Zuloaga, Santiago Agustin de Biografia

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Biografía de don Santiago Agustín de Zuloaga

Capitán de fragata de la Real Armada Española.

Marino que comenzó su carrera desde el grado de Grumete.


Orígenes

Vino al mundo en el año de 1715 en la ciudad de San Sebastián.

Hoja de Servicios

De familia acomodada y parientes marinos, ya al estudiar sus primeras letras, destacó en matemáticas por lo que al cumplir los catorce años de edad se alistó como grumete en la Real Armada, siendo admitido como tal el día 31 de julio del año de 1729. Continuó estudiando y perfeccionándose embarcado en la fragata Potencia, integrada en la escuadra del marqués de Mary, que zarpó de la bahía de Cádiz, con rumbo a Tierra Firme, arribando a la Guayra y después a Cartagena de Indias, regresando al puerto de partida ya entrado el año de 1730.

En el mes de noviembre siguiente zarpó de nuevo con rumbo a la Habana, donde se encontraba embarcado cuando le dieron la orden de trasbordar al navío Gallo Indiano, el día 1 de abril del año de 1731. Durante el viaje su comandante lo nombró marinero, el día 14 de abril en pleno océano, arribando a principios de junio a la bahía de Cádiz.

Nada más fondear se le dio la orden de embarcar en el navío Reina, insignia del jefe de escuadra don Rodrigo de Torres, formando parte de la escuadra al mando del marqués de Mary, con la que arribó a Liorna, y estando en este puerto, el día 19 de junio, fue nombrado artillero de mar, regresando al término del mismo año de 1731 a la bahía de Cádiz, donde pasó a tomar un descanso, el cual aprovechó para que su tío, a la sazón teniente de navío Echecurria, le ayudara en el conocimiento de la astrología.

En el mes de febrero del año de 1732 se le ordenó embarcar en el navío Lanfranco, con el que zarpó rumbo a Guarico, en la isla de Santo Domingo, lugar también cocido como «cabo Francés», regresando a la Península en junio siguiente con el mismo buque en la escuadra al mando del marqués de Torre Blanca.

La ayuda de su tío se notó, pues aprobó el examen de pilotín, título que se le entregó el día 1 de agosto del año de 1732.

En el mes de septiembre estaba embarcado en la fragata Galga, que pertenecía a la división del general don Andrés Reggio, con la misión de embarcar tropas en la Ciudad Condal para transportarlas a Liorna y La Spezia, realizando la invernada en este último puerto.

Recibió la orden del general Reggio de trasbordar y tomar el mando del navío Guipúzcoa, con el que zarpó con rumbo a la isla de Malta, donde se reunió con otros cuatro de la Orden de San Juan, con los que estuvo cruzando entre el cabo Bono y la isla de Pantelaria, tratando de estorbar el paso de una escuadra y convoy turcos que debían arribar a Argel, en socorro de esta Regencia por la Sublime Puerta, pero estando en ello les llegó noticia de que el convoy se había perdido por la fuerza de un temporal, decidiendo Reggio arribar al puerto de Alicante.

Al llegar a este puerto se le dio la orden de trasbordar al navío Reina, perteneciente a la escuadra al mando del general don Antonio Serrano, al cual le sobrevino el óbito a bordo del navío Príncipe de Asturias, su insignia, el día 16 de octubre del año de 1733, en torno al medio día. Por esta razón se le entregó el mando al conde de Clavijo que dio la orden de zarpar con rumbo a Barcelona, donde fueron embarcadas nuevas tropas para su transporte a La Spezia, pasando luego a Nápoles, de donde regreso en el mes de noviembre del año de 1734.

Se le ordenó embarcar en la fragata Incendio en el mes de abril del año de 1735, formando parte de la división al mando del capitán de navío don Francisco Liaño, con la que zarpó con rumbo a Portobelo, donde estuvo un tiempo cruzando aquellas aguas, regresando en el mes de febrero del año de 1736 a la bahía de Cádiz.

En el siguiente mes de abril de 1736 trasbordó a la fragata San Esteban, buque comisionado para el transporte de tropas a Buenos Aires, en el virreinato del Mar del Plata. Al arribar el buque, el conflicto hispano portugués por la Colonia de Sacramento se había agravado, por lo que se procedió a desembarcar las tropas. Unos días después, el 18 de agosto de 1736, tuvo que afrontar en inferioridad de condiciones a un navío portugués, del porte de 60 cañones, en un combate que duró dos horas a toca penoles, obligando a retirarse al navío luso por haber sufrido este grandes pérdidas tanto materiales como en vidas.

