Echeverri y Rober, Juan

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Biografía de don Juan Echeverri y Rober


 Fotografía en blanco y negro del retrato de don Juan de Echeverri.
Juan de Echeverri

Capitán General de la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias.

Caballero del hábito de Santiago.

Caballero de la Real y Militar Orden de Calatrava.

Conde Villarcázar de Sirga.

Marqués de Villarubia.[1]

Contenido

Orígenes

Vino al mundo en la ciudad de San Sebastián y bautizado el 13 de abril de 1609, por el vicario y bachiller Don Pedro Martínez de Araiz en Santa María de la misma ciudad siendo sus padrinos el licenciado Don Martín de Armentia y Doña Bárbara de Zelayandía. Hijo de don Domingo Echeverri y Zelayandía y de su esposa doña Mariana de Rober y Salina, Condesa de Villarcázar de Sirga, y de marquesa de Villarubia de Langre. Su padre fue Secretario de los reyes Felipe III y IV. Fue bautizado el día 13 de febrero del año de 1609, en la parroquia de Santa María de la ciudad.

Hoja de Servicios

Desde muy joven comenzó su carrera de marino, incorporándose como soldado en los buques siguiendo así la estela de sus ancestros y parientes, hombre decidido, organizador y sagaz, al que no le importaba coger la pluma ó la espada.

En el año de 1642, estaba de Gobernador del Tercio de los galeones a bordo de la capitana de la escuadra del mando del duque de Ciudad Real, participando en el combate contra la francesa del almirante Brézé, llamado del Cabo de Gata teniendo lugar el día 2 de septiembre del año de 1643.El mismo año estuvo en los combates para levantar el asedio de Orán, el cual se consiguió a pesar de que los enemigos disponían del doble de buques.

Participó después en el combate de Orbitello, verificándose el enfrentamiento el 14 de junio de 1646, fue un combate naval y terrestre en el que sucedió de todo, incluidas las disputas entre los mandos que fueron saldadas con la pérdida de lo conquistado y con todos sus jefes en prisión por orden del Rey. Poco tiempo después participó en el sitio que se le dio a la fortaleza de Salses, hasta ser ganada de nuevo.

En 1648 participó como jefe de una división de la escuadra de la Guarda de la Carrera de Indias, cumpliendo con su misión de dar protección a las Flotas provenientes de Indias, manteniéndose siempre alerta en las fechas sabidas, entre las islas Terceras y el cabo de San Vicente.

En 1650 fue ascendido a Capitán General de la escuadra de la Guarda de la Carrera de Indias, para lo que emitió unas órdenes e instrucciones en las que figuraban nuevas maniobras a adoptar por los bajeles, para viaje así como para el combate. Porque aquellas aguas estaban infestadas de corsarios y piratas que solían entorpecer mucho el tráfico marítimo, ante esto siempre procedió con la mejor de las formas para conseguir su objetivo. Al mando de ésta mantuvo un fuerte combate contra el pirata ‹Pié de Palo› así como contra el holandés ‹Jolls› regresando a la bahía de Cádiz el 18 de enero de 1651.

En 1652 se encontraba al mando de una división de galeones de la escuadra de Dunkerque que estaba al mando de don Antonio Manic, encontrándose en el sitio de la Rochele. Por estar a retaguardia para cubrir a los buques que bombardeaban las fortalezas, fue el que se enfrentó a la escuadra francesa.

En 1653 se le entregó el mando, esta vez de la propia Flota de Indias, con la que zarpó de la bahía de Cádiz para hacer el típico recorrido de Guayra, Cartagena de Indias, Veracruz y la Habana, de donde zarpó cargado con el situado, regresando sin incidentes de mención al mismo puerto en el año de 1654.

