Galeones agalerados
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Galeones agalerados
Los doce apóstoles.
En 1567 don Felipe II encargó a Pedro Menéndez de Avilés nombrado capitán general de la armada y gente de mar y guerra, la construcción de doce buques, para acompañar dar escolta a las flotas de indias y tratar con ello de evitar los constantes ataques a estas por parte de casi todos, fueron construidos en la ribera de Deusto por el carpintero don Domingo de Busturria.
El problema a resolver no era banal, pues el Rey exigía llevaran remos y velas, esto obligaba a llevar dos cubiertas, en la primera iban los cañones y remos, en la segunda sólo cañones, pero para hacerlos estancos la primera iba por debajo de la flotación, ello facilitaba en cualquier momento por un remolar poder armar los remos, esto a su vez al ir a vela de bolina obligaba a escorar, comenzando a entrar agua en ella, a ello sumar impedía llevar la carga necesaria de vituallas para tan larga travesía, sumándose la poca gente de tropa que en ellos podían embarcar, restando el gran poder del abordaje.
Se construyeron en seis meses, salieron rasos, con la proa un poco altiva al igual que la popa para mejor poder tomar la mar océana, pero con riesgo de partirse, sólo en popa una elevación para alojar al capitán, su relación manga-eslora fue de promedio 3'53, desplazando 345 tn., eslora de 24, por 6'82 de manga y 4'61 metros de puntal, arbolados con bauprés, trinquete, mayor y mesana con una sola verga, fueron admirados por los expertos y clasificados por «tener muy buen gálibo en su porte y medidas y tamaños, y salieron grandes navíos de vela» Menéndez ordenó cerrar la primera batería, pasando los cañones a la segunda, lo que resto poder artillero, pero mejoró la habitabilidad y embarco más tropas, a partir de aquí y siguiendo consejos de unos y otros por la experiencia fueron mejorando los buques, llegándose a los verdaderos galeones, una de las grandes mejoras, fue elevar los costados con barraganetes, pasando de un franco bordo de tan solo 86 centímetros a los dos metros. De hecho nunca llegaron a armar los remos.
Como correspondía al proyecto fueron bautizados con los nombres propios de los apóstoles, los San Pedro, Santo Tomás y Santiago el Menor fueron quemados por los turcos a su llegada a Cádiz en 1568, de ellos se rescató la artillería para aumentar la de la Capitana y Almiranta de la Flota de Nueva España; en 1572 en Lanzarote ardió el San Juan, el mismo año el San Felipe en la Guayana, en 1578 después de más de diez años de cruzar el océano con carga, más los combates pertinentes, dieron al través en Cartagena de Indias, el San Andrés y San Tadeo, al año siguiente sufrió el mismo fin en el mismo lugar al San Bartolomé, sabiendo que continuaron navegando los San Mateo, San Simón y Santiago el Mayor, faltándonos el San Matías del que no se hace referencia.
Bibliografía:
Artiñano y de Galdácano, Gervasio.: La Arquitectura Naval Española en Madera. Madrid, 1920.
Casado Soto, José Luis.: Barcos españoles del siglo XVI y la Gran Armada de 1588. Editorial San Martín, 1988. Premio Virgen del Carmen 1988.
Enciclopedia General de Mar. José María Martínez-Hidalgo. 1988.
Monleón Torres, Rafael.: Construcciones Navales. Lunwerg Editores y Museo Naval. Madrid, 1989. Primer facsímil de la obra manuscrita y única realizada entre 1889 a 1891.
O'Scalan, Timoteo.: Diccionario Marítimo Español. Facsímil de 1831. Museo Naval. Madrid, 1974.
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