Ciscar y Ciscar, Gabriel Biografia

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Biografía de don Gabriel Ciscar y Ciscar


Gabriel Ciscar y Ciscar.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


Teniente general de la Real Armada Española.

Regente del Reino, en dos ocasiones y Consejero de Estado.

Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III, pensionada.

Orígenes

Nació en la villa de Oliva, actual provincia de Valencia, el 17 de marzo de 1760, siendo sus padres don Pedro Ciscar y Ferrándiz, y doña Rosa Ciscar y Pascual.

Realizó sus primeros estudios de las humanidades en las escuelas Pías de su villa natal, y la filosofía en su universidad, donde se le graduó de bachiller.

Hoja de Servicios

El 24 de octubre de 1777 sentó plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cartagena. Expediente N.º 3.299.

Después de realizados los estudios preliminares, se le ordenó embarcar el 9 de abril de 1778 en el navío San Juan Bautista, zarpando en comisión de corso, siendo avistados dos buques con bandera de la regencia de Argel a los que se les persiguió, se refugiaron bajo los muros de la fortaleza de la plaza, a pesar de ello entraron consiguiendo apresarlos, en este combate fue herido recibiendo su bautismo de fuego.

Por sus grandes méritos y dotes de maestro, el 8 de agosto siguiente se le otorgaron los galones de alférez de fragata, siendo distinguido con el nombramiento de profesor de guardiamarinas de la Academia del Departamento de Cartagena.

En 1779 se le ordenó embarcar, haciéndolo de nuevo en el mismo navío, siendo comisionado como transporte de tropas y pertrechos a Barcelona y Palma de Mallorca.

Al comenzar el bloqueo de Gibraltar se le destino al navío San Genaro, con base tanto en el apostadero de Algeciras como en la plaza de Ceuta, por sus dotes de buen navegante, siempre que se apresaba a algún buque, se le ordenaba la comisión de marinarlo a Algeciras o la misma Cádiz, de donde se tenía que reincorporar al servicio para volver a repetir la comisión.

En el mes de abril de 1780, a bordo del mismo buque pero incorporado a la escuadra de don José Solano, compuesta por doce navíos, con los que se prestaron apoyo y socorros, en las aguas de las Antillas y de la América septentrional, en unión de la escuadra francesa combatiendo por la independencia de las trece colonias británicas.

El 8 de mayo de 1781 participó muy activamente en la conquista de Penzacola, pues entró en la bahía con su buque y cañoneó la batería de Barrancas, al terminar de expulsar a los británicos de la zona, pasó a Guarico, donde realizó durante dos meses cruceros en la sonda de la Tortuga, pasando un típico y duro temporal de la zona, en el que naufragó el bergantín Pájaro, regresando a la Habana quedando desembarcado, siendo destinado a las órdenes del capitán de fragata don Luis Mesía como ayudante de ingenieros.

Se le ordenó embarcar en la fragata Matilde, regresando a los cruceros sobre la isla de la Tortuga, pasando sus ratos libres tomando por altura a la Luna la situación de varios puntos de la isla.

Al regresar a la Habana se le entregó la Real orden del 21 de diciembre de 1782, con su ascenso al grado de alférez de navío, siéndole ordenado trasbordar al navío San Nicolás, perteneciente a la escuadra del genera don José Solano, regresando a la bahía de Cádiz, pero al desembarcar se le dio la orden de incorporarse a su Departamento de Cartagena, al arribar se presentó, siendo destinado a la Compañía donde recibió en 1783 las clases de Estudios Superiores impartidas por Ceruti, fue tal su aprovechamiento que de nuevo se le destino a la propia Compañía como profesor de navegación.

Por Real orden del 13 de noviembre de 1784 se le ascendió al grado de teniente de fragata, siendo nombrado Ayudante propietario con fecha del 7 de julio de 1785, pero era tanta su capacidad que al año siguiente se le encomendó impartir también las clases de matemáticas sublimes, pero con un plan particular de enseñanza más extenso.

Por Real orden del 26 de abril de 1788 fue ascendido al grado de teniente de navío, por su gran trayectoria en la enseñanza, le nombró S. M. Director de la Compañía de Guardiamarinas de Cartagena.

En el mes de febrero de 1789, dio fin al curso de Matemáticas sublimes, convocando un concurso público en el que al final de cada día entre los mismos alumnos disertaban sobre los temas tratados, siendo muy bien acogido este sistema por compartir conocimientos.

Fue llamado a la Corte y viajó a Madrid donde se le confió la impresión del «Examen Marítimo Adicionado», obra que trata sobre la mecánica de los sólidos, por su buen trabajo se le entregó la Real orden del 19 de septiembre de 1789 con su ascenso al grado de capitán de fragata graduado, pasando a ser efectivo con fecha del 17 de enero de 1792.

