Perez de Alderete y de Camas, Juan Manuel Biografia

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Juan Manuel Pérez de Alderete y de Camas


Brigadier.

II Marqués de Casinas.

Caballero de la Militar Orden de Santiago.


El 28 de diciembre de 1705 vino al mundo en Cádiz, siendo sus padres don Gabriel Pérez de Alderete, I primer marqués de Casinas y doña María Jerónima de Camas y Castilla. El 31 de marzo de 1720 sentó plaza de guardiamarina en la compañía del Departamento de Cádiz, por la Carta orden recibida para su ingreso. No hay número de expediente, siendo el 329 de la obra de Válgoma, pero inscrito con la filiación de Juan de Alderete y de Castilla. Se casó con doña Francisca de Morales Maldonado y Gamaza, de ella al menos tuvo dos hijos; Gabriel Pérez de Alderete Morales, nacido en Cádiz en 1727 sentando plaza en la Compañía de Cádiz el 28 de mayo de 1744. Expediente N.º 438. Y Juan Manuel Pérez de Alderete y Morales, nacido en Cádiz en 1737, sentando plaza en la misma Compañía el 3 de noviembre de 1750. Expediente N.º 523. Damos toda esta información, pues teníamos dudas de quien era el II marqués de Casinas, puesto que por Pérez de Alderete no se le encontraba, de ahí salieron los hijos, quienes nos confirman que el padre y II marqués es el biografiado.

Al aprobar los primeros exámenes le ordenaron embarcar para las prácticas de mar, asistió en 1720 al socorro de Ceuta en él ya demostró su valor, pasando posteriormente a realizar el corso en el Mediterráneo, hasta que en una de sus arribadas se le volvió a examinar, pasando con satisfacción el examen y por ello se le entregaron sus primeros galones de alférez de fragata el 19 de septiembre de 1727. En 1731 embarcó en la escuadra al mando del marqués de Mari, zarpando del puerto de Barcelona el 17 de octubre, arribando a Liorna donde desembarcó el ejército, terminando la campaña al conquistar a los imperiales la Toscana, Parma y Plasencia para el infante de España don Carlos, regresando a la bahía de Cádiz el 18 de diciembre siguiente. En 1732 embarcó en la escuadra del general don Francisco Cornejo, en la expedición formada para la conquista de Orán y Mazalquivir, zarpando del puerto de Alicante el 15 de junio donde otra vez demostró su valía, desembarcando el ejército el 24 siguiente, al terminar con la victoria regresó parte de la escuadra a Cádiz el 2 de septiembre seguido. Se le ordenó embarcar en la expedición al mando de don Miguel de Sada conde de Clavijo, compuesta por dieciséis navíos para dar escolta a un gran convoy cargado con veinticinco mil hombres al mando del duque de Montemar y como segundo el marqués de Santa Cruz de Marcenado, con destino a la reconquista del reino de Nápoles para el Infante don Carlos, dándose el caso que iban de oficiales subordinados, don Juan José Navarro y como guardiamarina en prácticas don Jorge Juan, zarpando el 4 de diciembre de 1733 de Barcelona. Al quedar dominada la situación, se quedó parte del ejército en aquel reino y parte de la escuadra regresó al puerto de salida a finales de mayo de 1734.

Realizó dos tornaviajes a Tierra Firme, Veracruz y la Habana, transportando azogues y regresando con los caudales para la Real Hacienda y los frutos de la tierra de particulares, se le ordenó desembarcar siendo destinado al mismo Departamento, donde se encontraba cuando le fue entregada la Real orden del 20 de octubre de 1739, notificándole su ascenso al grado de teniente de navío, pero no había sido nada fácil, pues en el último año embarcado realizó veintidós campañas de mar, siendo en sí casi un record. (Obsérvese, que los grados en esa primera época de la Real Armada, se pasaba directamente de la Compañía a ostentar el de alférez de fragata, pero a él se le concede el de teniente de navío, de ahí que el ascenso se retrasara tanto de uno a otro, pues estuvo doce años y un mes con el de alférez de fragata.) Se encontraba en la Habana a bordo de uno de los buques del mando del general don Rodrigo de Torres, cuando llegó la noticia de la toma por los británicos de unas posiciones al norte de La Florida en el territorio de Georgia, pidió permiso a su general quien se lo concedió, poniéndose al frente de cincuenta hombres, zarpando de la Habana el 10 de junio de 1742, al llegar se turnaron sus fuerzas con los granaderos, hasta conseguir tomar el puerto de Gualquími, en la colonia de San Simón, continuando su avance desalojándolos de todos los fuertes levantados, pasando a pegarle fuego siendo completamente arrasados y devueltos a su territorio, en todos estos combate se distinguió notablemente.