El día 20 siguiente combatió de nuevo la fragata contra un navío portugués, éste del porte de 66 cañones. El combate duró tres largas horas, obligando al navío, a pesar de su mayor poderío, a retirarse maltrecho y con bajas importantes. Pero aún llegó un tercer combate que tuvo lugar el día 26 siguiente, en el mismo Mar del Plata. Esta vez tuvo que enfrentarse a un navío de 60 cañones y a una fragata de 30, en un combate que duró cinco horas. Al ver el comandante portugués que entre las dos naves no podían con la San Esteban, intentaron maniobrar para conducirla hacia el conocido Banco Inglés, pero la fragata logró zafarse del enfrentamiento embistiendo a la portuguesa, la cual para evitar el abordaje se separó dejándole espacio para librarse de donde la querían llevar.

Los portugueses seguían haciendo intentos de ocupación de territorio, por ello permaneció allí la fragata junto a otros buques que fueron llegando, y ya entrado el año de 1738 quedó formada una escuadra para la conquista de las islas de Martín García y la de las Vacas.

En los combates que se libraron en esta acción la fragata mantuvo uno que se prolongó durante dos horas hasta que derrotó a su enemigo. Por haber demostrado su valentía y su conocimiento de la náutica, se le dio el mando de una balandra, con la que permaneció por un año y medio en misión de guardacostas de la zona, destinándosele, entre una arribada y otra, al transporte de pliegos de una población o fuerte a otro.

Por todas estas muestras de saber hacer, su Comandante decidió el día 1 de febrero del año de 1739, ascenderlo a segundo piloto.

De regreso a España, embarcó ocupando su nuevo cargo en la fragata portuguesa apresada, a la que se había bautizado como Madre de Dios, acompañándole la San Esteban y la Hermione con rumbo a las islas Canarias. Faltando pocos días para arribar se encontraron con un buque corsario británico; pues el Reino Unido, aliado de Portugal, no perdía ocasión de producir todo el daño posible a nuestras comunicaciones con América; éste iba armado con 14 cañones y 24 pedreros, el enfrentamiento tuvo una duración de dos horas, tras el que se vio obligado el enemigo a abandonar las aguas en franca huida. Al arribar a la isla de Santa Cruz de Tenerife, se vio forzado a carenar por los destrozos sufridos en el combate anterior y cuando la fragata estuvo lista zarpó de nuevo arribando a la bahía de Cádiz el día 25 de febrero del año de 1741.

De nuevo por su valor y pericia demostrados, e informado de ello el capitán general del Departamento de Cádiz, don Juan José Navarro, con fecha del día 26 de marzo del año de 1741, fue ascendido a primer piloto.

En el mes de marzo del año de 1741, se le ordenó trasbordar al navío Poder, un mercante armado del porte de 60 cañones, ocupando ya plaza de su nuevo cargo, a las órdenes del teniente general don Juan José Navarro, con el que zarpó de Cádiz con rumbo a Ferrol para forzar el bloqueo que ejercía sobre este puerto una escuadra británica, pero al llegar no la encontraron, por lo que pudieron entrar y recoger a otro navío y una fragata, zarpando de nuevo con rumbo a la bahía de Cádiz.

Estando en la bahía llegó el navío Real Felipe, del porte de 114 cañones, al que pasó su insignia don Juan José Navarro. Unos meses más tarde recibió la orden de salir para Barcelona, donde se alistaba un convoy de tropas destinadas a Parma, enviadas en socorro del duque de Montemar, que había encontrado dificultades en su campaña; de hecho ésta era la segunda expedición con tropas de refuerzo; pero la escuadra del almirante Haddock le salió al encuentro en la bahía de Cádiz, bloqueando el puerto e impidiendo la salida de la escuadra española, sin embargo, por una vez en la historia, el viento fue favorable a España y se levantó un temporal que obligó al almirante británico a buscar refugio en Gibraltar, lo que aprovechó Navarro para hacerse a la mar el día 15 de noviembre del año de 1741.

Al pasar ante Gibraltar fue avisado el almirante Haddock que reaccionó inmediatamente, alistando su escuadra y zarpando en persecución de la española, consiguiendo casi darle alcance el día 19 de diciembre estando ya muy cerca del puerto de Cartagena, pero justo en ese instante se hacía a la mar desde el mismo la escuadra francesa al mando de Court de la Bruyère, lo que obligó a Haddock a mantenerse a distancia; el francés se dirigió a él advirtiéndole que tenía orden de su Rey de proteger a la flota española, lo cual convenció al británico de variar el rumbo hacia Mahón, aunque dejó a varias de sus fragatas vigilando.

