Glorioso combates 25/VII-19/X/1747

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Combates Navales del navío Glorioso 25/VII a 19/X/1747



El diseño naval en España antes de Jorge Juan lleva la impronta de Don Antonio Gaztañeta, que desarrolló su trabajo en el astillero de Guarnizo en el año de 1732. Con su sistema se construyeron varios navíos en el astillero de La Habana, siendo sus maestros constructores el comisario de Marina, Juan Pinto y los constructores José Miranda y Pedro de Torres, quienes llegaron desde Guarnizo con contramaestres de construcción, por orden de Patiño.

Miranda falleció al poco de llegar y Torres, era una persona de poca determinación y por lo tanto de menos eficacia; quien realmente demostró su pericia fue el activo capitán de maestranza Juan de Acosta, después del traslado del primer asentamiento al lugar de La Tenaza, donde se fue levantando el nuevo astillero bajo la dirección del comisario de Marina don Lorenzo de Montalvo, aunque la idea de trasladar el arsenal fue del propio Acosta, que fue expuesta a Patiño en carta del día 13 de octubre del año 1733. Por (RR. OO. de 26 de abril y 14 de junio de 1736) se prologó el contrato para el nuevo asentamiento con dos nuevos navíos de 60 cañones, el Castilla y el Dragón—bajo la protección de Santa Rosa de Lima; el Castilla recibió este nombre mas la arboladura, aparejo, velamen y herrajes, de uno de igual nombre que había quedado de través en este puerto.

A los que siguieron nuestro Glorioso, con la advocación de San Ignacio de Loyola y el Invencible con la de Nuestra Señora de Belén (como era casi obligado por aquellos entonces para los buques de nuestra Armada), pero esta segunda pareja era de 70 cañones, como se ve el tercero de los cuales fue el Glorioso, que es de quien vamos a hablar, bueno escribir.

Jorge Juan no era muy amigo de este sistema de construcción y dijo: «En nuestros navíos españoles construidos por Gaztañeta, las cuadernas iban tan unidas como a la inglesa; pero las uniones ó empalmes de unas piezas con otras eran menores; lo que disminuía cada pieza de pie y medio a dos pies en su largo, que importaba en todo alrededor de 1.000 quintales de peso que se le quitaban al navío; siempre era alivio; pero de obra falsa, como saben los buenos constructores.»

Aquí habría que añadir que declarada esta guerra en 1741 los españoles apresaron 407 buques británicos y en 1743 otros 262; un británico, Campbell, afirma que hasta 1744 los nuestros habían realizado 786 presas, reconociendo que no solo ellos nos apresaban buques y escrito por uno de ellos, ya es decir.

Los diferentes combates que llevó a cabo este navío entra de lleno en los anales de la Historia Naval de España, (aunque esté olvidado por ella, o ¿serán los historiadores?) así como un ejemplo a seguir por muchos otros países, pero para ellos es mas complicado, pues esta hazaña fue conseguida, por la impertérrita condición individualista de los españoles, que a lo largo y ancho del mundo tenemos ejemplos inolvidables de ella, no tanto así como cuando hay que actuar como un solo pueblo, ¿será nuestro sino?.

 Retrato al oleo de don Pedro Mesía de la Cerda y de los Ríos.
Pedro Mesía de la Cerda y de los Ríos.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Estaba al mando del capitán de navío, cordobés de nacimiento y bailío de la Orden de San Juan de Jerusalén, don Pedro Mesía de la Cerda, un veterano de campañas navales como la expedición a Cerdeña, la de cabo Passaro y en la muy agraciada del año siguiente en el cabo de San Vicente, también estuvo en la expedición a Orán y en otros viajes y comisiones por las aguas de América.

El 28 de mayo de 1747 zarpó de Veracruz rumbo a Ferrol, transportando unos caudales sumando en total cuatro millones quinientos dos mil seiscientos treinta y un pesos fuertes en plata, al más seis mil ciento cincuenta y cinco kilos de oro, dos mil cuatro quintales de cobre en planchas, más otras cargas como regalos

para el Rey y especias. La travesía se efectuó sin incidentes de mención.

