Magallanes, Fernando de Biografia

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Fernando de Magallanes Biografía


Retrato de Fernando de Magallanes, navegante y descubridor de origen portugués, a las órdenes del Rey de España, quien descubrió el estrecho de su apellido al Sur del continente americano.
Fernando de Magallanes.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Navegante de origen portugués, al servicio de la corona de España.

Orígenes

Nada más comenzar vienen las dudas sobre estos marinos, pues unas fuentes le llaman Fernando y en otras Hernando.

A parte de que su apellido, en portugués es Magalhães, en inglés, francés y alemán, como Magellan y en italiano, Magellano. En español por el que encabeza la biografía.

No termina aquí el problema, pues su lugar de nacimiento, según unos fue la ciudad de Oporto, otros lo sitúan en Villa de Sabrosa, en la provincia de Traz-os-Montes y otros, lo sitúan en la ciudad de Figueiro, en la Extremadura portuguesa.

Así como su fecha de nacimiento, en unas fuentes la sitúan por el año de 1470 y otras, por el de 1480.

Así comenzamos a intentar saber algo más de este insigne marino, pues su padre tenía por nombre Rodrigo o Rui, pero en algunos documentos los denominan como Pedro, quizás por la confusión de que así se llama su padre y abuelo.

Lo que si queda aclarado, es su pertenencia a una familia de abolengo, o como se les llamaba en Portugal «Hidalgos de cota de armas de solar conocido»

Por ello el joven Fernando, se crio en el servicio de la reina de Portugal doña Leonor, esposa del rey don Juan II, quien al fallecer le sucedió don Manuel en el año de 1495, pero Fernando no cambió para nada sus obligaciones, ya que el nuevo Rey lo mantuvo a su servicio.

Se supone que al estar al servicio del monarca lusitano, aprovecho bien el tiempo y se dedicó al estudio de varias materias, las cuales le servirían posteriormente para llevar a cabo sus meritorias expediciones.

Hoja de Servicios

Se le pierde la pista durante diez años pues se vuelve a saber de él, cuando el virrey don Francisco de Almeida, zarpa con una escuadra en la que Magallanes iba embarcado, con destino a la India, el día 25 de marzo del año de 1505.

Esta expedición la componían veinte y dos naos, llevando a bordo a unas buenas tripulaciones y gente de guerra muy bien instruida, quienes doblando el cabo de Buena Esperanza, arribaron a aquellos territorios después de una ardua navegación.

De estos datos se extrae, que debió de participar en los combates y saqueo de Quiloa, así como en el incendio de Mombaza, todo como represalia de los portugueses, a la rotura constante de tratados de paz acordados con los diferentes régulos o reyezuelos de estas tierras, pues no solían mantenerlos rompiéndolos a su conveniencia.

Ya en el año de 1506, el virrey fue notificado del peligro que corría la fortaleza de Quiloa, pues había fallecido el rey de ella y todos estaban en combates personales entre las diferentes tribus, por conseguir hacerse con el poder.

Se envío a Nuño Vaz Pereira, quien acompañado de varios hombres de bien, entre los cuales destacaba Magallanes, consiguieran poner paz entre ellos, lo que se logró gracias a que Vaz puso de manifiesto sus inmejorables dotes de embajador.

Al terminar el enfrentamiento, se verificó que todo estaba en orden y las defensas de la población en su estado normal, dando por finalizada su misión, se embarcaron poniendo rumbo a Zofala, regresando así todos ellos.

Hay que resaltar, que en aquellos territorios a los portugueses, unas veces les iban bien y otras no tanto, por lo que su trabajo de pacificación es altamente loable.

Se dice, que gracias a Magallanes, quien consiguió apaciguar a la dotación de una nao, que viajando de Cochín a Portugal, se fue a pique al dar con unos bajos en Padua y que él, con su buen temperamento los convenció para que hicieran caso, al lograr esto se pudo actuar con frialdad y ponerlos a todos a salvo.

