Figueroa y Jimenez de Montalvo, Agustin de Biografia

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Biografía de don Agustín de Figueroa y Jiménez de Montalvo



Jefe de escuadra de la Real Armada Española.

Orígenes

Vino al mundo en la Isla de León, a lo largo del año de 1757 siendo sus progenitores don Pedro de Figueroa y Chacón, Capitán de Batallones de la Real Armada y Regidor de Cádiz y de su esposa, doña Gertrudis Jiménez de Moltalvo.

Hoja de Servicios

Se le concedió al Carta Orden de ingreso, sentando plaza en la Compañía de Guardiamarina del Departamento de Cádiz, el día diecisiete de febrero del año de 1770 con tan solo doce años, pero era tal su preparación, que aprobados los exámenes teóricos en el mismo año se le embarco en la urca Santa Rita, para realizar sus prácticas de mar. Expediente N.º 1.097.

Se encontró destinado en el ataque que las baterías flotantes llevaron a cabo en el gran sitio de Gibraltar en el año de 1782, saltando al mar prácticamente el último y a los pocos segundos se produjo la explosión de su batería, salvándose de la muerte por ese mínimo de tiempo, recibiendo en el combate y deflagración, una herida y dos contusiones de diagnostico muy grave.

Esto no le resto ánimos y se recuperó rápidamente, acudiendo a ocupar su puesto en el intento de cortar el abastecimiento del peñón, por la escuadra al mando del general don Luis de Córdova, que por un fuerte temporal y vientos contrarios, no pudo evitar la entrada de los auxilios de la escuadra británica, que al mando del almirante Howe desembarcó en la plaza, zarpando inmediatamente, que fue cuando ya tuvo lugar el combate de Espartel, siendo el día veinte de octubre del mismo año, pero los buques británicos iban ya con el forro de cobre lo que les permitió mantener las distancias del combate a su elección, saliendo dañados algunos navíos españoles.

Y como después escribiría don Luis, por la utilización de las « balas rojas » que produjeron algún incendio, a lo que el general español se quejaba de la poca dignidad del enemigo al utilizar ese tipo de arma, fuera de toda razón de la guerra. Al término de esta acción se le ascendió al grado de teniente de navío.

Pasó al año siguiente de 1783 a las órdenes del general don Antonio Barceló, en el primer bombardeo de la plaza de Argel.

Participando también el de 1784 que fue el segundo, entre los dos se llevaron a cabo nueve efectivos bombardeos, en los que estuvo presente en todos ellos, lo que obligó a las regencias norteafricanas a firmar una Paz con el reino de España.

Al dar por finalizada esta guerra, pasó destinado a la isla de Cuba, y desde aquí zarpó a las órdenes del capitán de navío don Fulgencio Montemayor, para recuperar las islas Malvinas que habían sido pobladas por los británicos, en cuya misión permaneció por espacio de casi dos años.

A mediados del año de 1788 regresó a la bahía de Cádiz, con la sorpresa de verse ascendido a capitán de fragata y otorgándole el mando de la Atocha, que estaba incorporada en la escuadra a las órdenes de general Marqués del Socorro con la que participó en la campaña de Finisterre.

Al dar por finalizada ésta, recibió la orden de incorporarse a la escuadra del mando del general don Gabriel de Aristizabal, destinada a proteger nuestras costas de los diferentes virreinatos.
Participando en todos los combates que se dieron contra la escuadra francesa en las Antillas y seno de Nueva España hasta que se firmó la Paz de Basilea, regresando de nuevo a la Península y encontrándose, con el ascenso a capitán de navío.

Con este grado, en el año de 1797 se le confió el mando del navío Paula, que estaba incorporado a la escuadra del general don José de Mazarredo, participando en la defensa de la ciudad y bahía de Cádiz, cuando fue bloqueada por el contralmirante Nelson.

Al abandonar el bloqueo por los temporales la escuadra británica, se hizo la salida en su persecución, pero no se le pudo dar alcance, regresando a la bahía de Cádiz y en una segunda salida, se arrumbó al Mediterráneo, arribando al Arsenal de Cartagena donde se reunió con la escuadra francesa del almirante Bruix, la cual zarpó con rumbo a la bahía de Cádiz y desde aquí volvió a zarpar con rumbo al puerto francés de Brest.

