Lopez de Mendoza y Pacheco, Bernardino Biografia

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Biografía de don Bernardino López de Mendoza y Pacheco

Capitán General de las Galeras de España.
Grande de España.
Consejero de Estado.
II Marqués de Mondéjar.
III Conde de Tendilla.
Comendador de Mérida de la Orden de Santiago.
Contador Mayor de Castilla.
Teniente de Cartagena.

Orígenes

Vino al mundo en la Alhambra, Granada, en el año de 1499, según otras fuentes fue en el año de 1501. Era hijo de Iñigo López de Mendoza, primer marques de Mondéjar y ayo de todas las hijas de los Reyes Católicos, a las que prácticamente crío, ya que como se sabe los Monarcas nunca tuvieron un palacio fijo y vivieron más en tiendas de campaña, que en edificios o casas, pero don Iñigo supo darles una excelente educación y lo más importante, unos principios inamovibles que después dejaron patentes en todos los reinos que ocuparon. Bien se le recuerda a la casada con cierto rey inglés, que las fue mandando matar a todas sus siguientes esposas, pero jamás le puso la mano encima a la Trastamara, ni se le ocurrió el mandarlo.

Y su bisabuelo, don Iñigo López de Mendoza, era el Duque del Infantado y Marqués de Santillana.

Hoja de Servicios

Ya de muy joven se interesó por la mar, por lo que navego desde muy temprana edad en las galeras de España, hasta alcanzar un buen grado de domino y conocimientos, a lo que unió su fortuna personal permitiéndole el construir dos galeras y lanzarse a la búsqueda de corsarios y piratas berberiscos por todo el Mediterráneo occidental.

En estas correrías obtuvo pequeños éxitos, que le permitieron el alcanzar el número de doce galeras propias, tanto de las mandadas construir por él, como de las apresadas y convertidas a la usanza cristiana, sobre todo en la parte tocante al armamento.

Ya al mando de sus naves intervino en la Jornada de Túnez en el año de 1535, a cuyo mando estaba el propio rey don Carlos I, en la que tuvo una muy destacada actividad, por ello el Rey le dejó al mando de mil soldados y como gobernador y alcaide del fuerte de la Goleta.

Pasado un tiempo fue relevado de su cargo, por lo que de nuevo se lanzó a la mar a perseguir a la incesante piratería berberisca, volviendo a cosechar triunfos que le hicieron acreedor de grandes mercedes.

Ya en el año de 1540, se encontraba de viaje, habiendo zarpado del puerto de Mallorca, con rumbo al de Cartagena, cuando a mitad de la navegación recibió la noticia del Gobernador del Reino de Granada, de que los turcos había saqueado a Gibraltar, pero como iba justo de Infantería, decidió hacer regresar a la fragata que le había avisado y que el Gobernador prepara soldados para su embarque y así acudir al encuentro en total plenitud de medios.

El ataque a Gibraltar, lo llevó a cabo una escuadra procedente de Argel, al mando de Dali-Hamet, siendo su segundo jefe Caramani, el cual actuaba más por odio que por razón, pues había estado prisionero de don Alonso de Bazán de donde pudo fugarse, por estar ausente don Alonso en visita oficial en Toledo.

Sorprendieron a la ciudad el día diez de septiembre del año de 1540, se dedicaron como era su costumbre al saqueo, violación y captura de cristianos, pero a su vez fueron sorprendidos por la actitud de la población, ya que cada calle o plaza se convirtió en un fortín, esta resistencia inesperada, les obligó a abordar de nuevo sus buques en la noche y madrugada del día once, consiguiendo hacerse a la mar al amanecer del día doce.

Para hacer lo antes posible rentable su hazaña, se dirigieron a Vélez de la Gomera, pues el rey Muley Bahazon, era feudatario de España y estaba esta fortaleza bajo su jurisdicción. Al verlos llegar decidió lo antes posible el pagar el rescate y liberar a los cristianos, pasando aviso a Gibraltar de que ya estaban libres. En este punto es cuando recibe la noticia del saqueo don Bernardino.

Arribó a Cartagena y todo ya preparado, se embarcó a la tropa y se incorporaron a su escuadra dos nuevas galeras y un bergantín, con todos ellos zarpó y puso rumbo a bojear la costa andaluza, para asegurarse de que en ella no estaban los enemigo, confirmado esto y sabedor del último punto de recalada de la escuadra turca, cambió el rumbo a la isla de Alborán, donde lanzó las anclas en la noche del día treinta de septiembre, así estaba en una situación de privilegio, para con el bergantín en descubierta el poder dar con la escuadra turca.

Mientras los dos jefes de la escuadra enemiga, estaban en disputa, ya que Dali-Hamet se daba por satisfecho, pero Caramani quería realizar otra tentativa sobre la costa de Andalucía. En estas discusiones perdieron dos días que permanecieron en la mar, con la gente algo cansada y sin hacer prácticamente nada. Al cabo de este tiempo y no estando de acuerdo, decidieron precisamente el arrumbar a la isla de Alborán, para así poder estorbar el tráfico y estar a buen resguardo.

