Salazar y Salazar, Luis Maria de Biografia

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Luis María de Salazar y Salazar Biografía



Capitán de navío de la Real Armada Española.

Secretario de Marina, Hacienda y Estado.

I Conde de Salazar.

Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.

Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.

Orígenes

Vino al mundo en la ciudad de Vitoria el 15 de marzo de 1758, siendo sus padres don Francisco Antonio de Salazar y Bodin, y doña Ana Teresa de Salazar y de Albiz, por circunstancias familiares, fue criado en casa del marqués de Nárros, en la villa de Vergara, quien era hermano de su madre, aquí recibió su primera educación, siendo alumno de la Sociedad vascongada.

Hoja de Servicios

Sentó plaza de guardiamarina, por virtud de una Real carta orden del 15 de enero de 1775, en la Real Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Cádiz. Expediente N.º 1.366.

Al poco tiempo como práctica de guerra y mar, se le ordenó embarcar a él y varios compañeros de la Compañía, en la expedición contra Argel al mando del general don Pedro de Castejón, llegando a primeros del mes de julio de 1775 frente a esta ciudad, estando embarcado en la bombarda Santa Úrsula, resultando ser una desafortunada acción, regresando a Cádiz y a la Compañía.

En el mes de marzo de 1776, se le ascendió al primer grado de oficial, alférez de fragata, permaneciendo embarcado en la escuadra del general don Luis de Córdova, entre 1779 a 1783, transbordando de un buque a otro para ir familiarizándose con los distintos tipos, participando en las acciones del combate del cabo de Santa María, el 16 de enero de 1780, en el apresamiento del gran convoy británico el 9 de agosto siguiente, en la segunda campaña del canal de la Mancha, durante los meses de junio y julio de 1782, en el bombardeo de la baterías flotantes a Gibraltar el 13 de septiembre siguiente y en el combate del cabo de Espartel el 20 de octubre continuo, entre otras acciones de guerra.

En 1783 participó en el primer bombardeo de Argel, estando esta vez en la escuadra del general don Antonio Barceló, embarcado en la fragata Rufina, pasando a una de las lanchas bombarderas inventadas por el general, con la que prestó distinguidos servicios.

Al regreso de esta expedición, continuó prestando sus servicios en distintos buques y siempre por el mar Mediterráneo, hasta 1788, en este año se le ascendió al grado de teniente de navío.

En 1789, fue destinado a la escuadra del Marqués del Socorro, pero don José de Mazarredo le reclamó como ayudante personal, por ello embarcó en el navío insignia del general, el tres baterías Conde de Regla, participando en la campaña que por precaución de una nueva guerra con el Reino Unido, causada por las diferencia de límites en Nootka se puso en marcha, pero al no suceder, regresaron en el mes de octubre de 1790 a la bahía de Cádiz.

Estando en este fondeadero de la bahía de Cádiz, se le otorgó el mando de la urca Redentora, con la que debía de realizar un tornaviaje con destino a la Habana, viajes entonces muy codiciados por los oficiales, pues era raro no tener que demostrar en ellos su valía, al cual renunció, por no considerarse apto para tal cometido, pero la razón verdadera era que no quería dar de lado a ninguno de sus compañeros, a su regreso en el mes de junio de 1791 fue destinado al Arsenal de Cartagena, donde al llegar se le ordenó embarcar en el navío Terrible.

Estando en este Departamento en el mes de marzo de 1792, fue llamado por el general Mazarredo para que le acompañara a la Villa y Corte, pues éste general estaba entonces redactando las futuras Reales Ordenanzas y pensaba le serían de mucha ayuda sus puntos de vista, a tanto llegó la avenencia entre ellos que lo dejó al cuidado de la impresión de ellas en Madrid.

En el mes de junio de 1793, al declararse la guerra contra la República de Francia se le destinó al navío Triunfante, viajó al Departamento de Cartagena para incorporarse a la escuadra del general don Francisco de Borja, por ser este departamento el de base de la fuerza para combatir a los franceses, al saber de su llegada su general lo reclamó, con la debida petición al Rey, para que fuera su ayudante y secretario, pero en cambio se recibió la orden de que regresará a Madrid, pues había sido nombrado oficial agregado a la Secretaría de Estado del Despacho de Marina, pero desde que se recibió la orden hasta su llegada a la Villa y Corte, siendo el 3 de octubre, al llegar se le notificó habérselo otorgado en propiedad por otra R. O. firmada mientras estaba de viaje.

