Cervera Valderrama, Juan Biografia

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Juan Cervera Valderrama Biografía


Retrato al oleo de don Juan Cervera Valderrama. Almirante de la Real Armada Española. I Marqués de Casa Cervera.
Juan Cervera Valderrama.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


Almirante de la Real Armada Española.

I Marqués de Casa Cervera.

Orígenes

Fueron sus padres don Joaquín Cervera y Topete, (hermano de don Pascual) y su madre, doña Luisa Valderrama y Cabrera. Viniendo al mundo el día 8 de octubre del año 1870, en la población de San Fernando, provincia de Cádiz.

Hoja de Servicios

Sentó plaza de aspirante el día 1 de febrero del año de 1886, en la entonces Escuela Naval Flotante, sita en el Arsenal de Ferrol a bordo del casco de la fragata Princesa de Asturias, que al ser desactivada como buque de guerra, pasó a llamarse Asturias.

Dada su gran capacidad de aprendizaje, tuvo el privilegio de pasar a ser el número uno de su promoción, por lo que se le dio el ascenso a guardiamarina el día seis de julio del año de 1888, con la antigüedad del día ocho de junio próximo anterior, habiendo superado estas pruebas se le destinó a embarcar para comenzar sus prácticas de mar, siendo su primer buque el crucero Navarra que se encontraba en el puerto de Barcelona, llegando a su destino el día veinticinco de julio, pero por necesidades del servicio no llegó a abordar el buque, pues fue destinado a la corbeta Nautilus que terminaba de arribar a España cargada con pólvora y munición, estando al mando de Villaamil. Zarparon de Barcelona el día tres de septiembre, arribando a Cádiz el día veintiséis, por haber hecho el viaje en escalas y arribando en los puertos de Valencia, Alicante, Cartagena, Almería y Málaga.

El día veintidós de julio de 1889 pasó el examen, siendo ascendido a guardiamarina de segunda, momento en que ya eran destinados a los diferentes buques de la Armada, a él en principio le tocó y embarcó en el crucero Cristóbal Colón el día veintisiete de julio, pero estuvo poco tiempo, siendo destinado al crucero Antonio de Ulloa, ya que esta unidad había sido destinada a las islas Carolinas, donde recibió su bautismo de fuego, pues navegaba en conserva con el Velasco, participó en varios combates en Matabarri, al mando de una columna de desembarco, continuando la operación de castigo en la isla de Iancha, de aquí embarcaron en los transportes Manila y Muñoz, para desembarcar de nuevo en la isla de Oha, donde hubieron nuevos combates contra los nativos.

Desde aquí se realizó otro desembarco en la isla de Metaleni, pero por la cercanía fueron transportados en botes armados de los transportes y de los buques de guerra, sobre finales del año de 1890 terminaron las operaciones y embarcado en el crucero Castilla retornó a Manila el día diez de enero del año de 1891. Embarco en el vapor Isla de Panay y regresó a la Península, donde ya le esperaba el último examen para ser oficial, por lo que pasó a Ferrol y el día veintinueve de septiembre del mismo año de 1891 se le entregó el despacho con su grado de alférez de navío.

Fue en principio destinado al cuartel de Marinería de la Carraca, donde permaneció hasta el día cinco de enero del año de 1892, por recibir la orden de embarcarse en la fragata acorazada Vitoria, con la que navegó por el Mediterráneo, entre otros puertos visito el de Génova, pasando a formar parte el buque de la escuadra Internacional, que se formó en aguas de la ciudad de Huelva para la celebración del cuarto centenario de la salida de Cristóbal Colón para descubrir el nuevo mundo.

Trasbordó al crucero Reina Regente, que fue el buque insignia del viaje de las reproducciones de las carabelas, zarpando de Cádiz el día uno de febrero del año de 1893 con rumbo a Palos de Moguer de donde zarparon el día quince de marzo, en el que la Santa María iba al mando de don Víctor Concas y la única que realmente cruzó de nuevo el océano como la primera vez, ya que la Pinta iba a remolque del Infanta Isabel y la Niña al del Nueva España, arribando a San Juan de Puerto Rico el día tres de abril, de donde volvieron a zarpar con rumbo a la Habana donde arribaron el día once del mismo mes.

