Bustamante y Quevedo, Joaquín1
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En el año de 1893 por fin ve la luz su obra: «Ideas sobre la Marina» En la que va haciendo un repaso del estado de la Armada, da informes de reorganización de los diferentes Cuerpos, variados por el Ministro Beránger, convirtiendo a la Armada en “algo” donde casi nadie obedecía, porque todos tenían “mando”. Recomienda que la Escuadra de Instrucción debiera navegar el máximo tiempo posible, y el resto de la escuadra dividida por igual en los tres Departamentos a forma de divisiones. Se anticipa años, al pedir la creación de una escuadra auxiliar, tanto de avisos como de transportes, para ello tener bajo contrata a los mejores buques mercantes de la flota española y que el presupuesto debería de estar en consonancia con las obligaciones a cubrir por la Armada, contando que todavía existían como españolas la isla de Cuba, Filipinas, Carolinas, Marianas, Guam y Guinea, por lo que entre ellas habían grandes distancias a cubrir y si llegara el momento no se podría contar con la ayuda de nadie, a parte, que si quedaba presupuesto de un año ésta cantidad se guardara para el posterior y no que le fuera devuelta al Gobierno como era la norma; haciéndolo como se venía realizando en la Royal Navy desde su creación de ahí que su Almirantazgo dispusiera siempre de dinero, por ir acumulando excedentes.
Y hace una última llamada con referencia a los años de permanencia efectiva en el cuerpo, lo que hacía que a veces era imposible ascender por el cumplimiento de la Ley de no dejar vacantes y los mandos llegar a edades en las que ya era muy posible no tuvieran los reflejos suficientemente claros, para ello acompaña un comparativo, que dice:
«En la Armada española un vicealmirante se retiraba a los setenta y dos años; Francia, Italia y Rusia, a los sesenta y cinco, y en Alemania a los cincuenta y seis.
El contralmirante, a los sesenta y ocho; Italia, Rusia y Reino Unido a los sesenta.
El capitán de navío de 1ª a los sesenta y seis, el de 2ª a los sesenta y dos; Italia, Rusia y Reino Unido a los cincuenta y cinco y Alemania a los cincuenta.
El capitán de fragata, a los sesenta, en los países citados entre los cincuenta y cincuenta y dos, siendo Alemania de la primera edad.
El teniente de navío, a los cincuenta y seis; mientras que Italia es a los cuarenta y cinco, en Alemania a los cuarenta y tres»
Al mismo tiempo recuerda que: En opinión de Sir Edward Reed respecto a los cruceros alagados del tipo Orlando, o sea nuestro Vizcaya dice: «Que es inhumano mandar a las tripulaciones de esta clase de buques» En opinión de Mr. White dice: «La opinión casi unánime que nos ha sido expresada por los oficiales de Marina es que aparte de la distinción técnica entre buque acorazado y buque protegido, estos son buenos, pero nunca podremos contar con ellos como buques de combate porque son meros cruceros de faja blindada» y en opinión del Almirante Baird dice: «Estos cruceros por mucho que se le cargue de artillería, nunca serán buenos buques y muchísimo menos aptos para el combate contra acorazados»
En el año de 1894 se le encargó limpiar el puerto de Santander, ya que después del grave siniestro sufrido por el mercante Machichaco, el puerto estaba obstruido en parte y no era fácil encontrar sitio para el tráfico mercante, así que realizó la voladura de sus restos tan perfecta, que no quedó ningún entorpecimiento para el buen navegar dentro de él. Por lo que de nuevo recibió todos los agradecimientos del Gobernador, Alcalde y Capitán del Puerto. En este mismo año sale a la luz su obra: «La Aguja Náutica», de gran importancia para la Armada, pero también y dada su sencillez para la mercante, fue estudiada por los de siempre y le concedieron una ayuda por su publicación de setenta y cinco pesetas, pero a él el publicarla le había costado mil. (Toda una demostración de quienes tenían la sartén por el mango y de sus conocimientos al respecto de la importancia de los avances para la mejor seguridad de la navegación y la protección de la vida humana)
El éxito de las maniobras del año 1890, convenció al Gobierno de que había que hacer otras, pero esta vez con los contratorpederos (Destructores), se realizaron en el verano del año de 1894 y duraron dos meses, alcanzando el mismo éxito y sacándose más provecho, por ser buques distintos y más poderosos que los torpederos.