La escuadra combinada prosiguió viaje hacia Barcelona y el día 22 de diciembre de 1741 sufrió un fuerte temporal que provocó graves daños en arboladuras y cascos, sobre todo en el insignia de don Juan José Navarro, pero no paró y continuó su viaje, arribando a Barcelona el día 4 de enero del año de 1742. Inmediatamente se procedió al embarque de tropas, al mando del marqués de Castelar, en cincuenta y cuatro mercantes, de forma que el día 14 zarpaba, por tener un viento favorable, la escuadra combinada y la flota de transporte rumbo a Toscana.

De nuevo padecieron las naves otro fuerte temporal día 21 que obligó a las naves a buscar refugio en las islas Hyères, donde permanecieron unos días dedicados por completo a reparar averías, zarpando cuando amainó el temporal con rumbo a Génova donde desembarcaron las tropas.

Estando fondeados en este puerto llegaron noticias de que la escuadra británica había aumentado a veintinueve navíos, cifra que superaba a la escuadra conjunta. Para evitar caer en el mismo puerto, zarparon a los pocos días pero otro temporal les obligó a volver a entrar en espera de que amainara y al hacerlo, para no perder tiempo, picaron los cables de las anclas zarpando inmediatamente. A los pocos días otro temporal, aunque de menor fuerza, les obligó a refugiarse otra vez en las islas Hyères, siendo en esta ocasión los buques franceses los que peor lo pasaron.

Por ello después de estar unos días reparando las averías, acudió Le Court de la Bruyère al insignia de don Juan José, para decirle que se dieran prisa y arribar a Tolón lo antes posible, pues tanto los cascos como las dotaciones mostraban fatiga de tanto luchar contra los temporales y necesitaban recuperarse, así como evitar un encuentro en estas condiciones con la escuadra británica, que ya sabían superior en número. En cuanto fue posible zarparon con rumbo a la base francesa adonde arribaron el día 24 de enero el año de 1742.

Los buques franceses fueron, poco a poco, puestos en seco y reparados, no así los españoles que lo hicieron con los medios de abordo y con sus propios carpinteros y calafates. El tiempo iba transcurriendo y no se decidía la salida, lo que llevó a don Juan José Navarro a dar órdenes de realizar prácticas a las dotaciones y a sus jefes, de forma que no perdieran el buen punto de entrenamiento, la española en el tiro de cañón y la francesa con botes, en señales y evoluciones.

Permanecieron dos años bloqueados en Tolón por la escuadra del ya anciano Haddock que fue relevado en el mando por el vicealmirante Matthews, cuando este llegó con otros cuatro navíos, alcanzando así la flota británica la cifra de treinta y tres buques.

Mientras en Tolón las condiciones eran pésimas, cuando se decidió la salida los españoles llevaban tiempo sufriendo una epidemia que había mermado de hombres a todos los buques. Para remediarlo don Juan José ordenó dejar en el puerto las fragatas Javier, Fama, Paloma, Retiro y Galga, reforzando con sus hombres las dotaciones de los navíos quedando así casi al completo.

El día 20 de febrero del año de 1744 se hicieron a la mar las dos escuadras divididas en tres cuerpos, formando la vanguardia y centro o batalla los franceses, dejando en la retaguardia a las naves españolas solas. Mala protección daba esta distribución, como de hecho, con posterioridad al combate, comunicó al rey don Juan José, pues lo natural era haber intercalado ambas escuadras, de forma que si un buque español era atacado se pudiera ver afectado otro francés y entonces respondiera.

El combate, después de unas escaramuzas, se entabló el día 22 de febrero de 1744, siendo duro y porfiado. Comenzó a las doce y cuarto y hacia las dos de la tarde se retiró el almirante británico a reparar las muchas averías que estaban sufriendo sus buques principales, entre ellos su insignia. Regresó pasada una hora con brulotes que fueron enviados contra los españoles sin lograr nada y viendo el almirante Matthews que la pequeña línea española era inexpugnable optó por retirarse sobre las seis y media de la tarde, dejando el mar libre para los españoles que continuaron los dos días siguientes en la zona, sin que apareciera la escuadra británica.

En este combate fue memorable la actuación del navío mercante Poder, de 60 cañones y cuyo primer piloto era Zuloaga. Primero se enfrentó al Princess, de 70 cañones cuyo capitán Pett, ante la efectividad del fuego español intentó por dos veces arriar la bandera, siendo disuadido de ello por su segundo, aunque tuvo que dejar su puesto a otras naves para que continuaran el ataque. Primero el Somerset, de 80 cañones que pronto quedó desarbolado, luego el Bedford, de 70, el Drangon, de 60 y el Kingston, de 60. El español continuó increíblemente resistiendo, hasta que llegó el Berwick, de 70, procedente de la vanguardia, que abandonó su puesto en la línea de combate y pasó a sotavento, atacando por estribor al Poder, que incomprensiblemente aún se mantenía por esa banda incólume hasta ese momento, pues los anteriores le habían estado batiendo solo por la banda de babor.

