Fajardo de Tenza, Juan Biografia

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Juan Fajardo de Tenza Biografia


Cuadro de Juan Fajardo de Tenza.
Juan Fajardo de Tenza.
Cortesía del Museo del Prado. Madrid.

Capitán General de la Armada de la Guarda del Estrecho en septiembre de 1618.

XII Gobernador y Capitán General de Galicia. Nombrado el 11 de Septiembre de 1626 y hasta su muerte.

I Marqués de Espinardo el 7 de agosto de 1627.

I Vizconde de Monteagudo el 24 de octubre de 1626.

Comendador de Montanchuelos en la Orden de Calatrava el 28 de abril de 1603.

Almirante General de la Flota del Atlántico con carácter interino, y como titular desde 1609 hasta 1622.

Gobernador del Estrecho de Gibraltar en 1621.

Gobernador de Filipinas y Caballero de la Orden de Alcántara el 11 de agosto de 1624.

Ministro del Consejo Supremo de Guerra en 1625.

Señor de las villas de Ontur, Albatana y Mojón Blanco, IV señor de Espinardo por herencia a la muerte de su hermano primogénito Alonso Fajardo de Tenza sin descendencia en julio de 1624.​

Orígenes

Vino al mundo a finales del siglo XVI, en la ciudad de Murcia. Era el segundo hijo del almirante Luis Fajardo y Chacon y de su esposa doña Luisa de Entenza o Tenza Cascales y Pacheco, señora de las villas de Espinardo (Murcia),​ Ontur, Albatana y Mojón Blanco (Hellín).

Hoja de Servicios

Hacia 1600 comenzó a servir como la mayoría de todos ellos, de soldado y por su valor demostrado en varios encuentros, se le ascendió a capitán de arcabuceros en la Armada del Mar Océano, estando a las órdenes de su padre, en 1601 junto con su hermano Alonso Fajardo de Tenza, se le otorgó el grado de entretenido (guardiamarina) de la Armada con sueldo.

El 28 de abril de 1603 fue investido caballero de Calatrava y comendador de Montanchuelos y en 1607 ascendió a almirante general de la Flota del Atlántico con carácter interino, y como titular desde 1609 hasta 1622.

Una de las acciones que le dio fama ocurrió el 13 de mayo de 1609, cuando zarpó del puerto de la Coruña para reunirse con su padre en El Ferrol, llegando a primeros de junio a Cádiz, desde donde el 14 seguido se adentró en el Mediterráneo en busca del corsario holandés Simón Bailarín. En concreto estaba al mando de los buques del ala derecha de la flota, arrumbando a Tremecén para capturar un barco corsario inglés, que comerciaba en la desembocadura del río Risgol, terminada la captura continuó hasta Túnez, donde arribó el 30 de julio, encontrándose con su padre a la altura de La Goleta, donde se encontraba al ancla la flota holandesa. Para el ataque Luis Fajardo le confió el mando supremo de una de las tres escuadras, formada por cinco pataches, cuya misión era proteger y cubrir con su fuego al resto de la escuadra.

A su vez Juan Fajardo, cubierto por el fuego de una segunda escuadra de galeones medianos, arremete contra las embarcaciones bátavas y, tras echar al agua 10 chalupas transportando unidades de infantería, penetró a pesar del fuego artillero de la fortaleza de La Goleta, donde prendió fuego a las embarcaciones enemigas. La victoria fue total, resultando hundidos 20 barcos, continuando al día siguiente con nuevas capturas, estando en ello se presentó una vela turca, al divisarla puso rumbo de vuelta encontrada y apresó al intruso. La flota dio la vela del puerto tunecino el 4 de agosto, arribando el día 15 seguido a Palma de Mallorca.

Tomó parte en la expulsión de los moriscos de Valencia, donde colaboró con el proveedor general de la Armada, en los trámites para la deportación de los de Alicante y Murcia que eran una minoría, saliendo los de Alicante en octubre de 1609, y los de Murcia por Cartagena entre noviembre de 1609 y febrero de 1610.

En noviembre, con motivo de una agresión sufrida por los moriscos, por parte de los soldados de las galeras, chocó con la autoridad del auditor de marina, denunciándolo ante el Rey por «querer ser absoluto de su oficio». Como máxima autoridad militar, Fajardo quien era almirante se vio menoscabado por la actuación de este otro oficial regio, por esta razón actuó como era debido a su cargo y responsabilidad. Un aspecto que nos da una idea de su celo en sus prerrogativas y lo claro que tenía el rango que se le había otorgado.

