Casado de Torres e Yrala, Fernando Biografia

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Fernando Casado de Torres e Yrala Biografía



 Óleo de don Fernando Casado de Torres.
Fernando Casado de Torres e Yrala.
Cortesía del Museo Naval de Madrid.


Jefe de escuadra de la Real Armada Española.
Comandante General del Cuerpo de Ingenieros de la Real Armada.

Orígenes

Vino al mundo en la población de Zafra en la actual provincia de Cuenca el día treinta o treinta y uno de mayo del año de 1757, siendo sus padres don Pablo Casado y de su esposa, doña Rosa de Torres.

Hoja de Servicios

El Rey don Carlos III le concedió una pensión de doce mil reales anuales en el año de 1784, por sus extraordinarios trabajos llevados a cabo en apoyo del Secretario del Consejo de Guerra de Indias, ya que había viajado por el Reino Unido, Alemania, Francia, Holanda Dinamarca, Suecia y Rusia, adquiriendo una gran información sobre los avances de las técnicas hidráulicas.

Ingresó en el Cuerpo de Ingenieros navales con el empleo de ingeniero ordinario el día dieciséis de marzo del año de 1789, siendo destinado por Real Orden a proseguir sus investigaciones en el Reino Unido, para conseguir su objetivo igual se presentaba como quien era, como pedía un puesto de trabajo en alguna empresa y tomaba buena nota de las técnicas aplicadas.

Por estos méritos se le ascendió al empleo de ingeniero de segunda el día uno de mayo del año del año de 1790. En el mes de mayo del año de 1791, fue comisionado por el Gobierno para que pasara al Arsenal de la Carraca y pusiera en práctica su invención, que databa del año de 1788, de una máquina de sierras que era movida por una bomba de doble inyección, quedando terminada, siendo muy apreciada al poderse cortar mejor la madera, lo que ahorraba tiempo y mejoraba el corte.

Por los excelentes resultados de este proyecto, se le ascendió al empleo de ingeniero jefe graduado, con fecha del día cinco de octubre del año de 1791, al mismo tiempo que se le encargaba viajar a Asturias, para tratar de conseguir hacer navegable el río Nalón, para ello había que remover mucha tierra y por esta razón necesitaba energía, por lo que en dos meses descubrió ochenta y tres minas de carbón, que además quedaban casi todas en las márgenes del río a dragar, pero todo esto le llevó a contraer una enfermedad peligrosa, por lo que S. M. le dio el permiso para pasar a tierras más salubres y como premio, lo confirmó en propiedad con la antigüedad del día veintiuno de abril del año de 1792, el empleo de Ingeniero Jefe concediéndole el ascenso al grado de capitán de navío.

No cejó en su empeño y poco tiempo después algo restablecido, se puso a trabajar basándose en los datos que había ido obteniendo en el reconocimiento del cauce del río Nalón, para levantar el plano topográfico desde su desembocadura en la población de San Esteban de Pravia hasta la de Sauca de Langreo, componiendo una «Memoria» en la que se indicaban las obras hidráulicas a realizar para conseguir hacerlo navegable, la cual elevó al Rey y vista por los expertos de la Corte, fue aprobada su ejecución.

Conseguida la navegabilidad del río en el trayecto por él trabajado, se le destino a la Cavada para verificar si era posible el proyecto del señor Arriola, de poder fabricar cañones de hierro batido, realizó pruebas y confirmó que era posible, se le volvieron a dar las Reales Gracias, siendo comisionado para verificar en el Departamento de Cádiz, el funcionamiento del Martillo realizado por el ingeniero don Juan Smith.

Al parecer los cálculos no estaban correctos y por ello se había detectado un quebranto en los cimientos de esta máquina, teniendo que realizarlos de nuevos dándole así una solución, que consistió en fijar una bomba de doble inyección, pero aun así el edificio corría peligro, por lo que elevó a S. M. la petición para volver a levantar otro, pero en una nuevo lugar siendo el islote de las Culebras por ser sus base más resistente al ser prácticamente de piedra, razón por la que el Rey volvió a darle las Reales Gracias.

Solucionado el problema, se le volvió a comisionar a Asturias, ya que tenía la idea de aplicar las técnicas vistas y aprendidas en su viaje al Reino Unido que estaban utilizando el sistema Dundinald para reducir el carbón y transformarlo en Cooke, a su vez se sacaba el alquitrán mineral y todo se hacía en la localidad de Brandly, de lo que a su vez había escrito una «Memoria» y elevada a la sanción del Rey, el cual aconsejado por sus expertos le autorizó a realizar.

