Garcia de Nodal, Bartolome Biografia

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Bartolomé García de Nodal Biografía

Capitán de Mar y Guerra español a caballo de los siglos XVI y XVII.

Orígenes

Vino al mundo en la ciudad de Pontevedra por 1574.

Junto a su hermano Gonzalo, fueron conocidos como «Los Nodales»

Hoja de Servicios

Comenzaron su vida de navegantes el mismo año de 1590, como aventurero sin sueldo en la escuadra de don Alonso de Bazán, que era el capitán general de la Armada Real del Océano y solo contaban con dieciséis años de edad.

Posteriormente navegó a las órdenes de varios otros jefes, adquiriendo formación y experiencia, que le valió para al pasar a las órdenes del Adelantado Mayor de Castilla, quien comenzó a darle un sueldo por su buen hacer, pero con la diferencia que este salario salía del peculio particular del mismo Adelantado y por espacio de cuatro años.

En ocasión de zarpar la escuadra con rumbo a las islas Terceras, el Adelantado le concedió el privilegio de entregarle el mando de uno de sus buques más veleros y navegar de “aviso” de la escuadra, en el que le acompañaba su hermano Gonzalo.

Un tiempo más tarde, estuvo a las órdenes del capitán don Pedro de Zubiaurre, quien al ver lo mucho que conocía el medio, le nombró ayudante personal.

Permaneció poco tiempo, pues el Adelantado le nombró capitán y con el grado, se le entregó el mando de la urca Grifo, con la que participó en la jornada de Falamua.

Pasó a las órdenes de don Diego Brochero, realizando una navegación a las islas Terceras, pero en esta ocasión un fuerte temporal le hizo sufrir mucho, pues en varias ocasiones estuvo el bajel a punto de irse a pique, pero todas las superó consiguiendo el propósito de la empresa.

Por su arrojo y valentía se le encomendó realizar un viaje a Irlanda, para transportar auxilios a los católicos, al ir acercándose a la lugar divisó gran cantidad de velas inglesas, que estaban vigilando las aguas para impedir el paso a cualquiera, se mantuvo al pairo y al hacerse de noche pasó entre ellos sin que se percataran de ello, consiguiendo así arribar y descargar toda la carga consistente en armamento, municiones y dinero, zarpó nada más estar todo en tierra, volviendo a burlar la vigilancia de los veinticuatro buques que le acechaban con la misma estratagema.

Aún llegó más lejos, cuando un día en que la escuadra navegaba en uno de sus muchos cruceros, de pronto les pilló una gran calma, pero en la misma situación algo alejado se encontraba una vela inglesa, no se quedó conforme en que el buque enemigo se quedara libre en presencia de la Armada española, así que esperó a que se hiciera de noche, arrió su bote siendo abordado por el mayor número posible de soldados, y a remo puso rumbo de vuelta encontrada con el buque inglés.

Comenzó el fuego, pero consiguió abarloarse a éste y lo acometió con todo tipo de armas, llegando al punto en que los tripulantes del buque enemigo, se estaban ya preparando para darle fuego. A su vez su bote acribillado ya no soportaba por más tiempo el envite, esto le llevó a dar la orden de abordaje, la cual fue cumplida por todos los que aún estaban en pie, pero los ingleses ya casi no se opusieron, por lo que se hizo con el buque casi al mismo tiempo que su bote desaparecía de la superficie del mar.

Él había recibido tres heridas en el enfrentamiento, pero muy orgulloso al igual que sus hombres de haber capturado al buque enemigo, con el que navegó con rumbo a su escuadra al levantarse el viento al amanecer y con el gran alboroto del recibimiento que se formó en la Armada, por tan sagaz y valerosa acción.

Por estas demostraciones de gran valía se le entregó el mando de la carraca Lis de Oro, y un tiempo más tarde, pasó a mandar un galeón con el nombre de Jesús, María y José.

Por una nueva expedición de don Luis Fajardo, éste le llamó a su lado y se embarcó en el galeón capitana, navegando con rumbo a las Salinas de Araya, así como las islas de Barlovento, en esta jornada consiguieron limpiar sus costas de piratas y corsarios, quemando y hundiendo a diecinueve buques de éstos.

Regresó a la Península con la misma escuadra pasando al Mediterráneo, con rumbo a Orán y después a Túnez, en este puerto se habían refugiado varios buques, que por su mayor calado los galeones no pudieron acercarse, viendo esta imposibilidad éstos y como distracción, comenzaron a bombardear el castillo de la Goleta que daba protección a la plaza, momento que las naves más pequeñas aprovecharon para penetrar en el puerto y dar fuego a veintitrés velas que en él se encontraban, causando unas grandes pérdidas a los tunecinos.

Terminada la jornada y ya comenzando el invierno, pusieron rumbo al fondeadero de Cartagena, donde lo pasaron.