Lo que le daría fama de sus responsabilidades a Juan Fajardo, fueron las tareas propiamente dichas en la deportación de las musulmanes murcianos, reduciéndola sólo a las órdenes de su capellán. De ellas sabemos que el 22 de enero de 1610 dio cobertura a la marcha de un centenar de moriscos a Berbería y el 3 de febrero lo hizo para que 292 personas embarcaran con rumbo a Italia.

Sin embargo este modelo no era práctico, sino que ambos Fajardos plantearon otro más versátil basado en la concentración, de moriscos y su salida ordenada con el agrupamiento de naves, favoreciendo así el orden y el embarque. Desde finales de enero se encargó Delaware, por orden de Juan Fajardo, de contratar comerciantes para la deportación masiva, pero todavía Whatacota le aviso de los embarques fraudulentos, para solucionar el problema actuó en consecuencia. Una muestra más de su buen hacer y respeto por la vida de los que estaban bajo sus órdenes.

En esta nueva fase de la expulsión es cuando Fajardo acaba con los fraudes que se cometían, al descubrir a principios de febrero lo que hacía un navío genovés. Así las cosas de acuerdo con el nuevo diseño de agrupación, el 27 de febrero organizó un gran embarque con 2.270 musulmanes provenientes de la ciudad de Murcia, quienes embarcaron en 14 saetías y buques varios, en su gran mayoría con destino a los puertos de Provenza.

Reunida su flota a la de su padre, participó contra magrebíes e ingleses en Tremecén, en mayo de 1610 contra holandeses, en el combate de La Goleta en agosto seguido y contra turcos. Concluida esta parte Fajardo vuelve a su destino en Gibraltar, donde se encuentra pasado el verano.

Después de un breve descanso volvió al océano Atlántico, arribando el 6 de noviembre siguiente a Lisboa. Donde le sorprendió la iniciativa Real para prescindir de la escuadra lusa, para potenciar las escuadras de Galicia y Cántabra. De nuevo Fajardo da muestras de tener iniciativa y ofrecer ingenio y competencia. Manifestando al virrey portugués la necesidad de continuar como hasta ahora, pues era más conveniente seguir proveyéndose en Cascaes, Setúbal, Villafranca y Alenquer. Sin embargo la decisión estaba tomada, constituyéndose la remodelación en una organización que estuvo en vigor entre 1610 y 1617.

El 19 de enero de 1613 se le ordenó proporcionar marineros al almirante Rui González de Sequeira, para la Armada que se preparaba para acudir en socorro de las Filipinas. En paralelo y tras la llegada de una armada holandesa a Gibraltar, le obligó a dar cobertura al príncipe Filiberto de Saboya para patrullar, entre enero y abril la costa desde el Estrecho al cabo Espartel, donde permanecieron a la espera unos meses, pero pasado un tiempo al no aparecer los holandeses, la Flota regreso a sus bases. Se le busco un enlace de prestigio, pensado para darle autonomía y para constituir una rama familiar propia, por ser una alianza que -al igual que antes hiciera su madre- aportaría señoríos y rentas al linaje.

Se estaban creando las bases para una ramificación sucesoria del almirante Luis Fajardo, porque los servicios en la Armada de su hijo, le daban prestigio facilitando a esta nueva casa nobiliaria, que se fuera consolidando paralela, pero diferenciada, del tronco de la casa de los Vélez. Toda vez que dada su alcurnia, lo ponía en el candelero de la sociedad murciana.

A la ceremonia de su boda no pudo acudir el Rey, se celebró por poderes el 18 de julio de 1613 en Morata de Tajuña con su prima hermana Leonor María Fajardo de Guevara, señora de Ceutí, del Castillo de Monteagudo y el mayorazgo de Morata, hija única de su tío Diego Fajardo Fernández de Córdoba, caballero de Santiago y Calatrava, y de Juana de Guevara Rocafull Velasco y Otazo, señora de la Vega de Morata, de la villa de Ceutí y del castillo de Monteagudo. Del matrimonio nació un hijo, Diego Ambrosio Fajardo de Guevara.