Pero ahora empieza la épica acción o acciones pues fueron varias. Pasadas las Azores el martes 25 de julio (fecha siempre emblemática para las armas españolas), divisaron por el ENE un convoy británico, pero quedaba desdibujado por la niebla, al ir acercándose se pudieron distinguir, eran trece mercantes con la escolta de tres buques de guerra, a saber, un navío el Warwick de 60 cañones, al mando del capitán Erskine, la fragata Lark de 40 y el bergantín Montagu de 16, más el transporte armado con 20 el Beaufort, esta fuerza estaba al mando del capitán de la Lark, John Crookshanks por ser más antiguo; viendo la escolta era muy superior y sus órdenes concretas de arribar a puerto español para desembarcar su carga, hizo caso omiso e intento zafarse del combate; pero no sin dar la orden de zafarrancho de combate y mandar ceñir el viento, para mantener el barlovento, no era cobardía, sino más bien el estricto cumplimiento de una orden, lo que le hacía tomar la decisión.

Sobre el medio día la niebla se fue levantando, entonces se pudo apreciar con claridad que el convoy estaba compuesto por quince buques, de ellos el bergantín se acercó a reconocer al Glorioso, pero ya de noche el británico hizo señales del cambio de rumbo del español, decidiendo el capitán del convoy dejar de escolta al mercante armado y aproar su fragata y el navío, para dar caza al Glorioso. Al ser más lento el buque español el combate estaba servido.

El Montagu mantenía la caza, para evitar pudiera acercarse más de lo necesario, don Pedro ordenó trasladar sobre las 21:00 horas, dos cañones de á 18 en la cámara baja y dos de á 24 a popa en las portas como guardatimones, (éstas se llevaban pero sin artillería, al darse posteriormente la orden de portar también en ellas los cañones, los de 70 pasaron a ser de 74, a partir de ese momento fueron denominados genéricamente ―navíos reales–), durante la noche el enemigo disparaba de vez en cuando a la arboladura para restarle velocidad, siendo respondido por la piezas colocadas en popa, esto le restó eficacia al bergantín y en ambos buques no se pudo descansar, al mismo tiempo durante la noche el Warwick y la Lark fueron acortando distancia guiados por el fuego, al amanecer del 26 estando como a una y media milla, el capitán británico se apercibió del poder del enemigo, convenciéndole no iba a resultar sencillo vencerle.

El Glorioso en todo momento mantuvo barlovento, situación privilegiada para elegir el momento del contacto o evitarlo, pero pasó todo el día sin ser alcanzado, solo al comenzar a anochecer y ver a su costado de estribor el Montagu de improviso arribó sobre él abriendo fuego, éste viró alejándose sin volver a acercarse, este movimiento a su vez dejo al español muy cerca de la Lark, recibiendo una rociada de proyectiles, a la que respondió con mucho acierto, tanto que el enfrentamiento duró unos cinco minutos, imitando a su compañera se alejó de inmediato.

La noche era cerrada, la Cerda no se lo pensó o quizás sí, pues sobre las 22:00 horas nos dice: «…vire de bordo por redondo para ir sobre el que hacía de comandante, y teniendolo por mi sotavento, arrivé sobre el poniendome amedio tiro de fusil, le di una descarga cerrada con ambas baterias de la Banda de bavor, del Alcazar, y toda la fusileria, á que me correspondio, y luego que hubo pasado viró de bordo por mi aleta de babor, arrivé para presentarle bien mi costado, poniendome amedio tiro de Pistola de el, para que mis tacos pudiesen alcanzarle; y no desperdiciar tiro alguno…», sobre las doce de la noche faltó el viento quedándose a la vista, al levantarse el viento sobre las 03:15 Erskine capitán del navío británico decidió alejarse.

Durante todo este tiempo, el capitán en jefe británico dice en sus partes que estuvo luchando contra la falta de viento desde el principio, por ello el Warwick no recibió ningún apoyo de su jefe, esto provocó que el Almirantazgo juzgara su proceder y como resultado de su resolución el comodoro John Crookshanks fue expulsado de la Marina Real. El navío británico había sufrido la pérdida de su mastelero de mayor y el juanete de velacho, el español tampoco había salido muy bien parado, según el parte de don Pedro: «…no tenia obenque, ni braza, ni brandal alguno que no estuviese roto, y todas las Belas estropeadas, sin Mastelero de juanete maior…Mandé a mis Carpinteros reconocer los Palos, y los hallé a todos, menos el Bouprés; pasados de valazos, y el maior con Palanqueta y vala por el mismo racamento de la Berga maior; ymposibilitados de poder servir…, los Masteleros de Gavia y Velacho, pasados también con diferentes valazos, y tan malo el de velacho, que a las 8. de la mañana seme vino avajo…mandé a los Calafates reconocer los costados, y solo se encontraron haver pasado cinco valazos de a 24, En el entrepuentes,…»

