Sanchez Barcaiztegui Acquaroni, Victoriano Biografia
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Biografía de don Victoriano Sánchez Barcáiztegui Acquaroni
Capitán de navío de primera clase de la Real Armada Española.
Caballero Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando de 1ª clase. 12 de septiembre de 1850.
El 23 de abril de 1826 vino al mundo en Ferrol.
En 1824 se refundieron las tres compañías de Guardiamarinas en un Colegio, el cual debía de establecerse en la población de Puerto Real, pero se decidió trasladarlo a La Carraca, a pesar de ser un establecimiento de la Armada no se pudo poner en marcha. En 1828 se suprimió el Colegio y se dio libertad de enseñanza aplicando la Constitución de 1812, por ello ya no era necesario ser hijodalgo ni pasar las pruebas de limpieza de sangre, al estar preparado se pasaba un examen presidido por una Junta de Jefes de la Armada, quienes al dar el Vº Bº se producía el ingreso en la Corporación. No era fácil superarlo, porque en los exámenes las exigencias eran las justas y conformes a los requerimientos de la profesión, fue una época muy dura pues ante la libertad de estudio los jueces de las pruebas eran implacables en su aplicación, no perdonando ningún error por nimio que fuera.
Pasando de esta forma veintiún años en los cuales no hubo academia, ni colegio, ni compañía de guardiamarinas, siendo libre la preparación de todos los aspirantes, viviendo en «casas de confianza» e ingresando al aprobar el examen de la Junta de Jefes, hasta llegar a 1845 cuando por fin se abrió la Escuela Naval Militar en San Carlos. Por esta razón no hay expedientes de estos años.
Con la edad de trece años pasó el examen sentando plaza de guardiamarina en el Departamento del Ferrol en febrero de 1839.
Recibiendo la orden de embarcar en la goleta Minerva como subalterno, en este cargo y casi ininterrumpidamente, trasbordó al pailebote Cartagena y de éste al Terrible, de igual clase, continuando en la corbeta Mazarredo y la fragata Cortés.
Siendo ascendido a alférez de navío en enero de 1843, pasando destinado como Ayudante de la Mayoría general de la división de operaciones del Mediterráneo.
En el puerto de Barcelona se estaba formando una expedición al mando del brigadier don José María de Bustillo, compuesta por la fragata Cortés, corbetas Villa de Bilbao, Ferrolana y Mazarredo, bergantín Volador y los vapores Vulcano, Lepanto, Piles, Castilla, Colón, León y Blasco de Garay, transportando a las fuerzas del ejército, al mando del general Fernández de Córdoba, marqués de Mendigorría, y como segundo el mariscal de campo don Francisco de Lersundi, estaba compuesto por 4.900 hombres; dos batallones del regimiento San Marcial, 7º batallón de Cazadores de Chiclana, 3º de Granaderos, 3º del Rey, 1º de la Reina Gobernadora, una compañía de ingenieros, dos baterías de artillería montada y una sección de caballería, estando España aliada a Austria, Francia y las Dos Sicilias, para concurrir a proteger los bienes terrenales del Papa Pío IX, zarpando de la bahía de Cádiz el 7 de enero a con su insignia a bordo de la corbeta Mazarredo, acompañándole don Victoriano ocupando su cargo de Mayor General.
A su arribada a Gaeta el 14 de febrero le esperaba la expedición, ante la presencia naval se tranquilizaron los intentos de asalto a la ciudad del Vaticano, la expedición zarpó el 4 de mayo con rumbo a Terracina por seguir en armas, desembarcando las tropas, siendo tomada pasando después a Nápoles, Gaeta y Porto D’Auro, donde se realizaron maniobras de demostración de fuerza, contribuyendo muy eficazmente a ser alcanzada la paz evitándose derramamiento de sangre innecesario.
El Rey de las Dos Sicilias le concedió la Gran Cruz de Francisco I de Nápoles. El Sumo Pontífice le concedió la Cruz de Comendador de la Orden de San Gregorio, como a todos los mandos que acudieron en su auxilio. El 18 de mayo siguiente desembarcaron en Gaeta y el 29 el Papa Pío IX desde el alcázar de la corbeta Villa de Bilbao, bendijo a las tropas que había acudido en su socorro, portando éstas las banderas rendidas, recibiendo a su regreso como el resto de sus compañeros las Gracias por Real orden. Regresando la escuadra a la bahía de Cádiz a mediados de marzo de 1850.
El 12 de septiembre de 1850, después de pasar por el previo juicio contradictorio se le concedió la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando de 1ª clase, por su valor durante el transcurso de todas las operaciones efectuadas en la expedición a los Estados Pontificios.
Por Real orden del 20 de enero de 1850 fue ascendió al grado de teniente de navío, siéndole otorgado el mando del vapor Don Juan de Austria.
