Rio Martin cegado 9/III 1565

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1565 Cegado del río Martín 9 / III



Con la conquista del Peñón había mejorado la situación en el Mediterráneo, pero estaba lejos de ser definitiva, dado que el Bajá de Tetuán no disponía de fuerza naval suficiente, en cambio daba constantemente asilo a los turcos para depredar por el Mare Nostrum, pagando el favor con parte del botín que estos habían realizado, para ello aprovechaban el río Martín (Uad-el-Gelu) el cual daba acceso a la ciudad permitiendo así poder guarecerse tierra adentro de la escuadra española, la idea de don García de cegar el río no cayó el saco roto para el Rey, pues así podían ser cogidos en la mar con menos problemas si no tenían acceso por el cauce a la ciudad, por esta razón S. M., encargó a don Álvaro prepara lo necesario para cegarlo. (Esta misión no se la encargó a don García)

El Rey le escribe el 27 de septiembre de 1564, pidiéndole aclaración de la posibilidad de llevar a buen término la operación sin tener que formar de nuevo una gran escuadra, con inusitada rapidez don Álvaro le contesta con fecha del 3 de noviembre siguiente, en ella le viene a decir que le bastan con armar seis de sus galeras, considerándolas suficientes para la misión a parte de transportar dos chalupas cargadas con piedra y cal, siendo estas protegidas por otros dos buques sevillanos, para dar refuerzo a las zonas de menor fondo donde en su centro se sumergirían los dos más grandes, formando con ello un muro infranqueable.

Por carta del 27 de diciembre de 1564, le respondía al rey don Felipe II, por recibir una carta de éste indicándole debía darse más prisa en la preparación de la acción de cegar el río Martín, por ello directo y sincero como un buen caballero que era, entre otras cosas le dice: «…V.M. tenga entendido que el zelo con que yo he servido y sirvo a V. M. no merece que se le ponga ninguna dolencia, pues es cierto que de ninguna cosa tengo más particular cuidado, y esto suplico a V. M. tenga así entendido de mí…» (Como se puede apreciar por la respuesta, le está diciendo que desde el sillón se ve todo fácil y bonito, pero sobre el terreno las cosas son muy diferentes; aclarando que él no está pensando en otra cosa que en servirle, ni se ha ido a su casa a descansar, ni ha dejado un minuto de estar presente para acelerar el progreso de lo que entiende y no poco.)

Efectivamente el retraso se produce necesariamente, porque las galeras estaban oficialmente de invernada, por ello con solo una dotación de mantenimiento insuficiente para hacerse a la mar. Para solucionar los problemas está en todas partes, por una comprando de su peculio los buques para hundir, así como la cal y la piedra; a los que preguntaban para donde era aquello, se les respondía que para reforzar don Álvaro el peñón de Gibraltar, guardando el secreto de la misión. Por otra parte se desplaza a Sevilla, donde va reclutando marineros y buenas bogas para sus galeras, pues la flota arrumbará al Peñón y allí abordaran los buques sus hombres en total sigilo, a ellos se añadirán algunos de Tarifa a las órdenes de sus parientes, formando casi una expedición familiar.

Cuando todo estuvo listo salió de Sanlúcar de Barrameda con rumbo al Peñón el 12 de febrero de 1565. Pero nadie se explica como la tripulación de un buque inglés supo la verdadera misión, zarpando a continuación de la escuadra de don Álvaro, dos días después se encontraba subiendo por el río Lucus (El-Khos) poniéndose en contacto con el Baja El-Araish, quien supo por su aviso que algo se estaba gestando contra él, sobre todo por quien iba al mando, pero el Bajá no sabía a dónde podría acudir, pues desde Tetuán a Fhedala hay cinco puntos distintos y distantes a dónde dirigirse. Pero no se anduvo con imprevisiones, pues puso en conocimiento de los Bajas más cercanos lo que se les podía venir, así aviso al de Ar-Zila, Tetauen, Sale y El-Kunitra, para entre todos poder acudir en socorro de quien fuera el afectado.

A su vez el movimiento de tropas moras no pasó desapercibido a los gobernadores de las ciudades de Tánger y Ceuta, entonces en manos de los portugueses, quienes avisaron a don Álvaro de lo que estaban haciendo. Así se enteró don Álvaro de la filtración, pero no se arredró viajo a Ceuta y se puso de acuerdo con el Gobernador, regresó a Gibraltar y pidió a sus vecinos le ayudaran, en menos de un día se incorporaron otros ciento cincuenta arcabuceros a sus galeras, saliendo el 6 de marzo de Gibraltar pero los vientos eran contrarios a pesar de ellos consiguió arribar de nuevo a Ceuta, punto más importante por el acuerdo con el Gobernador, advirtiéndole no pasara a realizarlo antes de que él llegara a su punto de destino.