En el mes de diciembre del mismo año, se le destinó a la Comandancia de Marina de Cartagena, en la que permaneció dos años.
En el año de 1896 realizó un breve viaje a París para comprar elementos para construir su telémetro, con el que volvió a cosechar un gran éxito, pero solo de felicitaciones ya que no se construyó en serie como era necesario.
Estudió en profundidad el combate naval sobre la guerra chino-japonesa, llegando a una serie de conclusiones a aplicar en la Armada Española. Prestar mayor atención a los telégrafos, para facilitar la intercomunicación entre buques; así como la instalación de los telémetros para las direcciones de tiro, en éste punto tanto insistió en ello que logró se comprar uno en el Reino Unido, siendo instalado en el crucero Vizcaya.
Éste mismo año escribe y publica su obra: «Notas sobre instrucción de buques y escuadras» dando una serie de ‹recomendaciones› de las estaba falta la Real Armada. Como primera medida, insiste en que los constructores dan unas velocidades y consumos, pero que la Armada debería de efectuar esas pruebas para saber de verdad estás características: como eran la autonomía, el consumo más bajo y a qué velocidad se daba; al mismo tiempo, medidas para facilitar la carga del carbón en los buques y su almacenaje; realizar ejercicios de tiro tanto de noche como de día, para valorar en su justa medida el valor de la artillería y de los proyectiles.
Prosigue, dando sus recomendaciones y que en caso de combate, lo mejor era tirar al mar toda la madera de abordo incluidos los botes, ya que al ser ahora proyectiles explosivos sus efectos eran muy parecidos, guardando las distancias, a las antiguas balas rojas. Para prevenir estos casos lo más importante era practicarlos, así como efectuar las correspondientes transmisiones como si el hecho fuera real, además de efectuarlas a distintas distancias y con días de niebla, lluvia o sol, ya que todas ellas afectaban a las buenas comunicaciones. Al mismo tiempo, realizar las señales tanto de día como de noche con los reflectores, insiste en la práctica del lanzamiento de torpedos y simular como si fuera real ataques de escuadra contra escuadra, pero previamente se debía de ejercitar los mandos, en conocer el espacio y tiempo de los giros de sus buques, para actuar en consecuencia.
Todo esto lo plantea y razona, para luego pasar a dar la explicación de cómo hacerlo llegar a los mandos y tripulaciones: para ello utilizar las conferencias a bordo, tanto para jefes, oficiales y marinería; planificar previamente un plan táctico de combate; saber el tiempo de carga del carbón, con medios o sin ellos; practicar las señales por si el sistema eléctrico fallase; saber en todo momento el estado de la máquina, así como el de sus tuberías y grifos, y nada mejor para ello, que simular fallos en ellas y ver como se podían solucionar, por lo que recomendaba practicarlos. Y como punto final volvía al principio, de que los comandantes debían de estar informados de la resistencia de sus corazas y sobre todo del poder ofensivo de su artillería, volviendo a recordar, que la mejor forma de saberlo es realizando prácticas de tiro. Se le destinó al Departamento de Cádiz, donde estuvo en varios destinos en el mismo Arsenal, recibiendo la orden de viajar al de la Carraca donde al llegar con fecha del día once de febrero de 1897 se le otorga el nombramiento de comandante de quilla del crucero protegido Princesa de Asturias y se le entrega una Real Orden con fecha del día trece de marzo, en la que se notifica su ascenso a capitán de navío.
