Magallanes, Fernando de3

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Cerrada la noche la nao San Antonio que no había lanzado más anclas, por efecto de las mareas entrantes y salientes de la bahía, garreó la única que tenía y con tan buena o mal fortuna, que fue arrastrada hasta llegar al abordaje con la capitana, está al verlos venir sin remisión se prepararon e hicieron fuego sobre ella, y al llegar al abordaje este se realizó por los hombres de la capitana, que al pisar la cubierta, gritaron «¿Por quien estáis?», siendo la respuesta de los que allí se encontraban «¡Por el Rey nuestro señor y por vuestra merced!», rindiéndose todos inmediatamente.

Magallanes ordenó aprehender a Quesada, al contador Antonio de Coca y a otros amigos suyos, quedando así todos presos, pero al ver todo esto y tan sencillo, el capitán general ordenó que varios hombres trasbordar a los botes e ir a por la nao Concepción, que al mando de Juan de Cartagena, no pudo resistir el envite y se rindió, siendo trasbordado a la capitana.

Al día siguiente, Magallanes ordenó sacar y llevar a tierra a Mendoza, siendo juzgado en juicio sumarísimo y dando una sentencia de muerte, por traidor, la cual se ejecutó al instante, siendo descuartizado.

El día 7, por la misma causa se degolló a don Gaspar de Quesada, siendo transportado su cuerpo a tierra y allí se realizó el mismo descuartizamiento, pero este acto lo realizó su propio criado, para demostrar que no estaba de acuerdo con él ni en lo que había hecho, pero porque a su vez, si no lo cumplía sería ahorcado por la misma razón.

Y al mismo tiempo, sentenció a Juan de Cartagena y al clérigo Pedro Sánchez de la Reina, que había sido la base del amotinamiento de los jefes y marinería, a ser abandonados en la misma bahía y si Dios les perdonaba se salvarían o de lo contrario, allí morirían.

Tenía razones para haber mandado matar a otros cuarenta hombres, pero como para manejar las naos eran necesarios por la descrita poca gente que iba quedando, les perdonó la vida, pero quedando advertidos que no lo volvieran a hacer, pues en ello estaba su juramento al Rey y si le ayudaban, ganarían mucho, pero de lo contrario no volverían a ver Castilla.

Mientras esto sucedía, en el puerto de San Julián, Magallanes no perdía el tiempo y ordenó la salida en descubierta de la nao más pequeña, la Santiago, que al mando de Juan de Serrano, debía navegar a lo largo de la costa siempre en dirección Sur y ver si encontraba algo que mereciera la pena investigar.

En su viaje de exploración a unas veinte leguas de distancia encontró la desembocadura de un río, que tenía sobre una legua de anchura y al que bautizó como Santa Cruz, por la tranquilidad de las aguas, permaneció seis días, en los que realizó grandes capturas de peces y matando algunos lobos marinos.

Al finalizar estos trabajos continuó el viaje de exploración, pero en la amanecida del día 22 del mes de mayo, se desató un terrible temporal siendo tan rápido, que no dio tiempo a rizar las velas y de sus efectos resultaron todas rifadas, además de que un golpe de mar le arrancó el timón, dejando a la nao sin gobierno por lo que no se pudo evitar que los vientos y al mar la arrastraran a su placer algo más de tres leguas más al Sur, yéndose a estrellar contra unos bajos muy cercanos a la costa.

La suerte fue, que como la costa era plana y arenosa la nao medio deshecha, la mar la arrastro definitivamente a la playa donde quedó encallada, lo poco que pudo aguantar el casco permitió el desembarco de todos sus tripulantes, ahogándose solo un negro, que al parecer no sabía nadar y fue arrastrado por la resaca mar a dentro, el resto eran treinta y siete hombres consiguiendo alcanzar las playas, pero no se quedaron aquí, sino que comenzaron un largo viaje por tierra hasta alcanzar de nuevo el puerto de San Julián; en el camino igual comieron hierbas que marisco, dependiendo de lo que se encontraban, pero no dejó de ser una gesta memorable, por los grandes sufrimientos que se padecieron en ese regreso.

A su llegada se les proporcionó una buena ración de vino, (reconstituyente de energías perdidas de la época) acompañado de alimentos frescos, para su pronta recuperación.

A Magallanes le molestó la pérdida de la nao, que más bien era una carabela, pues era la mejor para las descubiertas y con su hundimiento trastocaba sus planes, pero se alegro mucho que todos se hubieran salvado, pues hacían mucha falta sus brazos para el resto de naos, que es lo que hizo, ordenando repartirlos entre ellas como refuerzo.

Una vez repuestos, envió a ver si se podían recuperar cosas de importancia de la carabela perdida, pues a buen seguro que podrían hacer falta, embarcaron navegando al lugar recuperándose todas las mercancías, que se hallaban en su interior más todos los repuestos de su aparejo, con ellos se reforzó a su vez el resto de buques.

A su regreso nombró a Juan Serrano capitán de la nao Concepción, al mismo tiempo que ordeno dar la banda y recorrer los fondos de las naos, viendo que algunas ya estaban afectadas en sus obras vivas, decidió se construyera una herrería, donde poder manejar los hierros y acoplarlos a las necesidades de los problemas de las naos.

Como guardia de protección de esta primera construcción de piedra en aquellas tierras, se envió a cuatro soldados perfectamente armados, al mismo tiempo otro grupo se internó en la selva, con la orden, de que si encontraban a gente se quedaran con ellos, pero de lo contrario se volvieran, lo cual sucedió después de recorrer más de treinta leguas, al parecer la zona estaba deshabitada.

En esto fueron pasando los meses, habiendo pasado dos aparecieron seis indios demandando poder subir a las naos, para lo que se desplazó el esquife de la capitana, al abordarla se quedaron parados, mirando por todas partes, Magallanes se quedó mirándolos a su vez, pues eran muy altos, vestían una especie de mantas de piel pero sin trabajar, por lo que resultaba tal cual un pellejo e iban armados con sus arcos, de una media vara de longitud con sus flechas, pero aún con punta hecha con una piedra de pedernal.

Ante esto Magallanes mandó prepararle una gran comida, que consistió en una caldera de mazamorra, que era la cantidad normal para veinte hombres, pero los indios se la terminaron como si nada hubieran comido, lo más curioso fue que nada más terminar la comida, pidieron se les bajara a tierra.

