Menorca Desembarco 1939
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Menorca Desembarco 1939
Antecedentes.
El 26 de enero de 1939 entraron los sublevados en Barcelona, el 1 de febrero, las Cortes de la República celebraron su última reunión en el Castillo de Figueras, acudiendo sólo unos pocos de ellos, y el 7 cruzó la frontera con Francia la mayor parte del Gobierno de Negrín, horas más tarde llegaban las primeras tropas nacionales al mismo lugar, cerrando por completo la salida.
En Palma, el comandante militar era el general D. Enrique Cánovas, y el enlace del Estado Mayor del Almirante Jefe del Bloqueo, y la aviación era el capitán de fragata, D. Fernando Sartorius y Díaz de Mendoza, Conde de San Luis y junto a ellos el jefe de la aviación “legionaria”, general Manceratini.
La isla contaba con unos efectivos de 12.200 hombres, divididos en tres brigadas de tres batallones, una en Ciudadela, otra en San Carlos y otra diseminada en otros lugares, más una de Instrucción, que más bien se identifica como Disciplinaria, y las unidades propias de Zapadores, Transmisiones, obras y fortificaciones, un grupo de Defensa contra Aeronaves, y los servicios propios de una gran unidad, pero lo más importante era su poder artillero, quizás el más potente de toda España, éste se dividía en tres batería del calibre 381/45 mm, situadas en los montes que daban protección al puerto de Mahón, en Favarix al N., La Mola al E. y Llucalary al S.; una de 305/50 mm, una de 260 mm, todas de dos piezas, otra de 240 mm de tres piezas, dos batería de 240 mm, cuatro de 152’450 mm, una de 155 mm, todas de cuatro piezas, veintiséis piezas de 150 mm y cuatro de 120 mm, distribuidas en diferentes posiciones, una de cuatro piezas de 90 mm y otra de 75 mm de cinco piezas, en total ochenta bocas de fuego. Como queda patente, no era un lugar donde se pudiera desembarcar directamente, por esta razón se decidió fuera Ciudadela, donde había algo de todo esto, pero con menor riesgo, porque las de mayor calibre protegían Mahón.
Fue llamado por Negrín el jefe de la base de Mahón, antes de caer Barcelona, (seguramente para salvarlo de la rendición) el coronel recién ascendido a general, Brandaris, por ello el 4 de febrero llegaba a Mahón el nuevo jefe, el capitán de corbeta D. Luis González Ubieta, con los mismos destructores Almirante Miranda y Gravina, se trasladó el general a Barcelona, comentamos esto porque el comisario político de la Flota Bruno Alonso en su obra nos dice: «Con diversos pretextos, Ubieta retrasó dos semanas su viaje a Mahón. Al fin salió para su nuevo destino con dos de nuestros destructores. Nos despedimos cordialmente, olvidando nuestras pasadas diferencias, y ofreciéndonos mutua solidaridad. Este nombramiento fue uno de los muchos errores cometidos por el Gobierno. Aunque leal y competente, no era Ubieta por su carácter altanero y su vanidad excesiva, el hombre adecuado para mandar una plaza como la de Mahón, cargo para el cual se exigían grandes dotes, no sólo militares, sino políticas.» Pensamos no hay nada que añadir al respecto.
El capitán de fragata, D. Fernando Sartorius y Díaz de Mendoza,(1) por su cuenta en enero anterior, preparó un plan para poder tomar la isla de Menorca sin problemas, esto lo notificó al general del aire D. Alfredo Kindelán, quien a su vez se lo presento a «Terminus», quien dio el visto bueno el 28 de enero para poderlo poner en práctica, basándose en realizar con una potente presencia de aviación, pero lanzando proclamas para poner fin a la guerra, sin derramamiento de sangre, a su vez se le concedía permiso para viajar a bordo del crucero HMS Devonshire, al mando del capitán de navío Gerard Charles Muirhead-Gould (2) fondeado en Palma, el 30 ya confirmado, lo puso en conocimiento de D. Francisco Moreno, pero éste ya estaba al día del intento, por que Franco se lo comunicó en su entrevista.
(1) La actividad de Mr. Cowan, secretario de la Comisión para el arbitraje de canjes de prisioneros, presidida por el mariscal británico sir Philip Chetwode, viajó en el crucero HMS Devonshire a Valencia, donde al parecer se dio el primer paso, para conseguir la entrega de Menorca a los nacionales, algo de esto se filtró (se dejó caer) en presencia de Sartorius y de aquí nació la idea de ponerlo en conocimiento de D. Alfredo Kindelán, para que éste se marcara un tanto con Franco; (no se llevaban nada bien, de hecho al concluir la guerra, paso de Capitán General a Baleares, siendo el único del Ejército del Aire que ha ocupado ese cargo-grado) de no ser así, no es comprensible desde ningún punto de vista, que el Conde de San Luis no lo comunicara a su jefe natural, el Almirante D. Francisco Moreno, y quizás para evitar malos entendidos, fuera llamado por «Terminus» para ponerlo al corriente.
(2) Al capitán de navío Gerard Charles Muirhead-Gould, para darle confianza de las buenas intenciones de «Terminus» se le notifica que el capitán de fragata D. Fernando Sartorius, está autorizado a firmar cualquier acuerdo que vaya en el sentido del buen fin de la rendición y por ello capaz de autorizar la salida de la isla de todos aquellos que consideren tener su vida en peligro, y por ello ya se había hablado con las autoridades francesas, para que pudieran ser acogidos en Marsella. El capitán británico, ya con el grado de contralmirante, curiosamente falleció en la base alemana de Wilhelmshaven el 26 de junio de 1945, a casusa de un infarto de miocardio, cuando contaba con 56 años.