Dándose la anécdota, de que a los pocos días de salir de Palos, se oscureció el cielo y dejó caer una turbia niebla, que a los marinos de los buques modernos les impedía situarse y las órdenes eran no desviarse de la ruta marcada, lo que provocó un cierto desasosiego en las dotaciones, pero don Víctor Concas por medio de un sextante que al parecer no dejaba de la mano, pudo aprovechar prácticamente un rayo de Sol para situarlos correctamente. (Cada cual que saque sus conclusiones)

Después de un descanso en la Habana, volvieron a hacerse a la mar los buques, pero esta vez las carabelas todas a remolque arribando al puerto de New York el día veintiséis del mismo mes, allí se habían reunido más buques en representación de sus países, estando los de Estados Unidos: Newarck, capitán A.E.K. Benham, con el comodoro C. S. Carey. Reino Unido: Australia, capitán Swinton C. Hollan; Amphion, capitán John R.E. Pattison; Scout, capitán Walter S. Goodridge; Torpedero, capitán Hugh le D. Staplenton; Torpedero, capitán Allan T. Everett. Francia: Duglesquin, capitán Mr. Blanc y Hirondelle, capitán Mr. Bellue. Austria: Aurora, capitán M. Thewalt. Italia: Lepanto, capitán S. Grenet Francesco, insignia del contralmirante De Liguori; Bausan, capitán De Libero; Dogali, capitán Giorelo y Duilio, capitán conde Candiani de Olivala. Holanda: Bonaire, capitán A. F. Krabbe. Portugal: Vasco de Gama. Méjico: General Zaragoza, capitán Reginald Carey Bretón. Argentina: Almirante Brown, capitán T. Domec Garcia, insignia del almirante don Daniel Solier; Veinticinco de Mayo, capitán un C. N. y España: Legazpi, comandante Adriano Sánchez Lobatón, siendo el buque de representación por enarbolar en él la insignia del Ministro de Marina, don José María de Beránger; Pelayo, comandante Luis Pastor y la insignia del contralmirante don Zoilo Sánchez Ocaña; Reina Regente, comandante José Pilón; Vitoria, comandante Manuel Dueñas; Alfonso XII, comandante José de Guzmán; Isla de Cuba, comandante Salvador Rapallo; Isla de Luzón, comandante Ramón Valentí; Temerario, comandante Rafael Pascual de Bonanza; Cocodrilo, comandante Adolfo España; Nautilus, comandante Fernando Villaamil; Arlanza, comandante Alberto Castaño; Cuervo, comandante Manuel Pasquín y Piélago, comandante N. Pla, a los que pasó revista el Presidente Norteamericano, quedando las tres naves en esta ciudad como regalo de España.

Finalizado este acto el crucero Reina Regente paso a dique en el Arsenal de Brooklyn, donde se le hizo una rápida limpieza de casco, arribando en solitario a la bahía de Cádiz el día veintitrés de mayo siguiente.

Lo que viene a continuación es la muestra palpable de que el destino es inescrutable. Sucedió que el día ocho de septiembre del año de 1893, don Juan recibió la orden de trasbordar al crucero Mercedes, pero él no estaba a gusto con ese cambio, por lo que lo permutó con otro compañero y así él se quedaba en el Reina Regente, pero el Mercedes zarpó justo un par de horas antes de que pudiera llegar el relevo, salvando así la vida en el inesperado y desgraciado naufragio del crucero Reina Regente, ya que en el momento de suceder el desastre se encontraba a muchas millas de distancia.

El Mercedes zarpó con rumbo a la Habana, regresando momentáneamente a la Península para participar en la campaña de África entre los días diecinueve de octubre y cuatro de diciembre del año de 1893 regresando a la Habana, estando en ella se le confía su primer mando el día doce de septiembre del año de 1895, entregándole el cañonero Guipúzcoa, con el que realiza las misiones de guardacostas en contra del tráfico de armas a la isla. El día ocho de noviembre del mismo año, se le reintegra a su buque, pero el día doce de diciembre, se le entrega el mando de una lancha armada, tomado parte en la acción del Aserradero.

El día veinticuatro de abril del año de 1896, se le ordena embarcar en el cañonero Sandoval, con él prosigue en las misma misiones, pero por la escasez de mandos, estuvo unos meses que no hacía nada más que trasbordar de un buque a otro, cumplir las misiones y a la vuelta ser destinado a otro, hasta el día veintisiete de noviembre que se le ordena trasbordar al crucero Alfonso XII, en el que recibe la Real Orden de su ascenso a teniente de navío con fecha del día veintisiete de abril del año de 1897, continuando en los servicios propios de la isla hasta el día diecinueve de junio, en que se le ordena trasbordar al Reina María Cristina y con él hace el viaje de regreso a la Península.

Arriba a la Península en el puerto de Santander el día 3 de julio, de allí pasa a Cádiz llegando el día seis, donde se le nombra Ayudante del capitán de navío de primera clase don Eduardo Reynoso, que era a la sazón el segundo Jefe del Arsenal de la Carraca y Jefe de Armamentos, y donde era jefe del Arsenal don Pascual su tío; momento de reposo que aprovecho para contraer matrimonio con su prima Rosario, teniendo lugar la ceremonia el día treinta de agosto, en la misma iglesia parroquial de la Carraca.

