Peral y Caballero, Isaac3

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Ante esto, su amigo y compañero José Moya, publicó un artículo en El Imparcial, en que daba los detalles de uno de los inventos de Peral, que era como el pulmón de acero del submarino, lo que permitía a un ser humano el respirar sin problemas en las profundidades de la mar, describiéndolo así:

«En popa iba una caja de chapa de hierro que contenía una solución muy concentrada de sosa cáustica; por una bomba en constante movimiento, el aire del submarino pasaba a través de ella, al hacerlo se quedaba en esta sustancia el ácido carbónico y se saturaba de la humedad necesaria a la respiración. Además, otra bomba extraía este aire viciado y lo inyectaba en la mar, mientras de los depósitos de aire comprimido iba saliendo automáticamente aire puro que completase la atmósfera respirable.»

Llegaron otra vez malas noticias para la Armada, pues en Filipinas el vapor Rennes, se había ido a pique, al tocar con sus bajos una aguja, por lo que habían muerto, casi todos los miembros de una compañía de ingenieros, salvándose unos pocos de los pasajeros y tripulantes, pero muy pocos militares, lo que volvió a desencadenar otras serie de manifestaciones, en contra de la Armada, cuando ésta no era responsable de este desastre.

Pero los enemigos de siempre nunca pierden ocasión y se aprovecha de la más mínima, para tergiversar los acontecimientos.

Mientras a Peral, le venía ayuda de todas partes y rincones del planeta, como muestra; el día catorce de abril, recibió un telegrama, desde la población de Rosario de Santa Fe, sita en Argentina, que decía: «Señor don Isaac Peral: Envío en carta certificada una letra de 20.000 libras esterlinas para fomentar su invento ¡Viva España!—Carlos Casado.»

El día siete de mayo, el teniente de navío García Gutiérrez, por fin regresó de la isla de Albión, con el matiz, de que no hizo su arribada al puerto de Cádiz, sino al del Peñón (siempre hay que ir analizando las cosas, pues como ya se ha dicho, si que entró una corbeta en el de Málaga poco tiempo antes, en cambio ahora, no deja el material en el puerto que hace falta, sino en su graciosa colonia ¿será por el olor?), vino el material en el vapor Khedive, que transportaba una bobina nueva y la defectuosa arreglada, más algún otro material, que por prevención encargó Peral.

Mientras todo esto se transportaba al Arsenal de La Carraca, y se procedía a cambiar y recomponer el submarino, se volvió a recibir una mala noticia para la Armada.

Pues el ayudante de Marina de Conil, que avisado a su vez por pescadores, pasó la comunicación, al capitán general del departamento, de que el día once de junio, el cañonero Infanta Paz, se había ido a pique, en las cercanías de Cádiz en el cabo de Trafalgar y en el más que trágico bajo Aceiteras, donde un tiempo antes le había ocurrido lo mismo al vapor Marssalia y que poco después le ocurriría al crucero Reina Regente, estando al mando del teniente de navío de primera don Manuel Saralegui.

Lo que volvió a remover a las masas, que siempre a punto están los enemigos de España, tanto dentro como fuera.

Pero 'Peral no se dejaba amilanar, así que se prosiguieron los trabajos para dejar lo antes posible el buque listo, por ello a los pocos días regresó al dique número 2 el más grande, y en el que había estado la mayor parte del tiempo de sus pruebas, mientras que en la grada casi al lado de él, se ponía la quilla del crucero acorazado Princesa de Asturias, para en ese dique volver a realizar las pruebas de inmersión, por la que ya había pasado, pero al pasar tanto tiempo de las primeras, casi se comenzó de nuevo.

El incidente no hubiera tenido mayor importancia, pero todo se lio de mala manera, pues en un diario profesional de marina, La Gaceta Industrial, se publicó un artículo que ponía a Peral y su invento de vuelta y media, lo que no hubiera pasado de ser una anécdota, porque solo iba dirigido a profesionales, pero se publicó copiado, en la Revista General de Marina, sin hacer ningún comentario, ni a favor ni en contra, pero esto sacó de quicio a Peral.

