Bouyon y Serze, Honorato de Biografia

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Biografía de don Honorato de Bouyon y Serze


Óleo de don Honorato de Bouyon y Serze. Jefe de escuadra de la Real Armada Española. Ingeniero Naval.
Honorato de Bouyon y Serze.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


Jefe de escuadra de la Real Armada Española.

Ingeniero Naval.

Orígenes

Vino al mundo el 4 de enero de 1753 en la población de Vence, en la Provenza francesa. Fue su padre don Bartolomé Bouyon y su madre doña María Serze.

Comenzó su carrera militar el 9 de septiembre de 1770 como cadete de las Guardias Walonas, pero encontrándose en estos servicios y viendo sus conocimientos sus paisanos, Bonet, Briant y Gautier entre otros le guiaron, realizando los estudios de ingeniero naval.

Como a tal se encontró con la orden de embarque en uno de los navíos de la escuadra del general don Luis de Córdova en 1779, realizando la primera campaña del Canal de la Mancha, esto fue lo que realmente le despertó su verdadera profesión.

Hoja de Servicios

En noviembre del mismo año embarcado en el navío San Justo, incorporado a la escuadra del general don Juan de Lángara, realizó un crucero sobre el cabo de San Vicente, quedando así separado del cuerpo fuerte de la escuadra, evitándole participar en el combate naval del cabo de Santa María del 16 de enero de 1780 contra la escuadra del almirante británico Rodney.

Regresaron a la bahía de Cádiz, de donde volvieron a hacerse a la vela y sobre el mismo cabo el 9 de agosto apresaron al gran convoy británico compuesto por cincuenta y cinco velas, a pesar de ser buques mercantes, por reunir condiciones aconsejables algunos de los apresados pasaron a formar parte de la Armada posteriormente, especialmente entre ellos los cinco fuertes y marineros indiamen, que una vez mejorados fueron incorporados como fragatas siendo: la Helbrech, de 30 cañones, pasó a ser la Santa Balbina, de 34 cañones; la Royal George, de 28, la Real Jorge, de 30; la Monstraut de 28, la Santa Bibiana, de 34, y las Geoffrey, y Gatton ambas de 28, fueron respectivamente, la Santa Paula, de 34 y Colón, de 30 cañones.

Al arribar a la bahía de nuevo con el gran convoy, se le destinó a preparar el gran asedio a Gibraltar, en cuya acción tuvo varios combates con buques británicos, donde comenzó a destacar como bravo soldado, siendo ascendido por Real orden del 23 de junio de 1781 al grado de alférez de fragata y obteniendo su ingreso en el cuerpo de Ingenieros Navales.

Por orden superior pasó embarcado al navío San Pascual con fecha del 2 de julio siguiente, estando al frente de la expedición el general don Ventura Moreno, quien con su escuadra dio protección al convoy que transportaba a las tropas del mando del duque de Crillon, para recuperar la isla de Menorca y el bastión principal del puerto de Mahón.

Estando ya en la isla se le ordenó hacerse cargo de las defensas del ejército, comenzando por levantar planos de la costa y de sus radas, para mejor realizar el desembarco de las tropas.

Se vieron a seis embarcaciones resguardadas y protegidas por el fuego de los cañones del castillo de San Felipe, siendo comisionado junto a otros oficiales para sacarlas de allí, pero no se dieron cuenta del gran riesgo que corrieron hasta llegar a ellas, pues estaban cargadas de víveres, municiones y pólvora, no obstante el riesgo consiguieron apoderase de ellas siendo Bouyon uno de los más destacados por su pericia en ejecutar las órdenes.

Pasó al puerto de Fornells el 5 de septiembre, con la comisión de abrir posiciones fuertes para instalar artillería e impedir así que una salida de los enemigos pudiera malograr el desembarco, para ello utilizó los brazos de las tripulaciones consiguiendo construir una zona suficiente para poder situar en ellas dos baterías de dieciséis piezas cada una, las cuales cerraban por completo los campos de tiro evitando recibir el fuego que se les hacía.

