Miranda y Godoy, Augusto Biografia
De Todoavante.es
(Página creada con '<p style="text-align: center">'''<span style="font-size:16px">Biografía de don Augusto Miranda y Godoy</span>'''</p><p style="text-align: center">'''<span style="font-size:14px...')
Edición más nueva →
Revisión de 12:10 26 may 2011
Biografía de don Augusto Miranda y Godoy
Vicealmirante de la Real Armada Española.
Ministro de Marina, en cinco gabinetes de distinta procedencia política.
Vino al mundo en la población de Archidona, en la provincia de Málaga, el día veintisiete de mayo del año de 1855.
Ingresó en la primera promoción de aspirantes de la Escuela Naval Flotante, sita en el casco de la antigua fragata Asturias, en el año de 1871, ascendiendo a guardiamarina de 2ª en el año de 1872, y en 1875 a guardiamarina de 1ª.
En este grado comenzó su experiencia marinera, siendo destinado a las fragatas acorazadas Victoria y Zaragoza, para terminar su aprendizaje en la de hélice Blanca, abandonado la Escuela Naval Flotante, siendo uno de los primeros de su promoción.
Con el grado de Alférez de Navío, realizó un tornaviaje en un velero a las islas Filipinas. A su regreso, se le destina a embarcar entre otras y sucesivamente en las fragatas Esperanza, Numancia, Blanca y Sagunto.
En el año de 1883 ya con el grado de teniente de navío, se le destina como profesor a la Escuela Naval Flotante en el Ferrol. Aprovecha esta situación, para escribir las dos mejores obras de las que hubo algunas más pero no de esta importancia.
Su primera obra científica titulada: « Cálculo infinitesimal e integral », tuvo tanta resonancia tanta que fue galardonada por la Academia de las Ciencias de París, siendo de uso obligado en varias naciones para la preparación de sus oficiales de Marina y durante muchos años. La segunda obra titulada: « Mecánica racional y aplicada », también utilizada con el mismo propósito. Por lo que le fueron concedidas las Cruces del Mérito Naval de 1ª y 2ª con distintivo Blanco.
Cuando cesó en la docencia, se le ocurrió establecer una Academia que preparará previamente a los futuros Aspirantes, así de acuerdo con don Venancio Pérez Machado y don Ramón Estrada, fundaron el Colegio de la Marina, donde permaneció varios años impartiendo clases y por él pasaron como unas ocho promociones, lo que le hizo ganarse la confianza de los futuros oficiales, razón que le permitió el tener en los buques de su posterior mando a muchos de ellos, por lo que casi no tenía ni que ordenar, ya que el respeto ganado era suficiente para que un simple comentario suyo fuera obedecido.
En el año de 1892 fue destinado como segundo comandante del torpedero Rápido, donde permaneció un tiempo. Dadas sus buenas dotes de mando, se le otorgó el mando del crucero torpedero Galicia y al cesar en este mando, de nuevo volvió a la docencia, como profesor de la Escuela de Maquinistas del Ferrol.
En el año de 1898, se le destinó como comandante de la Estación Naval de la isla de Corregidor, en la entrada a la bahía de Manila en las islas Filipinas, donde se encontró en el combate contra la armada Norteamericana, en la que fue hecho prisionero; al firmarse el acuerdo entre España y los Estados Unidos, regresó a España a principios de 1899.
Como a la mayoría de los que intervinieron en las fatídicas jornadas, de la guerra Hispano Americana, al regresar se encontró con el ascenso a teniente de navío de 1ª y unas largas vacaciones, para recuperarse de los malos tiempos pasados. (Una buena forma de evitar “comentarios” dentro de la Corporación)
Entre los años de 1901 y 1906, fue destinado como segundo comandante de la Comisión Hidrográfica, que a bordo del buque Urania realizó una gran campaña para levantar las cartas de navegación de la costa Cantábrica, que siempre habían sido muy peligrosas y con este trabajo se intentaba el dar a conocer las dificultades de cada zona, para mayor seguridad de la navegación en general.
