Sorrento combate 23/VI/1284
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Combate de Sorrento 23 / VI / 1284
Recibe el nombre del puerto cercano en que se libró el combate, entre una escuadra napolitano-angevina al mando del príncipe Carlos, hijo y heredero de don Carlos de Anjou, contra una aragonesa unida a la de Sicilia, al mando de don Roger de Lauria.
Carlos de Anjou había salido con rumbo a la Provenza para aumentar su escuadra de galeras; antes de salir dejó el mando a su hijo, el príncipe de Salermo, al que le llamaban Carlos el Cojo o el Goloso, pero con la orden expresa de que por ninguna razón saliera del puerto de Nápoles donde se encontraba con 30 galeras y otras 40 en el de Brindisi, pero don Carlos de Anjou quería aumentar a cien el número, de ahí que saliera con rumbo a su país para intentar alcanzar la cifra.
Llegaron noticias de estas intenciones a la Corte de Sicilia, su reina, doña Constanza, esposa de don Pedro III de Aragón, quien le había nombrado regente por tener que acudir a combatir en la Provenza, donde el rey don Felipe III El Atrevido, estaba a su vez preparando un ejército, con la intención de poder tomar o bien la Provenza o la isla de Sicilia, al verse obligado el de Aragón a dividir sus fuerzas.
Doña Constanza muy decidida dio orden de que fueran atacados los angevinos que se encontraban en Nápoles, antes de que se pudiera realizar la unión pues su fuerza era muy inferior si eso sucedía. Al serle comunicado a Roger de Lauria la orden de la Reina, zarpó de Messina con una escuadra de 34 galeras, navegando pegado a la costa de Calabria llegando al golfo de Salerno.
Enterado don Carlos el Cojo de la presencia de la escuadra aragonesa y conocedor de que el rey don Pedro III, estaba armando nueva escuadra en las costas de su reino, prefirió no arriesgar como le había ordenado su padre, optando por enviar a unas galeras a que efectuaran un reconocimiento de la escuadra aragonesa. Al regresar sus vasos con la información de lo visto, comunicaron que no eran más de veinte las galeras y algún buque de menor porte, lo que agradeció pues la escuadra no era tan numerosa como pensaba y por ello más fácil de batir.
Abusando de su buena estrella, Lauria, en vez de dirigirse a las costas de Provenza y atacar a la flota enemiga, antes de que ésta estuviera preparada para combatirle, decidió permanecer a la espera limitándose a cruzar por el golfo de Nápoles, con su escuadra algo separada para cubrir más mar, (por ello las galeras enemigas solo pudieron contar la mitad de las que realmente habían) para evitar que se pudieran unir las escuadras de Nápoles y Brindisi.
Pero una de sus galeras apresó a una nave de remos ligera enemiga, cuyos tripulantes fueron interrogados, sabiendo por ello que la escuadra al mando directo de don Carlos de Anjou, proveniente de la Provenza estaba a dos días de remo normal y estaba compuesta por 30 galeras provenzales más 10 pisanas, esto trastocó totalmente los planes de Lauria.
La escuadra de Aragón había aumentado en dos unidades que habían caído presas, por lo que ahora contaba con 36 velas, así que decidido cambió de planes, por lo que al amanecer del día 23 de junio se presentó ante el puerto partenópeo, estando en él la escuadra angevina compuesta de 30 velas, pero viendo que no se movían, ordenó a sus ocho galeras más rápidas para que atacaran al mismo puerto, lo que hicieron.
Carlos el Cojo, no pudo soportar tal golpe, ordenando que sus buques se alistaran y salieran, entre otros embarcaron la flor y nata de sus hombres, entre ellos grandes barones y caballeros franceses, saliendo del puerto con su escuadra al completo compuesta por las 30 galeras.
Lauria añadió una nueva táctica ya vieja en tierra, pero desconocida en la mar; simuló la huida, por lo que los angevinos y su almirante a la cabeza, Ricardo de Rizo, comenzaron a burlarse, además les enseñaban cadenas y cabos, como señalándoles el destino que les esperaba. Sin caer en la cuenta que lo que intentaba el aragonés era alejarlos de su puerto y como los enemigos querían dar caza a las ocho iníciales, sus remeros menos expertos se fueron debilitando añadiéndose, que con ello Lauria conservaba el sol a su espalda y los enemigos lo tendrían de frente, anulándoles casi la visión en cuanto viraran para enfrentarse.