En junio de 1655, elevó petición de licencia para recobrar su salud, siéndole concedida se puso en camino a su casa de Santullán, donde intentó recuperarse, pero en el mes de enero del año de 1656, recibió carta de la Corte dándole razones para incorporase al servicio por haberse declarado la guerra contra Inglaterra, pero se entretuvo por no encontrase del todo bien, recibiendo una nueva carta fechada el día 5 de octubre del propio año, por la que ya S. M. le ordenaba pasar a la Corte, pues en ese espacio de tiempo se había sufrido varias pérdidas y era muy necesario que regresará a tomar el mando de la Armada. Pero don Juan acudió al Conde de Peñaranda y a su amigo don Luis de Haro, quienes vieron el estado en que se encontraba y rogaron a S. M. que no le diera el mando de la Flota de Indias, pero el Rey por toda contestación les dijo: «…no tengo otra persona de tanta confianza como el Marqués, para que llene el servicio» y se vio obligado a aceptarlo.

Con fecha del día 15 de abril de 1657 existe un acta notarial firmada en San Sebastián que dice:

«Obligación de Santiago de Tellería, dueño del navío — Nuestra Señora de Aránzazu — y de su capitán Martín de Tellería, que va a Cartagena de Indias, ante Juan Domingo de Echeverri, por quinientos ducados que han recibido para el viaje»

Habiendo tomado el mando de la Flota, fue recomendado por los ministros del gobierno, para que se le dotara de buques ligueros y rápidos que pudieran servir de avisos, a lo que él respondió que no era su parecer ése considerándolo excesivo. Zarpó de la bahía de Cádiz el 3 de junio de 1657, yendo su capitana sola y el resto de la Flota, compuesta por 43 velas les ordenó formar divisiones de cuatro o cinco buques, logrando así despistar a la escuadra ingles que ya le estaba esperando, pero al ver tan pocas velas (porque solo quedaban a la vista una de las divisiones no pensaron que fuera la Flota que esperaban) logrando así arribar a los puerto de costumbre y cargar el situado, al regresar se hizo de igual forma, pero con puerto de arribada a Santander, separándose unas cuantas leguas de las costas gallegas, permitiéndole alcanzar su objetivo.

En el viaje de 1658, zarpó con la Flota de Indias el 5 de junio del mismo año, acompañándole sus dos hermanos Jacinto Antonio y Juan Domingo, ambos como Capitanes de Mar y Tierra, la expedición estaba compuesta por la escuadra de Galeones del Océano, con doce de ellos, dando escolta a diecisiete buques mercantes, lo cuales como siempre en el viaje de ida iban cargados de azogue [2], arribando a Cartagena de Indias el día 18 de julio siguiente, después de tan solo cuarenta y tres días de navegación. Aquí comenzaba el trasiego de descargar y cargar el situado, más mercancías de particulares apreciadas en la Península, zarpando con rumbo a Veracruz y posteriormente a la Habana, de donde zarpó transportando veinte millones de plata amonedara, más las mercancías preciosas, que a veces eran más rentables que el propio oro o plata.

A los pocos días de navegación se avistaron velas, estas se acercaron a la formación del convoy, mientras los galeones de la escuadra ocuparon su puesto de combate, como era costumbre a barlovento de la Flota, al llegar a la vista se trataba de una escuadra corsaria inglesa, formada por treinta y una velas al mando de Doyley, pero al ver la fortaleza de los galeones españoles, prefirió dejarlo para mejor ocasión.

Así cruzaron el océano sin mayores molestias ni avistamientos, pero al arribar a las islas Terceras, pensó que si ya estaban avisados los enemigos de su presencia, estarían esperándole en el cabo de San Vicente, por esta razón optó por arribar al Cantábrico alejado de la vista del cabo de Finisterre, así consiguió fondear con veinticinco de sus buques, de los treinta y uno iniciales, al parecer se sufrió un temporal y como siempre cada capitán procuraba mantenerse en el convoy, pero otros por las dificultades marineras de sus buques les resultaba imposible hacerlo. Posteriormente se supo que dos había arribado directamente a la bahía de Cádiz y a los cuatro restante debieron de ser tragados por la mar.

