Passaro combate 11/VIII/1718

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1718 Combate de cabo Passaro 11 / VIII


Dibujo del supuesto navío San Felipe el Real, quizás es una buena aproximación, desconocemos su autor.
San Felipe el Real
Autor desconocido.

El 19 de junio de 1718 zarpó del puerto de Barcelona al mando del general don Antonio Gaztañeta una escuadra compuesta por los navíos: San Felipe el Real, de 80, insignia de Gaztañeta, Príncipe de Asturias, de 72, insignia de Fernando Chacón, Real, de 62, insignia del marqués de Mari, San Luis, de 60, insignia de Baltasar de Guevara, San Fernando, de 60, insignia de Jorge Cammock, Santa Rosa, de 64, Santa Isabel, San Pedro, San Carlos, San Juan Bautista, de 60, Hermione, de 52 y San Isidro, de 50, fragatas: Burlandon, de 50, Perla, Sorpresa, Galera, Águila Volante y Pingüe pintado, de 40, Águila de Nantes y Juno, de 36, San Felipe, Tolosa y Tigre, de 30, Esperanza y San Fernando el Pequeño, de 28, San Juanel Chico, de 22, León, de 20 y Flecha, de 18, siete galeras: Capitana, Patrona, San Felipe, San Genaro, Soledad, Santa Teresa y San Fernando, los brulotes, Castilla y León, balandras: Santo Domingo y San Francisco y tres mercantes armados, dando escolta y protección al convoy formado por doscientos setenta y seis transportes y ciento veintitrés tartanas, trasportando un ejército de dieciséis mil hombres y ocho mil caballos, al mando del marqués de Lede, realizando la travesía en doce días hasta Sicilia y en ella iba como plenipotenciario Patiño; siendo el objeto de tanto despliegue, evitar que la Cuádruple Alianza se quedará con aquella isla en nombre del archiduque Carlos; desembarcaron sin resistencia, dándoles los habitantes una buena acogida. Se efectuó el desembarco a cuatro millas de Palermo, sucediéndose duros enfrentamientos sobre todo en Messina pues su guarnición piamontesa no cedía en ningún momento hasta ser vencidos en toda la línea, pero por las sucesivas victorias más el apoyo de la población facilitó la conquista de las dos ciudades, consiguieron vencer al resto quedando en poder de la corona de España la ansiada isla. Al concluir la toma una división al mando del general don Baltasar de Guevara, se envió a la isla de Malta para regresar con las galeras de la isla enviadas para evitar su pérdida.

Si todo había ido muy bien en la travesía y en la toma de la isla, el 11 de agosto siguiente las cosas se torcieron a la altura del cabo Passaro, apareció en el horizonte la escuadra británica al mando del almirante Byng, formada en línea de combate por: Barfleur, de 90 insignia de Byng; Shreufbury, de 80 vicealmirante Corwall; Dorsetshire, de 70, contralmirante Delaval, Burford, Essex, Grafton, Lenox, Breda, Orford, Kent, Royal Oack y Captain, de 70, Canterbury, Dreadnugh, Rippon, Superbe, Rupert, Dunkirk y Montague, de 60, Rochester y Argyle, de 50; creyendo en un principio venía en misión de mediador, pues en esos momentos no se estaba en guerra declarada con el Reino Unido. Desprevenida por la creencia confirmada por las cartas del cardenal Alberoni, quien tampoco inducía a sospechar se sufriera un ataque, el caso es que como no se tomaron las prevenciones oportunas, la reacción de Gaztañeta al percatarse de la hostilidad de los movimientos de la escuadra enemiga, dio órdenes para intentar formar la línea, ayudando con las galeras a los navíos más sotaventados, más ya no daba tiempo, los enemigos atacaron cortando la retaguardia al mando del marqués de Mari estando compuesta por casi la mitad de la fuerza, generalizándose el combate en diferentes contactos parciales.

Al poco viendo que sus navíos no podían con la capitana española, se personó el almirante británico con su navío, el de su contralmirante Delaval, de 70 cañones, más otros cuatro de 70, con ellos el navío español se vio de pronto rodeado por siete enemigos al mismo tiempo; su defensa fue heroica por denodada, el almirante británico por la bocina instaba al general español a su rendición, amenazándole con incendiarlo con un brulote, siéndole respondió dando la orden de avivar el fuego, consiguiendo hundir al brulote que ya se le acercaba y obligando al almirante enemigo a cambiar de lugar en el combate, pues el fuego del San Felipe el Real, lo estaba colocando en mal trance; durando todo el día el combate, ya de anochecida una bala de fusil atravesó a Gaztañeta la pierna izquierda quedándosele alojada en el tobillo derecho; a su lado caía su capitán de banderas don Pedro Dexpois, también herido de un astillazo, al igual que el general Espínola.

La fragata Volante con tenacidad y mucho valor pudo interponerse entre el San Felipe el Real y una parte de sus enemigos sacrificándose heroicamente, logrando atraer el fuego de tres navíos de 70 cañones, soportando durante cuatro horas el duro castigo por la gran diferencia de buques y fuego, pero su comandante antes de darse por vencido se fue a pique con toda la dotación, salvándose unos pocos. Por haber anochecido los enemigos siguieron los fanales del navío San Felipe el Real, entrándole por la popa se le aproximaron dos navíos británicos, uno por cada banda, el primero del porte de 70 cañones le batió por la aleta de estribor, disparando una andanada a la que respondió el español, al recibirla entera el enemigo quedó muy mal parado con muchas averías, mientras el otro se acercó por babor para realizar la misma acción, contestándole el San Felipe el Real, pero éste también salió muy mal parado, ocasionándole la rotura de muchos cabos de labor quedando inútil el palo de mesana. Por lo maltratado se quedó rezagado lo que fue aprovechado por los británicos quienes le rodearon con otros seis navíos; el estado del almirante español era crítico, la hemorragia iba debilitándole, además le comunicaron que ya no quedaba casi pólvora; se apercibió que dos navíos españoles del jefe de escuadra don Baltasar de Guevara venían en su ayuda, por ello ordenó arriar la bandera, para evitar que ellos también cayeran en manos enemigas, dándoles a entender que la acción estaba perdida; en su navío tenía más de doscientos hombres fuera de combate y casi todos los oficiales.

