Rojas y Recano, Jose de Biografia

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Biografía de don José de Rojas y Recaño

Retrato al oleo de don José de Rojas y Recaño. Teniente general de la Real Amada española. Caballero profeso de la Orden Militar de Santiago. I Conde de Casas Rojas. I Vizconde de Recaño. Cortesía del Museo Naval de Madrid.
José de Rojas y Recaño
Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Teniente general de la Real Amada española.

Caballero profeso de la Orden Militar de Santiago.

I Conde de Casas Rojas.

I Vizconde de Recaño.

Orígenes

Vino al mundo en la ciudad de Cádiz el día 19 de marzo del año de 1702. Fueron sus padres, don Nicolás de Rojas y Angulo y su esposa, doña Juliana Recaño de la Torre.

Hoja de Servicios

Como era obligado elevó petición de la Carta-orden para su ingreso en la Compañía de Guardiamarinas de Cádiz y al serle concedida sentó plaza el día 14 de enero del año de 1721. Expediente nº 16.

Y aún como tal, en el año de 1727, realizó cruceros por el canal de la Mancha en la escuadra del general don Rodrigo de Torres con la que concurrió al apresamiento de cinco barcos mercantes británicos. Pasó a Indias, en la escuadra del marqués de Mari, regresando a Cádiz, desde Nueva España con caudales el día 18 de agosto del año de 1730. A su llegada se le comunicó que, con fecha del día 1 de octubre del año de 1728, se le había otorgado el primer grado de oficial, alférez de fragata, por los inmejorables informes dados por sus distintos comandantes.

Con este grado se incorporó a la escuadra bajo el mando del general don Francisco Cornejo, con la que zarpó del puerto de Alicante, en la expedición contra Orán y Mazalquivir, el día 15 de junio del año de 1732. Al llegar desembarcó el ejército que entró sin resistencia en la plaza de Orán, abandonada por sus todos sus pobladores y guarnición, lo que decidió al general Cornejo a atacar la fortaleza de Mazalquivir, cuyos defensores, después de un bombardeo de la escuadra y al comenzar a derrumbarse sus murallas, enarbolaron bandera blanca. Entraron las tropas a tomar posesión de la plaza y se reforzó de nuevo la muralla, añadiéndole nueva artillería y dejando una guarnición de seis mil hombres, regresando la escuadra al puerto de salida. A su llegada, Recaño recibió una Real orden fechada el día 8 de octubre del mismo año, por la que se le ascendía al grado de alférez de navío.

En el año de 1733 pasó a incorporarse a la expedición de reconquista del reino de Nápoles, en manos austríacas, para el Infante don Carlos, zarpando del puerto de Barcelona el día 4 de diciembre del mismo año.

Al mando del Infante, desembarcaron en Liorna con nueve batallones de infantería, entrando en el puerto de La Specia el día 20 de diciembre; aquí se reorganizó el ejército pasando el grueso de la fuerza con destino a la Toscana, avanzando hacia la Campania por Perugia, Monterotondo, Aquino, Mignano Montelungo y Piedimonte, haciendo su entrada las tropas avanzadas en la capital el día 12 de abril del año de 1734, el 6 de mayo se rindieron las fortalezas, el 10 entraba don Carlos y el mismo día aclamado por el pueblo, la aristocracia hacía entrega de las llaves de la ciudad al Infante y le juraba como Rey de Nápoles, con el nombre de Carlos VII, sucediendo esto al anochecer del mismo día 10 de mayo.

El mismo día 12 de abril, había entrado en el puerto napolitano el conde de Clavijo, que venía de Barcelona con un refuerzo de ocho mil hombres y artillería de sitio, que resultó decisiva para la rendición de las fortalezas que rodeaban Nápoles. Con estas tropas, al mando del duque de Montemar, se persiguió a los austríacos hasta sus reductos en Puglia, donde se habían hecho fuertes cuatro mil enemigos al mando del general Traun, derrotándolos en la población de Bitondo y después en la de Bari, donde se rindieron, cayendo en manos de los españoles sus banderas, artillería y armas de todo tipo, haciéndose prisioneros a los generales Pignatelli y Radotski. Terminada la guerra, a finales del mismo mes de mayo, volvió Nápoles a ser un reino independiente con monarca propio, después de más de doscientos años en poder de unos o de otros; se consiguió, con poca resistencia, la posesión de Nápoles para el infante don Carlos, futuro Carlos III de España.