El día uno de octubre, don Bernardino envió al bergantín a realizar una descubierta, llevándose la sorpresa de que no habiendo navegado más de media legua, distinguió en el horizonte a la escuadra turca, calculándose a una distancia de tres leguas, por lo que viro dieciséis cuartas y regresó a su punto de partida, comunicó lo que sucedía y don Bernardino, ordenó que dos galeras salieran al encuentro, pero que en cuanto las tuvieran cerca regresaran, así no demostraba en aguas abiertas la verdadera fuerza de la que disponía.

Mientras se fueron preparando para el combate el resto, que se desplegaron en media luna. De pronto sonó un cañonazo, forma de advertir a don Bernardino y a toda su escuadra, que los enemigos ya venían detrás y convencidos de su victoria.

Para esconder más su presencia, las velas habían sido arriadas, por lo que solo se podía distinguir los palos, y llegados a una sexta parte de una legua, se apercibieron los turcos de que ya no tenían escapatoria, por lo que se entabló combate.

Éste fue una demostración de mucho valor y muy encarnizado, teniendo una duración de una hora y media, en la que los españoles sufrieron pérdidas, pero los turcos solo pudieron salvar a cuatro de sus galeras, quedando en manos españolas diez de sus vasos, uno hundido y otro que se hundió al poco tiempo cuando era remolcado; del total de dieciséis que llevaban los turcos.

En la acción cayó muerto Caramani, y prisionero Dali-Hamet, ellos tuvieron muchos muertos, se cautivaron a 427 enemigos y se liberaron a 837 cristianos. Por parte española, se perdieron 130 hombres, y como el doble de heridos, siendo don Bernardino el que sufrió la perdida parcial del movimiento de los brazos al recibir dos impactos de fechas y como remate un arcabuzazo en la cabeza, de su estado muy grave, tardó mucho tiempo en volver a recuperarse.

En el año de 1541, formó parte de la escuadra de la Jornada de Argel, que como todos sabemos resultó un fracaso, estando a punto incluso de perecer el rey don Carlos I. En esta ocasión estaba al mando de quince galeras o galeotas, ya que su principal misión era la del transporte de los pertrechos, víveres y caballos.

En el mes de junio del año de 1552, firmó con el príncipe don Felipe, por ausencia del don Carlos I el asiento como Capitán General de las Galeras de España. Según documento que se transcribe a continuación:

«Sobre el sueldo, mantenimientos y otras cosas de la galeras de su cargo, por el tiempo que fuese de la voluntad de S. A., y de las otras que en adelante mandase armar, por término de cuatro años a contar desde 1º de enero de 1553. Con 500 ducados de oro ó 187.500 maravedíes de Castilla cada mes, por sueldo, mantenimiento y por todos los otros gastos ordinarios y extraordinarios, que ocurriesen en cada galera.»

Al dejar este mando, fue requerido por don Carlos I para que le acompañara en las guerras que el Sacro Imperio mantenía contra los turcos, así como contra el reino de Francia, en ellas se porto muy valientemente.

En ausencia del II duque de Alba, se le nombró Gobernador del reino de Nápoles. Al reintegrase a su puesto el Duque, volvió a correr en su escuadra el Mediterráneo occidental en busca de piratas y corsarios berberiscos, obteniendo algunos triunfos más.

A la abdicación de don Carlos I del reino de España en su hijo don Felipe II, éste por la confianza demostrada, lo nombró Consejero de Estado, pero don Bernardino era hombre de acción y no de sillón, por lo que al presentarse la ocasión demando de su Rey que le permitiera ir a primera línea de fuego.

Así quedó asignado al ejército del duque de Saboya, que viajaba a Flandes, al llegar las fuerzas ante la plaza de San Quintín, se le dejó encargado del levantamiento de trincheras y todo tipo de defensas en el asedio, que se iba a llevar a cabo ante la plaza.

Un documento nos aclara algo más esto:

«. . de las cuales cuidaba con mucho esmero, levantando las que estimaba conveniente, trabajando admirablemente sin descansar un momento, procurando hacer muchas baterías, siendo de mucho fruto su presencia y consejo y el de don Fernando de Gonzaga »

La plaza después de sufrir un intenso bombardeo durante días, se tomó al asalto y a fuerza, el no menos famoso día de San Lorenzo, o sea el diez de agosto del año de 1557,

Las defensas de la plaza quedaron casi destruidas, por lo que una vez tomada se le volvió a encargar el reconstruirlas, pero otro documento nos lo aclara algo mejor:

«. .luego en reparar y fortificar la ciudad, que quedaba muy arruinada de las minas y baterías, y se dio el cuidado de ello a D. Bernardino de Mendoza; pero no lo pudo hacer, por que murió del trabajo que pasó en las trincheras. . . .con gran pesar del ejército y del rey, porque perdió un buen caballero y consejero.»

Falleciendo el día ocho de septiembre del año de 1557.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Espasa-Calpe. Completa 116 tomos.

Fernández de Navarrete, Martín. Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Madrid. Imprenta de la Viuda de Calero. 1851.

Mariana, Padre.: Historia General de España. Imprenta y Librería de Gaspar y Roig. Madrid 1849-1851.

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