Añadiendo el parte de bajas diciendo: «Los muertos que he tenido durante la función han sido tres hombres de mar y dos pasajeros llamados don Pedro Ignacio de Urquina y Juan Pérez Veas. Heridos leves primero y segundo condestables, y un artillero de brigada. Infantería diez, solo uno de mucho cuidado, los demás levemente; artilleros, marineros y grumetes 29, seis gravemente de los cuales, en los días despues, murieron quatro, y el soldado tambien. Sean disparado 406 cañonazos de á 24; 420 de a 18; 180 de a 8: 4400 cartuchos de fusil»

Al amanecer del 27 el convoy y escolta británico estaban a dos leguas de distancia con rumbo al S. mientras el Glorioso mantenía el Nordeste, unas horas después desaparecían por el horizonte, mientras como siempre los carpinteros y calafates iban remendando los desperfectos del combate, pues para el buque no había terminado el viaje y había que arribar a puerto y desembarcar su importante carga.

Estaban felicitándose todos al avistar el cabo de Finisterre el 14 de agosto, un día con horizontes claros y viento fresco; la alegría se trunco al ver ante ellos a una nueva división naval británica, perteneciente a la escuadra del almirante John Bing. [1]

Óleo del combate del navío Glorioso, sobre el cabo de Finisterre.
Glorioso.
Augusto Ferrer Dalmau.

Como era su costumbre (depredadora) estaban al acecho; la formaban el navío de 50 cañones Oxford, la fragata de 24 Soreham y la balandra de 14 Falcon, que como era su obligación se pusieron inmediatamente a su labor, dar caza a tan obstinado enemigo, sobre las 16:00 los tres buques sobrepasaron al Glorioso, pero divididos, el navío por estribor y los dos restantes por babor, separados prudencialmente y sin abrir fuego, el navío británico al terminar de sobrepasarlo dio orden de virar, visto por Mesía a su vez dio la misma orden de virar por redondo, manteniendo barlovento, pero sucedió que por su banda de sotavento le entró mucha agua en la primera batería, por ser las olas algo altas, dando la orden de cerrarla, volviendo a pasar entre los enemigos, al terminar de pasarlos dio la orden de volver a virar por la popa del Oxford, quedando esta vez a sotavento y dando más trapo logró darle alcance, a su vez el navío enemigo se interponía a sus compañeros, esta maniobra dejaba en inferioridad a los británicos, al mismo tiempo el Glorioso podía hacer fuego con su primera batería, lo que hizo al llegar a su altura, solo hubo tiempo de efectuar dos descargas, pues ante sus efectos y la táctica en los movimientos realizados por don Pedro, los puso en evidencia y mal trance. El combate duró tres horas, pero casi sin efectuar fuego ninguno excepto el mencionado.

De hecho en su parte de la Cerda dice: «Nos hicimos fuego de una y otra parte, con dos descargas que a la ultima largo por alto, el rizo que tenia a las gavias, y los juanetes, amuró su maior, para salir de mí fuego y escapar inominiosamente, como lo consiguio a las 7 de la tarde arrumbando la vuelta del Sur sudeste, dejando las armas de S. M. vencedoras…ceñi el viento governando al sureste, luego que entro la noche los perdi de vista» Tan poco fuego se hizo que hubieron muy pocas bajas, solo cinco por astillazos, entre ellos el teniente de navío don José de Rojas y Recaño y el de fragata don José de Veanez.

El capitán Smith Callis del Oxford, sufrió un consejo de guerra, no se sabe con seguridad si fue a petición suya o por orden, en todo caso salió exculpado. En esta decisión pudo pesar la inferioridad de su navío, o muy bien fueron las bajas sufridas, las que como siempre quedan ocultas en las fuentes británicas, pero sabiendo la rigidez del Almirantazgo debieron ser razones de peso.

