Nino, Pero Biografia
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Revisión de 08:00 29 abr 2022
Pero Niño Biografía
Marino castellano a las órdenes del rey Enrique III.
Orígenes
Vino al mundo en los primeros meses del año de 1378, en las cercanías de la actual ciudad de Valladolid, en la fortaleza de su padre, ya famoso almirante, don Juan Niño, su madre doña Inés Lasso, que ya provenía de la descendencia de la Casa de la Vega y según dicen hija de Carci Lasso II, por lo que fue elegida ama del primer príncipe de Asturias, la fortaleza en la que habitaban era conocida como la Torres de la Aguilera, estando en una posición privilegiada, en la altiplanicie de San Felices de Buelma y que desde el fallecimiento de Pero niño, se la conoce por la Torre de su nombre.
El príncipe que cuido su madre, fue después el que vino a reinar con el nombre y dictado de don Enrique III el Doliente, por la consideración y el afecto de don Juan I a la familia, se crió en palacio, recibiendo educación, con arreglo a las prácticas de su tiempo, en que regía la sentencia «…el que ha de aprender a usar arte de caballería non conviene despender luengo tiempo en escuela de letras»
Debió a las prendas personales, la fortuna, la posición y la fama, que le proclaman como una de las figuras insignes de la marina.
Hoja de Servicios
Comenzó a esgrimir su arte al declararle mayor de edad su hermano de leche don Enrique, con el que participó en el cerco a Gijón del año de 1394, demostrando, no tanto valor, que a todo caballero debe suponerse, como seriedad o sangre fría en los momentos más críticos.
Se le destino, después a que sirviera en compañía del condestable Ruy López Dávalos, con el que rompió lanzas, en el revuelto berenjenal de Castilla, hasta que, pidiendo remedio las fechorías de los corsarios berberiscos, el Rey le nombró marino.
En la escuadra al mando del almirante mayor de Castilla, don Diego Hurtado de Mendoza, estando embarcado, sostuvo varios combates contra los portugueses, embarcado en una nao cántabra al mando de don Pero Sánchez de Laredo, que era un buen marino.
En el año 1403, contando con veinticinco años de edad, se le encomendó el mando de la escuadra de Castilla, llevando de patrón al genovés Nicolás Bonel y el cómitre Juan Bueno de la ciudad de Sevilla, se hicieron a la vela desde este puerto, se realizaron cruceros en busca de corsarios berberiscos y moros, a los que fueron cazando, por el mar Mediterráneo.
Uno de los primeros en caer fue Juan Castrillo, uno de los corsarios que tenía el encargo de buscar (de éste corsario se trata en la «Crónica de Enrique III, año de 1392, capítulo III»), que andaba por la costa de la Provenza, navegando en conserva de otro apodado Amaymar, y por ser más práctico se les fueron de las manos en derrota de Cerdeña.
Allí vió encalladas tres naos de otro corsario del mar, Diego de Barrasa, que había escapado con la gente a tierra.
Así fue como comenzó su fama, de ser uno de los guerreros más audaces y prácticos en el arte de navegar, pero no solo lo hacía en la mar, pues en tierra, con la ocasión de llegar a la ciudad de Sevilla, en rey Enrique III en el año de 1395, lidió y dio muerte, tanto a pie como a caballo a varios toros, lo que produjo en el Rey, la grata impresión de ser uno de sus mejores vasallos, por su demostrada destreza y valor, en todos los menesteres en que estas virtudes debían sobresalir.
Corsarios no faltaban en aquellas islas inmediatas a los puertos de la península itálica, siendo proclamado entre los de más fama un tal Nicolás Jiménez, que era gaditano y protegido de los aragoneses, como si compañero de fortuna se trataran.
A pesar de ello, rescató por la fuerza de las armas a una nao castellana, que tenían apresada en el puerto de Oristán.
En 1404 puso rumbo a Túnez y atacó resueltamente a una galera, cuya aprehensión no es tanto de notar como la respuesta que dio a las observaciones del cómitre, porque es como el sello de su carácter e indicación de la rapidez con que adoptó durante toda su vida las resoluciones:
Así ocurrió: la galera berberisca fue rendida antes que la alarma cundiera, y se animó su gente para abordar a la galeaza del Sultán, que se encontraba más a dentro en el puerto.