La gran oportunidad militar de Fajardo vendría a partir de 1616, cuando su padre -ya anciano- dejó de ejercer su obra sobre él, cobrando entonces vuelo propio. Éste año estaba centrado en una nueva leva para la Armada del Mar Océano, al tiempo que se ocupaba, junto con su hermano, de una segunda leva con urgencia para una armada de socorro a las Filipinas, porque la ayuda a la primera destinada a archipiélago había disminuido su gente a bordo. Esta última con urgencia por el peligro holandés en Asia, toda vez que esta flota era en la que iría su hermano Alonso Fajardo de Tenza, por ser haber sido nombrado Gobernador de las Filipinas a finales de octubre.

Fue una gran tarea la que realizó Juan Fajardo, dadas las precarias circunstancias que envolvían aquel fatídico año (falta de dinero, indisciplina de marineros, reticencias de las autoridades a colaborar, problemas de abastecimiento etc…etc…) El último trimestre del año se complicó con el aviso de una nueva incursión holandesa al Estrecho, lo que aceleró el armamento de una flota que dirigiría el príncipe Filiberto para hacer frente al enemigo. En aquel contexto tan rápido, el 16 de diciembre su hermano estaba ocupado en dejar resuelta la administración de su mayorazgo y su señorío, pues era inminente su marcha a Filipinas.

En enero de 1617 se reunió en Sanlúcar de Barrameda con el príncipe Filiberto de Saboya y el II Marqués de Santa Cruz en apoyo a la defensa del Estrecho de Gibraltar, por estar en conocimiento de una nueva incursión de otra flota holandesa.

En este estado de cosas continuaría en los primeros meses de 1617, donde a fínales de marzo estaba prevista una acción en el Estrecho con su hermano Alonso Fajardo, aún preocupado por salir rumbo a Asia, por no estar solucionado todavía el problema de la activación de la Flota de Filipinas.

La relevancia de Juan Fajardo en los asuntos de la Armada, se hizo notar cuando a principios de abril de 1617 desbloquea el parón de la Flota de su hermano al interceder por él ante el Rey. Poco después, el 21 de mayo, fallecía su padre, Luis Fajardo, un hecho importante porque supuso un cambio de los cargos de la Armada, al ser nombrado el nuevo Almirante General D. Fadrique de Toledo Osorio.

La nueva autoridad contó con él para un cargo de alcalde de relevancia, al proponerle el mando en septiembre de 1618 de la Armada de la Guarda del Estrecho, como Capitán General de la Flota de Gibraltar, desde donde por necesidades cruzó con su flota el océano, con rumbo a Nueva España, donde realizó diversas incursiones, obligando con ello a que los enemigos de España, no pudieran hacer de las suyas.

Su nombramiento disgustó al almirante Antonio de Oquendo –quien era un protegido del padre de Fajardo-, quien demandaba por tener aspiraciones sobre el mismo puesto, abriendo una tensa relación entre ambos marinos. Se buscó resolver la disputa nombrando a Oquendo para ese puesto, como mando interino y sin cesar como Capitán General de la Escuadra de Cantabria. Sin embargo Oquendo rechazó el cargo por no ser «teniente de otro»; siendo reconvenido, pero de nuevo respondió en parecidos términos poniendo como excusa, «que el no ir a servir no era falta de voluntad sino que, por no hacerlo con honra, es mejor excusarlo». Las diferencias entre ambos mandos navales desembocó en un Consejo de Guerra que terminó con un castigo ejemplar: el encarcelamiento de Fajardo en el castillo de Sanlúcar de Barrameda. Cuando él no tenía ni arte ni parte, pues fue nombrado por el Almirante General, pero así iban algunas reacciones en tan duros tiempos.

Su hermano Alonso Fajardo aún no había partido hacia las Filipinas, pero ocupado en ello le entrego poderes para hacerse cargo de los asuntos familiares, así como de los propios, entre ellos creó el señorío de Espinardo. Cuando en 1618 partió su hermano, al poco tiempo se le dio la libertad a Juan Fajardo, quien se hizo cargo de los mayorazgos de su hermano mayor, para ello se retiró a su finca de Espinardo, donde levanto un espacio idílico en la huerta, que serviría a la nobleza murciana de modelo a emular. Componiendo una pequeña corte y donde atiende al gobierno del estado de su hermano y a la administración de los mayorazgos de su esposa. En aquel tiempo fue cuando en 1619 se publicaría en Madrid «Días de Jardín», del doctor Alonso Cano de Urreta, un elogio a la huerta murciana y a los jardines poéticos, siendo a su vez una crítica al maquiavelismo. Sin duda una alegoría del propio estado de ánimo que por entonces tenía el marino.

