El motín del San Jerónimo

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La llegada del '''''San Pedro''''' con Salcedo y Urdaneta despertó gran alegría en Nueva España, abriendo posibilidades de riqueza por el comercio con China además de las riquezas de las Filipinas, según noticias llegadas con el galeón. Este entusiasmo provocó demasiadas prisas en el envío de lo que pedía Legazpi en sus cartas, recurriendo a lo que se tenía a mano. Llegados de las Filipinas, en Acapulco se encontraban el galeón '''''San Pedro''''' y el patache '''''San Lucas''''' pero necesitaban muchas reparaciones antes de realizar una nueva travesía hacia las Filipinas por lo que se alistó el viejo galeón mercante '''''San Jerónimo''''', que se puso al mando del capitán de infantería don Pedro Sánchez Pericón, el cual llevaba por alférez a su hijo don Diego Sánchez. Por sargento mayor llevaba a don Juan Ortiz de Mosquera. Llevaba a bordo al experto piloto Lope Martín, preso por orden de Salcedo y que había llegado con el patache dos meses antes. Fue un grave error llevar a bordo a este personaje, pero no había disponible otro piloto conocedor de las aguas del Pacífico. Mucho más grave fue dejar que este piloto reclutara a parte de los marineros disponibles, los cuales serían de su confianza. A Lope Martín le esperaba un juicio por traición en las islas Filipinas, por lo que era muy improbable que las últimas intenciones del piloto fueran las de llegar con la nao a la isla de Cebú, donde a buen seguro le esperaba el juicio y la horca.
La llegada del '''''San Pedro''''' con Salcedo y Urdaneta despertó gran alegría en Nueva España, abriendo posibilidades de riqueza por el comercio con China además de las riquezas de las Filipinas, según noticias llegadas con el galeón. Este entusiasmo provocó demasiadas prisas en el envío de lo que pedía Legazpi en sus cartas, recurriendo a lo que se tenía a mano. Llegados de las Filipinas, en Acapulco se encontraban el galeón '''''San Pedro''''' y el patache '''''San Lucas''''' pero necesitaban muchas reparaciones antes de realizar una nueva travesía hacia las Filipinas por lo que se alistó el viejo galeón mercante '''''San Jerónimo''''', que se puso al mando del capitán de infantería don Pedro Sánchez Pericón, el cual llevaba por alférez a su hijo don Diego Sánchez. Por sargento mayor llevaba a don Juan Ortiz de Mosquera. Llevaba a bordo al experto piloto Lope Martín, preso por orden de Salcedo y que había llegado con el patache dos meses antes. Fue un grave error llevar a bordo a este personaje, pero no había disponible otro piloto conocedor de las aguas del Pacífico. Mucho más grave fue dejar que este piloto reclutara a parte de los marineros disponibles, los cuales serían de su confianza. A Lope Martín le esperaba un juicio por traición en las islas Filipinas, por lo que era muy improbable que las últimas intenciones del piloto fueran las de llegar con la nao a la isla de Cebú, donde a buen seguro le esperaba el juicio y la horca.
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Las causas del motín y la odisea del '''''San Jerónimo''''' comenzaron a fraguarse meses antes de su partida. Cuando Urdaneta y Salcedo llegaron a Acapulco se encontraron con una sorpresa, que poco antes había llegado el patache '''''San Lucas'''''. Su capitán Alonso de Arellano y su piloto Lope Martín se hacían acreedores del descubrimiento del tornaviaje. Urdaneta y Salcedo les pusieron pleito y se les acusó de deserción y desobediencia.