Estando en estos trabajos, en el año de 1905 se le ascendió al grado de capitán de fragata. Al terminar la Comisión Hidrográfica, se le otorgó el mando del cañonero María de Molina, destinado a la guarda de la costas africanas, dando protección a nuestras ciudades, peñones e islas situados en ella.
Pasando posteriormente, a ser segundo comandante de los cruceros Princesa de Asturias y Cardenal Cisneros, en los que permaneció hasta su nuevo ascenso a capitán de navío en el año de 1911, con este ascenso se le encomendó una comisión, en la cual le acompañó el teniente de navío don Manuel Andújar y Solana, con la intención de recabar información de la organización de las Escuelas Navales de Alemania, Austria e Italia, en la que conoció a la mayor parte de los altos mandos de estas marinas, razón por la que después sería elegido para desempeñar otra comisión de alto valor diplomático.
Al terminar está pasó a Cowes donde se celebraban una regatas a las que asistía el rey don Alfonso XIII, ocasión que le sirvió para ganarse una amistad personal con el monarca que sería indisoluble, ya que era un monárquico convencido. Pasando posteriormente a la Revista Naval de Spithead, con motivo de la proclamación del nuevo monarca británico. A su regreso a España, se le entregó el mando del crucero Reina Regente.
A finales del año de 1912, estaban en guerra Turquía contra la Liga Balcánica, que estaba integrada por Grecia, Bulgaria, Servia y Montenegro. Ante la grave situación se decidió a nivel Europeo poner fin a aquella, para ello todos los países que algo podían decir fueron llamados a una reunión por las grandes potencias, quedando en el acuerdo de que se reunieran en el Bósforo en la ciudad de Constantinopla.
Habiendo sido invitada España, se envío al crucero Reina Regente, a cuyo mando estaba el capitán de navío don Augusto Miranda. La elección no fue hecha a la ligera, ya que las dotes diplomáticas de don Augusto se habían puesto ya de manifiesto en varias ocasiones y además era uno de los pocos que hablaba varios idiomas, así que era la persona idónea para estar en aquella comisión, ya que además en poco le iba a España el problema y el asunto debía de llevarse con maestría, más grandes dosis de paciencia y tacto.
Siendo con esta ocasión la segunda vez que un buque de guerra español, atravesaba los Dardanelos desde que el 30 de marzo del año de 1856, que por el Tratado de París de ésta fecha, quedaba prohibida la navegación de los buques de guerra, siendo total para los países ribereños del mar Negro cruzarlos para entrar en el Mediterráneo, quedando así asegurada la neutralidad del dicho mar.
Por ello zarpó del puerto de Málaga, el día seis de noviembre del año de 1912, arribando al puerto de Constantinopla el día trece. Allí se encontró, con los buques y almirantes que habían acudido a las conversaciones, siendo por la triple alianza, el crucero de batalla Goeben y crucero escuela Vineta, por Alemania; acorazado guardacostas Aspern y crucero Admiral Spaun, por Austria; los acorazados Emmanuele Filiberto y Benedetto Brin, con el crucero Coatit, por Italia.
Por parte de la alianza, los cruceros Hampshire y Weymouth, por el Reino Unido; los del mismo tipo León Gambetta y Víctor Hugo, por Francia; el acorazado Rostislaw, crucero Kagoul y cañonero Koubanetz, por Rusia; crucero Gelderland, por Holanda; crucero Elisabeta, por Rumania y el español Reina Regente.
Las escuadras presentes en Constantinopla estaban mandadas por Almirantes, lo que impedía a nuestro representante por no serlo y por su prudencia, participar en las enconadas y a veces agrias conversaciones, sobre la forma de ir concretando el acuerdo.
En una de ellas se llegó a tal punto, que don Augusto pidió la palabra, se le otorgó; dio su parecer y solución, con tan gran acierto, que todos los presentes se acogieron a ella. Esto provocó, que a partir de ese instante, en varias ocasiones fuera consultado por los diferentes Almirantes, para pedir su opinión al respecto del asunto a tratar en el día. Así se ganó el respeto de todos, quedando demostrado que era una persona ecuánime y conciliadora.