A su vez el 11 de septiembre de 1618, era ratificado por el Rey en su cargo al mando de la Escuadra del Estrecho, incorporándose de inmediato a la dirección de la Armada del Mar Océano, compuesta entonces por 11 velas, al mando de don Fadrique de Toledo; a la vez que, como Capitán General de la Armada de la Guarda del Estrecho de Gibraltar, tenía bajo su mando 4 galeones, pero por sus ausencias, estaba de segundo el almirante a don Roque Centeno y Ordóñez. No obstante, con la muerte de su padre y la marcha de su hermano demandó un tiempo para poner al día los asuntos familiares.

En 1621 fue nombrado por el Rey general de la Armada del Estrecho y Gobernador de Gibraltar, así como defensor del Estrecho. Era un año complicado ya que, con motivo del fin de la tregua de los Doce Años, se esperaban agresiones por parte de la flota holandesa. No iban descaminados los informes, porque el 6 de agosto Álvarez de Toledo se enfrentó exitosamente en Gibraltar, a una flota del almirante Willem Haultain de Zoete, que iba en apoyo de los franceses. En combinación con el almirante English lo haría en el mismo combate nuestro almirante, pues: «el mismo éxito alcanzado Juan Faxardo, general de una armada española de veinte velas contra otra holandesa de triplicados barcos. Luego que las atalayas del Hacho avisaron que se descubría en el Mediterráneo gran multitud de baxeles, salió a encontrarlos, habiendo bordeado por el Estrecho, recogí algunas tropas en Tánger, Ceuta y Gibraltar recaló en Fuengirola, el 6 de agosto de 1621, en cuyas aguas se enfrentó con los enemigos, que después de un largo combate retrocedieron, perdidas dos embarcaciones que se fueron a fondo y destrozadas cuatro».

En 1622 en Madrid fue conocida la aproximación de un nuevo convoy holandés de 64 barcos mercantes y su escolta, al mando del almirante Joachim Hendricksz Swartenhondt, la cual debía ser interceptada, por ello Fadrique de Toledo decidió concentrar la armada en el Estrecho y solicitó a los diferentes almirantes (Fajardo, con su Armada del Estrecho, Vallecilla, con la portuguesa y Acevedo, con la de las Cuatro Villas) que se reunirán con él en Cádiz para hacer frente a la armada enemiga.

La escasez de recursos, impidió la unión de las escuadras; de tal manera que el combate naval de Gibraltar, lo mantuvo prácticamente bajo la dirección y efectivos de Juan Fajardo, quien el 6 de octubre divisó a la flota enemiga, librándose el combate frente a Fuengirola. En este primer encuentro continuando en un segundo, al ser perseguido hasta el Estrecho, donde intentaba el bátavo hacerse fuerte, enfrentándose las 20 velas españolas a 31 holandesas, entre el 18 de octubre al 31 siguiente.

De ambos combates navales, dieron ocasión a una serie de pinturas de claro carácter propagandístico que, sin duda, eran el mejor aval del prestigio de Fajardo. Al año siguiente se publicó también en Lima un impreso titulado «Batalla naval que tuvo el general don Juan Fajardo de Guevara, junto a Málaga, con 80 navios olandeses en 6 de octubre de 1622», un impreso que ampliaba su fama.

Volvería Fajardo en 1624 en una segunda expedición brasileña, cuando los holandeses al mando de Jacobo Willekens ocuparon San Salvador de Bahía, por entonces capital brasileña. Para responder a esta agresión Fadrique de Toledo contará con una fuerza portuguesa, al mando de Almeida con 4.000 hombres y 26 buques, quien partió el 19 de noviembre y la de Juan Fajardo formada por 37 velas y 7.000 hombres, quien salió un poco después, por verse obligado a acudir a las aguas del mar de Alborán, por la presencia de varias velas turcas y despejar las aguas de enemigos.