Recibió entonces don José de Rojas la orden de regresar a la bahía de Cádiz, embarcando en la división del don Gabriel Pérez de Alderete, compuesta por los navíos Princesa y Conquistador, que zarpó a primeros de agosto del año de 1734 del puerto de Nápoles. En su viaje de vuelta, al ir entrando en el Estrecho, el día 6 de octubre, se divisaron tres jabeques de la regencia de Argel, que fueron alcanzados a pesar de su mayor porte y de resultas del combate sostenido, dos se alejaron malparados, quedando preso el tercero, del porte de 16 cañones, con el que entraron en la bahía de Cádiz.

Prosiguió embarcado en diferentes buques, casi siempre destinados al corso, permaneciendo varios años en esta comisión que no dejaba de ser una buena escuela de guerra. En una de sus arribadas a la bahía de Cádiz se le entregó al Real orden del día 28 de agosto del año de 1740, por la que se le comunicaba su ascenso al grado de teniente de fragata.

Continuó en el mismo servicio, alternándolo con algún viaje a la Guaira, Cartagena de Indias, Veracruz y la Habana, para transportar los necesarios azogues y cargar el situado, regresando a la bahía de Cádiz con los caudales. A su vuelta, trasbordó de nuevo de buque, para transportar unidades del ejército a las islas Canarias, regresando a la bahía, de donde zarpó para llevar pliegos hacia el Mar del Plata. Al arribar del tornaviaje a la bahía, se le entregó otra Real orden, con fecha del día 30 de julio del año de 1741, con su nuevo grado de teniente de navío.

Con este grado ya se le otorgó el mando de bergantines y goletas, con los que volvió a realizar el corso contra las regencias norteafricanas, así como algún viaje a las Antillas en comisión de correo; desembarcaba solo lo necesario para reabastecerse o trasbordar de buque, hasta que, estando fondeado en la bahía, se le hizo llegar una nueva Real orden, con fecha del día 17 de junio de 1747, de pasar como Segundo al navío Glorioso que estaba a punto de zarpar con rumbo a Veracruz.

Este navío, que haciendo honor a su nombre sería recordado por su gesta, estaba al mando de don Pedro Mesía de la Cerda, siendo su Segundo, y ya capitán de fragata, don José de Rojas y Recaño, y los tenientes de navío don Juan Manuel Pérez de Alderete como jefe de la primera batería y don José Francisco de San Vicente con el mismo cargo en la segunda. Zarpó con rumbo a Veracruz donde embarcó caudales, y a su regreso, encontrándose en aguas de las islas Terceras, al amanecer del día 25 de julio del año de 1747, apareció un convoy británico al que daban escolta un navío, una fragata y un bergantín; al ver que la escolta era superior don Pedro eludió la acción pues su misión principal era desembarcar a salvo el situado.

El navío español era del porte de 70 cañones, los británicos eran el Warwick de 60 cañones, la fragata Lark de 40 cañones y un bergantín de 20 cañones, los cuales al ver la inferioridad del español se pusieron a rumbo para darle caza; llegó primero la fragata sobre las nueve de la noche, y al colocarse en la banda, el Glorioso abrió fuego, saliendo muy mal parada al perder parte de su arboladura, lo que le obligó a abandonar el combate; continuó entonces el navío español su rumbo forzando vela, mientras el Warwick hacía lo mismo, dándole alcance un tiempo después, comenzando así un nuevo combate que duró hasta las tres y media de la madrugada del día 23, momento en que el buque británico acortó velas, dejando ir al español, por haber sufrido muchas y graves averías.

De este primer combate, don Pedro, en su informe escribió así: « Los muertos que he tenido durante la función han sido tres hombres de mar y dos pasajeros llamados don Pedro Ignacio de Urquina y Juan Pérez Veas; heridos leves 1º y 2º condestables; de la brigada de Infantería, han sido diez, pero solo uno de cuidado los demás leves; artilleros, marineros y grumetes veintinueve, de los que seis son graves y los demás de muy poco cuidado. Se han disparado 406 cañonazos de a 24; 420 de a 18; 180 de a 8: 4400 cartuchos de fusil »

Los españoles, que se veían ya bien llegados a Corcubión, vieron truncada su alegría como a nueve leguas del puerto cuando, con una niebla cerrada que impedía ver a más de dos cables, de pronto aparecieron, a muy corta distancia, el navío Oxford, de 50 cañones, la fragata Soreham, de 24, y el bergantín Falcon, de 20, de la escuadra del almirante John Byng; era el día 14 de agosto de 1747. Al descubrirlo, le dieron caza sucediendo lo mismo que la vez anterior, pues tras un combate que duró tres horas y tras causar muchas más bajas a los británicos de las que sufrieron los españoles, Glorioso ya libre, aunque en muy mal estado, arribó al puerto de destino al amanecer del día 15 siguiente.