Por hacerlo en un puerto fuera de ruta y control de la Casa de Contratación, ésta envió a un alto funcionario de ella para que se hiciera cargo y responsable para que llegara por tierra a Sevilla, para llevar bien los números.

Estos dos viajes fueron de los más importantes de la historia, pues se trajo el tesoro de tres años por la imposibilidad de haberlo hecho antes, siendo tan grata la noticia al Rey, que perdonó a todos aquellos, que como era costumbre, embarcaban cantidades de más en todos los viajes, el documento en su parte que nos interesa dice: «…era tal la singular confianza y tan sin ejemplar que hacía en él, como había hecho en persona alguna, y que el servicio era de tal importancia, que le tenía en gran estimación y dispuesto a darle el premio correspondiente.»

Por su parte, el secretario del S. M. don Juan Bautista Sáenz, le remitió una carta fechada el día 7 de mayo del año de 1659 en la que entre otras cosas dice: «Esté seguro que ha coronado V. S. la felicidad de su viaje y ha conseguido con todos los cuerdos y ministros de la Monarquía el mayor crédito que ha llegado a tener otro ningún general de la carrera.»

Al tener ya preparada la escuadra para zarpar del puerto de Santander con destino a la bahía de Cádiz, elevó petición de licencia para acercarse a su casa a recuperarse, a lo que S. M. accedió de muy buen grado, siéndole confirmado por carta fechada el día 17 de junio del año de 1659, en la que se añadían las Gracias Reales por su muy satisfactorio trabajo siempre en bien de España.

Llevaba ya treinta y dos años de excelentes servicios, pero S. M. mucho alabarlo pero nada le había dado como premio, al cumplir con este último servicio el mismo Consejo de Indias pidió un informe para valorar la petición al Rey de alguna merced, de ello nos ha llegado una parte del escrito que dice: «Ha llegado el tiempo en que el Marqués reciba de V. M. merced correspondiente a tanto como ha merecido los años que ha navegado gobernando, en que ha hecho viajes tan dichosos como notorios; pues en todos ha logrado el traer en salvamento la plata de V. M. y de particulares; y aunque sus accidentes de la mar suceden las más veces sin culpa de los Cabos, por más versados y peritos que sean, no se puede negar que ayuda mucho a los buenos sucesos, que concurran la pericia, el cuidado y desvelo del que gobierna la Armada, como con el Marqués sucede; lo cual le hace merecedor de que V. M. le honre con merced de igual proporción y que corresponda a su grado, en gratificación de los servicios anteriores, por los cuales no ha recibido ninguna especial; ni por el que últimamente ha hecho con haber traído este año en salvamento la Armada y Flotas de su cargo, con un Tesoro el mayor de los tiempos y que se alargan muchos a decir que, de un viaje, no se ha logrado en estos reinos otro más grande…»

Se le notificó que S. M. había recibido las notas del Consejo de Indias, por ello podía pedir al Rey lo que desease, pero a ello respondió: «Considero que mi poca salud y la falta de sucesión (de tres de sus hijos dos habían fallecido en el último viaje), que no se hablase de pretensión ninguna, porque había llenado toda su ambición con haber acertado a servir en un viaje de tanta consecuencia.»

Volvió a recibir estando en su casa dos cartas de S. M. fechadas ambas el 20 de septiembre de 1659, en la que entre otras cosas se dice: «…que habiendo necesidad de hacer un viaje a las Indias que la falta de recursos obligaba a que este viaje lo hiciesen las personas más beneméritas y prácticas en la navegación y de la mayor estimación de Su Majestad, le rogaba aceptase aquel cargo e hiciese él el viaje » El cargo era el de capitán general de la Flota de Tierra Firme.

Don Juan de Echeverri contesto por carta, en la que decía: «A pesar de haber hecho tres viajes a las Indias y traído nueve Tesoros, no se le había hecho merced alguna y cuando su salud no era satisfactoria, aceptaría el nuevo encargo con que se le honraba: pero suplicaba se le hiciera merced de su título de Castilla para su hijo y sucesores en la casa, o Consejero de Indias con sus Juntas de Cámara y Guerra, siendo así la primera merced que recibiría.»