Al encontrase casi a doce millas de Nápoles y frente a Sorrento, de pronto las aragonesas viraron guardando una formación de 20 de frente en primera línea y el resto en la reserva, al llegar a la distancia de alcance efectivo comenzaron a utilizar la eficaz arma de la ballesta, como las galeras angevinas iban llenas de hombres, casi no fallaban dardo, originando una gran matanza que les desmoralizó algo como primer golpe, notando esto Lauria dio orden de boga arrancada a los suyos que habían tenido unos minutos de descanso, acompañados del grito de ¡Aragón!, ¡Aragón! y en una hábil maniobra perfectamente ejecutada, las galeras aragonesas comenzaron a atacar al espolón por el través de las enemigas, siendo varias las pasadas por ojo, no se sabe cierto pero fueron al menos cuatro las que así se fueron al fondo sin combatir.
De forma, que en tan solo unos minutos bastaron para que 18 de las enemigas se dieron a la huída, siendo dirigidas en esta maniobra poco encomiable por el almirante genovés Enrique de Mar, abandonando a la Real de Carlos el Cojo rodeada de las más fieles con sus caballeros, quedando amadrinadas para ser más fuertes.
Lauria ordeno que sus galeras formaran un círculo en rededor del apelotonado centro angevino, comenzando a lanzar proyectiles incendiarios, dardos con trabucos, así como piedras con los mismos a lo que se sumaban las grandes ballesta de torno, con sus enormes dardos y brícolas, mientras que las que estaban a barlovento, les tiraban puñados de cal triturada y convertida en polvo, que al entrar en los ojos anulada la visión por unos minutos, tiempo suficiente para intentar el abordaje.
Los caballeros angevinos se comportaron con gran valor, pero como los aragoneses seguían con sus ballestas haciendo blanco y al mismo tiempo, sufrían varios abordajes sus fuerzas fueron flaqueando, llegando el momento que ya no quedaba casi hombres para defender el estandarte Real.
No obstante en la galera Real francesa se combatía muy duramente, viendo que se alargaba en demasía el enfrentamiento y cada vez que desaparecía una galera otra cubría a la Real, Lauria que no dejaba de ver cómo acabar con aquello, le surgió una nueva argucia, ordenando a varios de sus hombres, buenos nadadores, que se echasen a la mar y la barrenaran.
Lauria al apreciar que sus hombres habían cumplido su orden, ordenó una maniobra especial para casi abarloarse a la Real angevina, en cuyo momento Carlos el Cojo estaba ya necesitando ayuda; en un gesto inusual en Roger de Lauria le extendió la mano en señal de amistad, para que le sirviera de apoyo y ayudarle a abordar su galera capitana.
Lauria, con su escuadra llevando a remolque las enemigas, arrastrando los estandartes y banderas, por el agua se dirigió a Nápoles, al llegar y ver sus habitantes el gran espectáculo, casi se produce un levantamiento general a favor de los aragoneses.
De las angevinas, se fueron a pique entre cuatro o cinco, nueve fueron apresadas y las demás se pusieron a salvo en Nápoles, donde al entrar con todas las aragonesas pasaron a su poder, por lo que se puede concluir que no se salvó ninguna, siendo sin duda una rotunda y gran victoria, de las muchas que obtuvo el genio militar de don Roger de Lauria.
Bibliografía:
Condeminas Mascarós, F.: La Marina Española (Compendio-Histórico). Barcelona. Editorial Apolo. 1923.
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por Ángel Dotor.
Laurencín, Marqués de.: Los Almirantes de Aragón. Datos para su cronología. Establecimiento Tipográfico de Fortanet. Madrid, 1919.
Salas y González, Francisco Javier.: Marina Española de la Edad Media. Imprenta Ministerio de Marina. Tomo I. Estb. Tipog. de T. Fontanet. Madrid, 1864.
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