Viendo la rapidez con que conseguía se movieran los hombre y lo rápido de su avance en las obras, se le ordenó construir una pequeña fortaleza para instalar en ella tres piezas de á 24 libras, pero solo a un tiro de fusil del castillo de San Felipe lo que se consiguió construyendo previamente otras que les daban protección y así lograr llegar al punto marcado por sus jefes.

Los británicos les dejaron trabajar, pero en la noche del 11 de octubre realizaron una salida dando muerte a la mayoría de los que se encontraban trabajando, esto llevó a decidir al jefe del ejército se construyera una barrera con cables y maderos, para impedir el paso a los bloqueados, pero se encontraba tan cerca de la mar que entre ésta y el fuego de los enemigos se tenía que reparar todos los días. Pero su trabajo dio su fruto pues a los pocos días fue tomada la fortaleza y con ella toda la isla.

Terminados los combates con éxito embarcó y regresó a la bahía de Cádiz, donde le llegó una Real orden con fecha del 16 de septiembre del mismo año, por la que en agradecimiento Real a los inmejorables servicios prestados en la conquista de la isla de Menorca, el Rey tenía a bien otorgarle el ascenso por méritos de guerra al grado de alférez de navío.

En el mes de noviembre siguiente fue llamado por el general don Ventura Moreno, para nombrarle su ayudante de órdenes y embarcar en el jabeque San Bruno, realizando cruceros sobre las aguas norteafricanas, por haberse detectado más movimiento del normal, contribuyendo a restablecer la normalidad.

Al mes siguiente se le destinó al apostadero de Algeciras, en el cual dirigió las carenas de varios buques, así como de las lanchas cañoneras y obuseras que se disponían para el gran asedio al Peñón. Y el 13 de enero de 1782, sin dejar su destino anterior se le ordena la construcción de las posiciones de las baterías de artillería para el mismo cometido.

El 1 de marzo se le ordena embarcar en el bergantín Finkastle como segundo, siendo su comandante don Santiago de Liniers, realizando un tornaviaje entre Algeciras y Mahón para restituir a unos prisioneros británicos al mismo Peñón. Al arribar quedó asignado a las fuerzas del bloqueo. Estando en Algeciras recibió la Real orden con fecha del 2 de marzo siguiente, notificándole su ascenso al grado de teniente de fragata.

En el mes de septiembre siguiendo a su general don Ventura Moreno abordó la batería flotante La Pastora de su mando, encontrándose el 13 del mismo mes en la fatídica situación de tener que abandonar la batería por haberse pegado fuego por la acción de las ‹balas rojas› empleadas por los británicos, soportando el fuego al lado de su general hasta ser abandonada por el último tripulante, momento en que se lanzaron al agua instantes poco antes de hacer explosión.

El 15 siguiente volvió a embarcarse en el bergantín de su destino, el cual realizó la misión de aviso de la escuadra del general don Luis de Córdova, zarpando del apostadero de Algeciras en persecución de la británica del almirante Howe, la cual corriendo un temporal deshecho se adentró en el Mediterráneo.

En uno de los días permaneciendo a la espera de la salida de la escuadra británica, al amanecer divisaron al bergantín británico Minerva con rumbo al Peñón siendo protegido por un navío, pero el comandante del español no se lo pensó y pudo poner rumbo al enemigo, al cual apresó a pesar del fuego del navío, al abordarlo pudieron comprobar que transportaba tropas y víveres para la sitiada plaza.

Lo marinaron a Algeciras y volvió a zarpar encontrándose en el instante en que lord Howe volvía al Atlántico, el general Córdova le salió de nuevo al paso y se trabó el combate del 20 de octubre de 1782, en aguas frente al cabo Espartel. El almirante Howe admiró: «…el modo de maniobrar de los españoles, su pronta línea de combate, la veloz colocación del navío insignia en el centro de la fuerza y la oportunidad con que forzó la vela la retaguardia acortando las distancias.» El combate tuvo una duración de cinco largas horas.

Regresaron a la bahía de Cádiz, al poco tiempo recibió una Real orden con fecha del 21 de diciembre del mismo año, por la que S. M. en agradecimiento a los ejemplares servicios prestados en la pasada campaña, tenía a bien ascenderle por mérito de guerra al grado teniente de navío.

