Uriarte y de Borja, Francisco Javier de Biografia

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Francisco Javier de Uriarte y de Borja Biografía


Retrato al oleo de don Francisco Javier de Uriarte y de Borja. XVIII Capitán General de la Real Armada Española. Presidente del Almirantazgo. Caballero profeso de la Militar Orden de Santiago. Placa de la Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III. Consejero de S. M. en el Supremo de la Guerra.
Francisco Javier de Uriarte y de Borja.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


XVIII Capitán General de la Real Armada Española.

Presidente del Almirantazgo.

Caballero profeso de la Militar Orden de Santiago.

Placa de la Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.

Consejero de S. M. en el Supremo de la Guerra.

Orígenes

Vino al mundo el 5 de octubre de 1753 en la población del Puerto de Santa María, siendo sus padres don Miguel de Uriarte y Herrera. Caballero de la Real y Militar orden de Santiago, y doña María de Borja Lasteros y Larraspuru, descendiente por línea paterna de los Duques de Gandía.

Hoja de Servicios

El 31 de mayo de 1774 sentó plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz, a los veintiún años de edad. Expediente N.º 1.289. Junto a su hermano Luis Francisco, nacido en 1755.

Por su aplicación y el llevar una educación sobresaliente, sólo un año más tarde el 3 de junio de 1775 se le ascendía a alférez de fragata.

Participó en la expedición contra de Argel, llevada a cabo en el mismo año, al mando del general don Pedro Castejón y el ejército al del Conde de O'Reilly, resultando un fracaso por el contraataque de la caballería mora.

Poco después participó en la expedición al Mar del Plata, en territorio de Brasil, perteneciente a la corana de España, pero los portugueses lo invadieron, causa por la que se envío al general Marqués de Casa Tilly, mientras el ejército lo estaba al del general don Pedro Ceballos, participando en la reconquista de la isla de Santa Catalina y la de Sacramento, entre los años 1776 y 1777.

Por Real orden del 23 de mayo de 1778 fue ascendido al grado de alférez de navío.

Por Real orden del 21 de diciembre de 1781 se le ascendió al grado de teniente de fragata.

Por Real orden del 21 de diciembre de 1782 fue ascendido al grado de teniente de navío.

Participó en la expedición científica al estrecho de Magallanes de 1788, estando a las órdenes de don Antonio de Córdova, a quien el Gobierno facultó para elegir los buques y sus dotaciones, siendo nombrado segundo del paquebote Santa Eulalia, en ésta demostró gran entendimiento en las ciencias y un gran valor al realizar exploraciones peligrosas, siendo siempre el primero en ofrecerse para ello, descubrió varias islas y puertos, a uno de los cuales se le puso su nombre y después de una larga y accidentada navegación, producida por temporales propios de la zona llegó a la cabecera del Cabo del Pilar, límite occidental del estrecho en la costa del Fuego, que desemboca en el océano Pacífico.

Por Real orden del 21 de septiembre de 1789, se le ascendió al grado de capitán de fragata.

En todas las comisiones encomendadas se mostraba entendido y valeroso.

A su regreso, en el mismo año 1793, participó en la campaña del Rosellón y poco después en la de Tolón.

Por sus méritos y por Real orden del 25 de enero de 1794 se le ascendió al grado de capitán de navío, en éste año se le encomendó una misión arriesgada, para ella se le otorgó el mando de la fragata Lucía, se hizo a la vela desde el puerto de Cádiz, cruzó el océano Atlántico, donde burló a los británicos que cruzaban en misión de vigilancia en busca de presa, arribó al Río de la Plata donde entregó los pliegos, se embarcaron en su buque cinco millones de pesos fuertes y regresó, burlando de nuevo a sus perseguidores en su derrota, desembarcándolos en el puerto de Cádiz sin novedad.

Por Real orden se le otorgó el mando sucesivamente de los navíos, Terrible y Concepción, con éste último zarpó de la bahía de Cádiz el 13 de mayo de 1799, formando parte de la escuadra al mando del general don José de Mazarredo, quedando internada en Brest donde arribaron el 8 de agosto seguido.

