Cornejo y Vallejo, Francisco Javier Biografia

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Biografía de don Francisco Javier Cornejo y Vallejo

Teniente general de la Real Armada Española.

Caballero de la Militar Orden de Alcántara.

Encomienda de la Moraleja de la Orden de Alcántara.

Orígenes

Vino al mundo en la población del Valle, en el Valle de Ruesga situado en la Montaña de Santander, fue bautizado el día 18 de diciembre del año de 1667, siendo su madre doña Josefa López-Cotilla y Vallejo, y su padre don Juan Cornejo de Rozas.

Hoja de Servicios

Aventurero, intranquilo, vivo y atrevido, pero con cabeza comenzó su carrera militar a los quince años corriendo el año de 1682 en los Tercios de infantería, con el grado de «soldado arcabucero aventajado» por dos escudos mensuales de sueldo.

Comenzó su bautismo de fuego en el año de 1689 en el sitio de Camprodon, en la línea fronteriza entre Francia y España el día 21 de agosto, dejándole prestar sus servicios por sus ruegos a sus superiores, ya que aún era menor de edad, su escuadrón fue martirizado por cinco baterías de artillería francesas, pero mantuvieron el sitio a pesar de las muchas bajas.

En el año de 1691 se encontraba de guarnición en el Peñón, para llevar a cabo un intercambio de prisioneros moros por otros cristianos, se embarcó con los prisioneros en los tres navíos genoveses fletados para la ocasión, desembarcando en Ceuta donde se hizo el canje.

En el año de 1692, fue embarcado y cruzó hasta Nápoles en la Armada del mando de don Pedro Corbeto.

En el de 1693 se encontraba en el puerto de Bayas (actual Italia), donde se hallaban los buques españoles dándoles carena, por lo tanto desarmados y desarbolados, los franceses aprovechando el momento intentaron atacar, pero Cornejo consiguió transportar a mano la artillería hasta las alturas cercanas, lo que ponía en desventaja a la escuadra francesa, por ello ésta optó por no atacar.

Por los mismos motivos pasó a la isla de Menorca, y fortificó la entrada al puerto de Mahón para impedir el paso de los enemigos, al terminar esta prevención, se embarco en la escuadra poniendo rumbo al cabo de San Vicente a la espera de avistar a la Flota de Indias, al llegar a su altura la divisaron siendo esperada y custodiada hasta dejarla en franquicia en la bahía de Cádiz.

A su arribada a la bahía, se le ascendió a alférez el día 12 de octubre del mismo año en la compañía de don Juan de las Cuevas, que pertenecía al Tercio del maestre de campo don Gerónimo Marin, la cual fue destinada de guarnición a Gibraltar, tomando puesto el día 28 de mayo del año de 1694, permaneciendo en él hasta el día 24 de octubre, por ser destinado a socorrer a la plaza de Ceuta, en cuyo momento del desembarco se sufrió el primer ataque de los berberiscos.

En ésta plaza estuvo siempre en vanguardia, desde el primer ataque que se efectuó el día 12 de noviembre del mismo año, en que fue herido en un hombro. El día 10 de enero del año de 1695, lo moros atacaron de firme protegiéndose con tablones sus líneas, consiguieron hacer una pequeña destroza en la muralla, a costa de sufrir muchas bajas, al día siguiente ya recuperados prosiguieron el combate, atacando esta vez por el baluarte de San Pablo y el de San Pedro, en este último se encontraba presente Cornejo que recibió una herida en la cabeza, no obstante continuó en su puesto hasta que los enemigos se dieron por vencidos, comenzando a minimizar el empuje y terminando por retroceder hasta abandonar el ataque, pero sufriendo mayores pérdidas que el día anterior.

El 6 de mayo del mismo año, efectuó una salida de la plaza con seiscientos hombres, recibiendo casi al principio del enfrentamiento dos heridas, una en la barba y la otra en la cintura, pero prosiguió al frente de sus hombres, consiguiendo vencer y tomar al enemigo una de sus banderas, siendo una de las primera que se consiguieron de ellos, a su vez fue reconocida su valía por todos sus jefes alcanzando gran renombre entre sus compañeros.

El día 30 de julio siguiente, parte de la muralla exterior estaba maltratada por el continuo cañoneo enemigo, por lo que intentaron los enemigos penetrar por ese lugar, acudió la compañía de don Francisco de Arce, en la que Cornejo con sus hombre estuvo en los lugares de mayor riesgo, tanto es así que a su lado fue herido de muerte su capitán, pero tomó el mando y arremetió contra ellos consiguiendo obligarles a desalojar el lugar, pero todo esto después de dos largas horas de encarnizado y feroz combate.

Al desalojarlos de aquí se dio cuenta que el baluarte de San Pablo, se encontraba en parecidas circunstancias por los intensos bombardeos, estaba siendo asaltado por una de las brechas, hizo llamar a sus hombres y se desplazó al lugar, allí no sin esfuerzo logró que desalojaran las almenas incluso algunos enemigos se lanzaban al vacío, al mismo tiempo que con el resto arremetían a la brecha consiguiendo desalojarlos también, pero en su huida los enemigos le pegaron fuego al baluarte, pues previamente habían preparado fajina (haces de leña ligera para mejor arder) ya que el fuerte era de madera, quedando en la misión de apagar el incendio, junto a unos pocos de sus efectivos, mientras se recibía un constante fuego de todo tipo de los enemigos, ya que incluso les arrojaban piedras, terminando con su trabajo a la mañana siguiente habiendo permanecido toda la noche en ello.

El día 8 de diciembre del año de 1696, con parte de su compañía realizó una salida, para verificar que no habían colocado y ocultado ninguna mina los enemigos, a pesar del fuego incesante hecho por estos, prosiguió su trabajo hasta reconocer todo el terreno pudiendo afirmar a su mando que no había ninguna, al ir a entrar en las murallas una bala le atravesó el cuello, cuya herida por su lugar y el derrame de sangre estuvo a punto de acabar con su vida.

No obstante, el día 4 de febrero del año de 1697, volvió a salir en misión de escolta de los zapadores, mediando entre ellos y el enemigo solo una trinchera, recibió una pedrada en la mejilla junto a la boca.