Mientras, el 1 de febrero pasaba sobre Menorca un avión nacional, lanzando las proclamas, pero sufrió el fuego desde tierra, por lo que se alejó, no obstante se repitió con más aviones al mismo tiempo el 3 y siguientes hasta el 6; el 4 el cónsul británico capitán de fragata Allan Hillgarth comunicó a Sartorius que, su Gobierno le había autorizado, porque a lo que se negaba de lleno, era que la isla fuera tomada por efectivos italianos, algo que les molestaba infinito (ya sabemos lo que quieren a esa isla), se les respondió que eso no ocurriría ni por casualidad, de ahí que el 5 se presentara el plan al Almirante Jefe de las Fuerzas de Bloqueo, quien los recibió en su cámara, acudieron Sartorius, el cónsul británico en Palma, y el capitán del crucero. Las condiciones británicas eran que no hubiera actividad aérea ni naval; por parte del Almirante dijo que, no intervendrían para nada los británicos, en las conversaciones de paz, se llegó al acuerdo y se fijó la salida de todos ellos a bordo del crucero británico.
En ningún caso intervino el Gobierno nacional ni el británico, porque Franco había negado la presencia del agregado británico, Sir Robert Hodgson, por ser un simple observador en «Terminus», la razón, su Gobierno no reconocía al suyo, de hecho no le recibió hasta bien entrado 1938, (por septiembre) pero sin más conversación que la justa por educación, y sin ninguna otra entrevista, lo que obviamente no gustaba a Londres, pero no había vuelta atrás.
El 6 por la tarde el capitán de fragata D. Fernando Sartorius y Díaz de Mendoza, embarcaba en el crucero británico, saliendo de Palma con rumbo a Mahón, donde entraba y fondeaba el 7 a las 09:10, a su vez al embarcar el práctico comentó algunas de las noticias de la isla, estas eran; la población sufría hambre, temía muy mucho la presencia de la aviación nacional y ello llevaba a que el 80% de ella, estuviera de parte de los nacionales; seguramente las proclamas ya comenzaban a dar su fruto, sobre las 11:30 desembarco el cónsul británico, para conversar con el jefe de la base de Mahón, el capitán de navío D. Luis González Ubieta y González del Campillo, lo que no sentó muy bien fue que regresó media hora más tarde, porque González se negaba a recibir a Sartorius si su gobierno no le autorizaba. El jefe de Estado Mayor gubernamental era el coronel D. Fernando Redondo, los comisarios Mercadal y Valbuena, y el del Arsenal el 2º maquinista Baudilio San Martín, eso sí con el grado de teniente coronel.
Mr. Cowen, este personaje según lo describe Benavides: «Un tal Mr. Cowen apareció como mediador entre Salamanca y Chamberlain y entre el representante de Franco y Ubieta. El enigma de Mr. Cowen no se ha descifrado del todo. Se trata de un personaje de la misteriosa y temible familia de los Cowen británicos. . .El Cowen que nos correspondió a los españoles, había intervenido en el canje de prisioneros y como tal acreditado cerca de la República. Su verdadera profesión era la de agente del Servicio de Inteligencia agregado a la diplomacia inglesa en España.» (MI6) En realidad era el cónsul de Gran Bretaña en Madrid y agente general para los posibles manejos conducentes al final de la guerra española. Como siempre metiendo baza para quedar de bonito. (Hay una pequeña confusión con su apellido, porque era Cowan, pertenecía a la Gran Logia de Inglaterra, y como a tal sin duda, era un agente del Servicio Secreto británico, y muy amigo de Seguismundo Casado, perteneciente a la masonería española y ésta muy vinculada a la británica; por ello Benavides no iba muy desarrumbado, quizás incluso menos que quienes disminuyen su poder.)
En vista de las reticencias de D. Luis González Ubieta, el capitán de navío Muirhead-Gould, desembarcó para entrevistarse con el anterior, le explicó la comisión que le traía a la isla, rogándole embarcara en su crucero para entrevistarse con el representante del Gobierno nacional, pero Ubieta no cedía, por ello le comunicó quien era su interlocutor, y como ambos eran marinos, ya se conocían, pensó que al menos no perdía nada, pero pidió estuviera presente el capitán de navío británico (con un intérprete), a su vez fue acompañado por los comisarios Mercadal y Valbuena, y el jefe de la Base naval 2º maquinista por apellido San Martín.
Ya en la cámara del comandante del crucero, la atmosfera era siberiana, comenzando Ubieta por enfrentarse a D. Fernando Sartorius, llamándole traidor, éste le respondió que, le parecía muy bien su opinión y firmeza en defensa de sus jefes, pero le anticipaba que ya todos ellos le habían abandonado, porque era conocido estaban en Toulouse, siendo materialmente imposible le prestaran alguna ayuda, añadiendo que, de rendirse la amnistía sería general, e incluso se les pagaría sus pensiones, menos a aquellos que tuvieran las manos manchadas de sangre, por el contrario si había que conquistar la isla, la sangre correría a raudales, porque estaban preparadas tres divisiones para ser transportadas, (esto no era cierto, pero aumentaba el número de tropas para que entrara en razón) aparte de preparar el terreno con cien aviones, quienes bombardearían cada metro cuadrado de la isla, más el apoyo de la Flota y por tanto no cabría la clemencia.
D. Luis González Ubieta, cambió por completo su actitud (él mismo había confirmado la salida del Gobierno), y por ello sólo el general Miaja, quien junto al general D. Vicente Rojo (Jefe de Estado Mayor), permanecían en Madrid, le había podido decir que decidiera lo que considerara mejor para todos, por ser imposible prestarle alguna ayuda, comenzó por pedir información de cuantos podrían abandonar la isla, se le respondió que entre 40 y 50 oficiales, porque los funcionarios no entraban en la amnistía, y para los oficiales, le debería entregar una lista para saber a qué atenerse, en esto estuvo de acuerdo, con ello y un saludo termino la entrevista, quedando en tener respuesta oficial a las 07:00 del siguiente día 8 de febrero, pero cenaron a bordo en cámaras diferentes; en el transcurso de ésta pidieron poder embarcar a sus familias, pero el Capitán británico, les dijo que no era posible por no ser personal militar, viendo era complicado desembarcaron y llegaron al muelle, dirigiéndose cada cual a su estancia.
