estaban realizando.

Encontrándose aquí se produjo el ataque el día 5 de octubre del año de 1804, en las cercanías del cabo de Santa María, a las cuatro fragatas de Bustamante, por causa de éste acto de piratería ya que no existía previa declaración de guerra, se declaró la guerra a los británicos, los cuales poco tiempo después ya estaban sobre aquellas costas molestando al tráfico marítimo, por lo que zarpó del Callao, arribando a las islas Filipinas y desde aquí por la ruta de los portugueses arribó a la península a la bahía de Cádiz, siendo con ello uno más de los muchos españoles que dio la vuelta al mundo.

Durante la invasión francesa de la Península permaneció toda ella en el Departamento de Cádiz, bien contribuyendo a la defensa, como después de puesto en franca retirada el ejército napoleónico perseguirlos formando parte de los batallones de Marina.

Pasó a embarcar en la fragata Efigenia ya en el año de 1813, y ésta estaba al mando de don Alejo Gutiérrez de Rubalcaba zarpó de la bahía de Cádiz con rumbo al puerto de Ferrol, pero los vientos contrarios y duros de N, le ocasionaron un gran disgusto, que no terminó en tragedia gracias a la pericia marinera de su comandante y todos sus hombres. Fue tan importante este hecho que se hizo eco la Gaceta de Madrid del día 1 de enero del año de 1814 y dice:

« Coruña 6 de diciembre de 1813.—El jueves último ancló en la entrada de la bahía de este puerto, cerca de las Peñas de las Ánimas, la fragata Efigenia de la Armada nacional. Un terrible temporal que sobrevino y la falta de cables, obligó al Comandante á picar los palos: á la mañana siguiente, á medio dia, tenia perdidos todos los cables menos dos, y estaba muy próxima al lado opuesto de la bahía. Se juzgaba cierto el naufragio, cuando la hemos visto con asombro á las dos de la tarde entrar con bandolas en bahía, por una de aquellas maniobras tan difíciles como peligrosas. El Comandante de marina de esta provincia no halló en ninguna parte enseres para el socorro; pero el Sr. Larragoyti, que tenia cables y lanchas á propósito, por un acto de humanidad se embarcó acompañado del ayudante, y rodeados del mayor peligro, lograron entregarle el cable del ancla que llevaban, asegurándose de este modo la fragata, que sólo estaba afianzadas por un anclote. Si es de admirar el celo que han mostrado los que han prestado el socorro, no es menos digna de elogio la inteligencia y serenidad que en tan grande peligro han mostrado el Comandante D. Alejo Gutiérrez de Rubalcaba, y la oficialidad del buque. Todo estaba dispuesto con un orden admirable; nadie ha perecido al tiempo del desarbolo, y sólo un marinero se ha lastimado. Esta conducta hace mucho honor al cuerpo de la Armada. El gremio de mareantes se presentó gustoso á este acto de humanidad »

El buque fue incorporado a la escuadra de la expedición del general don Pablo Morillo, para ello tuvo que zarpar de Ferrol y arribar a la bahía de Cádiz, ya reunida la expedición se hizo a la mar como jefe de la fuerza naval y segundo jefe de la expedición iba el mariscal de campo (grado igual al de jefe de escuadra de la Real Armada) don Pascual de Enrile, al que se le proporcionó una división compuesta por el navío San Pedro Alcántara del porte de 64 cañones, las fragatas Diana é Ifigenia, corbeta Diamante y goleta Patriota, para dar protección a un convoy que transportaba a quince mil hombres de todas las armas, que previamente se habían reunido en la bahía de Cádiz, se embarcaron y zarparon el día 17 de febrero del año de 1815.

Cruzaron el océano y arribaron al Oeste de la isla de Coche en la costa de Cumaná, donde parte del convoy se quedó a la guarda del navío y fondearon, el resto al frente de ellos la fraga Diana insignia de Enrile se acercaron a la isla Margarita, que era el epicentro de la insurrección, la cual fue rendida después de unos ataques en firme de las tropas puestas en tierra, en estos combates tuvo una muy destaca actuación Aubarede.