Abandona la jefatura del Arsenal don Pascual para tomar el mando de la Escuadra de Instrucción, porque ya las aguas estaba muy turbias en la isla de Cuba, al zarpar la escuadra con rumbo a las Antillas y dada la falta de buques para guarnecer las costas Peninsulares, se utilizaron buques mercantes armados rápidamente, siendo destinado al crucero auxiliar Joaquín del Piélago, el cual aborda el día catorce de mayo del año de 1898, con destino a cruzar sobre el Estrecho, pero por necesidades, tuvo que salir al Atlántico y arribar a las islas Canarias encontrándose en sus aguas el día seis de julio, para el día 24 de agosto recibir por orden superior el mando del torpedero Rayo, permaneciendo en su mando hasta firmarse la paz con los Estados Unidos.

Al concluir la guerra desembarca y se le destina de nuevo a la Carraca en Armamentos, permaneciendo en éste destino hasta el día 24 de abril de 1899, en que se le entrega el mando interino del cañonero Vicente Yañez Pinzón, permaneciendo en las islas Baleares y realizando navegaciones en protección de ellas, hasta que llegó el nuevo comandante a quien le entregó el mando y el día ocho de junio regresó a su destino en el Arsenal de la Carraca, siendo destinado el 30 de octubre, como ayudante personal de Don Pascual Cervera y Topete, el cual estaba en esos momentos pasando por el Consejo de Guerra por la pérdida de la escuadra, viviendo en primera persona todos los sinsabores, que no solo atacaban a su tío sino que la prensa y sobre todo los políticos, intentaban hacer recaer todo el peso de la justicia sobre la misma Corporación. Fueron momentos desagradables para todos ellos, pero sus valores inalterables de servicio a España, les facilitaron el pasarlos sin desmayo.

Por aquella época un grupo de nuevos oficiales, viendo que no había otra forma de enderezar el fatídico rumbo tomado por la política en contra de la Armada, se dedicaron a escribir en diarios siempre que la ocasión se lo permitía, así Cardona, Rivera, Carvia, Andújar, Cervera y otros que les seguían, participaban para intentar mejorar la opinión de los españoles sobre la Armada, consiguiendo hacerse famoso un tal ‹Brown› y ‹Wettin›, por su amplia información en todos sus artículos, que no era otro que don Juan Cervera.

El día treinta y uno de agosto del año de 1900, pasó a realizar el curso de Especialista en la Escuela de Torpedos sita en Cartagena, consiguiendo al final por sus excelentes notas, el obtener el título de Ingeniero Electricista-Torpedista, pasando posteriormente al crucero escuela de torpedos Lepanto, en el que realizó las prácticas finales.

El 15 de marzo de 1902, se le destinó a la comisión inspectora de la construcción del crucero Extremadura, el cual fue entregado a la Armada el día treinta y uno de mayo, pasando a formar parte de su tripulación y permaneciendo en él hasta el día veintiocho de abril del año de 1905, por recibir la orden de trasbordar al crucero Río de la Plata, en que estuvo poco tiempo por necesitar una corta licencia que le fue concedida.

Al reincorporase se le destinó el 1 de septiembre del mismo año, como profesor a la Escuela Naval Flotante, en la misma que él había estudiado, siendo el responsable de la materia de Electricidad, Máquinas y Construcción Naval, permaneciendo en ella hasta recibir la Real Orden, por la que se le otorgaba el mando de la lancha cañonera Perla, con la misión de la protección del tráfico marítimo en la frontera con Portugal en el río Miño. Teniendo una actuación muy destacada por las inundaciones de los días 22 a 27 de diciembre de 1909, en los que con su lancha fue rescatando personas e incluso animales del vecino país, dejando una marcada huella ellos, así como el reconocimiento de distintos Ayuntamientos, por su extraordinaria labor, que evito muchas más muertes y desgracias de las que hubieran sucedido de no intervenir tan decididamente desde el primer momento sin esperar órdenes.