En 1610, se le encomendó el traslado de los moriscos españoles, que no quisieron convertirse a la plaza de Orán, zarpó del puerto de Alicante la división compuesta por tres galeones, pero por desgracia para muchos solo pudo arribar él, pues un fuerte temporal envió al fondo a los otros dos cargados igual que el suyo al máximo, sufriéndose grandes perdidas en vidas humanas.

La escuadra de nuevo pasó al océano, pero esta vez a él se le dio el mando del galeón San Andrés, al mismo tiempo que don Luis Fajardo continuaba viaje, le dejó al mando de una división de tres galeones incluido el suyo y a sus órdenes todos, para proteger a las flotas procedentes de Indias, por lo que se mantuvo realizando cruceros, entre el Cabo de San Vicente y las islas Terceras.

Un tiempo después se le otorgó el mando del galeón San Juan Bautista, con el que realizó unos viajes como correo del Rey a las Indias.

Por orden de don Luis Fajardo, realizó un viaje de espionaje a la Mámora, posición ésta que era el gran baluarte de los piratas y corsarios, según dicen lo realizo navegando en un «barcolongo» (es posible que fuera uno parecido a los que don Álvaro de Bazán creó y les llamó «fragatas», ya que eran muy rápidas, con velas latinas y remos, lo que le permitía navegar en cualquier situación y rumbo) y aparentando que él iba a sus “cosas” pudo observar, anotando la situación de las defensas y posiciones a batir, regresando a la bahía de Cádiz por otro rumbo más alejado para no ser visto.

Aquí informó a don Luis Fajardo con todo detalle de lo que había visto, así el capitán general de la Armada Real del Océano, ordenó prepararse para atacar la posición y terminar con ese lugar, como escondite de los que tanto mal hacían a la navegación, zarpando en el año de 1614.

La Armada cargada a tope de tropas, consiguieron arribar y desembarcar, siendo Nodal uno de los primeros en llegar a tierra, él a la cabeza y sus hombres enardecidos por la sorpresa conseguida, consiguió dirigirse al punto más fuerte y que dominaba todo el terreno, logrando alcanzarlo y atacarlo, desmontar la artillería allí alojada y controlar que el resto pudiera hacer su trabajo sin estorbos; no contento con esto, al ver que ya la situación estaba controlada, con algunos de sus hombres abordaron unos botes y penetró en el río, desde sus orillas le tiraban con todo lo que tenían, pero consiguió sondar el cauce hasta algo más de ocho leguas aguas arriba.

Al regresar y dar cuenta de la sonda del río a don Luis Fajardo, esté había divisado en el horizonte a una tartana, por lo que le dio la orden de ir a inspeccionarla, comisión que realizó, al regresar y explico que era una nave mercante castellana, que al ver los fuegos viró y se alejó del lugar.

Por un fuerte temporal que se desató, no pudo navegar con la Armada, pero si consiguió salir de él y arribar a la bahía de Cádiz.

Aquí se reunió la Armada que ahora estaba al mando de don Juan Fajardo (hijo de don Luis) por haberse quedado en la Mámora don Luis, para fortificarla y dejar tropas, con la razón de impedir que se tuviera que volver a realizar un trabajo igual, a parte de no permitir a los piratas y corsarios el volver al lugar.

Regresó don Luis después de asegurar la posición tomada a la bahía de Cádiz y retomó el mando, con él zarpó en tatas ocasiones como se vieron necesarias, para seguir manteniendo a los berberiscos en su lugar y evitar sus típicas tropelías.

Ya al mando de don Juan Fajardo la Armada, regresó a la misión de proteger la recalada de las flotas procedentes de las Indias o como se le llamaba entonces «Flota de la plata», para evitar los ataques de corsarios, sobre todo de los ingleses y holandeses.

Posteriormente, en 1616 el Rey les encargó a los Nodales, que prepararan una expedición para pasar por el cabo de Hornos, que había sido descubierto por los holandeses Schouten y Le Maire, por lo que se le fijó un salario de 120 ducados mensuales.

Para ello mandaron construir en Lisboa dos carabelas, que según ellos debían de tener unas características especiales, para poder pasar por aquellos mares, fueron así construidas la Nuestra Señora de Atocha y Nuestra Señora del Buen Suceso, de 80 toneladas de porte, cuarenta hombres de dotación, y armadas con cuatro cañones cada una.

La Atocha estaba al mando de Bartolomé, que era el Jefe de la expedición y la Buen Suceso, al mando de Gonzalo, yendo como cosmógrafo don diego Ramírez de Arellano.

Zarparon de Lisboa, el 27 de septiembre de 1618, con rumbo al Sur, en su rumbo encontraron la isla que bautizaron Puerto Santo, pasado un tiempo cruzaron la línea equinoccial, variando al rumbo suroeste, consiguiendo arribar al cabo de Santo Tomé, donde fondearon.

