Ceballos y de Bustillo, Ciriaco de Biografia
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Su temprana inclinación a la mar, le llevó a solicitar y se le concedió Carta-Orden de ingreso en la Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Ferrol, sentando plaza el día treinta de junio del año de 1779. Expediente N.º 2.580. | Su temprana inclinación a la mar, le llevó a solicitar y se le concedió Carta-Orden de ingreso en la Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Ferrol, sentando plaza el día treinta de junio del año de 1779. Expediente N.º 2.580. | ||
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Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 12. 1911, página 788. | Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 12. 1911, página 788. | ||
- | Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española | + | Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903. |
Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Madrid. Imprenta de la Viuda de Calero. 1851. | Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Madrid. Imprenta de la Viuda de Calero. 1851. | ||
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Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos. | Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos. | ||
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Capitán de Navío de la Real Armada Española.
Orígenes
Vino al mundo en la población de Quijano, zona montañosa de la actual provincia de Cantabria, a lo largo del año de 1764, siendo sus padres don José-Gerónimo Ceballos y su esposa doña María Antonia de Bustillo Ceballos.
Hoja de Servicios
Su temprana inclinación a la mar, le llevó a solicitar y se le concedió Carta-Orden de ingreso en la Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Ferrol, sentando plaza el día treinta de junio del año de 1779. Expediente N.º 2.580.
Su preparación previa no debía de ser nada normal y desde luego muy esmerada, pues solo en poco menos de un año después de ingresar, se le ascendió a alférez de fragata, siendo el día tres de junio del año de 1780.
Con este grado navegó en buques destinados al corso, sobre todo por el mar Mediterráneo, siendo buques que pertenecían a la escuadra del general don Luis de Córdova, que al mismo tiempo servían como practicas de mar a los jóvenes guardiamarinas y oficiales.
En este mismo año embarcado en la escuadra del mando de su general, participó el día nueve de agosto sobre el cabo de Santa María, en el apresamiento del gran convoy británico de más de cincuenta y cinco velas, escoltado por tres fragatas de guerra que pasaron a la Real Armada Española con los nombres de Colón, Santa Balbina y Santa Paula.
En esta captura se hicieron tres mil prisioneros de las dotaciones, más mil ochocientos soldados de las compañías reales de las Indias Orientales y Occidentales, evaluándose el botín capturado de mercancías y municiones, en un millón de duros (moneda de ocho reales).
En el año de 1782 participó en el gran asedio de Gibraltar, en ocasión en que el general Barceló mandaba las empleadas directamente en el ataque a corta distancia y después, cuando aquél cesó en este mando y se produjo el ataque de las baterías flotantes inventadas por el francés D’Arçon, pero mandadas por el general Ventura Moreno, estaba apoyando con el fuego de su buque el desgraciado día trece de septiembre el ataque de éstas; y se volcó en su auxilio cuando comenzaron a arder por el efecto de las balas rojas que disparaban los defensores, embarcó en una de las embarcaciones menores de su navío para intentar apagar los fuegos y salvar a las dotaciones.
En los incendios y voladuras de estas pesadas baterías en teoría insumergibles e incombustibles, con circulación de agua ‹ como la sangre por el cuerpo humano ›, hubieron trescientos treinta y ocho muertos, seiscientos treinta y ocho heridos, ochenta ahogados y trescientos prisioneros; pero los efectos fueron superados en mucho por el bombardeo de las lanchas cañoneras inventadas por Barceló, que lo hacían seguro y muy efectivo. En Gibraltar se defendía valerosamente el general británico Elliot.
La plaza llegó a estar en gran necesidad y le fue enviado un convoy con aprovisionamientos, escoltado por una escuadra de treinta navíos mandada por el almirante británico Howe.
Le salió al encuentro el general Córdova con sus fuerzas, pero las enemigas con su convoy aprovecharon un fuerte temporal cuyos vientos les favorecían, consiguiendo arribar al Peñón descargando los tan esperados auxilios.
