Orellana, Juan de Biografia

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Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957, Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
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Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.
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Revisión de 15:40 26 ago 2013

Biografía de don Juan de Orellana
Capitán español de Mar y Tierra, del siglo XVII

Hemos tropezado con dos con el mismo nombre y apellido, por lo que siendo coetáneos no se puede asegurar que sean dos o que sea el mismo, pero a juzgar por lo leído debieron de ser dos, con la diferencia que uno fue Maestre de Campo y el otro Capitán de Mar y Tierra.

Del primero, que en otras fuentes, se le llama Pedro, lo que demuestra como siempre al tratar de esta época suelen haber problemas hasta con el nombre, que ya es decir. Citándose como lugar de nacimiento la población de Talavera de la Reina, en año desconocido.

Parece, que comenzó su carrera militar, como soldado aventajado en galeras. Ya en el año de 1625 como Maestre de Campo de uno de los tercios participó en la jornada de Salvador de Bahía en Brasil, que entonces pertenecía a la corona de España, expedición victoriosa al mando de don Fadrique Álvarez de Toledo, contra los holandeses.

A su regreso venía la escuadra reunida, dando don Fadrique la orden de no recalar sobre el cabo de Santa María ni acercarse a las islas Terceras, ya que eran puntos conocidos de espera por los holandeses que en esta época llagaron a tener más de ochocientos buques en la mar en corso, para atacar a nuestras escuadras y convoyes.

Para complicar algo más las cosas se desató una tempestad que dispersó la unión de la escuadra, quedando entre otros grupos dos galeones separados, siendo la Capitana de Portugal y la almiranta de Cuatro Villas, el temporal los arrojó precisamente sobra la isla del Cuervo y Flores ambas de las Terceras, divisando al poco tiempo a tres buques, que se reconocieron como bátavos y regresando a sus puertos cargados con rico botín procedentes de Guinea.

La almiranta aproó sobre una de ellas, mientras que la de Portugal se encargaba de los otros dos, la almirante se abarloó sobre su enemiga y la abordaron, pasando a utilizar la táctica ya muy conocida por los españoles de pegar fuego en la cubierta baja, de forma que al ver el humo en la cubierta superior los asaltantes desalojaran el buque, pero en esta ocasión se les fue de las manos a los bátavos, ya que el incendio provocado prendió en la santabárbara, razón por la que saltó hecha astillas, muriendo todos los holandeses y casi todos los españoles, entre ellos el Maestre de Campo don Juan de Orellana y el capitán don Antonio Lemos.

La Capitana de Portugal al oír y ver el desastre abandonó a las dos casi presas ya muy mal tratadas, para acudir a rescatar a los que pudieran quedar vivos, recogiendo de las aguas a noventa españoles, debiendo de ocurrir el hecho a principios de octubre del año de 1625.

Aquí tenemos claro o al menos así parece, que falleció el primer don Juan de Orellana.

Del segundo, que sí era capitán de Mar y Tierra, se desconocen todos sus datos, de nacimiento, lugar y fecha. Solo ya en el año de 1626 lo que si podemos afirmar es que pasó al Mediterráneo, pero por sus dotes ya era con el grado de alférez, estando al mando de un buque, con el que avistó a uno con pabellón perteneciente a la regencia de Argel, le pudo dar caza y entablar combate, que fue muy duro, pero fue tal su distinción de valor y saber de mando, que a pesar de ser superior el enemigo, lo apresó y liberó a unos cautivos cristianos.

Con fecha del día nueve de agosto del año de 1635, se le otorgó el mando de la galera Capitana de la escuadra de Galeras de España, a lo que se unió, que el capitán general de ésta, el marqués de Villafranca, le nombrara como a su lugarteniente.

En uno de los muchos viajes sin sus respectivos Generales, por haber sido llamados a la Corte ambos, el marqués de Villafranca de las de España y el marqués del Viso de las de Sicilia, contando la escuadra de Galeras España con nueve y al mando de su Cabo don Juan de Orellana, y la escuadra de galeras de Sicilia con seis, al mando de su Cabo don Francisco Gutiérrez de Velasco Gutiérrez realizando un transporte de tropas a Finale, cuando les salió al encuentro una escuadra francesa de galeras al mando del marqués de Pont-de-Courlay, compuesta también por quince de ellas, pero todas nuevas, bien armadas y aparejadas todo lo contrario del estado en que se encontraban las españolas.

Era el día uno de septiembre del año de 1638, Orellana llamó a Gutiérrez, ya que por ser el General de las galeras de España tenía el mando, conversaron y Gutiérrez le dijo que no era hora de batirse, primero porque ninguno de los dos generales estaba a bordo y mucho más importante, que las galeras de ambos estaban escasas de brazos para el remo y algunas hacían agua, lo que inevitablemente les llevaría a la derrota, por ello aconsejó intentar zafarse del encuentro, dada la cercanía del puerto de Génova.

Pero Orellana no era de ese parecer, pues dar las popas y guarecerse para no entablar combate, era una clara actitud de inferioridad y aceptar la derrota de antemano, a esto no estaba dispuesto que lo pensaran los franceses, así que ordenó formar la línea de combate de línea de fila, ocupando el centro las dos capitanas.

