Rodriguez de Valcarcel y Monsalve, Antonio Biografia

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Antonio Rodríguez de Valcárcel y Monsalve Biografía


Retrato al oleo de Antonio Rodríguez de Valcárcel.
Antonio Rodríguez de Valcárcel.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


Teniente general de la Real Armada Española.

Cruz de caballero de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.

Orígenes

Vino al mundo en la ciudad de Sevilla, el 9 de agosto de 1702, siendo sus padres el marqués de Medina, 24 de Sevilla y de su esposa, doña María Rosa Monsalve.

Hoja de Servicios

El 19 de marzo de 1718, sentó plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz. Sin número de expediente, siendo el 244 de la obra de Válgoma.

Pasó embarcado a la escuadra del general don Carlos Grillo, con la que participó en el socorro definitivo a la ciudad de Ceuta, que venía soportando un asedio desde el año de 1696, para solucionar el problema, el Rey dio orden de llevar la tranquilidad también a la fortaleza de Ceuta, para ello en los puertos de Málaga, Tarifa y Cádiz, se reunió un ejército de dieciséis mil hombre, entregándole el mando al marqués de Lede, incorporándose las galeras de España al mando de don Miguel Reggio, para poder efectuar el desembarco, se realizó una maniobra de distracción, consistiendo en hacer un desembarco en la retaguardia del enemigo, el cual prestó menos atención al asedio y se encararon a los recién desembarcados, en cuyo momento salió de la plaza el ejército siendo cogidos entre dos fuegos lo inesperado de esta acción dio al traste con los sitiadores, que se desperdigaron en su huida en dirección a Tánger y Tetuán, en el desembarco participó don Antonio siendo su bautismo de fuego.

El ataque tuvo lugar el 15 de noviembre de 1720. El mando español tenía previsto, que si esto sucedía se explotaría el éxito hasta conseguir tomar la ciudad de Tánger, acción que se comenzó y era cosa casi fácil por lo desordenado de la huida, pero surgieron los británicos, que al ver la maniobra, no la aceptaron como viable para sus intereses y amenazaron con destruir a la flota española si se llevaba a término, así el general al mando ordenó que se paralizase la ofensiva. No en balde ellos ya en el tratado de Utrech pretenden que España aparte de reconocer a Gibraltar como suya, lo hiciera también con Ceuta, de ahí la negativa y el apoyo que habían brindado a los moros para que conquistaran la plaza tan ansiada por los británicos.

Le siguió una serie de trasbordos a diferentes buques, realizando navegaciones por el océano Atlántico y Mediterráneo, entre los de Indias visitó los puertos de Buenos Aires y Montevideo, en los que adquirió una gran experiencia náutica, práctica y científica, regresando a aguas peninsulares donde estuvo en diferentes comisiones, así como los típicos cruceros sobre las costas norteafricanas, en los que en varias ocasiones entró en combate contra los corsarios berberiscos, al regreso de uno de ellos se le llamó para pasar el examen final, el que aprobó y se le entregaron los galones de alférez de fragata el 1 de octubre de 1728.

Permaneció en estos cruceros porque eran una buena forma de ir aprendiendo de la mar y de su guerra, hasta que se organizó la expedición contra Orán, recibiendo la orden de incorporarse al mando de un navío en la escuadra al mando del teniente general don Francisco Cornejo, quien arboló su insignia en el San Felipe, zarpando con rumbo al puerto de Alicante arribando el 18 de mayo de 1732.

La escuadra quedó compuesta por once navíos, dos bombardas, siete galeras, dos galeotas y cuatro bergantines, para dar escolta a ciento nueve buques distintos de transporte, cincuenta fragatas, cuarenta y ocho pingues, noventa y siete saetías, ciento sesenta y una tartanas, veinte balandras, ocho paquebotes, cuatro urcas, dos polacras, dos gabarras, veintiséis galeotas y cincuenta y siete buques menores, en total iban veintiséis buques de guerra y quinientos ochenta y cuatro mercantes, siendo quizás la mayor concentración naval del siglo XVIII.

En los mercantes se transportaba un ejército de veintiséis mil hombres, la artillería compuesta por: 60 piezas de á 24, 20 de á 16, 12 de á 12 y 6 de á 8, más 20 morteros de á 18 pulgadas y 40 de á 12, para poder ser transportadas todas estas piezas se llevaron ciento cuarenta mulos y ciento cincuenta acémilas con sus conductores, al mando del duque de Montemar.