Enterado Napoleón de los buenos servicios prestados y los méritos profesionales, le distinguió con el mejor regalo que puede recibir un militar, un sable de honor, al que Uriarte le tenía en gran estima.

Pasó de nuevo a mandar los navíos, sucesivamente Príncipe de Asturias, Guerrero y Argonauta, en éste trasladó a los Reyes de Etruria, formando parte de la escuadra al mando del general don José Solano.

Por Real orden el 5 de octubre de 1802 se le ascendió al grado de brigadier.

En la desafortunada acción naval del 21 de octubre de 1805, combate de Trafalgar, ostentaba el mando del coloso de los mares, el navío Santísima Trinidad, único de cuatro baterías que ha existido y con más de 140 bocas de fuego, las oficiales eran menos.

El navío Santísima Trinidad, en este combate enarbolaba la insignia del jefe de escuadra don Baltasar Hidalgo de Cisneros, segundo del general Gravina, se batió al principio llevando una ventaja, enfrentado con el navío británico Victory, quien no pudo realizar el corte de línea por entre él y el navío francés Bucentauro, siendo esa la intención del almirante Nelson, quien enarbolando su insignia en el navío británico, navegando en encabezaba una de las dos líneas de ataque.

Como la suerte y la fortuna hay que buscarla, en ayuda del Victory, que estuvo unos minutos en franca desventaja, acudieron en su auxilio los navíos Temeraire y Neptune, el primero haciendo honor a su nombre, fue el que logró contar la línea, ocupando la banda de estribor del Trinidad, mientras el Neptune, lo realizaba por la de babor, por ello el español se vio rodeado de enemigos siendo batido por todos los costados, mientras él apenas podía realizar sus fuegos con efectividad, y sobre el Neptune sólo lo podía realizar con las bocas de fuego de popa, pues le tenía de enfilada, además el navío insignia británico proseguía su ataque sin vacilaciones.

Cuando fue retirado y puesto a cubierto del fuego enemigo, el general Hidalgo de Cisneros también se encontraba en la enfermería herido de gravedad, siendo Uriarte quien tenía el mando, ordenando llamar al oficial comandante de la primera batería, por ser el más antiguo de los que quedaban en pie y previa consulta con todos ellos, decidieron rendir el ya inútil navío, para tratar de evitar en lo posible más pérdidas humanas sin necesidad.

Fue apresado por los hombres del navío británico Prince, quienes lo marinaron y largaron un cabo para su remolque, pero estaba tan maltrecho que a pesar de los muchos esfuerzos de los británicos por salvarlo, pues para ellos era una gran victoria conseguir a éste coloso de los mares, se vieron obligados a abandonarlo yéndose a pique a los pocos instantes, con ello perdieron una gran oportunidad de guardar un recuerdo para la posteridad.

Fue llevado a Gibraltar con el resto de los apresados en el combate, al almirante Collingwood le llegaron noticias del apresamiento de cierto sable de honor, cogido por los británicos en el combate y que pertenecía a un valiente general español, ordenó realizar las averiguaciones oportunas al caso, por ello le fue devuelto, diciéndole: «Como testimonio honroso y prueba de estimación al valor español.»

El almirante británico, también le hizo entrega de un cuadro que representaba a la Patrona del Trinidad, eso sí agujereado a balazos, rescatado del buque antes de irse a pique y los restos de la bandera de España que tan heroicamente había sido defendida. (Todos estos objetos están hoy custodiados por el Museo Naval, siendo entregados por su esposa ya viuda.)

Con fecha del 27 de octubre le escribe a su esposa doña Francisca Javier de Uriarte y Gálvez, con estás lacónicas palabras que, dejan muestra imperecedera de los grandes hombres, pues en la brevedad se contrae todo un gran significado de hombre de honor:

«Mi querida Francisca: He quedado con vida y con honra. — Tu esposo, Javier.»