Se perdió el navío español San Miguel, arrojado por la tempestad bajo los mismos muros de Gibraltar, donde fue capturada la tripulación.
Cuando lord Howe volvía al Atlántico, el general Córdova le salió de nuevo al paso y se trabó el combate del día veinte de octubre del año de 1782, en aguas frente al cabo Espartel, de quien recibe el nombre.
Los británicos admiraron: « el modo de maniobrar de los españoles, su pronta línea de combate, la veloz colocación del navío insignia en el centro de la fuerza y la oportunidad con que forzó la vela la retaguardia acortando las distancias » El combate tuvo una duración de cinco largas horas.
Los buques enemigos por ir ya forradas sus obras vivas de cobre tenían más andar, lo que les permitió mantener en todo momento las distancias de fuego y cuando ya el resto de la escuadra española iba llegando al combate, decidieron por el mayor número de navíos españoles rehuirlo, por lo que enseñando sus popas se fueron alejando del alcance de la artillería española.
El coloso español, el navío Santísima Trinidad, del porte de 130 cañones sólo pudo hacer una descarga completa de todas sus baterías, su lentitud le impidió poder hacer más.
Al regresar a la bahía de Cádiz Fue destinado a la escuadra del general Borja, la cual arribó a Guarico después de treinta y siete días de navegación, protegiendo a los buques con azogues y mercancías hasta el Canal viejo, quedando su división cruzando las aguas de la isla de Santo Domingo, zarpó un convoy de buques franceses de San Nicolás y los protegió hasta Guarico, donde se unieron a la escuadra del general don José Solano en aguas de Monte Cristi, zarpando a continuación la escuadra al completo con rumbo a Guarico.
De este puerto zarpó en varias ocasiones por ver si encontraban a los franceses que al mando del conde de Grases había mantenido el combate contra el británico Rodney y por desgracia perdido, pero no pudieron prestar su ayuda ya que a nadie encontraron, regresando por ello la escuadra a la Habana.
No cambió de navío y así el Glorioso 2º pasó a enarbolar la insignia del nuevo general, de la Habana zarpó el día seis de enero del año de 1783 con la su escuadra compuesta de nueve navíos y dos fragatas, con rumbo a Guarico, en el trayecto se acercó a San Juan de Puerto Rico, por ver que en su dársena habían buques, siendo identificados como unos mercantes franceses con caudales que se habían refugiado allí, por la presencia en esas aguas de dos escuadras numerosas de buques británicos y al mismo tiempo en protección de ellos estaba también fondeado el navío español San Juan.
Dio orden de levar anclas y zarpar, consiguiendo, siendo ya conocedor de la presencia enemiga el dejarlos a todos a salvo en Guarico. Al saber de la firma de la Paz, pasó a embarcar en sus navíos al ejército del general Gálvez, transportándolos al apostadero de la Habana y desde aquí en el navío San Nicolás regresó a la bahía de Cádiz, a su llegada le espera la Real Orden con fecha del día quince de noviembre del año de 1784, con su ascenso al grado de alférez de navío.
Pasó embarcado a la escuadra de evoluciones, que estaba al mando del general don Juan de Lángara, realizando navegaciones por el mar Mediterráneo, de donde pasó destinado a la fragata Santa María de la Cabeza al mando del capitán de navío don Antonio de Córdova, con el que zarpó de la bahía de Cádiz con la misión de barajar el estrecho de Magallanes, para realizar unas cartas náuticas que dieran fe de su navegabilidad con buques de su porte, terminada la comisión regresó a la bahía de Cádiz. Por el excelente comportamiento de la dotación y sus oficiales, así como por la ‹ Memoria › realizada, recibió la Real Orden con fecha del día veintiocho de abril del año de 1787, con la notificación de su ascenso al grado de teniente de navío.
Por la experiencia acumulada en esta última misión, fue elegido por don Alejandro Malaspina para formar parte de su dotación, en el que sería el gran viaje científico y último del siglo XVIII, siendo destinado a bordo de la corbeta Atrevida, que junto a la Descubierta, zarpó de la bahía de Cádiz el día treinta de julio del año de 1789, dando así comienzo a una épica expedición.