Comenzaron a zarpar del puerto de Alicante el 15 de junio, arribando a Mazalquivir el 23, pero algo cansados por la tormenta que habían tenido que sortear, decidió el general Cornejo que esa noche la pasaran a bordo, siendo al día siguiente cuando comenzó el desembarco en la playa de La Aguada a un legua y media de Mazalquivir, fue tan rápida la acción que en el primer desembarco se dejaron a tres mil hombres y la caballería de frisa en la playa, los cuales se pusieron a trabajar levantando una fuerte estacada, al medio día siguiente todo el ejército estaba ya en la playa.

Los moros intentaron romper la línea atacando con su caballería por las alas, pero en estas zonas estaban las galeras y las fragatas, su fuego les hizo imposible envolver la línea española, si algún grupo lo hacía se encontraba de cara con la caballería española, siendo vencidos los enemigos siempre que lo intentaron, decidiendo no atacarles más, lo que se aprovechó para desembarcar los víveres, repuestos de pólvora y proyectiles, quedando perfectamente compuestos y organizados los efectivos desembarcados.

Quedando libres de movimiento avanzaron sobre Orán, pero la huida de los restos de su caballería arrastró a la infantería de la plaza a seguir su camino, por lo que al llegar las tropas españolas las puertas de la ciudad estaban abiertas, siendo tomada sin resistencia, al asegurar está plaza se dirigieron a Mazalquivir, aquí si se defendieron, pero el general Cornejo ordenó a dos navíos que se acercaran a la fortaleza, la cual soportó por un tiempo el bombardeo, pero dada la cercanía los grandes cañones le hacían mucho daño, llegando a ir derruyendo y desprendiéndose a trozos la muralla, razón que les llevó a enarbolar la bandera blanca. Se procedió a reparar lo destruido, se dejó una guarnición para su protección, la escuadra regresó a Alicante, de donde algunos buques salieron con rumbo a Barcelona, en uno de ellos iba don Antonio.

A su llegada a la Ciudad Condal le fue entregada la Real orden del 20 de septiembre de 1732, por la que era ascendido al grado de alférez de navío.

Al mismo tiempo se le ordenó unirse a la nueva expedición al mando del conde de Clavijo, compuesta por dieciséis navíos para dar escolta a un gran convoy cargado con veinticinco mil hombres al mando del duque de Montemar y como segundo el marqués de Santa Cruz de Marcenado, con destino a la reconquista del reino de Nápoles para el Infante don Carlos, dándose el caso que iban de oficiales subordinados, don Juan José Navarro y don Antonio, como guardiamarina en prácticas iba a bordo don Jorge Juan, zarpando el 4 de diciembre de 1733. Al quedar dominada la situación, se quedó parte del ejército en aquel reino y la escuadra regresó al puerto de salida a finales del mes de mayo de 1734.

A don Antonio se le destinó a quedarse un tiempo más, hasta que se le dió al orden de abordar uno de los navíos al mando de don Gabriel Pérez de Alderete estando al mando de los navíos Princesa y Conquistador, quien había a su vez recibido la orden de regresar a Cádiz, al ir entrando en el Estrecho el 6 de octubre descubrió a tres jabeques de la regencia de Argel, por su mayor porte no era lógico que pudiera darles alcance, pero lo hizo y de resultas del combate dos salieron mal parados consiguiendo alejarse, quedando uno armado con 16 cañones que fue apresado, entrando con él a remolque en la bahía de Cádiz.

Por Real orden del 29 de agosto de 1737, se le ascendió al grado de teniente de fragata, con este cargo se le destino para dar escolta a una Flota de Indias, la cual realizó el ya conocido derrotero, para desembarcar azogues y embarcar el situado, regresando con caudales a la bahía de Cádiz donde quedó destinado en el mismo Departamento.

Se le ascendió por Real orden del 28 de agosto de 1740 al grado de teniente de navío, recibiendo la orden de embarcar en uno de los buques de la escuadra del general don Juan José Navarro, realizando cruceros por el Mediterráneo en busca de corsarios berberiscos.