Ante tan abrumadora mayoría, el Poder acabó acribillado y al cabo de cuatro horas de combate contra fuerzas muy superiores, estaba desarbolado de todos sus palos, muy maltratado todo su equipaje y había perdido más de la mitad de su tripulación sin poder ser socorrido lo que convenció a su comandante, don Rodrigo de Urrutia, de convocar el Consejo de Guerra de oficiales del que salió la orden de arriar la bandera y suspender el fuego al hacerlo los enemigos, rindiéndose al Berwick. Resulta curioso que el jefe de la dotación de presa para marinarlo era el sobrino del almirante Vernon.

Cuando el comandante del Poder, el capitán de fragata don Rodrigo de Urrutia y de la Rosa, fue llevado a presencia del almirante británico Matthews, éste ordenó que se le devolviera la espada, diciéndole: « Usted merece llevarla, aunque prisionero » Pues tanto había sido el valor demostrado por su buque, que si bien mercante, había llegado a combatir hasta contra seis enemigos en algún momento.

Al regresar del cautiverio Zuloaga trasbordó al navío Constante, con el que realizó una comisión a la plaza de Orán y al concluir ésta, se le ordenó al buque realizar un crucero por las aguas del cabo de Palos.

Estando fondeado en el puerto de Cartagena se le ordenó trasbordar al navío León, el día 10 de octubre del año de 1747, con el que zarpó unos días después arribando a la bahía de Cádiz el día 4 de noviembre siguiente.

Se quedó a bordo del mismo navío hasta recibir la orden su Comandante de zarpar el día 1 de marzo del año de 1748, con rumbo a Veracruz adonde, sin problemas dignos de mención, arribó con el convoy al que daba escolta formado por dieciséis mercantes, el día 2 de junio siguiente.

Permaneció en éste puerto hasta el mes de enero del año de 1749, zarpando con rumbo a la Habana donde le esperaba la escuadra al mando del general don Andrés Reggio. Unos días después de haber arribado zarpó la escuadra al completo con rumbo a Ferrol, donde arribaron el día 12 de julio siguiente, quedando de momento desembarcado por pasar a desarme varios navíos.

Permaneciendo sin destino hasta que se le ordenó embarcar en el navío Nueva España, en el mes de mayo del año de 1750, con el que zarpó de Ferrol con rumbo a Cádiz, por haber recibido su Comandante la orden de incorporarse a la escuadra de don Pedro Mesía de la Cerda, con el que zarpó en comisión de cruzar entre los cabos de Santa María y San Vicente, con alguna arribada a las islas Terceras, pasando en ocasiones al Mediterráneo para llevar tropas a los presidios norteafricanos, arribando en el mes de septiembre del año de 1751 de nuevo a la bahía de Cádiz

En el año de 1751 se le otorgó el mando de la fragata Punto Fijo, con la que formó parte de la expedición para establecer y fijar los nuevos límites de Cumaná.

En esta expedición ocurrió algo repetitivo en nuestra historia, lo resaltamos, porque pensamos que el hecho es merecedor de ello; se agotaron los víveres, el buque no tenía fondos y no se podían reponer, por lo que tuvo que recurrir a su peculio particular para comprar y repartir las raciones diarias correspondientes, o atenerse a las posibles y nada halagüeñas consecuencias. Puesto en conocimiento de S. M. el digno proceder, ordenó éste que a su regreso a la bahía de Cádiz y tras la presentación de los documentos pagados por él, le fuera restituido hasta el último real, por ser de su agrado el buen proceder del Comandante de la fragata.

El día 20 de marzo del año de 1754 fue ascendido al grado de alférez de fragata, continuando en el mando de la Punto Fijo, con la que zarpó de la bahía de Cádiz, de nuevo a Costa Firme para terminar la comisión anterior, y después, ya entrado el año de 1755, pasó a la Guayra y Puerto Cabello, donde carenó su buque. En la Guayra embarcó una buena cantidad de situado, zarpando de éste puerto con rumbo a la Habana, donde se unió a un convoy que estaba a punto de zarpar, arribando sin problemas, el día 19 de marzo del año de 1756, a la bahía de Cádiz.

