Mahon combate naval 1756
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Por lo que fue condenado a ser pasado por las armas, acto que se cumplió como ejemplar castigo, en el arsenal de Portsmouth ante toda la Real Marina reunida, el día catorce de mayo del año de 1757. | Por lo que fue condenado a ser pasado por las armas, acto que se cumplió como ejemplar castigo, en el arsenal de Portsmouth ante toda la Real Marina reunida, el día catorce de mayo del año de 1757. | ||
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Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por Ángel Dotor. | Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por Ángel Dotor. | ||
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Thayer Mahan, Alfred. Influencia del Poder Naval en la Historia. Partenón. Buenos Aires. Argentina. 1946. | Thayer Mahan, Alfred. Influencia del Poder Naval en la Historia. Partenón. Buenos Aires. Argentina. 1946. | ||
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Revisión de 16:58 17 feb 2014
Combate naval de Mahón 20 de mayo de 1756
Este combate tuvo lugar en la proximidades de este puerto de la isla de Menorca, en ocasión de que estando en poder de los británicos, fue ataca por los franceses, quienes habían enviado un ejército y una escuadra, para la conquista y protección de la isla y puerto, teniendo lugar el día veinte de mayo del año de 1756, entre la escuadra francesa al mando de Galissonnière contra otra británica, al mando del almirante Byng, que acudió con fuerzas terrestres para repeler la agresión.
Una vez más en la Historia Naval, se produjo este encuentro naval fue provocado, por las formas bien conocidas de todos, de cómo actúan los británicos, antes ingleses, pues a finales del año 1755, y ya cansados los franceses de tanto ataque corsario británico a todo buque que arbolaba el pabellón de su país, se colmó y por ello se declaro la guerra, al ser atacado y apresado en el mes de noviembre un convoy francés compuesto de trescientas velas y ocho mil hombres, que cayeron en manos de los británicos, por ello no le quedó más remedió a Francia que declarar la guerra al Reino Unido.
El momento no era precisamente el más apropiado para Francia, pues a pesar de que en el siglo anterior había llegado a ser la primera potencia naval mundial, en estos momentos no contaba con más de sesenta y tres navíos, pues se habían ido pudriendo en los arsenales y de ellos realmente operativos, solo disponían de unos cuarenta y cinco; mientras que el Reino Unido, no eran menos de noventa los disponibles.
Pero cogiendo como clave el famoso refrán: divide y vencerás, los franceses mandaron formar dos escuadras, una en Tolón y la otra en Brest, siendo está la más poderosa, para hacer entrar en miedo a los británicos, que al ser conocedores de ello se aprestaron rápidamente a contrarrestar un posible desembarco en su isla, ya que las fuerzas del ejército movilizadas no eran menos importantes.
Esto oculto a su vez, que la más modesta escuadra preparada en Tolón, con otro ejército también menos importante les pasara más desapercibido; pero la verdadera intención francesa era el apoderarse de la isla de Menorca y de su principal puerto, el de Mahón, el cual y por el tratado de Utrech estaba en poder de los británicos.
Llegado el fin del armamento y sus preparativos, el día diez de abril del año de 1756, se hizo a la vela desde el puerto de Tolón con rumbo directo al de Mahón la escuadra francesa, que al mando del almirante y marqués de la Galissonnière, un muy hábil marino, compuesta por doce navíos de línea y cinco fragatas, convoyando a ciento cincuenta velas, que transportaban a quince mil hombres, que habían sido escogidas por su mariscal Richelieu.
Poco duró el viaje, pues los vientos fueron propicios, así que al llegar y sin pensárselo comenzó el desembarco de las tropas, siendo la resistencia muy escasa y por ello el avance veloz, solo se presentó combate de verdad, cuando todos los huidos del ejército británico se refugiaron en la fortaleza de San Felipe, más las tropas que ya estaban acantonadas en él, sumando un total de unos tres mil británicos, bastión que daba cobertura al puerto de Mahón y que pensaron que como cual Gibraltar, sería su salvación.
Los británicos se enteraron del desembarco, pero como los franceses seguían acumulando buques y más buques, con sus respectivas tropas del ejército en Calais, Boulogne y El Havre, seguían pensando en lo principal, por ello solo se le entregaron al almirante John Byng, once navíos y cuatro mil hombres en sus transportes, para acudir en socorro de la plaza amenazada muy seriamente, con la orden de reunirse con la división al mando de Edgecombe, compuesta de dos navío y algunas fragatas, que se encontraba cruzando por el Mediterráneo, así en conjunto podrían hacer frente a los franceses, sin desviar lo realmente importante, que era la protección de la isla de Albión.
Desde el principio todo fue un error, pues a Byng solo se le dieron los navíos dichos, cuando entre Portsmouth y Plymouth, habían no menos de otros veinticinco navíos, mientras que las fuerza de navíos aprestada por lo franceses en Brest, era solo de ocho.
