Gibraltar fracaso baterías flotantes 1782
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Una bala roja británica dio en el borde de la batería '''''Tallapiedra''''' y la incendió, provocando el principio de desastre. En la acción de intentar extinguir el fuego y ayudar a los compañeros a salvarse, se distinguieron los sargentos de Infantería de Marina don Andrés Martínez-Barceló, don Manuel Domínguez y don Manuel Acosta. | Una bala roja británica dio en el borde de la batería '''''Tallapiedra''''' y la incendió, provocando el principio de desastre. En la acción de intentar extinguir el fuego y ayudar a los compañeros a salvarse, se distinguieron los sargentos de Infantería de Marina don Andrés Martínez-Barceló, don Manuel Domínguez y don Manuel Acosta. | ||
- | El efecto del bombardeo fue superado en mucho por el de las lanchas cañoneras al mando de Barceló, pues era seguro y muy efectivo. Pero lo francés estaba de moda. | + | El efecto del bombardeo fue superado en mucho por el de las lanchas cañoneras al mando de '''Barceló''', pues era seguro y muy efectivo. Pero lo francés estaba de moda. |
En Gibraltar se defendía valerosamente el general británico Elliot. La plaza llegó a estar en gran necesidad y le fue enviado un convoy con provisiones, escoltado por una escuadra de treinta navíos mandada por el almirante Howe. | En Gibraltar se defendía valerosamente el general británico Elliot. La plaza llegó a estar en gran necesidad y le fue enviado un convoy con provisiones, escoltado por una escuadra de treinta navíos mandada por el almirante Howe. |
Revisión de 10:19 4 dic 2016
1782 Gibraltar fracaso de las baterías flotantes
Para el ataque a Gibraltar se reunió un ejército francés y otro español, al mando en conjunto del duque de Grillon, mientras la escuadra aliada lo estaba al mando del general don Luis de Córdova, compuesta nada más que por setenta y cuatro navíos de ambas naciones, con varias fragatas. (Con con total probabilidad la mayor escuadra combinada reunida en todo el siglo XVIII para un combate)
En la noche del 12 de septiembre se acercaron las flotantes remolcadas todo lo que les permitía su calado, quedando en dos líneas entre el Muelle Viejo y la Cortina del Baluarte Real; en la primera, estaban las de dos puentes y en la segunda las de uno, ocupando éstas los espacios que dejaban las primeras. (Formación ajedrezada)
El 13 de septiembre al amanecer se encontraban situadas en sus lugares, eran un invento del francés D’Arçon, pero al mando del general don Ventura Moreno quien apoyaba con su división de navíos a éstas, la mitad eran de dos puentes y las restantes de uno, quedando dispuestas para el bombardeo: Pastora, de 21 cañones y 760 hombres de dotación, insignia al mando del general don Ventura Moreno; Tallapiedra, de 21 y 760, mandada por S. A. R. el Príncipe de Nassau; Paula Primera, de 21 y 760, al mando de don Cayetano Lángara; Rosario, de 19 y 650, mandada por don Javier Muñoz, San Cristóbal, de 17, y 630, al mando de don Federico Gravina, todas de dos baterías; las restantes de un puente: Príncipe Carlos, de 7 y 340, al mando de don Antonio Basurto; San Juan, de 9 y 400, mandada por don José Angeler; Paula Segunda, de 9 y 340, al mando de don Pablo de Cósar y segundo don Ramón Topete; Santa Ana, de 9 y 340, mandada por don José Goicoechea y Dolores, de 7 y 300, al mando de don Pedro Sánchez, montando en total 138 cañones y con una dotación de cinco mil doscientos ochenta hombres.