Al llegar los informes de las conversaciones a España, viendo el buen lugar en el que estaba dejando a su país, se le otorgó de inmediato el ascenso a contralmirante, siendo esto ya entrado el año de 1913 y continuó permaneciendo en las conversaciones, pero ya con algo más de confianza por el respaldo que le dio su Gobierno.
Su fama ganada en la Conferencia de Constantinopla, le hicieron ser un posible candidato a ocupar la Cartera de Marina. Además él no pertenecía a ningún partido, por lo que no fueron estos quienes se fijaron en sus conocimientos, si no el Rey, quien pidió fuera nombrado al formarse el nuevo Gobierno de signo conservador de don Eduardo Dato Iradier, jurando su cargo por primera vez el día veintisiete de octubre del año de 1913.
Tan bien estaban informados de su existencia, que al recibir la nota del Palacio Real, se miró en el escalafón en el que en ese momento solo había dos, cometiendo el error de nombrar al que estaba el primero, razón que fue hecha notar por el propio Monarca al serle presentada la lista de los nuevos ministros, por lo que hubo que rehacerla, pedir excusas al nombrado por el lapsus de los políticos y notificar a don Augusto su nombramiento. (Sin palabras)
Esto en cambio dio una medida de la capacidad de estos señores al nuevo Ministro, quien en una ocasión se aprovecho de ello.
Acudió a las Cortes, para pedir la construcción de un nuevo crucero, defendió la pronta decisión de hacerlo, basando su intervención en que las construcciones ya en marcha de la Ley de escuadra de 1908, estaban todos ellos muy avanzados, pues los tres acorazados España, los tres destructores Bustamante, los cuatro cañoneros Recalde, la larga serie de los torpederos y los guardacostas Delfín, estaban todos ellos ó ya botados ó muy adelantados en grada, por lo que si no se tomaba la decisión lo antes posible, el gran esfuerzo realizado se perdería al verse obligados a despedir a los empleados, lo que no sería una buena idea, a parte de que no era una medida muy popular.
Comenzó el debate, los parlamentarios del partido del Gobierno, estaban a favor sobre todo para evitar los despidos y por la oposición, se dijo, que solo se autorizaría la construcción de un buque que fuera dedicado a escuela, de lo contrario se negarían rotundamente.
Don Augusto, se levantó y dijo: que el buque a construir sería un crucero del tipo « scout » y se sentó de nuevo; la izquierda entendió que ese término correspondía a « escuela », razón que llevó a autorizar el crucero, con el visto bueno de la Cámara el Gobierno con fecha del día treinta de julio del año 1914, firmó la Ley para su construcción, siendo el crucero explorador Reina Victoria Eugenia, el buque que tan sagazmente arrancó de las garras a unos y otros, aumentando así la dotación de la Corporación.
Esto no fue nada más que le primer acto de tan insigne Ministro, ya que estaba trabajando en la « Segunda Ley de Escuadra », que después de presentarse a la Cámara, con fecha del día siete de mayo de 1914, se tuvo que retirar por el estallido de la Gran Guerra que comenzó en el mes de agosto. Se rehízo acoplándolo lo mejor posible a las posibilidades económicas y a las necesidades de la nación, presentándose de nuevo con esas modificaciones, siendo aprobada por el Congreso de los Diputados, elevándose a Ley del Reino con fecha del día diecisiete de febrero de 1915.
La Ley aprobada contenía la Nacionalización de las Industrias de Construcciones Navales, sentando con ello los jalones para una continuidad en ellas y alcanzar así un poder naval moderno, tanto militar como civil y la construcción de dos acorazados; dos cruceros rápidos contratorpederos de unas mil toneladas; seis submarinos; una cantidad para poder terminar los que ya estaban en grada por el aumento de costes, y otra para la terminación de las obras pertinentes en los Arsenales.