Por lo que se dirigió a la Revista, para que rectificaran los errores manifiestos que en el artículo se mencionaban, pero desde Madrid se le contestó que nada se podía hacer.

No viendo otra salida, Peral publicó un folleto explicativo y aclaratorio, que dejaba en muy mal lugar a los representantes de Madrid y a los de la Gaceta, lo que a su vez causó espanto en las altas esferas.

Para compensar este daño, sus compañeros firmaron una carta colectiva, dándole las gracias por su defensa y está carta a su vez se publicó también, pero para reforzarla, se añadieron a ella las firmas de don Jacobo Torón, don Ramón Estrada y don Pedro Novo y Colson, lo cual paró de momento todo lo pensado y dicho por el dichoso artículo.

El capitán general don Florencio Montojo, era un entusiasta de la idea de Peral y amigo personal, pero tan poderosos eran sus enemigos, que hicieron creer a todo el mundo de que Montojo estaba harto del submarino y de Peral. Cuestión que se sabe, por que el propio Montojo, llamó a Peral y le deshizo el enredo, pero como quedó entre ellos, el malentendido prosiguió filtrándose por todos los recovecos de la sociedad.

El día trece de julio del año de 1889, arribó a Cádiz su benefactor don Carlos Casado de Alisal, al que se desplazó Peral con su familia, y abordando el transatlántico Reina María Cristina, que traía desde Argentina a su amigo, se saludaron las dos familias y los transportó con su misma lancha al muelle.

Don Carlos quería visitar el buque, pero Peral le dijo que como estaba bajo vigilancia, debía pedir permiso al capitán general, por lo que quedaron en verse en cuanto tuviera la conformidad del General, siendo concedida, dadas las circunstancias como un favor muy especial, por lo que al saberlo Peral, llamó a don Carlos y concertaron el verse el día diecisiete.

Este día, se desplazó Peral con la lancha para recoger a la familia, y los condujo hasta el submarino, lo abordaron, siendo recibidos por todos los tripulantes, aunque las señoras se quedaron a bordo de la lancha, pero entre ellos el gran defensor de Peral, Novo y Colson, también estaba a bordo del buque, por lo que permanecieron en la pequeña cubierta y torre, que estaba abierta.

Peral mando soltar amarras, el buque se puso en movimiento y alcanzó los cinco nudos, atravesando los canales de salida desde La Carraca hasta la ciudad de Cádiz, todos pensaron que se iba a salir a alta mar, pero no fue así, ya que Peral no quería arriesgar a personal civil, por lo que al llegar a la punta del Fuerte de San Felipe, viró y comenzó a aumentar la velocidad, iba sorteando buques de todo tipo que en la bahía se encontraban, ante el asombro general y los vítores de los gaditanos, pero justo al pasar por la popa del Colón, se enganchó en la hélice una estacha sumergida, que lo dejó inmediatamente parado, pero un marinero que iba a bordo, se desnudó y se lanzó al agua picó la estaca, volvió con ayuda a la cubierta del submarino, y este comenzó a deslizarse, y aumentando la velocidad, consiguió alcanzar los diez nudos de velocidad.

Alrededor de las 19:30 llegó el submarino a su punto de atraque, al terminar la maniobra y estar ya todo listo para pasar a la lancha que se había acercado para recogerlos, don Carlos donó como premio, cinco monedas de oro de una libra, por su arrojo, valentía y rápida acción, al marinero que había librado al submarino.

El día veintiséis continuaron las pruebas, en esta se iba a poner a prueba las condiciones del buen funcionamiento del depurador del aire, para ello se embarcaron un total de doce personas, las cuales se distribuyeron por todo el buque, incluso se fumó, para ratificar que nada fallaba, permanecieron durante tres horas encerrados y en ningún momento nadie, se sintió mal o con falta de aire, que comprobaron perfectamente al salir del buque, que en nada era diferente.

Se recibió la orden, desde el Ministerio de Marina, de que las pruebas se realizaran con el mayor secreto, lo que decidió a Peral, regresar con el submarino al dique número 2, así y cuando ya no había nadie, se pasaban los días probando la estanqueidad del submarino, pues inundaban el dique y permanecían dos y media horas a dos metros de profundidad, no era mucho, pero el dique no daba para más.