Se eligió la población de Langreo y aquí se montó el primer alto horno de España, que a decir del historiador asturiano don Jesús Evaristo Casariego, la describe así:

«La fábrica de este primer horno consistía en un gran cilindro de 40 pies de alto por 20 escasos de diámetro, todo él de recia sillería muy bien labrada por dentro y por fuera. El cenicero tenía acceso por una puertecilla especial y en el centro había un foso cubierto de enrejado de hierro con barra de dos pulgadas. Encima estaba el hogar para quemar el carbón con puerta de hierro especialmente preparada para soportar las altas calorías y respiraderos para regular la combustión. Estos respiraderos se tapaban con barro y se iban abriendo gradualmente con punzones, según las necesidades de la cremación. La parte superior del hogar tenía una boca con tapa de hierro para la carga a un lado, y otra enfrente, de la cual partía un tubo de piedra de dos pies de diámetro que daba salida a los humos. Para poder punzar los agujeros respiradores había una galería circular exterior adosada al cuerpo del horno, cuyos estribos servían también para sostener la techumbre. Por el tubo salía el humo mezclado con el petróleo. Éste pasaba a un lavadero dotado de otros tubos de barro cocido en los que se refrescaba y cuajaba y al fin caía en sus depósitos especiales. Parte de la tubería de extensión se apoyaba en la colina que servía también de espaldar al lavadero, formado por un paredón de veinte pies de grueso y veintiséis de altura para recoger en su nivel, de una parte, el agua, de un arroyo que venía del monte.»

Consiguiendo al mismo tiempo, que los alquitranes fueran enviados al Arsenal de la Carraca donde a su vez daban la energía suficiente para el funcionamiento de la sierra, primera de sus aportaciones a la industria.

Las obras iban a tan buen ritmo, que por carta del día nueve de noviembre del año de 1793, comunica al capitán general de la Real Armada don Antonio Valdés, que si nada se tuerce y todo funciona igual, podría obtenerse Cooke el próximo mes de diciembre.

Como agradecimiento Real e igualmente por el mucho mérito contraído para el bien de España, S. M. firmó la Real Orden de su ascenso con fecha del día tres de diciembre del año de 1793, al empleo de Ingeniero Director.

A principios del año de 1794, se le comisiona por el Secretario de la Guerra, para ver la posibilidad de construir una fábrica de fundiciones de hierro colado para fabricar artillería, de lo cual y como era su costumbre elevó una «Memoria» en que daba las claves para poderse construir, eso sí, debía de ser su funcionamiento con carbón piedra, acompañando a la documentación los planos con toda su distribución para ser construida. La comisión de expertos de la Corte de nuevo la aprobaron y el Rey ordenó su construcción.

A finales del mismo año de 1794, una vez encauzada la nueva construcción, pasó a la Carraca para comprobar como iba la construcción del Martillo, pero se encontró en que nada se había hecho, porque se había dado orden de parar las obras.

Encontrándose aquí en el año de 1796, fue comisionado por el general Rovira junto a dos ingenieros del Ejército, para que dieran el visto bueno a una playa artificial hecha en la ciudad de Cádiz por don Tomás Muñoz, sobre la que redactó una «Memoria» de la que se desprendió la total aprobación del Gobierno. En agradecimiento del Monarca, por Real Orden del día nueve de noviembre del año de 1796, se le ascendió al grado de brigadier.

Al terminar ésta, se le otorgó como comandante Director las obras de la Cavada, en cuyo puesto permaneció por espacio de tres años. Siendo interrumpida esta responsabilidad, por la Real Orden del día veintiocho de octubre del año de 1799, en la que el Rey le comisionaba expresamente para verificar los límites entre España y Francia, para terminar con un conflicto que ya arrastraba cientos de años planteado. Permaneció en ella hasta el año de 1806, por no poder llegar a un acuerdo, al parecer por la impertinente insistencia de país vecino que al llegar a un punto de fijación, siempre al consultar con su Gobierno éste le indicaba que había que correr la línea tantos minutos más y siempre en contra de España, a pesar de esto S. M. le reitero las Reales Gracias por el tesón puesto en este trabajo que era de sumo interés para la Patria.

Siendo destinado este mismo año al Departamento de Cádiz, donde se encontraba al sobrevenir la invasión napoleónica, por ello después de parar al ejército enemigo la Junta Central en el mes de junio del año de 1809, le encargó reconocer la barra del puerto de Santa María, para pasar posteriormente a levantar los planos del río Guadalete, de todo ello escribió una «Memoria» para la Junta, entregándola en el año de 1810.

Encontrándose en la desembocadura del río reconocido, cayó enfermo y postrado en cama sin poderse mover, en cuyo momento el ejército napoleónico conquisto esta zona. Se le ofreció-obligó a prestar juramento al rey José Bonaparte, pero a pesar de su estado declinó la invitación y fue tan reiterativa que por orden superior se le traslado a la Villa y Corte, donde fue examinado por los médicos franceses, quienes declinaron toda responsabilidad sobre su vida si se le movía como era la intención de ser transportado a Francia, por lo que se le concedió bajo palabra de Honor permanecer en Madrid.