El año de 1698 fue el típico de aguantar solo los disparos, ya que no hubo ataque alguno, porque los moros se excusaban en haber tenido ya sesenta mil bajas entre muertos y heridos en menos de tres años, lo que les impedía reforzar sus líneas; precisamente en este año el día 10 de febrero se le ascendió a capitán, dándole el mando de su compañía en propiedad, siéndole concedidos ambos por orden del Gobernador y Capitán General de la plaza, don Melchor de Avellaneda Sandoval y Rojas, marqués de Valdecañas.

El día 25 de junio del año de 1699, a las cinco de la mañana se realizó una salida con cuatro columnas, se entabló combate sobre la Lengua de Sierpe y ya se llevaba una larga hora de dura lucha, cuando los enemigos cargaron con más bríos lo que obligó a retroceder a los españoles.

Viéndolo Cornejo, sin pensarlo se lanzó con su compañía en su apoyo; pasamos a la explicación que dieron sus cabos al Gobernador: «Y ponderan los Cabos el gran lucimiento y prontitud con que ayudó á desalojar á los enemigos del puesto y guarneció lo más avanzado de él, donde manifestó muy bien su experiencia y ánimo en los repetidos acontecimientos que hubo de los moros, llegando varias veces á las manos, no desmayando nada, aunque le habían muerto la mayor parte de su jente, esforzando con su ejemplo á la restante á mantener lo ganado, y á los gastadores á plantar una estacada, durante este riesgo desde las seis de la mañana hasta las 12 que le mudaron, quedando restaurada y fortificada la Lengua de Sierpe, con excesivo estrago de los enemigos, quienes á la tarde volvieron á avanzar, haciendo todo esfuerzo para recobrarla; y habiendo hecho ceder algo á los nuestros, empezaron á cortar la estacada y á entrar alguno dentro, donde perdieron las vidas, á cuya función acudió muy á tiempo el referido Cornejo, exponiéndose de los primeros á cuanto se ofrecía hasta que se retiraron los moros»

Esa misma noche los enemigos volvieron a intentar darle fuego a la estacada y de nuevo Cornejo con su compañía, que ya estaba otra vez en su puesto, con la ayuda de picas y garfios iban apartando la fajina que estaba ardiendo de las estacas, así con paciencia pero con firmeza consiguieron que los daños fueran mínimos, a pesar del fuego y piedras que caían como lluvia sobre la zona, al ver los enemigos que ya nada podían hacer abandonaron el intento, aprovechando los españoles para reparar la estacada con nuevos tablones y manteletes.

Se pudo preparar una expedición de socorro y se dio fin al sitio de Ceuta, por lo que habían estado cinco años en esa situación soportando todo lo que los enemigos les tiraron, así mismo fueron reemplazados por nuevas tropas, siendo su Tercio transportado a la ciudad de Cádiz, donde permaneció de guarnición por espacio de catorce meses.

En el año de 1701, fue embarcado su Tercio en la escuadra del vicealmirante Conde d’Estress, siendo transportado a Nápoles para retornarla a la corona de España, al terminar la campaña en el año de 1702 regresó a Cádiz.

Al poco tiempo de su llegada, se le notificó que los ingleses estaban desembarcando en la costa del puerto de Santa María y habían ocupado la población.

Inmediatamente se reaccionó, enviando con prontitud al Tercio del maestre de campo don Juan Antonio de Ibáñez, al cual fue incorporado con su compañía, alcanzando las líneas enemigas el día 25 del mes de septiembre, consiguiendo impedir que realizaran la aguada en los Cañuelos y causando varios muertos más muchos heridos a los enemigos, lo que les obligó a reembarcar abandonando así el lugar.

Pero como necesitaban realizar la aguada urgentemente pusieron rumbo a Rota; al observar la maniobra el Tercio se puso en marcha alcanzando la zona el día 27, pero se la encontraron ya con todo un campo de trincheras, comenzando el fuego inmediatamente pero los españoles a pesar de la desventaja fueron acortando distancias, hasta llegar a la primera de las diferentes trincheras de protección, pero parte del Tercio avanzó por las alas lo que les convenció al verse rodeados, que solo tenían un punto por donde escapar, que fue la decisión a tomar; por ello reembarcaron y se alejaron de la costa, poniéndose así a salvo pero en alta mar.

Con fecha del 21 de agosto de 1703, el capitán general del ejército de Andalucía marqués de Villadarias, le extendió título por sus grandes servicios que ya llevaba diecinueve años sirviendo en el ejército, siendo nombrado Ayudante Real del Ejército.

El 7 de mayo de 1704 se declaró la guerra a Portugal, por servir ésta de base a los ataques británicos, se le encomendó que con veinte caballos y con su General pasaran la frontera en busca del teniente general don Bonifacio Manrique, que desde el día anterior ya había entrado con cuatrocientos caballos, no le pudieron encontrar ya que se movía muy rápido, pero Cornejo a riesgo de su vida ya que el país estaba levantado en armas, con unos pocos iban de pueblo en pueblo siguiéndole la pista, teniendo que regresar por que ya habían penetrado demasiado en territorio enemigo y nadie les podría ayudar si eran atacados.

Ese mismo año participó en la toma de los castillos y villas de Zafara, San Alexo, Noudor, Castel-David y Marban, las cuales reconoció con los ingenieros después de tomadas, para realizar los trabajos consiguiente a su exacta función dejándolos en perfectas condiciones de resistir ataques.

Lo curioso es que no había nadie más de mando que él a excepción de su general, por lo que tuvo que realizar todo tipo de trabajos en cada uno de ellos, como mantener la policía y disciplina, ya que la mayoría de los efectivos eran de milicias, marcaba los campamentos y los puntos débiles a proteger, distribuir los víveres y las municiones, marcar las guardias y dar las órdenes pertinentes a las partidas que salían a reconocer los alrededores, así que casi nada escapaba a su mando y responsabilidad.

Una vez cumplida esta orden, con su general marchó al asedio del Peñón que había sido tomado por lo británicos, permaneciendo en él el tiempo que duro este primer asedio, que fue entre los meses de agosto de 1704 y abril de 1705.