Continuó en la Secretaria, donde dejó demostrada su valía, pero le acometió una enfermedad que le debilitó, aun así y habiendo sido ascendido a oficial mayor, formó parte de la comitiva Real en el viaje que los Reyes realizaron a Badajoz en el mes de junio de 1801, para pasar revista al ejército destinado contra Portugal.

En el año 1802 volvió a viajar a la ciudad de Barcelona, para las boda del Príncipe de Asturias, con la infanta de Nápoles doña María Antonia y la del príncipe heredero de éste Reino, con la Infanta doña Isabel.

Como era costumbre al celebrarse estos eventos, los Reyes se sentían muy satisfechos, por ello se repartían ascensos y prebendas entre los allegados a la Real familia, por ello al señor Salazar se le ascendió al grado de capitán de navío.

Al poco tiempo se le confirió el cargo de Intendente del Departamento de Ferrol, desplazándose a su nuevo destino en el mes de marzo de 1803, donde permaneció hasta 1807.

Al ser creado de nuevo el Almirantazgo el 27 de febrero de 1807, se le nombró Ministro de él, además de Intendente General de Marina, por esta razón regresó de nuevo a Madrid.

El 24 de noviembre de 1808, se le encargó por la Junta la inspección administrativa de los distintos departamentos de marina, pero a punto estuvo de perder la vida, pues el pueblo recientemente levantado en armas contra el invasor napoleónico, tachaba de traidores a todos aquellos que intentaban abandonar la capital, por ello su coche fue rodeado por la muchedumbre quienes cortaron las riendas del carruaje, viéndose obligado a regresar, consiguiendo salir de Madrid nueve meses después, reuniéndose en la ciudad de Córdoba con sus compañeros, los cuales iban llegando como podían al encuentro.

Pero él no contento con poder haber escapado, quería que su causa se viera en la ciudad de Cádiz, a donde llegó después de muchos sufrimientos, pero al llegar la Junta estaba enterada de su no complacencia con el Rey intruso, pues fuerzas del marqués de la Romana, habían interceptado un correo francés, en el que se hacía saber la oposición y resistencia al nuevo monarca, por parte de los señores don Luis de Salazar y don José de Espinosa Tello. Por ello no se conoce ni tan siquiera se le formara causa contra él.

Pero a los pocos días recibió la orden de la Junta, para que se incorporara a su trabajo de Consejero, aparte de confiarle otros que por sus conocimientos le eran propicios.

En el mes de noviembre de 1811, se le dio un permiso para viajar embarcado hasta Galicia para verificar asuntos de la Junta por espacio de cuatro meses, al término del cual preparado para regresar a la ciudad de Cádiz, el general Castaños le llamó a Santiago, quien le propuso quedarse en estos territorios, donde en esos momentos estaban los ejércitos 5º y 6º, con su cuartel general.

La misión encomendada era la vigilancia y control de la hacienda civil y militar, pues se estaban cometiendo abusos que causaban un grave daño al mantenimiento de los ejércitos, sobre todo en la manutención y esto bajaba la moral de la tropa, al no poder ni siquiera comer todos los días.

Se realizó una consulta al Gobierno de la Junta, pero por el camino se cruzaron las misivas, pues antes de llegar la contestación a Galicia, lo que sí llegó con fecha del 24 de mayo de 1812, fue la orden de la Junta de que Salazar se reincorporará lo antes posible, preparando su viaje por mar de vuelta a Cádiz le llegó la noticia de que se le había nombrado Secretario de Hacienda, con fecha del 23 de junio del mismo año.

Pero él considerando por su gravedad directa en el buen hacer de las armas su permanencia en Galicia, remitió en varias ocasiones la renuncia a su cargo en la Junta, pero ésta no se la admitía, por ello al final tuvo que ceder momentáneamente tomando posesión de la Secretaría el 6 de septiembre, pero de nuevo volvió a presentar su dimisión, la cual por fin le fue aceptada con fecha del 1 de octubre siguiente.

Pero no le dejaban descansar a pesar de su débil salud, pues se le nombró interinamente con fecha del 20 de octubre jefe político de la ciudad de Sevilla, puesto que sí acepto, por no corresponderle un sillón ministerial, tomando posesión de su cargo el 22 de noviembre.

Permaneciendo en este puesto, la Junta siguió insistiendo para que formara parte del Gobierno, ofreciéndole reiteradamente la Secretaría de Hacienda e incluso la de Estado, pero continuó negándose, aún así el 27 de diciembre de 1813, se presentó su sustituto en la ciudad de Sevilla, con la orden de presentarse cerca del Gobierno pero no abandonó el cargo, hasta el 18 de marzo de 1814.