El fuerte viento del sur y la marejada privaron a las flotantes del apoyo de los buques de la escuadra y de las lanchas cañoneras y bombardera; hasta las 14:00 horas estuvieron disparando las flotantes sin sufrir impactos de importancia; las bombas de la plaza rebotaban sobre su techumbre sin hacer mella en los costados; se calculaban en dos mil los proyectiles llamados «balas rojas» disparados sobre ellas; de pronto se vieron salir llamas de la capitana y a continuación de la Tallapiedra, le siguió la San Cristóbal, al mando de don Federico Gravina y en pocos minutos, salvo alguna, todas estaban en llamas; los proyectiles incandescentes británicos habían causado al fin su terrible efecto.
Al principio el artificio anticombustió bastó, para que las flotantes no ardiesen, después las balas empotradas en el blindaje fueron carbonizando lentamente la madera, llegando a levantar un inextinguible fuego con ayuda del viento; se hizo imposible el salvamento de estos vasos a pesar del esfuerzo realizado por apagar las llamas; pero en cambio las lanchas y botes de la escuadra realizaron lo imposible, aún y así tuvieron que trabar combate con las lanchas y botes que desde Gibraltar salieron a rematar su trabajo.
Al verlas en tan lastimoso estado tuvieron que volcarse en su auxilio, dando la orden don Luis de Córdova de enviar sus embarcaciones menores a tratar de apagar los fuegos y rescatar las dotaciones de tan infausto invento, mientras en primera línea se encontraban las lanchas cañoneras, inventadas por don Antonio Barceló y él a su mando, saliendo estas casi ilesas del enfrentamiento, en total se estuvo cruzando el fuego de más de mil piezas de artillería entre ambos contendientes.
En los incendios y voladuras de estas pesadas baterías en teoría insumergibles e incombustibles, con circulación de agua ‹como la sangre por el cuerpo humano› (según su inventor), hubieron trescientos treinta y ocho muertos, más ochenta ahogados, seiscientos treinta y ocho heridos, y trescientos prisioneros; las flotantes que no resultaron incendiadas por los enemigos lo fueron por sus propias tripulaciones, para evitar cayeran en sus manos, entonces la confusión fue tremenda; los asediados salvaron a gran número de náufragos, pero como a tales enemigos. No fue un acto humanitario.
Una bala roja británica dio en el borde de la batería Tallapiedra y la incendió, provocando el principio de desastre. En la acción de intentar extinguir el fuego y ayudar a los compañeros a salvarse, se distinguieron los sargentos de Infantería de Marina don Andrés Martínez-Barceló, don Manuel Domínguez y don Manuel Acosta.
El efecto del bombardeo fue superado en mucho por el de las lanchas cañoneras al mando de Barceló, pues era seguro y muy efectivo. Pero lo francés estaba de moda.
En Gibraltar se defendía valerosamente el general británico Elliot. La plaza llegó a estar en gran necesidad y le fue enviado un convoy con provisiones, escoltado por una escuadra de treinta navíos mandada por el almirante Howe.
Le salió al encuentro el general don Luis de Córdova con sus fuerzas, pero las enemigas con su convoy aprovecharon un fuerte temporal de Poniente cuyos vientos les favorecían consiguiendo arribar al Peñón descargando los tan esperados auxilios.
Encontrándose fondeada la escuadra en la bahía de Algeciras, el 22 de octubre siguiente se desató un duro temporal del SE., por la dirección del viento no tenían resguardo, comenzando al poco tiempo a faltar cables, provocando que varios navíos se abordasen siendo el San Miguel al mando del brigadier don Juan Joaquín Moreno uno de ellos, siéndole arrancado el palo mesana, su comandante dio la orden de picar los cables e intentar salvar el buque en la mar, con la intención de poder doblar Punta Europa, pero se vio imposibilitado por recibir al mismo tiempo un intenso bombardeo desde el Peñón, lo que le obligó a dejarse aconchar y pegarle fuego evitando con ello cayera en manos enemigas. Pero siendo todos prisioneros de guerra.
Bibliografía:
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
Terrón Ponce. José L.: El Gran Ataque a Gibraltar de 1782 (Análisis militar, político y diplomático). Ministerio de Defensa. Madrid, 2000. Premio Ejército 1999.
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