Al mismo tiempo, embarcó en cuatro grandes barcas, tres capitanes españoles y otros tres franceses, con los que interrumpieron el abastecimiento al Peñón. En persecución de uno que se les escapaba, se metió bajo el fuego de los navíos y de la artillería del Peñón, por lo que tuvo que salir de aquel lugar antes de que acabaran con todos.

Continuando el resto del año de 1705, junto al teniente general don Bonifacio Manrique, para inspeccionar a la infantería, caballería y dragones, para saber el estado de disponibilidad de todos ellos.

En 1706 se le dio el mando del tren de artillería para transportarlo a Portugal, después de un largo y penoso viaje hasta el lugar señalado, pero al llegar ya no hacía falta y no se utilizó, pasando a ser el responsable de la formación militar de los nuevos regimientos de infantería miliciana, trabajo que le llevó el resto del año.

En 1707 estando a la órdenes de capitán general duque de Osuna, se desplazó parte del ejército para tomar las fortalezas de Sespa y Moura, en el vecino país de Portugal, en esta última se sufrió mucho, por lo que se decidió encargarle que pusiera una mina a la muralla, había que atravesar una zona descubierta, para ello se cavaron una serie de trincheras hasta poder llegar a ella, la cual la iban cubriendo para formar un túnel y estar a cubierto del fuego enemigo, pero estos comenzaron a lanzar sacos de pólvora a la entrada del túnel a los que se les pegaba fuego con disparos, lo que producía tal cantidad de humo que los zapadores se ahogaban en su interior lo que les obligó a salir del agujero, pero Cornejo estuvo pendiente de todo ello y ordenó mover unidades enteras para cubrir con su fuego la salida a campo abierto, lo que minimizó al máximo las bajas.

Se quiso ir él con unos pocos de sus hombres, pero el mariscal de campo don Pedro Mesía de la Cerda se lo impidió por ser de un alto riesgo; no se dio por vencido, volvió a buscar más hombres de su confianza y en la noche del 11 al 12 de junio, consiguió atravesar el campo e introducirse en el túnel, al ver esto los sitiados se convencieron de que no había forma de parar a los españoles lo que les llevó a la rendición el mismo día 12 de junio.

Terminado este combate permaneció durante cuarenta y un días, levantando los planos de las dos fortalezas, que por su exactitud fueron remitidos al Monarca español.

Con fecha del 27 de noviembre de 1708, el nuevo capitán general de las costas de Andalucía el duque de Osuna, lo eligió para ‹castellano› (jefe supremo de ella) interino de la fortaleza de Santa Catalina en el puerto de Santa María y nada más llegar, ordenó el desenterrar la artillería que se había cubierto de arena para ocultarla de los posibles enemigos, quedando de nuevo el castillo en perfectas condiciones de uso militar.

En 1709 hubo un suceso que no deja de tener una importancia vital y todo por sus conocimientos, decisión y valor.

Con fechas de los días 21 y 31 de mayo, y otra del 23 de junio, recibió cartas que informaban al duque de Osuna de la intención de los británicos de salir desde Gibraltar y tomar Tarifa. Enterado de ello, le dio orden a Cornejo de reforzar la plaza en previsión del ataque, llegó y en muy poco tiempo se repararon las murallas, alistó a la infantería y caballería, siendo la infantería de milicias, pero la caballería era reglada, por lo que fueron preparados concienzudamente, tanto que al ver las defensas en perfecto estado los británicos ni intentaron atacar.

Como siempre, no se dieron por vencidos los británicos, así que decidieron atacar en la costa de Zara y de Vejer, pero se llevaron la sorpresa, ya que advertido Cornejo de ello pues no era nueva la forma de proceder de los británicos, había ordenado retirar tierra a dentro a todos los habitantes con sus enseres y ganado, por lo que al conseguir desembarcar en ellas, se encontraron con una feroz resistencia de la milicia ya que muchos eran de esos pueblos ó cercanos, esta reacción inesperada les obligó a reembarcar y salir con rumbo a Gibraltar. De todas estas decisiones el duque de Osuna puso en conocimiento de S. M. quien había sido el vencedor de todo ello y había evitado males mayores a su Rey y a España.

En el año de 1710, había sido nombrado en propiedad el nuevo capitán general de las costas de Andalucía, don Juan Francisco Manrique Arana que como todos sus antecesores desde su nombramiento lo confirmó en el cargo, siendo un año tranquilo ya que acompañó durante casi todo él a su general a visitar todas las fortalezas y cuarteles pertenecientes a su demarcación.

El 26 de octubre de 1711, su general lo nombró Gobernador interino de Sanlúcar de Barrameda, por ausencia de su titular el brigadier don Jacinto Alonso Velarte.

Al llegar el titular dejó el puesto anterior; en los años 1712 y 1713, se le destinó de nuevo a la fortaleza de Santa Catalina, donde por segunda vez tuvo que desenterrar la artillería, volviéndola a dejar a punto en su defensa.

El día 10 de junio del año de 1714, su general le otorga el mando de la fragata Sorpresa del porte de 44 cañones, con la que zarpó de la bahía de Cádiz, arribando a Málaga donde realizó una pesquisa de la población consiguiendo a setenta forzados para servir en las galeras, los cuales al arribar a Cartagena fueron entregados, aquí se cargó su buque de cebada y bombas, al completar la carga zarpó con rumbo a los sitiadores de la ciudad Condal, al arribar desembarcó todo lo que para ellos llevaba terminado con esta comisión, pasando a incorporarse a la escuadra que bloqueaba el puerto.

El 8 de noviembre del mismo año el General en jefe de la escuadra don Pedro de los Ríos, le encargó por haber sido informado de que en la zona habían buques argelinos, que con su fragata y la nombrada Águila de Nantes, cruzara entres las aguas comprendidas de Salou y los Alfaques, misión que cumplió sin encontrar posibles enemigos, regresando e incorporándose a la escuadra en el mes de marzo del año de 1715.