En el mes de mayo de 1838 fue visitado por don Jorge Pérez Lasso, éste le invitó a realizar un relato de los sucedido en el navío de su mando en el combate, siendo publicado en El Fanal, como crónica marítima el 9 de febrero de 1843.

«Sobre los hechos notables particulares de aquella acción ninguno puedo referir; más en el Trinidad, unos murieron en sus puestos, y otros no tan felices, mutilados, les sirvió el navío de sepulcro, yendo á pique con ellos en medio de los horrores de una borrasca, que impidió al enemigo darles auxilio: allí desaparecieron oficiales y hombres de todas clases dignos de mejor suerte… Y ya que usted lo desea y me presenta la ocasion, séame permitido honrar entre todos la memoria del dignísimo teniente de navío D. Juan Matute, oficial que siendo Comandante de la tercera batería, viéndola desmontada y muertos y heridos todos sus sirvientes, subió sobre el alcázar donde yo me hallaba con el de la misma clase D. Joaquin de Salas, y me dijo que, inutil su presencia en su puesto, venia á ocupar á mi lado el de más riesgo: efectivamente, aquel era el lugar del honor, y en el acto de este parte, un cañonazo se llevó de mi lado a don Joaquin de Salas, que estaba haciéndome reflexiones propias de aquellos momentos: y con el intérvalo de diez ó doce segundos otra bala llevó una pierna á Matute, quedando yo, aunque con dos contusiones, el solo hombre en pié en el alcázar, toldilla y castillo, cuyos espacios, cubiertos, todos de heridos y mutilados, presentaban la escena más imponente, hasta que cayendo los tres palos por sus fogonaduras y cayendo yo entre mutilados y muertos, quedé fuera de combate por un astillazo que recibí en la cabeza.»

Por Real orden del 9 de noviembre de 1805, firmó el Rey una promoción general para todos los que habían participado en el combate, por ello se le ascendió al grado de jefe de escuadra.

En 1806 se le nombró Mayor General de la Armada y Consejero de Guerra, siguiendo en estos destinos hasta 1808 por la invasión francesa, al producirse el alzamiento nacional del 2 de mayo contra nuestros nuevos enemigos, a quienes por defender en Trafalgar se perdieron tantas vidas españolas.

Al ser invadida la Villa y Corte por los ejércitos napoleónicos, presentó la dimisión de su cargo, no siéndole aceptada por el general Mazarredo, director general de la Armada y Ministro de Marina del Rey intruso José I.

Siendo invitado a presentarse en el Palacio Real y en él prestar el juramento de fidelidad al rey José Bonaparte, por ello recibió un oficio firmado por el general don José de Mazarredo, fechado el 9 de julio del propio año, al cual contesto con otro, dirigido a su remitente en el que dice:

«Excmo. Sr.: He recibido el oficio de V. E. de esta fecha en que me previene me presente en la Secretaría de Marina con objeto de prestar juramento de fidelidad en manos del Rey, cuyo honor dice V. E. quiere dispensar á los Generales del ejército y Armada.
Ni mi honra ni mi conciencia me permiten renovar, acudiendo al mandato de V. E. juramento que tengo hecho a mi legítimo Soberano y estoy pronto á perder mi empleo y mi vida, antes que acceder á lo que V. E. solicita en su oficio, que dejo contestado. Dios guarde á V. E. muchos años. Madrid 22 de julio de 1808. — Excmo. Sr. — Francisco de Uriarte. — Excelentísimo Sr. D. José de Mazarredo.»

Puso en marcha inmediatamente una fuga, único medio de salir de la capital con vida, llegando a Sevilla y presentándose a la Junta Central, ésta le nombró jefe de la Junta de inspección de la Armada, negándose a aceptar hasta ser juzgada en Consejo de Guerra su conducta, por haber permanecido en territorio ocupado por los napoleónicos.