Pero mejor pasamos a la explicación de este incidente, hecha por Antonio de Herrera, quién dice así:

«Hernando de Magallanes era hombre experimentado en la mar, y de mucho juicio. Contaban con él que, saliendo dos navíos de la India para venir a Portugal, en que venía embarcado, dieron en unos bajos y que se perdieron, y que se salvó toda la gente y mucha parte de los bastimentos en los bateles en una isleta que estaba cerca, desde donde acordaron que enviasen o fuesen a cierto puerto de la India que distaba algunas leguas; y porque no podían ir todos de una vez, hubo gran contienda sobre los que habían de ir en el primer viaje»

Los capitanes hidalgos y personas principales querían ir primero. Los marineros y la otra gente decían que no sin ellos. Y vista por Hernando de Magallanes esta peligrosa porfía, dijo:

«Vayan los capitanes y hidalgos, que yo me quedaré con los marineros; con tanto, que no juréis y déis la palabra de que luego en llegando enviaréis por nosotros.»

«Contentáronse los marineros y demás gente menuda de quedar con Hernando de Magallanes; y porque estaba en un batel, cuando se querían partir, despidiéndose de los amigos, le dijo un marinero: «Ah señor Magallanes, ¿no nos prometistes de quedar con nosotros?» Dijo que era verdad; y al momento saltó en tierra y dijo: «Veis aquí», y se quedó con ellos, mostrando ser hombre de esfuerzo y de verdad, y así lo encontraban en sus pensamientos, que era hombre para emprender cosas grandes, y que tenía recato y prudencia, aunque no le ayudaba mucho la persona, porque era de pequeño cuerpo.»

Los malayos, muy dados a la traición urdieron una contra los portugueses, pero se enteró Magallanes, que lo puso en conocimiento del general don Diego López de Sequeira, por lo que al intentarlo los indios, ellos ya estaban avisados y preparados, así se evitó el asesinato de todos ellos incluido el general.

Pero no quedó aquí, pues estaba siendo perseguido don Francisco Serrano, que no enterado de ello, se encontró de pronto con muchas canoas que le daban alcance con innumerables indios, Magallanes hizo levar anclas y largando velas, puso en movimiento a una de las naos, que acudió en su auxilio y como siempre, los indios a oír tronar los cañones abandonaron la persecución, salvando así otra vez a un buen contingente de hombres.

Pero el general no se arredró y quiso dar una lección ejemplar a tan ignominioso proceder, por lo que ordenó ponerse a todos a la vela, realizando un ataque en firme sobre las islas, consiguiendo no sin esfuerzo la conquista de todo el Malaca, pasando así a la corona de Portugal tan importante territorio.

Alfonso de Alburquerque, virrey de la India y de todos sus territorios, por el año de 1510 envió a tres capitanes, para proseguir las conquistas, eran estos Antonio de Abreu, Francisco Serrano y Hernando de Magallanes, zapando cada uno con rumbo distinto y divergente.

De ellos el que más suerte tuvo fue Serrano, que se puso del lado del rey de Ternate, que estaba en guerra con el de Tidore, por lo que al recibir el refuerzo de los portugueses, estos fueron recibidos con gran satisfacción y hasta magnificencia, pues consideraron que el que tenerlos de su parte, les era muy conveniente y además en agradecimiento, los indígenas les enseñaron a navegar por aquellos intrincados mares, que partiendo de esta costa pudieron expandirse fácilmente.

Mientras tanto y al parecer, Magallanes se había desviado de la ruta y se adentró como unas seiscientas leguas más al Oeste y a las costas que llegó, él mismo estaba convencido de que ya no pertenecían al reino de Portugal, por la partición del planeta en dos por la firma del tratado de Tordesillas.