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          Las causas del motín y la odisea del San Jerónimo comenzaron a fraguarse meses antes de su partida. Cuando Urdaneta y Salcedo llegaron a Acapulco se encontraron con una sorpresa, que poco antes había llegado el patache San Lucas. Su capitán Alonso de Arellano y su piloto Lope Martín se hacían acreedores del descubrimiento del tornaviaje. Urdaneta y Salcedo les pusieron pleito y se les acusó de deserción y desobediencia.
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          Con estos malos presagios zarpó la nao el 1º de mayo de 1566 con unos 130 a 150 oficiales, soldados y marineros. Una vez en alta mar, al primer vendaval le sucedieron varias calmas y las penalidades de la vida en el mar. El piloto y sus secuaces no desaprovecharon ninguna oportunidad para soliviantar los ánimos. El primer encontronazo llegó a causa del caballo que el capitán llevaba a bordo. Algunos protestaron de la mucha agua que se gastaba en dar de beber el animal. La noche del 25 de mayo, que era muy cerrada, apareció muerto el caballo y nunca se descubrió al autor o autores de lo sucedido. Se sospechaba que la misma guardia que el capitán habían puesto para que a su caballo no le sucediera nada eran los autores. También hubo muchos reproches por la mala comida y faltas de respeto a la autoridad, a lo que el alférez Diego Sánchez y su padre respondían con crueldad, falta de tacto, injusticias e impertinencias, demostrando ser poco aptos para el mando. Los principales cabecillas de los disturbios eran el piloto Martín y el sargento mayor Mosquera, y contaban con el apoyo del soldado principal Felipe de Ocampo, Alonso Vaca, Alonso Carfate, Pedro Núñez de Solórzano, sargento de compañía, el escribano Juan de Zaldívar y los marineros Lara, Morales y Molina. A los pocos días de partir, el piloto ya había tanteado al capitán al ofrecerle poner rumbo a Nueva Guinea, pero Sánchez Pericón no le hizo caso, ni tampoco tomó ninguna medida preventiva para lo que estaba por suceder.
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Con estos malos presagios zarpó la nao el 1º de mayo de 1566 con unos 130 a 150 oficiales, soldados y marineros. Una vez en alta mar, al primer vendaval le sucedieron varias calmas y las penalidades de la vida en el mar. El piloto y sus secuaces no desaprovecharon ninguna oportunidad para soliviantar los ánimos. El primer encontronazo llegó a causa del caballo que el capitán llevaba a bordo. Algunos protestaron de la mucha agua que se gastaba en dar de beber el animal. La noche del 25 de mayo, que era muy cerrada, apareció muerto el caballo y nunca se descubrió al autor o autores de lo sucedido. Se sospechaba que la misma guardia que el capitán habían puesto para que a su caballo no le sucediera nada eran los autores. También hubo muchos reproches por la mala comida y faltas de respeto a la autoridad, a lo que el alférez Diego Sánchez y su padre respondían con crueldad, falta de tacto, injusticias e impertinencias, demostrando ser poco aptos para el mando. Los principales cabecillas de los disturbios eran el piloto Martín y el sargento mayor Mosquera, y contaban con el apoyo del soldado principal Felipe de Ocampo, Alonso Vaca, Alonso Carfate, Pedro Núñez de Solórzano, sargento de compañía, el escribano Juan de Zaldívar y los marineros Lara, Morales y Molina. A los pocos días de partir, el piloto ya había tanteado al capitán al ofrecerle poner rumbo a Nueva Guinea, pero Sánchez Pericón no le hizo caso, ni tampoco tomó ninguna medida preventiva para lo que estaba por suceder.
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Revisión de 06:57 31 oct 2015