Cuando se firmó la paz el 20 de enero en Versalles, recibió la orden de trasladarse al Arsenal de Cartagena a donde llegó el 20 de mayo de 1783, siendo destinado a las órdenes directas de Comandante de ingenieros. Le hizo unas pruebas su Jefe y vio su capacidad, destinándolo primero al detall, luego en delineación, después en la sala de gálibos y al terminar aquí su buen trabajo se le encomendó la dirección de la construcción de la fragata Florentina, después la de los navíos San Antonio y San Fulgencio, siendo tan satisfactorio el comportamientos de estos que de nuevo S. M. firmó la Real orden del 24 de enero de 1784, siendo graduado como ingeniero ordinario.

Pasando a recibir una Real orden con fecha del 1 de mayo de 1788, siendo ascendido al grado de capitán de fragata é ingeniero de segunda. Todo este paréntesis en su vida lo utilizó en la construcción de los buques mencionados y en sus mejoras, aparte de dirigir varios carenados de otros.

Con fecha del 6 de junio de 1788, recibe la orden de hacerse cargo como Comandante del arsenal de Mahón. Al llegar aún quedaba algo de lo que habían dejado los británicos pero no era suficiente para sus proyectos, así se puso a mejorar las instalaciones, una vez terminadas comenzó la construcción de una serie de fragatas, siendo la primera en caer al agua la Mahonesa, le siguió la Esmeralda, Diana y Venganza, así como el bergantín Corzo y como unas sesenta lanchas, entre cañoneras, obuseras y bombarderas tan acertadas que recibieron el beneplácito de cuantos generales las probaron con diferentes mares y épocas del año, esto llevó a S. M. por su demostrado celo y acierto a firmar una Real orden con fecha del 21 de abril de 1792, siendo ascendido al grado de capitán de navío.

Esto provocó una nueva Real orden con fecha del 26 de mayo siguiente, siéndole otorgada la Comandancia de Ingenieros del arsenal de la Habana, donde se presentó para tomar su cargo en el mes de febrero de 1793.

En este arsenal se construyó bajo su dirección el navío de tres baterías Príncipe de Asturias, del porte de 112 cañones al ser entregado, luego sufrió mejoras que le aumentaron estas bocas, así como la fragata Anfitrite del porte de 44 cañones, aparte de varias carenas, se construyó una grada que recibe el nombre de ‹cajón› y se construyó una normal nueva, así como llevar a buen término la construcción de varias lanchas cañoneras, para ser utilizadas en la defensa de la escuadra del general Aristizábal y del propio puerto de la Habana.

Pidió permiso al Rey para visitar las riveras del Misisipí, para verificar la dureza de los árboles que allí crecían y ver si eran aprovechables para aplicarlos a la construcción naval, se le concedió el permiso y navegó hasta Natches, lugar en el que encontró el chipres una excelente madera para arboladuras.

No dejó un metro cuadrado de la isla de Cuba por verificar y comprobar los tipos de árboles que crecían, así como ver la forma de poder transportar las maderas más fácilmente a la Habana ó a otros puntos de la costa donde fuera más practicable su embarque. El punto culminante de su carrera lo alcanzó, al conseguir salvar y carenar de nuevo al navío de pabellón francés Guerrero, el cual arribó procedente de Guarico haciendo cincuenta pulgadas de agua por hora, todo porque se había dejado la quilla o un buen trozo de ella en un bajío. A finales de 1802 regresó a la península.

Por Real orden del 14 de mayo de 1803, se le otorgó la Comandancia de Ingenieros del Departamento de Cádiz, aquí le pilló toda la preparación de la escuadra al declarare la guerra al Reino Unido, se carenaron diferentes buques en seco, otros se recorrieron a flote, se trabajó en la habilitación de otros, así como poner en servicio una gran cantidad de lanchas cañoneras y obuseras, al mismo tiempo que se construyeron las goletas Verdad y Firme, destinadas a buques correo con Tierra Firme, Antillas y la península.