Dejó el mando de la Perla el 3 de julio de 1910 y regresó con su familia a su casa en Puerto Real, quedando destinado en el Departamento de Cádiz, para atender a todos aquellos problema que surgieran de su especialidad de torpedista, permaneciendo hasta el 30 de abril del año de 1912, en el que se le asciende a capitán de corbeta por rigurosa antigüedad, pero al mismo tiempo y por la Ley de los quince años de servicio, queda en situación de disponible forzoso. (O sea, que se hacían los estudios y la preparación de los oficiales, para a los quince años dejarlos en la estacada. Esta es una consecuencia más de la guerra con los Estados Unidos y que muy pocos conocen)

Fue llamado al servicio activo y destinado como tercer comandante el 3 de octubre de 1915, en el nuevo y flamante acorazado España. Al mismo tiempo se le comisiona para comenzar la construcción de las minas Vickers, al terminar esta comisión se le entrega el mando del destructor Proserpina, pero permanece poco tiempo, pues con fecha del 4 de agosto de 1916, se le otorga el mando del recién incorporado destructor Villaamil, al que pone en perfecto orden de policía y funcionamiento, permaneciendo en el puesto hasta el 28 de julio de 1917.

Deja el mando del destructor por pasar destinado como subdirector a la Escuela Naval Militar, ahora trasladada a San Fernando, tomando posesión del puesto el día diecisiete de agosto del año de 1917, donde se dedicó en cuerpo y alma a enseñar, ya que la Armada estaba empezando a cambiar de materiales y había que esforzarse en aplicar las nuevas técnicas.

Permaneció en ella hasta la llegada de una Real Orden de fecha del día tres de octubre del año de 1919, por la que se le nombraba segundo comandante del acorazado España. Permaneciendo en el mando hasta el día veintitrés de agosto del año de 1920, por habérsele entregado el mando del cañoneros Marqués de la Victoria, pero estuvo poco tiempo, ya que se le ordena trasbordar y tomar el mando del cañonero Bonifaz, con el que participa muy activamente en la guerra de África, pues en aquellos momento había sucedido el desastre de Annual y la casi entrada de la harcas rebeldes en la ciudad de Melilla.

Participó en los bombardeos y apoyos al ejército, en Cabo de Agua, Ras Quixcaim, Sidi-Dris, Tiza, Sebt-Targa y Kaaseres, así como el decidió apoyo al Zoco de Arbaa, trasladó al recién nombrado Alto Comisario general Berenguer y al suceder el día veintiuno de julio, el desastre de la llegada de las tropas en su retirada desde Monte Arruit, tuvo que desembarcar a sus dotación, que junto a la de los otros dos cañoneros de su clase, fueron las únicas fuerzas que se pudieron enfrentar a los enemigos, hasta la llegada apresurada unos días más tarde de las tropas de las nuevas fuerzas de la Legión, al mando de su jefe Millán Astray que fue la salvación para todos.

El día veintiséis de octubre del año de 1921, debe entregar el mando de su cañonero, pasando destinado a la base naval de San Fernando, donde forma parte de la comisión de obras, llevándose a efecto la construcción del puente entre ésta y el Arsenal de la Carraca, los depósitos de petroleó y otras, aunque algunas quedaron paralizadas y no se concluyeron hasta años más tarde.

Estuvo en este destino hasta que le comisionan el día diez de febrero del año de 1922, para llevar a cabo la compra de unos guardacostas en el extranjero. Formaba parte de ella como auxiliares el Ingeniero naval don Aureo Fernández y un comandante de Máquinas. Esta comisión fue para no olvidar, pues visitaron Burdeos, Rochefort, París, Londres, Inverneu, Southampton, Ponnvutta, Cowes Dawford y Evith, después de todo esto, consiguieron la compra de la serie de los Uads, más los Alcázar, Arcila, Larache, Tetuan y Xauen.

Pero no quedó aquí el asunto, ya que los “intermediarios” querían vender otros que fueron rechazados por la comisión, pero las potencias no querían que España tuviera fuerza como para contrarrestar al naciente país, valiéndose de la prepotencia propia de los fuertes, llegando a recibir un telegrama de este tenor: « Si no es aceptada operación, Gran Jefe ordenará el inmediato regreso de los viajeros », la suerte de España fue que en este tiempo hubo un cambio de Gobierno, siendo nombrado Ministro de Marina el almirante A. de Canero, quien sin pensárselo dos veces ratificó a Cervera en su cargo y se dio por bueno lo que él decidiera, así fue como se consiguió tener esa fuerza de guardacostas.

En los diferentes puertos y por conversaciones, pudieron averiguar que esos dos países estaban traficando con armas en Marruecos, lo que a su vez comunicaron al Gobierno y éste en vez de actuar diplomáticamente, simplemente entregó las informaciones obtenidas con nombres y apellidos a la prensa, tanto nacional como internacional, lo que supuso un duro golpe para ellos y al menos paralizaron durante un tiempo los transportes.