Abandonando estos cruceros y hacerse llegar a Ferrol, por estar éste puerto bloqueado por una escuadra británica, pero al llegar la española la enemiga había abandonado la zona, incorporándose una navío y una fragata, con los que regresaron a la bahía de Cádiz, perseguidos por otra escuadra británica al mando del almirante Haddock, que bloqueó la bahía de Cádiz, pero un fuerte temporal obligó al almirante británico a buscar refugio en Gibraltar, momento que aprovechó don Juan José Navarro para hacerse a la mar, al pasar por el peñón fue visto por el almirante Haddock, quien ordenó hacerse a la mar, pero perdió un tiempo precioso que permitió a don Juan José llegar a Cartagena, cuando la escuadra enemiga estaba ya muy cerca, en ese momento comenzó a salir la francesa al mando De Court de la Bruyère que debía proteger a la española, ante la superioridad de los aliados el británico optó por dejar parte de sus fragatas para vigilar y con el resto puso rumbo a Mahón.

Arribaron a Barcelona y muy rápido se hicieron a la mar con rumbo a Nápoles, donde al llegar desembarcaron las tropas de refuerzo, puesto que era la segunda escuadra que llegaba, pero estando allí sobrevinieron varios temporales seguidos, obligándoles a permanecer a resguardo en el mismo puerto, esto retrasó la salida que se hizo al despejar el cielo, ya en la mar de nuevo se declaró otro duro temporal, que les obligó a buscar refugio en las islas Hyères, donde al amainar de nuevo arrumbaron al puerto de Tolón donde fondearon el 24 de enero de 1742.

Permanecieron encerrados en Tolón dieciocho meses, por haberse ido reforzando la escuadra británica, que contaba con treinta y cuatro navíos en esos momentos, de ellos trece de tres puentes y cuatro fragatas. Zarpó la escuadra aliada el 20 de veinte de febrero de 1744, estando la francesa formada por dieciséis navíos, ninguno de tres puentes y tres fragatas, la española con doce navíos, uno de tres puentes, pero dejando en Tolón cinco fragatas, dado que durante el tiempo que estuvieron allí se sufrieron muchas bajas por enfermedad, optando don Juan José por dejar los buques pequeños y reforzar con sus tripulaciones a los navíos, siendo el armamento de los británicos con un total de 2.280 cañones contra 1.806 de los aliados.

Al despejar el 22 la escuadra británica se encontraba a barlovento, la aliada en vanguardia con la insignia de Gabaret, en el centro seguían los franceses al mando De Court de la Bruyère y en la retaguardia la española al mando de don Juan José. Esta disposición favoreció que fuera atacada la escuadra española sin que los enemigos pudieran equivocarse atacando a algún francés, para terminar de solucionar el problema, como la española llevaba varios mercantes armados no podía mantener la formación sin apelotonarse por ser más rápidos los de guerra, pero don Juan José no se preocupó en demasía, ya que los navíos cogieron rizos y la escuadra se mantuvo en una formación aceptable, pero el almirante francés dio la orden de forzar de vela, lo que aún separa más a los buques aliados dejando completamente solos a los españoles.

De esta forma fue fácil para los británicos intentar cortar la línea, la vanguardia enemiga cayó sobre la española, así como el centro británico lo hizo sobre el español, pero con una diferencia de tres a uno, el segundo de la escuadra enemiga vicealmirante Lestock, se negó a seguir a su jefe, pero si abrió fuego sobre la retaguardia española, desde muy lejos por lo que los proyectiles llegaban sin fuerza y eran rechazados por los costados de los buques, a pesar de ello la retaguardia de don Juan José no pudo acudir al centro por si eran envueltos por la británica.

El almirante Mattews a bordo de su insignia el navío el Namur, de 90, acompañado por su matalotes, los Norfolk, de 80 y Marlborough, de 90, se colocaron a tiro de pistola del insignia español el Real Felipe, de 114 rompiendo el fuego, pero la sorpresa fue mayúscula por parte de los británicos, ya que ellos mismo dijeron:

«Jamás en combates de mar se vió fuego más inmediato y más vivo. El Real parecía un infierno».