Por Real orden del 23 de marzo de 1859, se le asciende al grado de capitán de fragata, posteriormente se le otorga el mando de la corbeta Mazarredo, en ella ya había embarcado de oficial subalterno; con este buque estuvo destinado en las Antillas por las que navegó hasta 1864, por recibir la orden superior de regresar a la península.
Por Real orden de junio de 1864, se le asciende al grado de capitán de navío de 2ª clase.
En noviembre de 1865 se le destinó al apostadero de Montevideo, donde fue nombrado Comandante de la Estación Naval del Río de la Plata.
Al estallar la guerra del Pacífico contra las repúblicas de Chile y Perú, se incorporó en aquellas aguas la fragata Almansa, de la que obtuvo el mando en Montevideo, haciéndose a la mar en cuanto estuvo alistada para doblando el cabo de Hornos, incorporándose a la escuadra al mando de don Casto Méndez Núñez, arribando a Valparaíso justo después del bombardeo de esta ciudad, siendo el 9 de abril de 1866.
La Almansa, junto con la corbeta Vencedora, al mando del teniente de navío Patero, formaron división en el bombardeo del Callao.
En éste bombardeo, fue una decisión del propio comandante en jefe de la escuadra don Casto Méndez Núñez (y que se narra en su biografía), por haberse puesto en entredicho a los españoles la orden del Gobierno de bombardear una ciudad indefensa (Valparaíso), le llevo a decidir hacerlo sobre la plaza que en aquellos momentos y a nivel mundial se consideraba la mejor defendida.
Por la prontitud de la activación de la fragata Almansa, su tripulación era muy inexperta, pero en cambio su comandante era un vigoroso, valeroso y entendido hombre de la mar, quien supo ganarse rápidamente el aprecio de los que estaban a sus órdenes, quedando demostrado en el viaje desde Valparaíso hasta el Callao, donde quedó patente que nada tenía que envidiar a su compañera, por tipo y parecidas características Villa de Madrid, pues las dos casi compitieron en velocidad y maniobrabilidad, a pesar de contar con algo más de tiempo en servicio la última.
En el bombardeo tanto la Almansa como la Vencedora y por precaución de su comandante en jefe, se les destino a hacerlo sobre la ciudad y guardarse de que ninguno de los buques enemigos, pudiera hacerse a la mar y estorbase a nuestra escuadra, en este cometido, se acercaron tanto a la costa que en varias ocasiones estuvieron a punto de varar, saliendo de ellas porque el fondo era fangoso y sus hélices, aún levantando gran cantidad de él pudieron salir de sus apuradas situaciones, a las que les llevaba el ardor de combatir de cerca al enemigo y no dejarle ni pensar.
En el bombardeo la Almansa, llegó a recibir unos ciento sesenta impactos, algunos le causaron graves daños pero uno fue del cañón del Pueblo, un Blackely de á 500 libras, produciéndole un incendio en el antepañol de pólvora de proa, viendo que no podían hacerse dueños de la situación, subían al puente los oficiales a pedirle a don Victoriano inundará el lugar, por tres veces se lo hicieron, en la última contesto y se ha hecho famosa la frase, «Hoy no es día de mojar la pólvora.», pero ante la insistencia y por toda solución, autorizó a salirse de la línea de la escuadra, para poder destinar más hombres y medios a la labor de extinción, consiguiéndolo, regresando a su puesto en el combate tan sólo treinta minutos después; éste era el valeroso comandante de la Almansa, pues apunto de perder el buque por explosión del pañol, no consintió mojar la pólvora.
Entre las bajas de la Almansa se encontraba la del guardiamarina don Ramón Rull.
La Almansa fue reparada después del combate y por orden de don Casto, puso rumbo al sur volviendo a doblar el cabo de Hornos, realizando una escala en Río de Janeiro, islas de Cabo Verde y Santa Cruz de Tenerife fondeando en la bahía de Cádiz.
Por los méritos contraídos en esta campaña que tan alto había dejado el pabellón de España, pues en Valparaíso se había amenazado a don Casto, por parte de británicos y norteamericanos, a interponer sus buques para evitar el bombardeo, pero en el momento de comenzar éste, ellos pusieron rumbo al fondeadero donde estaban reunidos los buques apresados por los españoles y ninguno se atrevió a ponerse en el medio; fue ascendido a capitán de navío de primera clase, por Real orden del 20 de junio seguido. Grado que sustituía al del anterior brigadier.
Al estallar la guerra carlista de 1872 á 1876 fue nombrado Comandante general de las fuerzas navales del Cantábrico, estando presente en algunos de sus combates, entre ellos el bombardeo de Guetaria, donde como siempre su serenidad y valor fue puesto a prueba, pero como era su costumbre salió airoso.