Al terminar esta hazaña, regresó a su destino en la base naval de San Fernando, donde recibió la Real Orden del día veintisiete de abril del año de 1923 por la que era ascendido al grado de capitán de navío. Con fecha del día treinta de junio se le nombra Jefe de la nueva base de San Fernando o Cádiz, estando en este mando entre los días diecisiete a veinticinco de julio del mismo año, fue el Presidente del Consejo de Guerra que se celebró en la ciudad de Sevilla, por el hundimiento del vapor Baracaldo.

El día veinte de octubre del año de 1923, toma posesión de su nuevo destino, que no es otro que jefe de la Jefatura de la Comisión de Marina en Europa. Son momentos en que llega al poder en España don Miguel Primo de Rivera, con la idea fija en terminar de una vez con la sangría de la guerra en el Protectorado norte africano, por lo que de nuevo se le comisiona para que busque los materiales que se necesitaban para el previsto desembarco de Alhucemas.

Viaja al Reino Unido y a Holanda, consiguiendo en poco tiempo, gracias a mantener en total secreto para que se iban a utilizar estos materiales, por la lección aprendida de la vez anterior, así se consiguen la barcazas de desembarco del tipo K que más bien le molestaban a los británicos por el mal recuerdo que les traía de su utilización en la guerra anterior; los aljibes del modelo A y los remolcadores del tipo Gaditano, todos ellos sin utilizarse desde el fin de la Gran Guerra Europea, por lo que había que trabajar de lleno en su alistamiento, pero al ser series facilitó que al realizar el trabajo en uno ya se sabía el del resto, por lo que en muy pocos meses estuvieron todos listos para entrar en acción.

Permaneció en estos trabajos hasta el día quince de enero del año de 1926, por habérsele entregado el mando del crucero Reina Regente, el cual deja momentáneamente para realizar el curso para jefes en la Escuela de Guerra Naval, que le ocupó entre los días veintinueve de marzo hasta el treinta de junio, regresando al crucero de su mando, el cual entrega el día treinta y uno de diciembre, por pasar el buque a desarme.

Solo descansó unos días, ya que el día 14 de enero se le nombra comandante del nuevo crucero Príncipe Alfonso, por lo que tiene que trasladarse hasta Ferrol, permaneciendo hasta su entrega a la Armada el día veinte de septiembre, donde por ser una unidad moderna había que trabajar de firme para cambiar ciertas mentalidades, tanto costó esto que hubo quien no llegó a aprenderlo nunca, por estar tan arraigado a los viejos moldes.

S. M. don Alfonso XIII, hombre enamorado de la Mar, quiso navegar en el nuevo buque, por lo que embarcó en la Ciudad Condal y zarpando de ella visitaron los puertos de Nápoles, Palermo, Taormina, Malta, Bizerta, Cagliari, Mahón, Cartagena y Alicante, en estas largas travesías, S. M. lo nombró Gentilhombre de Cámara en Ejercicio y de hecho, cuando dadas las circunstancias don Alfonso XIII tuvo que abandonar España y viajo a Roma, don Juan Cervera continuó en contacto con el Monarca hasta el fin de sus días.

Como anécdota en una de las singladuras, el crucero español se cruzó con el británico Emerald, unidad de características muy similares pudiéndose interceptar la comunicó que su capitán envío a su base de Gibraltar: «Acabo establecer contacto con crucero español Príncipe Alfonso, no pudiendo seguirlo a pesar de que lleva encendidas la mitad de sus calderas por echar humo sólo por una chimenea»

Con fecha del día 15 de julio del año de 1928, recibe una Real Orden por la que se le asciende a contralmirante, al llegar su nuevo comandante le entrega el mando del crucero, pasando destinado como Jefe del Estado Mayor de la Escuadra, para preparar las grandes maniobras de otoño, que se venían celebrando desde hacía muy pocos años, utilizando ya las últimas técnicas de combate, entre ellas los ataques con torpedos desde la flotilla de destructores.

Al terminarse éstas que transcurrieron entre los días diez de octubre hasta el doce de noviembre, con fecha anterior pues el documento es de fecha tres del mismo mes, fue destinado como Director de Material del Ministerio de Marina, en el que permaneció poco tiempo, ya que recibe una Real Orden con fecha del día tres de febrero del año de 1929, por la que se le nombra Director General de Aeronáutica Naval, siendo el primero en este cargo participando en el desarrollo e impulsó esta nueva arma de la Armada.