Pero las comunicaciones que tanto les costaba mantener al ejército invasor, a Casado le llegó la noticia de haber sido nombrado por la Junta Central Diputado a Cortes por la jurisdicción de la provincia de Cuenca, así que ya algo restablecido, elevó escrito al Rey intruso para que le permitiera viajar a Sevilla, por tener un mejor ambiente para recuperarse, se le autorizó, pero con la condición de que se presentará como prisionero al mariscal Soult y que éste decidiera donde debía alojarse para ponerlo bajo vigilancia.

Estaba muy claro que su intención no era otra que pasar la línea enemiga y llegar a Cádiz, pero las circunstancias se pusieron a su favor, ya que el ejército invasor tuvo que retroceder y él escondido los dejó pasar, consiguiendo llegar a la ciudad de Cádiz el día treinta y uno de agosto del año de 1812, donde se presentó a la Junta Central.

Pero no terminaron aquí sus andanzas, ya que como había estado en zona bajo mando del Rey francés, se le formó juicio para confirmar que no había dejado de servir a su Rey para ello se desplazó a donde estaba situado el tribunal, que era precisamente en la población de Santa María, se celebró el juicio y de nada se le pudo acusar, por lo que el Tribunal le entregó un certificado de su decisión, al mismo tiempo que se ponía en conocimiento de don Fernando VII, tomando la resolución el Monarca de rehabilitarlo por completo en su relief, lo cual le fue comunicado por Real Orden del día dieciséis de julio del año de 1815, pero tan satisfecho había quedado el Rey del dictamen con sus pruebas del consejo de Purificación, que por Real Orden del día dieciocho (dos días después de la anterior) de julio del mismo año le asciende al grado de jefe de escuadra.

Por Real Orden del día catorce de enero del año de 1816, S. M. le nombra vocal de la Junta que por orden del Ministerio de la Guerra se había formado para reconocer el estado de las murallas de la ciudad de Cádiz. Como siempre a parte de dar su opinión a los directores de esta Junta, escribió por su parte una «Memoria» que entregó al Gobierno, en la que queda de manifiesto lo minucioso y conocedor de su oficio, así como dejar un grato recuerdo en toda la Corporación por su alta auto disciplina.

Al terminar con esta Junta, por Real Orden del día cinco de julio del año de 1816, se le otorga el destino de comandante de Ingenieros del Arsenal de la Carraca, donde de nuevo enfermó y se le concedió una licencia que le tuvo que ser prorrogada en cuatro meses para recuperarse totalmente.

Casi no había acabado de llegar a su destino, cuando recibió una Real Orden con fecha del día veintiuno de diciembre del año de 1818, por la que S. M. de nuevo le comisionaba para llegar a un acuerdo con el vecino país de Francia como la vez anterior para fijar los límites, pero de nuevo tuvieron que abandonar la comisión, por las continuas desavenencias en fijar esos límites, a pesar de ello permaneció hasta el día diecisiete de abril del año de 1819 y por si los diplomáticos llegaban a un nuevo acuerdo, se le designo vivir en la ciudad de Cuenca, pero con dos tercios de su sueldo a la espera de acontecimientos.

Por los vaivenes de la política, S. M. se acordó de su fidelidad, por lo que recibió una Real Orden del día cinco de junio del año de 1820, por la que se nombraba interinamente Comandante General del Cuerpo de Ingenieros, pasando a la Corte al poco tiempo y comprobando lo ya demostrado. Por Real Orden del día seis de septiembre del mismo año, se le otorga el destino que venía desempeñando en propiedad, en el que permaneció hasta el día veintidós de marzo del año de 1822, por volver a recaer por enfermedad.

Se le concedió una Real Licencia para recuperarse, presentándose de nuevo en el Departamento de Cartagena el día veinte de mayo del año de 1823, pero otra vez los vaivenes de la política le hizo ausentarse el día veinticinco del mes de octubre siguiente, trasladándose a la ciudad de Murcia, desde ésta estuvo viviendo en la población de Solana y posteriormente paso a la ciudad de Cuenca. De sus movimientos daba cuenta y razón al capitán general del Departamento de Cartagena, por ello estando en esta última, recibió una Real Orden con fecha del día diecinueve de agosto del año de 1826, para que regresara a la Corte.

A su vez, volvió a pasar por el Juicio de purificación, sobre el trienio liberal, del cual obtuvo todos los plácemes del tribunal y con fecha del día dieciséis de noviembre del mismo año, se le entregó la Cédula que acreditaba su lealtad al Rey.

De nuevo don Fernando VII le quiso agradecer su inquebrantable fidelidad, para ello le concedió la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, dándole al mismo tiempo licencia para residenciarse en la ciudad de Murcia.

Donde le sobrevino el óbito el día veinticinco de febrero del año de 1829, por enfermedad natural con setenta y dos años de edad.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 12. 1911, página 36.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra. Madrid, 1895-1903.

Fernández Duro, Cesáreo.: Disquisiciones Náuticas. Facsímil. Madrid, 1996. 6 Tomos.

González de Canales y López-Obrero, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo III. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid 1873.

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