Estando en estos trabajos que se necesitaban realizar rápidamente, con su acostumbrada forma consiguió tenerlos a punto, por esta razón y una vez más en su carrera, por Real orden del 18 de septiembre de 1804, por Gracia de S. M. se le asciende a Ingeniero Director.

Recibió una Real orden de fecha del 14 de junio de 1806, reclamando el Rey su presencia en la Corte para tratar de temas de su incumbencia, debió de ser muy acertado en ello, pues por otra R. O. fechada el 21 de octubre se le asciende al grado de brigadier, al mismo tiempo se le comunica su nuevo destino como Ingeniero Director del Arsenal de la Habana.

Elevó petición y S. M. se la concedió así por Real orden del 16 de diciembre siguiente pudo trasladar a toda su familia a la isla, dando el Rey orden expresa para ser embarcados en el primer buque que zarpara rumbo a ella, y al mismo tiempo, pasaporte con la misma orden para cruzar tantas veces como le fuera necesario el océano y siempre en el primer buque de preferencia.

Zarpó rumbo a la Habana el 1 de mayo de 1808, estando aquí recibió una Real orden con fecha del 25 de mayo de 1809, siéndole ordenado hacerse llegar al Arsenal de Cartagena, como el primer buque que iba a cruzar el océano cargado de caudales y semillas de nuevos frutos era el navío San Leandro, se embarcó en él de trasporte zarpando de la Habana el 14 de octubre siguiente.

Al encontrase en la posición: 236º 16’ de longitud de Cádiz y en 37º 6’ de latitud N., se desató una tormenta produciéndose el quebranto de parte del casco del navío, con ello unas vías de agua que le hacían embarcar unas quince pulgadas por hora, pues las bombas de achique también había sufrido un deterioro grave, por ello no les daba tiempo a desalojar el líquido elemento que le sobraba al casco, amenazando con ello gravemente su permanencia sobre la superficie.

Se percató Bouyon de los movimientos de personal y al fin se lo comunicaron, se puso a trabajar con las bombas y en parte las reparó, logrando al menos desalojar más agua de la que entraba, así se consiguió arribar a San Juan de Puerto Rico. Al fondear recorrió el casco y se dio cuenta que en esas condiciones era imposible proseguir viaje a la península. Por estar en plena guerra contra el invasor napoleónico, los británicos eran aliados y viendo a dos fragatas con su pabellón entabló conversaciones con ellos, llegando al acuerdo de transbordar la carga para que ellas lo desembarcaran en la bahía de Cádiz.

Acordado esto que era lo más importante, ordenó darle un gran pendol (pasar los pesos de una banda a la otra para ponerlo dado a la banda, o sea una de ellas en la superficie completamente), por ello se pudo reparar algo y reducir las vías de agua, las cuales ya solo daban unas tres pulgadas por hora, decidiendo dadas las condiciones zarpar con rumbo a la Habana, a donde arribaron sin problemas, pero puesto en seco fue repasado y el dictamen fue darlo por inútil, siendo dado de baja en la Real Armada.

Todo este trabajo y su buen fin, fue visto en persona por el teniente general don Juan María de Villavicencio, quien también viajaba a la península y como es lógico por el comandante de navío, el brigadier don Tomás de Ayalde, quienes al llegar posteriormente a la península lo pusieron en conocimiento de S. M., el esforzado trabajo y el buen resultado de todo él.

De nuevo en la Habana como no había buque de la Armada previsto con viaje a la península embarcó en uno mercante, arribando a la bahía de Cádiz el 17 de julio de 1811. (Aquí se puede apreciar claramente que en esos momentos no estaba muy bien comunicada la isla con la península, pues zarpa con el San Leandro el 25 de mayo de 1809 y consigue arribar en un buque particular, nada menos que dos años y un mes después.)

Estando en el Arsenal de Cádiz recibe una Real orden con fecha del 9 de febrero de 1812, para establecerse en la Habana ó en cualquier otra ciudad que tuviera puerto y gradas, siempre que estuviera dedicado a la construcción, para poder vivir se le concede medio sueldo del correspondiente a su grado, por otra Real orden del 12 siguiente se le concede una licencia de cuatro años para desarrollar su trabajo en la isla de Cuba.