Don Pedro Mesía cumplida su misión principal, que a tenor de lo sucedido no era precisamente ninguna banalidad, decidió arribar por su estado al puerto más cercano, después de mucho sufrir logró fondear en la ría de Corcubión el 16 de agosto, pero en ella no existía ninguna defensa, para dejarlo más seguro entró unos cabos más donde volvió a fondear el 18 seguido, dando la orden de construir dos baterías en tierra, desembarcando para ello parte de su artillería, por quedar atravesado y sólo poder ser ofendido por una banda, a ello sumó el construir una barrera con maderas para impedir ser atacado por brulotes, todo asegurado comenzó el desembarco de los caudales el 19, quedando en tierra firme a buen resguardo una semana más tarde.

Mientras Mesía escribe al Marqués de la Ensenada, informándole de lo acaecido y entre otras cosas le pide le fueran enviados los palos de trinquete, mayor y mesana, más cuatro masteleros y un juego de velas completo, todo muy urgente para poderse hacer a la mar, a su vez fueron embarcando víveres y agua, así como algo de pólvora y proyectiles, llegaron tropas para dar resguardo a las baterías, de todo ello llegó parte, como dos masteleros, el velamen y comestibles en mayor cantidad pero de todo falto, pero eso sí, recibió la Real orden con su ascenso al grado de jefe de escuadra por su pericia demostrada. Aclarar que el ascenso es a jefe de escuadra porque hasta el 20 de diciembre de 1773 no fue incorporado el grado de brigadier en la Real Armada, cuando éste ya venía utilizándose en el Ejército desde 1717.

No completar la carga de proyectiles y pólvora no se le dio mucha importancia, puesto que la intención era arribar a Ferrol y allí terminar de reparar el casco y arboladura debidamente, y como es natural embarcar la falta hasta el límite de carga, pero a su vez escribe el 25 de septiembre al Secretario don Zenón, comunicándole: «Desde principios de la semana pasada me hallo pronto para ponerme á la vela, á fin de asegurar este Navío en el Puerto de Ferrol, con toda la Artilleria que tenia puesta en las dos Baterias embarcada, los tiempos me han sido contrarios, teniendo esta Ria, el no poco embarazo, en el tiempo presente de ser menester un viento para salir, y otro para montar el Cavo, y seguir la derrota algo dificil de combinar, á menos de que no aia fortuna.» Envió a un oficial a la costa a vigilar el paso de enemigos, por tener aviso de la presencia de algunos, regreso sin haber visto ninguno, por ello aprovechó un viento levantado en la noche del 5 de octubre, por ser luna nueva en total oscuridad logró salir de puntas, pero al amanecer del día siguiente se divisaron quince navíos, ocho de ellos de gran porte, decidiendo regresar a Corcubión y volver a desembarcar la artillería, al parecer no fue visto y nada ocurrió.

Nos dice en su parte de la Cerda: «El dia 11 de octubre por la tarde salimos del Puerto de Corcubion en el Navio del Rey nombrado Glorioso, que navegó hasta el Cavo de finisterre, donde fondeó á esperar Viento favorable para seguir la derrota al Ferrol; pero haviendo entrado el 14, un recio Viento nos garreó el Ancla, y salimos al Mar precisados de su violencia; Y siendo contrario, para la expresada derrota, y escaso, para tomar otro Puerto de la Costa de Galicia, y no pudiendo forzegear con el Navio sobre la Costa en que estabamos por la incomodidad que teniamos en los Palos…; de comun acuerdo se resolvio dar descanso al Navio, arribando al Puerto mas inmediato á Sotavento, que era Cadiz.»

Conocedor de que la costa portuguesa era enemiga, no en balde en Lisboa la marina británica mantenía normalmente una escuadra, procuró alejarse de ella, no por miedo, si no por saber que su buque no estaba en las mejores condiciones para entrar en combate, los palos estaban reforzados con ligazón, las vergas para poco aguante y sobre todo faltos de proyectiles y pólvora, así lo mejor era si se podía pasar desapercibido, lo que consiguió hasta justo llegar al lugar donde quizás más combates se han librado entre ambas naciones, no es otro que la encrucijada obligada del cabo de San Vicente.

