Perez de Guzman y Sotomayor, Alonso Biografia

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Biografía de don Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor
Más conocido como Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y Zúñiga
 Retrato de don Alonso Pérez de Guzmán.
Alonso Pérez de Guzmán

Capitán general de la Mar Océano y Costas de Andalucía.

Caballero de la Orden del Toisón de Oro.

VII Duque de Medina Sidonia.

X Duque de Niebla.

V Marqués de Cazaza.

XII Señor de Sanlúcar.

Orígenes

Nació el diez de septiembre de 1550 en Sanlúcar de Barrameda. Hijo de Juan Claros Pérez de Guzmán y Aragón y doña Leonor de Sotomayor y Zúñiga. Heredó el título de su hermano Juan Alonso en 1559.

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En el año de 1588, fue nombrado, contra su voluntad, Capitán general de la Armada del Mar Océano en reemplazo de don Álvaro de Bazán, fallecido en Lisboa el día ocho de febrero de éste mismo año, que allí se encontraba alistando la Armada para ir a invadir Inglaterra.

Salió llevando por vicealmirante a Martín de Recalde y a don Miguel de Oquendo, al frente de una flota de ciento treinta buques, que sumaban cincuenta y siete mil ochocientas sesenta y ocho toneladas, con 2.431 piezas de artillería y treinta mil seiscientos cincuenta hombres a parte las tropas para el desembarco.

Debía de incorporársele desde los Países Bajos, Alejandro Farnesio, duque de Parma, con otros veintiséis mil hombres, y juntas todas las fuerzas, llevar a efecto la invasión de la isla de Albión.

Los cortesanos franceses la bautizaron como armada « Invencible » como mote despectivo y sobre la cual se hacían apuestas, sobre las varias vicisitudes por las que pasó, pero en España se le conoce como « La gran Armada de 1588 o La Empresa contra Inglaterra »

Pero el error del rey Felipe II fue el nombrar a tal duque como generalísimo de la flota y de la empresa, llevando a ésta a un fracaso, por no ser conocedor de « las cosas de la mar », pero hay que decir, que el Rey lo nombró por contar con alguien que podía aportar dinero a la empresa y descargar a la Hacienda Real, pues a su vuelta no estaba arruinado, pero poco le faltaba para ello.

El barón de Hübner, en su obra « Sixte Quint » publicada en París en el año de 1882, le califica acertadamente de « hombre sin experiencia y sin ventura », quizás tuviera razón, ya que no dejaba ser uno de los más ricos de España y en el fondo, ni necesitaba una, ni se iba a arriesgar con la segunda, lo que sí perjudicó a la empresa fue el hacer caso sin duda ninguna al propio Rey, por ello él a su vez no lo hizo tampoco a los consejos dados y nombrados como sus lugartenientes, que eran unos experimentados capitanes de la mar.

Farnesio aconsejó al Rey tratar de negociar una paz con Inglaterra, aprovechando el temor que produciría ver a tan gran cantidad de buques reunidos, sin necesidad de exponer la armada a un fracaso, que veía muy probable si la expedición se llevaba a efecto. El duque de Parma, se afirmaba en su punto de vista, que no era otro, que la armada debía despejar de enemigos el canal antes de hacerse él a la mar, transportando a sus numerosos y queridos Tercios de Infantería españoles.

La armada estaba compuesta por muy heterogéneas fuerzas; se hablaban en ella seis lenguas, estaba falta de pilotos prácticos del canal y los buques faltos de víveres y municiones.

El duque de Medinasidonia, arbolaba su estandarte en el galeón San Martín, se tomó muy poco cuidado en los que se quedaban rezagados, y los hubo en abundancia debido a los malos tiempos, por salir en una época del año equivocada; las galeras fueron arrojadas a las costas de Francia y hubo algunas en que se sublevaron los galeotes; ocurrieron abordajes entre los propios buques y la galeaza capitana se perdió en la barra de Calais, pereciendo en ella don Hugo de Moncada.

No era Alonso Pérez de Guzmán, hombre capaz de corregir tal desorden, pues ni tenia experiencia náutica ni había estad al mando de una fuerza semejante y menos de fuerzas de mar, por lo que su nombramiento fue más por interés del Monarca, que por el buen servicio que España iba obtener de ella del esfuerzo de tanta gente y dinero.

Al cabo se sucedieron los combates y en ellos y sobre todo por los malos tiempos, hicieron que sólo regresasen a España cincuenta y tres buques de esta armada; algunos, por ser lo vientos contrarios, tuvieron que rodear por el norte las islas de Albión. Don Alfonso de Leiva, pereció en la costa de Irlanda y otros ochenta y un buques, con catorce mil tripulantes, fueron destruidos por los temporales, los que pudieron llegar a tierra fueron hechos prisioneros, sumando un total de dos mil.

El día veinticuatro de septiembre, fondeó el duque en Santander con muy pocos buques, después de un breve descanso y aprovisionarse de agua y víveres, continuó viaje a Lisboa.

A su llegada a esta ciudad, solicitó licencia alegando motivos de salud, que le fue concedida por el Rey, pues ya no había armada que mandar.