Lo españoles que en esta época lo bautizaban todo y como estos hombres, dada su gran altura tenían los pies muy grandes, siendo lógico para su gran tamaño, les llamaron los «patagones»

Sobre este punto, se ha escrito mucho por esos detalles de que eran gigantes, según nos relata Pigafetta, pero estudios posteriores, han llegado a la conclusión que su altura debía de estar sobre los 175 centímetros, pero para un español del siglo XVI, que solían tener como mucho entre 145 y 150, por ello nació la leyenda de los «gigantes de la Patagonia»

Seguramente estos indios corrieron la voz y al poco tiempo otros dos se acercaron, entregando a Magallanes una danta (caña que al parecer es muy igual a la de Bambú ó con características parecidas) y éste ordenó se les entregara una camisa encarnada a cada uno, lo que les hizo ponerse muy contentos, ya que por cosas de su tierra se les daban otras cosas que no habían visto nunca.

Se dio el caso peregrino, de que llegó uno más a los pocos días, igualmente con una danta, pero éste dijo que quería convertirse al cristianismo, así que se le bautizó con el nombre de Juan Gigante; estando en ello vió como se arrojan a las agua alguna ratas, de las que siempre habían en los buques, pidiendo que se las diesen para comérselas, permaneció seis días y se llevo a todos los ratones que se mataron en ese tiempo, pero después de esto ya no se le volvió a ver más.

Proseguía pasando el tiempo y unos veinte días más tarde, subieron a bordo cuatro indios más, pero Magallanes para demostrar el descubrimiento de hombres tan altos, ordenó que dos fueran retenidos en la nao para ser llevados a Castilla, mientras a los otros dos se les transportó a tierra y dejó en libertad.

Esa noche los que estaban de guardia en las naos vieron asombrados como se incendiaba parte del bosque, pero nada se podía hacer, ya que en ese tipo de territorio y con noche cerrada era muy arriesgado bajar a tierra y tratar de averiguar qué estaba pasando.

Al amanecer fueron enviados siete hombres para que se informaran de lo ocurrido, con la orden de no introducirse mucho para regresar e informar al menos de lo visto; no había otra forma que seguir las pisadas en la nieve, pero se hizo de noche y las pista continuaba, una vez oscureció del todo, al poco tiempo pudieron apercibirse de que nueve indios desnudos y armados de arcos con sus flechas, les estaban asaeteando, pero los españoles no se podían defender, pues solo uno llevaba espingarda, el resto solo la daga típica de la época, aun así y a pesar de que uno de los españoles fue muerto, las rodelas evitaron el desastre, ya que no vieron más solución que contraatacar y esta reacción los puso en fuga, ya que a varios se les dio puñaladas, pero no solo lo hicieron los indios, sino que eran seguidos de sus mujeres.

El español muerto fue Diego Barrasa, un castellano hombre de armas de la nao Trinidad y el hecho tuvo lugar el día 29 de julio.

Los seis hombres transportando el cadáver de su compañero, consiguieron llegar al poblado de los indios, pero lo encontraron vacío, hallaron mucha carne cruda y como llevaban tiempo sin comer, encendieron unas hogueras y comieron, dejando a uno de guardia por turnos pudiendo recuperar fuerzas con un buen descanso, a la mañana siguiente se pusieron en macha, hasta llegar de nuevo a la playa desde donde hicieron señales a las naos, desde las cuales se les envió un bote que los recogió y llevó a bordo.

Magallanes al saber la muerte de su soldado, ordenó desembarcar a veinte más siendo trasportados a tierra por los botes, volvieron a recorrer el tramo hasta donde habían dejado a su compañero muerto, pusieron su cadáver sobre unas parihuelas, siendo transportado a turnos llegando a la playa, al verlos desembarcaron otros compañeros tomando otro camino en el que anduvieron varias leguas, dándole cristiana sepultura lejos de las miradas de los naturales para evitar que profanaran su tumba, una vez realizado esto, continuaron para cumplir la misión encomendada, pero después de ocho días de andar por aquellos parajes nada ni nadie encontraron, decidiendo regresar y embarcar en las naos.

Como castigo y seguridad Magallanes ordenó que uno de los patagones fuera trasbordado a la nao San Antonio, para así asegurarse de que alguno llegaría a Castilla.

El día 21 del mes de julio, para verificar los datos dados por Rui Falero en Sevilla, se transporto al cosmógrafo Andrés de San Martín a tierra, permaneciendo hasta el día 24 de agosto, en el que por las diferentes latitudes y medidas dio por buena la demarcación de 49º 18’ Sur.

Magallanes decidido a proseguir viaje, pues el tiempo ya era mucho más soportable, repartió de nuevo los mandos de las naos, así la San Antonio, se le entregó a Álvaro de la Mezquita, la Concepción a Juan Serrano y la Victoria a Duarte Barbosa, que era miembro de la tripulación de la Trinidad como sobresaliente.

Así repartidos los mandos entre personas de su total confianza, ordenó que se cumpliera la sentencia, por lo que fueron desembarcados para dejarlos en aquel lugar, a Juan de Cartagena y al clérigo Pedro Sánchez de Reina, a los que se le dejaron, unas taleguillas de bizcocho y algunas botellas de vino, sin nada más.

El día 24 de agosto las naos levaron anclas y se hicieron a la mar, zarpando del puerto de San Julián, continuando su viaje en dirección al Sur a lo que permitía la costa, ya que solo se alejaban lo suficiente para no encallar pero sin perderla de vista, así se eliminaban los riesgos de navegar demasiado pegados a ellas por ser totalmente desconocidas.

Se mantuvieron en ese rumbo, hasta que el día 26 fue descubierto por Juan Serrano la desembocadura del río de Santa Cruz, menos mal que decidieron entrar en él, pues a las pocas horas se desató un temporal tan duro que a punto estuvo de destruir las naos, pues aun dentro del cauce llegaba perfectamente la mar gruesa y los no menos furiosos vientos que la levantaban.

Por ello decidió Magallanes intentar penetrar más en el cauce y librarse de aquellos temporales, cosa que fue consiguiendo poco a poco a lo que contribuyó, la buena pesca que se estaba realizando, así como al lanzar la anclas, se encontraron con manantiales de agua, en ellos rellenaron las pipas de la consumida y encontrando abundante leña.

Así transcurrió todo el mes de agosto, septiembre y el día 11 de octubre, el cosmógrafo detecto un eclipse de sol, por la anotaciones tuvo lugar a las diez horas y ocho minutos, teniendo una duración en la que recorrió las latitudes de 42º 30’ hasta los 44º 30’.

