Domenge y Rosello, Pedro Biografia

De Todoavante.es

(Diferencias entre revisiones)
Saltar a navegación, buscar
Línea 1: Línea 1:
-
<center>'''<big>Biografía de don Pedro Domenge y Roselló</big>'''</center>
+
<center>'''<big><big>Biografía de don Pedro Domenge y Roselló</big></big>'''</center>
-
<center>'''Capitán de fragata de la Real Armada Española.'''</center>
+
<center>'''<big>Capitán de fragata de la Real Armada Española.</big>'''</center>
Vino al mundo en la ciudad de Manacor en la isla de Mallorca el día once de noviembre del año 1846, siendo sus padres, don Miguel Domenge y Mas, y de su esposa, doña Francisca Ana Roselló y Olivar.
Vino al mundo en la ciudad de Manacor en la isla de Mallorca el día once de noviembre del año 1846, siendo sus padres, don Miguel Domenge y Mas, y de su esposa, doña Francisca Ana Roselló y Olivar.
Línea 56: Línea 56:
Compilada por Todoavante.
Compilada por Todoavante.
-
[[Categoría:Biografías de Marinos 1855 a 1960]]
+
[[Categoría:Biografías de Marinos 1834 a 1957]]

Revisión de 15:57 7 jul 2013

Biografía de don Pedro Domenge y Roselló
Capitán de fragata de la Real Armada Española.

Vino al mundo en la ciudad de Manacor en la isla de Mallorca el día once de noviembre del año 1846, siendo sus padres, don Miguel Domenge y Mas, y de su esposa, doña Francisca Ana Roselló y Olivar.

Sentó plaza de aspirante en el Colegio Naval Militar, sito en la población de San Carlos, el día veintiocho de febrero del año de 1860. Expediente. N.º 4.575.

Al aprobar los exámenes y ya graduarse de guardiamarina, pasó a realizar sus prácticas de mar, siendo destinado a la fragata Almansa con la que cruzó hasta el apostadero del Río de la Plata, aquí pasó al mando del buque don Victoriano Sánchez Barcáiztegui, con la que cruzó el cabo de Hornos y se incorporó en Valparaíso a la escuadra del Pacífico al mando de don Casto Méndez Núñez.

Al arribar ya terminado el bombardeo de la ciudad, la escuadra puso rumbo a El Callao, donde el día dos de mayo del año de 1866 participó en el bombardeo de esta plaza, la mejor guarnecida de artillería de la época, recibiendo el buque un proyectil de a 600 libras que le abrió un gran boquete y le produjo un incendio, por lo que tuvo que abandonar la línea de la escuadra para dedicar todos los esfuerzos para salvarle, a lo que su comandante en principio se negaba, así como a inundar el pañol próximo al incendio, pronunciando la famosa frase: ‹ hoy no es día de mojar la pólvora ›, viendo las prisas de volver al fuego del comandante, solo costó treinta minutos apagar el incendio regresando a su puesto en la línea de la flota continuando el fuego.

Por lo méritos demostrados a lo largo de todo este bombardeo, fue ascendido interinamente a alférez de navío, siéndole ratificado a su regreso a la Península en el año de 1868.

Pasó al Arsenal de Ferrol donde continuó su embarcos y practicas, o ya como oficial subordinado en diferentes buques y comisiones.

Cuando se levantó el general Poza en el mes de octubre del año de 1871 con el intento de proclamar la república, se encontraba embarcado en la goleta Buenaventura, en la que sufrió el ataque de unos pocos valedores de Poza resultando herido, pero consiguiendo a pesar de ello ser reducidos.

Por este acto de valor y buenos resultados, le fueron concedidas las estrellas de capitán del Real Cuerpo de Infantería de Marina.

Al declararse los Cantonales en el año de 1873, estando ya en posesión del grado de teniente de navío, acudió a principios del año siguiente a bordo de la fragata acorazada Vitoria, a realizar el bloqueo del Arsenal de Cartagena, punto de partida y sostén del Cantón murciano, hasta que las armas leales al Gobierno Central se impusieron.

De nuevo regresó a bordo de varios buques, con los que principalmente realizo tornaviajes a la isla de Cuba y Puerto Rico.

Posteriormente se le destinó al apostadero de Manila en las islas Filipinas, siendo nombrado al poco tiempo de su arribada Comandante de Marina de la isla de Cebú, al mismo tiempo que tenía el mando del cañonero blindado Ebro, con el que solía hacer cruceros en protección del tráfico, en uno de ellos consiguió apresar a varios buques contrabandistas.

Entre los año de 1887 a 1889 y ya con el grado de teniente de navío de primera clase (equivalente al actual de capitán de corbeta) estuvo al mando del cañonero Alcedo, realizando multitud de salidas a la mar en misiones de guarda costas.

El día tres de noviembre del año de 1893 se encontraba en su puesto del puerto de Santander, por ser el Comandante de Marina, cuando se produjo el incendio del vapor mercante Cabo de Machichaco acudió en ayuda de los que intentaban apagar el incendio.

