Olaeta y Allende Salazar, Ignacio de Biografia

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Ignacio de Olaeta y Allende Salazar Biografía



Retrato al oleo de don Ignacio de Olaeta y Allende Salazar. Jefe de escuadra de la Real Armada Española.
Ignacio de Olaeta y Allende Salazar.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.



Jefe de escuadra de la Real Armada Española.

Orígenes

Vino al mundo en la villa de Guernica en 1755, siendo sus padres don Juan de Olaeta y Trobica y doña María Allende y Mezeta.

Hoja de Servicios

Sentó plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz, el 25 de agosto de 1773. Expediente N.º 1.225.

Fue ascendido al grado de alférez de fragata el 1 de junio de 1775, siendo destinado a embarcar como oficial subordinado en el navío San José, pasado un tiempo, se le ordenó trasbordar a la bombarda Santa Rosa de Lima.

Este buque, pertenecía a la escuadra del general don Pedro Castejón, participando en la expedición contra Argel del mismo año, tanto en el desembarco de las tropas del ejército, como en el reembarque de ellas por la vigorosa reacción de los enemigos que hicieron imposible mantenerse en tierra.

En 1776 se le ordenó trasbordar a la fragata Santa Teresa, siendo destinado a corso en el Mediterráneo, para reprimir los constantes ataques al tráfico marítimo de los buques de las regencias norteafricanas.

Recibió su comandante la orden de incorporarse a la escuadra del marqués de Casa-Tilly, dando escolta a los buques que transportaban al ejército al mando del general Cevallos, para acudir a desalojar de las costas del Brasil a los portugueses, por haber ocupado territorios pertenecientes a la corona de España.

Participando muy activamente en la conquista de la isla de Santa Catalina, y asistiendo a todas las demás operaciones que se llevaron a efecto, hasta ser firmada la paz con el vecino país de Portugal.

En el mismo buque pasó a Montevideo, de donde zarpó el 3 de agosto de 1778 con rumbo a la península, estando en la navegación fue sorprendido el buque por un fuerte temporal, cuando se hallaba en la latitud 21º Sur, lo desarboló del palo mayor y del mesana, a pesar de ello la dotación se mantuvo firme, permitiéndoles arribar a Puerto Cabello, donde fueron reparadas las averías y volver a hacerse a la mar el 3 de enero de 1779, arribando a la bahía de Cádiz el 16 de abril siguiente.

Por los méritos contraídos en esta campaña y a propuesta de sus superiores, a su llegada se le entregó la Real orden fechada el 23 de mayo del año anterior de 1778, siendo ascendido al grado de alférez de navío.

Regresado a la península, fue elegido por el general don Miguel Gascón como su ayudante, por ello trasbordo al navío insignia de la 3ª división de la escuadra del mando del general don Luis de Córdova, quien unido a la francesa del almirante D’Ovilliers, realizaron en 1779 la primera campaña del canal de la Mancha, obligando con su presencia a la escuadra británica se viera forzada a buscar refugio en sus puertos, siendo cazado el navío Ardent, por ser el más lento, siendo apresado por dos fragatas francesas, la Junon y Gentille apoyadas por el navío español Princesa, teniendo lugar el combate el 9 de noviembre siguiente.

Por Real orden del 27 de mayo de 1780, fue ascendido al grado de teniente de fragata.

Pasó después al gran bloqueo del Peñón, participando a bordo del navío Rayo, insignia del general Gascón prestando apoyo a las famosas y tristes baterías flotantes cuando estas comenzaron a arder, manteniendo posteriormente el combate del cabo Espartel el 20 de octubre de 1782, enfrentándose la escuadra al mando del general don Luis de Córdoba, contra la británica a las órdenes del almirante Howe.

Por Real orden del 21 de diciembre de 1782, se le asciende al grado de teniente de navío, poco después se le otorgó el mando del bergantín Ardilla, cruzando el océano y prestando sus servicios de protección al tráfico marítimo, en las aguas comprendidas entre el Mar del Plata y la Patagonia.

Una de sus acciones que ha pasado a la historia, fue la llevada a cabo en aquellas aguas, al conseguir salvar al navío La Limeña, el cual se encontraba desarbolado y sin control, habiendo sido arrastrado a la ensenada de Castillejos, situada en la costa del Brasil, encontrándose en la peor de las situaciones, pudo llegar a él y socorrerlo trasbordando la preciada carga que transportaba, pues no era otra que cuatro millones de pesos fuertes, recuperados se dirigió al Mar del Plata donde los dejó a salvo, tanto a los tripulantes como el tesoro cargado en el buque siniestrado.