El buque de Pero Niño embistió a la galeaza, él fue el primero en saltar, pero de pronto se encontró sólo, pues por el encontronazo su buque se había separado y no pudieron los suyos apoyarle y aunque parezca prodigio, se pasó la noche dando y recibiendo golpes,
No pudiendo conservar las presas, las quemó, sacando antes de ellas lo que era útil, con el trofeo de dos pendones de oro y seda.
La nao de Laredo tomó en tanto un Cárabo con cargamento, lo aprehendido lo distribuyó estando ya en el puerto de Cartagena, separada la parte del Rey en cautivos y efectos.
Se trató de cortarle un pie que no le sanaba, pero él no lo consintió: mando calentar un hierro al rojo vivo y él mismo se lo introdujo en la herida, con lo que al poco tiempo comenzó a mejorar conocidamente y conservó el miembro.
En el año de 1405, estaba al mando de tres galeras, que se acababan de armar de las que Pero Niño mandaba una, hizo patrón de una a su primo Fernando Niño y la restante Gonzalo Gutiérrez Calleja, buen caballero montañés, también de su deudo, con ellas se unieron a una escuadra de cuarenta naos, estando al mando de la escuadra don Martín Ruiz de Avendaño.
Al concluir la misión encomendada, Pero Niño, le pidió a Avendaño, que le acompañara en la expedición que él tenía encomendada desde este momento, que no era otra que atacar a los buques de la isla de Albión, pero Avendaño se negó en redondo, por lo que Pero Niño, se puso en marcha él sólo con sus galeras, a realizar su campaña, a la que añadió una de las frases más conocidas de él:
Al llegar a la Rochelle, se propuso Niño comenzar allí mismo las hostilidades, con acto impotente como fue el de remontar el río, de noche, con las galeras, en conserva de dos chalupas muy ligeras, bien armadas de ballesteros y flecheros.
Al alba llegó a las casas de Burdeos, al verlos dieron la alarma a la ciudad, creyendo se avecinaba mayor escuadra, detrás de aquellas embarcaciones; se pusieron inmediatamente todos los buques a la vela y río arriba huyeron, por lo que realizó un desembarco con la gente de armas, y le dio fuego a la carrera a unas cuantas casas y no sin trabajo, regresó a la Rochelle, cumplido el plan de hacer sonar su nombre entre amigos y enemigos, con empresa que cimentara la impresión moral.
En la Rochelle, se le unió el caballero francés Charles de Savoisy, que había mandado construir en Marsella dos galeras
Ya reunidas todas sus fuerzas, las de Niño y Savoisy, se dirigieron al puerto de Cherburgo, pueblos de unos trescientos vecinos, cuyas casa llegan a la misma agua, en aquella época en manos de los ingleses, por lo que atacaron a los intrusos invasores, los ingleses opusieron feroz resistencia, pero con poco éxito, pues se le consiguió derrotar a toda la guarnición, la lucha duro sobre tres horas, pero le pegaron fuego a todo el pueblo, llevándose todo de cuanto algo de valor tenía, entre ellos a dos naves que allí se encontraba.
Debían de haber seguido juntos, pero una discrepancia del lugar a donde llevar el ataque obligó a que se dividieran las fuerzas; al hacerlo Pero Niño replicó los españoles querían haberlo realizado en Falmouth, pero los franceses lo llevaron a cabo contra Plymounth, donde por desgracia fueron rechazados, por la rociada de proyectiles de lombardas con mucho riesgo,, por lo que no pudieron realizar su misión, que consistía en pegarles fuego a todos los buques enemigos que se encontraran en éste puerto, por lo que tuvieron que hacerse a la mar.