Por una Real orden con fecha del 1 de agosto de 1815, se le pasa al escalafón del Cuerpo General, para poder seguir ascendiendo.

En 1816 se le terminaba su licencia, por ello viajó a la península y se le entregó la orden de dirigir la construcción en el extranjero de dos corbetas del porte de 26 cañones, así se botaron las María Isabel y María Francisca, siendo destinadas a la isla de Cuba y con base en su apostadero de la Habana.

La escasez de medios era palpable en esta época en la Real Armada, lo manifiesta que para poder acudir a la insurrección del virreinato de Buenos Aires, se le encargó pasar a Burdeos para dirigir la construcción de las después conocidas como; fragata Aretusa, del porte de 40 cañones; los bergantines Aquiles y Hércules, del porte de 20 y los bergantines-goletas Mágica, Sorpresa, Diligente y Encantadora, del porte de 10, al terminar su construcción él mismo se hizo cargo de trasladarlos a la bahía de Cádiz donde arribaron en el último tercio de 1819.

Un tiempo después se le nombró comandante de Ingenieros del apostadero de la Habana, para poder acudir a su destino embarcó en la fragata Sabina de transporte, permaneciendo en el cargo hasta 1825, al darse por terminado el trabajo de adecuar el apostadero de su destino.

Por Real orden del 29 de octubre de 1827, se le cesa en el destino y se le clasifica como servicio pasivo de la Real Armada y por otra fechada el 1 de diciembre de 1828, se le concede licencia indefinida para residir en la Habana y con sueldo integro de brigadier, pero pagado en reales de vellón. (Contra la opinión de muchos, el vellón era las monedas de cobre, por lo tanto de menos valor, así se evitaba sacar plata u oro de la península.)

Continuó su permanencia en la isla hasta llegarle una Real orden con fecha del 5 de julio de 1834, notificándole su ascenso al grado de jefe de escuadra, pero con el sueldo de brigadier, llegando esta noticia cuando permanecía veintiocho años en el grado anterior. Por la misma Real orden, se le concede por tener cumplidos los requisitos, la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Con anterioridad se le había entregado la Placa de la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, por sus muchos méritos contraídos para el bien de la patria y así mismo tenía la de San Luis de Francia que le había sido concedida por el rey Luis XVI.

Continuó en la Habana y en 1840, contando con ochenta y siete de edad pidió permiso para poder ir a la Corte, con este argumento:

«En la larga vida que Dios se ha servido concederme, deseo tener el gusto de besar la mano de la Reina Doña Isabel II, como tuve la honra de hacerlo con su padre, abuelo y visa-abuelo; y así ruego á V. E. me expida pasaporte para la Península»

Arribó a la bahía de Cádiz en el buque correo nº 4 el 8 de junio de 1840, al llegar se presentó al general del Departamento y se puso en camino, estando de posta en la ciudad de Sevilla, se produjo el levantamiento, los de la Junta revolucionaria al saber que persona tan mayor y relevante se encontraba allí, fueron a pedirle se uniera a ellos, pero les dijo que al día siguiente les daría una respuesta, analizando en la disyuntiva que se le quería poner, aprovecho la noche para viajar de nuevo a Cádiz, decidido a regresar a la Habana, embarcándose en un buque particular zarpó en el mes de octubre siguiente.

Regresó a su casa y allí permaneció hasta su fallecimiento el 15 de marzo de 1849, cuando contaba con noventa y seis años de edad.

Existe un documento a forma de informe que fue presentado al Rey por el entonces brigadier don Juan Ruiz de Apodaca, con el siguiente título:

«Relación de varias maderas que se producen en distintas islas y costas de América septentrional, dada por el ingeniero-director don Honorato Bouyon, en 1º de junio de 1806. Isla de León, 1806.»

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 9. 1910, página 454 y 455.

Fernández Duro, Cesáreo.: Disquisiciones Náuticas. Facsímil. Madrid, 1996. 6 Tomos.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo III. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid 1873.

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