Inmediatamente se pusieron a salvo los caudales mientras carpinteros y calafates taponaban los agujeros más cercanos a flor de agua y se reparaban las averías principales, el bauprés que había sido arrancado y varias vergas, así como reforzar con ligaduras los tres palos, quedando listo para hacerse de nuevo a la mar el día 10 de octubre con la intención de arribar a Ferrol, pero los vientos contrarios se lo impidieron y don Pedro dio orden de virar al Sur y arribar a la bahía de Cádiz.

Navegó sin grandes problemas, separándose de la costa de Portugal por ser un país, en la práctica, tomado por el Reino Unido, de hecho una escuadra de esta nación tenía su base en Lisboa. Hasta que el día 17 de octubre, justo cuando iba a doblar el cabo de San Vicente, se encontró de nuevo con una fuerza de fragatas corsarias que, por los nombres de sus buques, era conocida como la Royal Family, siendo las King George, Prince Frederick, Duke y Princess Amelia, al mando del comodoro George Walker.

Cuadro del momento del combate, en el que el navío Darmouth explosiona. Pintado por Ángel Cortellini. Cortesía del Museo Naval de Madrid.
Combate del Glorioso con el británico Darmouth.
Obra de Ángel Cortellini.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.

En el momento del avistamiento el viento amainó, quedando los buques a alguna distancia pero viéndose perfectamente, aunque sin poder moverse ninguno. Sobre las cinco de la madrugada se levantó un viento de Norte y la insignia británica decidió atacar primero, llegando a tiro sobre las ocho de la mañana; el navío español dejó acercarse a la King George y con tino espectacular, a sus primeros disparos, el palo mayor de la fragata cayó al mar, siendo sustituida por la Prince Frederick; entonces el navío español optó por separarse, al estar ya dañado, y esta actitud envalentonó a los británicos pues poco después se incorporó la Princess Amalia y más tarde el navío Darmouth, de la escuadra del almirante John Byng, que navegaba aquellas aguas, del porte de 50 cañones. De pronto, entre el cruce de disparos de los tres contra uno, en el navío británico, por un incendio producido por algún taco ardiente que alcanzó su santabárbara, se produjo la inevitable explosión y el buque saltó materialmente por los aires con la natural sorpresa de todos los presentes.

El Glorioso continuaba afrontando a las dos fragatas cuando llegó el navío Russell (que unas fuentes lo dan como de 80 cañones y otras de 92) de tres baterías o puentes, que por su mayor altura arrasaba la cubierta del español causando muchas bajas, a pesar de lo cual, el combate se alargó hasta las doce de la noche, hora en que el navío español se había quedado ya sin pólvora ni proyectiles, lo que convenció a don Pedro que alargar la resistencia solo significaba tener más bajas innecesarias sin beneficio alguno, y así dio orden de arriar el pabellón español e izar la bandera, siendo abordado por una dotación de presa y la española trasbordada a las fragatas King George y Prince Frederick, siendo todos transportados a Lisboa.

El navío español sufrió treinta y tres muertos y ciento treinta heridos, siendo el número de bajas británicas, como siempre, desconocido; solo se conocen las del navío Russell, que hablan por sí solas de lo que habría pasado en el resto; eso a pesar de ser muy superior a los suyos y al español; ochenta heridos y muertos seguros, entre los últimos su primer teniente y el primer y segundo contramaestres.

El Glorioso se había enfrentado sucesivamente, y casi sin reposo, a cuatro navíos y siete fragatas, resultando un navío y una fragata hundidos y el resto seriamente dañados, lo que, en números redondos, significaba haberse enfrentado a una verdadera escuadra enemiga, produciendo a ésta pérdidas y daños en proporción fuera de toda lógica, nada rentables para la Marina Real británica y los armadores en corso, de ahí las consecuencias pagadas por sus mandos, pues varios fueron expulsados.