Se comenzó por construir los hidros Savoia en Barcelona; en Cádiz los Dornier Wal; en Getafe los Vickers torpederos; se construyeron los puntos de apoyo con sus bases en Mahón, Martín y Ferrol y se pusieron los cimientos de la base de San Javier, que fue interrumpido por su nuevo ascenso a vicealmirante, pasando a ser el primer Jefe de Estado Mayor de la Armada el día veintiséis de diciembre del año de 1930, pero al llegar solo tenía el nombre, por lo que se puso a trabajar e ir creando todos sus departamentos, siendo en realidad su creador y organizador. (Anteriormente hubo dos intentos de modernizar la escala de mando de la Armada con la creación de este organismo, pero tuvieron poca duración)

Aquí se encontraba al sobrevenir la proclamación de la segunda República, lo que produjo un verdadero caos al principio en la Corporación que le impedía conciliar el sueño, ya al abandonar el Rey España solo quedaban por encima de él el Ministro. Además tuvo que asistir a la despedida de don Alfonso XIII, quien al darle la mano para saludarlo le dijo: «Don Juan, quédate al pie del cañón para salvar del caos la Marina y España; ese es el deber que te impongo» Con esta orden y en contra de su voluntad, pues ya tenía firmado su pase a la reserva, pudo mantener el orden las primeras semanas, ya que hubieron sublevaciones y hubo que tener firmeza total para restablecer la disciplina, cuando ya lo tenía todo casi en su sitio, le llegó una petición del señor Casares Quiroga que dice:

«Don Juan, ya sabemos que usted es monárquico y católico, que ideológicamente nunca estará con nosotros, pero también usted es un caballero, y las personas así las necesitamos, pues tenemos una República sin republicanos; muchos de estos pocos, sólo saben de demagogia…»

Pero a pesar de esto, pensando que ya había cumplido la orden del Rey, y habiéndole aceptado una baja por enfermo, se levantó de su mesa dejando sobre ella su pase a la reserva y se puso en camino a su casa en Puerto Real donde llegó el día diecinueve de julio del año de 1931, pero el Gobierno no le dejaba día sin enviarle un telegrama para que se reincorporará a su puesto, de los cuales don Juan no les hacía ni caso, pero el día dieciocho de agosto, le llegó una orden expresa de pasar a tomar el mando de la base naval de Cartagena, la cual ahora se llamaba igual, pero con el añadido de ‹Principal› siendo nombrado como Jefe del Departamento Marítimo de Cartagena.

Al llegar, la base era un autentico caos de indisciplina, por lo que comenzó por obligar a las marinería y suboficiales a recibir clases de comportamiento militar, a las que acompañaba de clases a bordo de los buques, así el trabajo los cansaba y les quitaba las malas intenciones, siendo en ésta época cuando los submarinos llegaron a hacer cruceros de hasta dos semanas de duración en maniobras, igualmente con los destructores y los cruceros, manteniendo una constante vigilancia y dando trabajo a las dotaciones. De hecho consiguió que se celebrase la Semana Naval de Cartagena, a la que asistió parte del Gobierno y gran cantidad de civiles, causando una gran impresión el trabajo realizado.

A su lado estaba el general Gobernador de la plaza señor López Pinto, sufriendo los dos en varias ocasiones intentos de ataques o asesinato, pero gracias a sus escoltas respectivas pudieron salir ilesos de ellos, esta actitud les dejaba claro que para nada servía todo el trabajo y pronto o tarde, la situación estallaría y lo mejor era no estar allí, ya que la masa no dejaba rincón donde esconderse. Si esto pasaba con los dos jefes, nada hay que comentar de lo que ocurría con los subordinados jefes y oficiales.

No cejaron un instante en perseguir a los culpables, tanto que al suceder la contrarrevolución socialista del año de 1934 en Asturias, en la Aeronáutica Naval de Barcelona se estaban defendiendo a tiros de los ataques, en Cartagena se supo unos días antes quienes estaban involucrados para levantar a la Base y con mucho tacto, fueron sacados todos de sus cuarteles con diferentes órdenes y encerrados en el buque de salvamento de submarinos Kanguro, el cual con un fuerte dispositivo de infantes de marina, zarpó y se mantuvo unos días a la vista pero lejos del puerto.

Los días fueron pasando, hasta que llegaron las elecciones de febrero del año de 1936, en que se alzó con la victoria electoral el partido llamado Frente Popular, en el que se había juntado todo tipo de partidos que no estaban a su vez de acuerdo con la forma de gobernar en la República, lo que al tener el mando de las primeras órdenes que emanaron del Ministro de la Guerra, fue la destitución de don Juan y del general López Pinto, los cuales fueron custodiados por los guardias de asalto y dejados a salvo, hasta que consiguieron llegar a sus respectivas casas, en el caso de don Juan a Puerto Real.