En 1796 realizó un viaje a Trípoli con la fragata Soledad, pero no desaprovecho el viaje, pues durante él se dedico a situar varios puntos, confirmando lo estaban mal en cartas anteriores, para ello se valió de «…un buen sextante y relox, que saco bien arreglado de Cartagena, situó en la parte meridional de Cerdeña varios puntos, como el Toro, cabo Pulla, Cagliari, cabo Carbonara, y prosiguiendo su derrota, señaló las latitudes y longitudes del Marítimo, la isla de Malta, la isla de La Pantelaria y la propia Trípoli», esto nos lleva a pensar que se paso el viaje mirando las estrellas, más que al líquido elemento hasta fondear en Cartagena.

A su vuelta se le ordenó trasbordar al navío San Juan Nepomuceno, zarpando con rumbo a Barcelona y posteriormente otro a Cádiz, transportando artillería y pertrechos, al declarase la guerra contra el Reino Unido, se le ordenó embarcar en el navío San Antonio, perteneciente a la escuadra del general don Juan de Lángara, destinado a cruzar sobre Tolón.

Cuando se dirigía a la isla de Menorca, se desató un duro temporal en el que al no poderse ver ni cielo ni tierra, las cosas se pusieron mal, Ciscar se puso a trabajar y basándose en sus conocimientos, con la ayuda del cronómetro, le permitió dar una posición exacta a la escuadra, cuyos datos facilitaron al general dar el rumbo correcto, siendo ratificado su acierto al ser avistada la isla, por ello su general le dio sus más expresivas gracias, añadiéndose lo bien que quedó su persona de significada ante sus jefes y subordinados.

Al regresar a Cartagena tanto su general como él desembarcaron, siendo nombrado por orden superior del 11 de julio de 1798, Comisario provincial de Artillería de Marina en el Departamento de Cartagena. Poco más tarde se le notificó su ascenso al grado de capitán de navío efectivo, pues lo lucía desde 1796 y de nuevo destinado al Arsenal de Cartagena, como comisario provincial de la Artillería.

Su general había pasado a Madrid para tomar el mando de la Armada como su Capitán General, por ello al saber de la convocatoria de sabios hecha en París por el Instituto Nacional de Francia, para tratar sobre la unidad fundamental de pesos y medidas, don Juan de Lángara propuso al Secretario de Estado y del Despacho Universal de Marina, fuera nombrado don Gabriel Ciscar para representar a España, S. M. por Real orden del 30 de agosto siguiente ratificó la asistencia de Ciscar, con pasaporte incluido para poder desplazarse a la capital francesa, las conversaciones se alargaron y hasta finales de 1799 no pudo regresar a Madrid, donde entregó al Rey los nuevos pesos y medidas en las que el sabio español tuvo mucho más que ver de lo que se narra, pues su ‹Memoria› fue aceptada por todos casi sin explicaciones.

A su regreso continuó con sus estudios, los cuales le llevaron a fijar la longitud del péndulo simple que batía los segundos, lográndolo durante su estancia en Madrid.

En 1800 fue designado segundo Comandante General de la Artillería de Marina y poco tiempo después su Comisario General, por cesar en el puesto el general don Francisco Javier Rovira.

Durante éste tiempo escribió y publico, una gran cantidad de ‹Memorias› científicas, solicitadas por varios Ministros entre ellos el general Grandallana a la sazón Ministro de Marina y un libro sobre «Tratado de Pilotaje» para ser utilizado por la academia de pilotos, pero éste por orden superior.

Por Real orden del 19 de marzo de 1805, fue ascendido al grado de brigadier y como agradecimiento de S. M. a los buenos oficios realizados durante toda su vida y lo alta que dejaba a España en cada una de sus aportaciones, le concedió por Real decreto del 19 de julio de 1807 la Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III, pensionada, siéndole expedido el real título el 19 de marzo de 1808.

Por Real orden del 22 de febrero de 1808 se le nombró capitán y Director de la Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Cartagena, poco después por otra Real orden sin pérdida de su anterior cargo, se le nombra Comisario General de Artillería.

Al producirse el alzamiento nacional del 2 de mayo de 1808, se mantuvo firme en no reconocer otro rey que a don Fernando VII, por ello en la mañana del 24 siguiente por aclamación popular fue elegido vocal de la Junta de Defensa, organizada por las fuerzas de Mar y Tierra del reino de Murcia.

Volvieron a resaltar sus conocimientos, pues no eran simplemente reconocidos sino populares, por ello fue elegido como secretario de la Junta Central en el mes de agosto siguiente, entregó el mando de la Compañía de Guardiamarinas, quedándose con el de la Artillería, pasando a Ciudad Real, poco después a Ocaña y por último a Aranjuez donde quedó instalada la Junta Central Suprema.