En el posterior ataque a Porland lograron hacer prisioneros yendo unidos, aunque mal avenidos, pero al atacar en Poole, surgieron de nuevo las diferencias entre los dos jefes, el español y el francés, llevando a efecto el desembarco sólo los españoles, por lo que en aquellas condiciones de inferioridad numérica, sólo podían hacer una cosa, que es la que realizaron, que consistió en arrasar, cosechas, pastos y animales, incluido el palacio en que se guardaban muchos pertrechos náuticos, y a todo ser viviente dejando una huella casi imperecedera, de esta invasión momentánea de la isla de Albión. Pues fueron llegando refuerzos del interior y cargando sobre los castellanos, hasta que los metieron de nuevo en sus galeras, ganándoles pie a pie el terreno:
Desde aquí dirigieron sus proas los españoles a la desembocadura del río Támesis, con la intención de internarse en el cauce y continuar río arriba, con la intención de recuperar a una carraca española, que los inglese habían capturado, pero les llegó la noticia de que la propia tripulación se había hecho con el control del buque, por lo que ya metidos en el cauce, viraron y se dirigieron a la isla de Jersey donde realizaron la aguada y repusieron víveres, que consistieron en ganado y raciones, viviendo del país.
Pero Niño, pensaba que si en vez de las tres galeras hubieran puesto veinte a sus órdenes, o si las naos de Avendaño le hubieran seguido, acabara cosas maravillosas, idea que sin circunloquios comunicó al jefe vizcaíno diciéndole, que curaba poco del servicio del Rey.
Para después dirigirse a pasar el invierno en Barfleur, donde la escuadra se vió reforzada por la llegada de tres buques balleneros armados, de procedencia francesa, siendo el capitán castellano agasajado, sobre todo del almirante francés, que lo tuvo por huésped en su casa cerca de Ruan; no todo fue satisfactorio, sin embargo, por la penuria del Tesoro de Francia, al nivel con el de otros estados. La escuadra no recibía su paga y andaba la gente escasa de recursos. Cuando llegó la primavera, se hicieron a la mar, en derrota del paso de Cale, en busca de enemigos a los que batir, pero los temporales y corrientes, de sustos y malas noches, y de ocurrencias de la mar a la que sacrificaron entenas rotas y velas rifadas, lo que les obligó en más de una ocasión a buscar refugio, ya fuese en el puerto flamenco de la Esclusa, o el algún otro de Picardía, les impidió emplearse en mejores y más provechosos menesteres.
En uno de esos encuentros, se trabó un combate con el corsario Harry Paye, llamado Arrypay; al que se le atribuyen los incendios de Finisterre y de Gijón, llevándose el crucifijo de Santa María de Finisterra, que era nombrado por el mas devoto de todas las partidas, pero la providencia quiso que la cosa no saliera bien, pues como ya había comentado Savoisy, que las galeras en aquellos mares son inapropiadas, por su bajo franco bordo, por lo que al levantarse un fuerte viento, las galeras nada pudieron hacer, pues bastante hacían con evitar el no irse a pique, así que decidieron retirarse, pero Niño que no le tenía miedo a nada, llamó a consejo a su compañero y le dijo:
Los enemigos habían agrupado sus navíos en orden y recibió el ataque con rociadas de saetas, dardos, truenos y piedras; los castellanos les lanzaban viratones con alquitrán y estopa encendida contra las velas, y metieron entre el convoy un batel preparado con semejante artificio de fuego; se embarazó con un buque enemigo, se levantó el viento, todo lo cual a la vez lo hubiera pasado muy mal, si un ballenero francés no hubiera acudido en su auxilio, realizándolo de manera tan hábil y eficiente, pues embistió al corsario inglés tan enérgicamente, que desembarazó a los dos buques del golpe que les propino.
Llegado el momento de que los víveres se estaban agotando, Niño decidió tomárselos a los enemigos, por lo que de nuevo atacaron la isla de Jersey, pero en esta ocasión estaba mucho mejor defendida y preparada, pero como siempre no le importó arremetió contra ellos, realizó el desembarco en una alborada, encontrando prevenidos a los defensores:consiguiendo vencerles, se apodero de su estandarte, llenaron sus bodegas a tope de víveres y agua, pero no se conformó con ello por lo que saquearon la población, de la que lograron sacar un rico botín.
Recibió Niño una orden del Rey de regresar a Castilla, por lo que ordenó poner proa a la península, pero no se podía imaginar las peripecias que le reservaba la mar.