Para terminar de arreglar el panorama, los navíos entregados al almirante británico, en su mayor parte eran inferiores en armamento y algunos de muy escasa potencia de fuego, pues no solo llevaban menos cañones, sino que además eran de calibres más pequeños.
El almirante Byng se puso rumbo al Sur, doblando el cabo de San Vicente, alcanzó Gibraltar, donde ya se le informó que las tropas francesas habían desembarcado y estaban dando cerco a la fortaleza de San Felipe, por lo que inmediatamente dio la orden de forzar de vela; reuniéndose un poco más tarde con la división de Edgecombe, dando vista a la isla y al puerto de Mahón el día diecinueve de mayo.
Al ser divisada la escuadra británica, el almirante Galissonnière, que se encontraba bloqueando el puerto, dio la orden de combate, por lo que todos los navíos se pusieron en movimiento con orden formando la línea de batalla, en esos momentos en viento era del oessudoeste, por lo que pusieron proa al sursureste, ya que los británicos se mantenía como a unas veinte millas de tierra; como el avistamiento ya se produjo, sobre el medio día, fue cayendo la tarde y sobre las 18:00 se levantó una espesa bruma, que impedía verse a los enemigos, por lo que desistieron ambos de entablar combate.
En el amanecer del día siguiente veinte de mayo, la escuadra francesa se encontraba a barlovento, ya que el viento había rolado a dirección Sur, aunque como siempre es algo caprichoso en las amanecidas, volvió a rolar al Sudeste, de forma que en esta nueva posición, los que se vieron agraciados fueron los británicos, pues se quedaron a barlovento y con las dos escuadras bastante cerca.
A pesar de ello, el almirante francés Galissonnière estaba decidido a atacar, pero solo haciendo un contacto para demostrar su valor, pero por órdenes superiores, su misión principal era impedir el desembarco de los británicos y por ende, no empeñarse en un combate decisivo si no le era favorable la situación y ahora no le era.
La composición de su escuadra era de doce navíos de línea, todos ellos de dos baterías, divididos en los siguientes; uno de 84 cañones; cuatro de 74; cinco de 64 y dos más pequeños de 50, con cinco fragatas de 46 a 26 cañones, con un total de 958 cañones y una dotación de nueve mil quinientos cincuenta hombres.
La escuadra británica, al mando del almirante John Byng, estaba compuesta por trece navíos; uno de tres baterías y 90 cañones; de dos baterías; doce de 74; uno de 68; uno de 66; cuatro de 64; tres de 60 y dos más pequeños de 50, más cinco fragatas y algunos buques menores, que en total sumaban 946 cañones, y con una dotación de siete mil hombres.
Aunque por cantidad de cañones estaban muy igualados, no lo era igual en la calidad de los buques, ya que los franceses eran mucho más grandes, mejor construidos y mucha más dotación a bordo, por lo que podían encajar mejor el fuego, a parte de que sus calibres eran algo superiores en todos los tamaños comparables, lo que les daba una cierta garantía de poder vencer, a pesar de tener un navío menos.
Como ejemplo de ello, el navío insignia francés el Foudroyant, era uno de los navíos de dos baterías más grandes de la época y montaba 84 piezas de artillería con una dotación de novecientos cincuenta hombres; mientras que el insignia británico, el Ramillies, era un tres baterías con 90 cañones y setecientos cincuenta hombres de dotación; pero la diferencia notable, era que el francés por andanada, lanzaba ciento cincuenta libras más de peso de proyectiles que el británico.
Las dos escuadra comenzaron a maniobrar, encontrándose sobre el medio día, los británicos con proa al Sur, a barlovento y recibiendo el viento por la aleta de babor; mientras que los franceses habían virado de bordo, y encontrándose de proa al Noroeste y a sotavento de la línea enemiga.
Un tiempo después el almirante británico John Byng, mandó forzar vela y manteniendo la línea, viró para cruzar la proa de sus enemigos, estando en esta posición sobre las 1400 horas, dando en ese instante la orden de virar todos a un tiempo, consiguiéndose con éste movimiento quedar emparejadas las dos escuadras y con proa al oesnoroeste, pero en la maniobra los buque menos veleros, se quedaron separados del que le precedía, y en una posición con respecto a la francesa de convergencia en la vanguardia, mientras que las retaguardia de la línea quedaron muy separadas, o sea como en un ángulo agudo las dos escuadras.
Esta maniobra conllevó al desastre, pues las vanguardias pronto llegaron al fuego, pero no así las retaguardias, por ello al converger la cabeza de la línea británica, fueron recibidos con fuego de todos los navíos de ella franceses, lo que significó que solo ya y desde el principio, los cuatro navíos de la línea británica fueron barridos por la artillería gala de proa a popa, causándoles graves daños en estructuras y arboladura.
A pesar de ello el jefe de la vanguardia británica, el contralmirante West, que montaba al Buckingham del porte de 68 cañones, ordenó disparar lo más rápido posible a todos sus navíos; pero a pesar de este supremo valor, al no tener más buques que le apoyaran, se quedó en una muy mala situación, pues podían ser rodeado y abrumado por el fuego ser aniquilarlo.