En uno de estos días de medias calmas, Magallanes reunió a sus capitanes y pilotos a quienes exhorto, a que había que seguir hasta ver donde acaba esta tierra (América), aunque para ello tuviera que llegar al paralelo 75º, pero que nada le impediría hacerlo, sino eran destruidos dos veces los árboles y velas de las naos, y que llegando aún a eso pondría rumbo al Este para después variar al ENE., así tendrían en el rumbo al cabo de Buena Esperanza y la isla de San Lorenzo, para conseguir alcanzar el Maluco, tratando siempre de evitar ser vistos por los portugueses.

El día 18 levaron anclas zarpando del río de Santa Cruz, aprovechando unos buenos vientos y mejor mar, se pusieron en viaje bordeando la costa, pero el día 19 rolaron los vientos que fueron contrarios, lo que de nuevo le obligó a navegar dando bordadas, consiguiendo llegar a la latitud 52º Sur, estando a unas cinco leguas del cabo, que bautizaron de las Vírgenes, que se extiende con una larga punta o cabo, pero todo él de arena, al acercarse y en latitud 52º 30’, se descubrió una bahía o abra, que debía tener como una cinco leguas de anchura.

La embocaron y Magallanes ordenó lanzar las anclas, dando la orden de que cuando pasaran los vientos contrarios, las naos San Antonio y Concepción, se adentraran a verificar si era bahía o el comienzo de lo buscado, mientras que las naos Trinidad y Victoria, permanecerían allí a la espera de sus noticias.

Esa misma noche el viento aumentó de fuerza, pero no calmó hasta pasados un día y medio, en este tiempo estuvo otra vez a punto de echarse a perder la expedición, pues las anclas garreaban y los empujaban hacia tierra, pero calmó antes de que esto sucediera, por lo que una vez más la suerte acompañaba a Magallanes y a todos sus hombres.

Cuando parecía que los temporales iban bajando de intensidad y lo vientos eran propicios, las dos naos designadas penetraron en la bahía. Regresaron a los seis días, pero con discrepancia de pareceres, pues mientras los de una decían que no era lo buscado por la altura de sus riberas, los de la otra, dijeron que era el estrecho, ya que habían navegado por espacio de tres días sin haber encontrado la salida.

Estaban a principios del mes de noviembre y Magallanes con las dudas propias, por la diferencia de lo hallado por las dos primeras naos; así que pasados unos días en que estuvo reunida la escuadra, ordenó a la San Antonio a que penetrara para verificar si era o no el estrecho.

Ésta regresó después de unos días, diciendo que era el estrecho, pues había navegado a lo largo de cincuenta leguas y no se había hallado la salida, así de nuevo quedó la expedición reunida y Magallanes con multitud de dudas, ya que la cuestión no era fácil de decidir y en ello le iba mucho, pues de no ser lo que se buscaba, bien podrían no volver a salir y con ello perder la expedición, más todo lo que esto podría llevar detrás, como la muerte casi segura de todos sus hombres.

Magallanes decidió apostar y penetrar en el supuesto estrecho, pero para que no fuera una decisión firme suya, convocó a los capitanes, pilotos y personas relevantes, a los que les expuso su convencimiento y todos contagiados de su entusiasmo le contestaron; «…que era bien pasar adelante y acabar con la demanda que se llevaba.»

Pero como siempre hubo uno que no estaba muy de acuerdo, siendo éste el piloto de la nao San Antonio, el portugués Esteban Gómez, quien le dijo; «Que pues se había hallado el estrecho para pasar al Maluco, se volviesen a Castilla para llevar otra armada, porque había gran golfo que pasar, y si les tomasen algunos días de calmas o tormentas, perecerían todos.»

Magallanes con su firmeza habitual le repuso; «Que aunque supiese comer los cueros de las vacas con que las entenas iban forradas, había de pasar adelante, y descubrir lo que había prometido al Emperador.»

Esteban Gómez, era tenido entre las dotaciones como un buen marino, por lo tanto con buen ascendente sobre ellos, así que comenzaron los rumores y algunos pensaron en retirarse.

Esto llegó a oídos de Magallanes, por lo que inmediatamente hizo pregón que pasó de nao a nao; de que nadie hablara del viaje ni de los víveres, bajo pena de muerte, pues estaba decidido que al día siguiente comenzaría el intento.

Pero esa misma noche descubrieron multitud de fuegos, señal inequívoca de que había habitantes en la zona, se distinguía que la tierra era áspera e inhóspita, además de ser muy fría, por ello se le bautizó como «Tierra del fuego.»

Al amanecer del día siguiente y teniendo los vientos favorables, se decidió levar anclas comenzando verdadera aventura, penetraron en el estrecho que era algo angosto, al pasarlo se abrió ante ellos una bahía de una legua de anchura prosiguieron la navegación y se encontraron con otra estrechez del terreno, que al pasarlo se volvieron a encontrar con otra bahía, pero esta era mucho más grande, pues en su interior se encontraban varias islas, pero al mismo tiempo también varios brazos de mar, que se escondían entre las altas paredes de roca; hasta aquí se habían navegado como unas cincuenta leguas.

Esto llevó a Magallanes ordenar que la nao San Antonio, al mando de su sobrino, se dirigiera a uno de ellos, que iba en dirección SE., por parecer que era el más bueno, éste se encontraba rodeado de altas paredes y todas ellas nevadas, le explicó que debería de estar como máximo tres días y regresar junto al resto de la expedición.

Magallanes mientras tanto no quiso estar parado y por ello se dirigió a una zona donde se encontró con mucha pesca, de sardinas y sábalos, realizando la aguada y recogiendo leña para las naos, al terminar estos trabajos que le llevaron seis días regreso al punto de encuentro con la nao San Antonio, pero no la encontró en el lugar acordado.

Por su alarma ordenó a la nao Victoria que fuera en su búsqueda, pero ésta regresó a los dos días sin haber encontrado nada, ni siquiera restos de la nao, lo que llevó a pensar a Magallanes, que o bien se había ido al fondo al dar con algún desconocido bajo, o bien que se había amotinado la tripulación y regresado a Castilla, pues su sobrino era portugués, don Álvaro de la Mezquita, mientras que la tripulación era toda española. [1]

Magallanes continuó durante unos días la búsqueda de la nao, pero al no hallarla por ninguno de los brazos la dio por perdida, lo que le llevó a decidir proseguir el viaje de descubrimiento.