Cuando llegaron a distancia del alcance de artillería, las dos escuadras enfrentadas abrieron fuego, lo que resultó de una gran mortandad y siguió el combate, cada una contra la que tenía enfrente. Pero se dio la circunstancia que el viento era contrario a los españoles, por lo que al hacer fuego todas las piezas de artillería, la densidad del humo de las explosiones se les vino encima, tanto las suyas como las del enemigo dejándolos envueltos en una tiniebla, que impedía saber donde se encontraba cada cual y lo peor, los franceses sí que les veían a ellos o al menos lo intuían, ya que sus galeras quedaron todas sin humo que les estorbara.

Pero nada impidió que se abordaran ambas escuadra, con la consiguiente confusión de forma que cada una se enfrentaba con la de su costado y cuando eran vencidos, continuaban abordando a la siguiente, para terminar de arreglar la situación el viento calmo, razón por la que el combate se realizó sin ver mal allá de la galera que había al costado. Sobrevino una racha de viento que aunque floja, despejó las aguas del combate, pudiendo ver entonces las españolas pensado que habían ganado se estaban retirando con rumbo al puerto de Génova con tres galeras presas de los franceses.

Mientras que los franceses se mantenían en el lugar del combate, habiendo apresado a seis españolas entre ellas las dos capitanas, de ellas habían capturado a más de ochocientos hombres y muerto gran cantidad, entre ellos el cabo de las galeras de Sicilia, don Francisco Gutiérrez de Velasco Gutiérrez.

Pero no había terminado la suerte, ya que al anochecer se levantaron los prisioneros españoles, quienes consiguiendo retomar a la galera patrona de España, con la que arrumbaron al puerto de Génova, al saber lo que ocurría en su nave capitanas, los que iban presos en la Santa Marta siguieron sus pasos y se apoderaron de ella, pero en ésta por ser mayoría los forzados norteafricanos, arrumbaron a su tierra, mientras que a la capitana de Sicilia se le partió el cable de remolque y por efecto de las corriente más su mal estado fue arrastrada hasta quedar varada en la playa.

Los franceses en el combate habían perdido a dos de ellas que se fueron a pique, por lo que en total ellos perdieron cinco y nosotros igual número, si la que se fue a tierras norteafricanas se hubiera podido evitar y unido en Génova al resto, el combate se hubiera ganado, pero las dos escuadras cada una se quedó con tres de la contraria.

La dureza del combate, nos las da las cifras de bajas, que son diferentes según las fuentes, pero por un término medio, se puede cifrar en algo más de dos mil muertos entre las dos escuadras y otros cuatro mil heridos en total. Estas cifras hablan por sí solas de lo que debió de pasar en este encuentro naval. Como referencia final, hubo galera que tuvo más de doscientas bajas, lo que significa que prácticamente todos incluidos remeros estaban heridos o muertos.

Un parte enviado al Monarca nos da una idea de lo sucedido: « Murieron 4.500 franceses soldados, y entre ellos número excesivo de monsieures y personas de calidad de la Provenza; de los nuestros faltaron 1.400 entre soldados y esclavos; salieron heridos el cabo D. Juan de Orellana y D. Alonso Pérez de los Ríos; mataron dos capitanes de las galeras de España; cautivaron á Miguel del Barrio, capitán de la Santa María; murió D. Rodrigo de Velasco, cabo de las de Sicilia; D. Cristóbal de Heredia y un maestre de campo; quedando 450 españoles y franceses heridos, que reconocieron curándose en Génova, habiendo llevado allá por prisioneros estos últimos. Suplióse lo que nos tomaron con los que les ganamos; pero el destrozo de la gente fue notable, y parece que no se juntaron allí sino á deshacerse, instigados del odio y la emulación envejecida de ambas naciones. Sin embargo, fue mayor la pérdida de su gente, y con particularidad en personas nobles, que es mucho de ponderar, porque hubo galera de las suyas que no pudo (¿quedó?) con 12 hombres »

Posteriormente se le dio el mando de la escuadra de galeras del reino de Nápoles, recibiendo la orden de acudir a las costas, del Mediterráneo norte de la península, cuando en el año de 1640 se produjo una sublevación en estas tierras.

Aquí se le pierde la pista a este general español, pues ya no hay más datos sobre él, desconociéndose sus posteriores acciones, si es que las hubo y su fecha de fallecimiento.

Pero como siempre decimos, la Historia Naval de España es tan sumamente rica, que ni siquiera conocemos a quienes nos hicieron tan grandes y para enmendar esta dejadez, aquí estamos unos pocos para intentar dejar constancia fehaciente de ello, aunque solo sean unos trazos de toda una vida.

Además de que ellos, suelen quedar en un anonimato casi total, lo que sencillamente nos parece un mal pago a tanto sacrifico, valor y heroísmo, con el que mantuvieron unas fuerzas a veces inútiles, pero nunca dieron por perdida la ocasión, para demostrar que lo hacían por algo que a nada suena hoy.

¡Honor de sentirse español!

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957, Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.

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