Para estar más tranquilo emocionalmente Ubieta, se puso en contacto con el Jefe de la Flota D. Miguel Buiza y Fernández Palacios, pero éste le respondió: «Respecto a la proposición del agente a bordo del crucero inglés no dudo sabrá resolverla con su probada hombría y lealtad. Viva la República.» Como es de suponer este tipo de arengas, en ciertas circunstancias no suelen ser efectivas, además de ser inconcretas, con palabras huecas y altisonantes, las cuales no convencen a nadie, con un dedo de frente.
En la noche del 7 al 8 de febrero en Menorca, se sublevó la guarnición de Ciudadela, al mando del teniente D. Juan Thomas, quien notificó a su hermano, que estaba en Pollensa como jefe de taller de los hidroaviones nacionales el gran apoyo recibido, pero tenían muchas bajas, al parecer el teniente estaba herido, pero esto no fue suficiente para pararle, continuando el avance hasta Mercadal y San Cristóbal, donde ya habían llegado tropas de refuerzo desde Mahón, al mando de dos sargentos, uno era Palau y otro Guerra, por ello y no teniendo más fuerzas, retrocedieron hasta hacerse fuertes en Ferrerías, mientras continuaban pidiendo auxilio.
Esto llegó a conocimiento de González Ubieta, quien no había podido contactar con el Gobierno y sólo con el general Miaja, todo ello no dejaba dudas a su persona del abandono de la isla por parte de todos, quedando abandonado por completo por los suyos, a las 10:00 del 8 embarcaba en un bote acercándose al crucero británico, le acompañaban el comisario político San Martín y Valbuena, al estar en cubierta se presentó el Capitán Muirhead-Gould, quien viendo venir el bote, lo comunicó a D. Fernando Sartorius, éste salió a cubierta y le dijo era imposible avanzar más en las condiciones, sólo y como tenía órdenes para que embarcaran en el crucero y fueran trasladados a Francia, lo que comunicó a Ubieta, éste aseguró al Capitán británico que solo serían unas 50 personas, entre ellas las esposas e hijos de algunos de ellos, pero el británico se lo denegó, por ser una intervención directa y esto su gobierno no se lo permitía.
Mientras D. Luis González Ubieta entregó su arma a D. Fernando Sartorius, al ver esto San Martín salto al bote y llego al muelle, eran las 11:00 cuando sucedió; media hora más tarde, embarcaba Valbuena para llegar a tierra, pero con una carta dirigida al coronel Useletti, en la que el Conde de San Luis le nombraba Gobernador provisional.
Nada más salir de su cámara, D. Fernando Sartorius, utilizando la radio del crucero, pedía a Palma preparar un desembarco en la isla; al mismo tiempo el Capitán se comunicó con su Cónsul británico en Palma, la noticia de la pronta rendición y a su vez le confirmaba que el representante español, ya había comunicado la petición de fuerzas militares para tomar la isla, sin problema alguno, aunque era posible que a ciertas unidades, bien por sus jefes, bien por no llegarles la comunicación, presentaran combate, pero que de todas formas, su buque saldría como mucho al anochecer.
A pesar de todo sucedió un mal entendido propio de estas tribulaciones, prisas y demás objeciones, no siendo otro que el ataque de la aviación de Palma a Mahón, lo que produjo un grave malestar en la representación británica, sobre todo porque 15 minutos más tarde, otro grupo de aviones bombardeaba las posiciones de la artillería de La Mola; el Capitán británico comunicó a su cónsul en Palma el problema y la grave situación creada, por faltar a la palabra dada por los nacionales, dando incluso la orden de levar y salir de aquella encerrona, pero D. Fernando Sartorius le indicó debía esperar, porque todo estaba provocado, (como ya lo sabía), por la sublevación en diferentes zonas de la isla, con ello se intentaba aplacar por este medio y de paso proceder en ayuda de los suyos, pero que su buque no sufriría daño ninguno.
Lo que indica la descentralización del mando y desorganización de los gubernamentales, fue que a las 15:15 desde Palma se recibiera un radio, por haberse interceptado un comunicado diciendo: «Volarán los aviones y tiraran si son agredidos.» añadiendo, estaban preparando tres batallones para desembarcar en Ciudadela. A su vez, existe un mensaje del Jefe de la Base de Mahón, para el Jefe de la Flota, emitido a las 15:50, pero se recibido a las 16:35 del 8, y en él se dice que era conocedor de la llegada a Mahón de un “faccioso”, quien intimidaba a la rendición, la sublevación de Ciudadela y otras plazas, y la llegada de tropas desde Mallorca, terminando por solicitar el envío urgente de refuerzos para regresar a la normalidad. No se ha podido averiguar quién lo emitió, porque si a las 11:00 D. Luis González Ubieta, se había rendido a Sartorius y por tanto a bordo del crucero británico, difícilmente por no decir imposible fuera él. Lo que nos lleva a pensar que “alguien” no quería sucediera lo que ya se había firmado.
