Romero, Cristobal Biografia
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Revisión de 08:59 9 ene 2015
Orígenes
Vino al mundo a lo largo del año de gracia de 1608, en lugar por ahora desconocido.
Como era costumbre en la época, los inconformistas de una vida más o menos segura, se lanzaban a la aventura de ver y conocer nuevos lugares e intentar hacer fortuna.
Hoja de Servicios
Todo esto es la causa que desde muy joven, se embarcará con destino a América y desde aquí, aún quiso llegar más lejos, por lo que con ya alguna experiencia de mar, se embarcó para finalizar viaje en las islas Filipinas.
Comenzó a participar en exploraciones y reconocimientos, lo que le llevó a adquirir una gran experiencia de mar y ser uno de los mejores navegantes, sobre todo del propio archipiélago, el mar de la China y del océano Pacífico.
En el año de 1645, estaba al mando como capitán de mar y tierra, de la nao de Acapulco, que era una de las presas más codiciadas, por lo buques corsarios de nacionalidad bátava (holandeses).
Por su persistente permanencia en sus aguas, Romero estuvo dos años fondeado en Nueva España, pues si se hacía a la mar y por falta de buques de apoyo, estaba seguro de caer en sus manos.
Pero llegó un día que por una turbonada, los corsarios tuvieron que abandonar las aguas e ir a buscar refugio, lo que aprovecho Romero, ordenando levar anclas y largar el trapo, de forma que los holandeses no se enteraron de su salida, una vez ya en franquicia puso rumbo a las islas Filipinas, logró llegar a Lampón donde fondeó a mediados del año de 1647.
A su llegada, comenzaron los trabajos para desembarcar las mercancías y los pasajeros.
De nuevo los holandeses, al amainar el temporal habían regresado al lugar, al no ver al buque en su fondeadero, se pusieron en su persecución, pero el tiempo de adelanto que llevaba al arribar los bátavos, le había permitido aunque justo poner a salvo todo lo que trasportaba.
Los corsarios permanecieron a la espera de que volviera a hacerse a la mar, pues esperaban que aquello fuera solo una recalada, ya que su destino final era el fondeadero de Cavite.
Pero a pesar de haber enviado mensajeros pidiendo ayuda, no la recibió, lo que le llevó a decidir pegarle fuego al buque, para evitar que cayera en manos de los enemigos.
Como todo capitán que perdía su buque, se le formó un consejo de guerra, éste lo sentenció a muerte, pero una vez más el pueblo, sobre el que tenía un gran prestigio, por sus muchos y buenos viajes, y servicios prestados, saliendo siempre vencedor de las mil y una adversidades, que lleva consigo el navegar a parte de los inevitables corsarios de naciones enemigas.
Al ser conocida la sentencia se fueron formando grupos de ciudadanos llegado a ser multitud, convirtiéndose en una manifestación casi insoportable para los componentes del jurado, llegando a sospechar que sus vidas estaban amenazadas, decidieron reunirse de nuevo, en esta segunda decisión trocaron la sentencia para evitar males mayores, así fue absuelto y puesto en libertad.
Lo que dice muy poco de la justicia veraz de la primera sentencia y que más bien se actuaba según interés y una vez más el pueblo puso en su sitio a cada uno, Romero al poco rato pudo salir a la calle, donde se reunió con las personas que le habían apoyado, con quienes conversó durante un buen rato, logrando calmarlas volviendo todo a la normalidad.
De hecho en su actuación sólo se había perdido el buque y no por él, aunque hubiera dado la orden de su destrucción, sino más bien por la falta de apoyo de los representantes de la corona.
Una vez más y ya se ha perdido la cuenta, cuando un pueblo se niega a algo, hecho o cometido por los hombres con mando, puede y debe de alzarse con moderación pero con firmeza, para criticar y dejar bien en claro, ciertas actuaciones inadmisibles y lo mejor, es que casi siempre lo logra.
Puesto en conocimiento del rey don Carlos II y siguiendo las indicaciones de su Consejo de Indias, lo nombró « Castellano » (Capitán en Jefe) del castillo de Santiago en la misma ciudad de Manila, permaneciendo en el puesto hasta que le sobrevino el óbito.
Esto en sí, no dejo de ser una afirmación al pueblo y un agravio para el Gobernador y Capitán General del archipiélago incluyendo a toda su camarilla, que poco tiempo después fueron todos exonerados de sus cargos.
Falleciendo a lo largo del año de 1690.
Bibliografía:
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Sin iníciales del compilador.
Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 52. 1926, página, 206.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
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