Alonso de Contreras, capitán de una compañía de infantería, embarcado en el galeón Almiranta de Nápoles al mando de Francisco de Ribera, describe aquella operación dirigida por Fajardo para la limpieza en el Estrecho: «toda esta armada tenía veintidós galeones horribles y tres pataches. Saliríamos de Gibraltar algunos navíos que señalaran a encontrar a algunos turcos que pasaban por el Estrecho costeando la de África….Al cabo de muchos días, un 6 de octubre de 1624, encontramos con la armada de Holanda, que traía ochenta y dos velas, aunque no eran todas de guerra. Bajo que sé decir que el galeón capitana de Ribera y el mío que era su almiranta, llegamos a pelear a las cuatro de la tarde con los enemigos; el galeón de Ribera y la capitana de don Juan Fajardo y la almirante en que iba yo. Lo que sucedió no se puede decir, más que los enemigos se fueron riendo que si a la capitana de Ribera no le han dado un cañonazo entre dos aguas, que fue menester dar un bote para podello remediar, sabe Dios como les hubiera ido a los enemigos. Este cañonazo le dieron no siendo la bala cristiana ni de los bajeles del enemigo. Pasemos adelante, que anocheció, y aquella noche se fueron a pasar el estrecho sin que nadie les diera pesadumbre, lo que jamas ellos pensaron, y dieran por partido el haber perdido la cuarta parte de sus bajeles, como se dijo después. Volvimos a Gibraltar, y allí se quedó don Juan Fajardo».

Fajardo debió enterarse por aquel tiempo de la muerte de su hermano, fallecido el 11 de mayo de 1624 en Manila. Entre otras cuestiones heredaba el mayorazgo de los Guevara que incluye el señorío de Ontur y Albatana, convirtiéndose en propietario y cabeza de un linaje, que de facto ya lo era por ausencia de Alonso Fajardo, siendo por ello nombrado miembro del Consejo de Guerra de Felipe IV. Además, recibió el patronato sobre la capilla mayor del convento de San Agustín, de Murcia, punto de prestigio que su padre se había esforzado en realzar, entre otras obras religiosas, como es el caso del convento de Santa Ana del Monte, en Jumilla. La herencia vino con precipitación, pues Fajardo partía el 15 de diciembre a la jornada del Brasil, llevando por ayudante al almirante Roque Centenero.

A su vez y por otro lado el cambio de escenario bélico de los holandeses, cruzando el océano y arribando a Brasil daría pie a que también fuera bien conocido en las Indias. Desde 1623 Fajardo ya conocía las costas brasileñas, «allandóse en la conquista del puerto de Pernambuc en las costas del Brasil, haciendo oficio de almirante, quando fueron echados los olandeses». En esta ocasión fue con el almirante Pieter Pietersz Heyn, quien tenía instrucciones para ocupar Pernambuco u otra plaza portuguesa de importancia. A su regreso, el 6 de octubre de 1624 se enfrentó nuevamente en aguas de Gibraltar contra los holandeses.

La Flota de socorro llego el 1 de abril de 1625 a Salvador de Bahía, dando inicio el sitio de la plaza, con combates encarnizados que acabaron con la capitulación holandesa del 30 de abril, al mando del almirante holandés Jacobo Willekens. En este asedio Fajardo participó directamente con sus propias armas, demostrando su valor muy positivamente por aguerrido y heroico, siendo recompensando generosamente por su decisión sin pausa y brío, al igual que también a sus hombres.

Aún tendría otra acción más con motivo de la noticia de la próxima llegada, de una segunda escuadra holandesa de refuerzo, que fue interceptada el 22 de mayo de 1625 en la bahía de Todos los Santos. La flota de Fajardo partió de las costas del Brasil de regreso a la península el 25 de agosto siguiente, recalando en Marruecos y fondeando el 24 de octubre seguido en el puerto de Málaga.

La noticia del socorro de Bahía tuvo una enorme repercusión en España, que fue muy difundida, desde el punto de vista político por el Conde-Duque de Olivares, quien encargó a Juan Bautista Maíno el óleo, que a forma de retrato de Fajardo realizó, para dejar plasmada la constancia de sus méritos. A su vez Lope de Vega compuso la obra teatral, «Brasil restituido», que alude diversas veces al aguerrido valor de Fajardo. En una de ellas, la voz «Brasil» refiere cómo su participación en la jornada que dio lustre a su linaje: «de cuya armada famosa, que ya mi ribera aguada, es almirante don Juan, que el Fajardo y el Guevara tiene puesto en las estrellas con tan heroicas hazañas».