El 26 de mayo de 1875 se hizo a la mar con el vapor de ruedas Colón, por habérsele notificado que en diferentes lugares de la costa los carlistas habían colocado artillería, entre Guetaria y Motrico, tratando de impedir el libre paso de los buques, pero insistió en ir a comprobarlo personalmente.
Zarpó con su escuadrilla compuesta por su vapor insignia con su estado mayor, como práctico el señor Andueza, patrón de la trincadura de Lequeito a quien don Victoriano tenía en gran aprecio y cariño, por las veces que le había demostrado su valor y sus buenos servicios, saliendo de Guetaria a las 10:30 horas con el resto de buques de su mando: Fernando el Católico, Victoria, Ferrolano y Concordia.
Al poco de estar en la mar y desde las cercanías de Guetaria se le hizo un primer disparo, pasando alto entre los dos palos que arbolaba el vapor Colón, por ello no se sufrió ningún daño, no dio mayor importancia al hecho continuando la singladura, estando a la altura de Deva fue vuelto a cañonear, pero tampoco sufrieron daños a pesar de navegar tan solo a media milla de distancia de la costa.
El práctico Andueza, quien también tenía en mucha estima a don Victoriano, le insinuó el riesgo que estaba corriendo, permaneciendo en el puente descubierto del vapor, a lo que el valeroso Sánchez Barcáiztegui, le contesto «calla cobarde», pero en tono casi jocoso, al terminar estas palabras un tercer proyectil disparado desde las alturas de Motrico; tierra de grandes marinos y patria chica de don Cosme Damián Churruca y Elorza, le alcanzó en pleno pecho, al mismo tiempo que él estaba dando la orden de «avante… ¿ ¿ ¿», el destino no le dejo terminar. Cuando tan solo contaba con cuarenta y ocho años de edad.
Los cascotes del proyectil fueron a herir al Mayor de la escuadra, don Claudio Alvargonzález, al secretario de don Victoriano, el capellán, varios oficiales y el piloto que se encontraban en el puente.
El 28 de mayo con un riguroso duelo y una manifestación de dolor popular, se le tributaron todos los honores correspondientes a su cargo y responsabilidad, por las escuadrillas a sus órdenes y también por las fuerzas del ejército, siendo trasladados sus restos a San Sebastián.
El 2 de junio de 1875 el Gobierno decretó le fueran concedidos los honores correspondientes al grado de contralmirante con mando y muerto en acto de servicio, por ello fueron embarcados en el propio buque insignia, el vapor de ruedas Colón y trasladados los restos del valiente marino al Departamento de Cádiz y de allí a La Carraca.
Recibiendo la definitiva sepultura, el 14 de junio en el Panteón de Marinos Ilustres.
El día siguiente se celebró una solemne misa de difuntos y el Estado fue el encargado de costear los gastos del mausoleo, bajo del cual reposan definitivamente sus cenizas.
Al mismo tiempo el Gobierno, mandó poner una inscripción que resumiera sus servicios a la patria, en la cual se puede leer lo siguiente:
Aquí yace
El Sr. D. Victoriano Sánchez Barcaiztegui
Capitán de navío de primera clase
Comandante general de las fuerzas navales en las costas
de Cantabria
Nació el 23 de abril de 1826
Se distinguió desde el principio de su carrera
Ilustró su nombre mandando la «Almansa»
en el combate del Callao
Arbolando insignia de preferencia a bordo del vapor
«Colón»
Frente a Motrico murió gloriosamente
arrebatado por una bala enemiga el 26 de mayo de 1875
R. I. P.
«Don Victoriano Sánchez Barcáiztegui, por su bravura, caballerosidad, conocimiento profesional y dulzura de carácter, que hermanaba raramente con una gran energía, era querido por todos cuantos le trataban, y su memoria constituye una gloria de la Real Armada Española.»
Bibliografía:
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Bordejé y Morencos, F. Fernando de.: Crónica de la Marina Española en el siglo XIX, 1868-1898 (Tomo II) Editorial Naval. Madrid, 1995.
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Cervera y Jácome, Juan. El Panteón de Marinos Ilustres. Ministerio de Marina. Madrid. 1926.
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Estado General de la Armada para el año de 1850.
Estado General de la Armada para el año de 1853.
Estado General de la Armada para el año de 1859.
Estado General de la Armada para el año de 1865.
Estado General de la Armada para el año de 1869.
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Estado General de la Armada para el año de 1873.
Estado General de la Armada para el año de 1875.
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Novo Colson, Pedro de. Historia de la Guerra de España en el Pacífico. Madrid, 1882.
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VV. AA.: Documentos relativos a la campaña del Pacifico (1863 — 1867) Museo Naval. Madrid, 1966 — 1994. 3 Tomos.
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