Así un día probaron que con tan solo poner los timones de profundidad, en su posición correcta para ello, y aprovechando solo la velocidad del submarino, éste obedecía y lo introducía sin necesidad de cargar lastre.

Otro día al contrario, solo con el lastre para saber y comprobar cual era la cantidad adecuada, que se debía de cargar, así como ratificar, que las bombas de achique de los depósitos funcionaban bien, comprobando, que no dejaban una gota de agua dentro de ellos y que el submarino obedecía perfectamente.

Por todas estas pruebas se calculó que en tres o cuatro minutos, el buque podía sumergirse o emerger, pues al reaccionar los dos mecanismos, los timones y el lastre, la rapidez era máxima.

Durante la mayor parte del verano, se dedicó a estas comprobaciones, que al ser tan satisfactorias, se propuso para el día veintisiete de agosto, el hacer la salida al mar para comprobar el funcionamiento del tubo y los torpedos.

Se había trasladado el submarino, desde el caño de La Carraca, aun nuevo fondeadero en la misma bahía de Cádiz, por lo que sobre las 11:00 horas largó amarras y se puso rumbo a la salida, como siempre Peral en la cubierta y sujetado al asta de la bandera, a su lado dos de los oficiales.

Se suponía que las pruebas eran secretas, pero los gaditanos y los no tan españoles, siempre estaban vigilantes, por lo que al verlo salir comenzaron los vítores, gritos de aliento y los Viva España, y de nuevo se le fueron incrementando en la escolta múltiples buques, a los que paraba algo la lancha de vapor del Arsenal, más otra lancha con la esposa de Peral y la de Oliver, y como final, el vapor que transportaba a toda la prensa, marinos e invitados. ¡Y eso que era secreto por mandato del Ministro!, sino llega a ser secreto, sin palabras.

El submarino fue cogiendo velocidad, pasó a la altura de la ciudad, sorteando a los buques que en la bahía estaban fondeados, pasando frente a Puntales, y por la popa de la fragata Gerona, y tripulación saludó a Peral, continuó su navegación a gran velocidad, pasando por la popa del vapor británico City of Malaga, recibiendo gritos y aplausos de su tripulación, pero en con su buen andar, se había ido dejando a su estela a todos los que le seguían.

En esos momento navegaba a unos ocho nudos, pasó por el muelle de la Transatlántica, cuyos buques lo saludaron arriando bandera, a continuación paso por las cercanías de una división de buques de guerra de la armada italiana, de uno de ellos salió un lancha a vapor, que consiguió ponerse a su altura, por lo que se entabló una corta conversación, siendo el final, que Peral se comprometió a pasar a los buques italianos y saludar a sus tripulaciones, le dieron tres Vivas y se separaron, Peral los despidió, llevándose su mano a la visera de la gorra.

Una autentica flota seguía al submarino, buques de todos las esloras y calados, pero todos se quedaban atrás, teniendo que aminorar la velocidad, para que la lancha de vapor de la Gerona, que había sido elegida para convoyarle y prestarle el apoyo o auxilio necesario, le pudiera dar alcance, consiguiéndolo a la altura de Puerto Real.

Siguió el submarino hasta alcanzar los Cochinos y frente al castillo de San Sebastián, dio frente a la Caleta, que al sobrepasarla, puso proa al Sur, a partir de aquí, comenzó una especie de baile, pues el buque iba de una banda a otra, acción que confirmo la firmeza de obediencia al timón y sobre todo, lo bien lastrado que iba, pues en ningún momento dio sensación de irse de lado o dar a la banda, con exceso.

Alcanzando el punto de lanzamiento, sobre las 13:40, se colocó en posición de tiro, y como blanco, a unos quinientos metros, estaba situada la goleta Ligera, que iba a sufrir los impactos, aunque las pruebas se realizaron, con los torpedos sin carga explosiva.

Como el tubo de lanzar del submarino, estaba situado por debajo de la línea de flotación, el efecto del lanzamiento y como prueba, igual daba realizarlo en superficie que en inmersión, por lo que se eligió la primera.