Así fue en efecto, en poco tiempo los dos navíos más poderosos, el insignia Namur y Marlborough, tuvieron forzosamente que dejar la línea de combate por estar desarbolados y muy castigados en sus obras vivas con varios boquetes a flor de agua, además de haber sufrido la pérdida de sus dos capitanes y la de nuestro comandante don Nicolás Geraldino. A parte de otros cincuenta y seis hombres, y el mismo Navarro resultó herido pero sin gravedad, razón por la que no abandonó su puesto en el alcázar.

Se retiraron a reparar las averías más urgentes, pasada una hora volvieron, pero esta vez con dos brulotes, uno de ellos lo dirigieron al Real Felipe, pero ya al verlos estaban prevenidos y lanzaron la falúa, la cual se interpuso logrando desviarlo pasando por la popa del español, es parte de la historia, que al pasar por la popa efectuó un disparo el Ministro de la escuadra don Carlos Retamosa, quien había apuntado el cañón, ordenando que se levantara con cuñas las ruedas traseras de la cureña hasta un punto donde a él le pareció el apropiado, logrando de esta de forma que éste disparo diera justo por debajo de la flor de agua, comenzando en ese instante a hundirse el brulote.

Sobre las 18:00 horas Matthews vio que la noche empezaba a cubrir el firmamento, sus buques llevaban averías de todo tipo y los españoles no habían sido vencidos a pesar de la diferencia numérica a su favor, viéndose obligado a dar la orden de retirarse a su escuadra, quedando los navíos Real Felipe, Brillante, Halcón, San Fernando, Soberbio y Santa Isabel, quedando las aguas del enfrentamiento en poder de los españoles, lo que en la mar significa ¡victoria!

Por su comportamiento en este combate recibió la Real orden del 14 de mayo de 1744, por la que se ascendía a capitán de fragata, al poco tiempo se le otorgó el mando de una, con la que realizó dos tornaviajes seguidos al Río de la Plata y uno de transporte de tropas a las islas Canarias.

Por Real orden del 20 de marzo de 1754 se le ascendió al grado de capitán de navío, entregándole el mando del África con el que se presentó ante Tánger por tener noticias del apresamientos de dos buques españoles, manteniendo un duro combate contra las baterías de la fortaleza, decidida acción que le permitió rescatar las dos embarcaciones españolas. Continuando al mando del mismo buque, realizó dos tornaviajes a Tierra Firme, a su regreso pasó al Mediterráneo para combatir a los corsarios berberiscos.

En 1762 fue nombrado subinspector del Arsenal de La Carraca. Poco después se le encomendó el mando del apostadero de Algeciras, en el que combatió contra los británicos en varias y diferentes ocasiones, en sus continuos apoyos al peñón de Gibraltar, ya que esta plaza tenía que ser abastecida de todo desde la metrópoli, de ahí los continuos cruces de pequeños combates.

Recibió la Real orden del 20 de diciembre de 1773, notificándole su ascenso al grado de brigadier. Siendo de los primeros en ostentar, pues fue creado el mismo día en que a él se le otorga.

Por Real orden del 20 de diciembre de 1774 se le ascendió al grado de jefe de escuadra.

Por Real orden del 24 de abril de 1779 se le ascendió al grado de teniente general, con este grado permanecía en el Departamento de Cádiz, sucediendo que el propietario del Departamento era el general don Luis de Córdova quien había tomado el mando el 9 de marzo próximo pasado, pero el 9 de junio siguiente se embarcó al mando de la Escuadra del Océano, quedando interinamente al mando el general don Juan de Lángara, a quien le sobrevino el óbito el 17 de febrero de 1781, estando en la interinidad, por lo que recayó en don Antonio Rodríguez, siendo el que le entregó de nuevo el mando a su propietario a finales del mismo 1781.

Un tiempo después pasó a serlo en propiedad siendo nombrado Director General de la Real Armada, por ser ambos cargos anexos.

Después de un tiempo al frente de tan alto cargo y ya con muchos achaques de salud por su ancianidad, elevó petición y se le otorgó el retiro del servicio activo, liberado de sus responsabilidades decidió regresar a su casa natal.

Falleciendo en la ciudad que le vio nacer, el 30 de noviembre de 1787, contando con ochenta y cinco años, tres meses y veintiún días de edad.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.

González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

Matute y Gaviria, Justino.: Anales Eclesiásticos y Seculares de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Sevilla. Guadalquivir S.L. 1997. Edición Facsímil de la Imp. de E. Rasco. Sevilla, 1887. 3 tomos.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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