Mientras tanto el centro y la retaguardia, no se decidía a entrar en combate y los franceses mantuvieron la línea esperando a los británicos, pero al parecer después se supo, que Byng no atacó, pensando en lo que le había sucedido al almirante Matthews en el combate naval del cabo Sicié y no se decidía a lanzarse al ataque.
Pero ya convencido de que debía intervenir, para al menos tratar de salvar a su contralmirante West, que estaba siendo sacrificado sin necesidad, dio la orden de atacar, pero entonces ya era tarde, por que la línea británica, por la maniobra tan arriesgada de West, a lo que hay que sumar la inacción de Byng, había producido aún mayor distancia entre los navíos.
Pero a esto se añadió, que los buques del centro británicos no eran muy veleros, por lo que al dar la orden, solo alcanzaron a los galos, el buque insignia Ramillies, de 90 cañones y el Revenge de 64, quedándose en una posición a merced de todo el centro francés.
Sobre las 1500 horas, los navíos que no eran tan veleros consiguieron llegar a la línea francesa, siendo estos, el Louise, de 60 cañones; Trident, de 64; Culloden, de 74 y Kingston, de 60, que habiendo virado, se aproximaron para apoyar a su almirante, tratando de evitar que el Intrepid, de 64 cañones, fuera tomado al abordaje, buque que pertenecía la vapuleada vanguardia, que encontrándose ya casi desarbolado por completo, solo se le ocurrió a su comandante ordenar virar por avante, lo que le hizo casi embestir al navío insignia Raimilles, produciendo un gran desorden en la línea ya que unos a otros se estorbaban incluso para abrir fuego sobre el enemigo.
El almirante francés (como todos los grandes) no sólo estaba pendiente de su buque, sino de todos ellos, por eso se apercibió que los dos navío de la vanguardia al mando del comodoro West, que le quedaban medio arbolados, siendo el Lancaster, de 66 cañones y el Buckinghan, de 68, se encontraban solos y sin ningún navío en sus cercanías que les pudiera prestar apoyo.
Así que ordenó a toda su línea ceñir el viento y forzar vela, para ir pasando por la vanguardia británica e ir cañoneando a los dos navíos casi abandonados, por lo que la vanguardia y parte del centro no empeñados en el combate, se dispusieron a lanzarse sobre aquellos dos buques, aprovechando de paso ir repartiendo el fuego entre el centro británico que seguía apelotonado y los fue barriendo a cañonazos a todos ellos.
Al terminar de pasar la línea francesa, dio la orden Galissonnière de cambiar de bordada para volver al fuego, teniendo en este momento el viento en popa, y regresando al punto donde se hallaban los navíos tan mal tratados de la vanguardia británica, que ya no soportarían un nuevo encuentro.
Pero el almirante Byng, que seguía conservando la posición a barlovento, dio la orden de separarse de la línea francesa, obedeciendo todos y a los desarbolados, se les lanzaron cables desde las fragatas para remolcarlos, poniendo rumbo a Gibraltar y abandonando a la guarnición británica en la fortaleza de San Felipe a sus propios medios.
Por algunos historiadores, se le echa en cara a Galissonnière, que debía de haberse empeñado más sobre todo en la vanguardia británica, porque estaba en su mano el haberla destruido. Pero como ya se ha dicho, sus órdenes no eran esas, sino impedir el socorro de a la plaza de Mahón y eso era lo que había conseguido.
Como siempre, las cifras de heridos y muertos en este combate son sabidas las francesas, que sufrió un total de ciento cincuenta; pero las británicas son especulativas, pues no hay documento sobre ello, aunque a decir de muchos y por lo daños sufridos solo por la vanguardia, debieron de ser al menos el doble que los franceses, pero claro no deja de ser una elucubración.
El día veintiocho de mayo la guarnición británica del fuerte de San Felipe en el puerto de Mahón, se rindió a los franceses, consiguiendo éstos el dominio total de la isla de Menorca.
Como consecuencia de esta mala acción, que conllevó la pérdida de la isla y puerto natural, quizás mejor y más grande de todo el Mediterráneo, como ya se ha dicho desde el principio y como siempre alguien tenía que pagar, por ello se llevó al almirante Byng ante un consejo de guerra, que le declaró culpable de no haber realizado todo el esfuerzo del que disponía para liberar la plaza de Mahón.
Por lo que fue condenado a ser pasado por las armas, acto que se cumplió como ejemplar castigo, en el arsenal de Portsmouth ante toda la Real Marina reunida, el día catorce de mayo del año de 1757.
Bibliografía:
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por Ángel Dotor.
Thayer Mahan, Alfred. Influencia del Poder Naval en la Historia. Partenón. Buenos Aires. Argentina. 1946.
Compilada por Todoavante ©