El día 24 de abril se oyó a bordo del navío ¡fuego en Santa Bárbara!, después de unas dudas se dieron cuenta que se había derramado de la despensa tres bocoyes de aguardiente, pero que incendiados corría el liquido a la Santa Bárbara, se intentó apagar pero fue imposible por lo que el navío sobre las 1745 horas saltó hecho trizas, con la única pérdida del alférez de fragata Santa María, que no por ser el único era menos importante.

Después de este suceso, algo de consternación se incrusto en la piel de todos los presentes, pero Enrile que había acudido al ver el humo, les animó y que solo se había perdido un buque, quedando aún por hacer lo más importante de la expedición.

Levaron anclas, pusieron rumbo a Cartagena de Indias, al arribar tanto Morillo como Enrile estaban convencidos de poder rendir la plaza por asedio para evitar bajas propias, así desembarcó el ejército y la bloqueó por tierra, mientras que por mar se encargaban las fragatas y demás buques de impedir todo tipo de comunicación, por esta acción consiguieron batir a varios piratas y corsarios, eliminando así peligros añadidos.

La plaza se mantuvo firme, pero conforme iban pasando los días las fuerzas se iban debilitando, el bloqueo duró cien días lo que dejó a la población y fuerzas con una grave epidemia de cólera, eso fue lo que se encontraron al entrar en la ciudad, muerte y desolación por doquier, a más de muy pocos edificios en pie por efecto de los constantes bombardeos de la escuadra.

Como consecuencia de su demostrado valor y buen hacer, se le entregó el mando del bergantín Godo, con el que participó en la parte final del asedio a Cartagena de Indias y se le ordenó arribar a la Habana, donde se le entregó el mando del bergantín goleta Almirante, con la misión se proteger a un convoy, que zarpaba de la Habana con rumbo a Bahía Honda, presentándose un bergantín de mayor fuerza de corsarios colombianos, al que se enfrentó y con gran astucia consiguió hacerle mucho daño, lo que le obligó a dejar en paz al convoy y darse a la huída. Esto sabido por sus superiores le fue comunicado al Rey, quien le envío ya con fecha del año siguiente de 1816, una Real orden con su acenso al grado de teniente de navío.

Se mantuvo en aquellas aguas y en el año de 1817, al mando del mismo buque, sobre la sonda de la isla Tortuga se enfrentó a la goleta Eugenia también colombiana, aquí el superior era su bergantín goleta aunque no mucho, pero pasemos para mejor información a lo publicado en la:

« Gaceta de Madrid el día 3 de marzo de 1818.— El Comandante del bergantín Almirante, teniente de navío D. Guillermo de Aubarede, comunica al Comandante General de marina del apostadero de la Habana, con fecha en Penzacola á 2 de enero último, y este lo traslada al Ministro de marina, lo siguiente:

Excmo. Sr.— La mañana del 26 pasado, dos días después de mi salida de ese puerto, navegando por el Veril de la Sonda de la Tortuga, y Latitud de 27º se avistó desde el tope una vela por la proa, que la gran distancia no dejaba distinguir su clase. Al medio día, reviró sobre nosotros á reconocernos por barlovento, y se conoció ser una goleta de velacho y sospechosa, según sus maniobras, pues volvió á ceñir el viento como nosotros. Entonces emprendí una caza cuidadosa, y conociendo ser superior el andar de este buque al suyo, le largué la bandera de Galveston, y contestó con la misma y una tricolor vertical al tope de trinquete; seguí el bordo del Norte, hasta que, demorándome á las doce cuartas, reviré sobre ella, y pasándola á sotavento á tiro de fusil, se le rompió el fuego, al que contestó con bastante sosten; y para no propasarme de su costado, me puse en facha aprovechando bastantes descargar; nosotros sufrimos dos balazos á lumbre de agua. A las tres y media, habiendo calmado mucho el viento, se puso á un largo armando sus remos, y habiendo practicado nosotros lo mismo, logramos volver á batirla a las 8, que, habiéndola desarbolado del palo mayor, desmantelado y cortado el aparejo, muerto el capitán y segundo, se notó bastante debilidad en su fuego, por lo que, intimándole que se rindiese, pues de lo contrario irían á pique, contestaron á una voz: ¡Viva Fernando VII! á lo que habiéndola hecho atravesar, mandé botes á marinarla con el alférez de navío D. Julio Ponce de Leon, y recoger los prisioneros que eran 40, los que tengo asegurados. La goleta necesita palos nuevos, se llama Eugenia; su capitán era Mr. Chevallier, y por no haber llegado al fondeadero hasta ayer tarde, no remito á V. E. el correspondiente inventario por no retardar en poner en conocimiento de V. E. lo ocurrido »