Mientras no dejaba la pluma, por lo que en el mismo año salen a la luz: «Sobre las calderas marinas, el hombre al agua en formación, táctica naval y prácticas de evoluciones» y «Notas sobre la situación de los buques y escuadras» Y escritas en este año pero publicadas en el de 1898: «Nota sobre la determinación de la velocidad de los buques sobre una base medida cuando hay corriente apreciable» y «Sobre el Gobierno de los Buques»
En el mes de enero del año de 1898 se le nombró jefe del Estado Mayor de la Escuadra del mando del contralmirante don Pascual Cervera, y en función de su cargo, como persona amante de saber que tenía entre manos inspeccionó a todos los buques que componían la Escuadra de Instrucción, después de ello relacionó una «Memoria» para enviarla a su Jefe y con su permiso al Ministro del ramo.
Entre las cuestiones más destacables cita:
- «Comprobar si todos los buques disponen y en qué estado se encuentran sus filtros para el agua de alimentación de las calderas; comunica el mal estado de la mayor parte de los casquillos del calibre de 140 m/m y que es preciso sean cambiados antes de que la escuadra se haga a la mar; reemplazar los muelles de las piezas de 42 y 57 m/m, por los antiguos ya probados y más seguros, pues los nuevos se parten si el fuego es continuado; ruega se carguen los torpedos grandes en los buques, al menos cuatro por cada uno de ellos, ya que llevan los pequeños y éstos no tienen posibilidad de hacer daño, dado sobre todo su corto alcance y lo mucho que los buques se deberían de acercar al enemigo para que fueran de provecho; que se designen las señales para el lanzamiento de éstos entre buques, para no dirigir mal la trayectoria y evitar que uno de los nuestro se cruce en su camino; debería de tomarse la decisión de designar a los hombres que deban de apuntar las piezas de artillería, (recomendando, que en el Reino Unido lo hacen los cabos de cañón, hombres especiales por su facilidad para calcular las distancias a simple ojo); sobre el Colón, pide que se cargue con más proyectiles de 152 m/m y que mientras dure el alistamiento, que se ejercite la puntería con ellos; pide, que la artillería secundaria de los Vizcaya, le sean puestos por su interior unos refuerzos de acero, para mejor soportar el seguro fuego que recibirían, ya que el forro de madera interior que formaba parte de la estructura no era posible quitarlo, no daba ninguna protección y sus astillas, podían producir graves heridas y con ellas gran cantidad de bajas en las dotaciones, al mismo tiempo que si ardían, no había salida y con ese sobre forro de acero se podría al menos menguar su inapropiada instalación»
Después a su Jefe, con notificación al Ministro pide: que se formulen las bases generales para un combate naval; se pregunta, si los destructores podrán alcanzar la isla; planificar una base de posibles maniobras para el caso de combate y para cada buque, de manera que no se cometan errores de apreciación y se actúe como un solo buque; realizar ejercicios de ataque al espolón; prácticas de comunicación para evitar confusiones y así transmitir con eficacia las órdenes recibidas; pide se le entregue una ‹Memoria› con los datos siguientes: estado de las defensas submarinas y fortificaciones de la isla, saber exactamente los recursos de la isla, saber el verdadero estado de los buques destinados en la isla, si es posible saber con antelación la posición de los enemigos, por si fuera posible llevar a cabo algún ataque a lugar no protegido ni vigilado y por último, sabedor de que los torpedos de la isla están en muy mal estado, que sean transportados por los mercantes lo antes posible nuevos fabricados en Barcelona.
Como se podrá ver la situación de la ‹escuadra› no era muy satisfactoria más bien carecía de todo, ya que las peticiones de su jefe de Estado Mayor hablan por sí solas de la variedad de las dificultades y lo inapropiado de la construcción de los cruceros protegidos. Siendo realmente unos buques muy buenos para representación de embajadas y visitas de cortesía, pero en la realidad eran unos ataúdes flotantes.
La división (nos negamos a llamarle escuadra, por la sencilla razón de que solo tres buques iban con categoría de cruceros protegidos, el Colón sin su artillería principal solo era un cañonero acorazado muy bueno, pero no un crucero) con la que zarpó de la bahía de Cádiz el día ocho de abril del mismo año, con rumbo a las islas de Cabo Verde, Martinica, Curaçao y su arribada a Santiago de Cuba.