Como mantenía correspondencia con Serrano, éste le convenció para que regresase al Maluco, pero estaba en duda, ya que quería regresar a Portugal, pero estaba en la duda de si en él se le recibiría como él pensaba que se merecía, se decidió a regresar junto a Serrano y permaneció un tiempo, hasta que regreso a la India y de allí a Lisboa.

Estando ya en ésta ciudad, consultó con astrónomos y pilotos, mientras mantenía correspondencia con Serrano, llegando a la conclusión sus mismos compatriotas, de que efectivamente aquellos territorios correspondían a España, por lo que en uno de sus correos le advirtió a Serrano, de las inconveniencias que ello podía conllevar.

Al poco tiempo fue destinado a Azamor uno de los presidios norteafricanos, que estaban en poder del reino de Portugal, estando en la fortaleza a cuyo mando se encontraba don Juan Suárez, sufriendo una herida en una de sus salidas contra los beréberes, que tuvo la poca fortuna, de que la punta de la lanza, le cortara algún tendón de la junta de la rodilla, por lo que el resto de su vida, arrastro una ligera cojera.

En este combate, se consiguió un gran botín, compuesto sobre todo de gran cantidad de animales, y viendo la destreza de Magallanes, el capitán Suárez, le nombró cuadrillero mayor junto a su compañero Álvaro Monteiro.

Pero además se produjo un típico caso de responsabilidades, pues la población de la fortaleza reclamó su parte, a pesar de estar ellos de guardia en ella y no haber contribuido a conseguir el botín, pero parece que no fueron atendidas estas lógicas demandas, que conllevaron con el tiempo a que Magallanes sufriera después varios sinsabores, incluso malos tratos verbales.

Por documentos sabemos, que en el año de 1512 se encontraba en Lisboa, ya que hay uno con fecha del día doce de junio, en el que consta que era «mozo fidalgo» de Casa Real, en el que se hace notar, que recibía un alquer de cebada diario y mil reis al mes.

Por otro documento, de fecha del catorce de julio, se sabe que había sido ascendido en la escala social, pues figura como: «fidalgo escudeiro», con el alquer de cebada y mil ochocientos cincuenta reis, de sueldo mensual, cuyo documento lleva su firma.

Se le pierde un poco la pista, pero se sabe que con referencia a los sucesos de Azamor, escribió al Rey, para que le fuera reconocida su clase y nobleza, basándose en los méritos ya demostrados, y recibir alguna gracia, ya que era muy considerable la alcurnia de su persona y el trabajo bien hecho.

A parte de que era costumbre en ese reino, el que fueran adquiriendo los nombramientos, dependiendo de los sacrificios demostrados, para alcanzar el grado de «moradía», que con él se adquiría el mayor grado de honores y ventajas de la Casa Real, aunque no había retribución económica, pero si que ratificaba su grado de Caballero del Reino.

Pero al parecer al Rey le habían llegado las maledicencias oportunas, pues desde Azamor se le comunicó, que Magallanes había abandonado su puesto sin permiso, que su cojera era disimulada y que se le había incoado juicio por todo ello. (Como se ve, en todas partes cuecen habas.)

Basándose en esto, el Rey desestimó la petición y le comunicó, que debía hacerse llegar a Azamor para ser juzgado; Magallanes intentó el conversar con el Rey, pero no se le permitió el acceso a su persona y se vió obligado por su honor, el presentarse en la ciudad donde era requerido para ser juzgado.

Al llegar a la ciudad fue aprehendido y juzgado, pero nada se le pudo demostrar en el juicio, por lo que la sentencia fue de total absolución; obtenida ésta, se desplazó de nuevo a Lisboa.

Llegado de nuevo a Portugal y ya con las justicia a su favor, pretendió el ser recibido en audiencia por el Rey, pero este se volvió a negar, pues siempre lo consideró un advenedizo y por ello no era persona de su agrado.

Todo esto, le llevó a reconsiderar si debía seguir sirviendo a un Rey que en nada le apreciaba, ni le reconocía a pesar de todo lo que ya había realizado por su patria y Rey, esto le llevó a pasar la frontera y ponerse al servicio del Rey de España don Carlos I.

