Sanchez Barcaiztegui (1877)

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Construcción:

 Foto del crucero Sánchez Barcáiztegui.
Sánchez Barcáiztegui. Colección D. José Lledó Calabuig.

Crucero de 3ª clase, con casco de hierro, construido en Francia. Encargado a los astilleros franceses Forges et Chantiers de la Mediterranee, en La Seyne, Tolón, junto a su gemelo Jorge Juan. Construidos bajo la dirección del ingeniero de la Armada don Joaquín Togores.

Se colocó la quilla de los dos cruceros el 23 de diciembre de 1875. También fueron botados el mismo día, el 23 de marzo de 1876. Corresponden a un plan de construcciones navales ordenados por el ministro de Marina, don Rafael Rodríguez de Arias, para servir en la guerra contra los carlistas, aunque, cuando entraron en servicio, fueron destinados a las colonias al haber finalizado la guerra carlista.

Cuando se encargó la construcción de estos dos buques en 1875, fueron clasificados como avisos de hélice. Posteriormente fueron clasificados como cruceros de 2ª clase y después de 3ª clase. Realmente, por sus servicios realizados, no pasaban de ser unos simples cañoneros de buen tamaño.

Desplazaba 935 toneladas. Medía 62 metros de eslora, 10 de manga, 5,55 de puntal y 4,80 de calado. Tripulado por 160 hombres.

Disponía de una máquina de 1.100 caballos de vapor, una hélice, con las que conseguía una velocidad de 11 nudos. Tenía una autonomía de 1.690 millas en régimen económico. Podía llevar 480 toneladas de carbón. Tenía tres palos y un aparejo de brick-barca, con una superficie velera de 1.125 metros cuadrados.

Armado con 3 cañones Parrot de 160 mm, 2 Krup de 75 mm, uno de bronce de 80 mm y dos ametralladoras.

Historial:

Los dos cruceros, Sánchez Barcáiztegui y Jorge Juan, al ser entregados a la Armada, el 12 de julio de 1877, fueron destinados a la isla de Cuba. Su pequeño tamaño, escasa velocidad y armamento y nula protección los hacía idóneos para el servicio en las colonias. Allí permanecieron durante todos sus años de servicio, pintados de blanco y con sus característicos espolones.

Cuando llegó a Cuba, fue destinado al apostadero de la Habana, tomando parte en muchas operaciones de vigilancia y patrulla de la costa. En el mes de diciembre de 1877 tomó parte en la caza del corsario insurgente cubano Moztezuma. Regresó a la Habana sin haberlo encontrado después de patrullar el golfo de Paria, en Panamá, e islas de Santo Tomás y San Vicente. El corsario sería avistado el 3 de enero de 1877 en la costa de los Mosquitos por el crucero Jorge Juan y la corbeta de hélice Tornado.

En la medianoche del 18 de septiembre de 1895 navegaba a la altura del Morro de la Habana con las luces apagadas para sorprender a varios buques insurgentes cubanos. En ese momento, el vapor mercante Conde de Mortera, de la empresa naviera de Ramón Herrera, conde de Mortera, entraba en la bahía al mando del capitán don José Viñolas y Valle, procedente de Nuevitas con carga y pasaje, embistiendo al crucero por la amura de babor.

El comandante del crucero, al avistar al mercante, ordenó caer a estribor. En ese momento hubo un fallo eléctrico cuando un engrasador se aprisionó la mano en la dinamo, se rompió la correa de transmisión y dejó el buque a oscuras. Para algunos investigadores, esta y no otra fue la razón de que el crucero navegara a oscuras. Se intentó corregir la proa con un servomotor demasiado lento, justo en el momento que el mercante cayó a babor en un inexplicable cambio de rumbo.

La proa del mercante quedó presa en el costado del crucero, sin poderse soltar. El capitán Viñolas ordenó dar marcha atrás para no verse arrastrado al fondo. Al conseguirlo, el agua entraba en el crucero mucho más rápido. Algunos marineros saltaron al agua, mientras el comandante Ibáñez daba las órdenes necesarias para evacuar el crucero en los botes salvavidas de la forma más rápida y ordenada.

El contraalmirante Manuel Delgado Parejo, que se encontraba a bordo y tenía 67 años, declinó el ofrecimiento de ser evacuado y espero hasta cinco minutos antes del hundimiento, cuando el alférez de navío García Junco lo llevó a uno de los botes que quedaban. El bote no tuvo tiempo de alejarse y el crucero, en su hundimiento, hizo zozobrar algunos botes, entre ellos el que iba embarcado Delgado Parejo. Exhausto, mando a dos hombres que lo mantenían a flote, que le dejaran y se alejaran, pero los dos hombres se negaron. Al final, tuvieron que dejarlo a su suerte, ante su insistencia y el peligro de perecer los tres hombres. Peor fue la suerte del comandante Ibáñez. Espero hasta el último instante antes de lanzarse al agua. Los tiburones, que se habían acercado por el olor de la sangre, se cebaron con el cuerpo del marino. Su cuerpo fue encontrado al día siguiente mutilado, sin cabeza, sin brazos, etc.

Perdieron la vida 32 hombres de la tripulación, incluidos el comandante, el capitán de fragata don Francisco Ibáñez Varela y el comandante del apostadero de la Habana, el contraalmirante don Manuel Delgado Parejo. También perdieron la vida el médico don Faustino Martínez Díaz, el alférez de navío don Abelardo Soto y Moreira, el contador de fragata don Gabriel Pueyo Fernández, el primer maquinista Vázquez, el tercer maquinista Olert, dos condestables, un sargento y 8 soldados de Infantería de Marina, cuatro fogoneros de 1ª, cuatro de 2ª, un carpintero y cinco marineros.

Siempre es difícil depurar las responsabilidades de un naufragio, y este caso no iba a ser diferente. Se formó un consejo de guerra el 17 de noviembre de 1897. No se pudo demostrar de forma clara la culpabilidad del capitán Viñolas, pero el Tribunal lo sentenció a tres meses de arresto y una indemnización.

Ante el peligro que suponía el pecio del crucero para la navegación, pocos días después del naufragio comenzaron las gestiones para reflotarlo. En 1896 se extrajeron los palos y la chimenea, desapareciendo el peligro para la navegación.

Bibliografía:

Alfredo y Elías, Vicente.: Buques de guerra españoles, 1885-1971. Editorial San Martín. Madrid, 1980.

Bordejé y Morencos, Fernando de.: Crónica de la Marina española en el siglo XIX, 1868-1898. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 1995.

Hernández Oliva, Carlos A.: “El naufragio del crucero Sánchez Barcáiztegui: aproximación histórica”. Revista de Historia Naval. Año 2004, nº 84.

Lledó Calabuig, José.: Buques de vapor de la Armada española. Del vapor de ruedas a la fragata acorazada, 1834-1885. Aqualarga Editores. Madrid, 1997.

VV.AA.: El Buque en la Armada española. Editorial Sílex. Madrid, 1999.

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