Se puso la expedición en rumbo al SSE., pasando posteriormente al SO., navegando como otras veinte leguas y haciendo una nueva observación, se fijó la latitud en 53º 40’ Sur, desde este punto los canales le obligaban a navegar al NO., a este rumbo se cubrieron otras quince leguas, donde encontraron un buen ancón (ensenada), que se situó en latitud de 53º Sur; pero aquí el panorama había cambiado, pues se vieron muchos otros ancones, las cumbres eran muy altas y nevadas, pero también se veía a diferencia de lo anterior, que estaban muy poblados de una frondosa arboleda. [2]

Portulano (mapa) del año 1520 en el que se muestra el recorrido del Estrecho, según dicen fue el primero en dibujarse. Escaneado de la obras de Agnese, Battista.: Atlas de Magallanes. Impreso en 1544. Se conserva en la Biblioteca Nacional de España. Ms. Res. 176. Ediciones Patrimonio. Facsímil.
Derrotero del viaje de Juan Sebastián Elcano
Biblioteca Nacional de España. Agnese, Battista.

Amaneció y se desplegaron velas, tomando un rumbo al NO., un cuarto al O., por un trozo de estrecho en el que se hallan muchas islas, logrando salir del estrecho, donde la costa dobla al Norte, formando un cabo, al cual y por el logro conseguido se le bautizó como de La Victoria, mientras que a la izquierda se divisaba otro cabo y una isla casi juntos, por lo que fueron denominados, Cabo Fermoso (hoy Pilares) y Cabo Deseado (y tanto), tomando la latitud, se fijó en la misma de la bocana de entrada del estrecho en el océano Atlántico, que era el cabo de las Vírgenes a 53º Sur de latitud.

Sucedió el caso, de que el patagón que iba en la nao capitana, se enfermo muy grave, por lo que pidió el bautismo y se le cumplió el deseo, poniéndole por nombre el de Pablo, falleciendo pocos minutos después. Así que ninguno de los dos patagones pudo llegar a ver España.

El día 27 de noviembre del año de 1520 salían al nuevo océano las naos Trinidad, Victoria y Concepción, y se encontraron con una mar de color más oscuro, con olas muy tendidas y altas, pero por su aparente calma lo bautizaron como «Mar Pacífico», pues durante estos primeros días de navegación, no les dio ningún problema.

Por lo recorrido en el interior del estrecho se calculó que debía tener como unas cien leguas en total, estaba deshabitado y pensaron que la tierra que habían dejado a su izquierda en la travesía, era una isla que debía de acabar en algún lugar, pero poco recomendable para la navegación, pues se oía el rugir de los vientos y el bramar de la mar en la lejanía, lo que les indicaba que mejor no bajar de paralelos, aparte de que si ellos ya habían pasado frío, se suponía que más abajo aún sería peor.

Por todas estas conclusiones, Magallanes a pesar de contar el día con diecinueve horas, desestimó explorarlo para no poner en riesgo a las naos y tripulaciones.

Al salir al Pacífico, se hizo una relación de los fallecidos en el intento y desde el día en que zarpó la expedición de Sanlúcar de Barrameda, contándose en las cinco naos a diecisiete, entre ellos a Juan de Elorriaga, que falleció el día once de julio, por la infección en las heridas que le produjo Gaspar de Quesada, aunque en esta relación, no se daba cuenta de los dos abandonados en el puerto de San Julián.

Ya en franquicia Magallanes huyendo de los fríos, mando poner rumbo al NO., después al Norte y más tarde a NNE., en el tiempo de dos días y tres noches, hasta el amanecer del día 1 de diciembre, en la que se tomó la latitud encontrándose en 48º Sur, en este mismo instante, se descubrieron dos pedazos de tierra, que por su conformación parecían mogotes que iban en dirección Norte-Sur y como a unas veinte leguas.

(Estas apreciaciones en nuestra estima, son difíciles de creer, a no ser que esos montes fueran muy altos, pues a veinte leguas de distancia por la curvatura terrestre, es imposible verlos y con dudas de que a ojo se pudieran apreciar, por lo que pensamos que el error de cálculo está más en la distancia, que no sería tanta.)

El día 2, se puso rumbo al NNE., hasta alcanzar la latitud 47º 15’. El estado de la mar seguía siendo gruesa, o sea altas olas pero muy tendidas, que a veces las naos se perdían de vista, pero no restaba gran velocidad a los bajeles continuando con el mismo rumbo.

Los días 3 y 4, fueron variando el rumbo al NO., hasta alcanzar la latitud de 45º 30’. El día 5, se varió el rumbo al Norte un cuarto al NO., hasta alcanzar la latitud 44º 15’. El día 8 volvieron a rumbos entre el NNE., y el NE., un cuarto al E., manteniendo estos hasta el día 13, habiendo subido a la latitud 40º.

Entre los días 14 a 16, se mantuvieron los rumbos al Norte. Norte un cuarto al NE. y a Norte un cuarto al NO., encontrándose entonces en la latitud de 36º 30’. El día 17, se varió de nuevo al NO., un cuarto N., hasta alcanzar los 34º 30’. El día 18, se continuó al N., un cuarto al NO., hasta alcanzar la latitud de 33º 30’, pasando entre la isla de Juan Fernández de tierra y la costa de Chile.

El día 19 se puso rumbo al NO., manteniendo este hasta el día 21, en que se hallaron en la latitud 30º 40’ Sur, habiendo pasado entre las islas de Juan Fernández y la de San Félix, pero sin haberlas descubierto, desde aquí y hasta el día 25, se mantuvieron con vientos del cuarto cuadrante, pero principalmente del de ONO., alcanzando la latitud 26º 20’ el día 29, variando el rumbo al ONO., O., y después al NO., manteniendo estos rumbos hasta el día 31.

Aquí comenzaron los grandes problemas, dado el tiempo sin tocar en tierra comenzaron a faltar los víveres y el agua, a pesar de haberse comenzado a racionar un tiempo antes, pero no les quedaban alimentos frescos, el bizcocho, ya no era pan, sino una especie de polvo con mezcla de gusanos, que eran los que se habían comido la harina y para terminar de arreglarlo, tenía un hedor insoportable, pues se encontraba impregnado de los orines de los ratones.