Según un historiador, lo describe así: «Viéndose, pues, Magallanes sin aquel precio de calidad que su rey le negaba y él creía serle debido por su nacimiento y servicios, que todo era bueno, se desnaturalizó del reino con actos públicos y pasóse a servir al emperador Carlos V.»

Según el mismo historiador (Faria), aún había más, pues el no reconocimiento de su lealtad al rey fue aprovechado por los enemigos de su persona, para atacarle impunemente, cosa que agravó la situación de Magallanes en su propio país, por ello lo describe así:

«De creer es que pues este caballero hacía tanto por la honra, que se dio por agraviado de su rey, porque no se la aumentó con una merced que le pedía, no había de querer disminuirla con procedimiento impropio de su calidad y de su pretensión.

El Magallanes, pues, luego que vió que su rey, no sólo le había negado aquella honra, sino que le miraba con ceño, y con esto se añadía el gusto y la desestimación en sus enemigos que singularmente le exasperaron...publicó su agravio.

Hecho esto, conoció que el asistir en su patria con su rey ofendido (porque los reyes cuentan por ofensas las quejas de sus vasallos, aunque sean justas) tenía más tormento que de comodidad o esperanza de adelantarse.

Conocido el achaque, consultó con la honra la ambición natural a cada uno de sus aumentos, y resolvióse en hacer primero todo cuanto pudo por la honra y después por el aumento.

Lo que hizo con atención a la honra, fue desnaturalizarse del reino con actos públicos para hacerse capaz de buscar otro sin nota; asegurándose que podía ir a cual le pareciese quien como él no le tenía en virtud de aquella acción pública.

Pasó, pues, el Magallanes, sobre haber hecho semejante diligencia, a Castilla, y ofreció a Carlos V que le serviría; y por principio fue platicando, como le bastaba el ánimo a descubrir aquel estrecho; cosa importantísima para la navegación castellana.

Fue admitido del Emperador, y pasó al descubrimiento, y consiguióse. Júzguese agora por esta información y ejemplo la quiebra que pudo haber en la fidelidad de este caballero.»

No obstante Magallanes, durante todo este tiempo había seguido manteniendo correo con su amigo don Francisco Serrano, que permanecía en tierras de la India, en Ternate, de quien recibía información, de pilotos y marineros expertos, por ello estaba cada vez más convencido de que los territorios correspondientes a las Malucas, pertenecían a la corona de Castilla, por la división de la bula de Papa Alejandro VI.

Con estos informes de su amigo y los que pudo conseguir de pilotos y astrónomos portugueses, le confirmaban aún más que aquellas tierras no era de la corona de Portugal, pues las observaciones sobre las cartas de aquellos mares y la altura del Este-Oeste (que es como llamaban a la longitud), le permitía el aceptar y confirmar esta opinión, con el estudio comparado de toda la información.

Por esta razón, estaba convencido que debía de existir un paso, que navegando al Oeste le permitiera alcanzar con mayor facilidad aquellas islas.

Tan convencido de ello estaba, que llegó a escribir a su amigo don Francisco Serrano, que en poco tiempo le iría a visitar, pero navegando por otra ruta, que no entorpeciera las relaciones entre los reinos de Portugal y España.

Así unió sus fuerzas a las de un astrónomo por nombre Rui Falero, que también había sido atacado por el Rey don Manuel, con el descrédito de su persona.

Pero no quedaba aquí la cuestión, pues un rico mercader avecindado en Amberes, por nombre Cristóbal de Haro, que mantenía una fuerte relación con el Rey de Portugal, ya que sus negocios estaban en la India y tanto sus hombres como mercancías viajaban con las expediciones a ellas de dónde sacaba una buenas cantidades, también recibió un mal trato del monarca portugués, por lo que sin dudarlo se puso del lado de Magallanes.