Por ello se oyó, la fuerte voz de Peral: ¡Atención a la maniobra!. ¡Máquina avante! ¡Timonel a la vía! ¡Tubo listo! ¡Máquina! ¡Stop!……¡Fuego!, se pudo apreciar la estela del torpedo saliendo del tubo, que rápido acortó las distancias, hasta dar en el blanco, que al no llevar carga no explotó y se detuvo, manteniéndose entre dos aguas.

A este primer lanzamiento le siguieron varios más, pues se intentó comprobar en todas las circunstancias, se hicieron estando parado y en marcha, con giros y estabilizando el submarino, para seguidamente efectuar el lanzamiento, consiguiendo en todos los casos hacer blanco.

Posteriormente, el submarino regresó a su lugar de atraque, mientras, que la lancha del Arsenal, fue recogiendo los torpedos, ya que estos ingenios, en esos momentos costaban tres mil pesetas cada uno.

Sumergible Isaac Peral «el Puro», en una maqueta cortada por la quilla que demuestra su compartimentación interior.
Maqueta cortada por la quilla que demuestra su compartimentación interior.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Al realizar el atraque se comprobaron las cargas de los acumuladores, uno por uno, quedando demostrado, que habían estado cuatro horas de navegación y solo se habían descargado doscientos cuarenta, así que quedó claro, que utilizando los seiscientos trece de a bordo con un peso de treinta toneladas, se podía permanecer en la mar, no menos de trescientas millas.

Al día siguiente y demostrando una vez más en su vida que era un hombre de honor, pidió permiso al general del Arsenal para visitar a los buques de la escuadra italiana, el cual le fue concedido, junto a Iribarren, viajaron hasta ellos, estos eran tres fragatas, la Victor Emmanuele, Caracciolo y Victor Pisan, donde fueron recibidos por el almirante en jefe de la división y agasajados con los mayores honores y despedido con tres Vivas a España, los cuales agradeció.

El día tres de septiembre de madrugada, abordaron el submarino toda su tripulación y a las 06:00 Peral izó la bandera, dio orden de soltar amarras y con la máquina ya encendida se puso en rumbo, a mar abierto.

El día era como para no haberse movido, pues la niebla impedía el ver más allá de dos metros de la proa del buque, pero ese día estaba programado hacer las pruebas de velocidad, así que había que arriesgar, navegando y haciendo sonar su sirena, para advertir de su presencia.

Sobre la 06:30, ya a gran velocidad, pasaron por delante de Puerta de Tierra, donde se viró con rumbo a San Fernando, pero justo cuando ya iban a embocar el caño de La Carraca, varó en la punta Clica.

Como siempre que salía, le acompañaba la lancha del Arsenal y en esta ocasión también el vapor Kety, que intentaron ponerlo a flote, de aquel montón de fango y arena allí acumulado y que era el lugar donde se había clavado materialmente la proa del submarino.

Comenzó a hacer sonar su sirena, pidiendo auxilio, pues ya el calor y la niebla, hacía muy difícil soportar el estar parados, así que como nadie acudió, se intentó entre los dos buques que allí se encontraban, una y otra vez el dejarlo libre del abrazo del fango.

Después de múltiples intentos, se consiguió, pero ya eran las 19:00 horas, lo que provocó que comenzara a anochecer, por lo que Peral decidió, que en vez de retornar a su lugar, por lo peligroso de la niebla, pues permaneció todo el día, puso rumbo a Puerto Real, donde en la desembocadura del río, se amarró a un anclote dispuesto para ello, encendieron las luces de posición de buque fondeado y sobre las 22:00 horas, abandonaron el buque, quedándose una guardia a su cuidado.

Todo estos accidentes, ocurrían porque desde hacía ya siglos, los caños de acceso a la bahía, se estaban encenagando pero ningún gobierno quiso o pudo, darle una solución, por lo que la navegación por los canales era francamente dificultosa, a pesar de que ya habían provocado más de una desgracia, nada se había hecho al respecto.

El Ayuntamiento de San Fernando, reunido en sesión solemne, decidió comprar la casa en la que vivía Peral y su familia, pero éste se negó a ser el único, en toda la ciudad que no pagara su alquiler, una gran delicadeza por parte suya y que demuestra, que en nada quería ser diferente al resto de conciudadanos.

