Pedro I de Castilla y de Leon, Rey Biografia

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Pedro I Rey de Castilla y de León Biografía


 Retrato a carboncillo de Pedro I.
Pedro I Rey de Castilla y de León


Apodado históricamente, como «El Cruel» o «El Justiciero»

Orígenes

Viene a formar parte de estas biografías, por ser el primer Rey de Castilla, que enarboló su pabellón en buques y participó en combates navales. De ahí el que se le incluya.

Vino al mundo el 30 de agosto de 1334, siendo hijo del rey don Alfonso XI y de su esposa María de Portugal.

Fue criado y educado en la ciudad de Sevilla por su madre y su ayo don Juan Alfonso de Alburquerque, que había sido abandonada por el Rey, ya que éste se dedicó más a otras damas, de las que su vez tuvo otros cinco hijos bastardos.

Tenía a su vez un hermano, don Alfonso que era mayor que él, pero al fallecer de niño, la sucesión le correspondía por naturaleza.

Es muy posible que su madre influyera decisivamente en su posterior forma de comportarse, pues ella misma sintiéndose separada de su marido, le pudo inculcar formas varias de poder alcanzar sus venganzas, las cuales no desperdició ni un momento, desde que alcanzó el poder Real. A ello seguro que también contribuyo Alburquerque, por ser un ambicioso portugués que en vez de reprimir, las ya demostradas desviaciones del joven, era aplaudido y encomiado, lo que buen seguro no le frenó nada y se convenció de que esa era la forma de comportarse.

Hoja de Servicios

Su padre, don Alfonso XI, falleció el día veintiséis de marzo del año de 1350, durante el cerco al peñón de Gibraltar, en poder de los musulmanes, por lo que al llegar la noticia se convirtió en Rey, contando en ese momento con quince años y siete meses de edad.

Después de cumplido el ceremonial de acceso al trono, como el juramento de proseguir defendiendo la Fe Católica, su madre ya viéndose en el poder, ordenó la muerte de su rival más conocida, doña Leonor de Guzmán madre de los bastardos, así comenzaba un sangriento reinado.

Si bien se agravó la historia, cuando a los pocos meses de ocupar el trono, cayó enfermo de tal gravedad, que se consideró necesario el nombrar sucesor, por lo que se enconaron las partes más fuertes del reino, ya que unos defendían a don Fernando, marqués de Tortosa y los otros, a don Juan Núñez de Lara, sucesor de los infantes de la Cerda, por lo que casi se provocó una guerra civil.

Pero pasados unos meses, el Rey consiguió restablecerse, por lo que se acallaron las armas y de momento, las ambiciones de unos y otros fueron desapareciendo, pero sucedió que al poco tiempo, a los dos pretendientes se les encontró muertos, con muy pocos días de diferencia, lo que llamó mucho la atención, pero nada se le pudo achacar al Rey.

Como su vida particular y de estado, poco interesa a la razón de venir a estas biografías, solo mencionaremos aquellos rasgos que contribuyen a enriquecer la Historia Naval, solo mencionar que en el año de 1353 contrajo matrimonio con Blanca de Borbón, que pertenecía a la monarquía del país vecino de Francia.

Lo encontramos ya en la población de Sanlúcar de Barrameda en el año de 1356, donde permanecía observando la pesca del atún, cuando ante sus ojos un capitán aragonés, don Francisco de Perellos, al mando de diez galeras apresó a dos buques con pabellón de Génova, por lo que el Rey ordenó al aragonés que se dejaran en libertad, ya que estos pertenecían a un país en paz con Castilla y habían sido apresados en aguas del mismo reino.

Pero el aragonés se negó a ello, ya que Aragón sí estaba en guerra con Génova, por lo que desoyó al Rey y se puso con rumbo a su tierra.

El así desdeñado, no quiso ceder, desplazándose a Sevilla, donde armó una escuadra de siete galeras y seis naos, haciéndose a la vela y poniéndose al frente de la escuadra, tomando el rumbo de persecución que llevaba el aragonés, pero a pesar de los esfuerzos de remeros y velas, no consiguió darle alcance, arribando a Tavira le indicaron que ya habían zarpado y llevaban buen andar, decidiendo abandonar la persecución y poner de nuevo rumbo a sus costas. Lo que si le satisfizo, fue enterarse de la suerte de la escuadra aragonesa que iba con rumbo a Francia, pues estaba siendo atacada por los ingleses y directamente por su Príncipe de Gales, pero cuando arribó Perellós se encontró con que toda la costa ya era de Inglaterra, por lo que sus galeras quedaron en poder de los enemigos y ellos después de pagar un buen rescate, pudieron regresar a Aragón por tierra.