Consiguió estar en la presencia del don Manuel, rey de Portugal a quien le manifestó que abandonaba el país, para prestar sus servicios a otro monarca que le hiciera más caso, pero sin nombrar para nada al Rey de España

Con todo este respaldo, se adelantó a presentarse en la Casa de la Contracción de Sevilla el día 20 de octubre del año de 1517, pensando que la tal Casa tenía suficiente poder para decidir sobre la cuestión, pero se le informó que no era así, pues todo debía llevar el visado del Rey.

Pero además se encontró, con que el Rey español aun no había llegado a su reino, pues sabemos que zarpó de Flandes, arribando a Villaviciosa en el reino de Asturias, el día 19 de septiembre, continuo su navegación hasta arribar posteriormente a Santander y por tierra a San Vicente de la Barquera, siguiendo el viaje pasando por Reinosa a Burgos y desde aquí a Palencia, donde se acercó a visitar a su madre, la Reina doña Juana I, encarcelada por su padre (Fernando “El Católico”) en la fortaleza de Tordesillas, rindiendo viaje en la ciudad de Valladolid el día 18 de noviembre.

Al serle comunicada esta indisponibilidad pasajera del nuevo Rey, a Magallanes decidió quedarse en Sevilla a la espera de Rui Falero.

Preguntó por la ciudad y le dirigieron a casa de un compatriota, don Diego Barbosa, que era comendador de la Orden de Santiago y teniente de alcalde de las Reales Atarazanas de la ciudad; tal fue la acogida que se le brindó, el trato y obsequios que le otorgaron, que decidió el casarse con la hija de don Diego, doña Beatriz Barbosa.

Que aunque no se sabe la fecha exacta, es razonable pensar que fuera con anterioridad al día 20 de enero del año de 1518, pues en esta fecha salió en dirección a Valladolid, para ser recibido por el Rey, con la presentación de que; «…para Castilla su propuesta era un gran negocio.»

Consiguió el ser recibido en casa del factor de la Casa de Contratación, don Juan de Aranda, donde también fue muy bien acogido y por no serle infiel en sus pretensiones, le comunicó la realidad de su proyecto, explicándole todos los pormenores de sus investigaciones, lo que indudablemente produjo en don Juan una gran sorpresa y su apoyo incondicional al proyecto de la expedición.

Lo que no supo Magallanes, es que el factor don Juan de Aranda, al recibir esa información, envío la demanda de informes a Portugal, los cuales le ratificaron las buenas formas de Magallanes y que era previsible un gran triunfo; esto convenció a Aranda, quien a su vez envió al Gran Canciller una referencia reservada, en la que le comunicaba el proyecto y que Magallanes era persona de confianza y fiable y su exploración, con muchas posibilidades de ser un acierto.

Al fin consiguió llegar su amigo Rui Falero, a quien se le indicó, que todo el proyecto era ya conocido en la Casa de Contratación, por lo que se molestó con Magallanes, porque previamente ellos habían concertado, que nada se diría de su estudio y proyecto, hasta estar seguros de que sería aprobado por el Rey y previéndole ahora, de que si algo fallaba, él sería el culpable de todo lo que ocurriera, ya que los españoles ahora ya estaban en su conocimiento y podían formar la expedición sin ellos, aparte de haber faltado a su palabra, que en el fondo era lo que más le molestaba.

Después de unas largas conversaciones entre ambos, concluyeron firmar otras capitulaciones, en la que quedaba muy bien reflejado, la obligación de comunicarse los dos cualquier cosa que tuviera que ver con el proyecto, sin excusa ni pretexto y que sería decidido entre ellos si esa información de daba o no.

Al mismo tiempo, decidieron viajar a Valladolid, pues el factor parecía que estaba alargando el asunto, ya que siempre le decía que esperasen respuesta al informe por él enviado a la Corte, pero ellos se decidieron a no esperar más.