A pesar de que el submarino no había sufrido ningún desperfecto, se considero dejar las pruebas hasta el mes de noviembre, pues el jefe del Arsenal, Loño, un viejo lobo de mar, aunque no tenía nada en contra de Peral, consideró que lo mejor era dejar pasar un tiempo, para que las cosas se calmaran, pues los enemigos de Peral aprovecharon el embarrancamiento, postulando; «que si no era capaz de ver a través de la niebla, sería imposible el hacerlo por debajo de la Mar.», una más de las muchas, que se vertieron sobre su gran invento.

Con los debidos permisos se desplazó a la Exposición Universal de París, para así cerciorarse de los nuevos avances en la materia, al regreso, se entrevisto en Madrid con el Ministro, quién le dio permiso, pero verbal sobre una cuestión.

Pero esto fue lo de menos, lo que no se admitió en el Arsenal, es que visitara al Ministro, por lo que al regresar a San Fernando, fue arrestado como si de un vil delincuente se tratara, viéndose de pronto entre rejas sin mayores razones.

A lo que se añadió, que estando Peral encerrado, contestó con un telegrama a unos seguidores suyos en la ciudad de Río de la Plata, que a su vez fue publicado, pero tergiversando lo dicho, pues se afirmaba que el submarino había ya hecho pruebas satisfactorias de inmersión en alta mar, a la que se acompañaban otras sartas de mentiras.

Lo que volvió a provocar a sus enemigos, que no eran pocos ni débiles, pero Peral consiguió enviar otro telegrama, en el que dejó muy claro cual era la situación real del programa, con ello quedó desmentido lo publicado y demostró su buena fe, así consiguió que se acallaran las voces de momento.

Peral seguía encarcelado, lo que provocó que las pruebas casi se paralizaran, pues además el dique número 2 estaba ocupado con el crucero Castilla, así que se le dio el número 1, que aunque más pequeño, podía servir para proseguir, pero de todo esto en Madrid nada se sabía, además de que la tripulación sin su comandante, no sabían muy bien por donde seguir, este retraso fue conocido no así su motivo, lo que llevó a una interpelación en las Cortes.

En una sesión plenaria, el diputado señor Maisonave, demandó al ministro de Marina, el porqué del retraso de las pruebas del submarino Peral, ya que España estaba impaciente ante el progreso del programa, y este sin causas conocidas se había paralizado; a lo que el Ministro, contestó, diciendo que enviaría a una Comisión a San Fernando, para averiguar las causas.

También recibió unas cartas de Casado de Alisal, preguntándole a Peral, que hacía con la cantidad por él entregada, aquellos cien mil pesos en oro, que tan amablemente le giró, por lo que Peral y ya cansado de tanta adversidad volvió a demostrar su honradez, le comunicó que le hacía una transferencia por el mismo importe, al Banco de España, con lo que le devolvía todo lo por él otorgado, gesto que agradeció Casado. (Sin palabras).

La Comisión no apareció por San Fernando, pero si llegó el caso al Supremo de Guerra y Marina, que dictaminó; «que aunque no había habido delito, se abstuviera Peral de reincidir en lo de viajar sin permiso de sus jefes.» En fin la burocracia y las órdenes, son insoslayables, así como ciertos elementos.

Por lo que ya libre y más que descansado, el día treinta de noviembre, se decidió a reanudar las pruebas de profundidad en alta mar, para ello se abordo el submarino y a las 06:00 horas, arrumbaba hacía la salida, pasando otra vez por los sitios ya descritos, consiguiendo el llegar a mar abierto sobre las 12:00 horas.

Para ir sondando las profundidades, en una lancha de vapor iba el hermano de García Gutiérrez, Francisco, pues el otro iba a bordo del submarino, este sondaba y le indicaba a Peral, con una tablilla blanca y los números en negro, la profundidad, ya que en esas aguas las variaciones de ella son casi a diario, así Peral era conocedor del lugar y no corría riesgos innecesarios.