Después de un desastroso viaje por mucho motivos, demostró el contralmirante Cervera su gran pericia marinera consiguiendo burlar la vigilancia norteamericana y arribar al puerto citado de la isla, en el que al poco tiempo de entrar y por estar ya declarada la guerra contra los Estados Unidos de América, quedó bloqueada por la superioridad numérica y material del enemigo.
Aquí fallaron muchas cosas, que algún día la Historia pondrá en su justo lugar, pues a este nuevo ‹Churruca› del siglo XIX, tuvo que morir por causas ajenas a su verdadera responsabilidad, ya que el general Blanco pidió al almirante Cervera, que desembarcara tropas de los buques para combatir en tierra y frenar al ejército americano que había desembarcado, cuando en la isla el capitán general de ella disponía de más de ciento ochenta mil hombres hábiles para el combate. Pero era necesario desembarcar a novecientos marineros y sus infantes de marina para defender la isla. (Suena a desfachatez del mando y su total inoperancia como quedó demostrado después, con la mayor rendición de fuerzas del ejército español en toda su Historia)
Cervera como siempre cumplió la orden y sus hombres desembarcaron de los buques el día veintidós de junio, fueron puestos al mando de Bustamante porque él se ofreció, (al parecer y casi de nuevo anticipándose a los acontecimientos, convenció a su Jefe diciéndole que: ‹él era el único mando de la escuadra sin ser comandante y si había que hacerse a la mar en su ausencia, no le parecía correcto dejar a un buque sin su mando natural›) no por gusto del contralmirante Cervera, ya que por nada del mundo se quería deshacer de su más valioso consejero, así cumpliendo la orden desembarcó y llegó con sus fuerzas a las lomas de San Juan.
Aquí estaban las dotaciones de los cruceros Teresa, Vizcaya, Oquendo y de los dos destructores, ya que las del Colón fueron separadas a un lugar más lejano. En las Lomas con sus uniformes blancos y sus fusiles máuser en la mano causaron graves estragos entre los norteamericanos; por ser Jefe se le entregó un caballo para su desplazamiento, montado en él era un blanco fácil, ya que la misma trinchera ni cubría a los hombres que estaba pie de tierra, justo en uno de los retrocesos de los enemigos estos disparaban sin apuntar para cubrirse, dando la fatalidad, que un proyectil le arrancó el sombrero, un segundo, le mato el caballo y al estar levantándose de la consiguiente caída, un tercero le acertó en el estómago. (Por la trayectoria, si el disparo se produce unos décimas de segundo antes, le hubiera acertado en la cabeza)
Tuvo el fatal destino, ya que cayó herido el 1 de julio de 1898, cuando solo veinticuatro horas después se recibía la orden tajante del Capitán General de Cuba el general Blanco, que la división zarpara lo antes posible, motivo por el cual el contralmirante Cervera dio la orden de embarque. Bustamante fue trasladado al hospital de Santiago de Cuba, donde recibió la visita de don Pascual Cervera, pues aún tuvo tiempo de ir a verlo y saber de su estado.
Nadie le dijo nada del desastroso resultado del combate naval, en evitación de complicaciones emocionales que muy bien podían agravar su mal estado, así pasaron los días y el diecisiete tuvo una mejoría que a todos les alegró, pero al día siguiente se rindió Santiago y vio entrar a los enemigos en el hospital, lo que todos habían escondido por su bien, no necesitó más explicaciones y a pesar de estar mejor, al siguiente día diecinueve de julio, falleció.
Sus restos fueron momentáneamente inhumados en el cementerio de Santiago de Cuba, donde el Alcalde cedió a perpetuidad el nicho 548, para que en él reposaran los restos de tan gran marino y científico.
Pero al terminarse la guerra, en la cual también perdíamos y entregábamos la isla, fueron trasladados sus restos al cementerio en el que se encontraban los de don Cristóbal Colón en la Habana, donde esperaron juntos el traslado a España.