En esta acción se encontraba don Andrés Reggio al mando del navío Santa Isabel, quedando rodeado como sus compañeros de la retaguardia por varios enemigos y al igual, fuera de la línea de combate sin posibilidad de recibir ayuda, al tener más de la mitad de su gente muerta o herida y el buque haciendo agua, decidió rendirse quedando todos prisioneros y él a su frente.

De la escuadra, los buques que no quedaron destruidos o fueron apresados, se dispersaron. Ninguno de los navíos españoles combatió, sino con dos o tres enemigos, siendo las pérdidas los navíos San Felipe el Real, de 80, insignia de Gaztañeta; Real, de 62, insignia de marqués de Mari; Príncipe de Asturias (Cumberland), de 72 insignia de Chacón y al mando de Cornejo; Santa Isabel, de 60, al mando de don Andrés Reggio; San Carlos, de 60, al del príncipe de Chalais; Triunfo, de 60, don A. González; San Isidro, de 50 don María Villavicencio y las fragatas: Sorpresa, de 40, don M. de Sada; Volante, de 40 don A. Escudero; Águila de Nantes, de 36, don L. Masnato; Juno, de 36, don P. Moyano y Esperanza, de 28, don J. Delfino.

El almirante trató de redimir con su vida, el error de la salida y acreditó en el combate su gran espíritu militar, tesón e inteligencia; fue llevado prisionero a Augusta con el resto de los españoles; como de costumbre los británicos proclamaron a los cuatro vientos que, se les había forzado a combatir «por empezar el fuego los españoles» añadiendo: «El accidente no debía considerarse motivo de ruptura entre las dos naciones»

Al respecto de los sucedido escribe don Juan José Navarro: «Y a pesar de la sorpresa de que el ilustrado y experto D. Antonio Gaztañeta fué objeto, y de la bravura de las dotaciones, sangre fría de los oficiales y esmerada construcción de los navíos, solo se echó de menos en todos ciencia naval, disciplina en las evoluciones y táctica de escuadras. Esto bastó para que, en pocas horas, quedase España sin su naciente Armada. Comprobé, pues, este melancólico día, que de nada sirven buenos navíos sin buenos oficiales, que buques se pueden logra en pocos meses, y apenas en muchos años de sólidos estudios, quien dignamente los maneje» Años más tarde escribía: «Hágase memoria de lo que sucedió en Sicilia en 1718, donde por la confianza que no había, por la inferioridad de navíos; por la poca orden, y sin necesidad precisa, se perdieron los navíos que teníamos habiendo expuesto esta pérdida a que pereciese en aquella isla todo aquel florido ejército tan victorioso contra los alemanes. Costando al rey más de doce años en volver a formar navíos que hiciesen Cuerpo de Armada, pues tantos pasaron desde el año 1718 hasta el año 1730 que empezó nuevamente a tener navíos buenos y malos.»

Hubieron reclamaciones diplomáticas por parte española, de las cuales se consiguió sacar facilidades para canjear a todos los prisioneros, pero ninguna mención de devolver algún buque, entre los prisioneros se encontraba don Antonio Gaztañeta, don José Patiño, don Andrés Reggio, Spínola y Cornejo, quienes embarcaron en la división del general don Baltasar de Guevara compuesta por los navíos San Luis, San Juan Bautista y Hermione, de 52 cañones (algunos autores lo dan como fragata) y la fragata San Felipe, para no desaprovechar ocasión, en el viaje se cruzaron con una fragata británica, la cual fue atacada y apresada, con ella tres mercantes a los que daba protección, pasando a ser marinadas arribando todos juntos a la bahía de Cádiz el 23 de noviembre seguido.

Anécdota: Don Isidro de Antayo embarcado con su compañía de infantes de marina en el insignia tuvo una gran suerte, pues los británicos trasladaron a todos ellos (uno de los nuevos Batallones) a un buque mercante que para colmo lo dejaron sin escolta, siendo descubierto al día siguiente por la división de don Baltasar de Guevara, quien atacó al buque británico y lo capturó, pasando a ser los cautivos liberados y los aprehensores prisioneros, desembarcando en la bahía de Cádiz.


Conclusión escrita por don Cesáreo Fernández Duro: «La crítica no puede aceptar la absolución solicitada…, esa credulidad imprudente (Gaztañeta) ha de pesar siempre sobre la memoria del general de la Armada, porque si de algo sirve la Historia es el proceder de los almirantes ingleses debía tener aprendido lo que hay que fiar de protestas amistosas, y dado que no lo recordara, nada puede excusar, nada atenúa el olvido de lo más rudimentarios principios del arte de navegar, ni el imperdonable descuido de la dispersión de sus bajeles, sin regla en nada, á vista de otros ordenados de nación distinta.»

Bibliografía:

Blanco Nuñéz, José María.: La Armada española en la primera mitad del siglo XVIII. Navantia. Madrid, 2001. Edición no venal.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Vargas y Ponce, Josef de.: Vida de D. Juan Josef Navarro, primer marqués de la Victoria. Colección de Varones ilustres de la Marina Española. Imprenta Real. Madrid, 1808.

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