Con su navío, participó en todas las acciones que tuvieron lugar en estas aguas, pasando a formar parte de la escuadra del mando del general don Federico Gravina, que en combinación con la francesa del almirante Villaret dieron protección al convoy que transportaba al ejército del general francés Lecrer, para volver a la normalidad a la isla de Santo Domingo, ya que se habían sublevado los nativos.

Pasando posteriormente a las operaciones sobre el Guarico, sobre todo en su puerto llamado Delfín y al acabar aquí pasaron al de Monte-Cristi, dado por finalizada la operación hicieron recalada en el puerto de la Habana, desde donde zarparon con rumbo a la Península, arribando a la bahía de Cádiz y volviéndose a encontrar con el ascenso a brigadier, siendo ascendido en el año de 1802.

Con este nuevo grado, en el año de 1804 se le confió la Comandancia de los Guarda-Costas de tierra Firme y de la escuadrilla con apostadero en el virreinato de Nueva Granada, con base central en la ciudad y puerto de Cartagena de Indias, perteneciente a la Capitanía General de Venezuela, a donde arribó de trasporte en una urca armada en guerra.

Permaneció en este destino hasta finales del año de 1809, en que se demostró que las cosas se podían mejorar, pues esto hizo con una buena organización, mejorando las rentas de esta zona para la Hacienda de España.

Al arribar a la bahía de Cádiz estaba en efervescencia la guerra contra el intruso francés, se le otorgó el mando del navío San Justo, que permanecía fondeado en la bahía gaditana, junto al resto de la escuadra del teniente general don José María de Villavicencio, quien dejó el mando al poco tiempo y lo asumió el jefe de escuadra don Juan José Martínez.

Esta escuadra ya estaba compuesta por lo navíos españoles y los capturados de la escuadra francesa del almirante Rosily, siendo su misión el defender la Isla de León de los ataques de los franceses, a lo que contribuían tanto los navíos como con sus botes armados, siendo Figueroa uno de los más destacados al hacer bombardeos precisos con los de la dotación de su navío, así como echar pie a tierra y combatir en el combate de Chiclana, que tan buen sabor dejo en las armas españolas.

Durante el resto de la guerra de la Independencia, se mantuvo en el Arsenal de La Carraca, a la llegada del Rey “Deseado” en el año de 1814 se le gratificaron todos sus esfuerzos y desvelos con el ascenso a jefe de escuadra, por esta razón tuvo que cesar en el mando de su navío, con el que tantas veces había zarpado para proteger la recalada de los buques procedentes de Tierra Firme.
Al mismo tiempo, se le nombró Comandante Principal de los Tercios Navales de Poniente. Al cumplir los años necesarios, se le otorgó la merecida Gran Cruz de San Hermenegildo.

Cesó en el mando de los Tercios de Poniente y embarcado en el navío Miño arribó a la Habana, por haber sido nombrado Comandante General del Apostadero, tomando posesión de su mando el día veintiséis de agosto del año de 1816.

Eran tiempos difíciles en la zona, pues estaba infestada de corsarios de todas las tierras que ya se habían perdido por su independencia. Visto esto, su primera preocupación fue la de preparar el apostadero lo mejor posible, para prestar apoyo a las pocas fuerzas navales que tenía asignadas, para con ello permitir estar el mayor tiempo posible en la mar.

Fue tal el éxito alcanzado, que no solo se atendió a los buques a sus órdenes, si no que daba tiempo para hacerlo con los estacionados en Cartagena de Indias y Puerto Cabello, impidiendo así que fuera a más el problema de los distintos corsarios que poblaban aquellas aguas.

Al mismo tiempo que sus fuerzas navales permanecieron siempre alerta y en la mar, vigilando y atacando en cubriendo todas las aguas de las Antillas así como en el seno de Nueva España, y en ocasiones arrumbaban a la Costa Firme prestando así apoyo a las fuerzas del virreinato de Nueva Granada.

Recibió la orden de regresar a la Península, así en el año de 1819 arribó a la bahía de Cádiz, donde fijó su residencia y donde el día veintitrés de noviembre del año de 1822 le sobrevino el óbito.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 23, 1924. Página 918 y 919.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid 1873.

Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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