Pero el propio Ministro reconoció: « Mi primitivo proyecto lo han hecho caducar los transcendentales acontecimientos bélicos ¿Como será el acorazado del porvenir? » Queda demostrado, que a pesar de ser su trabajo, sus dudas iban a imponerse a la realidad, ya que era conocedor de que los tiempos que corrían eran muy cambiantes y por ello invertir en algo caduco cuando se botara, era mal gastar el dinero y perder prestigio.
Se presentó de nuevo la Ley como « De la segunda Escuadra », en ella desaparecían los acorazados, pero en compensación se aumentaban las unidades que ya se veían despuntar en la contienda, por lo que se proponía la construcción de cuatro cruceros rápidos; seis destructores; veintiocho sumergibles; tres cañoneros; dieciocho buques guardacostas y del servicio de minas, así como proveer a la Armada de sus primera unidades aéreas, por un importe total de 230 millones de pesetas, más otros 40, para crear y mejorar los arsenales; sobre todo las previstas instalaciones necesarias para los sumergibles, siendo todo ello pagado en seis anualidades.
Por la misma Ley que fue aprobada sin complicaciones, se le autorizaba a que directamente pudiera ya comprar cuatro sumergibles, por lo que se compró el primero a los Estados Unidos y los tres restantes a Italia, ya que eran los países que todavía no habían entrado en la guerra y no tenían limitaciones de venta de armamento a países no beligerantes. Además de que don Augusto, quería saber como se construía en diferentes naciones, para así poder estudiar y aplicar después la más conveniente para España. (Como consecuencia de esta decisión, España pudo construir después los primeros sumergibles nacionales, los seis de la clase B)
El devenir político de España no era muy halagüeño, de hecho los Gobiernos duraban poco tiempo, por ello el Gabinete de Dato cesó, siendo sustituido por uno presidido por el conde de Romanones, al que a su vez le sustituyó el de Manuel García Prieto, pero todos ellos mantuvieron al Ministro en su cargo, lo que dejaba a la vista la mano de su Majestad, pues fue el único que en la alternancia de poder, siempre se quedaba, así estuvo en el cargo con tres Gobiernos de distinta procedencia política, entre finales de octubre del año 1913 y mediados del año de 1917, cuando ya el peligro de la neutralidad había casi desaparecido. Y siendo ascendido a vicealmirante en el año de 1916. (1)
Como aserto a lo dicho, está la realidad, de que entre el año de 1801 al de 1919, solo ocuparon la cartera de Ministro de Guerra y Marina, doscientos diez titulares, lo que deja palpable que fue un claro ejemplo de singularidad sin precedentes en España. De todos ellos, solo tres se le aproximaban en el tiempo de permanencia en el cargo, lo que significa que si encima quitamos a estos cuatro, debió de haber alguno que estuvo días. Una buena forma de destruir las previsiones de futuro que necesita la construcción naval. (¡Así nos fue!)
A la salida del Gabinete de García Prieto, regresó Dato, pero éste ya no lo confirmó en el cargo, por lo que tuvo que abandonar el sillón, pero como la inestabilidad política era tan pronunciada, en un nuevo Gabinete de los llamados « nacionales », volvió a ocupar el cargo de Ministro por cuarta vez, pero solo fue desde el día veinte de julio al nueve de noviembre del año de 1918, por lo que al terminar su mandato el Presidente hubo de abandonar de nuevo el Ministerio, pero solo unos meses, ya que de nuevo volvió el gabinete de Maura, siendo nombrado por quinta vez Ministro de Marina, entre el día quince de abril y el veinte de julio del año de 1919.
Como se podrá comprobar el tema no tenía solución, ya que haciéndose cargo del Ministerio a trozos de un año, es materialmente imposible el programar una escuadra y menos aún el conseguir algo efectivo. A lo que se añadía, las diferentes posturas y convencimientos, respecto a la mejor dotación de tipos de buques para la Armada, que se iban incorporando al gusto de cada Ministro, de ahí lo variado de ellos en la época y muchos viejos antes de entrar en servicio, provocado por los respectivos retrasos ocasionados por la subida y bajada incesante de ellos en el cargo.