Por estos años de ardua tarea marítima se le concedió permiso para regresar a la península, regresando con su bergantín, en el que permaneció a su mando hasta recibir la orden en 1787 de pasar el buque a desarme, quedando desembarcado.

Por un tiempo se le otorgó una licencia para recuperar su salud, al encontrase repuesto, se presentó en su Departamento donde se le destinó como ayudante de la subinspección del Arsenal de la Carraca.

En 1789 se le ordenó embarcar en el navío San Ramón, estando a las órdenes del conde de Revillagigedo, quien a su vez había sido nombrado virrey de Nueva España, realizando el viaje a aquel territorio, pero en él se ganó la confianza del virrey, valiéndole para recibir otras comisiones y encargos.

Como ser nombrado inspector de la construcción de dos bergantines en el apostadero de la Habana, para fortalecer la vigilancia en el seno mejicano, para ello embarcó en el navío Castilla, zarpando del puerto de Veracruz con rumbo a la Habana, donde se llevó a buen término la construcción de los bergantines Volador y Saeta.

Estando ya alistados, el virrey le otorgó el mando de la división, por ello tomó el mando directo del Volador, zarpando junto a su hermano y la goleta Flor del Mar, desde el puerto de la Habana el 25 de julio de 1790, con rumbo al de Veracruz, donde arribaron el 4 de agosto seguido.

A partir de este día se volvieron a hacer a la mar, para tratar de menguar o terminar con el contrabando que tan fecundo era en aquellas aguas, por ello realizó unos planes de trabajo para mejor designar y distribuir sus unidades controlando mejor aquellas aguas, no dejó el servicio a pesar de haber sido ascendido el 1 de marzo de 1791 al grado de capitán de fragata.

Permaneciendo en esta comisión hasta recibir la Real orden del 15 de julio de 1794, por ella debía regresar a la península, embarcó de transporte en el navío Europa, desembarcando en la bahía de Cádiz el 19 de abril de 1795.

Por orden superior del 11 de mayo siguiente se le otorgó el nombramiento de Sargento Mayor de brigada del Departamento de Cádiz, pero duró poco, pues por otra Real orden del 21 de julio siguiente se le otorgó el mando de la fragata Pilar, siendo incorporado a la escuadra al mando del general don Federico Gravina, participando en las operaciones contra los convencionales de la república francesa en Rosas.

Al término de ellas se le otorgó el mando de la Ceres, perteneciente a la escuadra al mando del general marqués del Socorro, realizando un viaje a las Antillas, a su regreso se le destinó a cruzar entre los cabo de San Vicente y Santa María en protección del tráfico marítimo proveniente de ultramar.

Pasó su buque destinado a la escuadra al mando del general don Juan de Lángara, la cual se adentró en el Mediterráneo por orden superior, por haberse declarado la guerra contra el Reino Unido, y en las cercanías del puerto de Cartagena, mantuvo un combate con su buque, contra la de su misma clase británica White, a la que puso en fuga después de dos largas horas de combate, logrando la enemiga escaparse por tener más velocidad que la española.

Desde este puerto, prestó apoyo a la división de lanchas cañoneras que iban destinadas al de Algeciras, a las cuales dejó en franquicia y siguió a la escuadra, al mando del general don José de Córdova, fue arrastrada por un fuerte temporal hasta las aguas del cabo de San Vicente, consiguiendo unirse al finalizar el temporal.

Justo en el momento en que la escuadra española desorganizada y descompuesta sus líneas, fue atacada por la británica del almirante Jervis, en el llamado combate del cabo de San Vicente el 14 de febrero de 1797, al término del cual regresó a la bahía de Cádiz fondeando el 2 de marzo seguido. El 25 siguiente se le otorgó el mando de la fragata Atocha, perteneciente a la escuadra del océano, ahora a las órdenes del general don José de Mazarredo, por destitución de su anterior comandante por los hechos acaecidos a la escuadra en el combate anterior.

Por ello estuvo presente en todos los combates habidos durante el año 1798, al ser bloqueada la bahía de Cádiz por la escuadra británica, compartiendo la salida que hizo la española, al romper el bloqueo la enemiga, arribando a la bahía de Cádiz a los ocho días de persecución sin poderles dar alcance.

Hizo una nueva salida el 13 de mayo de 1799 con rumbo al Mediterráneo, arribando al puerto de Cartagena, donde se incorporó a la escuadra francesa del mando del almirante Eustache Bruix, zarpando con rumbo a la bahía de Cádiz, prosiguiendo su derrota hasta arribar al puerto francés de Brest el 8 de agosto siguiente.

Caso curioso que demuestra los conocimientos del biografiado, quien a pesar de ser capitán de fragata, el general don José de Mazarredo, le concedió el mando del navío San Pablo, para salir del puerto francés y posicionarse frente a la línea de Quelerman, comprendiendo desde punta Española al fondeadero de Rocauben, por encontrase en agua próximas fondeada la escuadra británica.