Por lo que de pronto el torpedero submarino se paró, Peral se introdujo en él, cerró la escotilla y en unos pocos segundos, el «cacharro» se quedó con la torre por cubrir solo unos centímetros, pasados unos segundos en los que se verificó todo el panel de luces e indicadores, desapareció totalmente.

Los que le seguían como siempre, se quedaron boquiabiertos y asustados por la rapidez de la maniobra, no llegando a saber con certeza, si se había sumergido por voluntad de Peral, ó que se había ido a pique, ello llevó a que se quedaran fijos con la mirada en la superficie, pues poco más podían ver; algunos se pusieron a cronometrar el tiempo, otros sonreían pero sin ganas y nadie movía sus buques, por temor a tropezar con el sumergible.

Al cabo de unos cinco minutos, en una parte alejada de donde se había sumergido, comenzó a emerger una bandera, después la torre y por fin el resto del submarino, por lo que se prorrumpió en vivas a España y las bandas de músicas a tocar himnos patrióticos.

El submarino se dirigió a la lancha de la Comisión, se acoderó a ella, Peral abrió la escotilla y salió, recibiendo las más efusivas felicitaciones, por parte de todos ellos.

Pero no se paró aquí sino que continuó la jornada, realizando más pruebas, de inmersión, estabilidad y visualidad, que todas fueron positivas, por lo que al término de ellas, puso rumbo a su fondeadero, arribando sobre las 17:30 horas, se arrió su bandera y desembarcaron todos, quedando como siempre custodiado, por la guarnición fija de vigilancia del Real Cuerpo de Infantería de Marina.

Se tuvieron que interrumpir las pruebas, por declararse un fuerte temporal de Levante, pero el día cinco de diciembre, a las 09:00 izó la bandera Peral, y se hicieron otra vez a la mar, como siempre que salían, eran saludados por todos los buques surtos en los caños y bahía, por lo que a su vez, los buques militares lo hacían a salvas de cañón, lo que anunciaba a toda la ciudad la salida del torpedero submarino, lo que provocaba que todos se acercasen a verlos salir, con los típico vivas a España acompañados de todo tipo de saludos.

Al llegar al muelle de Puerta de Tierra, se moderó la velocidad, recibiendo al mismo paso, saludos de personas que allí se encontraban, al acercarse al punto, se dieron cuenta de que eran las familias de los tripulantes, por lo que Peral les devolvió el saludo, arriando e izando la bandera varias veces, así como después y conforme se alejaban con la mano.

Las robustas murallas de Perejil y Apodaca, se encontraban también llenas de gente, por lo que vieron al submarino doblar el muelle de San Felipe y con rumbo al sur, adentrarse en la mar, estando ya frente a las Puercas, Peral y Cubells, se introdujeron en el submarino y cerraron las escotillas laterales, en esos momentos eran las 11:00 horas, el día excelente, sin viento, con sol y mar llana, muy propicio para las pruebas de inmersión.

Como siempre la lancha de sondear se quedó atrás, así mismo todos los buques y barcos de todo tipo, que siempre estuvieron presentes en las pruebas, el submarino se paró y a las 12:00 se sumergió dejando solo la torre fuera, delante se colocó una lancha de vapor del crucero Colón, para anunciar la presencia del submarino, sobre las 12:30, de pronto se sumergió, quedándose todos otra vez atónitos.

Sobre las 13:00 emergió, pero al instante, regreso a su estado natural, sumergiéndose de nuevo, pero está vez iba haber sorpresa, pues al cabo de unos minutos, emergió pero como si fuera un delfín, pegando un salto sobre las aguas.

A esto siguieron más inmersiones y emersiones, que se realizaron con rumbo a Rota, donde volvió a sumergirse, hasta que emergió asomando como siempre primeo la bandera, virando en redondo y poniendo rumbo al Arsenal, pero aun volvió a asombrar, pues se volvió a sumergir y mantuvo el rumbo, por espacio de bastante tiempo, hasta casi llegar a las proximidades de la entrada a la bahía, demostrando así, que se podía guiar aun incluso debajo del agua.