A don Pedro Mesía de la Cerda se le otorgó el mando del navío Glorioso, haciendo honor a su nombre sería muy bien recordado por su gesta. Como Segundo iba el capitán de fragata don José de Rojas Recaño y los tenientes de navío don Juan Manuel Pérez de Alderete como jefe de la primera batería y don José Francisco de San Vicente de la segunda. Zarpó con rumbo a Veracruz a embarcar caudales, a su regreso encontrándose sobre las islas Terceras al amanecer del 25 de julio de 1747, divisaron un convoy británico dándole escolta un navío, una fragata y un bergantín, al ver que la escolta era superior don Pedro se desentendió porque su misión principal era desembarcar a salvo los caudales, el navío español era del porte de 70 cañones, los británicos eran el Warwick de 60 cañones, la fragata Lark de 40 cañones y un bergantín de 20 cañones, quienes al ver la inferioridad del español se pusieron a rumbo para darle caza, llegó primero la fragata sobre las nueve de la noche, al colocarse en la banda el Glorioso abrió fuego y salió muy mal parada perdiendo parte de su arboladura, obligándole a abandonar el combate, continuando el navío español su rumbo forzando vela, mientras el británico hacía lo mismo, dándole alcance un tiempo después manteniendo el enfrentamiento hasta las tres y media de la madrugada del 26, momento en que el buque británico acortó velas dejando ir al español por haber sufrido muchas y graves averías. De esta parte del combate, don Pedro escribió en su parte: «Los muertos que he tenido durante la función han sido tres hombres de mar y dos pasajeros llamados don Pedro Ignacio de Urquina y Juan Pérez Veas; heridos leves 1º y 2º condestables; de la brigada Infantería, han sido diez, pero solo uno de cuidado los demás leves; artilleros, marineros y grumetes veintinueve, de los que seis son graves y los demás de muy poco cuidado. Se han disparado 406 cañonazos de a 24; 420 de a 18; 180 de a 8: 4400 cartuchos de fusil.»

Los españoles muy contentos se daban por bien llegados a Corcubión, pero se truncó la alegría al estar como a nueve leguas del puerto, con niebla cerrada impidiendo ver a más de dos cables, cuando de pronto aparecieron a muy corta distancia el navío de 50 cañones Oxford, la fragata de 24 cañones Soreham y el bergantín de 20 cañones Falcon, de la escuadra del almirante John Bing, era el 14 de agosto, quienes al descubrirlo le dieron caza sucediendo lo mismo que la vez anterior, el combate duro tres horas, aumentando las bajas por parte del español y sobre todo de los británicos, pero ya libre aunque en muy mal estado arribó a puerto al amanecer del 15 siguiente. Comenzando inmediatamente a poner a salvo los caudales y al mismo tiempo, los carpinteros y calafates taponaron los agujeros más cercanos a flor de agua y se repararon las averías principales, el bauprés que había sido arrancado y varias vergas, así como reforzar ligados los tres palos, quedando listo para hacerse a la mar de nuevo, el 10 de octubre con la intención de arribar a Ferrol, pero los vientos contrarios se lo impidieron, dando la orden don Pedro de virar al Sur y hacerlo sobre la bahía de Cádiz. Navegó sin grandes problemas, separándose de la costa de Portugal por ser un país en la práctica tomado por el Reino Unido, de hecho una escuadra tenía su base en Lisboa, hasta que el 17 justo cuando iban a doblar el cabo de San Vicente, allí se encontró de nuevo con una fuerza de fragatas corsarias que por los nombres de sus buques se le conocía como la Royal Family, siendo las King George, Prince Frederick, Duke y Princess Amelia, al mando del comodoro George Walker, en el momento del avistamiento el viento cayó quedándose a alguna distancia pero viéndose perfectamente, aunque sin poderse mover ninguno, sobre las cinco de la madrugada se levantó un viento de N., siendo la insignia británica la que atacó primero, llegando a tiro sobre las ocho de la mañana, dejaron llegar a la King George y con tino espectacular a los primeros disparos del Glorioso el palo mayor de la fragata cayó al mar, siendo sustituida por la Prince Frederick, pero el navío español optó por separase pues estaba tocado, está actitud envalentonó a los británicos, por ello poco después se incorporó la Princess Amelia, contra su parecer no tuvo otra opción que continuar el combate y un poco después se añadió el navío Darmouth (de la escuadra del almirante John Bing) del porte de 50 cañones, pero de pronto entre el cruce de disparos de los tres contra uno, el navío por un incendio producido por algún proyectil que al parecer llevaba el taco incendiado alcanzó su santabárbara, saltando por los aires con la natural sorpresa de todos los presentes.