De paso el gobierno nombró a un adicto al Frente Popular como Gobernador de la plaza y Arsenal, el señor Toribio Cabrera siendo el que impidió en el posterior dieciocho de julio, que esta base naval no se pusiera del lado de los sublevados y en ella se cometieran los más tristes y sangrientos hechos entre los miembros de la Corporación. No le dejaron en paz, pues durante su retiro forzoso en su casa, recibía casi a diario una visita de los frente populistas, para comprobar que nada anormal se estaba cometiendo en ella. De hecho cuando los amantes de la paz y la libertad, decidieron pegarle fuego a la iglesia de Puerto Real y otros actos delictivos, lo que primero que hicieron fue enviar sus fuerzas a bloquear la posible salida de los Cervera, para evitarse alguna sorpresa.

En esta situación se produjo la sublevación, he inmediatamente se dirigieron a su casa a pegarle fuego, la cual él y sus hijos la defendieron a tiros, así trascurrieron los días dieciocho y diecinueve, en que recibieron el apoyo de un pequeño destacamento de Infantes de Marina al mando del comandante Conforto y al ver esto, un sobrino de don Juan pudo zafarse de la vigilancia y acudir al cuartel de la Guardia Civil, se presentó como lo que era un oficial de marina, los convenció para que actuasen para guardar el orden, que era parte de su trabajo, así ese mismo día se juntó a los Infantes varios de los números de Guardias Civiles, por lo que la tensión bajó inmediatamente. En la mañana del día veinte el comandante Conforto pudo establecer conexión con Cádiz, viajando posteriormente a ésta ciudad y entrevistándose con los generales López Pinto y Varela, regresando él mismo al volante de un camión con varios hombres y armas, restableciéndose el orden que ya no se perdió en toda la subsiguiente larga y desgraciada guerra.

Fueron desarrollándose los acontecimientos y el día uno de octubre del año de 1936, fue elegido por la Junta de Defensa Nacional el general don Francisco Franco Bahamonde como Generalísimo y Jefe del Estado Español, por lo que don Juan recibió el día quince un telegrama del Generalísimo para que urgentemente se presentara en Salamanca, se puso en camino lo antes posible, ya que el día ocho él había cumplido la edad de retiro, pero aún así acudió a la llamada, al llegar se entrevistaron y el Jefe del Estado, lo nombró Jefe del Estado Mayor de la Armada, una Armada que en esos momentos solo contaba con un acorazado viejo y que no le funcionaba nada más que la mitad de su artillería, el España 2º, el crucero Almirante Cervera con sus cañones desgastados y el nuevo crucero Canarias, más el destructor Velasco.

Durante toda la contienda estuvo al lado del Generalísimo quien le transmitía las órdenes para el Comandante General de la Flota y a la inversa las buenas nuevas que se iban consiguiendo por la escuadra a pesar de sus penurias de su Jefe a flote don Francisco Moreno Fernández, que a su vez se las comunicaba al Generalísimo, un puesto un tanto incómodo, ya que el carácter de combatiente de don Paco no se entendía muy bien con el del Jefe del Estado Mayor de la Armada, mucho más apacible, pero donde sí coincidían exacta y perfectamente era, en que los dos tenían muy claro por qué y contra quien luchaban, ya que ambos eran hombres de fe y luchadores incansables y de ahí el resultado final, como bien demuestran sus biografías y lo más contundente, sus hecho irrebatibles.

No vamos a intervenir en los diferentes hechos de la campaña naval de la guerra, por ser muy largos de pormenorizar y casi imposible contar algo nuevo, aparte de estar contada en cientos de obras y escrita por mejores plumas.

Al terminar la contienda y comenzar la Paz, el Generalísimo por Decreto Ley del día once de abril del año de 1939, restableció las categorías de Almirante y Teniente General que la República había suprimido, de esta forma con la nueva Ley en la mano por Decreto Ley del día diecisiete de mayo siguiente se le asciende al grado de Almirante, como agradecimiento por sus méritos contraídos a los largo de la guerra.

El Decreto dice: «Por convenir al mejor servicio de la Patria, y en atención a los méritos y servicios que concurren en el Vicealmirante Excelentísimo Señor don Juan Cervera Valderrama, muy especialmente a la labor por él mismo desarrollada al frente del Estado Mayor de la Armada durante toda la campaña, en el transcurso de la cual hubo de pasar a la Sección de Reserva, y previa deliberación del Consejo de Ministros, le asciendo al empleo de Almirante, restablecido por Ley de once de abril último, con la antigüedad de la fecha y continuando perteneciendo a la Sección de Reserva.»

Con fecha del día dieciséis de agosto del mismo año de 1939, cesó en su cargó y ya de verdad retirado se puso en camino a su casa de Puerto Real, donde vivió en la paz del conocimiento del deber cumplido, hasta que le sobrevino el óbito el día diecisiete de noviembre del año de 1952.