De hecho a las 15:30 Ubieta y Mercadal, (éste otro Comisario Político) envían por medio del práctico una orden a San Martín, para evitar que las defensas contra aeronaves abrieran fuego sobre los aviones, por ser causa de empeoramiento y poner a ambos en situación difícil de comprender y superar, sobre todo, por los británicos. No obstante a las 16:00 volvieron los aviones a bombardear las defensa de costa, ya enfadado el Capitán del crucero, en un intervalo entre los ataques, a las 17:00 da orden de levar y salir de Mahón con rumbo al S., fondeando de nuevo fuera de las tres millas, pero esto empeoraba el acuerdo, por ello D. Fernando Sartorius, habla con el Capitán recomendándole regresar a puerto, al mismo tiempo se recibió un mensaje de Palma, asegurando que los vuelos quedaban suspendidos, entre uno y otro al parecer le convencieron y sobre las 19:15 del 8 entro en Mahón y dejo caer las anclas.
Todo esto al parecer fue fortuito y por falta de comunicación entre los diferentes mandos nacionales, todo por estar ausente el Almirante Jefe del Bloqueo, por ser el único que tenía mando sobres los tres ejércitos, de hecho el cónsul británico en Palma, se dirigió en muy mal tono al Comandante General de Baleares, quien le respondió que él no había dado ninguna orden al respecto, respondiéndole: «pues nadie me lo comunicó por no tener de ordinario intervención en el empleo de las fuerzas aéreas» pero esto le hizo caer unos minutos más tarde que, el responsable era el jefe de la aviación “legionaria”, se puso en contacto con éste y a su vez le respondió: «sus aviones habían recibido al pasar por Mahón fuego de artillería, por ello dio la orden de bombardearlas, por pura defensa.» Como queda demostrado nadie actuó de forma irracional o contraria a lo convenido y firmado, sólo las circunstancias del momento provocaron el mal entendido y por pura reacción militar, si a uno en una guerra le atacan, sencillamente se defiende y de no hacerlo, puede caer en su propia trampa y ser depuesto por negligente.
Al fondear el crucero de nuevo, abordó el buque un comisario político, quien indicó había mantenido el orden en la ciudad a pesar de los bombardeos, el capitán del crucero Gerard Charles Muirhead-Gould estaba esperando abordaran los de la lista presentada por González Ubieta, pero pronto se dio cuenta que las cosas no iban a ser tan fáciles, porque casi seguido comenzaron a llegar botes, pero embarcando a muchas personas, de las cuales otras tantas no estaban en la lista, con pases firmador por el nuevo gobernador, coronel Useletti, a estos primeros llegaron los remolcadores con más fugitivos, incluso botes a vela también con todo lo que les permitía embarcar, lo peor era que, en todos ellos iban mujeres y niños, unos no estaban en ninguna de las dos listas, mientras que unos estaban en una y otros en otra, pero viendo los que iban embarcados, a nadie dejaba indiferente; para ayudar en la organización, acudieron al portalón González Ubieta y Fernando Sartorius, pero entre ambos decidieron pedir al Capitán británico que embarcaran todos, no se podía hacer otra cosa y el tema no era como para ponerse a elegir a unos u otros, era simple humanidad que a todos conmovía.
Se tomaron las medidas propias de seguridad, no siendo otra que al menos cachear a todos (no sabemos si a las mujeres también, pero desde luego a los niños ni por casualidad), el caso se tradujo en llenar tres sacos de armas cortas, y algunas navajas, aún así se decidió esperar, porque faltaban personas de la lista del anterior Gobernador, pero volviendo a pasar lista, muy posiblemente se les había pasado, al comprobar que todos estaban a bordo, sobre las 05:00 del 9, con 450 refugiados (300 hombres, 100 mujeres y 50 niños) el Capitán ordenó levar y aproar a la salida, pero no dejó de recibir mensajes desde Palma enviados por su cónsul, para que saliera lo más rápidamente posible, porque era conocedor de la salida de Barcelona de los transportes, pero el capitán de navío Sir Gerard Charles Muirhead-Gould, entre los recibidos, comunicó que, era conocedor de que estaban a rumbo fuerzas, tanto de Mallorca como de la península, pero él ya se encontraba en la mar, lo que le permitió respirar con mayor tranquilidad y conciencia, porque había cumplido con su deber.
Estando con rumbo a Marsella, al llegar al paralelo de Palma, D. Fernando Sartorius se despidió del Capitán del crucero británico, dándole las gracias por sus servicios, trasbordando a las 09:30 al destructor HMS Hotspur, entrando en Palma poco después y desembarcando a las 12:30; el HMS Devonshire entró en Marsella a primeras horas del 10, desembarcando el último refugiado a las 14:30, no fue otro que González Ubieta, quien en el portalón le estrecho la mano al capitán Muirhead-Gould, en agradecimiento por todo lo conseguido, a su vez para D. Luis González Ubieta y González del Campillo,(3) la guerra había concluido.
(3) D. Luis González Ubieta y González del Campillo, pasó como casi todos los mandos, a París pero permaneció poco tiempo en Francia, porque se sabía que las cosas iban a empeorar, por esta razón y con documentación francesa, se trasladó a México y poco después a Venezuela, donde por su experiencia de marino, consiguió el mando de un mercante, el cual por su mal estado se fue a pique, a causa de una vía de agua producida por un golpe de mar, poco después volvió a obtener el mando de otro buque, era el Chiriqui con bandera panameña, pero de nuevo, por una gran tormenta varó en unos arrecifes, situados en las cercanías de la desembocadura del río Magdalena, en Bocas de Ceniza, en la costa de Colombia, el 30 de diciembre de 1950, dio tiempo a poner a salvo a toda su tripulación, pero él se negó a abandonar su casco y con él se fue al fondo. Este fue el triste fin de un hombre, marino, engañado en todos los sentidos por los suyos; estuvo al frente de la Flota hasta el 7 de febrero de 1939, pasando el 8 seguido a mandar la Base de Mahón y con ella el resto de la isla de Menorca.