El Glorioso acosado por las dos fragatas y un recién llegado, el navío Russell (según fuentes lo da de 80 cañones y otras de 92, en todo caso era un tres baterías o puentes) el cual por su mayor altura arrasaba la cubierta del español causando muchas bajas, a pesar de ello el combate se alargó hasta las doce de la noche, hora en que el navío español se había quedado sin pólvora ni proyectiles, esto convenció a don Pedro que alargar la rendición solo era tener más bajas innecesarias, por ello ordenó arriar el pabellón español e izar la bandera de rendición, siendo abordado por una dotación de presa y la española trasbordada a las fragatas King George y Prince Frederick, siendo todos transportados a Lisboa. El navío español sufrió treinta y tres muertos y ciento treinta heridos, el número de los británicos como siempre desconocido, solo se saben los del navío Russell que hablan por sí solas de lo que habría pasado en el resto, eso a pesar de ser muy superior a los suyos y al español, teniendo ochenta heridos y muertos, seguros entre los últimos su primer teniente y el primero y segundo contramaestres. El Glorioso se había enfrentado sucesivamente y casi sin reposo contra cuatro navíos y siete fragatas, siendo el resultado: un navío y una fragata hundidos y el resto seriamente averiados, esto en números redondos significa haberse enfrentado a una verdadera escuadra enemiga, produciendo pérdidas y daños, en proporción fuera de toda lógica nada rentables para la Marina Real británica y los armadores en corso, de ahí las consecuencias pagadas por sus mandos.


Por la demostración de valor hasta el mismo limite de resistencia, el Rey los ascendió a todos un grado por un Real despacho del 19 de septiembre, el cual entre otras cosas dice: «…por la gloria y honor con que sostuvo el navío Glorioso, en que venia embarcado, el pabellon nacional en los combates expresados, viniendo de Veracruz con un riquísimo registro de caudales de la Real Hacienda y de particulares, que se aseguraron en la ria de Corcubión, una de las de la costa de Galicia…» En el caso de don Juan Manuel le significó obtener el grado de capitán de fragata.

En 1751 recibió la orden de embarcar en el navío Dragón, de 64 cañones, al mando de don Pedro Stuard, como Segundo don Juan Ignacio de Salaverría, en conserva con el América, de 64, al mando de don Luis de Córdoba y como Segundo don Juan Manuel Pérez de Alderete, estando ambos al mando de don Pedro Stuard, el 28 de noviembre encontrándose en aguas del Cabo de San Vicente divisaron dos velas, al acortar distancias se distinguió el pabellón siendo el Danzik, de 60 cañones, capitana de Argel y el Castillo Nuevo, de 54, entablando un combate que duró cuatro días, al principio, el Castillo Nuevo aprovechando ser cubierto por su capitana logró ponerse a salvo, el combate tuvo una duración real de treinta horas a lo largo de los cuatro días, porque don Pedro era conocedor del mayor poder de la artillería montada en los buques españoles, limitándose a un constante bombardeo que los enemigos sí recibían, pero sus proyectiles no llegaban con suficiente fuerza a los suyos, el 1 de diciembre la capitana de Argel ya no podía responder al fuego, siendo apresado, al abordar los españoles el Danzik se dieron cuenta se iba al fondo, pero para adelantar el proceso una vez trasbordados los prisioneros se le pego fuego. Las bajas por parte argelina fueron ciento noventa y cuatro muertos; heridos: noventa, entre ellos el arráez y tres oficiales, más seis renegados, los prisioneros: doscientos treinta. Por parte española, entre muertos y heridos veinticinco, siendo liberados cincuenta cautivos cristianos, en su mayoría de procedencia bátava.