De nuevo por su buen hacer, se le incorporó a la Real Armada con el grado de capitán de fragata, por lo que inmediatamente participó en la toma de la isla de Mallorca, desembarcando y tomando el mando del tercer batallón de marina de Francia, pero recibió la orden de embarcarse en su buque para dar escolta a las dos tartanas que llevaban pliegos de la conquista de la isla, una con rumbo a España y la otra a Francia, dejándolas en franquicia retornó a la escuadra.

Al arribar, se encontró con el general Danfeld y su Gordenador don Francisco Salvador de Pineda, los dos altamente preocupados por la falta de pan para la tropa, pero no querían pedirla ni obligar a entregarla a los ciudadanos de la isla, por ello Cornejo les ofreció paliar en parte el problema por llevar en su fragata dos mil raciones de él, el cual fue desembarcado y entregó, siendo repartido.

Al ser rendida la capital al día siguiente, recibió la orden de embarcar en su buque y en la fragata San Antonio a trescientos infantes al mando del brigadier conde de Bearhaben, para ser transportados a la isla de Ibiza, ya que ésta se había rendido sin combatir, desembarcó a las tropas embarcaron los rendidos al mando de su gobernador Poál, zarpando de nuevo con rumbo a la bahía de Palma de Mallorca donde desembarcó a los prisioneros.

Al zarpar la escuadra con rumbo al puerto de la ciudad Condal, transportó al mismo batallón de marina de Francia que había mandado en tierra al desembarcar, al arribar desembarcaron y zarpó junto a la escuadra con rumbo a la bahía de Cádiz, al arribar se le destinó al puente de Suazo con la responsabilidad de proteger a todos los buques de la escuadra desarmados y supervisando a los que se les estaba realizando carena.

El día 16 de marzo del año de 1716, se le ascendió al grado de capitán de navío y el 18, zarpó con la fragata Ermione (a. San Francisco Javier y sin H) del porte de 50 cañones para transportar al nuevo virrey marqués de Valero, desembarcándolo y poniendo rumbo de nuevo a la bahía de Cádiz, siendo cargado su buque para el regreso con cinco millones de pesos de las recaudaciones, más unos regalos realizados por el marqués de Valero, duque de Linares y el Obispo de la Puebla, que correspondían a ciento cincuenta arrobas de plata labrada para el Rey, así como varias alhajas con diamante y perlas de gran valor para la Reina y para su alteza el Príncipe, arribando sin contratiempos el día 7 de diciembre del año de 1717.

En 1718, a principios de marzo se le otorgó el mando de dos navíos para dar escolta a doce mercantes, que transportaban a cinco batallones con destino a la isla de Cerdeña, al arribar los desembarco y regresó al ciudad Condal, donde ya se le había preparado otra escuadra compuesta de trece navíos y fragatas, para proteger a más de trescientos transportes en la expedición a la isla de Sicilia.

Quedó en aquellas aguas hasta el mes de junio, en que se le otorgó el mando del navío Príncipe de Asturias, (a. Cumberland) del porte de 72 cañones con el que participó en el combate de cabo Passaro, (pero aquí no se sabe muy bien que sucedió, es su único punto oscuro de toda su carrera) zarpando de Palermo hasta San Feliu de Guixols, para verificar la terminación del navío Cambi (a. San Bartolomé), en el que permaneció durante más de cuatro meses hasta terminar su construcción.

Al ser alistado se le dio el mando para hacerlo llegar a la bahía de Cádiz; los británicos avisados de ello destacaron desde Mahón a seis navíos para interceptarlo, pero parece que los olió Cornejo, ya que en todo el trayecto no mantuvo el mismo rumbo media hora continua, consiguiendo burlar con esa forma de navegar por zonas nada habituales y con sus continuos cambios de rumbo, arribar sin novedad a la bahía de Cádiz el día 14 de diciembre de 1718.

El 21 de abril de 1719, zarpó de la bahía de Cádiz al mando de dos navíos y una fragata, está identificado el navío San Juan Bautista y la fragata San Jorge, con rumbo a Veracruz, a donde arribó el día 5 de julio, con la orden expresa de recomponer la Armada de Barlovento, pero no se pudo poner en ello porque el día 5 de mayo los franceses descubrieron el nuevo presidio levantado por los españoles en Penzacola, lo que produjo enfrentamientos, el Virrey lo nombró su Teniente General de Mar y Tierra para que nadie entorpeciera sus decisiones.

Zarpó de Veracruz el 3 de octubre para reforzar el presidio, para ello se llevó una escuadra compuesta de cuatro fragatas, por encontrarse en muy mal estado los dos navíos con los que había llegado y en ellas transportaba a trescientos infantes, con muchos víveres, munición y pólvora.

A los pocos días de zarpar lo encontró en la mar una balandra enviada por el Gobernador de la Habana, para entregarle un pliego en el que se le comunicaba que el día 17 de noviembre, los franceses habían vuelto al ataque pero esta vez reforzados por una escuadra al mando de Mon; viendo que sus fuerzas no eran suficientes decidió arribar a San José, en cuya fortaleza dejó a los hombres y vituallas con lo que quedó muy reforzada, poniendo rumbo a la Habana para revisar sus buques que ya iban haciendo agua.

Estando en esta ciudad, llegaron noticias de que los franceses habían arrasado Penzacola pero regresando inmediatamente a Mobila, pensando que los españoles iban a enviar todo lo disponible para vengarse.

En el año de 1720, reúne en la Habana una escuadra compuesta, por una fragata pequeña de la Armada, otra de un corsario, dos bergantines, nueve balandras con cuatrocientos hombres, con la intención de desalojar a los británicos de la isla de Providencia, zarpando el día 21 de febrero, pero el segundo día ya en el canal se desató un típico temporal de aquellas aguas, por ello se separaron cuatro buques pero aún así prosiguió en su empeño, consiguió arribar con el resto frente al castillo de Nassau, pero al poco de fondear se desató otro temporal del Norte que le hacía garrear las anclas, lo que significaba que podía ser arrastrada por las corrientes hasta la playa y embarrancar a la escuadra contra ella, lo que le obligó a levar anclas para poder mantenerse a flote, consiguiendo arribar solo a la Habana el día 6 de abril, los días posteriores fueron arribando todos a excepción de la fragata pequeña de la Armada y la corsaria, que se habían perdido en el canal Viejo; aunque solo se perdieron los bajeles ya que las tripulaciones fueron rescatadas por sus compañeras.