El factor, al ver que ya no había más tiempo, se ofreció a viajar con ellos hasta la Corte, pero le contestaron que lo harían por caminos separados, pues él y como a su rango le correspondía, lo haría por el ‹camino de la plata›, mientras que ellos lo efectuarían por el de Toledo, consiguiendo Aranda llegar al acuerdo, por si recibía antes de alcanzar la Corte la respuesta esperada, el que se esperasen o él se esperaría en la población de Medina del Campo.

Al fin ya todo decidido y firmado, se pusieron en camino, el día 20 de enero del año de 1518, coincidiendo en el viaje con la duquesa de Arcos, realizando el camino por la vía de Escalona, mientras que el mismo día salía don Juan de Aranda, por la ruta ya descrita.

La sorpresa vino, al estar a unas tres leguas de Sevilla ya en el camino, se vio venir a un correo Real, quién demandó la presencia del factor y sabedor de que efectivamente iba en el carruaje, le entregó la respuesta del Rey a su escrito, el que tanto tiempo habían estado esperando.

En el documento se le pedía a don Juan, que fuera a la Corte en compañía de Magallanes, ya que S. Majestad tenía ganas de conocer a tan insigne persona para agradecerle personalmente, su dedicación y entrega a un Rey que no era el suyo, lo cual le engrandecía mucho más.

Don Juan no perdió el tiempo, ordenando a uno de sus hombres, que llevara un escrito a la otra carroza que viajaba por el otro camino, se le entregó el documento y salió en su búsqueda, consiguiendo alcanzarlos en el puerto del Herradón, siéndole entregado a Magallanes, que lo leyó alegrándose mucho de la gran noticia, y como figuraba en el documento que se verían en Medina del Campo, allí se dirigieron.

Al llegar a esta población, ya les esperaba don Juan, pero ahora Falero ya no se oponía a viajar juntos, por lo que los tres y en el carruaje del factor, se pusieron en camino a la ciudad de Valladolid.

En el viaje, don Juan de Aranda les comentó que si podían darle parte de lo que se pudiese ganar en el viaje, pues gracias a él y a su determinación de dirigirse al Rey, este proceder había allanado el camino, pidiéndoles un octavo de todo, pues ya había adelantado dinero a Falero en Sevilla, pero éste se negó, al hacerlo, don Juan les dijo que nada aceptaría de ellos, por ser una razón que en si misma beneficiaba a su Rey y a todo su pueblo.

Al estar en las cercanías de Puente Duero, se separaron, tomando el camino a la población de Simancas, Magallanes y Falero, mientras que don Juan de Aranda se dirigió a la ciudad de Valladolid, en la población permanecieron tres días, lo que le costó a don Juan convencer del todo al Monarca.

Al llegar a la ciudad, fueron recibidos por don Juan, quién les acompañó a visitar y hablar con el Gran Canciller, el Cardenal y el Obispo de Burgos Fonseca, tratando siempre don Juan de que se llegase a formalizar el asiento, por lo que con el escribano, se fueron dictando normas y cláusulas, para el buen fin de la empresa y al ver este gran trabajo de don Juan, convinieron Magallanes y Falero, otorgarle el octavo de los beneficios que se obtuvieran de la empresa, siendo el día 23 de febrero del año de 1518, cuando estamparon sus firmas en escritura pública, con la única condición, de que fuera la corona la que corriera con los gastos de formalizar la empresa.

Se dice, que en la entrevista con tan dignos personajes, Magallanes les explicaba lo beneficioso que resultaría para España, poder hacer el comercio de las especias de Malaca, de las que estaba convencido que pertenecían a Castilla, pero que los portugueses se estaban aprovechando de ellos a través de la vuelta por el cabo de Buena Esperanza y que para ello, llevaba un globo perfectamente dibujado, en el que quedaba muy clara esta posibilidad y la pertenencia de las Malacas a Castilla.