El agua estaba en parecidas condiciones, ello obligó a cocinar el arroz con agua de mar y como no quedaba otra cosa, se cortaban pedazos del cuero de vaca con el que iban forrados la gran verga, para evitar que el roce de los cabos de maniobra se comiera la madera, pero como estos cueros habían estado siempre expuesto al agua, sol y vientos, se habían endurecido de tal manera que para poderlos masticar, había que dejarlo caer al agua durante cuatro o cinco días, para que se ablandaran y luego ponerlos encima de las brasas, de aquí a la boca para masticar.

A tanto llegó el hambre, que las ratas eran un manjar exquisito, llegando incluso a pagarse medio ducado por una, pero lo peor era la cantidad ya de enfermos, que describe así la enfermedad: «Hacía hincharse las encías hasta el extremo de sobrepasar los dientes en ambas mandíbulas, haciendo que los que enfermaban no pudiesen tomar ningún alimento», por esta enfermedad (escorbuto) murieron a lo largo de la travesía diecinueve hombres, incluido el patagón gigante y un brasileño.

La mar seguía en las mismas condiciones, los vientos siempre fueron favorables a pesar de eso como ya había muchos enfermos, faltaban brazos para la maniobra y eso hacía perder velocidad en muchos puntos concretos, lo que en definitiva retrasaba alcanzar el punto deseado.

El día 1 de enero del año de 1521 se encontraban en latitud de 25º Sur, cambiando el rumbo al O., un cuarto al NO., el día 2 alcanzaron los 24º de latitud Sur, volviendo a cambiar el rumbo al ONO., el día 3 se hallaban en latitud 23º 30’, variando el rumbo al NO., un cuarto al O., el día 4, se alcanzo la latitud de 22º y se cambio el rumbo al ONO.

Del día 5 al 8, se fueron variando sucesivamente a los rumbos entre el O., un cuarto al SO., y O., un cuarto al NO., el día 9 se encontraba en la latitud de 22º 15’, manteniendo el último rumbo, hasta el día 13, el 14, se hallaban en la latitud 20º 30’, cambiando el rumbo al NO., un cuarto al O., el día quince alcanzaron los 19º 30’, cambiando el rumbo al ONO., en el que se mantuvo hasta el día 18.

El día 19, se encontraban en la latitud 16º 15’, volvió a cambiar de rumbo al NO., un cuarto al O., en el que se mantuvo hasta el día siguiente, el 21, se hallaron en latitud de 15º 40’, cambiando el rumbo hasta el día siguiente al SO., el día 23, se encontraban en la latitud de 16º 30’, manteniendo el rumbo hasta el día 24 al O., un cuarto al NO.

Este día 24 de enero fue el primero que divisaron tierra, pues en la latitud 16º 15’ S., encontraron una isla pequeña, con muchos árboles, pero se lanzó la sonda y no conseguían saber la profundidad, por lo que no pudieron fondear, eso si la bautizaron como de «San Pablo» y largando las velas, volvieron a cortar con sus proas las aguas hasta el día 31 de enero, entre los cuales se mantuvieron los rumbos al NO., un cuarto al O., ONO., y O., un cuarto al NO.

El día 1 de febrero se encontraban en la latitud 13º Sur, manteniendo el rumbo anterior, continuándose hasta alcanzar los 10º 40’ S., el día 4 de febrero, en el que se encontraron con otra isla despoblada, pero fue tan fácil y grande la cantidad de tiburones que pescaron, que la bautizaron como «La de los Taburones»

Pero aunque se les pusieron estos nombres a estas dos islas, en el argot de los marineros se quedaron con el nombre de las «Desventuradas», por no haber podido hallar en ellas ni gente ni alimentos frescos.

(Por una carta náutica publicada por primera vez en Londres por el jefe de escuadra don José de Espinosa, quedan marcadas estas dos islas, siendo la de San Pablo a 127º 15’ de longitud O., del meridiano de San Fernando o Cádiz y la de los Taburones, en 136º 30’)

Desde esta isla, se continuó a rumbo del NO., (con el que entre los días 12 y 13, pasaron la equinoccial, por el meridiano 149º 40’ O., de Cádiz), manteniendo el rumbo hasta el día 15; el 16 habían alcanzado la latitud 2º 30’ N., variaron el rumbo al ONO., hasta el día 23, donde se encontraban en la latitud 11º 30’ N., continuando hasta el día siguiente 24, en que se volvió a rectificar el rumbo al O., un cuarto al NO., manteniendo éste hasta el día 28, en que se hallaron en la latitud 13º N.

El día 1 de marzo, conservando el paralelo 13º navegando al Oeste, hasta el día 6 descubrieron tierra navegando en su demanda, eran dos grandes islas se midieron y comprobó, que una estaba en 12º 40’ y la otra en los mismos 13º, lo cual les daba una distancia entre ellas de ocho leguas; continuaron acercándose, al estar entre ellas se cambió el rumbo al SO., por lo que pasaron por el N. de la isla de los 12º 40´.

En ésta se vieron muchas velas pequeñas que se dirigieron a ellos, pero era tanto su andar que parecía que más que navegar volaban sobre las olas, además de hacerlas navegar a placer, pues igual estaban en la proa de las naos que en la popa y cruzando su proa como su estela: las velas eran triangulares (latinas) construidas de estera de palma, por lo que al principio se les bautizó como las Islas de las Velas Latinas, pero pronto le cambiaron el nombre pues ante la sorpresa de los españoles, sin bajar la velocidad sus tripulantes pegaban un salto y trepaban abordando las naos, cogían lo primero que veían y volvían a ser recogidos por otra de sus embarcaciones, sin importarles la mayor o menos cuantía de lo sustraído, por eso pasaron a denominarlas como las «Isla de Los Ladrones» (Siendo las actuales Marianas)

Estos indígenas su principal alimentación se basaba en el consumo de coco, ñamez (una variedad de la batata) y una variante del arroz; la mayor de sus canoas no tenía capacidad para transportar a más de diez de ellos, pero acudieron tantos a las naos, que al abordarlas ya no cabían más en sus cubiertas, por lo que Magallanes ordenó que se le fuera echando, pero sin hacerles daño.