Se le entregó la orden de las Cortes del 1 de febrero de 1814, notificándole haber sido nombrado miembro de la Junta de Crédito Público, por ello se presento en Madrid el 3 de abril siguiente.

El 4 de mayo, por Real orden de S. M. dictada personalmente por el Rey pues no era de las que le daban a firmar, sino que fue decisión suya, se le nombraba Secretario de Hacienda y un tiempo después, se le añadió el de Marina, pero como ya era normal en él, los grandes sillones no eran de su tamaño, se perdía en ellos y eso de no controlar no era de su gusto, no se había sentado cuando a escribir renuncias que lógicamente no le eran aceptadas, hasta que el 24 de enero de 1816, muy contrariado el Rey le envío al capitán general del distrito, para que se preparara a salir de viaje a Vitoria con toda su familia.

Pero aún así se le conservo el cargo efectivo de Consejero de Estado, lo que aminoró su caída que más bien lo deseado por él. Por eso a veces es tan difícil distinguir unas cuestiones de otras y hay que estudiar al personaje, para saber o tratar de hacerlo y sacar a la luz la verdad de las acciones y decisiones que tomaba.

Pero un tiempo después, se le autorizó a establecer su casa en la ciudad de Bilbao, petición que él había realizado. Estando en ella se dedicó a realizar trabajos literarios y a contestar a consultas que desde el Gobierno se le hacían, con referencia tanto a cuestiones de la Marina, como ajenas a ella.

Como era tan conocido, por sus buenos trabajos en casi todos los ámbitos de la administración, en 1819 la ciudad de Bilbao pidió al Rey fuera autorizado plena y exclusivamente al señor Salazar, para controlar la construcción de una plaza muy necesaria para la ciudad, la cual por intereses encontrados entre las diversas administraciones llevaba más de treinta años parada.

Esta petición fue atendida por S. M. quién la autorizó, pero en esas fechas fue restablecido el sistema constitucional, por ello otra vez se le llamó desde el Gobierno, siendo nombrado Secretario de Marina, de nuevo para no perder la práctica comenzó a enviar sus renuncias, pues entendió que la nueva Junta Provisional de Gobierno no era de su agrado.

Su personalidad le permitió comprender a los caídos, pero tampoco eran de su parecer los nuevos gobernantes, por lo exaltado de sus respectivos partidos, por ello y a pesar de ser reclamado por los dos bandos, estos siempre recibían la misma respuesta, que no era otra que la constante negativa a ocupar cargos de sillón.

Por todo ello abandono la capital y retornó a su casa en la ciudad de Bilbao llegando el 20 de mayo de 1820, donde volvió a dedicarse a la literatura, aprovechando el tiempo en realizar muy buenos trabajos.

Al ser invadida España por el duque de Angulema y después de las capitulaciones de los generales Mina, Ballesteros y Morillo, la Regencia que se formo lo nombró Secretario de Marina, pero insistió tanto en su ya conocida negativa, consiguiendo de la propia Junta admitiera su nombramiento pero como ‹interino›, como a tal figura en un documento. Aunque de poco le sirvió, pues al poco tiempo con la misma interinidad y por enfermedad de los respectivos secretarios, se le amplió el trabajo, entregándosele las secretarías de Hacienda y Estado.

Se desvivió por intentar recuperar a nuestra maltrecha Armada, por ello cuando la Hacienda lo permitía, se volvieron a construir buques, reparar a los que se podían salvar, reformó diques de protección de puertos y bases, restaurando edificios en los Arsenales, en fin que no decayó un ápice su labor constructora, siempre que el erario público se lo permitiera.

Permaneció en el cargo (y eso que era interino) hasta el 1 de octubre de 1832. En el largo tiempo que estuvo al frente de tanta responsabilidad, se realizaron reformas y reglamentos útiles que permitieron disponer de una mejor información a sus ministerios, pero sobre todo la de Marina, como la mejora efectuada en los llamados ‹Estados Generales de la Armada›, dejando una extensa colección de documentos impresos de reales decretos y otras resoluciones que se publicaron estando durante su mando, dejó su puesto el 1 de octubre de 1833, por los movimientos políticos acaecidos durante la segunda enfermedad del monarca don Fernando VII.

Al dejar el cargo se instaló en Madrid, donde falleció en su casa sita en la calle del Lobo, feligresía de la parroquia de San Sebastián, sucediendo el luctuoso suceso el 29 de abril de 1838, cuando contaba con 80 años, un mes y quince días de edad.