Recompusieron algo las carabelas y arribaron a Río de Janeiro, porque los buques necesitaban un buen repaso, al mismo tiempo, en el trayecto había sucedido algún tipo de insubordinación y al arribar al puerto, hubo intentos de deserción, lo que les obligó a tomar la decisión de meter en la cárcel a todos aquellos que habían participado.

Al estar listas las carabelas, se encontraron con todo tipo de inconvenientes para dejarles zarpar, ya que a pesar de pertenecer en ese momento el Brasil a España, por la conquista de Portugal, los mandatarios de este país unidos a los flamencos, se interponían a que la expedición prosiguiese.

Pero las buenas formas de los dos hermanos al fin fueron convencidos, por lo que zarparon inmediatamente, arribaron al cabo de Santa Elena y desde éste, a la isla de los Reyes, donde pudieron cazar varios leones marinos.

Prosiguieron como era costumbre, costeando, arribando a la bahía de San Julián, pero no entraron, siguiendo rumbo a la Tierra de las Barreras Blancas y por último al cabo de las Vírgenes donde si lanzaron las anclas.

Después de recuperarse unos días, intentaron entrar en el estrecho de Magallanes, pero una vez más los vientos contrarios se lo impidieron, así que decidieron navegar más al Sur y pasar por el descubierto por Le Maire, entraron por él el día de San Vicente, siendo bautizado con este nombre.

Este nuevo paso, está un poco más al Sur que el de Magallanes y lleva entre islas casi directos al océano Pacífico, por él salieron y continuaron rumbo al Sur, hasta alcanzar el cabo de Hornos, que como no podía ser menos lo bautizaron con el nombre de San Ildefonso, lo rodearon e invirtiendo el rumbo al Norte arribaron, al cabo Deseado salida occidental del estrecho de Magallanes, por la cual se introdujeron para atravesarlo, siendo reconocido muy minuciosamente todo él hasta alcanzar la salida al océano Atlántico.

Según nos cuentan: «Gonzalo hizo por su mano la planta y descripción del descubrimiento en pintura.»

Ya en franquicia, pusieron rumbo al Norte hasta arribar a Pernambuco, donde lanzaron las anclas, allí se unieron a una flota que regresaba a la Península, arribando a la isla de Flores una de las Terceras, pero se acercaron a la de San Vicente donde fondearon.

Desde aquí se separaron y Gonzalo puso rumbo a Lisboa, por estar informado de que el Rey estaba en esta ciudad, al arribar desembarcó y se presentó al Monarca, al cual le informó con todo detalle de la expedición, siendo la duración de ella nueve meses y doce días.

Lo raro de esta expedición, es que prevaleció el diario de navegación de los Nodales, al del cosmógrafo de ella don Diego Ramírez, ya que como experto la relación de éste era mucho más completa, pero por las causas que fueran, la suya no vio la luz de la imprenta hasta pasados más de ciento cincuenta años.

Mientras que el diario de navegación de los Nodales, fue publicado con el título siguiente:

«Relación del viaje que por orden de Su Majestad y acuerdo del Real Consejo de Indias, hicieron los capitanes Bartolomé García Nodal y Gonzalo Nodal, hermanos, naturales de Pontevedra, al descubrimiento del nuevo estrecho de San Vicente y reconocimiento del de Magallanes. A don Fernando de Carrillo, caballero del hábito de Santiago, presidente en el mismo consejo.» Madrid, 1621.

Hay un documento con referencia a la vida de los Nogales que nos dice:

«Los navíos que ayudaron a rendir, quemar y echar a fondo, desde 1591 hasta 1614, suben al número de 76, pero de estos, 12 fueron especialmente apresados por Gonzalo, que dice se halló en todas las ocasiones, que refiere el capitán Bartolomé de Nodal, su hermano, en su relación, desde 1590 y antes algunos días.»

Hay una carta fechada en Sanlúcar de Barrameda el 9 de julio de 1619, dirigida al presidente de la Casa de la Contratación, en la que el capitán García de Nodal, notifica que ha arribado solo, ya que al saber que S. M. se encontraba en la ciudad de Lisboa, había enviado a su hermano Gonzalo con la otra carabela a entregarle el informe de la expedición.

A partir de 1619 navegaron por separado.

De Bartolomé solo se sabe, que se encontraba en la Habana, embarcado en el galeón almirante Nuestra Señora de Atocha de la flota de Tierra-Firme, que estaba al mando del marqués de Cadereita, zarpando de este puerto y que el 5 de septiembre de 1622, el galeón naufragó en los cayos de Matacumbé y la Tortuga, y como a unas treinta leguas de la Habana, en este accidente de mar falleció don Bartolomé García de Nodal.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 25, 1924, páginas 790 y 791.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Madrid. Imprenta de la Viuda de Calero. 1851.

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