El día 4 de agosto siguiente fue nombrado profesor de la Compañía de Guardiamarinas, como maestro de maniobra, desempeñando con gran acierto su cometido, hasta que en agosto del año de 1759, por orden del capitán general del Departamento de Cádiz, el general don Juan José Navarro ya marqués de la Victoria, se le encomendó pilotar el navío Fénix de su insignia, con el que hizo un viaje a Nápoles para transportar al nuevo rey de España, don Carlos III y su Real familia a la ciudad Condal donde desembarcaron. Realizando después una escala en el puerto de Alicante y desde éste arribaron a la bahía de Cádiz.

Al término de ésta comisión regresó a su anterior puesto de maestro de maniobra en la Real Compañía de Guardiamarinas.

Por la promoción que ordenó S. M. a todos lo que habían participado en su viaje de regreso a España, por Real orden del día 13 de julio del año de 1760, se le ascendió al grado de teniente de navío.

En el año de 1761 se le ordenó embarcar en el navío Aquiles, que formaba parte de la escuadra al mando del marqués del Real Tesoro, con el que realizó la consabida misión de cruzar, entre el cabo de San Vicente y las islas Azores, para proteger la recalada de los buques provenientes de Tierra Firme y de Indias, aunque en esta ocasión, por tener aviso de velas enemigas, fue uno de los navíos destinado a cruzar sobre las islas del Cuervo y Flores de las Terceras. Reuniéronse ambas, escuadra y Flota, y unidas entraron en la bahía de Cádiz, donde se le dio la orden de desembarcar y regresar a la Compañía a proseguir dando sus clases de maniobra.

Igual que manejaba los buques, lo hacía con la pluma. En el año de 1765 se publicó la primera edición, en la imprenta de la Compañía en 8º, de la « Cartilla marítima, que contiene el nombre de los palos y vergas de un navío, el uso de las jarcias y cabos de labor, con el largo y grueso que cada uno tiene. La obligación del oficial de mar, las voces que emplean los marineros en las faenas, y nombres de las partes y ligazones más principales de un navío » De esta obra se conocen varias ediciones, por ser de obligado conocimiento en la Compañía.

En el año de 1766 escribió un magnífico « Tratado instructivo y práctico de maniobras navales » publicado en Cádiz en el año de 1766. Ambos libros fueron declarados de texto, por lo que tuvieron no poco que ver en la formación de los futuros oficiales de la Real Armada y él permaneció, por un periodo de veintidós años, realizando su gran labor docente, pasando por su aula la inmensa mayoría de los nuevos oficiales.

Don Martín Fernández de Navarrete, nos dice que a su vez tuvo que ver también con la publicación del Diccionario Marítimo Español de don Timoteo O'Scanlan, publicado por la Imprenta Real en el año de 1831, en la que el mismo Navarrete, en un amplio prólogo, menciona su obra como una de las bases para completar el Diccionario.

El día 1 de junio del año de 1773 fue ascendido al grado de capitán de fragata graduado.

El día 1 de julio del año de 1775 se le entregó el mando de un paquebote para realizar prácticas de maniobra en la mar, con el que estuvo zarpando cada vez que había que examinar a los guardiamarinas, siendo una buena base para que los futuros oficiales supieran, sobre el líquido elemento, dar las órdenes oportunas.

Permaneció en este puesto hasta que el día 1 de abril del año de 1778, se le ordenó embarcar en el navío San Rafael de Segundo comandante, estando este buque incorporado a la escuadra al mando del teniente general don Luis de Córdova.

En el mes de enero del año de 1780, al arribar la escuadra de don Luís de Córdova, fue desembarcado por padecer una enfermedad de la que no logró restablecerse, sobreviniéndole el óbito el día 14 de julio del mismo año, en la isla de León.

Su apellido ha quedado para la inmortalidad unido a la mar, pues de sus observaciones sobre el líquido elemento, le llevaron a la conclusión de que: «Las olas vienen generalmente de tres en tres, de las que dos son ‹bonanza› y la tercera ‹agitada o levantada›, lo cual sabido por el navegante, sobre todo al entrar en puertos de mal o difícil acceso, es conveniente su conocimiento, pues no es lo mismo hacerlo con las ‹bonanzas› que con las ‹agitadas›, ya que éstas últimas te pueden arrastrar hasta la escollera y hacerte naufragar» Siendo conocido este movimiento constante como los «Tres golpes de Zuloaga»

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1851.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra. Madrid 1895-1903.

O’Scanlan, Timoteo.: Diccionario Marítimo Español. Museo Naval. Madrid, 1974. Facsímil de 1974 del publicado en el año de 1831.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

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