Los alzados demandaron ayuda a Palma, de ahí la gran actividad de la aviación, por carecer de buques y tropas suficientes para ser trasladados, porque le llegaba al Comandante General de Baleares, general Cánovas, todo tipo de peticiones de fuerzas, incluso a las 02:00 del 9, las nuevas autoridades de la isla, informaban de los deseos del Gobernador Militar y Comisario Político de la isla, para rendirse sin condiciones, de hecho al saberlo Sartorius hizo un llamamiento a sus tropas y nos dice: «…la dificultad de disponer de barcos rápidamente y de fuerzas de la guarnición de Palma disponibles para la ayuda a Ciudadela, hizo comprender al mando de la aviación en Pollensa, la necesidad urgente de, por sus propios medios, socorrer a los sublevados de Ciudadela. Pedidos voluntarios entre la oficialidad y tropas de las fuerzas aéreas de Baleares, todos se presentaron voluntarios por lo que hubo que seleccionar entre ellos los que menos trastorno causaran a la buena marcha de los servicios de la Región».
No contando con mejores medios, se ordenó en la madrugada del mismo 9, que la flotilla de lanchas rápidas, al mando del T. N. D. Álvaro de Urzáiz y de Silva, y comandante de la Requete, y sus compañeras Badajoz del T.N. D. José Díaz Cuñado y Oviedo del T.N. D. Luis Izquierdo Sancho, que se encontraban en Pollensa, embarcaran una sección de soldados de aviación y marineros, en total 60 efectivos, al mando del teniente D. Justo Fernández Trapa, para poder reforzar con ellos Ciudadela, donde entraban a las 10:00, habiendo navegado casi todo el tiempo a 26 nudos, al avistar el puerto se divisaban banderas blancas y nacionales, al desembarcar fueron recibidos con gran algarabía, se mantuvieron las lanchas rápidas a la espera de la arribada de las fuerzas de la 105 división, para facilitar con sus movimientos el desembarco de ellas.
Ocurridos: valoraremos circunstancias.
El Almirante fue llamado a Burgos, para trasladarse embarcó el 30 de enero en el destructor Velasco Melilla, desembarcando en Tarragona y continuando por carretera el viaje a la capital burgalesa, donde se entrevistó con Franco, quien lo puso al corriente de las intenciones, no siendo otras que efectuar un desembarco al Norte de Figueras, en la playa del Golfet y una demostración de fuerza sobre el Puerto de la Selva, a realizar en los primeros días de febrero, a su regreso se encontraba el mercante armado J.J. Síster a la espera, embarcó y lo transporto a Palma, donde entraba el 3 de febrero a las 15:50, este buque ni siquiera fondeo, pues se había dado la orden del Almirante de concentrase en Barcelona, junto a otros tres cruceros auxiliares, los Antonio Lázaro, Rey Jaime II y Vicente Puchol, quedando reunidos el 4 de febrero por la mañana, junto a los mercantes, Castillo Coca, Castillo Monforte, Castillo Mombeltrán y Castillo Simancas, para realizar lo ordenado.
Pero a su vez «Terminus» decidió se llevaran a efectos estas acciones, delegando como trasmisión de órdenes el mando directo al Jefe del Estado Mayor de la Marina, y para nada se hizo caso del plan Sartorius, para la toma pacífica de Menorca, de lo que ya era conocedor Franco, anteponiendo a éste la presencia de la escuadra y transportes en la costa Brava, pero sí estaba informado el general del aire, D. Alfredo Kindelán y Dunay, de ahí el apoyo aéreo a la isla, pero con todo ello se mantuvo al margen al Almirante de todo lo que ocurriera. Por otra parte el Almirante por las comunicaciones era conocedor del rápido avance de las tropas a la frontera francesa, por ello no sabía muy bien que hacían todos sus buques en las costas mediterráneas de la península, cuando lo propio era concentrarlos en Palma para realizar el desembarco en Menorca.
Como ya sabemos que el Almirante el 5 mantuvo las conversaciones para la toma de Menorca, de hecho ese mismo día embarcó en el Mar Negro y se hizo a la mar con rumbo a Barcelona, para verificar in situ las pretendidas operaciones de desembarco, encontrándose en ello por fin «Terminus» despertó, porque a las 14:30 del 8, recibió un mensaje del general Cánovas, comunicándole lo que ocurría en Menorca, ordenando en ese momento el envío de dos fuerzas, una desde Palma y otra desde la península, así el Almirante recibió la orden del Jefe de Estado Mayor, para que embarcara en Barcelona la división 105 con destino a la isla, al mismo tiempo enviar patrulleros a Alcudia y en esa misma orden, ponía la división de cruceros al mando del comandante General de Baleares, quedando por fin suspendidos los desembarcos en la costa Brava.
¿Pero con qué razón le restaba la protección de los cruceros?, cuando era conocida la presencia de destructores gubernamentales, en aguas próximas a la Ciudad Condal, además de ser un peligro si los transportes cargados con tropas, eran atacados por estas unidades, el resultado no podía ser otro que el desastre, pero como siempre a lo largo de la guerra, parecía que la Flota nacional, no era importante para el avance de las tropas por tierra. Sáquense conclusiones.
Comienzan los preparativos para el desembarco:
De puño y letra de «Terminus» salen dos mensajes, el primero en la noche del 8, destinado al general Jefe del Ejército del Norte, ordenándole el envío de la división 105 a Ciudadela. El segundo a las 12:30 del 9, dirigido al comandante General de Baleares y entre otras cosas escribe: «Interesa máxima urgencia envío refuerzos Menorca sin esperar uno por otros para asegurarse contra un desfallecimiento de los sublevados que podría malograr conquistar isla. Que nadie pierda tiempo y activar la Marina para que los transportes lo hagan de forma más rápida, no desperdiciando noche. En Alhucemas, desembarcamos personal, ganado, material, con bastante mar. Dígame, si lo conoce, calibres fusiles, cañones, tengan sublevados para enviarles repuestos. Comuníqueme impresión tripulación hidro amaró Ciudadela.»