Don José de Rojas, junto a su compañeros, fue ascendido un grado por el Rey al haber demostrado valor hasta el límite mismo de su resistencia, mediante un Real despacho del día 19 de septiembre, que entre otras cosas dice: «…por la gloria y honor con que sostuvo el navío Glorioso, en que venía embarcado el pabellón nacional en los combates expresados, viniendo de Veracruz con un riquísimo registro de caudales de la Real Hacienda y de particulares, que se aseguraron en la ría de Corcubión, una de las de la costa de Galicia…»

Como se puede apreciar, en poco más de tres meses, se le vuelve a ascender al grado de capitán de navío, pero no fue ningún regalo, pues todos se lo ganaron, y el Rey comprendió que era obligado demostrar su aprecio a quienes habían probado valer más que sus enemigos y solo el número mayor de ellos pudo vencerles, pues de haber llevado más pólvora y proyectiles, el combate, a buen seguro, hubiera durado hasta hundirse el Glorioso.

Al ser todos rescatados regresaron a la bahía de Cádiz, donde se le entregó el mando de un navío con el que estuvo comisionado en el corso contra las regencias norteafricanas. Así estuvo varios años con diferentes navíos, hasta que a principios del año de 1765 se le asignó al Rayo, bajel al mando del capitán general don Juan José Navarro que recibió la orden del Rey de formar una digna escuadra para llevar a la infanta María Luisa de Borbón a Génova, para ello eligió nueve navíos, entre ellos el del mando de Rojas, donde enarboló su insignia el marqués de la Victoria.

Arribaron a Cartagena donde se encontraba la Infanta de España, embarcando el mismo día 24 de junio y zarpando al amanecer del día siguiente rumbo a Génova, donde fondearon el 17 de julio de 1765. La infanta se convertiría en la esposa de Pedro Leopoldo de Hasburgo-Lorena, Gran Duque de Toscana y futuro emperador del Sacro Imperio. Hubo fiestas y convites para las dotaciones y mandos y zarpó de nuevo la escuadra hacia el puerto de Liorna, donde embarcó la Princesa María Luisa de Parma, que venía a España para contraer nupcias con el Príncipe de Asturias, futuro rey Carlos IV.

Regresó la escuadra a Cartagena el día 11 de agosto y en el viaje todos observaron la disposición de la escuadra, pues estaba formada por tres divisiones de tres navíos, navegando de tres en línea y de fondo, estando en el centro de la formación el Rayo para resguardo de mares y casi de vientos, de ahí que los trayectos fueran a poca velocidad, para no molestar a las nobles damas. Se celebraron también grandes fiestas en la ciudad de Cartagena, y se prendieron grandes fogatas, pues se presentó un crudo invierno que llegó a congelar las aguas del golfo de Vizcaya.

Fue ascendido a jefe de escuadra en el año de 1769, y nombrado interinamente comandante general del Departamento de Cartagena. Dado que no se nombró a nadie para el cargo, por Real orden del día 22 de noviembre del año de 1775, se le otorgó el mando en propiedad.

Ascendió a teniente general en el año de 1779, continuando al mando del Departamento hasta que por Real título, firmado en San Lorenzo de El Escorial, con fecha del día 14 de noviembre de 1783, se le otorgó el cargo de Capitán General del mismo Departamento, añadiéndole el de Gobernador militar de la plaza de Cartagena, con todos los honores, distinciones y sueldo que los capitanes generales de provincias.

Entre esta fecha y la de su retiro, en varias ocasiones se hizo cargo interinamente de la capitanía general de los reinos de Valencia y Murcia, por orden del Rey, quien le demostraba así su gran confianza.

Por el mes de marzo del año de 1790, escribió a S. M. una carta en la que le pedía, muy firmemente, ser exonerado de todos sus cargos, pues ya había sufrido varios quebrantos de salud y estaba muy cerca de cumplir los noventa años de edad, razón por la que ya no se sentía útil a su Rey.

Por Real orden fechada el día 11 de junio del mismo año, el Rey le comunica que era aceptada su dimisión y en agradecimiento a todos sus desvelos durante tantos años, le mantiene el sueldo y honores como Capitán General. Al recibir la comunicación dejó el mando el día 17 del mismo mes. No eran tan malas las comunicaciones en la época, ya que desde la firma solo habían transcurrido seis días.

Por Real orden del día 24 de junio del año de 1790 S. M. le concede los títulos de conde de Casas Roja y vizconde de Recaño, libre de lanzas y medias annatas, para él y sus sucesores.

Fijó residencia en la misma ciudad, donde era muy querido, sobreviniéndole el óbito el día 7 de octubre del año de 1794, cuando contaba con noventa y tres años de edad de edad, de ellos setenta y tres de servicios muy honrosos a España.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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