Para ello fue comisionado por el Gobierno el crucero Conde de Venadito, quien transportó los restos del inmortal almirante descubridor de aquellas tierras don Cristóbal Colón y junto a él iban los de Bustamante, siendo desembarcados en San Fernando e introducidos en el Panteón de Marinos Ilustres.
Donde el día dieciocho de enero del año de 1899 recibieron su cristiana sepultura final, en la cuarta capilla del Este o izquierda, por las prisas en principio tenía un lápida de mármol con objetos marinos.
En la que rezaba la inscripción siguiente:
A la memoria
del distinguido Capitán de navío
Sr. D. Joaquín Bustamante
y Quevedo
Muerto heroica y gloriosamente
a consecuencia de las heridas
que recibió en las trincheras
de Santiago de Cuba
al frente de las fuerzas de desembarco
de la Escuadra de operaciones
el 1.º de julio de 1898
La Marina del Departamento
le dedica esta lápida.
Por la eficaz defensa de las Lomas de San Juan, en el año de 1900 se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando de Segunda Clase. [1]
En el mes de noviembre del año de 1924, se terminó el mausoleo que realmente le correspondía, siendo encargado por el Ministerio de Marina al escultor valenciano don Gabriel Borrás. En el cual se representa un busto copia del de Bustamante y con la inscripción siguiente:
Aquí yace
Don Joaquín Bustamante
y
Quevedo
Capitán de navío
Jefe de Estado Mayor
de la
Escuadra de operaciones
en Cuba
D. E. P.
y valeroso
Supo hermanar las ciencias
y las armas, supo vivir para
la Patria y morir por ella
dejando a la posteridad ejemplo
digno de perpetua memoria
(Santander) el 20 de mayo de 1847
combatió en el Pacífico en Joló
y herido mortalmente al luchar como
un héroe en 1.º de julio en las Lomas
de San Juan al frente de las fuerzas
de desembarco, murió como un cristiano
en el hospital de Santiago de Cuba
en 19 de julio de 1898.Notas
- ↑ Concedida por su valor en la acción de las Lomas de San Juan, el día dieciocho de septiembre del año de 1900. DOM 109; y AGMAB, legajo 620/182.
Bibliografía:
Ceballos-Escalera y Gila, Alfonso y Luis, e Isabel Sánchez, José Luis.: La Real y Militar Orden de San Fernando. Palafox & Pezuela. Madrid. 2003.
Ceballos-Escalera y Gila, Alfonso de. Vizconde de Ayala, Ceballos-Escalera y Gila, Luis de, y Madueño y Galán, José María.: Los Marinos en la Orden de San Fernando. Ministerio de Defensa. Madrid, 2011.
Cervera Pery, José.: El Panteón de Marinos Ilustres, trayectoria histórica, reseña biográfica. Ministerio de Defensa. Madrid. 2004.
Cervera y Jácome, Juan.: El Panteón de Marinos Ilustres. Ministerio de Marina. Madrid. 1926.
Concas y Palau, Víctor Mª.: El Combate naval del Papudo. El 26 de noviembre de 1865. Imprenta del Ministerio de Marina. Madrid 1896.
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
González Cañibano, Modesto.: Génesis de los Bustamante. Biografía de Joaquín Bustamante y Quevedo. Editado por el Ayuntamiento de Santander, 2000.
González Echegaray, Rafael.: Naufragios en la costa Cantábrica. Santander, 1976.
Lledo Calabuig, José.: Buques de vapor de la Armada Española, del vapor de ruedas a la fragata acorazada, 1834-1885. Aqualarga, 1998.
Risco, S. J. Alberto.: Apuntes biográficos del Excmo. Sr. Almirante D. Pascual Cervera y Topete. Imp. Sebastián Rodríguez. Toledo, 1920.
Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.
VV. AA.: Historia General de España y América. Ediciones Rialp. Madrid, 1985-1987. 19 tomos en 25 volúmenes.
VV. AA.: Revista General de Marina. Ministerio de Defensa. DVDs desde su primer ejemplar. 2003. Con los artículos del biografiado.
VV. AA.: Revista de Historia Naval. Ministerio de Defensa. DVDs desde su primer ejemplar. 2003.
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