De aquí y por este hecho, comenzó un conflicto entre los reinos peninsulares de Castilla y León, contra el de Aragón, aunque en realidad habían otros motivos, pero mucho más ocultos, por lo que no se desperdició la ocasión de aprovechar éste como pretexto abierto para el enfrentamiento.

Don Pedro, conocedor de que potencialmente en el mar, era muy superior Aragón, quiso y puso todo su empeño, en conseguir la victoria en la mar, por lo que a principios del año de 1357 armó una escuadra, con cuatro naos y doce galeras, con la orden de frecuentar y batir las costas de las islas Baleares.

Al mismo tiempo, armó otra escuadra, con otras doce galeras castellanas, más seis genovesas que fueron alquiladas y una nao del puerto de Laredo, pero de esta tomó el mando en persona.

Puso rumbo al Mediterráneo, alcanzando las costas del reino de Valencia, intentó conquistar la población de Guardamar, pero su fortaleza consiguió resistir, ordenó desembarcar y poner sitio a la plaza, pero se fue alargando el tiempo y al entrar el otoño, un fuerte temporal consiguió que la flota quedara muy maltrecha, perdiéndose varios de los buques, y la galera Real, se pudo salvar al hacerla varar en la playa, todo ello le llevó a levantar el sitio y regresar a su territorio.

Pero no por esto cejó en su empeño, pues volvió a formar nueva escuadra, pero esta vez no era una para no estar prevenido, ya que se formó con, veintiocho galeras, cuatro leños más dos galeotas, pertenecientes a la corona de Castilla.

A las que hay que añadir, que del reino de Portugal se añadieron diez galeras; del rey moro de Granada, otras tres; de la republica de Venecia, se incorporaron tres galeotas y una carraca, á más de otras ochenta naves, que fueron para esta ocasión cedidas por varias ciudades.

Al frente de tan gran escuadra se puso don Pedro I al frente de ellas, pero él enarbolaba su pabellón en un uxer, que a su vez había sido apresado a las regencias norteafricanas, el cual fue reforzado con tres castillos, en los que se repartían ciento veinte ballesteros y cien hombres de armas.

La escuadra así formada, se encontraba al mando del almirante de Castilla, don 'Gil de Bocanegra, a sus ordenes iban el almirante de Portugal Lanzarote Pezana, los capitanes de mar castellanos, don García Álvarez de Toledo, don Jaime García de Padilla y don Pedro López de Ayala, poniendo rumbo para atacar de nuevo a Guardamar, pero esta vez la guarnición del castillo no pudo soportar la presión de los combatientes y cedió, por lo que fue conquistada.

Al tomar este punto de partida en las aguas del Mediterráneo, se dispuso a atacar la ciudad de Barcelona, a la que consiguió arribar el día nueve de junio (según otra fuente fue en el mes de julio) del año de 1359.

En el puerto de la ciudad Condal, se hallaban en esos momentos solo diez galeras, pero la cantidad de embarcaciones menores era muy superior a la de los castellanos, estando todas ellas al mando del conde de Osona y del vizconde de Cardona, a quienes seguían los capitanes de mar, Gilaberto, Bernardo de Cruilles, Bernardo Margarit y Pedro Asbert.

Además, no pudo atacar por sorpresa, ya que las galeras y naves más grandes, estaban con una protección, formada por grandes anclas fondeadas, que impedían el acceso a ellas, por lo que se tuvo que mantener en las cercanías del puerto.

Al ver que el rey de Aragón no aceptaba el combate y que desde tierra habían recibido sus buques, algunos impactos de bombardas, se decidió a atacar, así que sorteó como pudo aquella maraña de anclas y entabló combate, el cual quedó indeciso, por haberse hecho de noche, consiguiendo no sin alguna pérdida el abandonar, lo que hoy es el ante puerto de la ciudad.

A la mañana siguiente, volvió al ataque la escuadra castellana, pero esta vez los aragoneses ya estaban bien dispuestos, ya que habían preparado toda clase de recursos, pues desde algo que después se parecería a las baterías flotantes, hasta los ya muy conocidos buques con espolón de la época griega, fueron utilizados en este combate, a parte de la complejidad de las aguas plagadas por las anclas, la ballestería y el fuego de las bombardas, juntando todo esto consiguieron poner en fuga a la escuadra castellana, para evitar el ser destruida en aquél mismo lugar.

Este enfrentamiento, fue el primero de la Historia, en que se enfrentaron dos formas de combatir, unos a la defensiva y los otros a la ofensiva, por lo que es muy conocido por los tratadistas tácticos navales y descrito en mucha literatura.

Aunque al presentar las popas las naves castellanas, las aragonesas se hicieron a la mar, donde aún consiguieron tirar al fondo a varios buques más, favorecidas por el completo desorden que mantenían en su huida, convirtiéndose en una importante victoria para los aragoneses.