Y que incluso, ya en presencia del Monarca, valiéndose del globo insistía en la ruta que debía de llevar la expedición, pero sin desvelar la situación del estrecho, ó al menos donde él suponía que debía de estar, para que nadie le pudiera robar su sueño.

Pero tanto el Rey como sus consejeros, por la creencia de la época de que el continente americano iba de Norte a Sur sin interrupción, no terminaban de quedar convencidos, por lo que juzgaban de muy alto riesgo la expedición, pero a su favor estaba, que si se lograba el beneficio para la monarquía era casi absoluto, ya que dejaban de utilizar las aguas de las demarcaciones que correspondían a los portugueses y utilizar solo las correspondientes a Castilla, por lo que a partir de ese instante ya nadie podría interponerse en el tráfico mercantil, lo que daba un libertad de movimientos, que bien valía el riesgo.

Las dudas alargaron las conversaciones, lo que llevado por su ímpetu, Magallanes dijo que se ponía al frente de la expedición y que las naos, y la composición de la armada, correría a cargo de Cristóbal de Haro, y sus amigos acabando así con las dudas de todos.

Esta jugada pura de una persona convencida de sus previsiones y nada alocado, terminó por convencer al Rey, quién ordenó que se formalizaran los documentos, para llevarla a efecto, siendo de cargo del Monarca la expedición por completo, dando al mismo tiempo la orden a Magallanes, para que en persona se encargase de realizar los preparativos y llevarla a buen fin.

Así decidido, no se perdió tiempo y tanto Magallanes como Falero, presentaron el correspondiente escrito, en el que ofrecían al Rey los dominios de todo lo descubierto e intentar abrir unas rutas navegables para su fácil comunicación, así como el guardarse para ellos las mercedes que dieran lugar a ello el descubrimiento, pero explicando que tanto si era a cuenta de la corona, como si lo era de los que ya se habían ofrecido.

Así se le presentó al Rey, el cual y como ya tenía tomada la decisión, se ciñó exclusivamente a la primera forma, ya que desde ese instante él era el que decidía quien iba o se quedaba, porque era quien pagaba la expedición.

El mencionado documento, no lo transcribimos por su extensión y porque, aunque interesante no es vital para la biografía de Magallanes, pero consta de nueve puntos la primera parte y la segunda de otros cinco, pero si alguien lo quiere conocer, lo puede consultar en; Archivo de Indias. Sevilla. Legajo 1º, papeles del Maluco, 1519, 1547.

Por fin el día 22 de marzo del año de 1518, se firmó el contrato en un solemne acto, en el que se concluyó que la expedición estaría compuestas por cinco naves, con todos los bastimentos y artillería necesarios para tan larga travesía; así como el otorgamiento del título de capitanes de esta armada, con todas las facultades de las que siempre habían gozado éstos en la de Castilla, así como la orden a la Casa de Contratación del pago de su sueldo, por importe de cincuenta mil maravedís.

El Rey permaneció en Valladolid hasta darse por concluidas las Cortes de Castilla, siendo a principios del mes de abril, cuando partió la Corte en dirección al reino de Aragón, pero el Monarca quiso al llegar a Aranda de Duero, que la expedición no sufriera mucho retraso y al mismo tiempo, dar prebendas a Magallanes y Falero para que estos no se sintieran apartados de su real afecto, para que nada enturbiara las inmejorables relaciones entre ellos y don Carlos, por ello con fecha del día 17 de mismo mes, dictó unas Reales cédulas, en las que mandaba lo siguiente:

«1º Que además del sueldo que les había asignado como capitanes suyos, se les abonasen ocho mil maravedís cada mes mientras sirviesen en la armada en que iban a descubrir.

2º Que también se le diese a cada uno treinta mil maravedís para ayuda de costa, la cual cobraron el día siete de mayo.

3º Que aun cuando muriesen en la demanda, se cumpliesen en sus herederos las mercedes que les habían concedido a perpetuidad, siempre que dejasen a sus sucesores en el mando tal instrucción que asegurase la conclusión de la empresa.