Permaneció hasta noviembre en la Habana, pero no ocioso, ya que todo buque que llegaba de la Península era “requisado” y repasado, con todos ellos fue formando una pequeña división de buques menores, con los que estuvo realizando navegaciones para que la gente no perdiera las buenas costumbres y la excelente práctica alcanzada, al mismo tiempo que protegía las costas.

Arribó al puerto de la Habana el general don Baltasar de Guevara con el navío Vegoña aprovechando el regreso del navío se incorporó él con su división y convoy, compuesto por las dos fragatas de su división, San Jorge y San José, más siete mercantes, dos de ellos armados, zarpando el día 4 de noviembre con rumbo a la Península, al encontrarse en el canal de Florida les sobrevino un temporal, que le obligó a variar el rumbo y salirse del canal, mientras que el navío pudo sortearlo mejor y se mantuvo en él, por lo que se quedaron sin el apoyo del gran buque, siguiendo su navegación y al segundo día se encontraron con la fragata mercante matriculada en la ciudad de Cartagena Cármen, uniéndose al convoy y todos juntos arribaron el 22 de diciembre de 1720 a la bahía de Cádiz, llevando en sus bodegas siete millones de pesos en oro y plata de los impuestos más otro millón en frutos americanos.

El 27 de abril de 1721 fue ascendido al grado de jefe de escuadra.

Con este nuevo grado se le dio el mando del navío Vegoña y como segundo jefe de la flota que al mando de don Baltasar de Guevara, zarpó el día 21 de junio del mismo año con rumbo a Costa Firme, arribando a Cartagena de Indias el día 4 de agosto.

Permaneció en este puerto hasta verificar la carga, zarpando el 10 de octubre con rumbo a la Habana, a donde arribó el 30 del mismo mes, donde se volvió a quedar hasta terminar la carga de los buques, zarpando el 13 de diciembre con rumbo a la bahía de Cádiz.

Pero el 10 de enero de 1723, se les levantó un huracán que puso en grave peligro a casi todos los buques, además de ser separados ya que en esas circunstancias cada comandante hacía lo que sabía o podía, el navío de Cornejo fue desarbolado del palo mayor y perdió la caña del timón por su cabeza, lo que obligó a realizar reparaciones de urgencia, posteriormente se encontró con otros dos mercantes a los que dio escolta, consiguiendo arribar el día 6 de febrero al fondeadero de la ría de Vigo, donde alivió el peso del buque, descargando siete millones de pesos en oro y plata más otro de frutas.

Dieron la banda al navío y se reparó todo lo posible, zarpando de la ría de Vigo el día 19 de abril y arribando a la bahía de Cádiz el día 26 del mismo mes.

El 31 de diciembre de 1723, zarpó la Flota de Tierra Firme desde la bahía de Cádiz con rumbo de nuevo a Cartagena de Indias donde arriba el día 19 de febrero del año de 1724, compuesta por los buques; navío de 66 cañones Catalán, capitana y al mando del teniente general don Carlos Grillo, Marqués de Grillo, el navío de 64 cañones Estrella de Mar, alias Gineto ó Sanguineto, la almiranta al mando del segundo de la flota, el jefe de escuadra don Francisco Javier Cornejo, realizando las labores de patache o vanguardia de aviso la fragata de 22 cañones San José, alias Pingüe Volante, al mando del capitán de fragata don Pedro Moyano.

El 13 de marzo, zarpó con rumbo a Portobelo, para transportar al nuevo virrey del Perú marques de Castell Fuerte, formando división el navío del mando de Cornejo un pingüe de 22 cañones y una balandra del porte de 12, al llegar a la ensenada de Tolú se avistaron a cuatro velas, pero la distancia aún era de unas cuatro leguas, por lo que Cornejo ordenó forzar de vela, al verlos las enemigas levaron y zarparon a lo máximo de su andar, pero la división española les dio alcance, siendo entonces reconocidas como cuatro fragatas británicas del porte de entre 20 a 36 cañones.

Se entabló feroz combate que duró cuatro horas y cuarenta minutos, terminándose solo al oscurecer, ocasión que aprovecharon las enemigas para darse a la fuga aunque maltrechas, quedando en poder de los españoles la llamada Adriana Catalina, del porte de 22 cañones al mando del capitán Jorge Somiers, siendo incorporada a la Real Armada Española con el nombre de Santa Catalina. En la acción falleció el alférez de navío don Pedro de Rivera y diez hombres más, aparte de haber tenido otros cuarenta y seis heridos, su buque no quedó muy bien tratado.

A pesar de ello arribó a Portobelo el 21 del mismo mes donde desembarcó al virrey, quedándose en el puerto para hacer las reparaciones pertinentes, zarpando de nuevo el día 7 de abril con rumbo a Cartagena de Indias, arribando el 13 y al medio día se produjo el fallecimiento de don Carlos Grillo, quedando Cornejo desde ese momento como jefe de los galeones de la Flota de Indias.

Permaneció en este puerto por espacio de casi dos años, en los que se pasó muy mal ya que se carecía de casi todo y los diferentes buques de la escuadra estuvieron a punto de perderse por falta de fondos para su mantenimiento, consiguió salvarlos por enviar a los capitanes de Infantería don Lorenzo Tablada y don José Herrera a Lima, de donde primero regresó Tablada con cien mil pesos a los cuatro meses de su partida y posteriormente lo hizo Herrera con otros setenta mil, con los que se pudo repasar los bajeles y alistarlos.

El 6 de abril de 1726 zarpó de Cartagena de Indias con los navíos con rumbo a Portobelo a donde fondeó el 9 del mismo mes. Como era tan organizado y previsor, había cargado en los buques maderas y cabos con unos carpinteros con sus herramientas, para que en éste puerto construyeran un muelle, que quedó con treinta y dos varas de largo por cinco de ancho, consiguiendo así mejorar considerablemente los trabajos de carga y descarga, ahorrando días y esfuerzos saliendo todos beneficiados.

