Segunda campana contra turcos 1572

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1572 Segunda campaña contra los turcos



Para esta nueva acción solo llegaron a un acuerdo puntual, el Dux de Venecia, el Papa y don Felipe II, quien le dio la orden a don Juan de Austria de zarpar de Messina con veintinueve galeras bastardas perfectamente alistadas, uniéndosele las treinta y seis de don Álvaro, en total de sesenta y cinco, dando resguardo a treinta naves, transportando siete mil seiscientos infantes españoles, seis mil itálicos y tres mil imperiales, siendo los españoles y napolitanos destinados al puerto de arribada, Corfú.

Al mismo tiempo dejó una reserva en Sicilia al mando de Andrea Doria con cuarenta galeras. Zarpó la escuadra el 6 de junio de 1572, al arribar a Corfú el 9 de julio no se encontraba Colonna, quien arribó el 31 del mismo mes con su escuadra compuesta por unas ochenta galeras, reuniéndose con la española contando en torno a las ciento cincuenta, volviendo salir a la mar el 7 de agosto seguido.

La escuadra navegó hasta las costas de Albania, al arribar a Navarino el 8 de septiembre se encontraron con la escuadra turca, al mando del vencido en Lepanto Uluch-Alí, compuesta por unas doscientas galeras, pero su escuadra estaba dividida entre dos puertos, en el mismo Navarino y el de Modón, pero navegando de noche se reunieron todas en éste último, donde adoptaron la formación en fortaleza, impidiendo así y por ser menor el número de las cristianas, ser combatidas. No obstante se mantuvo la flota cuatro días y sus noches cruzando sobre las aguas cercanas al puerto de refugio, pero sobrevino un duro temporal obligando a los cristianos a buscar refugio en Cérigo para poder soportarlo.

Al amainar el temporal la escuadra se hizo a la mar llegando de nuevo a la bahía de Modón, donde no vio a los enemigos, poniendo proa a Navarino y allí estaba en la misma formación anterior. A pesar de esto don Juan ordenó un desembarco, participando ocho mil hombres al mando del Príncipe de Parma, se combatió con saña por ambas partes, unos defendiéndose y los otros como ya les habían vencido creyendo volvería a suceder lo mismo, pero las formaciones casi ni se movían y solo hablaban los pocos cañones desembarcados más los arcabuces, pero nada se avanzaba. Razón que llevó a don Juan pasado un tiempo a dar la orden de regresar, pues de nuevo se echaba encima la época de los temporales.

Justo era el 7 de octubre de 1572, hacía un año que se había vencido en el golfo de Lepanto, pero esta vez sin obtener el mismo resultado. Estando con rumbo de regreso, esa misma mañana se divisaron velas como a dos leguas de distancia, se dio por sabido era la escuadra de Uluch-Alí, Colonna dio la orden de regresar al combate, siguiéndole y sobrepasándolo algunas galeras españolas, no siendo otras que las del mando de don Álvaro (cómo destacaba por llevar en la boga a gente de «buenas bogas» así como esclavos) pero los turcos con el viento a favor iban alejándose, por ello solo hubo un intercambio de fuego de artillería, el cual por la cantidad de humo propio facilitaba la huída a los turcos.

Por esta razón Marco Antonio Colonna no quiso continuar la persecución, aparte porque las galeras enemigas navegaba cada una a su mejor saber y entender, por ello era más peligroso al poderse producir que varias de las enemigas dieran caza a una veneciana. Pero don Álvaro quien nunca dio nada por perdido, mantuvo la boga y cazando el viento pudo llegar muy fuerte sobre la retaguardia enemiga, siendo la última de ellas la de su jefe Mahamud-Bey, con una hábil maniobra le dio alcance y casi sobrepasándola enfilo la suya momento aprovechado por tenerla de través, primero le lanzó una andanada de artillería, para virar luego a su rumbo arribando, maniobra que le dejó algo retrasado, pero como continuaba ganándole aguas, le cortó todos los remos de una banda, al quedar frenada por la falta de impulso se levantaron los remos de la propia, lanzando las tablas pasando al abordaje de la enemiga, saltando el mismo don Álvaro, quien se fue a buscar al jefe enemigo, tras un breve combate lo mató y se adueñó de la galera con su estandarte, metió al remo a Mustafá, jefe militar de los jenízaros y libertó a doscientos veinte cristianos. Siendo Mahamud-Bey un nieto del famoso Barbarroja. Y la galera se incorporó a su escuadra con el nombre de La Presa.

Lo atrevido de este ataque del Marqués es que, previamente dio la orden a sus cuatralbos de no entrar a apoyarle, para permanecer atentos a los movimientos enemigos, dado que al principio sólo había una galera de distancia entre la atacada y las que navegaban a su proa, pero estas con diversidad de puestos ocupados y al ver la formación de la galeras cristianas no se atrevieron a acudir en apoyo de su jefe, mientras que Uluch-Alí estaba por la proa a varias millas de distancia, quedando solos Mahamud-Bey contra don Álvaro y la experiencia de éste quedó manifiesta, a pesar de ser Mahamud-Bey el jefe de los jenízaros.

Pero a su vez el resto de las cristianas fueron formando una línea de frente, con la intención de tener a la vista lo que sucedía en el combate, pues estaban en el conocimiento de que las galeras del mando del Marqués ya le prestaban suficiente apoyo, por ello nadie intervino y en conjunto podrían haber como doscientas galeras listas a entrar en combate, pero la huida de los turcos era tan franca, prefirieron perder una y no cien. Mientras las cristianas de espectadoras de la hazaña del valeroso don Álvaro. Dejando plasmado no dejar pasar ocasión.

Todo un año en alistar la gran cantidad de galeras, permanecer en la mar desde la primavera al otoño y todo lo ganado era una galera enemiga gracias a don Álvaro. Don Juan dio la orden de reagruparse y seguir a rumbo, pero el mal tiempo comenzó a hacer de las suyas, decidiendo don Juan dar la orden de variar rumbo a Gumeniza, donde arribaron el 23 de octubre encontrándose con don Juan Andrea Doria y el duque de Sesa, con trece galeras en refuerzo de la escuadra, al amainar el temporal dio la orden de zarpar con rumbo a Messina navegando al completo la escuadra.

Al cruzar cerca de Nápoles don Álvaro se reintegró a su base, donde volvió a dar de baja a la gente no necesaria para pasar la invernada, recibiendo una carta de don Felipe II, quien le pedía construyera otras quince galeras para la campaña del año próximo.

Bibliografía:

Altoaguirre y Duvale, Ángel de.: Don Álvaro de Bazán. Primer marqués de Santa Cruz de Mudela. Estudio Histórico-Biográfico. Tipografía de los Huérfanos. Madrid, MDCCCLXXXVIII.

Blanco, Ramiro.: Elogio Histórico de don Álvaro de Bazán. Conferencia pronunciada por el autor en el centro del ejército el día diecinueve de noviembre de 1887. Madrid, 1888.

Cervera Pery, José.: Don Álvaro de Bazán. El gran marino de España. Empresa Nacional Bazán. Madrid, 1988. No venal.

P. Cambra, Fernando.: Don Álvaro de Bazán. Almirante de España. Editora nacional. Madrid, 1943.

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