Por sus dotes se le nombró Secretario de la Junta, comenzando su trabajo por diseñar planes y proyectos tanto de ataque como defensa, siendo tan minucioso su trabajo y tan acertado, que con fecha del 30 de septiembre siguiente el Presidente de la Junta Conde de Floridablanca lo ratificó en el cargo, por los avances de los napoleónicos en el mes de diciembre ocupó el cargo de Secretario del Consejo Supremo de Guerra y Marina, sin ser relevado de la Junta militar y manteniendo el de Comisario General de Artillería, pero la Junta se vio obligada a desplazarse a la ciudad de Sevilla.

En 1809 por sus muchos méritos se le otorgó el ascenso a jefe de escuadra, por Real orden del 2 de marzo de 1809 fue elegido por la Junta Central como Gobernador Militar y Político de Cartagena, cargo que desempeñó hasta el mes noviembre de 1810.

De hecho sus acertadas disposiciones, pusieron en trance de derrota al ejército invasor en este reino al mando del general Horace Sebastiani, logrando hacerle retroceder hasta Orihuela.

Con fecha del 28 de octubre de 1810, las Cortes le nombraron miembro de la Regencia junto al general Blake y el capitán de fragata Agar, viajando a la isla de León.

El 22 de enero de 1812, se le exoneró de su cargo en la Regencia, siendo nombrado Consejero de Estado.

En el mes de marzo de 1813, las Cortes le volvieron a elegir como Regente, acompañándole en este cargo el cardenal Borbón, Arzobispo de Toledo y primo del Rey y repetía con el capitán de fragata Agar, permaneciendo en este cargo hasta el 10 de mayo de 1814.

Al concluir la guerra de la Independencia y el retornar de su cautiverio en Francia el rey Fernando VII, El Deseado, una de las primeras medidas que tomó fue, dictar el Real decreto del 4 de mayo de 1814, al poco de desembarcar en el Grao de Valencia, por ello todos los miembros de la Regencia y altos cargos de las propias Cortes fueron encarcelados, por haber dictado órdenes sin el conocimiento de S. M. quedando a su vez abolida la Constitución.

Por ello Ciscar, fue primero confinado en la ciudad de Murcia y posteriormente en el Arsenal de Cartagena, y el 15 de diciembre de 1815, siendo el Rey un poco condescendiente le permitió regresar con el mismo cargo de confinamiento a su pueblo natal, Oliva.

Donde estuvo hasta el levantamiento del 1 de enero de 1820, dirigido por el general Elio en la población de Cabezas de San Juan, el pronunciamiento fue extendiéndose por toda la península obligando a don Fernando VII a jurar la Constitución el 7 de marzo, por ello fue llamado Ciscar a Madrid el 18 siguiente, al presentarse fue nombrado Consejero de Estado, se le entregó la Real orden del 17 de julio de 1820, notificándole su ascenso al grado de teniente general.

Por otra del 6 de noviembre continuo, por cumplir con todos los requisitos se le otorgó la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

En el año 1823 acompañando al Gobierno a la ciudad de Sevilla, donde el Rey se negó a continuar viaje hasta Cádiz, por ello se le consideró en estado de enajenación mental, esto provocó su inmediato relevo mientras duraba el traslado, siendo sustituido por una Regencia, formada por los generales de Marina don Cayetano Valdés y don Gabriel Ciscar y el del Ejército don Gaspar Vigodet.

Los Regentes después de empeñar su juramento ante las Cortes, siendo todo presenciado por la Real Familia y el Gobierno, se pusieron en camino en dirección a Cádiz.

A su llegada le devolvieron los poderes al Rey, tal y como estaba convenido y aunque al Soberano nunca se le faltó en nada, más bien todo lo contrario, éste no perdonó a los regentes la usurpación de sus poderes, mientras continuaban avanzado los «Cien mil hijos de San Luis», quienes en realidad eran ochenta mil.

Hasta el 1 de octubre siguiente sin posibilidad de resistencia, el Rey se trasladó al cuartel general del duque de Angulema por encontrarse asentado en la población del Puerto de Santa María, donde se le ratificaron sus poderes absolutos y por Real decreto de éste mismo día todo regresaba a la situación del 7 de marzo de 1820, cuando el Rey fue obligado a jurar la Constitución, la cual como consecuencia de este R. D. quedó abolida.

Por esta razón los Regentes tuvieron que emigrar, ante el grave riesgo que corrían sus vidas, pues había una predisposición absolutista de córtales las cabezas a todos los que en Sevilla habían votado a favor de ellos.