Con todo esto quedan claras muchas cosas y por ello nos vamos a entretener para poner en situación al lector: Se hace alusión a Alhucemas, porque obviamente a quien le da la responsabilidad no es marino, sino militar de tierra, para insuflarle ánimos y que nada es imposible; pero al mismo tiempo, deja de lado a un marino, su Almirante Jefe de las Fuerzas de Tierra Mar y Aire del Bloqueo del Mediterráneo, quien por otra parte y de capitán de corbeta al mando del patrullero Larache, trasladó a Franco para ocupar su puesto en el mencionado desembarcado, por lo que ya eran conocidos desde algunos años antes. A su vez daba órdenes al Comandante General de Baleares, volviendo a reincidir en mermar el mando del auténtico y bien demostrado proceder de su Almirante. Pero con estas medidas, pretendía mermar el poder y la fama de su Almirante, basándose en que no estaba presente en estas aguas, pero no por dejadez ni falta de previsión, sino porque estaba cumpliendo sus órdenes de permanecer en las costas del norte mediterráneo de España. La realidad se imponía y con todo ello tomaba el mando directo de toda operación militar. Medítense las decisiones de «Terminus» al respecto.
La división 105 se encontraba a lo largo del kilómetros 630 de la después nacional 340, la que comienza en Cádiz y termina en la frontera francesa, bordeando todo el Mediterráneo, estando al mando del coronel (estampillado de general de brigada) D. Natalio López Bravo, quien a su vez embarcó con su Estado Mayor y una compañía de zapadores, en el crucero auxiliar Mar Negro junto al Almirante. La unidad militar estaba compuesta por 1ª Brigada, dividida en 1ª Media brigada, con los Batallones 101 del Regimiento Gerona nº 18, 102 y 103 de la misma unidad. 2ª Media brigada, con los Batallones, 104, 105 y 106 del mismo regimiento. 2ª Brigada en su 3ª Medio brigada, con los batallones 107, 108 y 109 del mismo regimiento. 4ª Media brigada, con los batallones 110, 111 y 112, del mismo regimiento. 2 grupos de artillería, y las Compañías de Transmisiones, Intendencia, Sanidad: comandante médico D. Tomás Mancholas Prado, Veterinaria, con una sección de Evacuación Veterinaria y la 105 compañía de automovilismo.
Sobre las 18:00 el Almirante informa al Comandante General de Baleares, pero enviándolo previamente a su capitán de navío en el despacho de Palma, de la salida de los primeros mercantes con las tropas a bordo, con rumbo a Pollensa, añadiendo que la División 105 al completo estará en la mar a rumbo, que las tropas llevaban raciones para dos días y que el general Yagüe saldría en la primera expedición, y pide al contralmirante de la división de cruceros junto a los minadores que, escolten a los mercantes. Pero pocos minutos más tarde, el contralmirante le comunica que está a las órdenes del Comandante General de Baleares, añadiendo que por falta de vapores, las tropas irán a bordo del crucero Navarra y el minador Júpiter.
Sólo comentaremos que las órdenes las transmitía el Jefe de Estado Mayor, pero sin comunicarlo al Almirante de las Fuerzas de Bloqueo, quedando la laguna nada despreciable, por la que los transportes, cargados con la División no iban a ser protegidos, esto causo un gran enfado en D. Francisco Moreno, pues era conocedor del tráfico de destructores gubernamentales, para trasladar refugiados a Francia, y muy bien podía suceder un desagradable encuentro; porque ni siquiera sabía a qué tropas se refería, con las embarcadas en los buques de la Marina.
Los primeros en salir de Barcelona fueron, los mercantes armados Antonio Lázaro, J.J. Síster, Rey Jaime II y Vicente Puchol, y estaba embarcando el resto de la División en los mercantes, Castillo Coca, Castillo Monforte, Castillo Mombeltrán y Castillo Simancas, mientras el Almirante para dar algo de protección, esperó a salir el último de los mercantes armados, y con su crucero auxiliar Mar Negro, tratar de impedir lo que se servía en bandeja al enemigo; el destino quiso que nada ocurriera, pero no dejó de ser una temeridad sin límites. Al parecer «Terminus» pensaba que al igual que un hombre, puede agachar la cabeza o meterse en una trinchera o simplemente en un desnivel del terreno, para soportar el fuego enemigo, al menos durante un tiempo, los buques podían hacer lo mismo en la mar.
Supo más tarde que a las fuerzas que se refería el contralmirante eran, un batallón de Infantería de Mallorca; otro, trasladado con prisas de Ibiza; dos compañías de Infantería de Marina; una de Falange Naval; una batería de 75 mm; una sección de Zapadores y las correspondientes unidades de servicios, al mando del coronel de Infantería D. Francisco Rovira, yendo embarcados en el crucero Navarra, al mando del capitán de navío D. Rafael de Heras Mac-Carthy, quien a su vez era el jefe de todos ellos, los destructores Huesca y Teruel, el minador Júpiter, vapor Fuerteventura y el remolcador R-15, éste y todos los demás llevaban a remolque varias embarcaciones, para facilitar el desembarco en Ciudadela, y con la premisa de que no debería existir oposición, pero aun así el comandante del crucero, avisó a todos mantener una línea de fila, y avisar en cuanto tuvieran algún problema, así como si se levantaba niebla, aproximarse a la vista del anterior para no perder el rumbo.
Comenzaron a salir de Palma a las 00:00, les siguieron los destructores Velasco-Ceuta y Velasco-Melilla, seguidos por la división de cruceros, saliendo ésta a las 04:00, del 9, cuando todos los demás estaban a rumbo, estos últimos, adoptaron una formación contra-submarina, navegando a 22 nudos, por ello invertían rumbo cuando se alejaban un tanto, para volver a su posición inicial.