Pero don Pedro I, ya en alta mar y viendo que los enemigos no les seguían, consiguió tranquilizarlos y volver a formar escuadra, así y no dando por perdido el combate, ordenó poner rumbo a la isla de Ibiza, para sitiarla e intentar su conquista.

Al enterarse el Rey de Aragón del rumbo de la escuadra castellana, dio orden de reforzar su escuadra, razón que le obligó a esperar unos días hasta la llegada de más galeras, al arribar éstas se les dotó de todo en abundancia y ya todas avitualladas, se hicieron a la mar en persecución de los castellanos.

Pero la verdadera cuestión era, que a forma de la antigüedad, los dos monarcas no querían combatir si no era en las proximidades de sus tierras, por lo que ya alcanzado don Pedro I, el Rey de Aragón dejó el mando de la escuadra siéndole entregado a don Bernardo de Cabrera.

Viendo esto los castellanos, consiguieron convencer al Rey de Castilla, que no debía empeñarse en combate con un inferior y que el de Aragón, ya ante el puerto de la ciudad Condal, no había hecho caso de comparecer al combate, así que don Pedro I dio por terminada la expedición y en aquél mismo lugar, prescindió del auxilio prestado por sus aliados, regresando a su vez a su territorio.

Pero aún hubo otro encuentro naval, sobre finales del mismo año de 1359, cuando cinco galeras de Castilla, al mando de Zorzo, se enfrentaron a cuatro de Aragón, al mando de Mateo Mercer, en las proximidades de las islas Chafarinas, que para más, estaban sirviendo al virrey de Tremecen, resultando vencidas las aragonesas.

Por lo que los intermediarios reales, consiguieron llegar a un acuerdo y firmar la paz entre ambos reinos, por lo que en el año de 1361, se realizó el acto de la llamada «Paz de Terrer»

Pero el castellano, desde el primer momento no estaba muy de acuerdo con la firma, por lo que dejó pasar un tiempo, el cual no desperdició, pues se alió con los reyes de Navarra y de Inglaterra, siendo a principios del año de 1362, cuando atacó a la ciudad de Calatayud con un potente ejercito, así volvió a comenzar otra guerra.

Pero reaccionó don Pedro IV, que se alió con los franceses y con Enrique de Trastámara, que era pretendiente al trono de Castilla.

El rey de Castilla, acometió con mucha fuerza, consiguiendo llegar a los muros que protegían a la ciudad de Valencia, pero al acercarse don Pedro IV, con las tropas enviadas por el Rey francés, las entonces temibles «compañías blancas» al mando de Bertrán Du Guesclin, se vió forzado a retirarse hasta Murviedro (Sagunto), donde después de unas conversaciones, se volvió a firmar la paz el día dos de julio del año de 1363.

En esta campaña, las escuadras de ambos reinos se mantuvieron, abrigadas en sus puertos, pues casi toda ella sucedió en la mala época del año para la navegación por el Mediterráneo.

Pero en el año de 1365, se mantuvo un combate, entre la escuadra castellana al mando de don Martín Yáñez, contra una aragonesa del mando del vizconde de Cardona, que tras dura pelea, ésta se dio a la fuga para no ser totalmente destruida por la castellana.

El día dieciséis de marzo del año de 1366, se proclamó a don Enrique en la ciudad de Calahorra y por los suyos como nuevo Rey de Castilla, al terminar el acto, se dirigió a formar Consejo en la tienda Real, por lo que le acompañó Du Guesclin y donde el nuevo monarca, primero de la casa de Trastámara e hijo bastardo del rey Alfonso XI, comenzó su reinado.

A los pocos días se puso en camino hacía Burgos, donde fue recibido como a un monarca, ya que se realizaron fiestas populares, siendo coronado con el ceremonial pertinente, en el Monasterio de las Huelgas el día tres de abril del año de 1366.

Esto dio pie, a una guerra más civil si cabe, pues era dentro del mismo reino de Castilla y solo se terminó, con una lucha final entre ambos reyes.

Pues acudió en ayuda del rey Pedro I, el Príncipe de Gales, también llamado el «Príncipe Negro», por el color de su armadura, quien con sus huestes se unió a él en el campamento que este tenía en el valle de Pamplona.

Mientras el rey Enrique II, iba captando adeptos, entre estos se pasó a su bando el almirante de Castilla, don Gil Bocanegra.

Viéndose don Pedro I, ya casi sin posibilidades de vencer a su hermanastro, firmó en la catedral de Burgos unas escrituras en las que el Rey, reconocía el pago a las tropas del Príncipe Negro y la cesión de unos territorios, que no eran otros que el señorío de Vizcaya y de Castro Urdiales.