Pero el general francés conde de Bordesull, jefe de las fuerzas que sitiaron Cádiz, con una excusa muy personal, logró que todos ellos abordaran los buques franceses fondeados en la bahía, con esta acción los puso a salvo de represalias y por ello fueron respetadas sus vidas.

Aún así Ciscar no quería estar lejos de su tierra, por ello le dejaron en Gibraltar, donde logró vivir gracias a la ayuda económica que le proporcionaba Lord Wellington, por ser un gran amigo personal y lo demostró, ya que el brazo ejecutor del Rey no sólo le había privado de su sueldo, si no que no contento con esta medida, redactó una R. O. para que todas sus propiedades fueran confiscadas, por ello quedó sin ninguna posibilidad de subsistencia.

Muy amargado por el destierro decretado sobre su persona, por un Rey a quien él le había defendido a capa y espada, y llevado de una gran decepción por el comportamiento del Soberano, sobre todo con aquellos que tanto habían dado por defenderle.

Falleció en la plaza de Gibraltar el 12 de agosto de 1829, cuando contaba con setenta años de edad, siendo sepultado en el cementerio católico del Peñón.

La notoria injusticia padecida por don Gabriel Ciscar, pues sus restos permanecían en el exilio en el cementerio católico de Gibraltar, por la reacción desproporcionada y fuera de lugar de un Rey déspota por nombre que ha pasado a la historia como Fernando VII, al que Ciscar había servido con la lealtad propia que le caracterizaba y como agradecimiento del soberano fue condenado a muerte.

Su hija la reina Isabel II ordenó al Gobierno fuera el primer marino que recibiera sepultura en el Panteón de Marinos Ilustres, por sus muchos méritos contraídos y virtudes sobresalientes, cuando el presupuesto y los trabajos de su finalización así lo permitiera.

Pero en el famoso Real Decreto del 11 de junio de 1851, por el que se autorizaba la exhumación de los restos de varios generales de la Real Armada con el objeto de ser trasladados al Panteón, no incluía su nombre; por ello será la Real orden del 23 de marzo de 1855 cuando se autorice a su traslado, retraso que se produjo hasta fructificar las negociaciones con el Gobierno del Reino Unido, las cuales se habían iniciado en 1854.

El traslado de los restos de don Gabriel Ciscar fue revestido de una solemnidad extraordinaria. Se le concedieron los honores de teniente general con mando de escuadra a bordo y de capitán general de departamento en tierra. Fueron embarcados en la corbeta Ceres, desde ésta se transbordaron al navío Reina Doña Isabel II, surto en la Carraca, de donde se desembarcaron para ser trasladados al Panteón, acto que se realizó con toda solemnidad, los gastos ascendieron a 2.248 reales de vellón con 36 maravedíes, producidos en la exhumación de sus restos en el cementerio de Gibraltar y ya en el Departamento de Cádiz, se gastaron otros 1.407 reales.

Lápida en el Panteón de Marinos Ilustres de don Gabriel Ciscar y Ciscar. Teniente general de la Real Armada Española. Regente del Reino, en dos ocasiones y Consejero de Estado. Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III, pensionada.
Mausoleo en el Panteón de Marinos Ilustres de don Gabriel Ciscar y Ciscar.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Quedaron los restos depositados definitivamente en el mausoleo del Panteón el 2 de mayo de 1870, siendo capitán general del Departamento don Manuel Mac-Crohon.

En la lápida frontal hay una inscripción que dice:


Aquí yace

El Teniente General de la Armada

D. Gabriel Ciscar y Ciscar.

Caballero Gran Cruz de la Real y Militar Orden

de San Hermenegildo y pensionista de la de Carlos III

dos veces nombrado por las Cortes individuo del

Consejo de Regencia del Reino, Consejero de Estado,

Plenipotenciario de España en el Congreso de Sabios

que se reunió en París el año 1798 para

establecer un nuevo sistema de pesas y medidas

autor de varias obras científicas.

Falleció en Gibraltar el 12 de agosto de 1829

a los 70 años de edad.

Sus hijos le dedican este sepulcro.

Bibliografía:

Alcalá Galiano, Antonio María.: Memorias de don Antonio Alcalá Galiano, publicadas por su hijo. Atlas. Madrid, 1955.

Cervera y Jácome, Juan. El Panteón de Marinos Ilustres. Ministerio de Marina. Madrid. 1926.

Cervera Pery, José.: El Panteón de Marinos Ilustres, trayectoria histórica, reseña biográfica. Ministerio de Defensa. Madrid, 2004.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández de Navarrete, Martín. Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Madrid, 1851.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Martínez Sospedra, Manuel.: La Constitución Española de 1812. Facultad de Derecho de Valencia. Valencia, 1978.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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