En las proximidades de Ciudadela, se avistaron dos embarcaciones, el contralmirante dio orden al Velasco-Melilla de acercarse a ellas y averiguar su proceder, no siendo otro que transportar evadidos, por ello fueron obligados a trasbordar al destructor, quedando libres los buques y sus mandos, sobre las 10:00, la escolta fue alejándose para verificar la situación, comprobando que en Ciudadela no parecía hubiera ningún tipo de enfrentamiento, se acercaron al cabo Dartuch y punta Nati, donde se verificó la existencia de banderas nacionales o blancas, dando así por seguro la entrada en puerto.
La desorganización se acumuló en el puerto de Ciudadela el 9, sobre las 10:00 entraron las lanchas rápidas y desembarcaron sus tropas, a las 11:00, comenzaban a entrar el Vicente Puchol, de éste los primeros en desembarcar fue el batallón 101 al mando de un comandante, siendo el primero en pisar tierra, al ver la nula resistencia, fueron trasladados en camiones a Mahón, donde al llegar tomaron posiciones en las alturas de la población, sobre todo en las baterías principales, impidiendo con su presencia que el enemigo efectuar fuego sobre los buques, mientras, el resto de tropas se dividió para asegurar el resto de la isla, por orden del coronel (estampillado de general) D. Natalio López Bravo, al no encontrar resistencia, sólo algún núcleo esporádico que rápidamente fue sofocado, fue casi un paseo militar, con ello quedó recuperada toda la isla.
Pocos minutos más tarde lo hacía el J.J. Síster, sirviendo de transporte de las lanchas rápidas, (igual que con el anterior) quienes se abarloaban a los mercantes, embarcaban lo que podían y los desembarcaban en los muelles, para no alargar el tema, con la llegada de más mercantes, el trabajo de las lanchas, se mantuvo hasta las 22:20, porque a las 14:30 comenzó a llegar el convoy de Palma, por ello las lanchas no pararon en casi todo el día, aunque era auxiliadas por los buques a remolque de los salidos con estos últimos.
Mientras estos realizaban su trabajo, el Mar Negro insignia del Almirante, permanecía en zafarrancho fuera del puerto, cuando a las 13:30 recibe un mensaje del Jefe de Estado Mayor de la Marina, trasladándole el recibido desde «Terminus», el cual venía a decir, que si la División 105 no era necesaria, fuera trasladada a Tarragona, por ello no debía desembarcar la impedimenta y el ganado de la unidad militar en Ciudadela, en cumplimiento de esta orden, el Almirante envió mensaje a Barcelona, para que los mercantes (los Castillos) regresaran a Barcelona, y si alguno ya estaba en la mar, arrumbara a Tarragona, al mismo tiempo los que no hubieran salido, lo hicieran sobre el mismo puerto, mientras el insignia entraba en Ciudadela a las 14:00.
A media tarde, el Almirante comunicaba al Jefe de Estado Mayor de la Marina que, las tropas embarcadas en los mercantes armados ya estaban todas en tierra, pero sin impedimenta ni artillería, en cuanto terminaran su trabajo regresarían a Pollensa para pasar la noche y descansar, y al mismo tiempo le decía: «Menorca esta rendida».
Por la tarde-noche del 9 de febrero el capitán de navío del despacho de Palma, comunicó al Almirante, la ausencia de minas en la entrada de Mahón, como no, esto fue ratificado por el capitán de navío Muirhead Gould del crucero HMS Devonshire, porque este buque ya tenía a bordo a todos los responsables, entre ellos el capitán de corbeta D. Luis González Ubieta y González del Campillo, quien había sido comandante del crucero Miguel de Cervantes y algo más tarde Jefe de la Flota gubernamental, al dejar este cargo, paso a Jefe de Estado Mayor de la Marina y por último Jefe de la Base Naval de Mahón, y el capitán del crucero británico, era conocedor de la seguridad de la entrada, de hecho él ya había atracado en su interior, y realizado la labor humanitaria de embarcar a todos los refugiados posibles, y en estos momentos ya se encontraba rumbo a Burdeos. (Como ya hemos relatado)
El Almirante al recibir el mensaje de su Estado Mayor, dio la orden de pasar a Mahón sus buques, (contraviniendo las órdenes recibidas de salir lo antes posible de Ciudadela y transportarlas a Tarragona) entrando casi por el mismo orden, para que las tropas recibieran los vítores de agradecimiento de los habitantes, por estar un 80% de la población a favor de los alzados, de esta forma prácticamente recorrieron toda la isla, unas veces como si de un desfile se tratara y en otras con avanzadillas para proteger a los que detrás venían, algo muy importante para elevar la moral de quienes estaban en primera línea de fuego y de los que estaban por ellos, algo que al parecer «Terminus» no había previsto en este caso, porque en otras ocasiones bien que se realizaron desfiles incluso con su presencia, pero en este caso fue el Almirante quien lo llevo a efecto.
De hecho al medio día del 10, el crucero auxiliar Mar Negro con insignia del Almirante, salió de Ciudadela con rumbo a Mahón, pasando entre la isla del Aire y tierra, fondeando en Cala Figueras a las 13:55, verificando con ello no había peligro ninguno para nadie, al mismo tiempo ordenó al Jefe de la División de cruceros, destacase al destructor Velasco-Melilla a Mahón, donde debería quedar a sus órdenes, en cumplimiento de esta orden, recargó combustible al costado del crucero Canarias en Pollensa, saliendo en la madrugada del 11, con rumbo a Mahón donde entraba y atracaba en la Base Naval, a las 08:40 del mismo día.