Encontrándose en este puerto, le llegó aviso por cédulas firmadas por el Rey y escrita por su secretario el duque de Riperdá, de la posible rotura de relaciones con los británicos, por lo que era muy posible que fueran en su búsqueda, así enterado Cornejo se puso a trabajar duro y fuerte.

Se construyó un dique en la entrada del puerto y sobre él se instaló una batería de artillería, ya en el interior de la ensenada se construyó un fuerte y en su base con resguardo, se instalaron 18 cañones de á 18, se preocupo mucho de que fueran muy bien avituallados, tanto de raciones de boca como de pólvora y proyectiles los dos castillos, como final de la preparación ordenó trasladar a los navíos lo más al fondo de la ensenada quedando muy bien protegidos, pero en prevención de que pudieran ser dañados, se les desarboló por completo dejándolos mochos para evitar posibles males mayores.

Efectivamente el 17 de junio del mismo 1726, apareció la escuadra británica con doce velas y al mando del vicealmirante Francis Hosier, el cual al ver el estado de defensa adoptado decidió fondear a tres leguas de distancia, manteniéndose en ese fondeadero hasta el día 10 de noviembre, porque el clima en menos de cinco meses había causado la muerte a ocho de sus capitanes, a muchos subalternos así como a unos dos mil quinientos hombres de las dotaciones y de la tropas de infantería, por lo que le era imposible permanecer más tiempo, ordenando zarpar con rumbo a la isla de Jamaica para al menos reemplazar a la gente perdida.

Cornejo a pesar de tener los buques desarbolados y mucha gente enferma, dio la orden de ponerse a trabajar para intentar alcanzar Cartagena de Indias, así consiguió zarpar de Portobelo el 24 de diciembre de 1726, con toda su escuadra y arribar a Cartagena de Indias el día 3 de enero del año de 1727.

El 13 pasó frente a Cartagena la escuadra británica al mando de Hosier rumbo a Portobelo, pero se apercibió que se habían trasladado los españoles, lo que le produjo un gran disgusto al verlos en este puerto creyendo que se encontraban todavía en Portobelo, a tanto llegó su malestar interno que a los pocos días falleció. Según otras fuentes, dicen que fue también inducido por el Almirantazgo británico, puesto que recibió varias notificaciones del sentimiento de disgusto en la institución por no haberlos destruido en Portobelo.

En sustitución del vicealmirante Hosier, el Almirantazgo británico le otorgó el mando al vicealmirante Hopson, que se encontraba en Gibraltar quién ordenó zarpar, para seguir con las órdenes de sus superiores, pero éste a su llegada por la poca aclimatación al clima falleció a los cincuenta días de tomar el mando de la escuadra.

El 26 de julio de 1728 zarpó de Cartagena de Indias con rumbo a Portobelo con todos los buques, arribando el 4 de agosto, se embarcaron los caudales volviendo a zarpar el 1 de septiembre, para arribar a Cartagena de nuevo el día 6, prepararon los buques con nueva aguada al máximo quedando alistados para hacerse a la mar.

El 1 de octubre zarparon de Cartagena de Indias con rumbo a la Península, pero los malos tiempos los estuvieron acompañando durante todo el viaje lo que fue retrasando la arribada, llegando a faltar el agua y a escasear los víveres, además de que los vientos no le permitían arrumbar a puertos españoles, viéndose en la necesidad de hacerlo sobre Jaro en la costa del vecino país de Portugal, consiguiendo con buenas monedas de oro pagar unas cuantas pipas de agua y reponer algo de pan, ya que los portugueses no estaban por la labor y solo la vista del dinero les convenció, zarpando en cuanto aclaró un poco el tiempo con rumbo a la bahía de Cádiz, donde consiguió lanzar las anclas el 23 de febrero de 1729.

No le dejaron descansar mucho, porque recibió una Real orden para formar una comisión, eligiendo a ocho oficiales, un comisario y un escribiente, los cuales se desplazaron a Ferrol por tierra, llegando el día 26 de mayo; cumpliendo las órdenes del Rey se le presentó el ingeniero don Francisco Montiagu, que llevaba los planos del puerto y del Arsenal, a la comisión de expertos quienes después de verificar lo conveniente de ellos se les dio el visto bueno, añadiendo algunas rectificaciones para preparar las defensas y distribución del Arsenal.

Pasando posteriormente a recorrer la costa, para verificar y señalar puntos de ella que debían ser protegidos, siendo la costa comprendida entre la Coruña y cabo Prior, redactando unas memorias de todo ello que fueron entregadas al Monarca, con la súplica final de que debían de realizarse lo antes posible para la buena seguridad y mejor servicio del Reino.

Continuó para cumplir la R. O. poniéndose en camino desde Ferrol a Santander, para verificar y designar los puntos que debían ser defendidos, aprovechando el viaje para ir mirando en todas las calas, ensenadas y playas posibles, para dar con los buques adecuados para formar escuadra llegando a Guarnizo el 10 de julio.

En este astillero y población se detuvo para alistar una escuadra, que entre navíos nuevos y viejos alcanzó el número de siete velas, tiempo que le llevó seis meses, zarpando de este puerto el 17 de enero de 1730, arribando a la bahía de Cádiz el día 6 de febrero.

Al saber que S. M. se encontraba en Castel Blanco, se presentó para besarle la mano; el Rey muy satisfecho de todo su trabajo le ordenó quedarse a su lado, por lo que viajo con la Corte por varios puntos de Andalucía, hasta llegar a Granada sobre mediados del mes de abril.

Hasta que le llegó la noticia a don Felipe V, que la escuadra del Mediterráneo ya esta compuesta por veintidós buques, siéndole entregado el mando de ella a Cornejo, por lo que tuvo que viajar por tierra a Cartagena, al llegar repasó los buques y el armamento, convencido de estar en condiciones zarpó con rumbo a la ciudad Condal, porque en ella se estaba organizando una expedición la cual al final y por falta de numerario no se llevó a cabo, decidiendo Cornejo zarpar con rumbo a la bahía de Cádiz donde sus servicios podían ser más necesarios, arribando a finales del mes de octubre.