4º Que los oficiales de la Contratación hiciesen examinar de pilotaje al sujeto que presentasen Magallanes y Falero, como éstos lo habían solicitado, y hallándolos hábil se le nombrase piloto real, con veinte mil maravedís de salario, sin los tres mil que debería disfrutar mensualmente mientras durase el viaje.

5º Que los mismos capitanes observasen la instrucción que se les enviaba, y en la cual se les prevenía, entre otras cosas, que fuesen a Sevilla y entendiesen con los oficiales de la Contratación en aprestar la armada, que irían factores, contadores y escribanos nombrados por el Rey; que por mano de éstos se haría todo rescate y trato, y que cuanto se adquiriese se entregase al tesorero o factor que fuese por S.A., quien lo traería a la Casa de Sevilla.»

Desde Aranda pasando por Calatayud, llegando la Corte el día 7 de mayo a la ciudad de Zaragoza, pero para dejar que se pudieran realizar los preparativos, el Monarca se hospedo en la Aljafería, por lo que la entrada en la capital, tuvo lugar el día 15.

Todo esto viene a cuento, porque a la Corte le seguían Magallanes y Falero, pues como aun quedaban cosas por aclarar y se retrasaban más de lo que ellos quisieran, no perdían de vista al Rey.

Y aquí entra en juego la diplomacia, pues llegó a la Corte el embajador del rey don Manuel, don Álvaro de Costa, que era el camarero y guardarropa de su Majestad, con la excusa de plantear la boda de su Rey con la infanta de España doña Leonor, a la sazón hermana de don Carlos.

Aquí haremos una pequeña reseña de esta infanta de España, pues son pocos los casos que como el de ella se dieron, fue Reina de Portugal por casamiento con don Manuel, pero enviudó, por conveniencias de estado, ya nada podía hacer en este reino, así que don Carlos le buscó nuevo novio y se desposó con el rey de Francia don Francisco I, del cual también enviudó, lo que le decidió regresar a España y permanecer al lado de su hermano; ella había nacido en Flandes el 15 de noviembre del año de 1498 y falleció en Talavera de Badajoz, en el mes de febrero del año de 1558, habiendo sido reina dos veces de los dos países más poderosos de la época y vino a morir a su patria. ¿Qué más se le puede pedir?

Pero el ínclito embajador, no perdía un momento en su verdadero objetivo, lo que le llevó a entrevistarse con Magallanes, al que le dijo, que si proseguía con la expedición a las órdenes del Rey de España, estaba ofendiendo a Dios y a su Rey, además de manchar para siempre su honra y reputación, pues era patente que el perjuicio que ocasionaba a su patria, sería trasladado a sus descendientes y parientes, que aún vivían en Portugal.

A lo que Magallanes, le contestó, que él ya le había dado su palabra al Rey don Carlos y que faltar a ella eso sí le causaría un deshonor profundo en su persona, lo arrastraría el resto de su vida en su conciencia, por lo que se mantenía en ella y despreciaba cuanta amenaza viniera de su otrora país.

Al ver fallido su intento de convencer a Magallanes, no se arredró y se dirigió a visitar al rey don Carlos, a quien se dirigió con palabras enérgicas, diciéndole que no era conveniente que por tan poca cosa y no siendo costumbre que un Rey acogiera a unos ilusionistas, desarraigados por otro Rey, no era de caballeros el que ambos se enemistaran por unos vasallos.

Don Carlos le respondió, que no era su intención molestar al rey de Portugal, pero que si quería alguna explicación más, que lo hablara con el Cardenal, pues estaba enterado de todo y mejor que él, le podría responder a sus preguntas.

El Cardenal, no era precisamente un amigo de Magallanes, por lo que al recibir al embajador portugués, le reconvino diciéndole, que si él podía en el momento adecuado, intervendría para que la expedición no tuviera lugar.

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