Lo malo fue, que los indios no entendían porqué debían desembarcar de aquellas grandes naves, para cumplir la orden se tuvo que recurrir a la fuerza, lo que indignó a los indígenas lo que provocó que al estar a salvo en sus canoas comenzaron a lanzar piedras y unas varas tostadas (seguramente para endurecerlas y darles más poder de ofender) sobre las naos, que si bien no era para hundirlas, si que más de uno de los tripulantes salió con alguna herida, viendo esta reacción así el capitán general se vió en la obligación de ordenar efectuar unos disparos con la artillería, de ellos algunos hicieron blanco en aquellas frágiles canoas provocando la muerte de varios de ellos, pero esto no les restaba valor pues regresaban a las bordas para trocar (cambiar) sus abalorios por lo que llevaba la expedición.

La insistencia de los nativos y ver que el esquife de la nao capitana había sido robado por ir a remolque solo con un cabo, lo que no les debió de costar mucho cortarlo y llevárselo, esto enfado a Magallanes quien ordenó bojear la costa hasta que dieron con él, confirmado, Magallanes dio la orden por la que noventa soldados con los botes se acercaran a recuperarlo, lo cual se hizo, pero en esa playa estaba muy cerca una montaña, donde los indios se habían subido y desde allí lanzaban tantas piedras, que era casi como una lluvia, pero se dio la orden de disparar los arcabuces y los indios desaparecieron inmediatamente ante el estruendo de aquellas armas desconocidas para ellos.

Magallanes no era de los que dejaba las cosas en paz, al ver como desaparecían los nativos ordenó que se internaran en la isla sus hombres, al poco tiempo descubrieron el poblado, como a su vez los habitantes lo habían abandonado muy deprisa, se recogió todo lo que era comestible y lo trasladaron a bordo de las naos, en su regreso al ver los nativos que no les quedaba ni para comer, intentaron atacar pero sueltos lo que facilitó que fueran muertos por el efecto de los arcabuces y como castigo final le prendieron fuego; lo que ya raya en la incredulidad, es que con todo a cuestas no quedó dotación para recobrar el esquife, de forma que la causa y razón de todo el castigo continuó en la isla. Opine el lector.

Los indios se quedaron atónitos ante esta salvajada, considerando que aquel barquito no valía tanto, así que decidieron arrojarlo al mar, pues para ellos ya les traía mala suerte.

Esta acción fue vista por Magallanes, quién ordenó que se fuera a recoger, al mismo tiempo, ordenaba el reparto de los alimentos llevados a las naos y con orden de reparto, para que todos al menos probaran algo bueno para fortalecerlos un poco, pero viendo que los indios se habían alejado de ellos, ordenó a su vez acercarse a tierra y hacer aguada, que no vino nada mal, pues la de abordo ya se ha comentado en qué estado se encontraba.

El día 9 de marzo, se levaron anclas y zarparon de esta isla de los 12º, navegando al O., un cuarto al SO., divisando tierra el día 16, habiendo navegado siempre al mismo rumbo, pero para llegar a esta nueva isla, variaron al NO., conforme se iba haciendo más visible, se dieron cuenta de que salía al N., con muchos bajos, por lo que tomaron el rumbo del S., de la isla, al llevar un tiempo al mismo rumbo se avistó otra isla más pequeña, pero con sus costas de arena decidiendo por su bondad fondear lo que hicieron el mismo día, en su rumbo hacía éste fondeadero divisaron una serie de pequeñas canoas, pero al intentar acercarse a ellas sus mareantes se alejaron.

Después se supo, que la primera isla tenía por nombre Yunagán y en la que fondearon Suluan; y que según el diario de Albo, la última se encuentra en latitud de 9º 40’ y que está a 189º de longitud de la línea meridiana [3], a estas islas se les bautizó como de «San Lázaro» (pero eran ya las de Nueva Castilla ó Filipinas) y desde el estrecho de Todos los Santos ó más correctamente desde Cabo Fermoso a estas islas estaban en la demarcación de 106º 30’ de longitud y que cuyo estrecho, está con respecto a ellas en dirección ONO., y ESE.