La expedición bien conocida, navegó por todas las aguas de los virreinatos americanos, incluidas las islas Filipinas y hasta parte del actual Canadá por el océano Pacífico, sin olvidar nuestros archipiélagos de las Marianas y Carolinas, en un viaje de setenta y dos meses de duración, estando responsabilizado de todos los trabajos hidrográficos, rindiendo viaje en la Península en su bahía de Cádiz el día veintiuno de septiembre del año de 1794.
Durante el viaje se le entregó la Real Orden de fecha del día veintiuno de septiembre del año de 1789, por la que era ascendido al grado de teniente de navío, ya que como se ve solo dos meses después de zarpar se le ascendió, pero él se enteró mucho tiempo más tarde.
Se encontraba recuperándose del viaje anterior, cuando recibió la Real Orden del día veinticuatro de marzo del año de 1795, por la que se le comunicaba su ascenso al grado de capitán de fragata, permaneciendo en este Departamento pasando a limpio las notas de la expedición.
Al terminar su trabajo, se le dio orden de embarcar en el navío Mejicano de la escuadra del general don Juan de Lángara, zarpando de la bahía de Cádiz para unirse a la escuadra del almirante británico Hood, poniendo rumbo a la ciudad de Tolón, en la que tomaron el puerto, arsenal y la fortaleza que lo protege, participando muy activamente en el reembarque de las tropas y los franceses que huían de los revolucionarios.
La escuadra retornó al puerto de Cartagena y aquí pasó embarcado al navío Santísima Trinidad, en el que enarbolaba la insignia el nuevo jefe de ella el general don José de Córdova, que había asumido de nuevo el mando, quedando el general Lángara como su segundo, siendo Ceballos elegido como el Mayor de Órdenes de la escuadra.
Zarpó la escuadra el día uno de febrero de Cartagena con rumbo al Estrecho dando guarda a una división de lanchas cañoneras y bombarderas con destino al apostadero de Algeciras, a las cuales dejaron a buen resguardo cuando poco después se desató un fuerte temporal de Levante, que durante ocho días mantuvo a la escuadra en muy malas condiciones, siendo arrojados sobre el cabo de San Vicente.
Con este nombre se conoce el desgraciado combate que mantuvo esta escuadra contra la británica del almirante Jerwis, teniendo lugar el día catorce de febrero del año de 1797, donde se perdieron cuatro navíos contra una escuadra muy inferior en número de buques, de ellos dos de tres baterías y dos de dos, siendo precisamente el Santísima Trinidad el blanco preferido por los enemigos, que consiguió salvarse pero muy mal tratado, por lo que todos se batieron con fuerza, pero al quedar el buque en tan mal estado trasbordaron a la fragata Diana el general, su Estado Mayor y su Mayor de Órdenes, para pasar casi seguido al navío Conde de Regla, con el que arribaron a la bahía de Cádiz el día tres de marzo.
Por pasar todos los mandos de la escuadra a Consejo de Guerra, se quedó sin destino y en tierra, pero al ser nombrado el nuevo general de ella don José de Mazarredo, fue elegido por éste para su plana Mayor, embarcando en el navío Concepción insignia del nuevo mando.
Después de la victoria británica sobre la escuadra española, el entonces comodoro Nelson permaneció hostigando y bloqueando a la española en el puerto de Cádiz, pero de nuevo se puso en marcha el invento del general don Antonio Barceló, pues los botes de los navíos se convirtieron en lanchas cañoneras, las cuales salían de noche y aprovechando las de calma, por lo que hostigaban casi impunemente a la escuadra británica, que no era muy efectivos pero les obligaba a estar siempre pendientes de ellas, ya que realizaron múltiples salidas y siempre causando algún daño al enemigo; en el año de 1798 por causa de un temporal el comodoro tuvo que romper la formación de bloqueo, lo que aprovechó el general Mazarredo para zarpar e intentar dar caza a alguno de los británicos, pero regresó a la bahía después de ocho días de intento de entablar combate, que le resultó imposible.