Por el parte del Almirante a las 16:40 del 10 se sabe que, la distribución de los buques era la siguiente: «En Pollensa: La división de cruceros, cuatro destructores y 3 lanchas torpederas. En Mahón: Mar Negro. En la mar: Los mercantes armados J.J. Síster, Antonio Lázaro, Vicente Puchol y Rey Jaime II en viaje de Pollensa a Palma, de orden del Almirante, con objeto de repostar y salir con urgencia para Mahón donde deberían reembarcar a la 105 División. En Barcelona: Júpiter para recoger raciones de la 105 División y trasladar al Almirante Jefe del Estado Mayor a Mahón. En la mar, cruzando frente a la costa catalana: Marte, Canalejas y submarino General Sanjurjo. El Palma: Cañoneros Dato y Cánovas.» Como queda demostrado, a pesar de restarle mando, sabía en todo momento quién y dónde estaba cada uno de sus buques.
La división de cruceros, estaba compuesta por los Canarias, Almirante Cervera y Navarra, la cual perdió su nombre al sufrir la pérdida del Baleares, en la madrugada del 6 de marzo de 1938, recuperándolo al poder ser alistado el 11 de julio seguido el Navarra-ex-República-ex-Victoria Eugenia.
El Júpiter con el Jefe de Estado Mayor de la Marina a bordo, salió de Barcelona a las 23:00, con rumbo a Ciudadela, pero el Almirante le indicó que Mahón «estaba completamente franca», entrando en éste puerto el 11 a las 08:30, atracando en el muelle de la Base Naval, el Almirante desembarcó del minador, donde acudieron a saludarle el general López Bravo y el Almirante de la Flota, a las 08:40 entraba el destructor Velasco Melilla, fueron entrando los mercantes armados Antonio Lázaro, J.J. Síster y Vicente Puchol desde Palma, el Rey Jaime II desde Barcelona, por verse obligado a regresar por llevar la impedimenta de la 105 División, y el Castillo Tordesillas, también de Palma, con medios de comunicación para instalar en Mahón, una vez todos en puerto, a las 12 se celebró una Santa Misa de campaña, a la que asistieron las dotaciones libres de servicio y los mandos de todos los buques, a su vez se obligó a las tropas gubernamentales, formaran en la explanada para presenciar el acto, al finalizar se realizó un desfile de la marinería y tropas, siendo en sí un homenaje a los caídos, que les fue negado a los presos y por último el Almirante Excmo. Sr. D. Juan Cervera Valderrama, Jefe del Estado Mayor de la Marina, pronunció una arenga.
Se nombró Jefe de la Base al que era Jefe del Sector Norte del Mediterráneo, capitán de navío D. Joaquín López Cortijo, estando a sus órdenes el capitán de corbeta D. Luis Lallemand Menacho, quien entregó el mando del mercante armado Rey Jaime I, y los tenientes de navío, D. Federico de Salas Pinto y D. Manuel Gómez Ruiz, mientras el de igual grado D. Antonio Cardona Rodríguez, especialista en electricidad, quien fue conectando los distintos aparatos radiotelegráficos, para estar enlazados con los buques y Palma, todo ello transportado por el Castillo Tordesillas, quedando así lista la base para cualquier contingencia, a su vez tomo el mando del primero los pocos medios navales disponibles, entre ellos la barcaza K-22, que el Almirante ordenó ser reparada de inmediato, y los remolcadores R-13 y R-14. A las 22:00 se izó la insignia del Almirante en el destructor Velasco-Melilla. Como se ve, no le importaba izarla aunque sólo fuera un pequeño buque o un mercante armado.
Al concluir todos los actos, la división 105 estaba casi al completo para su embarque, menos una media brigada por quedar destinada en la isla, se les dejó descansar por haber recorrido la isla en 48 horas, comenzando a embarcar a media tarde en los mercantes armados, saliendo el primero el Vicente Puchol, a las 18:00, más tarde el Antonio Lázaro y J.J. Síster, a las 22:40 lo hacía el Castillo Tordesillas, y el último el Rey Jaime II, a las 23:00, recibiendo el Mar Negro la orden de darles escolta, para ello se esperó a que salieran todos y a las 00:00 del 12 salía de Mahón, pero por orden del Almirante todos lo hicieron con rumbo por el N. de la isla, así tendrían en caso de ataque, el apoyo de la aviación, no tuvo lugar éste y comenzaron a entrar el Tarragona los cuatro transportes entre las 08:00 y las 13:00, del mismo día, mientras el crucero auxiliar comprobó que todos estaban a salvo, viró de nuevo con rumbo a Palma, donde entraba y fondeaba a las 22:00 y a las 16:00 el Comandante de Marina, transmitía al Almirante, que los cuatro estaban descargados y listos para hacerse a la mar, por haber recargado combustible.
El Jefe del Estado Mayor de la Marina, a bordo del minador Júpiter, salió de Mahón a las 22:45 del 11, con rumbo a Barcelona, desembarcado el 12 a las 08:00; el Almirante a bordo del destructor Velasco-Melilla, salió de Mahón a las 23:00, con rumbo a Palma, donde entró en la madrugada del 12; la división de cruceros se encontraba en sus boyas asignadas en la bahía de Palma, mientras el minador salió de Barcelona el 13 al medio día, entrando en Mahón el 14 por la mañana.
Sin duda ninguna la caída de Menorca, fue un duro golpe moral y político, de hecho pocos días más tarde el Gobierno de D. Francisco Franco fue reconocido por los de Francia y Reino Unido, todo ello restaba fuerza al hasta ahora Gobierno de España, de ahí la huida en masa de todos lo que podían, porque siempre ocurre lo mismo, los de arriba lo tiene más fácil que los de abajo, a pesar de ser estos quienes dan la cara a las balas. Ningún beneficio saca un país por entrar en guerra y máxime civil, como siempre sólo se aprovechan otros, en todos los sentidos, unos probando sus nuevas armas, otros robando, y otros aumentando sus negocios, a costa de la sangre vertida por extraños.
Notas
Bibliografía: Para leer clicar sobre ella.
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