Este buque proveniente de Bilbao, había estado en el lazareto de Pedrosa pasando la cuarentena, ya que en esos momento en la ciudad de donde había zarpado había sufrido varios casos de cólera, al terminar ésta se le autorizo a atracar en el muelle de Maliaño.

Lo que nadie sabía, o al menos no se divulgó era su carga, que se supo al final y estaba compuesta, por un cargamento de harina y materiales de acero, pero también y esto es lo que se había ocultado, nada menos que varios bidones en cubierta de ácido sulfúrico y en una de sus bodega cincuenta y una tonelada de dinamita.

La curiosidad de la población fue aumentando al ver la columna de humo, lo que hizo que se congregaran más de ocho mil personas en los muelles, pero las autoridades allí presentes al no ser conocedoras de la realidad no tomaron ninguna medida de seguridad especial.

Entre los muertos lógicamente todos los que estaban a bordo intentando apagar el fuego y otros dentro del caso taladrándolo para que allí mismo se hundiera, entre ellos Domenge, del vapor Alfonso XIII, su capitán de la marina mercante don Francisco Jauréguizar y Cagigal, su primer oficial, don Norberto Iglesias; el médico, don Pedro M. González; quinto maquinista, don Faustino Camps; practicante, don José M. Menezo; primer contramaestre, don Gaspar Sotelo; carpintero, don Juan Jordi; cabo de cañón, don Víctor Doporto; marineros: Alejandro Molina, Gaspar Lluch, Bernardo González, Ramón Blanco, Calixto Abaza y José Fernández; mozos: Ricardo Otero, Hermenegildo Cuevas, Atanasio Mariano y Francisco Urízar; grumetes: Isidro Iglesias, Juan Zaragoza y Abelardo Neira; cabo de agua, Manuel López; fogoneros: José Babío, José Vallejo, Eusebio San Juan, Antonio Lorenzo, Francisco Fernández y Ángel León; paleros: Miguel Rey, Serafín Muiño, Sixto Sáenz e Ignacio Ruiz. Perecieron también el patrón del Auxiliar nº 5 de la Trasatlántica don Miguel Fandiño, el maquinista don Gabriel Jiménez y el mozo don Jerónimo Bandeaga, de autoridades: el Gobernador Civil, don Manuel Somoza de la Peña; el segundo de Domenge don José González de la Rasilla; el ingeniero de la J. O. P. don Ricardo Sainz Santa María; el Marqués de Casa Pombo; el coronel del regimiento de Burgos, don Pedro Sanz Sarriá; fiscal de la audiencia, don Ruperto del Río; abogado del fiscal, don Antonio Echánove; juez municipal, don Miguel Fernández Cavada; subinspector del puerto de Santander señor Cimiano; varios Concejales; Vistas de Aduanas; cinco prácticos, más muchas otras autoridades y personas de la nobleza santanderina que se acercaron a interesarse por el suceso.

El número exacto de víctimas no se conoce, ya que de la explosión varios o mucho quedaron prácticamente pulverizados y si eran visitantes de la ciudad por no que estar empadronados no es posible conocerlo, el número más aproximado según varios analistas, estaría en torno a las seiscientas personas, en cuanto al número de los heridos, en la prensa de la época habla de unos quinientos, otros de mil y otros de dos mil, pero los mismos mencionados, calculan que fue superior a esta cifra, ya que varias calles cercanas al lugar quedaron rasas como la palma de la mano, desapareciendo los edificios y de la onda expansiva se recogieron trozos del buque a más de seiscientos metros del lugar de la explosión.

De hecho la explosión ocurrió el día tres de noviembre del año de 1893, pero se estuvieron recogiendo cadáveres del puerto hasta el día veinte de febrero del año de 1894, así que tres meses y medio después, se recogió al último de ellos, lo que da lugar a pensar que otros pudieron ser parte del alimento de muchos peces, o simplemente quedar enredados en otros lugares de donde nunca salieron.

Aunque Echegaray en su obra de los Naufragios dice:

« Lo que ocurría sencillamente es que desde aquel mismo instante había quedado patente la infracción de los Reglamentos portuarios cometida por parte del buque, de su consignatario, de la aduana y de las autoridades en general. Todos, absolutamente todos, eran culpables por imprudencia o negligencia (en mayor o menor grado) y además no tenían noción exacta de lo que estaban arriesgando en aquellos momentos »

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

González Echegaray, Rafael.: La Marina Cántabra. Excma. Diputación Provincial de Santander. Santander, 1968. 3 tomos. González Echegaray, Rafael.: Naufragios en la costa Cantábrica. Santander, 1976.

Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

Compilada por Todoavante.

Herramientas personales
Espacios de nombres
Variantes
Acciones
Navegación
Hª NAVAL de ESPAÑA
Estado Mayor
Ordenes Militares
Flotas
Buques General
De 1248 a 1514
De 1515 a 1700
De 1701 a 1833
De 1834 a 1957
Herramientas