Permaneció a la espera hasta rolar el viento sucediendo el 8, volvió a hacerse a la mar, presentándose en la amanecida del 9 en la desembocadura del río Martín, al fondo en el límite de la vista se apreciaba la alcazaba de Tetuán, esperó hasta la hora exacta concertada con el Gobernador de Ceuta, éste puntualmente realizó una salida con cuatro mil hombres de infantería y caballería, todos muy bien armados como si fueran a conquistar más territorio, mientras zarpaba una flotilla de sus buques, para realizar un amago de desembarco en el mismo lugar donde posteriormente se alzó (curiosamente) la población de Dar-Riffien.

Llegaron las noticias de los movimientos de los portugueses al Bajá, quien a la cabeza de sus tropas se puso en camino para combatirlos. Al mismo tiempo salían de la desembocadura del río Martín unos moros para avisar al Bajá de la presencia de las naves españolas, pero no pudieron dar con él y avisarle del peligro por no estar en su alcazaba. Un tiempo precioso que le robó la victoria, por la astucia de don Álvaro y el favor de los portugueses.

La división se acercó a tierra al noroeste de cabo Negro, donde desembarcó su hermano don Alonso y cuatrocientos arcabuceros, quienes en muy poco tiempo ahuyentaron a los pocos moros que quisieron oponerse. Mientras don Álvaro había trasbordado a un bote y con él estaba sondando la desembocadura, para fijar exactamente donde debían ser hundidos los buques, localizadas las posiciones ordenó por señales convenidas avanzaran las chalupas, estando al mando del ingeniero de Zuazo don Esteban de Guillisastegui.

Al llegar al lugar comenzaron a barrenar las dos chalupas, hundiéndose en el mismo centro del río donde el fondo era más profundo, pasando después a las galeotas a terminar de cerrar entre aquellas y la orilla. Al tocar las aguas dulces de la desembocadura los materiales cargados en las naves comenzaron a fraguarse, de esta forma se levantó un verdadero dique tardando muchos años en poder ser abierto de nuevo.

Cuando comenzaba el reembarque de los arcabuceros, los moros de Tetuán se habían dado cuenta de lo que intentaban por ello venían en loca carrera a pie y a caballo contra ellos varios miles de hombres. Razón por la que el reembarque se iba retrasando, pues parte de las fuerzas debían hacer frente a los moros, conforme pasaba el tiempo cada vez eran más llegando a superarlos ampliamente en número. Don Álvaro vio no era bueno retrasarse, ordenando a sus hombres de armas embarcaran en los botes y esquifes de las galeras, quienes les dejaron en la orilla pasando a formar una barrera de cuerpos, blandiendo las espadas en todos los ángulos posibles, causando tantas bajas en tan poco tiempo que los moros quedaron frenados y dando media vuelta se pusieron en fuga, así se dio tiempo para que las galeras de nuevo se acercaran a tierra y embarcaran todos los arcabuceros; aprovechando la desbandada y antes de que se lo pensaran de nuevo, los caballeros embarcaron regresando a sus galeras.

En este combate en tierra, se dice que tanto don Álvaro como don Alonso, se comportaron con tanto valor que llegaron a combatir espalda contra espalda y «…que cierto fue cosa de milagro pudieran escapar, según eran muchas las pelotas y saetas que tiraban los enemigos, los cuales, a la retirada, parece serían número de qüatro mil Peones y mil lanças…»

Encontrándose a bordo se supo, había caído en combate cuatro españoles, (entre ellos el Alguacil de la galera Almirante) más otra treintena de heridos. Los enemigos no se pudieron contar, sabiéndose posteriormente haber quedado encerrados catorce buques berberiscos, viéndose forzados a desmontarlos para volverlos a montar en la playa, pero esto fue mucho más largo en el tiempo. Don Álvaro puso rumbo a Ceuta, Tánger y Cádiz, desde donde escribió al Rey dándole la buena nueva.

De regresó a Cartagena con sus cinco galeras, divisó una división de corsarios berberiscos, pasando a atacarles, tras un arduo combate les apresó tres fustas, al mismo tiempo represó otras tres españolas apresadas arribando al puerto de destino con gran alegría de todos. (No perdía el tiempo)

Bibliografía:

Altoaguirre y Duvale, Ángel de.: Don Álvaro de Bazán. Primer marqués de Santa Cruz de Mudela. Estudio Histórico-Biográfico. Tipografía de los Huérfanos. Madrid, MDCCCLXXXVIII.

Cervera Pery, José.: Don Álvaro de Bazán. El gran marino de España. Empresa Nacional Bazán. Madrid, 1988. No venal.

Cervera Pery, José.: La Estrategia Naval del Imperio. Auge, declive y ocaso de la Marina de los Austrias. San Martín. Madrid, 1982. Premio Virgen del Carmen de 1981.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.

Herrera Oria, S. J. Enrique.: Felipe II y el Marqués de Santa Cruz en la Empresa de Inglaterra. Según los documentos del Archivo de Simancas. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1946.

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