La Junta tenía constancia de su permanencia en Madrid, pero también de su conducta, por ello no admitió su demanda, al ser conocedora de la defensa que había hecho, sin menoscabo del honor militar, en reconocimiento lo confirmó en su nombramiento y ocupó su destino.

En 1809 se le nombró gobernador militar de la isla de León, ocupando éste cargo ordenó y dirigió el corte del famoso puente de Suazo, pero evitando por su antigüedad fuera destruido, para ello ordeno que en su parte central fueran desmontados los sillares, y numerados de tal forma que, resultase más fácil su posterior reconstrucción.

En sus memorias el general don Antonio de Escaño, a la sazón Ministro de Marina en aquellos momentos, dejó escrito: «Á este Jefe se le debía la cortadura del puente de Suazo y las baterías de defensa que impidieron la entrada de los franceses en 1810, y que al dejar el mando tenía muy adelantadas las baterías de Gallineras y Santi Petri.»

A petición de la Junta de entregar un tercio de la plata que pudieran tener los ciudadanos de la isla de León, Uriarte hizo entrega toda la que disponía, renuncio a parte de su sueldo como general embarcado para así descargar a la Junta de mayor gasto, en este acto, hay que señalar que solo otro marino el brigadier don Ignacio Fonnegra, tuvo el mismo rasgo.

En el mes de marzo de 1810, la Junta lo nombró Gobernador militar y político de la plaza de Cartagena, (hay que recordar aquí que, esta plaza fue amenazada en varias ocasiones por las tropas napoleónicas, pero nunca se lanzaron al ataque sobre ella, siendo por ello la segunda ciudad que no fue invadida en toda la península) pero se negó precisamente por no perder la cara al enemigo, demandando ser destinado a un lugar de verdadero riesgo, por ello se le ordenó ponerse a las órdenes del general don Juan María Villavicencio, comandante general de la escuadra de Cádiz.

Solicitando que: «…sin consideración a su rango con renuncia a las gratificaciones propias del general embarcado y a parte de su sueldo, se le encomendara el mando de una división de las fuerzas sutiles o de una lancha cañonera.»

Por ello la Junta le dirigió un oficio por el que le daba las gracias, pero se le destinaba como Jefe del Arsenal de La Carraca, baluarte que en aquellos momentos era la primera línea de fuego.

De nuevo el Consejo de Regencia lo nombró Gobernador político y militar de la plaza de Cartagena, así como su Capitán General, para evitar volviera a negarse se le adjuntó a la Real orden del 12 de enero de 1811, lo siguiente:

«El Consejo de Regencia, rodeado de graves cuidados cada vez más estrechos, recibe mucha aflicción en que los sugetos de su confianza se resistan á cooperar á sus miras, forzándole á encomendar las empresas á quienes no pueden desempeñarlas, que generalmente son los más audaces y presumidos. En las circunstancias críticas del día sería un grave delito la obstinada resistencia de V. S. El bien de la patria no permite al Consejo de Regencia acceder á la demanda de V. S., ni á V. S. insistir por más tiempo en ella.»

Es obvio que ante esto se desplazo a su nuevo destino tomando el mando. Otra prueba de su altruismo quedó demostrada al legar los fondos por primera vez para el pago de salarios y atrasos, Uriarte renunció su parte correspondiente, siendo el montante de la deuda unos treinta mil reales, cediéndola a favor de los más necesitados de la plaza de Cartagena.

Por Real orden del 14 de octubre de 1814, se le asciende al grado de teniente general.

En éste mismo año renunció a la plaza de Consejero de la Guerra y se retiró con la pertinente licencia al Puerto de Santa María, fatigado por los sufrimientos físicos y morales, sufridos durante la guerra de la Independencia, para intentar reponer su maltrecha salud, sobre todo la recurrente molestia en su pecho de uno de los astillazos que recibió en el combate de Trafalgar.

