Perez de Grandallana y Angulo, Francisco Simon Biografia

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Francisco Simón Pérez de Grandallana y Angulo Biografía


 Retrato al oleo de don Francisco Simón Pérez de Gandallana.
Francisco Simón Pérez de Gandallana.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


Jefe de escuadra de la Real Armada Española.

Caballero Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando de 1ª clase. Dos concedidas.

Comendador ordinario y Placa de comendador de número de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.


Contenido

Orígenes

Vino al mundo en la ciudad de Jerez de la Frontera el día 24 de marzo del año 1816.

Hoja de Servicios

En el año de 1824 se refundieron las tres compañías de Guardiamarinas en un Colegio, el cual debía de establecerse en la población de Puerto Real, pero se decidió trasladarlo a La Carraca, a pesar de ser un establecimiento de la Armada no se pudo poner en marcha. En el año de 1828 se suprimió el Colegio y se dio libertad de enseñanza, para luego pasar un examen por una Junta de Jefes de la Armada, quienes al dar el Vº Bº se producía el ingreso en la Corporación. No era fácil superarlo, porque en los exámenes las exigencias eran las justas y conformes a lo que requería la profesión, fue una época muy dura pues dada la libertad de estudio los jueces de las pruebas eran implacables en su aplicación, no perdonando ningún error por nimio que fuera.

En el año 1837, por falta de recursos el Colegio de La Carraca seguía sin poderse abrir, el Ministro de Marina don Francisco Javier de Ulloa, intentó se habilitara el Colegio de San Telmo de Sevilla para tal cometido, pues mucha falta hacía a la Corporación, pero tuvo que abandonar el Ministerio por los vaivenes de la política, razón que le impidió se llevara a buen término. Pasando de esta forma veintiún años en los cuales no hubo academia, ni colegio, ni compañía de guardiamarinas, siendo libre la preparación de todos los aspirantes, viviendo en «casas de confianza» e ingresando al aprobar el examen de la Junta de Jefes, llegando el año 1845 en que por fin se abrió la Escuela Naval Militar en San Carlos. Por esta razón no hay expedientes de estos años.

Justo en este largo espacio de tiempo se presentó a examen Francisco Simón, haciéndolo en el año 1832 pasándolo sin problemas en el plano teórico, pues el práctico se realizaba pisando las cubiertas de los buques de Armada.

Su primer embarque lo hizo en el bergantín Relámpago, realizando sus primeras prácticas de mar, pasando a su término de nuevo a los estudios y exámenes, en el año 1834 se le ascendió a Guardiamarina permaneciendo hasta el año 1836, dadas las necesidades de la guerra del Norte se le habilita de oficial (alférez de navío) siéndole otorgado el mando de la trincadura Cristina, participando los días 11 y 12 de julio del año 1836 en la toma de Fuenterrabía, a continuación participó en los sitios de Guetaria y Zarauz, demostrando su valor especialmente en el puerto de Ondárroa al entrar y capturar al queche Jeune Marie el día 7 de agosto del año 1836, a pesar del fuego que recibía siéndole concedida después del juicio contradictorio la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando de 1ª clase, por Real orden del día 2 de noviembre del año 1839. (Obsérvese que la concesión de esta primera Cruz de San Fernando, se le concede como si fuera la segunda, a pesar de suceder los hechos unos meses antes a las acciones de la primera.)

Se le otorgó el mando de la trincadura Vizcaya, participando el día 24 de diciembre del año 1836 en el asalto del puente de Luchana y en el tercer sitio de Bilbao, por su valor, el día 24 de febrero del año 1837 se le concedió la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando de 1ª clase, permaneciendo en las aguas del Cantábrico hasta el año 1840.

Por todo ello ascendió muy rápidamente, pues por Real orden del mes de noviembre del año 1841 se le asciende al grado de teniente de navío, siendo destinado al apostadero de la Habana, permaneciendo en estas aguas en diferentes buques, siempre en la comisión de guardacostas.

Por Real orden del mes de agosto del año 1846 se le asciende al grado de capitán de fragata, siéndole otorgado el mando de la goleta Isabel II, cuando en ésta se produjo una sublevación de la dotación, por la persistente deuda del erario con las dotaciones de la Armada, ante esto no olvidando que primero está el deber, consiguió apaciguar a la gente y para evitar pensaran ir a más comenzó a dar órdenes, realizando varias salidas al mar logrando a los pocos días se dirigieran las energías a su destino, regresando todos a la obediencia debida; por este acto de autentica energía, valor, diligencia y sobre todo prudencia con mucho tacto, recibió las gracias por Real orden, en el año 1847 se otorgó el mando bergantín-goleta Villavicencio, destinado en San Juan de Puerto Rico.

En el puerto de Barcelona se estaba formando una expedición al mando del brigadier Bustillo, compuesta por la fragata Cortés, corbetas Villa de Bilbao, Ferrolana y Mazarredo, bergantín Volador y los vapores Castilla, Colón y Blasco de Garay, que transportaban a las fuerzas del ejército, estando aliada a Francia y Nápoles, para concurrir a proteger los bienes terrenales del Papa Pío IX, zarpando a su rumbo el día 7 de enero del año 1849.

Grandallana iba en ella (no se sabe en condición de qué), a su arribada y tranquilizados los intentos de asalto a la ciudad del Vaticano, la expedición zarpó el día 4 de mayo del año 1849, tomando parte en la toma de Terracina, pasando después a Nápoles, Gaeta y Porto D’Auro, donde se realizaron maniobras de demostración de fuerza, contribuyendo muy eficazmente a que se alcanzara la paz evitándose derramamiento de sangre innecesario. El Sumo Pontífice le concedió la Cruz de comendador de la orden de San Gregorio, como a todos los mandos que en su auxilio acudieron.