Se le entregó el mando de corbeta Ceres del porte de 26 cañones, siendo destinado a proteger a un convoy con rumbo a las plazas de Santa Marta y Cartagena de Indias, lo que efectuó a satisfacción del mando, ya que ambas estaban bloqueadas por buques enemigos, pero rompió el bloqueo y dejó a salvo a los mercantes, los cuales eran muy necesarios por llevar víveres y pertrechos de guerra.

Estuvo un tiempo al mando de la corbeta realizando los cruceros de protección de contrabando y la vigilancia de costas; en una de sus arribadas se le otorgó el mando del bergantín Voluntario, perteneciente a la división al mando de don Juan Bautista Topete, en unión de sus compañeros llevaron socorros al castillo de San Juan de Ulúa, pero al llegar el fuerte estaba siendo atacado; no le dio mucha importancia el hecho de recibir fuego enemigo y logró dejar en la fortaleza todo lo que transportaba, al verlo sus jefe y compañeros, sirvió de ejemplo a los demás, por lo que esperaron que él zarpara y al igual que habían hecho sus compañeros los protegió con sus fuegos, así fueron entrando todos y abastecieron la fortaleza.

Se le entregó el mando de la fragata Aretusa, a pesar de ser aún teniente de navío, con la que participó al mando del brigadier Laborde en el bloqueo de la división del comodoro Poters en el puerto de Cayo Hueso, siendo tan pertinaz el bloqueo que el comodoro no tuvo más remedio que vender sus buques y en otros con bandera norteamericana poder salir de la ratonera en la que se había metido.

En el año de 1825, en una de las horas más bajas de la Real Armada, se dio la Real orden de que el Apostadero de la Habana pasaba a estar al mando de un teniente de navío. El capitán general de la isla, le otorgó el mando por ser al más antiguo, al mismo tiempo que era el más sobresaliente de todos los que tenía bajo su mando.

Aquí desempeñó lo mejor que las circunstancias le permitían el mando, ya que faltaba de todo, pero siempre conseguía al menos mantener a flote a los pocos buques existentes. Por esta demostración de buen organizador, por Real orden del mes de diciembre del año de 1829 se le asciende al grado de capitán de fragata y con ella la orden de regresar a la península, al hacerlo y presentarse al general en jefe del Departamento de Cádiz, se le nombró primer Ayudante de la Mayoría General del mismo.

Permaneció en este puesto durante muchos años, ya que solo en el de 1835 se le entrega el mando del bergantín Jasón, con el que navega hasta el cantábrico, por estar declarada la primera de las guerras llamadas carlistas, que no dejaron de ser guerras civiles.

Uno de sus alardes fue desembarcar a viva fuerza a dos compañías de fusileros con trescientos hombres en zona ocupada, consiguiendo estas tropas cortar en dos el dispositivo carlista, lo que facilitó forzar su rendición. Por este hecho y por Real orden se le colocó el número uno en el escalafón de su graduación. Pasó su buque a incorporarse en la división del general Santos San Miguel quedando de esta forma en la zona de Bilbao.

Aquí volvió a demostrar su valía, ya que desembarcó con sus marineros y tomó el fuerte del Desierto, que se encuentra a la izquierda de la ría, una vez asegurado el recinto mando levantar sus muros y casi al mismo se construyó una casa fortificada que era igual al puente de mando de su buque, para instalarse en él e implantando todos los servicios como si fuera su bergantín, así solo faltaba el movimiento para ser casi real, pero en ningún momento nadie dudaba de que puesto era el suyo.

