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Portobelo ataque británico 21 XI 1739
En noviembre de 1739, ya declarada la guerra con el Reino Unido, tuvo noticias don Blas que, en la isla de Jamaica se estaba alistando una importante expedición con fuerzas de desembarco que llegaban de Europa. Jamaica fue el punto de partida en diferentes ocasiones, de ataques a los puertos españoles, de la Habana, Portobelo y el castillo del río Chagres, entonces éste navegable, constituyendo parte de la vía de comunicación del Atlántico con la ciudad de Panamá y el mar del Sur, así como a la misma Habana pero solo en demostraciones de fuerza, que al verse la respuesta decidían abandonar.
Medalla acuñada tras la conquista de Portobelo.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.
El 21 de noviembre de 1739 el almirante Vernon atacó a Portobelo, al mando de seis navíos de ellos alguno de tres baterías, comenzando por el castillo de Hierro, situado a la entrada del puerto, siendo casi arrasado por el poder de la artillería embarcada, al mismo tiempo que los tiradores desde las cofas hicieron huir a los pocos soldados españoles, se hizo de noche y se paró el combate, al amanecer del día 22, Vernon había dispuesto asaltar el interior del puerto con los botes, pues en su interior aún quedaban los dos fuertes la Gloria y San Jerónimo, pero viendo los preparativos el Gobernador español, capituló.
Las condiciones para ello fueron que no se hiciera saqueo a la ciudad, ni se molestase a sus habitantes, quedando prisioneros solo los uniformados, a lo que el almirante británico accedió. Todo lo que quedó en sus manos fueron 40 cañones de bronce, dos piezas de campaña, cuatro morteros, dieciocho pedreros de bronce, y de dinero, fueron diez mil pesos fuertes que se encontraban para pagar a las tropas. Las bajas británicas se contaron en el navío Burford y Worcester, tres muertos y cinco heridos y en el Hampon Court un herido, lo que demuestra la poca resistencia que se ofreció.
Transcribimos parte de un documento del A. G. I. que nos acerca a la realidad de la situación de Portobelo:
«Aviváronse las cosas con tal tropelía y desgreño, como que no había cabeza allí que mandase, porque D. Francisco Javier Martínez de la Vega y Retes, gobernador interino de aquel presidio, y al mismo tiempo castellano en inter del Castillo Todofierro, es sumamente inhábil para semejante empleos, de cortísimo talento y cobarde espíritu. . .los guardacostas se desarmaron para armar los castillos de todos sus utensilios y gente, pues en el de Todofierro metieron con un valiente oficial, D. Francisco Garganta, 90 hombres, los 54 soldados de Marina con sus fusiles y los restantes para el anejo de la poca artillería que había montada de los 32 cañones de la batería de dicho castillo, se redujo a ésta á nueve piezas, que con dos de ella se vinieron al suelo al primer tiro, y las tres quedaron embarazas é incapaces de manejarse…una pieza montada la noche anterior con una de la cureñas que allí se hicieron, como le faltase los pernos correspondientes, y como hecha con tanta aceleración se descuadernó é incapacitó, y no obstante, llevó tres balazos á lumbre de agua la Almiranta, le matamos 14 hombres, le herimos a 22, y una palanqueta le llevó el mastelero y verga de trinquete, que también le quebró éste, y otra bala le hizo grave daño en el combés y este navío el que le siguió, sin duda se hubiesen echado á fondo, si el Gobernador hubiera enviado una vela de balandra, que repetidas veces se le pidió, para secar la pólvora…que no hubieran entrado si toda la artillería hubiera estado montada, porque hubieran echado á pique dos ó tres, y los demás, á vista de esto, retrocedieran.»
Luego se narran las deserciones de la gente, la orden que recibió un cabo y seis hombres, para que trasladaran al monte a su mujer y hijos para darles protección, la deserción del capitán de tierra don Sebastián Vázquez Meléndez, de forma que al final solo unos treinta hombres estaban en sus puestos, que fueron todos lo que tuvieron que rendirse. Y como se ve las bajas británicas fueron superiores a las que dan ellos, pero esto en tiempo de guerra es normal siempre.
Medalla acuñada tras la conquista de Portobelo.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.
Medalla acuñada tras la conquista de Portobelo.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.
Todo lo anterior viene a razón por las cartas que a continuación se trascriben, cruzadas entre el almirante Vernon y don Blas de Lezo.
«Portobelo 27 de noviembre de 1739.
