Manrique de Lara Velasco y Velez de Guevara, Beltran Manuel Biografia

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Biografía de don Beltrán Manuel Manrique de Lara Velasco y Vélez de Guevara



Capitán General de las Galeras de España.

Caballero de la Militar Orden de Santiago. 29-IV-1669.

Orígenes

Era el segundo hijo de don Beltrán de Guevara, Virrey y Capitán General de Cerdeña y marqués de Campo Real. Se especifica esto, porque en la época era el primogénito el que se dedicaba a la carrera de las armas y de ahí lo anómalo de serlo él.

Vino al mundo en la Villa y Corte (se desconoce el año) recibió la educación en su casa y posteriormente, pasó a serlo en los mejores claustros de la época y al dejar estos, comenzó a prestar servicios de mar en las galeras de su padre, por lo que era una persona de rancio arraigo aristocrático, pero con una gran experiencia en los asuntos de la mar y su mando.

Hoja de Servicios

Se comienza a saber algo de él, al ser nombrado cuatralbo de la escuadra de galeras de Nápoles en 1668, con una asignación económica de cien escudos mensuales. En esta escuadra y mando permaneció varios años, combatiendo contra todos los enemigos de España en el Mediterráneo que no eran pocos ni débiles.

El 6 de junio de 1687, contrajo nupcias con doña Nicolasa Manrique de Mendoza Velasco Acuña y Manuel, XII duquesa de Nájera; X marquesa de Cañete; condesa de Treviño, de Valencia de Don Juan y de Revilla; señora de Ocón, San Pedro, Redecilla, Ribas, Lumbreras, Villoslada, Ortigosa, Villoldo, Genevilla, Cabredo, Cevico de la Torre, Villademor, Fresno, Carvajal, la Parrilla, Poyatos, Uña, al de Meca, Rozas, los Barios y patrona General perpetua y universal de la Orden Seráfica de Nuestro Padre San Francisco, muriendo en prisión en el mes febrero de 1710. Esto viene a colación porque los historiadores nombran a don Beltrán, como duque de Nájera, pero en realidad el título era de su esposa y no de él. De hecho la sucesora en el título fue su hija doña Ana Manuela Sinforosa Manrique de Guevara y Velasco, como la XIII duquesa de Nájera.

Pero por su buen hacer fue nombrado Gobernador y Teniente General de las escuadras de Galeras de España y Nápoles, en las que permaneció varios años más, prestando siempre con acierto sus servicios a su Rey y España.

Siendo por ello ascendido a la más alta dignidad de las escuadras del Mediterráneo el 12 de mayo de 1696, cuando se le otorgó el cargo-título de Capitán General de las Galeras de España.

En el mencionado documento, se le expresa por parte del Rey, todo lo que conviene a su servicio y relaciona en parte, los derechos y obligaciones que le asisten como tal, entre los párrafos más importantes están los siguientes:

«…en persona de autoridad, reconocido valor y experiencia en las cosas de la mar y de la guerra.»

«Con la aprobación y crédito correspondiente a las obligaciones de su sangre y teniendo en cuenta los servicios de sus antepasados, los condes de Oñate y su padre y abuelos»

«…las que al presente hay y las demás que en adelante se armarán.», haciendo referencia a lo mal que estaban las escuadras en esa época.

«…que como a tal general os tocan y deben tocar según y de la manera que lo han usado y ejercido, pudieron usar y ejercer los otros capitanes generales de las dichas galeras, vuestros antecesores, y que libréis y hagáis pagar a la gente que reside y que sirviere en ellas todo el sueldo que han y hubieren de haber por nóminas y libranzas…»

Y para terminar, se le conmina a prestar el juramento normal de sus antecesores en el mismo cargo; asignándole un sueldo de cinco mil escudos de diez reales anuales y que a su vez, y como costumbre inherente al cargo: «…todos han de reconocerle por tal capitán general y darle toda la ayuda y asistencia de que hubiere menester, que han de darle armas, bastimentos, municiones y otras cosas que pidiese en nombre del Rey, para la provisión de las galeras y de la gente que las tripulase.»

Un Real Decreto emitido un tiempo después, el día uno de julio del mismo año, «…goce de un sueldo de seis mil escudos anuales, el mismo que tuvo con ocasión de mandar las galeras de Nápoles, y que así mismo se le dé la quinta parte de las presas, como tuvieron sus antecesores.»