En la prensa se publicó los logros del Peral, pues había descendido en fondo de diez metros a siete, navegando a media máquina y permaneciendo sumergido en total tres horas, en las que el ‹pulmón artificial› no dejó de funcionar y las inmersiones, habían sido de entre ocho y diez minutos, tiempo suficiente para demostrar su estanqueidad.

Pero hasta aquí había llegado el programa de pruebas, por lo que para proseguir, había que elevar al Ministro nuevo formulario de ellas y sus fechas, para que una vez aprobadas se pudieran efectuar.

Mientras en las Cortes hubo otro enfrentamiento, entre Beránger, enemigo declarado de Peral y el Ministro Rodríguez Arias, que se zanjó con la victoria verbal del Ministro, pero que su enemigo no cejó un instante en destruir el programa.

Por lo que el día catorce, prosiguieron las pruebas, con la debida autorización del Ministro, a las 10:00 abandonaron el fondeadero, alcanzando el mar abierto por el cantil del río, rumbo a Puntales.

En esa zona, era muy habitual el cruzarse con los laúd, que transportaban la sal, siendo ese día con viento contrario, por lo que estos veleros iban dando bordadas para no embestir al submarino, uno de ellos el Nuestra Señora de la Merced, en una de las vueltas de ceñida y a pesar de que Peral llevaba al submarino a poca velocidad, el laúd se le tiró encima, su patrón para no hacer daño al buque, consiguió arrumbarlo a la proa del torpedero submarino, pero al presentar el costado el laúd, la proa del submarino le rompió varias de sus tablas de armazón, lo que le provocó comenzar a embarcar mucha agua, pero al llevar el viento de ceñida, viró el patrón y a pesar de ir ya muy escorado, consiguió varar en la playa, salvando así buque y mercancía.

Peral, viró con el buque y se dirigió a su punto de atraque, para allí confirmar el estado del buque, el resultado fue, que ni siquiera le había saltado la pintura en el lugar del impacto.

Como era de esperar este incidente retrasó las pruebas unos días, pero el quince, sobre las 10:00 se volvió a soltar amarras y se hicieron de nuevo con rumbo a mar abierto (no comentamos más el tema de las salidas y entradas, pues siempre eran igual, ya que los buques militares volvían a saludar al cañón al torpedero submarino, con lo que se alertaba la presencia del buque y su progresión en las pruebas, así que cada vez que salía, se formaba la misma historia), ya en aguas fuera de la bahía, se sumergió de nuevo totalmente, realizó un disparo de torpedo, viró dieciséis cuartas y realizó otro en dirección totalmente opuesta a la inicial, y un tercero utilizando como blanco a Fort Louis, éste a una distancia de trescientos metros, los dos anteriores a quinientos, pues los torpedos al parecer se les podía marcar el alcance, por lo que al llegar a esas distancias, se paraban y se quedaban flotando.

Volvieron a hacerse a la mar, el día veinticinco de diciembre, con rumbo al placer de Rota, donde se volvió a sumergir, alcanzando su máxima velocidad que resultó ser, según la corredera de once nudos, con todos los pesos y tripulación, al terminar y como siempre regresó a su fondeadero.

Al termino de esta prueba, se dio el parte a la Comisión, se resumía así: «Siete horas de navegación, veintidós millas de recorrido y el buque listo, para continuar mañana» En menos palabras no se podían decir más cosas.

Este mismo día falleció el capitán de fragata don Antonio Armero, ayudante de la Reina, lo que causo a Peral un profundo dolor, pues era conocedor de que sin el apoyo de él, las cosas se podían poner más feas. Al día siguiente acudió al sepelio, y cuando comenzaron a tirar tierra sobre el féretro, Peral exclamó: «¡Adiós Armero!»

Tanta fue la impresión que sufrió Peral que volvió a caer enfermo, por lo que las pruebas se aplazaron. Recuperó la salud, pero al mismo tiempo se conoció la noticia de que el Rey niño, don Alfonso XIII, había caído gravemente enfermo, pero en realidad se supo después, lo que había ocurrido, es que de los mimos de sus tías, se había pasado en la ingesta de comida, por lo que permaneció ocho días con fiebres y lo que realmente padeció, fue una indigestión.