El 17 de octubre al llegar a la zona; había en él una división, como no de corsarios británicos llamada Royal Family, nombre dado por los nombres de los buques que componían su agrupación, eran seis fragatas que en total montaban 114 cañones, siendo sus nombres King George, Prince Frederick, Duke, Princess Amelia, Prince George y Prince Edward Tender llevando mil hombres de tripulación, al mando del comodoro George Walker; al amanecer divisaron ocho velas, al mismo tiempo fue también descubierto el Glorioso, por lo que dos, las King George y Prince Frederick aproaron en su persecución, algo más tarde otras les siguieron, la caza duró hasta el medio día por caer el viento, quedándose precisamente la King George al mando del comodoro George Walker a tiro de cañón de don Pedro, pero éste no dio orden de enarbolar bandera, lo que llevaba al británico a dudar, sí pudo ver era un navío (según él) de 74 cañones, se reunieron los oficiales para tomar una decisión, pues la duda era si era un buque de guerra o uno cargado con algún tesoro al llevar la primera batería cerradas las portas.

Sobre las 17:00 horas se levantó una suave brisa, inmediatamente el navío español se puso en movimiento, pero solo le pudo seguir la fragata de Walker por quedar el resto sin viento, al anochecer el corsario logró ponerse a la voz, saludando en portugués sin obtener respuesta, repitieron en su idioma y entonces si se les respondió, preguntándoles el nombre de su buque, al saberlo de la Cerda dio orden de abrir la primera batería (la segundo iba abierta) y prosiguió con la orden de fuego, largó una andana completa, por sus efectos barrió la cubierta enemiga, desmontó dos cañones de su batería y el mastelero de gavia fue arrancado, a esto respondió la británica con su batería y sobre todo con fuego de fusilería por llevar una compañía de infantería. La noche era de luna llena, razón por la que no era necesaria más luz, al ver Mesía que a esa distancia la ventaja era del enemigo maniobró para alejarse, lo que no pudo evitar el corsario por tener muy dañado el velamen, el combate se alargó dos horas hasta quedar prácticamente fuera de combate la fragata corsaria, pues las velas caídas sobre cubierta se pegaron fuego, esto desmoralizó la dotación, aunque se impuso la disciplina y lograron apagar el fuego.

Mientras se había levanto el viento algo más permitiendo a la Prince Frederick al mando de Edward Dottin, situarse en la banda contraria del Glorioso pero sin llegar a presentar todo su costado, se sufrieron daños por ambas partes y heridos, pero sólo pudo mantenerse media hora el fuego, por recibir la orden de su jefe de alejarse y dejar mar libre al navío español; al fuego del navío por su cercanía se unió el del castillo del cabo de San Vicente, algunos proyectiles castigaron la fragata de Walker.

Sobre las seis de la mañana del 18 se unieron a su jefe las fragatas Prince George y Duke, Walter ordenó que estas junto a la de Dottin y a su mando continuaran la persecución, pasado un tiempo apareció una vela con rumbo de vuelta encontrada con la King George, al estar a la vista descubrió con alegría era el navío Russell del porte de 92 cañones, a quien el comodoro de las fragatas corsarias informó a su capitán, Mathew Buckle de la situación, inmediatamente se puso a dar caza al español. El Glorioso continuaba su navegar viendo le iban acortando distancia las tres fragatas, cuando se apercibieron de otra vela a su proa y hacia él, se mantuvieron a la expectativa pues no llevaba pabellón, se cruzaron algo alejados y al hacerlo izó el danés al mismo tiempo que viraba, esta maniobra no llevó a engaño a Mesía, quien mantuvo su rumbo y velocidad en espera de acontecimientos, el enemigo espero un tiempo a popa siguiéndole, viendo que el español no le hacía ningún caso arrió la bandera que arbolaba, izando la británica, era el navío de 50 cañones Darmouth, al mando de capitán John Hamilton.

Cuadro al oleo representando el momento del combate, en el que el navío Darmouth explosiona. Pintado por Ángel Cortellini.
Explosión del Darmounth.
Por Ángel Cortellini.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.