El pueblo español, hizo responsable de todo lo ocurrido al duque de Medinasidonia, nunca se le perdonó, sobre todo su poco deseo de pelear, sus propios soldados lo despreciaban; que no es poco decir.

Don Luis de Góngora, en un verso satírico, le tituló « Dios de los atunes » y que culpa tenían los atunes.

A pesar de todo, el rey Felipe II, le mantuvo en su estimación y confianza; no me extraña que la historia lo reconozca como el « Rey Prudente », lo que nos indica que él si sabía lo que le había costado de su bolsillo, por ello lo mantuvo a su lado, mientras el pueblo se lo achacaba al Duque, pero eso no lastimaba la imagen del Monarca.

En el año de 1596, cuando los ingleses, al mando de lord Charles Howard de Effingham, atacaron a Cádiz, el duque estaba de gobernador y capitán general de Andalucía, con residencia en Sanlúcar, y si bien fue avisado de la aproximación de la armada inglesa, al haber sido avistada desde la costa del Algarbe, no tomó providencia alguna de utilidad: cuando entró en Cádiz con abundancia de tropas, ya los buques ingleses se perdían de vista en el horizonte.

Sin embargo, debió justificar su conducta ante el Rey y éste la probó, « agradeciendo el celo » sic.

Había conseguido la confianza absoluta del Monarca, en gran parte debido a su « Relación del estado en que se hallan las cosas de estos reinos y fuera de ellos de la obediencia de S. M. y del peligro y riesgo en que al presente están », conquistando con ello un elevado concepto de su capacidad como administrador.

Fue por ello, confirmado en los cargos de capitán general del mar Océano y de las costas de Andalucía y se le aumentaron aún más las atribuciones; no solamente siguió atendiendo a la provisión de las plazas del norte de África y guarda de las de Andalucía, sino que entendió en el despacho de Flotas, armamento de la escuadra, su escolta, acopios y organización.

Propuso hombres para generales, almirantes y capitanes, inició jornadas, redactó instrucciones y nada se hacía sin su consentimiento.

Por último « en consideración a los servicios y cualidad de su casa y porque quedara en ella, como es justo, señal de gratificación que merecía el amor y celo y lo bien y honradamente que había empleado la persona en tantos y cualificados negocios como se le encomendaron », por título del año de 1602, ratificado en el año de 1612, se le nombró capitán general del mar Océano a su primogénito Manuel Alonso, conde de Niebla, « para después de los días de su padre »

El duque fue una especie de ministro de marina, sin título ni responsabilidad y con residencia en Sanlúcar.

Cuando en el año de 1604, fue nombrado capitán general de las galeras don Pedro de Toledo, se le prevenía que debía de tratar los asuntos de importancia con el duque de Medinasidonia y que a éste le tocaba decidir y a los demás obedecer.

En el año de 1606, dispuso el duque que una escuadra organizada por él, mandada por el general Juan Álvarez de Avilés, se estableciese « en fortaleza » en la bahía de Algeciras, para defenderse del ataque de la escuadra mucho más fuerte holandesa, que vino al mando del almirante Heemskerk.

La armada española fue batida, y la opinión pública, acusó al duque, no sin razón, por dar órdenes terminantes a un general desde lejos y con la amenaza « de ser tenido por traidor », si no las cumplía estrictamente.

En el año de 1612 fue nombrado príncipe de la mar Filiberto de Saboya, con atribuciones aún más amplias que las que tuvo don Juan de Austria, pues disminuían las del capitán general de las costas de Andalucía, y por ello se consideró agraviado el señor duque, elevando al rey las consiguientes reclamaciones.

Seguramente del disgusto falleció en el año de 1615 en Sanlúcar de Barrameda.

Bibliografía:

Álvarez de Toledo y Maura, Luisa Isabel.: Alonso Pérez de Guzmán. General de la Invencible. Junta de Andalucía. Cádiz, 1994. 2 tomos. La autora es la Duquesa de Medina Sidonia y la obra basada en los documentos de la biblioteca de la Casa Ducal.

Casado Soto, José Luis.: Barcos españoles del siglo XVI y la Gran Armada de 1588. Editorial San Martín, 1988. Premio Virgen del Carmen 1988.

Cerezo Martínez, Ricardo.: Las Armadas de Felipe II. Editorial San Martín. Madrid, 1988.

Cervera Pery, José.: La Estrategia Naval del Imperio. Auge, declive y ocaso de la Marina de los Austrias. San Martín. Madrid, 1982. Premio Virgen del Carmen de 1981.

Díaz-Plaja, Fernando.: La Historia de España en sus Documentos. De Felipe II al Desastre de 1898. Plaza y Janes. Barcelona, 1971.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.

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Mira Caballos, Esteban.: Las Armadas Imperiales. La guerra en el mar en tiempos de Carlos V y Felipe II. La Esfera de los Libros. Madrid, 2005.

Rodríguez González, Agustín Ramón.: Mitos desvelados. Drake y la “Invencible”. Sekotia, S.L. Madrid, 2011.

VV. AA.: La Armada Invencible. Círculo de Amigos de la Historia. Madrid, 1976.

VV. AA.: La Batalla del mar Océano. Ediciones Turner, 1988-1993, 4 tomos 5 volúmenes.


Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor, wikipedia.org (consultado por última vez septiembre 2, 2012).


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