  1. La nao San Antonio, regresó al tercer día de su separación de la escuadra y no halló a ninguno de ellos, por lo que se dedicaron a buscarlos, pero sin resultados, a pesar de haber realizado salvas de artillería y de haber encendido hogueras para llamar su atención, esto provocó, que el piloto Esteban Gómez y el escribano Jerónimo Guerra, llegaran al acuerdo de hacerse con la nao y regresar a España, cuestión que plantearon al capitán Mezquita, quien se opuso a tal regreso, y para confirmar esto, sacó su espada y propino una estocada en la pierna a Esteban Gómez, quien le devolvió el golpe hiriéndolo en la mano izquierda, al ver esto la dotación se abalanzó sobre el capitán, pues ya venían todos cansados del trato de Magallanes a los españoles, por las injusticias que a su parecer se habían cometido y porque Mezquita, había formado parte del consejo de guerra, que mando acabar con la vida de los amotinados en el puerto de San Julián. Se reunió la dotación y nombraron como nuevo capitán a Jerónimo Guerra; quién ordenó virar y poner rumbo a la salida consiguiendo llegar a Guinea, para desde allí costeando regresar a España, arribando al puerto de las Muelas, de la ciudad de Sevilla, el día 6 de mayo del año de 1521, contándose el fallecimiento, del patagón que transportaban, el cual falleció justo al pasar el equinoccial. Todo esto se supo lógicamente, al regreso de la expedición a España y completar la primera vuelta al planeta.
  2. El historiador portugués Juan Barros, en este punto de su relato del viaje de descubrimiento del estrecho en su obra, en la edición del año de 1777: «Historia: década III, libro 5º, capítulo 9º, páginas 639 a 646» nos hace una reflexión de las dudas de Magallanes, que por interés para su biografía pasamos a transcribir. «Cuando Magallanes se vió sin aquella nao donde iba Álvaro de la Mezquita y algunos portugueses, y no quedaba con más favor que el de Duarte Barbosa y algunos pocos de los que esperaba ayuda, porque toda la otra gente castellana estaba escandalizada de él, además del aborrecimiento que tenía a aquella jornada por los grandes trabajos que habían pasado, quedó tan confuso que no sabía lo que había de determinar; y para justificarse con estos de lo que recelaba, pasó dos órdenes suyas, ambas de un tenor para las dos naos, sin querer que las personas principales viniesen a él, ya como hombre que no quería ver en su nao mucha reunión, temiendo alguna indignación de ellos si no respondiese a su gusto. Y porque una de estas órdenes se tuvo en la nao del capitán Duarte Barbosa, donde estaba el astrólogo Andrés de San Martín, el cual le registró en un libro, y al pie puso su respuesta para dar razón de sí en todo tiempo; y este libro, con algunos papeles suyos, por haber él fallecido en aquellas partes de maluco, nosotros los hubimos y tenemos en nuestro poder, como adelante diremos, no parece fuera de la historia poner aquí el traslado de esta orden y la respuesta de Andrés de San Martín, para que se vea, no por nosotros, sino por sus propias palabras, el estado en que ellos iban, y el propósito de Fernando de Magallanes en el camino que esperaba emprender por vía de nuestro descubrimiento, cuando le faltase el que deseaba hallar. En nuestro lenguaje, éstas son sus palabras formales y frases de la escritura sin mudar letra, según estaba registrado por Andrés de San Martín, como dijimos: Yo Fernando de Magallanes, caballero de la Orden de Santiago, y capitán general de esta armada de S. M. envía al descubrimiento de la especiería. etc. Hago saber a vos Duarte Barbosa, capitán de la nao Victoria, y a los pilotos, maestres y contramaestres de ella, como yo tengo entendido que a todos os parece cosa grave estar yo determinado de ir adelante, por pareceros que el tiempo es poco para hacer este viaje en que vamos. Y por cuanto yo soy hombre que nunca deseché el parecer y consejo de ninguno, antes todas mis cosas son practicadas y comunicadas generalmente con todos, sin que persona alguna sea afrentada de mí, y por causa de lo que aconteció en el puerto de San Julián sobre la muerte de Luis de Mendoza, Gaspar de Quesada y destierro de Juan de Cartagena y Pero Sánchez de Reina, clérigo, vosotros con temor dejáis de decirme y aconsejar todo aquello que os parece que es servicio de S. M., bien y seguridad de dicha armada, y no me lo tenéis dicho y aconsejado; erráis al servicio del Emperador Rey nuestro señor, e is contra el juramento y pleito homenaje que me tenéis hecho: por lo cual os mando de parte de dicho señor, y de la mía ruego y encomiendo, que todo aquello que sentís que conviene a nuestra jornada, así de ir adelante como de volvernos, me deis vuestros pareceres por escrito, cada uno de por sí, declarando las cosas y razones por que debemos de ir adelante, o volvernos, no teniendo respeto a cosa alguna por que dejéis de decir la verdad; con las cuales razones y pareceres diré el mío, y determinación para tomar conclusión en lo que hemos de hacer. Hecho en el canal de Todos los Santos enfrente del río del Isleo, en cuarta feria, veinte y uno de noviembre en cincuenta y tres grados, de mil quinientos y veinte años. Por mandado del capitán general Fernando de Magallanes. == León de Espelece. Fue notificado por Martín Méndez, escribano de dicha nao en quinta feria veinte y dos días de noviembre de mil quinientos y veinte años. A cuya dicha orden yo, Andrés de San Martín, di y respondí mi parecer, que era del tenor siguiente: Muy magnifico señor: Vista la orden de vuestra merced, que quinta feria veinte y dos de noviembre de mil quinientos y veinte me fue notificada por Martín Méndez, escribano de esta nao de S. M. llamada Victoria, por la cual en efecto manda que dé mi parecer acerca de lo que siento que conviene a esta presente jornada, así de ir adelante, como volver, con las razones que para cada uno y para lo otro nos movieren, como más largo en dicha orden se contiene, digo: que aunque yo dude que por este canal de Todos los Santos, donde ahora estamos, ni por los otros que de los dos estrechos que adentro están, que va en la vuelta del Este, y Esnordeste haya camino para poder navegar a Maluco, esto no hace ni deshace al caso, para que no se haya de saber todo lo que se pudiere alcanzar, sirviéndonos los tiempos, en cuanto estamos en el corazón del verano. Y parece que vuesa merced debe ir adelante por él ahora, en cuanto tenemos la flor del verano en la mano; y con lo que se halle o descubra hasta mediados del mes de enero primero que vendrá de mil quinientos y veinte años (aquí debe de haber un error, pues la orden se da en noviembre del 20, por lo tanto el enero mencionado debe de corresponder a 1521), vuesa merced haga fundamento de volver en vuelta de España, porque de ahí en adelante los días menguan ya de golpe, y por razón de los temporales han de ser más pesados que los de ahora. Y cuando ahora que tenemos los días de diez y siete horas, y más lo que hay de alborada, y después del sol puesto, tuvimos los tiempos tan tempestuosos y tan mudables, mucho más se espera que sean cuando los días fueren descendiendo de quince para doce horas, y muchos más en el invierno, como ya en el pasado tenemos visto. Y que vuesa merced sea desembocado de los estrechos afuera para todo el mes de enero, y si pudiere en este tiempo, tomada el agua y leña que basta, ir de punto en punto en blanco en vuelta de la bahía de Cádiz, o puerto de Sanlúcar de Barrameda donde partimos: Y hacer fundamento de ir más en la altura del polo austral de la que ahora estamos o tenemos, como vuesa merced lo dio en instrucciones a los capitanes en el río de la Cruz, (Sevilla) no me parece que lo podrá hacer por la terribilidad y tempestuosidad