El motín del San Jerónimo


El 1º de junio de 1565 salió de Cebú el galeón San Pedro con fray Andrés de Urdaneta, que era el que realmente gobernaba la nave para descubrir la ruta de regreso a Nueva España, aunque por capitán iba don Felipe de Salcedo, nieto de Legazpi. Con este galeón San Pedro llegaron a Acapulco cartas de Legazpi en las que pedía tropas y materiales para consolidar la colonización de las islas Filipinas. El virrey de Nueva España organizó en envío de todo lo necesario. Legazpi y los españoles que se encontraban en Cebú estaban en una mala situación. Eran unos 200 hombres. La isla no daba alimentos suficientes para todos y no sabían si el galeón San Pedro había podido regresar a Nueva España. Pero dieciséis meses y medio después de partir este galeón, llegó a Cebú, el 15 de octubre de 1566, el galeón San Jerónimo con pocos hombres y armas, pero con la esperanza de que el tornaviaje era posible y Legazpi podía continuar con su empresa. En este buque se produjo una de las travesías más desafortunadas, capaz de emular a la empresa del conocido bajel británico Bounty dos siglos más tarde.

La llegada del San Pedro con Salcedo y Urdaneta despertó gran alegría en Nueva España, abriendo posibilidades de riqueza por el comercio con China además de las riquezas de las Filipinas, según noticias llegadas con el galeón. Este entusiasmo provocó demasiadas prisas en el envío de lo que pedía Legazpi en sus cartas, recurriendo a lo que se tenía a mano. Llegados de las Filipinas, en Acapulco se encontraban el galeón San Pedro y el patache San Lucas pero necesitaban muchas reparaciones antes de realizar una nueva travesía hacia las Filipinas por lo que se alistó el viejo galeón mercante San Jerónimo, que se puso al mando del capitán de infantería don Pedro Sánchez Pericón, el cual llevaba por alférez a su hijo don Diego Sánchez. Por sargento mayor llevaba a don Juan Ortiz de Mosquera. Llevaba a bordo al experto piloto Lope Martín, preso por orden de Salcedo y que había llegado con el patache dos meses antes. Fue un grave error llevar a bordo a este personaje, pero no había disponible otro piloto conocedor de las aguas del Pacífico. Mucho más grave fue dejar que este piloto reclutara a parte de los marineros disponibles, los cuales serían de su confianza. A Lope Martín le esperaba un juicio por traición en las islas Filipinas, por lo que era muy improbable que las últimas intenciones del piloto fueran las de llegar con la nao a la isla de Cebú, donde a buen seguro le esperaba el juicio y la horca.

Las causas del motín y la odisea del San Jerónimo comenzaron a fraguarse meses antes de su partida. Cuando Urdaneta y Salcedo llegaron a Acapulco se encontraron con una sorpresa, que poco antes había llegado el patache San Lucas. Su capitán Alonso de Arellano y su piloto Lope Martín se hacían acreedores del descubrimiento del tornaviaje. Urdaneta y Salcedo les pusieron pleito y se les acusó de deserción y desobediencia.

Con estos malos presagios zarpó la nao el 1º de mayo de 1566 con unos 130 a 150 oficiales, soldados y marineros. Una vez en alta mar, al primer vendaval le sucedieron varias calmas y las penalidades de la vida en el mar. El piloto y sus secuaces no desaprovecharon ninguna oportunidad para soliviantar los ánimos. El primer encontronazo llegó a causa del caballo que el capitán llevaba a bordo. Algunos protestaron de la mucha agua que se gastaba en dar de beber el animal. La noche del 25 de mayo, que era muy cerrada, apareció muerto el caballo y nunca se descubrió al autor o autores de lo sucedido. Se sospechaba que la misma guardia que el capitán habían puesto para que a su caballo no le sucediera nada eran los autores. También hubo muchos reproches por la mala comida y faltas de respeto a la autoridad, a lo que el alférez Diego Sánchez y su padre respondían con crueldad, falta de tacto, injusticias e impertinencias, demostrando ser poco aptos para el mando. Los principales cabecillas de los disturbios eran el piloto Martín y el sargento mayor Mosquera, y contaban con el apoyo del soldado principal Felipe de Ocampo, Alonso Vaca, Alonso Carfate, Pedro Núñez de Solórzano, sargento de compañía, el escribano Juan de Zaldívar y los marineros Lara, Morales y Molina. A los pocos días de partir, el piloto ya había tanteado al capitán al ofrecerle poner rumbo a Nueva Guinea, pero Sánchez Pericón no le hizo caso, ni tampoco tomó ninguna medida preventiva para lo que estaba por suceder.

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