Pero mientras el capitán general ordenó paralizar las pruebas, hasta que se tuvieran noticias de la mejoría del Rey niño.

El día quince de enero, ya repuesto el Rey, el capitán general, ordenó se volvieran a realizar las pruebas, que ya eran las finales de las preliminares.

Así que este mismo día, sobre las 09:40 comenzó su última prueba, con la intención de resolver o garantizar la navegación submarina.

De nuevo se hizo a la mar, con la algarabía acostumbrada, le seguía como siempre la lancha de vapor del Arsenal y la consiguiente comitiva de todo tipo de buques, al doblar la Punta de San Felipe, por el mal estado de la mar, el submarino dio una fuerte cabezada, por lo que Cubells y Peral, se introdujeron en el submarino y cerraron las escotillas.

Al poco, se sumergió y sobre las 12:00 dispararon el primer torpedo, prosiguió su rumbo y navegó a gran velocidad, pues al sumergirse poco le afectaba el estado de la mar, pero en cambio si que le afectó, la mucha mar de fondo, aun así continuó las pruebas, verificando que el comportamiento era totalmente normal, por lo que dándose por satisfecho puso rumbo al fondeadero.

Se tuvo noticia, del fallecimiento en estos días del anterior Rey de España, don Amadeo I, a causa de una pulmonía.

El mismo día quince, elevó un oficio al capitán general, con las pruebas de su submarino, comunicándole al mismo tiempo, que se daban por finalizadas las preliminares y que permanecía a la espera de las oficiales.

Al mismo tiempo el Ministro fue cambiado, ocupando ahora la cartera don Juan Romero.

Peral, durante unos días estuvo fijo, en redactar una memoria de todas las pruebas realizadas y sus valoraciones, que al ser terminada se la entregó al capitán general, para que éste la hiciera llegar al nuevo Ministro del ramo.

Se aprovecho todo este tiempo, en meter al submarino en dique y repasarlo, dándole al final una nueva capa de pintura, que lo dejó como el primer día y listo para comenzar las pruebas definitivas y oficiales.

En el mes de abril, se designó a los miembros de la Junta técnica, que a su vez se les puso a su disposición el crucero Colón, pero éste entro en dique a la salida del submarino, lo que aún retrasó más las pruebas, pues estas se calcularon de entre diez a doce días.

A finales del mes de abril ya estaban listos los dos buques, pero de nuevo un temporal de Levante, impedía cualquier salida a la mar, y no solo al submarino, sino al propio crucero, lo que no deja de ser significativo.

Pero Peral ya harto de tanta espera, decidió el día veintidós hacerse a la mar, pues en nada podía afectar al submarino y demostrar al mismo tiempo, que su buque podía aguantar cualquier estado de la mar.

Así a las 06:00 horas acompañado del crucero y de los cañoneros Cocodrilo y Salamandra, con la misión de que nadie se acercara a menos de dos millas del submarino, para que éste pudiera navegar libremente y sin peligros de colisión.

La prueba consistía en navegar desde San Fernando a Cabo Hoche, con viaje de ida y regreso, los buques salieron al mar abierto, el viento era del Nordeste, lo que obligó al doblar San Felipe, a que Cubells y Peral se introdujeran en el buque y cerraran las escotillas, se sumergió dejando solo la torre fuera, pero navegando tan rápido, a pesar del estado de la mar, que casi lo perdieron de vista.

Pues en el propio Colón, se mareo casi hasta la bandera, pues el viento había rolado a Poniente, lo que le impedía tomar bien la mar, el submarino iba dando cabezadas y balanceos, pero no cejaron en conseguir lo ordenado, por lo que mantuvieron rumbo y velocidad.

El crucero consiguió darle alcance, y situarse sobre la distancia marcada, pero viendo que él no aguantaba la mar, ordenó por banderas de señales al submarino, que virara ya que se daban por satisfechos, lo que ocurrió fue más chocante todavía, pues el submarino ayudado ahora por el viento, logró alcanzar al crucero y sobrepasarlo, por lo que entró antes en la bahía de Cádiz, donde le esperó y al fondear el crucero, se abarloo a su costado.

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