Aún con el grado de capitán de fragata, por Real orden del 23 de septiembre de 1801 se le otorgó el mando del navío Neptuno, pero al tomar el mando de la escuadra el general don Federico Gravina, nombró al capitán de navío don Cayetano Valdés, pero por Real orden del 13 de noviembre siguiente se le otorgó el mando del Pelayo, teniendo que abandonar su buque por Real orden del 22 de abril de 1802, por haber sido entregado a la república francesa.

Pasó como segundo comandante del navío Concepción, un tres baterías, siendo el insignia del general don Antonio de Córdova, realizando el viaje con rumbo y destino a la bahía de Cádiz.

Por fin y por sus muchos méritos contraídos, por Real orden del 5 de octubre de 1802, se le ascendió al grado de capitán de navío.

Al recibir la notificación de su ascenso, se le adjuntaba otra, siéndole otorgado el mando del navío Glorioso 2º, pero precisamente en esos instante se encontraba desarmado, por ello sin llegar prácticamente a abordarlo, se le dio el mando de uno que sí estaba listo para el combate, siendo el Castilla, permaneció poco tiempo, pues fue requerido para ocupar un cargo más elevado, como ya venía siendo costumbre en su persona.

Fue en el mes de septiembre de 1805, cuando recibió la orden del general don Baltasar Hidalgo de Cisneros, quién le requería presentarse en el navío de su insignia, el Santísima Trinidad, para ocupar el puesto de capitán del Consejo del general.

Con este navío, zarpó el 20 de octubre de 1805 de la bahía de Cádiz, junto al resto de la escuadra franco-española, al mando del almirante Villeneuve y del general don Federico Gravina, la cual fue atacada el 21 seguido, por la escuadra británica al mando del almirante Nelson, participando en el no menos famoso y desafortunado combate del cabo de Trafalgar.

Sabemos como acabó aquello y el triste pero honroso esfuerzo que desempeñó este navío en el combate, pues fue uno de los más batidos y del cual, no desembarcó hasta estar convencido de que su salvamento era imposible, a los pocos minutos se fue a pique, a pesar de los esfuerzos realizados por los británicos de tratar de impedirlo. De este combate sacó el recuerdo de una grave herida en su brazo derecho, el cual posteriormente le fue amputado.

Por los méritos contraídos en esta acción se le ascendió al grado de brigadier, por Real orden del 9 de noviembre de 1805, pero dado su estado de salud permaneció en la bahía de Cádiz.

Encontrándose aquí y aún recuperándose de su herida, sobrevino la invasión francesa, por ello sin estar totalmente recuperado se presentó a las nuevas autoridades, participando en la rendición de los restos de la escuadra francesa, sobreviviente del combate de Trafalgar y que aún se hallaba en la bahía de Cádiz, al mando del almirante francés Rosilly a costa del erario español.

Se formaron unas divisiones de lanchas cañoneras y obuseras, y con la artillería desde las playas, se entabló el combate, prolongándose entre el 9 y 14 de junio de 1808, cuando el almirante Rosilly, viendo no tenía posibilidades de escapar, se rindió.

Poco tiempo después se le otorgó el mando del navío Neptuno, permaneciendo hasta finales de 1809 por estar en malas condiciones, a principios de 1810 se le otorgó el mando del navío Miño, realizando tres viajes redondos a los puertos de Veracruz y la Habana; en ellos transportó azogues y tropas de los regimientos de Lobera, Saboya y Extremadura, regresando a la bahía de Cádiz embarcando once millones y medio de pesos fuertes.

Al regresar del último de ellos, por el mal estado de su buque pasó a desarme en La Carraca, a finales de 1813 se le nombró Vocal del Consejo de Guerra de Generales, establecido este Tribunal en la población del Puerto de Santa María, para juzgar la conducta de los marinos que habían permanecido en territorio ocupado por los invasores, pasaron por él todos los oficiales y generales que se hallaban en esa situación.

Por el meritorio desempeñó de tan ardua labor, pues no era fácil analizar persona por persona, y cada uno con sus distintas circunstancias, por su esmerado buen hacer se le ascendió por Real orden del 16 de octubre de 1814, al grado de jefe de escuadra.

Al ser crear la Real y Militar Orden de San Hermenegildo en 1815, se le concedió por cumplir todos los requisitos de su reglamento en su grado de Gran Cruz.

Falleció en la ciudad departamental de Cádiz, donde había establecido su residencia, el 3 de noviembre de 1815, contaba con cincuenta y ocho años de edad, de ellos cuarenta y dos de valientes servicios a España.

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