Al llegar, se le notificó que en su ausencia el Rey le había ascendido a teniente general, teniendo fecha el documento del nuevo grado del día 4 de septiembre del mismo año de 1730.

A principios del mes de noviembre, zarpó de la bahía de Cádiz con rumbo al Ferrol a donde arribó el día 14, permaneció unos meses verificando la construcción de lo ordenado anteriormente por la comisión, zarpando el 20 de abril de 1731 con rumbo a la bahía de Cádiz y con la orden de incorporarse a la escuadra del marqués de Mary.

Al arribar a Cádiz se le notificó que el marques había ya zarpado, por lo que inmediatamente se hizo a la vela con rumbo a la ciudad Condal, incorporándose en la escuadra a la que esta vez servía de aliada la británica al mando del almirante Bagner, zarpando las dos escuadras con rumbo a Liorna para tomar posesión de Parma, Plasencia y Guastala el infante de España don Carlos.

Permaneció en este puerto hasta ver asegurado todo, una vez confirmado zarpó a primeros de noviembre con rumbo a la bahía de Cádiz, donde arribó el día 18 de diciembre.

El día 7 de enero del año de 1732, por orden de S. M. se puso en camino a la ciudad de Sevilla donde en esos momentos se encontraba la Corte, a mediados del mes de abril el Rey le dio la orden de pasar a Cádiz, para tomar el mando de la escuadra ya que le confiaba el mando de ella para dar protección a la expedición que se estaba preparando con destino a la toma de Orán.

Regresó a Cádiz, arboló su insignia en el navío San Felipe, que junto a otros cuatro dieron escolta a un convoy de treinta y cuatro buques mercantes, zarpando el 12 de mayo de 1732, con rumbo al puerto de Alicante, los malos tiempos y sobre todo los vientos contrarios retrasaron la arribada, consiguiendo lanzar las anclas el 18.

Permaneció a la espera de que fueran acudiendo buques, tanto los de guerra como los mercantes que en su mayoría eran fletados para la ocasión, tardaron el completarla 29 días, formando al final una escuadra y sus mercantes con quinientas treinta y cinco velas, quizás la mayor concentración naval del siglo XVIII.

Durante su estancia en la ciudad, al ir llegando los buques y el jefe del ejército el duque de Montemar, eligió a tres capitanes de navío los señores don Francisco Liaño, don Juan José Navarro y el conde de Bena Masserano, para entre todos tomar las decisiones de lo necesario a cargar en los mercantes y por informaciones de bajeles, el mejor lugar para llevar a buen término el desembarco, planificando cuidadosamente éste y los lugares de encuentro de cada unidad, para una vez todos en tierra formar las pertinentes columnas, sabiendo por donde debían desplazarse para alcanzar los objetivos, con todo tipo de previsiones y formas para adoptar con conocimiento tanto para la artillería como la caballería y la infantería, así se evitarían sorpresas. Con todo esto se puede decir, que quizás fue el inventor del Estado Mayor que ha pervivido hasta hoy al menos en España.

El 15 de junio comenzó a zarpar la escuadra desde el puerto de Alicante, ya en la mar se encontraron con diferentes problemas, los malos tiempos que producían retrasos en los bajeles y a ello se sumaba, las diversidad de buques fletados en diferentes países que cada uno tenía un andar distinto, aparte de ceñir mejor ó peor los vientos lo que en algunos momentos preocupó y no poco, por ocasionar un gran dispersión de ellos por toda la mar, lo que obligaba a los que tenían la responsabilidad de guardarlos, tener que navegar incluso de vuelta encontrada para hacerlos regresar al convoy.

A pesar de ello, no se perdió ninguno de los buques, gracias a las normas establecidas y dadas a conocer con sus prioridades a los buques de escolta, así arribaron y lanzaron las anclas en la costa de Orán el 23.

Los enemigos al ver aquel bosque de árboles y sus velas se dispusieron a proteger su capital, ya que Cornejo había dado la orden de pasar la noche a bordo para desembarcar al día siguiente y de paso que descansara la gente al menos unas horas.

Al amanecer del 24 y siempre siguiendo las normas, las fragatas por tener menos calado se aproximaron a tierra y comenzaron a batir la artillería enemiga, este principio consistió en un gran intercambio de disparos, que produjo la consabida humareda que entorpecía mucho la visión ya que el viento era casi inexistente, lo que a su vez consiguió que su persistencia facilitara el trasbordo de las tropas a los botes, a esperar la orden de remar para dirigirse a la playa escogida, donde a su vez los navíos desde algo más lejos comenzaron el fuego aumentando así la oscuridad producida por los disparos y protegiendo a los que iban a desembarcar.

Se había previsto, que todos los botes alcanzarán la playa más o menos al mismo tiempo, por eso fueron formando detrás de las fragatas y cuando todos estaban preparados se dio la orden de ponerse en marcha con rumbo a la playa, la sorpresa del enemigo fue rayana en la incredulidad, ya que de pronto comenzaron a aparecer cientos de botes que se iban cara a ellos, mientras que seguían recibiendo el fuego de toda la escuadra y como complemento a ello, aparecieron las galeras que llevaban a remolque a los botes más grandes y pesado por ir en ellos las piezas de artillería, al mismo tiempo que ellas abrían fuego terminado de abrir las brechas en el dispositivo de defensa de los enemigos y sobre todo, ellas cargas al máximo de su capacidad de hombres, que a su vez también iban disparando, consiguiendo embarrancar en la playa saltando a tierra los infantes.

La operación fue tan rápida y con tanta sorpresa, que en muy pocas horas estaban en la playa veinte mil hombres, más de la mitad de la caballería y varias baterías de artillería, consiguiendo ya formar un frente muy bien preparado para afrontar cualquier contraataque.

Los enemigos reaccionaron e intentaron tirarlos al mar, pero la fortaleza de la cantidad ya lo hacía impensable, aparte de que las galeras ya descargadas a fuerza de remo volvieron a la mar y desde allí maniobraban protegiendo a los desembarcados embarazando a los enemigos, a lo que hay que añadir, que por orden de Cornejo el navío Castilla del mando de don Juan José Navarro, se había colocado en una posición muy segura, que le permitía cubrir con sus fuegos lo que no podían cubrir las galeras, frustrando en todo momento los intentos de contraataque de los enemigos.

