Hurtado de Mendoza, Diego Biografia

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No teniendo a dónde acudir, dispuso a su fuerza a navegar cruzando por el estrecho, por lo que no tardó en encontrar presa, se divisaron siete velas y mandó arriar las velas, se esperó hasta tenerlos cerca y reconocer su pabellón, se llevó gran alegría la ver que era portugués y cargados de ricas mercancías provenientes de Génova.
No teniendo a dónde acudir, dispuso a su fuerza a navegar cruzando por el estrecho, por lo que no tardó en encontrar presa, se divisaron siete velas y mandó arriar las velas, se esperó hasta tenerlos cerca y reconocer su pabellón, se llevó gran alegría la ver que era portugués y cargados de ricas mercancías provenientes de Génova.
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Arremetió contra ellas con tal fuerza, que en menos de treinta minutos se había apoderado de cuatro de ellas, una quinta en su huída fue a encallar en la costa, las dos restantes pudieron huir a fuerza de remos y vientos que a él le eran contrarios por soplar Levante. Pero no se quiso conformar con lo apresado, pues sobre él estaba muy presente lo ocurrido en el combate que pereció su padre, así que los cuatrocientos prisioneros que se habían conseguido, sin compasión ordenó tirarlos al mar, una venganza típica de la época.
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Arremetió contra ellas con tal fuerza, que en menos de treinta minutos se había apoderado de cuatro de ellas, una quinta en su huida fue a encallar en la costa, las dos restantes pudieron huir a fuerza de remos y vientos que a él le eran contrarios por soplar Levante. Pero no se quiso conformar con lo apresado, pues sobre él estaba muy presente lo ocurrido en el combate que pereció su padre, así que los cuatrocientos prisioneros que se habían conseguido, sin compasión ordenó tirarlos al mar, una venganza típica de la época.
En 1402 el francés Jean de Bethencourt había tomado las islas Afortunadas y en agradecimiento de su Rey se las ofreció al Rey de Castilla, quien ordenó enviar una escuadra para levantar en ellas el pabellón de su Rey.
En 1402 el francés Jean de Bethencourt había tomado las islas Afortunadas y en agradecimiento de su Rey se las ofreció al Rey de Castilla, quien ordenó enviar una escuadra para levantar en ellas el pabellón de su Rey.
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Salas y González, Francisco Javier.: Marina Española de la Edad Media. Imprenta Ministerio de Marina. Tomo I, 1925, 2ª Edición. Tomo II, 1927. Edición póstuma.
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[[Categoría:Biografías de Marinos 1248 a 1514]]
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Última versión de 10:26 25 sep 2023



Diego Hurtado de Mendoza Biografía


Dibujo en blanco y negro representando a un soldado medieval con espada y escudo, embarcado en una nave con el escudo de Castilla a color en su pecho.
Diego Hurtado de Mendoza.
Recreación ficticia


XXVI Almirante de Castilla.

Orígenes

Vino al mundo probablemente en la ciudad de Guadalajara, a lo largo del año de 1364.

Hoja de Servicios

Era hombre de letras y espada, al igual que su padre un poeta muy válido, pero que sus libros no salieron de la bibliotecas de los eruditos a excepción de sus poesías, que sí fuero muy conocidas. Su pariente, Hernán Pérez del Pulgar, realizó una crónica en la que lo describe así: «…era pequeño de cuerpo y descolorido de rostro; la nariz teniala un poco roma, pero de buen é gracioso semblante, é segun el cuerpo assaz de buena fuerça. Ombre de muy sotil engenio, bien raçonado, muy gracioso en su decir, osado é atrevido en su fablar, tanto, que el rey don Enrique el tercero se quexara de su soltura é atrevimiento…»

A la muerte de su padre, ocurrida el 14 de agosto de 1385 en el combate de Aljubarrota contra los portugueses, al mando de estos su rey Juan I con ayuda de los ingleses, contra los ejércitos del reino de Castilla al mando de Juan II con sus aliados los franceses, estando él a la vista de lo acontecido, apercibiéndose en la derrota y como los portugueses lanceaban sin compasión a los castellanos ya rendidos, de ahí le nació un gran encono contra los de este reino que le duró toda su vida.

Se le confirmaron los privilegios como a tal almirante en 1392.