El capitán británico seguía acortando distancia con el Glorioso, quizás conocedor de su inferioridad al llegar su proa al palo mayor del español, ordenó fachear parte de las velas para no presentar todo su costado, por ello entraron en juego los guardatimones del español, la distancia era de algo menos del tiro de cañón. Nos dice en su parte don Pedro: «En esta disposición nos batimos con reciproco vivo fuego de Cañon, y fusil hasta las Tres, y minutos más Tarde, que de Ymprobiso le resulto la fatal desgracia de Bolarse; de modo, que de un instante á otro nos hallamos sin objeto con quien continuar el fuego, por averse reducido á pequeños quarteles esparcidos en el mar, y sobre ellos bimos algunos hombres, que aviendo livertado la vida de aquel espantoso fracaso, pedían socorro con un Lienzo, ó Camisa blanca arbolada en un pedazo de hasta, ó remo.»

Walker al divisar el combate en la lejanía, estaba inclinado a recriminar al capitán de la Prince Frederick por iniciarlo y dijo: «Dottin disparará todos sus cartuchos y se verá obligado a disparar con pólvora sola, con lo cual puede ocurrir cualquier fatal accidente»; terminando de decir esto, se oyó un fuerte estallido y al ver un buque envuelto en llamas exclamó: «¡Oh, cielos! Se ha ido Dottin y todos sus valientes no existirán más», pero no era la fragata la que había saltado por los aires.

Con la voladura se perdieron el buque y casi toda su tripulación de trescientos hombres, solamente se salvaron catorce (según otras fuentes fueron doce; dejamos a elección del lector la cantidad), entre ellos un joven oficial llamado O’Brien quien salió despedido por una porta medio desnudo y al ser recogido por un bote de la Prince Frederick, estaba agarrado a una cureña de cañón, al presentarse al capitán Dottin de ésta, le dijo: «Sir, debe excusar mi falta de uniformidad al venir a un buque extraño, pero en realidad yo dejé el mío con tanta prisa que no tuve tiempo de cambiarme»

Las bajas del Glorioso fueron cinco muertos y una veintena de heridos; el casco y arboladura sufrieron daños no muy notables, siendo lo peor que en realidad el buque venía arrastrando varios de los combates anteriores, por ello se pusieron a reparar lo mejor posible los últimos sufridos, de hecho en la Gaceta de Madrid se publica: «Como la Artilleria de los Enemigos en estos dos combates havia cortado la mayor parte del aparejo pendiente, y de firme del Navío el Glorioso, y maltratado muy mucho sus costados, á que se agregaba tener yá inutiles los Masteleros de Gavia y de sobre Mesana; procuro D. Pedro de la Cerda reparar, sin pérdida de tiempo, en la forma posible, tanto descalabro, para proseguir su navegación…»

Para resaltar, sí eso es posible las acciones del navío, capitán y dotación español, transcribimos unas palabras del comodoro Walker: «Y de nuevo comenzó la persecución y la conquista de su audaz y escurridizo enemigo; porque nunca los españoles, y nadie en realidad, han luchado mejor con un barco que lo hicieron ellos.»

Pero no había terminado, pues el Russell y las fragatas Prince George y Duke, había acortado distancia y sobre las doce y cuarto de la noche, una más de luna llena y por tanto con total visibilidad, el navío se le colocó dando la banda a barlovento, mientras las fragatas se mantuvieron por las aletas, comenzando un duro bombardeo por ambas partes, durando algo más de tres horas, cuando los artilleros españoles pedían munición y pólvora, pero esta comenzaba a faltar, por lo que les era arrancada de las manos al grumete que primero pasaba por quien la necesitaba.

Óleo del final del combate del navío Glorioso enfrentado al Russell británico de 92 cañones.
Glorioso.
Augusto Ferrer Dalmau. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Nos dice al respecto don Pedro: «A las tres horas y media de Combate nos hallamos ya sin una Planqueta, ni saco de Metralla, razón porque continuamos nuestro fuego con las balas de dos en dos en la Artilleria, y metiendo en ella los pies de cabra de su servicio y alguna clavazon en lugar de la metralla, para mejor ofender al Enemigo.» No por ello decayó el combate, pues sigue diciendo: «Duró el Combate hasta las 6 y cuarto de la mañana, que conocimos el infeliz estado en que nos hallábamos de Palos, y Jarcia, y que el Navio hacia mucha Agua (15 palmos de altura en la bodega) por los muchos balazos de á 36 que tenia a la lumbre de ella; y considerando, que no teniamos el recurso de poder armar ni una Bandola, ni de que el enemigo desistiese de su empeño, por estar abrigado de las dos Fragatas, que en su Compañia nos havian hecho fuego toda la noche; y aunque se retirase del Combate, quedabamos expuestos á hirnos á pique, ó á que cualquier Corsario nos tomase, por hallarnos sin medios para la defensa; por estas razones nos vimos obligados á rendirnos…» A esto se sumaba el estado de la arboladura: «…nos hallamos con todo el aparejo cortado, desarbolado el Mastelero Mayor, la Verga de Mesanas, y sobre Mesana menos, la verga Mayor con muchos balazos, la de Belacho rendida; los Palos principales amenazando ruina…»