Al abandonar esta quinta vez el cargo político, fue llamado por su majestad don Alfonso XIII, con la intención de que formara Gobierno, con un partido fuerte que evitara los constantes vaivenes de ellos en el poder, con las consecuencias tan funestas que ello acarreaba, así, con el beneplácito del Monarca lo intentó.
Pero como él nunca había querido ser lo que fue en la política, ya que todas sus miras estaban puesta en la defensa de la Monarquía y en el bien de España, a pesar de ser una persona dialogante y extremadamente culta, sagaz y conciliadora, tenía en su contra precisamente el no ser político, por lo que carecía de ambiciones y no soportaba las rivalidades entre ellos, a lo que se sumaron los acostumbrados segundones, que siempre participaban de algo para acercar su sardina al ascua.
Se dió cuenta que era perder el tiempo, ya que a ellos solo les unía el conseguir la prepotencia que les daba el cargo, para maniobrar desde él a su antojo, sin más miras que su persona y en contados casos de sus respectivos partidos. Actitud que se daba de frente con sus intenciones, que como buen militar solo eran el bien de España.
A lo que se sumaba su falta de salud, lo que le obligo a pedir audiencia real y entrevistarse con don Alfonso XIII como fracasado, explicándole a S. M. que le era imposible conseguir lo que le había encargado, dado que la lucha por el poder en España, era privativa de unos pocos y éstos no había querido unirse para apoyarle, lo que lo convertía en un encargo imposible de realizar.
Al mismo tiempo le pidió a S. M., que le concediera licencia para retirarse a su casa, ya que la salud le faltaba y no quería ser un estorbo en la Corte, y prefería intentar recuperarla, para regresar con más fuerza y voluntad a sus obligaciones. La cual el Monarca se la concedió. Ya que don Augusto, nunca flaqueó de moral y siempre dominó perfectamente a su inteligencia, de ahí su actitud de firmeza y voluntad de regreso, para triunfar en lo fracasado.
Al llegar a Santiago de Compostela, comenzó una larga travesía de visitas médicas, hasta que al final se convencieron los expertos, que debía pasar por el quirófano para intentar recuperar su salud. Así que se enfrentó a la operación de la que salió en buen estado, pero una serie de complicaciones postoperatorias, le causaron el fallecimiento el día veintiocho de abril del año de 1920.
Estaba en posesión entre otras de las siguientes condecoraciones: Banda y Placa de la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo; Placas de la Gran Cruz del Mérito Naval y Militar con distintivo Rojo; Cruces del Mérito Naval de 1ª y 2ª con distintivo Blanco; Medalla de la Guerra Civil (Última Carlista); San Mauricio y San Lázaro.
Como epitafio a tan gran Marino y Ministro, transcribimos el que publicó la Revista General de Marina, con ocasión de su triste fallecimiento.
« La Patria se ve privada de sus servicios cuando mayores frutos podían esperarse de sus dotes excepcionales, maduradas ya por la experiencia; cuando su energía y sus altos prestigios hubieran podido ser más útiles, acaso más necesarios, dentro de la Marina; cuando su inteligencia poderosa habría aportado valiosísimo concurso a futuros Gobiernos, cuyas posibilidades de éxito han de estar primordialmente condicionados por la visión clara del porvenir »
(1) Hay que tener en cuenta, que en está época en el grado de Almirante solo había uno, que era el heredero de los anteriores Capitanes Generales, por ello el mayor cargo al que se podía ascender era al de Vicealmirante, en una carrera normal.
Bibliografía:
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 35, 1918, página 810.
González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.
Robert, Juan Bautista.: El Almirante don Augusto Miranda Y Godoy. Artículo publicado en la Revista General de Marina, en su cuaderno de mayo del año 1945.
VV. AA.: El Buque en la Armada Española. Silex. Madrid. 1981.
Compilada por Todoavante.