Se quedó al frente de sus hombres hasta que fue reemplazado por las tropas del ejército, regresando a su bergantín con el que arribó a Ferrol. Aquí se pasó al año de 1836 y se le entregó el mando de la fragata Perla, pero estuvo poco tiempo, ya que a principios del año de 1837 se le ascendió al grado de capitán de navío y con la misma Real orden, pasar al Departamento de Cádiz y tomar el destino de Mayor General del mismo Departamento.

Las circunstancias del momento no le permitieron estar mucho tiempo, ya que la fortaleza con la que se estaba combatiendo en tierras de Cataluña, obligó a entregarle el mando de una división naval para tratar de impedir al menos el tráfico de armas. Efectivamente en uno de sus cruceros logró capturar a un mercante, en el puerto de los Alfaques que transportaba siete mil fusiles para las tropas carlistas del general Cabrera, el ‹ Tigre del Maestrazgo ›

En el año de 1839 es nombrado Jefe de la Comisión Hidrográfica del Apostadero de Filipinas, por lo que navegó de transporte hasta la bahía de Cádiz y de esta a Manila por la ruta portuguesa, su trabajo fue muy encomiado, ya que fijó varios puntos importantes con sus arrecifes y bajos, pero estás cartas náuticas no vieron la luz hasta después de fallecer, no dándosele la importancia que tenían, hasta que hubieron algunos accidentes posteriores y un compañero que las había visto las sacó del archivo para darlas a conocer, a partir de ahí se le reconoció como uno de los mejores de su tiempo. (1)

Permaneció en las islas, hasta recibir la Real orden con su ascenso al grado de brigadier en el año 1843 y con ella nombrado Director del Depósito Hidrográfico que se encontraba en la Villa y Corte, siendo con ello solo el sucesor del insigne don Martín Fernández de Navarrete; cuando le llegó la noticia se puso en camino, pero no llegó a tomar posesión de su cargo hasta el mes de septiembre del año de 1845.

Por su alto cargo se le nombró también vocal de la Junta de Dirección de la Armada, y dentro de ella, se le dio la responsabilidad de continuar con el arreglo de puertos, así como revisar los presupuestos de Ultramar, todo esto sin dejar su puesto en el Depósito Hidrográfico.

Prosiguió con todos estos cargos y responsabilidades, que como a lo largo de su vida fue cumpliendo puntualmente, siempre que los presupuestos se lo permitieran. Tuvo la desgracia de estar ya a punto de ascender por rigurosa antigüedad; pues a lo largo de su vida todos los grados los había obtenido permaneciendo a bordo de los buques o en combates.

Pero le sobrevino un ataque que nada se pudo hacer por su vida, falleciendo el día 7 de octubre del año de 1850 a las ocho y treinta minutos de esa mañana en la capital, Madrid. Contaba con sesenta y tres años de edad, de ellos cincuenta permaneció al servicio de España y su Rey.

Entre otras condecoraciones estaba en posesión de: Cruz de la Marina de Diadema Real; Placa y la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo; Comendador de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III y Medalla de Cartagena de Indias.

(1) Una constante en la Historia Naval de España, lo peor, que durante años se compraron cartas náuticas al Reino Unido, pensando que eran más fiables, hasta que los accidentes demostraron que esos puntos ya estaban marcados por Aubarede hacía varios años. Gages del quijotismo español.

Bibliografía:

Calbo y Rochina de Castro, Dámaso.: Historia de Cabrera y de la Guerra Civil en Aragón, Valencia y Murcia. Madrid, 1844.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 6. 1909, páginas, 744.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Pirala, Antonio.: Historia de la Guerra Civil. Y de los partidos Liberal y Carlista. Turner. Madrid 1984. Reedición de la que comienza en 1833 y al parecer termina, sobre 1869 a 1871.

Tomás, Mariano.: Ramón Cabrera – Historia de un hombre-. Editorial Juventud. Barcelona, 1939.

Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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