Señor: Esta se entrega a V. E. por Don Francisco de Abaroa y en alguna manera V. E. puede extrañar que su fecha es de Portovelo. En justicia al portador, es preciso asegurar a V. E. que la defensa que se hizo aquí era por el comandante y por los de devaxo de su mando, no pareciendo en los demás ánimo para hacer cualquiera defensa.
Espero que de la manera que he tratado a todos, V. E. quedará combencido de que generosidad a los Enemigos es una virtud nativa de un yngles, lo cual parece más evidente en esta ocasión, por averlo practicado con los españoles, con quienes la nación ynglesa tiene una ynclinación natural, vivir vien que discurro es el interés mutuo de ambas naciones.
Haviendo Yo mostrado en esta ocasión tantos favores, y urbanidades, además de lo capitulado, tengo entera confianza del amable carácter de V. E. que mis paysanos hallarán de su generosidad igual correspondencia, que por la autoridad, y instancias de V. E. (aunque dependa de otro) los factores de la Conpañía de la mar del Sur en Cartagena, estarán remitidos inmediatamente a la Jamayca, a lo cual V. E. vien save tienen derecho induvitable por tratados, aun seis meses después de la declaración de la guerra.
El capitán Pelanco deve dar gracias a Dios de ha ver caido por capitulación en nuestras manos, por que sino, su trato vil, y indigno, de los yngleses, avía tenido de otro un castigo correspondiente.
Y soy Señor de V. E. su mas humilde servidor D. Eduard Vernon Burford — Portovelo — 27 de Nbre de 1739»
Respondiéndole don Blas de Lezo:
- «Cartagena 27 Diciembre 1739.
Exmo. Sr. — Muy Sr mío: He recivido la de V. E. de 27 de Noviembre que me entregó Dn Francisco de Abaroa y antecedentemente la que conduxo la valandra que traxo a don Juan de Armendáriz. Y en inteligencia del contenido de ambas diré, que vien instruído V. E. por los factores de Portovelo (como no lo ignoro) del Estado en que se hallava aquella plaza, tomó la resolución de irla a atacar con su Esquadra, aprovechándose de la oportuna ocasión de su imposibilidad, para conseguir sus fines, los que si ubiera podido penetrar, y creer que las represalías y obstilidades que V. E. intentava practicar en esos mares, en satisfacción de las que dizen havían executado los españoles, ubieran llegado asta insultar las plazas del Rey mi amo, puedo asegurar a V. E. me ubiera hallado en Portovelo para impedírselo, y si las cosas ubieran ido a mi satisfacción, aún para buscarle en otra qualquiera parte, persuadiéndome que el ánimo que le faltó a los de Portovelo, me hubiera sobrado para contener su cobardía.
La manera con que dice V. E. a tratado a sus enemigos, es muy propia de la generosidad de V. E. pero rara vez experimentada en lo general de la nación, y sin duda la que V. E. aora a practicado, sería imitando la que yo e executado con los vasallos de S. M. B. en el tiempo que me hallo en estas costas (y antes de aora,) y por que V. E. es sabidor de ellas, no las resfiero, por que en todos tiempos e savido practicar las mesmas generosidades, y umanidades con todos los desvalidos; y si V. E. lo dudare podrá preguntárselo al governador de esa ysla quien enterará a V. E. de todo lo que llevo expresado, y conocerá V. E. que lo que yo e executado en beneficio de la nacion ynglesa exede a lo que V. E. por precisión y en virtud de capitulaciones debía observar.
En quanto el encargo que me hace V. E. de que sus paisanos, hallarán en mi la misma correspondencia que los míos han experimentado en esta ocasión y que solicité que los factores del sur sean remitidos a Jamayca, inmediatamente diré, que no dependiendo esta providencia de mi arbitrio, no obstante, practiqué las diligencias combenientes con el governador de esta plaza, a fin de que se restitujesen a esa ysla; pero parece que sin orden del Rey no puede practicar esta disposición, respecto de que son Ministros de ambos soveranos, en la comisson que manexan; y en correspondencia yo quedo para servir a V. E. con las mas segura voluntad, y deseo le guarde Dios muchos años.
A bordo del Conquistador en la Bahía de Cartagena de Yndias. 24 de Diziembre de 1739. BLM de V. E. su más atento servidor. — Don Blas de Lezo»
Todo esto convenció a don Blas de Lezo que la próxima a atacar sería Cartagena de Indias.
Bibliografía:
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