Como ya hemos comentado también utilizó la pluma, como buen marino, aparte de lo mencionado en su lugar, tuvo amplia participación en las revistas; El Mundo Naval Ilustrado y Divulgación Científica Ibérica, así como un buen número de artículos en la Revista General de Marina. A esto se añaden las obras: ‹Manual del contramaestre› publicada en 1908; ‹La educación nacional y la instrucción en la Escuela Naval› publicada en 1920 y ‹Memorias de Guerra› que cumpliendo su deseo, no se publicó hasta haber fallecido, siendo presentada por su hijo don Pascual Cervera y Cervera, II marqués de Casa-Cervera, viendo la luz en el año 1968.

Entre otras condecoraciones estaba en posesión de: Banda y Placa de la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica; Placas de las Grandes Cruces del Mérito Militar con distintivo Rojo y del Mérito Naval con distintivo Blanco; Venera de las Cruces de Comendador de la Orden de San Mauricio y San Lázaro, italianas y de la Legión de Honor, francesa; medallas de Salvamento de Náufragos, África y Alfonso XIII.

Decreto por el que se le otorga a la viuda una pensión extraordinaria:

«Los destacados servicios prestados a la Patria a lo largo de su dilatada vida militar por el ilustre Almirante don Juan Cervera Valderrama, en especial durante todo el transcurso de la Cruzada de Liberación, en la que pese a su edad llevó a cabo desde su puesto de Jefe de Estado Mayor de la Armada la ardua labor de organización, preparación y utilización de nuestras fuerzas navales, le hacen acreedor al publico reconocimiento del Estado y a que éste no olvide a la esposa e hija de quien sirvió tan ejemplarmente a España»

Hay que reconocer que el Caudillo no tuvo una especial sensibilidad con los marinos, se dan casos, como el actual, en que casi todos los reconocimientos les llegan después de fallecidos, lo que nos hace pensar que algo en él le impedía hacer los reconocimientos en vida, como por el contrario les sucedió a los miembros del Ejército y la Aviación, que hasta en el tema de los ascensos hubieron casos de empezar la guerra como comandantes y terminarla estampillados de teniente general, caso que no se dio nunca ni por aproximación en los miembros de la Corporación.

Así don Juan no escapó de esta forma tan desigual de trato y solo cuando ya llevaba casi diez años enterrado, se le otorga el título de Marqués de Casa Cervera, en cuyo decreto se puede leer la parte expositiva o razón de ello:

«El Almirante de la Armada don Juan Cervera Valderrama, vinculado a una extirpe de héroes del mar, continuada hoy en su descendencia y en la del Almirante que supo mantener en difícil periodo de nuestra historia el honor de España, fue Jefe del Estado Mayor de la Marina de Guerra durante la cruzada y desarrolló una ingente labor interviniendo destacadamente en la creación y organización de una escuadra que mantuvo en todo tiempo, con inferioridad de medios, el domino del mar y la seguridad de las comunicaciones marítimas de la nación, merece por ello que la Patria lo enaltezca y distinga.»

Por otro Decreto de dicta que sus restos sean trasladados al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando. En cumplimiento de él el día 30 de abril del año de 1962 se efectuó el traslado, donde desde entonces reposan en tan sagrado lugar, como reconocimiento final a su gran trabajo realizado, a lo largo de toda una vida consagrada a la Armada.

Mausoleo en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando de don Juan Cervera Valderrama. Almirante de la Real Armada Española. I Marqués de Casa Cervera.
Mausoleo en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.

En la lápida en su cabeza figura el siguiente escrito:

El Almirante

D. Juan Cervera Valderrama

I Marqués de Casa Cervera

*San Fernando   Puerto Real

3 Octubre 1870   17 Noviembre 1952

A los pies de la urna

D. O. M.

Jefe del Estado mayor de la Armada

la Gobernó en los días difíciles

de la Guerra de Liberación

la Patria honra su recuerdo

R. I. P.

Caudemus Viron Geopiosos et farentes

Nostros in generatione sua (Gen XLIV-I)

Bibliografía:

Cervera Pery, José.: El Panteón de Marinos Ilustres, trayectoria histórica, reseña biográfica. Ministerio de Defensa. Madrid. 2004.

Cervera Valderrama, Juan.: Memorias de Guerra. Editora Nacional. Madrid. 1968.

Enciclopedia General del Mar.: Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

S. Foner, Philip.: La guerra hispano-cubano-americana y el nacimiento del imperialismo norteamericano 1895-1902. Akal Editor. Madrid, 1975. Traducida por Encina Bodelón Velasco.

VV. AA.: Crónica de la Guerra Española. (No apta para irreconciliables) Editorial Codex. Buenos Aires. Argentina. 1966.

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