Bajo su mando una escuadra de vizcaínos reconoció en 1393 las islas Afortunadas, en la que desembarcaron y recogieron cera y pieles de cabras, muy preciadas en la Península, al mismo tiempo que cautivaron a varios indígenas de ellas que también viajaron con ellos.

En 1396 por la muerte de Juan I de Portugal, hubieron movimientos como el intento de ocupar los portugueses a Badajoz, para lo que el Almirante de Castilla llamó a la escuadra de Cantabria, que se unió a la Real que estaba en Sevilla, juntándose en total cincuenta y cinco velas, paseándose amenazante y a veces cumpliéndolo, por todo el litoral portugués aparte de hacer una demostración de fuerza ante la capital lusitana, Lisboa, de cuyo acto quedó clara la posición, abandonando las tierras españolas los ejércitos invasores.

En 1397 fueron los portugueses los que se aprovecharon, sabiendo que la escuadra estaba toda ella en el Cantábrico, saquearon la ciudad de Cádiz y dieron fuego a la iglesia de la población, lo que causó un malestar sobre todo entre los marineros, pasando por ello a reclamar la presencia de la escuadra en sus aguas.

Le llegó una cédula Real demandando acudiera lo antes posible a reparar los daños o causar los mismos a los enemigos, para lo que rápidamente mandó zarpar a su escuadra de galeras que en ese instante eran solo cinco, a pesar de su ínfimo número puso rumbo al Sur alcanzado rápidamente el cabo de San Vicente, doblándolo y arrumbando a Cádiz, pero a su llegada los portugueses habían huido.

No teniendo a dónde acudir, dispuso a su fuerza a navegar cruzando por el estrecho, por lo que no tardó en encontrar presa, se divisaron siete velas y mandó arriar las velas, se esperó hasta tenerlos cerca y reconocer su pabellón, se llevó gran alegría la ver que era portugués y cargados de ricas mercancías provenientes de Génova.

Arremetió contra ellas con tal fuerza, que en menos de treinta minutos se había apoderado de cuatro de ellas, una quinta en su huida fue a encallar en la costa, las dos restantes pudieron huir a fuerza de remos y vientos que a él le eran contrarios por soplar Levante. Pero no se quiso conformar con lo apresado, pues sobre él estaba muy presente lo ocurrido en el combate que pereció su padre, así que los cuatrocientos prisioneros que se habían conseguido, sin compasión ordenó tirarlos al mar, una venganza típica de la época.

En 1402 el francés Jean de Bethencourt había tomado las islas Afortunadas y en agradecimiento de su Rey se las ofreció al Rey de Castilla, quien ordenó enviar una escuadra para levantar en ellas el pabellón de su Rey.

En 1403 se tomó la decisión Real por consejo del Almirante, de que los mercaderes que embarcaban sus compras en la ciudad de Sevilla, éstas fueran cargadas y transportadas en buques de Castilla, para así aumentar los beneficios del comercio y del reino.

Falleció en su ciudad natal, Guadalajara, en 1404.

Entre sus obras, hay una que resalta y se califica de antológica, sus: «Proverbios»

Y lo que más escribió fueron poesías, del género de las «patorelas ó vaqueiras», que según autores también las llaman «serranillas», siendo su obra «liricoerotica», en las que ensayó diferentes métricas, con gran desahogo é ingenio y con mucho desenfado, consiguiendo se recitaran en los diferentes niveles de población teniendo gran aceptación.

Antecesor
Bandera_Castilla
XXVI

Almirante de Castilla

Sucesor
Alvar Pérez de Guzmán y Ferrer Diego Hurtado de Mendoza Alonso Enríquez y Angulo de Córdoba

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar.: Garriga, 1958. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada.: Espasa. Tomo 28 primera parte, 1925, pagina 754.

Eslava Galán, Juan.: Grandes batallas de la historia de España. Planeta, 1994.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Marina de Castilla. Desde su Origen y Pugna con la de Inglaterra, hasta la Refundición en la Armada Española. Madrid. 1894.

Salas y González, Francisco Javier.: Marina Española de la Edad Media. Imprenta Ministerio de Marina. Tomo I, 1925, 2ª Edición. Tomo II, 1927. Edición póstuma.

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