A finales de 1698 pidió licencia al Rey para tomarse un descanso de su ajetreada vida, el cual se le concedió con fecha del 8 de enero de 1699, pasando a su casa que estaba en la actual provincia de Cuenca.

Estuvo poco tiempo, pues fue reclamado por la Corte, al ver que S. M. don Carlos II de España, había enfermado muy gravemente y nadie había ocupado su puesto, por la preocupación sobre la salud del Rey.

Nada más recibir la cédula, se puso en camino a la ciudad de Cádiz, donde estaba lo que quedaba de la escuadra de Galeras de España, pero a pesar de ello no se dio por vencido e intentó reorganizar lo poco que tenía, para poder servir a su Rey y a España.

Por el testamento de don Carlos II, el último Rey de la dinastía de los Austrias, vino a España como nuevo rey don Felipe V, al cual le hizo el juramento de pleito homenaje, pero más por la orden de su anterior Rey que por la venida de la nueva casa de Borbón, con la que ya tantos años los marinos españoles estaban combatiendo, por ello no muy bien recibida por la mayoría de marinos.

La Armada en estos instantes estaba tocando sus horas más bajas en toda su historia, de galeras solo se disponía de unas pocas y en cuanto a galeones, solo estaban disponibles dos o tres.

Hasta aquí había llegado la sinrazón de los gobernantes, pues España aún conservaba intactos todos sus territorios, en los que a pesar de las malas lenguas, continuaba sin poner el Sol y eso estando con tan solo y en total, con una docena de buques útiles para entablar combate, aparte de que algunos estaban en las antípodas de la península.

Don Felipe V tuvo que viajar a Saboya, pero la demostrada escasez de medios navales, para ello le fue enviada una escuadra por su abuelo el Rey de Francia Luis XIV, quien le había ordenado pones el nombre del Monarca español a uno de los navíos más importantes, esto no restaba para permanecer al mando del francés conde D’Estrées.

Mientras que la reina, doña María Luisa de Saboya, tuvo que viajar a España a bordo de las galeras del conde de Tursis, pues las españolas estaban vigilando las costas norteafricanas.

La llegada de la escuadra francesa causo sensación, pero en don Manrique de Lara fue desazón, pues demandó se pusiera a sus órdenes, por ser empleada en el transporte de su Rey, ante ello el conde francés se negó.

Todo esto hirió profundamente los sentimientos de don Manrique de Lara, tomando la decisión de presentar al Rey su renuncia a todos sus cargos, para lo cual se tomó su tiempo esperando a que la escuadra llegara a tierra española y que el Monarca también lo hiciera, una vez asegurado de que ya no volvía a embarcar, le dirigió el documento fechado el 2 de julio de 1701, pues en ningún momento quiso, que la decisión se tomara en las cubiertas de buques no españoles, pues consideró no era pertinente.

Pero como las cosas de Palacio van despacio la contaduría de la escuadra de las Galeras de España al mes siguiente le remitió su correspondiente salario, no se entretuvo en nada a excepción de que al devolverlo, lo hizo añadiendo una nota suya con su firma y sello, para que se supiera a ciencia cierta haberlo recibido, pero lo devolvía, en la mencionada nota escribió:

«Que un Grande de Castilla no percibía haber sino cuando real y positivamente servía.»

Vivió en un momento muy malo para la Armada y sufrió en propias carnes los efectos de desprecio que otrora le hubieran costado al enemigo muy caro, pero en aquellos momentos solo se podía hacer una cosa ¡callar! y esto que parece muy sencillo, para una persona de su abolengo y mando no era nada fácil.

Por ello sufrió los sinsabores propios de la época, pasando por el desdén del nuevo Monarca, quien le aceptó sin más explicaciones su renuncia, al abandonar la Armada poco tiempo después de sobrevino el óbito a los largo de 1710 y según fuentes causado por el desprecio del Monarca, pues al poco tiempo entró en un profundo estado de melancolía total y en ella falleció.

Este es el agradecimiento de algunos Reyes a sus humildes vasallos, eso siendo un Caballero de la Militar Orden de Santiago, así que nos podemos imaginar lo que le podía ocurrir a un simple vasallo, que no hubiera sido Capitán General de las Galeras de España.

La cuestión no es baladí, porque nos puede dar o acercar a la idea, de las dificultades que tuvo el recién llegado Rey, imponiendo para remediarlo su potestad de mando y como debían comportarse todos ante S. M. don Felipe V de España.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Revista General de Marina. Varias de ellas y en sus Misceláneas.

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