Al obligar a retirarse al enemigo al interior, los siguientes días se dedicaron a fortalecer a los desembarcados, primero terminando de hacerlo con todos y después proveyéndolos de agua, municiones y víveres para varios días.

Hubo varias escaramuzas por parte de los enemigos, pero siempre recibían mucho fuego y se retiraban maltrechos, hasta llegar el 1 de julio en que ya habían sido reforzados los moros formando un buen ejército decidiendo atacar con firmeza, pero los desembarcados ya había construido hasta fortalezas de madera, con la artillería bien dispuesta, lo que unido al fuego de los buques les causó un gran descalabro y viendo que nada podía oponer a aquel formidable dispositivo, decidieron abandonar a su suerte toda la zona huyendo al interior, la guarnición de la ciudad de Orán al ver el abandono en que quedaban siguieron su ejemplo, por lo que fue ocupada sin disparar un solo tiro.

La única posición que no abandonaron fue la de Mazalquivir, por ello el 3 se propuso el mando conquistar esta fortaleza, para lo que se destacó a los buques que la bombardearon, pero fue tanto el daño realizado que al final se decidió dejar solo a dos navíos al mando del conde de Bena Masserano casi atracados a la misma, de forma que los disparos hacían verdaderos estragos, esto les convenció de que la defensa era inútil y enarbolaron bandera blanca, momento en el que fuerzas del ejército entraron y la tomaron.

Se verificó el estado de las fortalezas y Cornejo ordenó reponerlas para su mejor defensa, aparte de desembarcar artillería de sus buques para reforzar la disponible por el ejército, dejando una buena guarnición de seguridad.

Finalizado esto, dio orden de embarque al resto, que se realizó rápidamente zarpando el 1 de agosto con rumbo a la Península, para cumplir la orden recibida de distribuir a los efectivos embarcados, por ello arribó primero a Málaga donde dejó a parte de las tropas, zarpó y arribó a Alicante, donde se realizó la misma operación y por último zarpó con rumbo a la ciudad Condal, donde ya desembarcó al resto; cumplida la Real orden zarpó de esta ciudad con rumbo a la bahía de Cádiz arribando el 2 de septiembre.

Por haber recibido una Real orden, salió por tierra a la Corte, donde al llegar fue recibido en audiencia por el Monarca, quien le dio la Reales Gracias por los servicios prestados, concediéndole la Encomienda de la Moraleja de la Orden de Alcántara, pensionada con treinta mil quinientos un real anuales, con la merced expresa y extraordinaria, de poderla pasar a su sobrino don Pedro Cornejo.

Ya de palabra el Rey le nombró Comandante General del Departamento del Ferrol, siendo el primero que ocupó este cargo, por lo que se puso en camino a Cádiz, embarcó en el navío San Isidro, que junto al Santiago y el paquebote San Diego, zarparon con rumbo a su nuevo destino, arribando al nuevo Arsenal el día 28 de octubre del mismo año de 1732.

Permaneció por espacio de cinco años al mando del Arsenal, en ese tiempo se preocupo mucho de que las obras continuaran a buen ritmo, se mantuvo alerta en los territorios costeros para verificar la construcción de fortalezas, para lo que se entrevistó en varias ocasiones con el capitán general de Galicia el conde de Itre; en el año de 1733 alistó una división de cinco navíos que envío a Cádiz, así mismo comisionó a la fragata Ermione con rumbo al Río de la Plata, por haberse declarado la guerra contra Portugal, mientras se habían construido en el Arsenal los navíos León y Galicia del porte de 70 cañones y la fragata mencionada Ermione (2ª de su nombre) del porte de 36 cañones, añadiendo dos viejos cascos convertidos en maquinas, uno para arbolar los navíos y el otro para darles la banda sin riesgo de pérdida, por lo que no dejó pasar nada y a todo atendía.

El Rey quiso que el infante don Felipe recibiera una buena formación, por esta razón pensó que lo mejor era darle una responsabilidad, así decidió S. M. crear el Almirantazgo que con fecha del 14 de marzo de 1737, quedó constituido siendo nombrando el infante almirante general de España e Indias.

Pero era razonable que para tomar sus decisiones debía de estar asesorado por los mejores, siendo Cornejo uno de los elegidos, recibiendo con fecha del 17 de marzo de 1737, la orden de pasar a la Corte a tomar posesión de su nuevo cargo en la Junta, que quedo formada por los tenientes generales marqués de Mari, don Francisco Cornejo y Rodrigo de Torres, futuro marqués de Matallana, siendo el secretario don Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada y lugar de encuentro en el palacio de San Ildefonso, a donde llegó el 17 de julio.

Con fecha del 28 de enero de 1740, se le nombró Vocal de la Junta de Baldíos, formada por otras personalidades, como el cardenal Molina, el conde del Montijo, el duque de Montemar y otros.

Al tomar posesión el infante de España don Felipe de los estados de Parma, Plasencia y Guastala, el Rey ya no consideró necesario el Almirantazgo, por lo que con fecha del 15 de mayo de 1742 se le cesó en el cargo, pero con la misma fecha se le nombra Consejero del Supremo de Guerra, en el que por su antigüedad llegó a alcanzar el Decanato.

Sirviendo a su Rey y a España hasta el último segundo de su vida, estando en posesión de este cargo, le sobrevino el óbito en Madrid el 27 de marzo de 1759, cuando ya había cumplido los noventa y dos años de edad, de ellos setenta y siete de servicio ininterrumpido a España.

Bibliografía:

Blanco Núñez, José María.: Don Francisco Javier Cornejo y Vallejo. Cuaderno de Agosto Septiembre de la Revista General de Marina del año 2003, páginas 343 a 349.

Enciclopedia Universal Ilustrada.: Espasa. Tomo 15, 1913. Página 717.

Fernández Duro, Cesáreo.: Disquisiciones Náuticas. Facsímil. Madrid, 1996. 6 Tomos.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid 1873.

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