A esta y como respuesta se le dio un ultimátum, pues entre otras cosas se le decía: «…que dijera terminantemente si aceptaba o no el servicio que se le encomendaba de ir a Tierra Firme como General de los Galeones, sin tratar de otras mercedes » ya algo enfermo y cansado de ser tratado así, volvió a contestar y entre otras cosas decía: «mi falta de salud me priva de hacer dicho viaje…suplicando a S. M. me excuse de verificarlo»

Por ello se nombró a otro capitán general, el cual zarpó el 5 de noviembre de 1660 de la bahía de Cádiz, pero al poco tiempo de estar en la mar, se desató una gran tormenta que desarboló a la Capitana, obligando a toda la Flota a virar y regresar a la bahía de salida, pero solo llegaron algunos de los bajeles, pues cinco de sus componentes se fueron a pique y con ellos uno de la escolta, sufriendo la Hacienda unas pérdidas de cuatro millones de duros, perdiendo la vida algo más de quinientos hombres.

Así decidió S. M. ordenarle volver a tomar el mando; al completarse las reparaciones se hizo a la vela el día 21 de diciembre siguiente, pero esta vez el Rey le concedió por Real cédula del día 8 anterior del año de 1661 el título de Marqués de Villarrubia con Jurisdicción Civil y Criminal Alta, Baja, mero mixto Imperio, Señorío y Vasallaje, Escribanías de número, Alcabalas, Tercias, Martiniega, Cuarterones, Bodegas, Graneros y el Foro perpetuo y renta de pan de la Villa de Villadiezma. Arribó a los puertos de costumbre y se cargó el tesoro, regresando de nuevo a pesar de ingleses, holandeses, portugueses y berberiscos, dejando a todos ellos burlados y esto conseguido en una de las horas más bajas de buques en la Armada española.

Existe un documento dice: «Confesóse el general Conde de Villalcázar, Marqués de Villarrubia, en el convento de Nuestra Señora de la Victoria de Puerto Real, á 15 de agosto de 1662 — Fr. Juan de Cote»

A fines del mismo año, de nuevo S. M. le entregó el mando como su Capitán General de la Escuadra de la Guardia de la Carrera de Indias, con la promesa de que a su regreso le otorgaría la Grandeza de España, zarpó por quinta vez (no sabemos la fecha) de la bahía de Cádiz rumbo a Tierra Firme, pero al estar como a unas cien leguas de la salida le sobrevino la muerte el 9 de octubre de 1662. Fue tan sentida por todos, que la Flota quedó al pairo por tres días, mientras se decidía si regresaban para darle cristiana sepultura, pero por su enfermedad la descomposición del cuerpo era muy rápida, por esta razón su hermano don Jacinto Antonio, a la sazón Almirante de la Flota ordenó fuera sepultado en la mar, lo que se efectúo con todos los honores correspondientes en medio de verdaderas muestras de dolor.

Hay una carta firmada por el Rey que dice: «Por la carta de la Marquesa de Villarrubia, vuestra madre, he entendido del fallecimiento del conde de Villalcázar de Sirga, vuestro padre, de que me he desplacido por haber fallecido un tan buen vasallo, y he holgado de que vos hayan subcedido en su lugar, teniendo por cierto que me serviréis con el afecto y celo que él lo hizo y sus antecesores.»

Don Juan de Viedma y Carvajal, dio la noticia de su fallecimiento a su hermano don Jacinto Echeverri, la cual concluye con un soneto en honor a su hermano.


Cháveri ilustre, si el amigo es cierto,
que vive adonde estima, bien se advierte,
que en vuestra vida no cabiendo muerte,
yo sólo vengo á ser en vos el muerto.

Obsequias á mi vida le concierto,

pues sin vos, en tristeza se convierte
y elogios claros en dichosa suerte
cantaré, si de vos la gloria acierto.