Al cesar el fuego Buckle ordenó pasar al navío español, a falta de botes en ambos tuvo que servirse de uno de sus fragatas, trasbordando don Pedro Mesía al Russell, al abordarlo se dio cuenta de los daños infringidos por sus hombres, llegando a la conclusión que no estaba en mucho mejor estado que su Glorioso, paso a la cámara del capitán y allí hablaron junto a otro personaje no militar de los avatares sufridos en ambos buques, de todo ello la Cerda llegó a comprender que de haber llevado más pólvora y sobre todo munición, era muy posible haberse alzado con la victoria, entre otras cosas que nos cuenta don Pedro está este punto que es digno de reflexión: «Y su Comandante nos aseguró, que estubieron en terminos de pasar á las dos fragatas, y prender fuego al Navio por la mucha Agua, que hacia de un balazo á la lumbre de ella; cuyo daño se remedió por un famoso Buzo, que trahian.» A esto unir lo que le comentó el civil: «Dijonos un Pasagero Ynglés de distincion que venia en el Navio, que consternada su Gente en querer continuar el Combate, fue preciso que los Oficiales con espada en mano les obligasen á proseguirle.»

Las bajas por parte española fueron veinticinco muertos y ciento cinco heridos, por parte británica, como siempre grandes discrepancias incluso en los datos oficiales, de entrada Buckle da once muertos y diez heridos (y en cambio no tenia botes posibles de ser lanzados al agua), por datos de miembros españoles embarcados, dicen oyeron hablar de entorno a ochenta heridos y entre los fallecidos un primer teniente, el primero y segundo contramaestre y muchos más.

Toda la dotación excepto los heridos españoles fueron trasbordados a las fragatas, y los oficiales junto a cien hombres al navío, en las primeras embarcaron un oficial en cada una para vigilar a sus hombres e impedir que los aprehensores se pasaran, dando la vela con rumbo a Lisboa el 22, mientras de las fragatas pasaron al Russell cien hombres y los mismos del navío a marinar el Glorioso (lo que indica tuvo muchas más bajas de las mencionadas) pues se quedó con los brazos justos, ambos buques permanecieron hasta el 26 reparando las averías más importantes para poder llegar a Lisboa, donde entraron el 25 las fragatas y los navíos el 30. El embajador español en la capital portuguesa duque de Sotomayor se puso a trabajar, logrando desembarcara todos los hombres, los heridos pasaron al hospital y el resto a lugares vigilados pero en tierra, los oficiales a la misma embajada bajo palabra de obedecer lo que ordenara el embajador, por ser quien de verdad sabía que hacer (excusa de la Cerda, para no dar su palabra de honor de no hacer armas contra los británicos), aún así permanecieron casi un mes en la capital lisboeta, el 21 de noviembre salieron parte de las tropas y oficiales, el resto al día siguiente todos con destino a Ferrol y La Graña, don Pedro lo hizo el 30 pero por orden a la capital de España.

Los británicos valoraron la pérdida del Darmouth en un millón y medio de reales, unas dieciséis mil libras, pero no difundieron más datos sobre el resto de daños en los diferentes buques. Por contra se vieron forzados a reparar ambos navíos para poder seguir a Portsmouth, siendo el coste muy alto, pero los británicos en esto son los mejores, pues no queda demostrado fueran tan importantes y no dar al enemigo el gusto de saber que también el Russell estaba para desguace, de hecho llegaron a su destino a mediados de mayo de 1748.