Se realizó una nueva salida el día trece de mayo del año de 1799 con rumbo al Mediterráneo y en el Arsenal de Cartagena se unieron las escuadras francesa al mando del almirante Bruix y española al mando del general don José de Mazarredo, regresando a la bahía de Cádiz y desde este puerto zarparon en el mes de julio del año de 1799 con rumbo al Atlántico, para arribar al arsenal de Brest; permaneciendo en este Arsenal francés hasta el día veinticuatro de marzo del año de 1802, que por estar enfermo tuvo que ser desembarcado y transportado por tierra hasta el Departamento de Cádiz.
Ya casi recuperado y por méritos contraídos, recibió la Real Orden del día veinticuatro de abril del año de 1802, por la que se le comunicaba su ascenso a capitán de navío. Se incorporó a su destino en el Departamento de Cádiz y con fecha del día dos de mayo del mismo año se le nombra Comandante del Apostadero de Veracruz, por lo que embarcó de transporte en el navío Santo Domingo, zarpando de la bahía de Cádiz el día veintidós del mismo mes, al arribar tomó el mando.
Por Real Orden, se le comunicó que debía levantar las cartas náuticas y planos del seno mejicano, siendo acompañado del teniente de navío don Manuel Díaz de Herrera (éste fue el padre del vicealmirante don Segundo Díaz de Herrera), dedicándose a cumplir la orden recibida, que era de suma importancia para evitar accidentes náuticos como los que se venía padeciendo.
En el transcurso de ella, también se empleaba su buque en combatir el contrabando, por lo que consiguió capturar a varios buques, ayudando de esta forma a los guarda costas que no eran todos los necesarios.
Permaneció en la población de Veracruz hasta el año de 1809, ya que los insurrectos le obligaron a abandonarla para no caer en sus manos, internándose por tierra en el virreinato de Nueva España, donde por desgracia se le pierde la pista, desconociéndose su fecha, lugar y forma de fallecer, aunque por lo hechos allí ocurridos es de suponer que fue capturado y fusilado.
De sus trabajos en la comisión del levantamiento de las cartas náuticas, realizó siete ‹ Memorias › pero de las cuales solo cuatro llegaron a la Península, las otras tres al parecer se perdieron por causa de la guerra. Pero se ignora, si realmente fueron destruidas, acción improbable, o siguen ocultas en algún lugar.
En palabras de don Martín Fernández de Navarrete dice: « con la mayor exactitud la carta hidrográfica de la península de Yucatan, de la sonda de Campeche y sus bajos, y de todo el saco de costa, que corre desde Veracruz hasta Campeche; de todo lo cual ha llevado adelante y hasta su término los trabajos hidrográficos, que le encomendaron, y los ha puesto en un punto de perfección, á que difícilmente podrá aspirarse en los de esta clase » Memorias del Departamento Hidrográfico, tomo 2º, Memoria 4ª, páginas 5 a 9. En la página 97 hay Extracto de las observaciones relativas a la misma comisión hidrográfica.
A lo que añade: « Disertaciones sobre la navegación á las Indias Occidentales por el norte de la Europa, etc. » Isla de León año 1798, en folio. Con referencia a esta obra, añade don Martín: « La primera disertación es una traducción de la que Mr. Buache leyó en la academia de ciencias de París en 1790 sobre el viaje de Lorenzo Ferrer de Maldonado al descubrimiento del estrecho de Aniam en 1588; y en la segunda intenta demostrar no solo la falsedad de tal viaje, sino la ligereza con que el académico francés quiso autorizarlo como verdadero y ventajoso á los progresos de la geografía »
Bibliografía:
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 12. 1911, página 788.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Madrid. Imprenta de la Viuda de Calero. 1851.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid 1873.
Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.
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