Encontrándose en la expedición se le otorgó el mando del vapor Pizarro por Real orden del día 22 de julio del año 1849, participando en el transporte de las tropas a la península, al terminar la comisión entregó el mando.

Por Real orden del día 20 de diciembre del año 1851 fue ascendido al grado de capitán de navío, permaneciendo destinado en su Departamento, hasta llegarle la Real orden del día 15 de mayo del año 1852, siéndole otorgado de nuevo el mando del vapor Pizarro, pasando a la Habana por encontrase, realizó diferentes comisiones siempre en vigilancia del contrabando.

En la isla de Cuba, fue destinado a la comisión de guardacostas pues siendo un vapor ya era independiente de los vientos, a pesar de no tener una gran velocidad esta cualidad le daba la oportunidad de atacar a cualquier enemigo, aunque los vientos no le fueran favorables, pero lo hacía más dependiente de las arribadas a puerto para abastecerse de carbón, obligándole a ir de uno a otro y aprovechar sirviera como descanso de la dotación, a principios del año de 1854 arrumbo al puerto de Mariel, cuando por una falta de cartas náuticas embarrancó en la Punta Maysi, de la cual pudo salir por sus propios medios y arribar a la Habana. [1]

Entre los años de 1856 a 1858 fue destinado como capitán del puerto de Cádiz, desempeñando con su alta consideración y buen trato una inmejorable labor, pero no perdió el tiempo, pues el mismo año de su nuevo destino se presentó a las elecciones siendo elegido Diputado a Cortes por la jurisdicción de Jerez de la Frontera, puesto que repitió hasta el año 1863. En el año 1860 por Real orden del día 30 de marzo fue ascendido al grado de brigadier.

En éste último año al dejar el puesto político, se le destinó como capitán del puerto de Sevilla, permaneciendo en este destino hasta el año 1864 por ser nombrado segundo jefe del apostadero de la Habana, permaneciendo en éste puesto hasta finales del año siguiente, al recibir la orden de regresar a la península.

En el año 1866 fue ascendido a jefe de escuadra, siendo nombrado comandante general del Arsenal de Ferrol, como siempre desempeñó con su celo acostumbrado, hasta serle declarada una grave enfermedad obligándole a retirarse, después de largos y valiosos servicios, prestados a la Armada y a España.

Le sobrevino el óbito en su casa de jerez de la Frontera el día 22 de septiembre del año 1868.

Siendo uno de los pocos que poseyó la mayor parte de las cruces y condecoraciones que se podían obtener en la época, entre ellas y como muestra: Comendador ordinario y Placa de comendador de número de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III; Cruz de Caballero de la Real Orden Americana de Isabel la Católica; dos Cruces de la Real y Militar Orden de San Fernando de 1ª clase; Cruz de la Marina de Diadema Real; Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo; Cruz de la Orden de San Gregorio Magno; Cruz de Liberadores del tercer Sitio de Bilbao; Medalla de San Sebastián; Medalla de Restauración del Solio Pontificio y Medalla de Irún.

Notas:

  1. En gran cantidad de obras se da como perdido al Pizarro en la fecha de su embarrancamiento anterior, incluso hace muchos años en torno a la década de los 60, hubo una discusión en la Revista General de Marina al respecto, encabezada por don Rafael González Echegaray como defensor de ser cierto. Pero al parecer fue una pérdida inventada o tergiversada, pues en el librito (no llega a 70 páginas que se menciona en la bibliografía) dice textualmente:
    «El vapor de ruedas Pizarro, del porte de seis cañones, fuerza de 350 caballos indicados y 1080 toneladas de desplazamiento, era en la época de su naufragio (1878) un buque madaro (madero), en aparente buen estado por la sanidad que acusaba el maderamen de su obra viva. Fue construido en el Arsenal de la Carraca con las más excelentes maderas de roble, álamo, cedro, pino y sabicú. Salió á navegar por primera vez el 29 de junio de 1851. La solidez de su obra quedó probada en la terrible varada que sufrió en la Punta Maysi (Cuba) al comenzar el año de 1854. Largó la zapata y la mayor parte de la quilla, desprendiéndose los tablones de aparadura, magullados á manera de filamentos, por los tremendos golpes que dio contra el fondo de piedra. No fueron suficientes tan violentas concusiones para destrozarlo completamente; salió de la grave embarrancada y pudo ir sin ayuda á la Habana, sostenido tan sólo por la buena unión y calafateo de sus ligazones y tablonería del aforro interior»

Bibliografía:

Ceballos-Escalera y Gila, Alfonso de. Vizconde de Ayala, Ceballos-Escalera y Gila, Luis de, y Madueño y Galán, José María.: Los Marinos en la Orden de San Fernando. Ministerio de Defensa. Madrid, 2011.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 43. 1921. página 679.

Estado General de la Armada para el año de 1835.

Estado General de la Armada para el año de 1846.

Estado General de la Armada para el año de 1847.

Estado General de la Armada para el año de 1849.

Estado General de la Armada para el año de 1853.

Estado General de la Armada para el año de 1859.

Estado General de la Armada para el año de 1866.

González de Canales y López-Obrero, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

Lazaga, Joaquín Mª.: El naufragio del Pizarro. (Recuerdos de mi vida de mar) Carta abierta de don Manuel de Saralegui y Medina. Madrid. 1903.

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