En Saint Malo puso a las galeras en graves aprieto un temporal; en Mont Saint Michel se vieron en seco entre escollos, sacándolas a fuerza de brazos; entre Burdeos y Bayona corrieron otra trinquetada:Por fin, a fuerza de brazos y plegarias llegaron en salvo a Santander, acabando así la jornada contra Inglaterra.
Llegado a la Corte, el Rey le mandó ir a Granada, en esta ciudad el día treinta de mayo del año de 1431, siendo la víspera de un gran enfrentamiento, en la ya larga reconquista de España y habiendo llegado el rey don Juan II de Castilla, lo colmó de parabienes, le armó caballero, le concedió el título de conde de Buelma, al mismo tiempo que le nombraba Señor del valle, en el cual habitaban trescientos vasallos, haciéndole entrega además de una esposa, que no era otra que la infanta Beatriz, hija del infante don Juan.
Pero él ya era viudo, de doña Constanza de Guevara, siendo conocido por los lugareños como ‹El Almirante Mazuzo›, por la ya dicha demostración de su valor y coraje, en cuantas ocasiones tuvo de poderlo poner a prueba.
El Condado de Buelna tenía su escudo compuesto éste en campo de oro y sobre él a siete libes de azur, siendo los mismos que integran en la actualidad a los de los dos ayuntamientos del Valle de Buelna, como no podía ser menos, por ser en parte descendientes de sus vasallos; siendo el de San Felices igual, pero incorporando como nuevo símbolo la fortaleza medieval, mientras que el de Los Corrales le añade la estela céltica de Barros.
A don Pero Niño, Primer Conde de Buelna, según nos cuentan las crónicas nunca tuvo a bien preocuparle, si sus enemigos eran muchos o pocos, de estas, o aquellas tierras, con barcos o sin ellos, solo le preocupaba el ganar, para contribuir en la medida de sus posibilidades que no eran pocas, el conseguir que su Rey y tierras fueran más grandes y extensas, por ello su vida así relatada parece más una leyenda al mejor estilo de la Grecia antigua, que a un castellano del siglo XV, pero lo bueno es que tiene grandes aportaciones históricas y por ello, a pesar de la forma escrita de sus cronistas, es una biografía y no una leyenda.
Se vió envuelto en torneos, gentilezas y amores, en intrigas de Corte, lides con moros y con cristianos, durante la minoría de edad de don Juan II y los arrebatos de don Álvaro de Luna, habiendo conocido en Castilla a cuatro Reyes, a través de continuados peligros, sufriendo heridas y porrazos sin cuento, consiguió el llegar a los setenta y cinco años, siempre fuerte y siempre arrogante.
Se caso tres veces con damas de alta alcurnia; hizo primer testamento declarando su sucesión y la forma del enterramiento en esta cláusula:
El 19 de diciembre de 1453, otorgó segundo testamento con mandato más humilde:
Falleció a lo largo de 1453, en la población de Cigales, actual provincia de Valladolid.
Todos lo escrito entre las «comillas», provienen de la Crónica de Dies Games.
Transcribimos literalmente, el retrato que en la Crónica definía Games a su capitán (contiene muchos errores gramaticales por estar medio depurado del castellano antiguo, para que pueda ser leído con algún atisbo de claridad y entendimiento):
Pasados cuatro siglos le juzgaba Vargas Ponce, que era marino y bajo su punto de vista, de esta manera decía:
Bibliografía:
Díez de Games, Gutierre.: Crónica de don Pedro Niño. Conde de Buelna. Impt. Antonio de Sancha. Madrid 1782.
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Fernández Duro, Cesáreo. La Marina de Castilla, desde su origen y pugna con la de Inglaterra, hasta la refundición en la Armada Española. El Progreso Editorial. Madrid. 1894.
Laguillo García-Barcena, Paulino. Cronista del Valle de Buelna 27 de enero de 2005. Es parte de un artículo publicado en el Diario Montañés, el 21 de abril de 1996.
Rodríguez Dos Santos, José. El Códice 632. Roca editorial. 2006.
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