No, acaso no, que Thetis, envidiosa
de esos astros que os gozan luminosos,

quiso entrar á la parte en tanta gloria:

Deuda á vuestra amistad era forzosa
que eternicen sus hechos tan gloriosos
esos cielos, la mar y mi memoria.


A lo largo de su carrera naval en la que permaneció durante treinta y cuatro años, participó en siete combates navales y dos en tierra.

Estuvo al mando de seis escuadras y tres armadas de la Guarda de la Carrera de Indias, realizando varios viajes desde la Península a Tierra Firme y Antillas, en todos ellos sufrió ataques de mayor o menor importancia, pero siempre consiguió llegar a destino con los caudales y sin pérdidas.

Entre sus obras figuran:

«Orden general de escuadra sobre saludos» Dadas a la escuadra en 1653.

«Para que con el favor de Dios Nuestro Señor, este presente viaje se proceda con todo acierto, y el principal de su santo servicio se consiga, y en el de S. M. los efectos que se desean, guardaran el Señor Francisco Martínez de Granada, almirante de esta flota, capitanes y cabos de ella, las ordenes siguientes: Contiene cuarenta y cinco artículos» Siendo publicada póstumamente en el año de 1666, pero el manuscrito del que hay varias copias, fue el que se repartió entre los capitanes de los galeones de la flota.

«Relación del dinero empleado en Tierra Nueva»

Escribió también varios discursos sobre la construcción de los buques.

Notas

  1. Ambos títulos como consorte por boda con su sobrina. Al morir su hermano mayor Juan en 1662 los heredó su hija Mariana Vicenta, con ella contrajo matrimonio Juan Domingo y al ser denominado por el título, se encuentran mezcladas las biografías de don Juan y don Juan Domingo.
  2. Azogue. Açogue. Es un género de metal líquido y fluido muy conocido, de color de plata, que por cuanto parece plata derretida, que va corriendo a una parte y a otra; los griegos le llamaron ύδράργuρος, hγdrargγrοs, id est, aqueum argentum. Este nombre azogue es arábigo, de un verbo que vale correr; puede ser nombre griego, de ζωή, zoe, vita et interposita g, zoge, y con el artículo arábigo a-zogue. Y viénele bien, por cuanto le llaman por otro nombre argentum vivum por su agilidad y súbito movimiento. Del azogue hacen gran caudal los alquimistas, y le llaman entre sí mercurio; porque según fingen los poetas, como Mercurio era el intervenido de los dioses, siendo mensajero de Júpiter, así el azogue anda entre metales, y con él se purifican y refinan y apartan el oro de la plata. Dicen los físicos que el azogue y del alcrebite traen principio todos los metales. El doctor Laguna hace un galano discurso del azogue o argento vivo sobre Dioscór., lib. 5 cap. 69. Los que andan en las minas del azogue viven poco, porque como es tan penetrante se les entra hasta los huesos. Palmerino, en el descanso de su Escala filosófica, trata larguísimamente todo lo que toca a la historia natural del azogue. Covarrubias.

Bibliografía:

"Breve reseña de los méritos y servicios de los marinos D. Juan de Echeverri... y de su hermano D. Jacinto Antonio de Echeverri... ambos naturales de la ciudad de San Sebastián, en Guipúzcoa.", Revista bascongada, San Sebastián T. 69 (2o sem. 1913), p. 71-74, 362-366, 406-409. gipuzkoakultura.net

Covarrubias Horozco, Sebastián de.: Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Universidad de Navarra. Real Academia Española. Iberoamericana. Madrid, 2006. Edición Integra.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 19, 1915, página 18.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.

Fernández Duro, Cesáreo.: Disquisiciones Náuticas. Madrid 1996. Utilizados los tomos I, II, III, V y VI.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

Vargas y Ponce, Joseph de.: Catálogo de la Colección de Documentos. Instituto Histórico de Marina. Madrid 1979.

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