Al ser notificado el Rey de esta victoria tuvo una grata consecuencia, por esta razón firmó una Real orden diciendo: «He leído al Rey, y oido S. M. con mucha satisfacción, la relación que V.E. acompaña con carta de 19 del corriente, del combate que tuvo con gloria de las armas reales D. Pedro Stuard y Portugal, con dos navíos de su cargo, Dragón y América, sobre el cabo de San Vicente, con la capitana y almiranta argelina, habiendo logrado poner en fuga este ultimo bajel, bien maltratado, y perder la capitana enemiga haciendo cautiva la mayor parte de la tripulación y guarnición. Y enterado S. M. muy al por menor de todos las circunstancias de tan bizarra función y del valor y acertada conducta con que han peleado y maniobrado D. Pedro Stuard y Portugal, D. Luis de Córdoba, y a su ejemplo, los oficiales, guardias marinas, tripulaciones y guarniciones, ha resuelto S. M., que V. E. manifieste a todos su real agrado, y a D. Pedro Stuard, que S. M. le ha promovido a jefe de escuadra, y a capitán de navío al marqués de Casinas y a D. Juan Ignacio Salaverría, segundos de los expresados navíos, y ha concedido a D. Luis de Córdova la encomienda de Vetera en la orden de Calatrava. Asimismo, ha resuelto S. M., se gratifique a las tripulaciones y guarniciones de ambos bajeles (exclusos oficiales mayores y guardia marinas) con el importe de una paga de sus respectivos sueldos; que a los que han muerto en el combate o después de él, de resultas de las heridas, si eran casados, se asista a las viudas con las dos terceras partes del sueldo que gozaban los maridos, y que a los heridos que quedasen imposibilitados de servir, se les asista con sueldo de inválidos en cualquier parte que lo quieran disfrutar. Madrid 25 de Diciembre de 1751. — El Marqués de la Ensenada. — Sr. Marqués de la Victoria.»

Pasado un tiempo se le otorgaron sucesivamente varios mandos de navíos, con ellos siempre o casi estuvo en la mar cumpliendo diferentes comisiones, sobre todo transportando hombres y materiales a los presidios norteafricanos, así como a las islas Baleares y Canarias, hasta suceder en 1758 el fallecimiento de su padre heredando el título de marqués de Casinas, dándosele una licencia en señal de duelo. Al reincorporarse se le otorgó el mando del navío Rayo, volviendo a hacer una serie de trasbordos, pues sucesivamente pasó a mandar el Europa, Reina, Diligente, Fénix, Héctor y Dragón, estando al mando de éste, sin tener el grado suficiente se le añadieron a sus órdenes, el Astuto y Glorioso con las fragatas Juno y Soledad, para dar escolta a un convoy de buques particulares y tres fletados por la Armada, para transportar un ejército al mando del teniente general don Juan de Villalva, zarpando de la bahía de Cádiz en 1764 con rumbo a Veracruz, donde desembarcó la tropa y toda su impedimenta, en el mismo puerto se le cargaron caudales zarpando con rumo a la Habana, donde se le volvió a cargar con más y las especies que tanto valor tenían en Europa, regresando en agosto de 1765 a la bahía de Cádiz.

El mismo día que se creó el grado de brigadier en la Armada, por la misma Real orden del 20 de diciembre de 1773, fue uno de los cuarenta capitanes de navío ascendidos al grado superior, por su larga trayectoria y siempre con un excelente comportamiento, don Carlos III lo nombró vocal de la Junta de la Dirección General de la Armada. Caso casi único con el grado por él ostentado

Falleció en la isla de León el 5 de enero de 1786. A pesar de ser un gran marino no llegó muy alto en su carrera, pues años si vivió, contaba al fallecer con ochenta y uno, y ocho días de edad.
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