Después de un largo proceso para decidir que se hacía con el Glorioso, producido porque unos querían incorporarlo a la marina británica, mientras otros solo subastarlo y sacar dinero, al final se decidió por esto último, por ello fue vendido en la cafetería de Edward Lloyd, en la Tower Street de Londres el 13 de abril de 1749 por doce mil cien libras. Si su sistema legal no los hubiera aprisionado, lo hubieran podido vender, porque así lo propuso el rey de Portugal José I quien entregaba sin gastos de reparación, o sea tal cual estaba a su entrada en Lisboa treinta mil libras, esto eran unos ciento treinta y tres mil pesos españoles, lo cual superaba al coste de construcción en la Habana en dieciocho mil pesos, y desde luego más del doble de lo cobrado por los británicos después de recompuesto.

Con exactitud no sabemos qué sucedió con el buque, lo sí seguro es que la artillería se la quedó la Marina Real, pero del casco hay dudas, despejándolas lo más probable y por ser habanero es que fuera desguazado y sus muy caras maderas vendidas para fabricar muebles a su vez más caros, es probable que incluso en alguna casa bien de hoy, aun este sirviéndose mesas y soportando pesos sus sillas, donde otros sin saberlo están sobre algo mucho más valioso que el dinero. La Historia vivida y sufrida por esos materiales, y los hombres que dejaron su sangre cuando conformaban uno de los mejores navíos, pero de todo esto estamos muy seguros ni siquiera saben de ello.

Todos estos datos contrastados con otros británicos, contienen una diferencia de once días, por lo que al intentar casar hechos con fechas lleva al profano a confusión, pero no es así, si no más bien que los británicos son tan suyos que los cambios les vienen dados por otros, a ellos les cuesta incluso siglos rectificar. El problema no es otro que en España se pasó del calendario Juliano al Gregoriano (el vigente actualmente), quitando en octubre de 1582 los diez días, pasando el 5 de dicho mes a ser el 15; pero los británicos no lo hicieron hasta 1752 cuando el 2 de septiembre pasó a 13, por eso en sus obras de historia cuando se cita una fecha anterior, se dice como old style (estilo antiguo) y cuando es posterior new style (nuevo estilo). Una más de ellos, que como muy bien los define “van a su estilo” y los demás que se las arreglen como puedan o sepan.

Esperamos que con esto, al menos a los que nos gusta la Historia Naval de España, sirva como una inyección que contribuya a levantar ánimos y moral, propalando a los treinta y dos vientos de su Rosa de la Bitácora, una ínfima aportación de nuestra Historia, que como ya se ha dicho muy pocos nos la cuentan tal y como fue, pues siempre no perdimos y es más, en muchas otras ocasiones ganamos, (nada se le puede robar a nadie que previamente no posea) ¿si no como se pudo conservar durante más de trescientos años, el mal llamado “Imperio” siendo que además todo él era marítimo?

«Podemos hacer cualquier cosa con la historia, salvo escapar de ella.» Abraham Lincoln.

«Podemos hacer lo que nos plazca con la Historia, menos cambiarla.» Benjamin Franklin.

Notas

  1. «Éste Almirante había nacido en 1704 de familia aristocrática pues era hijo del almirante vizconde de Torrington, debido al alto cargo de su padre, pronto ascendió a grados superiores en la Marina Real. Siendo ya almirante en la guerra de los Siete años y mandando una escuadra de trece navíos, fue derrotado por el almirante francés marqués de La Galissonière, que mandaba doce navíos y seis fragatas el veinte de mayo de 1755; después del combate en vez de intentar un nuevo ataque se retiró a Gibraltar, sin socorrer el castillo de San Felipe de Mahón, que capituló el 30 de junio, perdiéndose este importante puerto, para la estrategia del Reino Unido y que estaba en su poder desde la guerra de Sucesión Española, por estos hechos fue sometido a consejo de guerra y aunque no se le reconoció culpable de negligencia, se le condenó a muerte por la pérdida de Menorca, siendo fusilado a bordo del navío Monarque el catorce de marzo de 1757 ante toda la flota, reunida en la base principal de Portsmouth»

Bibliografía:

Pacheco Fernández, Agustín.: El «Glorioso» Galland Books S.L.N.E. 2ª Edición. España diciembre 2015.

Piñón Bouza, Ramón: El Glorioso, un navío que hizo honor a su nombre, Revista General de Marina, agosto-septiembre de 2002, pie de página 386.

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