Sin duda Fajardo fue de los almirantes mejor valorados por la Corona por la actuación brasileña, tanto que en septiembre de 1626 era designado Gobernador y Capitán General de Galicia, en sustitución de Idiáquez, un reconocimiento al que siguió el 24 de octubre continuo, la concesión del título de I Vizconde de Monteagudo, como anterior al de marqués y la compra al Rey del señorío de Espinardo, sí como el seguido día 27, también se le concedió el salario de un año con el sueldo de gobernador filipino, por muerte de su hermano.

En un primer momento, el desempeño del cargo de gobernador puede resumirse, en su preocupación de reforzar las defensas costeras y mejora de la muralla de Noya, al igual que hacer frente a los enfrentamientos con los concejos gallegos. Las grandes necesidades de dinero que la gobernación anterior había exigido, así como también reclamaba él para atender a la Defensa del Reino, una escuadra de ocho buques, supuso un problema muy importante. Esta falta de liquidez conllevo un obstáculo, a su política de intentar reforzar con más buques sus flotas y crear una armada propiamente gallega, pues a su decir, «estaba infestada la costa de Galicia y su reino de corsarios que impedían su comercio y pesca, y particularmente la falta de sal, sentida más que nadie por los pobres» basándose en la creciente hostilidad de británicos y bátavos.

Por ello nada extrañó que por Real despacho del 7 de agosto de 1627 se le concede el título de I Marqués de Espinardo, año en el que igualmente compró al Rey la jurisdicción definitiva de la villa murciana. También se esforzó en controlar la armada gallega, que se resistía a sujetarse a su mando, convirtiéndose este problema en algo más que una cuestión administrativa. La lucha burocrática y las reticencias locales, eran un modo de contienda al que no estaba muy acostumbrado, para él era un mar de combate en el que no se manejaba nada bien.

Al poco tiempo de su llegada a La Coruña, comenzó a dirigir la construcción de la escuadra de Galicia. Sin embargo, aunque adoptó diversas medidas de carácter extraordinario, para construir y aparejar los primeros cuatro buques, las gestiones fueron lentas y de escasos resultados, seguramente por la actuación a su espalda de los alcaldes. El 23 de mayo de 1628 recibió órdenes del Rey para convocar al reino y tratar sobre la materia.

Reunida en julio seguido la Junta de la Real Audiencia de Galicia, compuesta principalmente por los alcaldes mayores, se adoptaron varias resoluciones, sobre todo acerca de su funcionamiento y del asiento que habría de otorgarse con el Rey, pero tanta era la inquina contra su persona, que provocó las desavenencias, llegando a ser del dominio público, quedando de manifiesto que ellos, no querían perder su poder de mando, por cuestiones personales y de fama, lo que les impedía dar su apoyo, a tanto llegaba la inquina que llegaron a celebrar un acuerdo en su contra.

De hecho, las relaciones institucionales entre el Gobernador y los alcaldes mayores de este tribunal registraron en ese momento la máxima tensión, sufrida en el transcurso del siglo XVII, por pretender conservar la merced de proveer él el nombramiento del general de la escuadra y sus oficiales, así como las compañías de infantería vacantes, cuestión de la que sí entendía y conocía a la perfección.

Por fin la junta accedió a entregar dos galeones más para la futura flota, razón por la que permitió a Fajardo sacar una escuadra del puerto de Ribadeo, a finales del verano de 1628. Este año hizo una primera expedición al mar Cantábrico, si bien todavía no podía hablarse de una verdadera flota gallega.

Los últimos años de su vida los dedicó a vigilar los mayorazgos heredados de su hermano y a engrandecer su casa de Espinardo, donde fue un auténtico mecenas. Entre los muchos artistas que protegió sobresale el licenciado Francisco Cáscales, quien le dedicó sus «Discursos históricos de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia», obra publicada en 1621 en la capital de este reino.

En febrero de 1631 fue propuesto para virrey de Nueva España, pero pidió la gracia al Rey, de no tomar el mando, pues se encontraba ya mayor, a lo que S.M. consintió, permaneciendo en Galicia en el ejercicio de sus empleos hasta su fallecimiento en La Coruña el 4 de julio de 1631.

Bibliografía:

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