de los tiempos, porque cuando en esta que ahora estamos se camina con tanto trabajo y riesgo, que será siendo en sesenta y setenta y cinco grados, y más adelante, como vuesa merced dice, que había de ir a demandar Maluco en la vuelta del Este, Esnordeste, doblando el cabo de Buena Esperanza, o lejos de él, por esta vez no me parece, así porque cuando allá fuéremos sería ya invierno, como vuesa merced sabe mejor, como porque la gente está flaca y desfallecida de sus fuerzas; y aunque al presente tienen mantenimientos que basten para sustentarse, no son tantos y tales que sean para cobrar nuevas fuerzas, ni para comportar demasiado trabajo, sin que lo sientan mucho en el ser de sus personas; y también veo de los que caen enfermos que tarde convalecen. Y aunque vuesa merced tenga buenas naos y bien aparejadas (alabado sea Dios), todavía faltan amarras, y especialmente a esta nao Victoria, y además de eso la gente es flaca y desfallecida, y los mantenimientos no bastantes para ir por la sobredicha vía a Maluco, y de allí volver a España. También me parece que vuesa merced no debe caminar por estas costas de noche, así por la seguridad de las naos, como porque la gente tenga lugar de reposar algún poco; pues teniendo de luz clara diez y nueve horas, que mande surgir por cuatro o cinco horas que puedan de noche; porque parece cosa concorde a razón surgir por cuatro o cinco horas que quedan de noche, por dar (como digo) reposo a la gente, y no tempestear con las naos y aparejos. Y lo más principal, por guardarnos de algún revés, que la fortuna contraria podrá traer, de que Dios nos libre. Porque cuando en las cosas vistas y ojeadas suelen acaecer, no es mucho temerlos en lo que aún no es bien visto, ni sabido, ni bien ojeado, sino que haga surgir antes de una hora de sol que dos leguas de camino adelante, y sobre noche. Yo tengo dicho lo que siento, y lo que alcanzo por cumplir con Dios y con vuesa merced, y con lo que me parece servicio de S. M. y bien de la armada; vuesa merced haga lo que le parezca, y Dios le encamine; al cual plazca de prosperarle vida y estado, como él desea. Continúa el mismo autor, dando una explicación sobre la actitud de Magallanes: Fernando de Magallanes, recibido este y los otros pareceres, como su intención no era volver atrás por cosa alguna, y solo quiso hacer este cumplimiento por sentir que la gente no andaba contenta de él, sino asombrada del castigo que había dado, para dar razón de sí hizo una cumplida respuesta en que dio largas razones, todo ordenado a ir adelante. Y que juraba por el hábito de Santiago que tenía en el pecho, que así se lo parecía por lo que cumplía al bien de aquella armada; por tanto, todos lo siguiesen, que él esperaba en la piedad de Dios que los había traído hasta aquel lugar, y le tenía descubierto aquel canal tan deseado, que los llevaría al termino de su esperanza. Notificado por las naos este parecer y orden suya, al otro día con grande fiesta de tiros mandó levar anclas» Hasta aquí lo escrito por un compatriota, que no deja muchas dudas de la entereza, valor, conocimientos y saber manejar a la gente, de la que hizo gala en esta ocasión.
  3. La línea meridiana a que se refiere el Diario de Albo la longitud de 189º, indicaba la que determinó el Papa Alejandro VI, aunque no era la misma y la había señalado Su Santidad para evitar disensiones entre los Reyes de España y de Portugal por descubrimientos que hacían de tierras incógnitas. La línea meridiana determinada por el Papa, en la Bula de 4 de mayo de 1493, pasaba a 100 leguas al Oeste de cualquiera de las islas de las Azores o Terceras y de Cabo Verde; corría de polo a polo, y los descubrimientos que se hiciesen desde ella para Occidente eran de propiedad del Rey de Castilla. En la Bula del mismo Papa dada el 25 de septiembre de 1493, expresó Su Santidad que pudiendo acaecer el que navegando los vasallos del Rey de España hacía el Oeste tocasen en las partes Orientales, ampliaba el que fuesen del Rey de Castilla todas las islas y tierras firmes que navegando hacía el Occidente hallasen los castellanos descubiertas o por descubrir en las partes orientales de la India. Ocurriendo algunas diferencias sobre esta partición entre dichos Reyes de Castilla y Portugal, acordaron éstos en 20 de junio de 1494 que en el océano se señalase una línea que corriese de polo a polo y pasase a 370 leguas al Oeste de la isla de Cabo Verde; que todo lo que estuviese al Occidente de esa línea perteneciese a los Reyes de Castilla y todo lo que se hallase al Oriente fuese del Rey de Portugal. Cada legua de las que entonces usaban los españoles y portugueses tenía 3' 3/7 millas, ó eran leguas de 17 un tercio al grado de círculo máximo de la tierra; en el paralelo del puerto de Praya, de la isla de Santiago de las de Cabo Verde, las 370 leguas son 21º 53’ de diferencia de longitud; la longitud de ese puerto es de 17º 15’ occidental de Cádiz, y suponiendo que desde él se contasen las 370 leguas al Oeste, resulta que la línea meridiana pasaba por los 39º 08’ de longitud Oeste de Cádiz y por los 140º 52’ de longitud Este; los pobres medios entonces conocidos ocurrieron para señalar la línea como hubiera sido de desear, pero eran impracticables en la superficie del planeta. Eran también muy erróneas las situaciones en longitud de las costas y lugares de la tierra, porque resultaban de cómputos muy poco fiables; con ellos se demostró en 1524 que la meridiana de demarcación en el Oriente pasaba por la boca del río Ganges, cuya determinación, según carta construida en 1812 por el jefe de escuadra de la Real Armada, don José de Espinosa, erraba en 46'5º, que aquella meridiana estaba más al Este. Magallanes, en 1519, expuso que desde Malaca para el Este hasta la misma línea de demarcación, habían 17'5º y según dicha carta son 32º 22’; dijo que dos de las islas Molucas estaban en 4º al Oriente de la expresada línea, y aunque no expresa los nombres de las islas, la de Terrenate está en la carta citada a 7º 22’ al occidente de la meridiana. El Diario de Albo en 1521 expresa, que desde el estrecho de Todos los Santos y cabo Fermoso hasta las primeras islas del archipiélago de San Lázaro habrían 106º y 30’ de longitud, y según la carta dicha son 159º 25’, de modo que su error en esta parte del viaje fue de 52º 55’. Tales eran las situaciones con que se puede atribuir a compensación de errores el acierto con que sólo la diferencia de 8’ tiene la longitud de 189º de la línea meridiana que el Diario de Albo señala a las primeras islas del archipiélago de San Lázaro, suponiéndolos tomados desde aquella línea para el Oeste. También conviene aclarar que toda esta expedición transcurrió con el calendario Juliano. Los dos diarios de ella, tanto el de don Francisco Albo como el de don Antonio Pigafetta suelen diferir en un día, se puede pensar que es un error de cada cronista, pero al ser tan constante nos lleva a pensar cuál puede ser la diferencia, no siendo otra que Albo era Piloto y a costumbre de la época en los cuadernos de bitácora el día comenzaba al medio día, mientras que Pigafetta carecía de esta práctica y daría por buena la fecha natural del cambio del día por la noche, razón por la que los marinos piensan que es más exacto el de Albo que el de Pigaffeta, a lo que hay que añadir, que a partir del cruce del actual meridiano 180º, más o menos cerca de la isla de Guam, para estar en la verdadera fecha hay que sumarle un día, lo que ninguno había caído en la cuenta, más bien porque no se había fijado el cambio horario en aquel momento y solo supieron de su error al poco de desembarcar habiendo dado la primera vuelta al mundo.

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