En 1816 algo repuesto de sus enfermedades, fue nombrado capitán general del Departamento de Cartagena, poniéndose inmediatamente a intentar reparar los graves problemas por los que atravesaba la Armada, dispuso la reparación de los edificios y la carena de los buques afectos a su jurisdicción; entre los buques reparados se pueden contar, el navío Guerrero, las fragatas, Perla y Casilda, la construcción del bergantín Jasón, del porte de 22 cañones y fueron recorridos los buques, navío, Asia, fragata, Diana y corbeta Fama, permaneció en su destino durante cinco años.

En esta lucha contra tanta adversidad y pasividad de algunos, terminó por quebrantar su ya maltrecha salud, viéndose obligado a pedir licencia por tres veces, al serle concedida por Real orden del 22 de abril de 1822 se retiró definitivamente al Puerto de Santa María, a disfrutar de un descanso más que merecido, pues contaba con cuarenta y nueve años de servicio.

En premio a sus múltiples servicios prestados, por Real orden se le ascendió a la máxima dignidad de la Real Armada como su Capitán General y Presidente del Almirantazgo, con fecha del 16 de enero de 1836.

No terminaron con ello sus demostraciones de gran hombre honrado y cabal dando una nueva muestra de altruismo, pues renunció al exceso de sueldo que le correspondía durante la guerra civil, un nuevo donativo que ascendía a más de diecinueve mil duros. (Como aclaración, un duro era el equivalente a ocho reales de plata, con el mismo peso, que el posterior duro de cinco pesetas y veinte reales de 1869.)

Falleció el 29 de noviembre de 1842, en su ciudad natal y en la misma casa que en 1753 le había visto nacer. Contaba con ochenta y nueve años de edad, de ellos sesenta y ocho de inigualables por humanitarios servicios a España.

Don Manuel Marliani, quien en su obra sobre el combate de Trafalgar escribe una biografía de Uriarte, da comienzo a ella con una descripción sobre su persona; hemos considerado que mejor dejarla para el final, dice así:

«Uriarte: hombre de Plutarco, caracter digno de los tiempos heróicos de la antigüedad, resúmen de todo lo que los anales de la historia nos refieren de la hidalguía castellana, D. Francisco Javier de Uriarte y Borja, es uno de los tipos más hermosos de la época memorable que ha producido tantos hombres de un temple acerado que resistieron á la corrupción y protestaron contra la inmoralidad y las vituperables costumbres de su tiempo: veremos á D. Francisco Uriarte y Borja en su larga carrera siempre el mismo, el vir bonus de Horacio.»

Sus restos debieron reposar en el Panteón de Marinos Ilustres mucho tiempo antes, pero la emotiva actitud de su viuda quien pidió ser enterrada junto a él, dejó en suspenso el traslado, hasta que por iniciativa del capitán general de la Zona Marítima del Estrecho, almirante don Hermenegildo Franco González-Llanos, S. M. el rey don Juan Carlos I dispuso por Real decreto del 28 de julio de 1983, el traslado de los restos del capitán general de la Armada don Francisco Javier de Uriarte y Borja, desde el cementerio de la población del Puerto de Santa María, al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando.

Corto viaje en la distancia, pero amplio en la grandeza y excelsitudes, de un marino que se lo merecía y no se le había hecho justicia.

En su lápida hay una inscripción, que dice:

Placa en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando en recuerdo de Francisco Javier de Uriarte y de Borja.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Aquí yace el Excmo. Sr.

D. Francisco Javier de Uriarte y Borja

Capitán General de la Real Armada Española

y Presidente del Almirantazgo.

Al mando del navío “Santísima Trinidad”

resultó herido en el combate de Trafalgar

el día 21 de octubre de 1805

al enfrentarse heroicamente

a cuatro navíos ingleses.

Gobernador Militar de la isla de León

en la guerra de la Independencia

y capitán general del Departamento de Cartagena

destacó en las campañas de Argel

Santa Catalina, Rosellón y Tolón

exploró el estrecho de Magallanes,

donde descubrió varios islotes y puertos.

Murió en el Puerto de Santa María

a los 89 años de edad

el día 29 de noviembre de 1842.

Bibliografía:

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Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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