Estaba en posesión de las condecoraciones españolas ya descritas, más la Gran Cruz de San Genaro. Nápoles, Legión de Honor. Francia y con la Flor de Lis.

En los referidos espacios de tiempo, en que se dedicó a la escritura, le fueron publicadas las siguientes obras: Un opúsculo «De la venta libre del vino en la ciudad de Vitoria.», bajo el seudónimo de Patricio Victoriano, impreso en Vitoria y después reimpreso en Madrid en 1798, con 300 páginas.

Y con referencia a la Armada: «Carta a D. Antonio Company, editor de las ordenanzas navales de la corona de Aragón formadas el año de 1354.», ésta fue escrita para combatir un libelo, que se había publicado, expresando que en la Armada no habían penas contra la cobardía e indolencia y de dicterios a los marinos; fue escrita a bordo del navío Terrible en tránsito desde Cádiz a Cartagena y no se publicó a pesar de los esfuerzos realizados por el entonces capitán de navío don Antonio de Escaño.

«Examen critico e imparcial sobre el combate naval de la escuadra española con la inglesa del almirante Jervis, en 14 de febrero de 1797.» Se imprimió a escondidas en Madrid, aparentando se había hecho en Barcelona, fue tan grande el aprecio a ésta obra, que se reimprimió en Cádiz dado que la oficialidad de la Armada la agotó en muy poco tiempo.

«Análisis de la ordenanza económica de marina de 1799.», en la que ponía de manifiesto las incongruencias contenidas en ellas; la escribió por orden del Ministro de la Guerra que a su vez lo era interino del de Marina.

«Plan sobre nuevo arreglo de las matriculas de marinería.» Encargada por el ministro de Marina, siendo aprobada por la junta de consejeros de guerra.

«Ordenanza de matricula.» Era una traslación de su anterior Plan, la cual entregó en el mes de mayo de 1801.

«Reglamento para el resguardo marítimo de las costas de la península.» Por encargo y de acuerdo de los ministros de Hacienda y Marina, entrando en vigor en 1801.

«Instrucciones de algunos puntos del régimen económico de arsenales.» Entró en vigor en 1801.

«Discurso sobre los progresos y estado actual de la hidrografía en España.» Imprenta Real. Madrid. 1809, en 4º.

«Juicio crítico sobre la marina militar de España, dispuesto en forma de cartas de un amigo a otro.» Publicada en Madrid entre 1814 y 1815, con una reimpresión aumentada en 1821. Esta obra consta de cuatro volúmenes en 8º, incluye cuarenta cartas, de las cincuenta y cuatro que fueron escritas, quedando catorce inéditas hasta hoy.

Ésta es una clara muestra de lo que cuesta escribir de Historia Naval de España, pues ni siquiera a los propios autores, totalmente autorizados en la materia se les consentía ciertas licencias, pero es nuestro sino.

«Hallar el modo de restablecer la marina de guerra, o cuando menos la esperanza de que se restablezca.» Esta obra también tiene su enjundia, pues le fue solicitada por el Ministro, cuando se encontraba en su retiro forzado de Bilbao, siéndole confidencialmente propuesta en 1818, pero al entregarla ya había cambiado el Secretario, por ello tampoco se publicó y ha quedado en el anonimato más absoluto; se conserva el manuscrito que consta de 610 folios, dividida en dieciséis prolijos estados.

Y por último «Manifiesto del conde de Salazar, a consecuencia de la exposición leída a las cortes generales del reino por el Excmo. señor secretario de Estado y del despacho de Marina en los días 11 y 13 de agosto de 1834.» Publicada en Madrid en octubre de 1834, en 4º y con 44 páginas, en la imprenta de Don Miguel de Búrgos.

Como se podrá apreciar era duro a pesar de su débil salud, constante y excelente trabajador, un impenitente negado a ocupar cargos políticos y un escritor muy ávido, a juzgar por la cantidad de trabajos realizados, demostrando no le importaba (como a tantos otros) cambiar la pluma por la espada o viceversa, debió de ser una excelente persona, tanto de trato como de conocimientos, pues todos reclamaban sus servicios y al igual que tantos otros, un desconocido para la gran mayoría de los historiadores españoles, pero aquí está para ser recordado y que sus desvelos, puedan ver la luz del conocimiento que él poseía.

Sólo nos queda una pregunta sin respuesta. ¿Por qué todas las personas inteligentes en España se niegan a ser políticos?, es una incógnita que aún está por descubrir, ¡como tantas otras en nuestra Historia!.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Espasa-Calpe. Completa 116 tomos.

Fernández de Navarrete, Martín. Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Madrid, 1851.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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