Pero al mismo tiempo y subrepticiamente, escribió a los nobles vizcaínos, para que no hicieran dejación de sus tierras al intruso Príncipe de Gales, explicándoles que lo había hecho forzado y contra su voluntad.

Aun así no pudo evitar, las reticencias de la aristocracia de estos señoríos, por lo que muchos se pasaron al partido de don Enrique.

Mientras que al llegar a sus supuestas tierras el inglés, se encontró con villas totalmente desiertas, lo que le dio a entender que había sido engañado, así que decidió volver a embarcarse y regresar a su tierra, por lo que don Pedro I perdió a su mejor defensor, el cual ya le había proporcionado grandes victorias.

Ante esto, don Pedro I, intentó por mediación de Men Rodríguez de Sanabria, entablar conversaciones con el francés De Guesclin, al que le ofreció, doscientas mil doblas de oro castellanas a más, las villas de Soria, Almazán, Atienza, Monteagudo, Deza y Serón.

Pero De Guesclin, en cuanto terminó la entrevista, en la que dejó entre abierta la posibilidad de pasarse al bando de don Pedro I, se fue directo a entrevistarse con el de Trastámara, al que le contó lo sucedido.

Don Enrique, vió la posibilidad de acabar con todo de un solo golpe, por lo que le ordenó al francés, que hiciera saber a don Pedro I, que si acudía a su tienda una noche sería posible el acuerdo.

Don Pedro I, con muchas dudas, pero llevado por buscar una solución final al problema acudió a los campos de Montiel llegando a la tienda De Guesclin, pero avisado convenientemente don Enrique II acudió al encuentro al poco de llegar el monarca castellano.

Por lo que tras breves palabras, sacaron sus dagas y entraron en pelea; (aquí viene una historia, que unos dan por cierta y otros no, pero esto no nos sorprende en estas historias de la edad media, ya que igual es, como no); dicen, que don Pedro estaba casi pudiendo con don Enrique, pues estaba encima de él y a punto de lograr el propinarle un primer corte, cuando De Guesclin, se acercó a ellos y con fuerza, consiguió el darles la vuelta, diciendo «Ni quito ni pongo Rey, pero ayudo á mi señor», esta acción provocó que el Trastámara consiguiera herir de muerte a don Pedro, por lo que siguió introduciendo su daga varias veces en el cuerpo del Rey, hasta conseguir su propósito.

Este hecho fratricida, tuvo lugar el 23 (ó 26) de marzo de 1369 (Calendario Juliano). Contaba con treinta y cuatro años y siete meses de edad, habiendo permanecido como Rey diecinueve años menos tres días. En primer lugar se le enterró a escondidas en la iglesia de Santiago de la villa de Alcocer, siendo bajo el reinado de don Juan II, cuando fueron trasladados sus restos al monasterio de Santo Domingo de la ciudad de Madrid.

En una antología escrita por don Menéndez y Pelayo, dice: «Fantástico y caprichoso, tirano á ratos benéfico que restablece con formas de ingenioso simbolismo y rápidos y extravagantes procedimientos, la justicia ultrajada, amparando á los débiles contra las tropelías de los poderosos»

Por todo esto y como se podrá comprobar, fue un Rey muy discutido y controvertido, por los historiadores en sus escritos, pues a pesar de pasar a la Historia con «Cruel», otros muchos, entre ellos Voltaire, lo califican como el «Justiciero», pues si bien se hizo mal querer de los poderosos, para su pueblo con ciertas dudas, nunca los dejó desamparados.

Y para concluir, decir, que a su muerte se terminó una dinastía, dando acceso a la de Trastámara, que por cierto era bastarda y solo cuarenta y tres años después, también ocupo el reino de Aragón, por ello y pasados otros sesenta años, produjo aquella famosa controversia, por el matrimonio entre don Fernando de Aragón, con doña Isabel de Castilla, por necesitar una bula Papal, dada la consanguinidad ya que el tronco de las dos familias era el mismo y eso en la Fe Católica, tenía y tiene sus límites.

Bibliografía:

Anónimo: Historia de Don Pedro El Cruel, Rey de Castilla, y reseña de los principales sucesos en su reinado. Madrid, 1864. Facsímil.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Sin iniciales del compilador.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Marina de Castilla. Desde su Origen y Pugna con la de Inglaterra, hasta la Refundición en la Armada Española. Madrid. 1894.

Fernández y González, Manuel.: Men Rodríguez de Sanabria Memorias del tiempo del rey Don Pedro el Cruel. Gaspar y Roig. Madrid, 1853.

Mariana, Padre.: Historia General de España. Imprenta y Librería de Gaspar y Roig. Madrid 1849-1851.

Menéndez Pidal, Ramón: La Leyenda de los Infantes de Lara. Espasa Calpe. Madrid, 1971. Facsímil de la edición príncipe de 1896.

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